¡Hola! Bienvenidos a esta nueva historia… Mi nombre es Diana; mucho gusto. Varios de ustedes ya me conocen, otros no, pero a todos les digo muchas gracias por abrir este link. A continuación inicio un FanFic no muy largo sobre una pareja que me encanta y emociona Ron&Hermione. En resumen les digo que será romántica y quizá cliché, con una pizca de drama y humor al gusto. La receta es repetida, pero la hice yo. Tendré errores, horrores y aciertos. Sin embargo, no dudo que leerán a gusto y COMENTARÁN bastante. (;

Respecto a la historia… Debo informar varias cosas.

*Es un AU.

*Aquí Fred no ha muerto.

*Hay similitudes y diferencias con lo que acontece en el epilogo redactado por Rowling.

*La pareja central es Ron y Hermione. Pero tocaré ligeramente a otras…

*Si dejan sus reviews y sé que les gusta el FanFic pues publicaré pronto... (;


El Copyrightde la Saga Harry Potter, incluyendo personajes, hechos y nombres, pertenece a la autora de los libros JKRowling y todos aquellos a quienes cedió derechos, entiéndase, las Editoriales y a la Productora WB. Respeto sus derechos legales y no me atribuyo ninguno.

Aquí solo me pertenece la narración de este FanFic, usando personajes ajenos y propios, sin ánimo de lucro.

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.Romanza.

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Fragmento. Artículo independiente del Blog: Romanza Melódica.

... a eso le llaman El Amor.

Ese maravilloso estado de la vida humana, el poderoso sentimiento de nuestro ser, ha sido por generaciones la inspiración de cientos de artistas, entre cantantes, músicos, escritores, pintores,… y un sin fin de románticos de todos los tiempos. En lo particular, quizá la época que más evoca Amor con solo pensar en ésa, son los siglos XVI, XVII y XVIII. De forma innata, mi mente centra su atención en un solo escenario: un baile, un suave y melódico baile. Parejas por doquier girando entre sí, sin rozarse y apenas sonriendo; el frufrú de las faldas abultadas y los elegantes pantalones, haciéndose sentir entre ellos. El expresivo vals sonando al fondo con los instrumentos apropiándose de la sutileza.

Hay que suspirar… ¡Qué hermosos aquellos tiempos! Donde el romance (o, así nos lo pintan las autoras de históricas-románticas) era un acontecimiento Real…

Pero ya no.

Ahora, en estos tiempos revolucionados y tecnológicos, donde estamos "más conectados", el Amor, como verdadero estado y sentimiento, parece casi inexistente. Divorcios, separaciones, cero compromiso… decenas de motivos por los cuales el Amor (o el pseudo-amor) muere. Hay muchos quienes se atreven a dar análisis teóricos. Para algunos son sensaciones reales, para otros excusas del momento. Pero, ¿Quiénes somos para juzgar? Allá cada quien con lo que vive y enseña.

En fin, quisiera alargarme con alguna metódica crítica a las críticas, pero no puedo; el tiempo y el espacio no me lo permiten. Porque, en realidad, no he venido para esto. El presente artículo tiene un objetivo más sano y un poco infantil: llenarlos de esperanza. Sí, ya que puedo decirles una cosa: no todas las historias de parejas del Siglo XXI tienen el trasfondo del desamor. Es decir, ¡pueden estar tranquilos!. El Amor aún existe…

"Y para muestra, un botón".

Aquí les tengo la historia de Ron y Hermione… Una historia de amor en pleno siglo XXI.

PRÓLOGO de una historia con culpables, desvelos y consecuencias.

La fina puerta de madera se abrió lentamente y a través de ésta entró una pelirrojita en pijama. Sus pasos, todavía algo torpes por la edad, eran suaves para evitar tropezar y anunciar su presencia. La picardía de sus ojos azul cielo contrastaba con el dulce rosa de su ropita. A sus tres años y cuatro meses, la pequeña hacía de la travesura una cualidad personal; en su mente con frecuencia se formaba alguna idea con fines "recreativos" y su sonrisa revelaba la intensidad de sus planes, siempre aplaudidos por su primo James Sirius. La pelirrojita, sin dejar de pensar en su objetivo, cerró la puerta con suavidad.

Acompañada por su confiable Lucky, la pequeña se adentró en la oscuridad de la habitación. Cerca de la enorme ventana estaba su ser querido número uno, su madre, su objetivo. Evadiendo ciertos obstáculos, como libros y juguetes propios, ella se acercó con prontitud hacia la cama. Una vez junto a ésta, tiró a Lucky, quien cayó de espalda sobre el edredón azul; la pequeña frunció el ceño ante la falta de decencia de su secuas, ¡mira que no es el momento de dormir, Lucky!, pensó infantilmente. Ignorando la respuesta de su oso blanco, ella observó el panorama, evaluando cómo subir sin delatarse. En realidad, ella no razonó (era muy pequeña para hacerlo), pero la idea siemplemente llegó; se agarró de un tuvo y, pisando el delgado contorno de madera de la cama, trepó hasta llegar a sentarse junto a su oso. Lucky la miraba impasible desde su posición.

Tomó a Lucky y lo sentó en la cama para que viera a su madre. El oso, curiosamente para la pelirrojita, no replicó ante la brusquedad de su acto. Advirtiéndole a su cómplice para que no se moviera ni hiciera ruido, ella se arrodilló sobre el edredón y comenzó a gatear lentamente. Unos diez pasos, o avances, después, la pequeña se encontró frente a frente al lado de su madre, quien no notó su llegada. Sonriente miró a su oso, quien seguía en su posión, y levantó el pulgar en señal de aprobación, tal como veía a sus primos mayores hacer cuando jugaban. No esperando respuesta, la pelirrojita tomó entre sus pequeñas manos, blancas y abrigadas, el rostro de su madre; lo sintió suave, como algodón, aunque algo frío. Entonces, hizo presión; apretó ligeramente las mejillas de su madre para que se despertara.

Ante la vista atenta de Lucky y ella, la castaña se despertó, levantándose.

—¡Rose! –se alarmó la castaña, al ver a su hija junto a ella—. ¿Cómo es que…? ¿Qué pasa? ¿Tienes algo, acaso te sientes…?

—Toy bien, mami. –hizo una pausa, observándola con sus ojitos infantiles—. Holis –saludó risueña, dejando de tocar su cara de algodón.

La castaña suspiró aliviada. Se sentó en su cama y casi hace caer a Lucky. Rose miró a su oso, valiente y fuerte, todavía en la esquina. Inmediatamente, la madre se estiró para tomar con su mano izquierda el encantador oso de peluche, consentido de su pequeña hija, quien lo abrazó una vez se lo ofreció. Conmovida como toda madre ante los gestos de su niña, la abrazó y la colocó sobre su regazó. Allí la meció delicadamente, antes de preguntarle qué hacía ahí.

—Lucky tiene hable –informó la pequeña—. Y yo también. -completó sin vergüenza alguna.

—¿Ah si? –contestó ella, a lo que la niña asintió—. ¿Y qué quieren comer?

Rose apretó sus labios, haciendo un gesto pensativo muy familiar. —Yo quielo panquetas…

—Panquecas, amor –corrigió con dulzura—. ¿Y Lucky qué querrá? -preguntó, acariciándole las pequeñas pecas bajo sus ojos.

—Dulces. Muchotes dulces –aseguró ella, afirmando con su cabeza.

La madre, conocida por la comunidad como Hermione Granger, sonrió. El color rojo muy vívido brillaba aún sin la presencia de luz, inmediatamente ella acarició su cabello. Rose cerró sus ojos y, recostándose a su cuerpo, suspiró llena de genuina felicidad. Hermione también estaba feliz; su hija, allí con ella, era su más grande bendición, su más grande alegría.

—Es muy temprano para dulces –respondió Hermione a su hija.

—Pelo son las nueve… -replicó suavemente.

—No, amor, tú sabes que... ¡Las nueve! –se alarmó, deteniendo sus caricias para con su hija—. ¿Cómo lo sabes?

La pequeña abrió sus párpados y respondió: —Papi llama… y ya llamó –expresó con dificultad de lenguaje.

—No puede ser… -susurró—. Le dije a tu abuela Molly que te llevaría a la diez… No hay tiempo, llegaremos tarde… ¡Oh, no!... -se alarmó.

Bajó a la niña de su regazo (quien protestó), y se levantó de la cama con rapidez. ¡Dios Mío! Llegaría tarde a la Reunión Dominical de los Weasley. Molly no se lo perdonaría, la miraría con cierto recelo por un buen rato por no estar presente a la hora acordada. Odiaba esa mirada, la hacía sentirse como una niña y no como… -suspiró- y no como la madre de una de sus nietas favoritas. Sí, sonaba complicado plantearlo así, pero eso era, así de complicado.

Caminó hacia el baño y se miró en el espejo. El reflejo distaba mucho de la siempre pulcra presencia de la catedrática. Normalmente, su piel amanecía más prolija y no había rastros de maquillaje corrido bajo sus ojos. Pasó sus dedos por ahí, la mascara negra había dejado su estela oscura. Arrugó su cara, en síntesis, estaba horrible. Tomó una enorme vasija de plástico y la llenó directamente de la llave de agua; una vez estuvo lista, cerró la llave de paso. Se lavó la cara despacio, quizá restregando de más. El resultado no fue muy diferente, pero al menos se sentía limpia. Abrió su boticario y de ahí sacó una crema, no necesitó leer la inscripción; desde hace unos treinta días la usaba con cotidianamente para borrar las marcas de la noche.

Con ayuda de sus dedos, tomó un poquito de crema y la colocó bajo sus ojos.

Su rostro era de quien estaba cansado, pero su cuerpo estaba revitalizado, satisfecho y complacido; tal como lo estaba cada noche desde hacía un mes…

No dejó de mirar su reflejo. Pasados unos segundos lavó la crema y borró la estela negra. Ya su aspecto había mejorado ligeramente, aunque todavía distaba de su siempre impecable imagen matutina. Suspiró. Había que acotar que su delicada imagen amanecía bien sólo cuando dormía un mínimo de ocho horas. Y eso no fue lo que ocurrió la noche anterior. Cerca de las doce durmió una hora, se recordó, y agregó unas dos o tres horas más tras el amanecer. En suma, durmió casi cuatro horas aproximadamente. No fue el insomnio que la invadía desde hace tres años, no fue un malestar de salud. No dormía porque...

Apretó sus labios.

Había un motivo.

Cerró sus ojos.

Había un culpable.

Suspiró.

El culpable era su exesposo… Ronald Bilius Weasley, quien le hacía el amor como ninguno.


¿Quieren continuación? Dejenme su review... Gracias!