Capítulo Beteado por Miry Alvarez Rodríguez
VENDAVAL EN EL CORAZÓN
Aclaro que los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, también que la trama del fic no es completamente mía, pertenece a una serie llamada LOS HOMBRES DE PACO. Una serie producida por globomedia y transmitida por antena 3. Saque la idea principal y algunas escenas que me parecieron realmente bellas y románticas.
Le dedico este capítulo a mi amiga y Fans N° 1 Kloo Steward, te quiero loca.
Le doy las gracias a Miry por todo su apoyo y empeño para que este proyecto saliera a la luz... te quiero amiga.
Capítulo 1
Acoso y derribo.
Los primeros recuerdos que Isabella Swan tiene de Edward Cullen son los de sus cumpleaños. En ese entonces ella era una niña tímida y él era un policía con cara de niño bueno que la cargaba en brazos cada vez que la veía, era una especie de primo mayor. Pero con siete años, Bella, ya estaba enamorada de él, o al menos eso es lo que ella pensaba. Al pasar el tiempo, Bella, se dio cuenta que no era enamoramiento lo que sentía por Edward sino que era admiración; esa admiración que se le tiene a un hermano mayor.
Siete años más tarde, Edward se casó con la tía de Bella, Tanya, por lo que Edward se convirtió en el tito Edward. En esa época, Bella, pasó de ser la niña tímida a la niña rebelde. Con tan sólo catorce años se escapó por primera vez de casa, mientras el matrimonio de Edward comenzaba a decaer. Y fue en ese momento en el que Bella, dejó de ver como tío a Edward, y lo empezó a ver como a un hombre. Y eso ocurrió exactamente… en la cama de Edward.
Flash back
Hacía tres días, Bella, después de haber tenido una fuerte discusión con sus padres decidió escapar de su casa, pero no sabía ni qué hacer ni a dónde ir, ya que el muchacho con el que se había escapado, la había dejado tirada a las dos de la madrugada. Pero no por eso iba a volver a su casa, así que después de pensarlo mucho, decidió ir al departamento de su tía Tanya y Edward.
Un adormilado Edward abrió la puerta del departamento. Pero al ver a la personita que se encontraba en el umbral, el poco sueño que le quedaba se le fue de inmediato, sacando así toda preocupación por ella.
—Joder, Bella —dijo, mientras la abrazada y consolaba, porque Bella se encontraba llorando a mares— ¡llevamos tres días buscándote! —gritó, cerrando la puerta con el brazo que tenía libre.
Bella no dijo nada, sólo lo miraba mientras lagrimas caían de sus ojos.
—Tu padre ha movilizado a todo el cuerpo de policía, ¿cómo has estado? —preguntó Edward, mientras que con sus manos acariciaba las mejillas de Bella, quitando así las lagrimas.
—Sí, estoy bien, no ha pasado nada —contestó hipando.
—Llamaré a casa de tus padres, han estado muy preocupados por ti —se dirigió a la mesita del comedor, donde se encontraba el teléfono.
Pero Bella aún no quería que les avisara a sus padres. De seguro si lo hacía, vendrían por ella de inmediato. Y, aunque con mucho pesar, quería hacerlos sufrir un poco más.
—No, no les llames, ellos ya saben que estoy bien —mintió, de forma desesperada.
Edward, al oírla se dio media vuelta, la tomó de las manos, la miró y habló, —Vamos a ver Bella, tus padres están muy preocupados y no se merecen que les hagas esto.
—Entonces, que aprendan a confiar más en mí —contestó, haciendo un berrinche típico de las niñas de catorce años. Típico de aquellas que están entrando a la adolescencia.
—Y por eso te fugas con el tipo ese —afirmó, reprendiéndola como si fuera su padre—, que por cierto, ¿dónde está? es sólo para hablar con él —preguntó, como quien no quiere la cosa. Sólo quería saber dónde estaba el muchacho para meterle un susto, y dejarle bien claro que no se volviera a acercar a su pequeña Bella. Claro, no era la primera vez que él, junto con Charlie y Carlisle, le espantaban los galanes a la niña, argumentando que era muy pequeña para tener novio aún.
—Me ha dejado tirada, era un imbécil —respondió Bella, aún llorando— ¿Está Tanya? —preguntó, cambiando así de tema.
—No, no está —contestó él, mirándola a los ojos—. Está en la estación de policía investigando un caso.
Tanya, había estudiado la carrera de criminalística. Su carrera, de alguna manera la había unido a Edward; pero la vida monótona que estaban llevando, a él ya le estaba aburriendo.
— ¿Me puedo quedar contigo? será sólo por esta noche —pidió, poniendo cara de niña buena. Ella sabía perfectamente que a él le costaba negarle cosas cuando lo miraba así. Él, por su parte la miró dubitativo, pero no respondió, así que Bella no dudo en abalanzarse a sus brazos—. Será sólo por esta noche, por favor —suplicó, llorando nuevamente.
—Está bien. —Luego de esto, dejó a Bella en su cuarto para que se duchara y se acostara.
Media hora después, Bella ya se encontraba en la cama con una de las camisas de Edward intentando dormirse. Lo estaba logrando, cuando sintió que Edward abría la puerta, y al segundo después, como se hundía la cama a su lado. Al ver a Bella destapada de la cintura hacia arriba, la cubrió y se acomodó hacia el otro lado de la cama.
—Edward —susurró Bella.
— ¿Qué? —respondió él, con la voz igual de baja que ella.
—Si mis padres se enteran de que estoy en tu cama, te matan —expresó Bella, con una pequeña sonrisa en su rostro.
—A Tanya, tampoco creo que le agrade mucho —respondió él, un poco apesadumbrado.
—Te juro que no se lo contaré a nadie. ¿Y tú?
—No diré nada.
Bella, se acercó a él, quedando con la cabeza apoyada en el hombro de Edward, mientras él mantenía los ojos cerrados.
—Tienes que decir lo juro, o si no, no vale.
Abrió sus ojos, y dijo con tono de voz despreocupado —lo juro, ¿está bien? —Bella, satisfecha con esa respuesta, se acomodó mejor y apoyó su cabeza en el pecho de Edward y también lo abrazó por la cintura.
—Sí, está bien. Es nuestro primer secreto —diciendo esto Bella, se durmió con una sonrisa en el rostro.
Fin flash back
Mas o menos un año después de ese incidente, Edward y Tanya, se separaron. La razón según Tanya, Edward, "es un hombre incapaz de querer a alguien". Simplemente dijo eso, y pues a él no se le veía muy afectado, y tampoco le dio mayor importancia al tema.
La separación causó el efecto de hacer mucho más cercana, de lo que ya era, la relación de Bella y Edward. Ella, siendo una adolescente de quince años, le contaba todo a su tito Edward. Aunque ya no fuera su tío político, le encantaba llamarlo así, y él por su parte la escuchaba. Hacía también de su chofer los días en que Bella estaba atrasada para ir a clases.
A Bella, el acercamiento con su tito Edward, le causó un loco enamoramiento por él. Así que se juró que aunque tuviera que mover cielo, mar y tierra, ella iba a lograr que él se enamorara irrevocablemente de ella.
Y es así como Bella, empezó a conquistar el loco corazón de Edward. Un hombre quince años mayor que ella, y lo peor de todo, el mejor amigo de su padre.
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La mañana del lunes llegó, Bella, como era costumbre de todos los días, se encontraba terminando de tomar su desayuno junto a Renée y Charlie, sus padres.
—Princesita de mi vida, otra vez estás atrasada, tendré que pedirle a Edward que te lleve. ¿Cuándo será el día en que no llegues tarde al colegio? —dijo Charlie, medio serio y medio sonriente. Le costaba mucho regañar a Bella, era su única hija y la cuidaba como su mayor tesoro.
— ¡Ay papá, llego al colegio en cinco minutos! No seas melodramático —Bella se demoraba a propósito, le encantaba que Edward la fuera a dejar.
Renée miraba la escena entre entretenida y seria.
—Cariño, tu padre tiene razón, desde que llegamos a Seattle tu no haces otra cosa que llegar tarde —le regaño Renée.
Habían llegado a Seattle hace tres meses, ya que al trío de policías integrado por Charlie, Carlisle y Edward, los habían transferido de Forks a Seattle. Se habían instalado en un condominio, donde Edward era su vecino y vivía con Carlisle. Claro que no sólo ellos se habían trasladado, también estaba Aro, el padre de Renée y Tanya. Esta última, también había pedido su cambio para no quedarse sola en Forks.
A Bella, lo que más le emocionaba del traslado era el hecho de vivir a tan sólo unos pasos de Edward, ya que así lo tendría todos los días metido en su casa, pues como sus padres decían, Edward era "como un hijo para ellos". Eso era su mayor piedra en el zapato en este momento, pero no estaba dispuesta a renunciar a su plan de conquista.
—Mamá, de seguro el tito aparece en unos segundos, él me llevara como lo hace todos los días —dijo Bella, con una enorme sonrisa en su rostro—, y con su forma de conducir no demoramos más de cinco minutos en llegar.
—Tendré que hablar con él, no me parece que siendo un policía, exceda los límites de velocidad —expresó Charlie muy serio.
En eso sonó el timbre, Bella rápidamente se levantó a abrir la puerta con el corazón latiéndole alocadamente. Al abrirla, se encontró con el hombre de pelo cobrizo apoyado contra el barandal del pasillo.
—Buenos días —saludó Edward, mientras se acercaba y le daba un beso en la mejilla.
—Buenos días, tito —respondió Bella con una gran sonrisa—. Pasa.
Edward, entró saludando a aquellos que eran como unos padres para él. Bella, por su lado, fue al baño de su dormitorio a lavarse los dientes.
—Edward, ¿podrías llevar a Bella al colegio, por favor?
—Claro Charlie, ya sabes que para mí no es una molestia, si no que es un placer —sonrió de medio lado.
—Sí, lo sé. Sólo te voy a pedir, no, más bien te voy a exigir que no excedas los límites de velocidad —dijo Charlie, muy serio—. Eres un policía, ¡Por Dios!, da el ejemplo hombre.
— ¿Yo? —Edward se hizo el desentendido. Renée, al escucharlo se rió—. Pero, ¿quién te dijo eso?
—A Bella se le salió esta mañana —respondió Renée por Charlie.
— ¿Qué pasa conmigo? he escuchado mi nombre —preguntó Bella, mientras tomaba su mochila y su carpeta que estaban en el sofá de la sala.
—Le decía a Edward que no excediera los límites de velocidad. —A Bella, se le tiñeron las mejillas de un ligero rosa, al saberse culpable de que su padre estuviera regañando a Edward.
—Lo siento, se me ha salido hoy en la plática del desayuno. Juro que fue sin intención — se disculpó con Edward, mientras miraba hacia el suelo. Él se le acercó, le tomó el mentón e hizo que lo mirara a los ojos.
—No importa pequeña. Y Charlie, no excedo los límites de velocidad, sólo circulo lo más rápido que la ley me permite, para que esta señorita que está a mi lado llegue a tiempo a clases.
—Bueno, como sea. Ya váyanse, que se les está haciendo mucho más tarde. —ordenó Charlie.
— ¿Estás lista? —preguntó Edward a Bella.
—Sip, vamos.
—Nos vemos en la comisaria Charlie. Renée, nos vemos a la hora del almuerzo.
—Nos vemos más tarde, los quiero —se despidió Bella de sus padres y sin decir ni escuchar nada más se fue.
Caminaron por el pasillo, bajaron las escaleras y salieron del condominio. Al llegar al convertible rojo de Edward, este le abrió a Bella la puerta del copiloto para que subiera. Edward, arrancó el coche, y como ya era una costumbre en ella, se paró en el asiento y abrió los brazos de lado a lado, disfrutando de aquella sensación de libertad que le hacía sentir y pensar que todo era posible.
—Bella, sabes que es muy peligroso, siéntate por favor —Siempre tan protector pensó Bella.
—Edward —dijo Bella, usando un tono muy sensual. Aquel tono que ella sacaba a relucir cada vez que estaban solos—, ya sabes que nunca te hago caso, aparte, no sería tan peligroso si no manejaras como un loco. ¡Si eres un policía! deberías de respetar las leyes de tránsito —continuó en tono de broma.
—No he roto ninguna ley de tránsito, y tú sabes que si manejo más lento llegarás tarde al colegio y no queremos eso ¿verdad? —respondió Edward, haciendo caso omiso al tono de voz de la que él, hasta el momento, consideraba su sobrina.
—Mmm, por mi nos fugamos los dos y nos vamos a algún parque a pasar el día —le incitó Bella.
— ¡Joder! Bella, no empieces con tus cosas —contestó serio, mirándola hacia arriba. Ya no le eran indiferentes los coqueteos de Bella, que cada vez eran más evidentes; pero de igual manera, cada vez que ella sugería una cosa así, él prefería cambiar de tema.
—Está bien —Edward frenó. Habían llegado al colegio de la niña. Bella se sentó y se acercó para despedirse de él, le dio un beso en la mejilla. Claro que su intención era correr poco a poco sus labios, para dejarle un beso en la comisura. Cuando lo hizo, él la reprendió de la única manera que sabía hacer.
—Bella —ella rió y bajó del auto. Le tiró un beso con su mano, él sólo sonrió y echó a andar, pero Bella se quedo ahí parada con su carpeta en la mano y su mochila en la espalda, esperando que Edward se diera cuenta de que le falta algo sumamente importante para su trabajo, y eso era la pistola reglamentaria. Edward, no se demoró nada en retroceder para detenerse justo donde había estado antes. Miró a Bella con rostro serio, aunque ella sabía que sólo quería reír. Estiró su mano hacia Bella, ella sacó el arma de entre la carpeta y su cuerpo, y se la entregó sacándole la lengua. Él sonrió, y con eso Bella dio media vuelta y caminó hacia su clase.
Las horas en el colegio se le hicieron eternas a Bella, apenas sonó el timbre de salida se fue corriendo. Hoy tenía que ayudar a su mamá en el Restaurant-bar Amanecer. El bar que Renée tiene en Seattle con su amiga Esme. Cuando llegaron a Seattle, se dieron cuenta que al lado del condominio había un restaurant. Entraron para comer y ahí Renée se enteró que la dueña era Esme, su amiga de la escuela, a la cual no le estaba yendo muy bien y por ello iba a cerrar definitivamente el local; así que Renée decidió hacerse socia de Esme.
Bella llegó a la casa, se cambió el uniforme por un short de mezclilla que cubría lo justo y necesario, una blusa blanca, ancha, que tapaba la mitad del short y caía a un lado de su hombro derecho y sus Converse moradas. Bajó de inmediato al bar porque era la hora del almuerzo y Edward no tardaría en llegar. Luego de que Bella estuviera media hora atendiendo a los clientes sin ninguna motivación, apareció el hombre de sus sueños junto a su padre y a Carlisle. Se sentaron en la barra y Renée les atendió mientras Bella les servía refrescos.
—Joder, ¿en serio Bella, me darás jugo de naranja? —dijo Edward, en tono divertido—. Sabes que prefiero la cerveza.
—-Estás de servicio tito Edward —le respondió una Bella muy risueña.
Bella dio media vuelta y fue a la cocina del bar para ayudar a su madre con los platos. Cuando regresó a la mesa, "Los hombres de Charlie" como les llamaba Bella en tono de broma a Carlisle y a Edward, estaban enfrascados en una conversación de algún caso que estaban investigando.
—Isabella, no crees que para venir a atender el bar deberías de cubrirte un poco más —la reprendió Charlie.
— ¿Qué tiene de malo mi ropa papá? —preguntó un poco incomoda. Últimamente a Charlie, le molestaba que la falda de colegio tuviera seis dedos arriba de la rodilla o que Bella usara ropa muy ajustada.
—Es muy provocativa Bella, eso es lo que sucede—. ¿Qué? Bella no podía creer que su padre estuviera diciendo eso. Ella pensaba que su padre había cambiado su forma de pensar desde la vez que se había fugado por tres días de su casa, pero ahora se daba cuanta que no había sido así.
De pronto, se le vino una idea a la cabeza. Miró a Edward y le preguntó.
—Edward, ¿tú crees que mi ropa es muy provocadora? —Quería saber qué pensaba Edward. Convencer a Charlie de que dejara el tema hasta ahí. Aunque, en lo más profundo de su corazón, ahí donde sólo Edward pertenecía, ella quería saber si a él le gustaba su ropa.
Él tragó un poco de jugo y se quedó mirándola por unos segundos. —Eh… no sé Bella, pero sí creo que deberías de cubrirte un poco más, eres una niña aún como para vestirte así. —Una niña pensó Bella, y en su mirada de inmediato se instaló un deje de tristeza. Una tristeza que le provocaba el saber, que él aún la veía como una niña.
—Dejen a Bella en paz, ella tiene suficiente edad como para decidir sola que ropa utilizar —dijo Renée, reprendiéndoles.
Charlie le dio una mirada a Renée, de esas que dicen luego hablamos en casa. Bella se dedicó a atender a los clientes, con muy poco ánimo. Nadie volvió a tocar el tema de la ropa de Bella, y ella no volvió a dirigirle la palabra a Edward. Esto a Edward le pareció raro, pues Bella acostumbraba quedarse del otro lado de la barra y contarle como había estado su día, mientras él hacía lo mismo.
Antes de volver a la comisaria, Edward se acercó a Bella, que se encontraba con la banda que tocaba en el restaurant.
—Voy a hablar una cosa con Bella, nos vemos en la comisaria —les dijo, a Charlie y a Carlisle.
—No demores tanto que tenemos que resolver el caso, o si no el suegro de Charlie nos cortará la cabeza.
—Sí, iré en seguida.
—-No le saques la vuelta a tu trabajo —bromeó Charlie, riéndose. Ambos hombres, salieron rumbo a la Comisaría no esperando ninguna respuesta. Estaban investigando un caso de narcotráfico. Tenían que llegar a revisar por última vez las pruebas para interrogar a un detenido, al que se le incautaron cincuenta kilos de cocaína pura, pero él sólo la transportaba, por lo que su objetivo era llegar al cabecilla de todo esto.
—Bella —la llamó Edward, mientras la tomaba del brazo y le daba media vuelta. Ella se encontraba hablando animadamente con Seth, el vocalista de la banda, y no se había percatado de la presencia de Edward, aparentemente, pues ella ya había sentido su aroma. Ese que la volvía loca.
— ¿Qué pasa? —respondió de mala gana, aún no olvidaba que la había llamado niña. Seth, al ver que Edward lo miraba furioso, lo único que se le ocurrió fue ir con sus colegas y empezar el ensayo. Para nadie era un secreto que a Seth le gustaba Bella, y Edward no entendía por qué ese hecho le molestaba a más no poder.
—Sólo quería preguntarte ¿qué te pasa? De un momento a otro el brillo en tus ojos ya no estaba. —Bella hubiera querido contestarle, el motivo eres tú, idiota, date cuenta, pero sabía que aún no era el momento—. Además, te has puesto muy seria conmigo.
—A esta niña no le pasa nada —escupió las palabras.
— ¿Es el hecho de que te dijéramos niña, lo que te molestó? —dijo Edward, conteniendo la risa.
—Pues sí, me molesta que crean que soy una niña, porque no lo soy. Edward, tengo quince años, ya me faltan pocos meses para cumplir dieciséis —contestó una Bella muy enojada, pero en realidad le hubiera gustado decir: Me molesta que tú me veas como una niña.
—Bella, escúchate, con ese argumento demuestras que aún eres una niña —rebatió Edward.
—No soy una niña, soy una adolescente, muy madura para su edad y que sabe lo que quiere en la vida —a Edward le encantaba verla enojada—. Y en cuanto a mi ropa —dijo Bella, dándole un giro a la situación—, está bastante acorde para mi edad y según Seth, me queda muy bien. —Bella dijo el comentario de Seth a propósito. No le pasó desapercibida la mirada que le había dado Edward minutos atrás.
—Pues no, tu ropa no está bien —gruñó Edward, tratando de no alzar la voz para que nadie se diera cuenta de la estúpida discusión—. Es verdad lo que dijo tu padre, Bella, esa ropa es demasiado provocativa. ¡Por dios, esto es un bar! —señaló Edward, bastante encabronado.
— ¿Acaso te provoca algo verme con esta ropa, Edward? —preguntó Bella, dejando a Edward tan estupefacto y aturdido, que no supo qué contestar—. ¿Y? Me vas a contestar o no. —Si a él le gustaba hacerla enojar, pues a ella le gustaba ponerlo en aprietos.
—Claro que no, eres mi sobrina. Lo que pasa es que no me gustaría que ningún idiota de los que vienen al bar se propasara contigo —respondió Edward, bastante nervioso.
La actitud de Edward, no hacía nada más que alimentar sus esperanzas, aunque él ni siquiera se daba cuenta de ello. Para Bella, el nerviosismo de Edward, no hacía más que demostrarle que a él si le gustaba como se veía con aquella ropa, y que si le provocaba algo, aunque fuera un poco, pero era algo.
—Pues no te preocupes, sé cuidarme perfectamente yo sola.
—No me digas que no me preocupe porque es simplemente imposible, Bella. Si alguna vez te pasa algo… —yo me muero casi sale de sus labios, pero la cordura llegó de inmediato a él—, Charlie y Renée se mueren.
Bella, aunque con pena en su corazón ya que le hubiera gustado escuchar de sus labios yo me muero, se abalanzó hacia él, abrazándolo y enterrando la cara en el pecho de Edward.
—No me pasará nada, lo prometo, pero tú a cambio me tienes que prometer que no me verás más como una niña —dijo, mientras levantaba su cabeza para mirarlo.
Edward, al mirarle a los ojos no pudo más que decir, —lo prometo. —Dándole un beso en la coronilla, se despidió de ella—, bueno ahora te dejo, tu padre debe creer que estoy sacándole vuelta al trabajo y no es así.
—Está bien, nos vemos —poniéndose de puntillas, lo besó. Esta vez no le quedó más remedio que besarle la mejilla, pues había muchas personas, y no se podía arriesgar. Al menos, no aún.
Seth, un poco más atrás miraba la escena, sin afán de chismosear. Sólo con ánimos de poder saber, si al menos tenía una oportunidad de demostrarle a Bella que con él podía ser feliz. Pero para lo único que le sirvió ver la escena, fue para darse cuenta que Edward, era el amor imposible del que Bella tanto le hablaba.
Bella, estuvo dos horas más ayudándole a Renée, esperando a que llegara Esme con las compras de las cosas que faltaban en el bar.
-—Bella, ¿cómo estás? —preguntó con tono maternal, Esme.
-—Pues aquí como siempre, y tu Esme, ¿has encontrado todo lo que faltaba?
—Pues sí, también pasé a comprar algunas cosas para la casa, ya sabes que Seth es muy hambriento —refiriéndose a su hijo y también al eterno enamorado de Bella—. ¿Por casualidad lo has visto?
-—Claro, ha estado como todos los días ensayando, y luego se fue a la plaza con los chicos.
—Ay, ese hijo mío, salió demasiado callejero —movió la cabeza de lado a lado—. Bueno te dejo, iré a ayudarle a tu madre.
—Está en la cocina —señaló Bella, saliendo del bar. Se dirigió a su casa ya que tenía que hacer deberes de la escuela.
Entró a su cuarto, sacó su cuaderno de biología y también unas guías. Se sentó frente al escritorio y miró aquella caja. Era una caja de galletas con dibujos de corazones, donde guardaba objetos que había compartido alguna vez con Edward. La tomó entre las manos y la apretó contra su pecho, pidiéndole a dios que le concediera el milagro de obtener el amor de Edward. Luego de ese lapsus de melancolía por un amor hasta la fecha no correspondido, inició sus deberes.
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A eso de la media noche, Esme y Renée, decidieron cerrar el bar, a lo que Bella las ayudó. Se fueron juntas a su casa. Esme también vivía ahí, sólo que en la casa del primer piso, así que únicamente subieron Bella y Renée. Cuando estaban subiendo las escaleras, se encontraron con Edward. Renée les dijo un buenas noches a los dos y caminó delante de Bella y Edward. Se encontraba muy cansada, habían tenido mucha gente ese día. Bella por su parte, caminó al lado de él.
— ¿Cómo estuvo tu día? —preguntó, Bella.
—No sé en realidad. Estuvimos interrogando al tipo de la droga pero no soltó absolutamente nada, y eso que lo amenacé con todo lo que pude, pero ni caso me hizo. Dijo que prefería que le echáramos toda la culpa a él, pero que no estaba dispuesto a quedar como un soplón.
—Que mal, papá comentó que ese caso era importante para ustedes.
—Pues sí, ya sabes que tu abuelo nos tiene puesto el ojo —dijo Edward, riéndose—. Si no resolvemos este caso, que es uno de los grandes de aquí de Seattle, creo que nunca ascenderemos y siempre nos verán como unos policías mediocres —lo último lo dijo con un tono de voz triste.
—Ya verás como todo saldrá bien, y ustedes serán los policías más reconocidos de todo Seattle.
—Claro, y yo soy el papa —ambos rieron.
Al terminar de reír, cada uno se encontraba frente a su puerta. La abrieron al mismo tiempo, y antes de que Edward entrara a su casa, Bella volvió a hablarle.
—Edward.
—Sí, Bella.
— ¿Sabes cuantos pasos hay de tu cama a la mía?
— ¿Cómo? —contestó, haciéndose el desentendido. Como lo venía haciendo desde hace algún tiempo, ante aquellas insinuaciones.
—Míos diecisiete pasos, tuyos mucho menos —Bella, esbozó una sonrisa. Él no contestó. Se había quedado igual que en la tarde y sólo atinó a entrar, pero antes de que lo hiciera, escuchó nuevamente la voz de Bella.
—Edward.
—Sí, Bella —dijo cabreado, mientras la miraba con cara de preocupación por lo que ella pudiera decir ahora.
—Sabes que soy sonámbula.
— ¡Joder, Bella, joder! —dijo sin más y entró a su casa.
Bella, tenía una radiante sonrisa en su rostro, puesto que a pesar de que Edward se daba cuenta de sus coqueteos, no se alejaba de ella y eso le hacía crecer mucho más la esperanza en su corazón.
Edward, se encontraba en su recamara pensando qué le pasaba con aquella adolescente que no salía de su cabeza. Si, era verdad que se preocupaba por ella, porque era la hija de su amigo, y para él ya había pasado a ser una sobrina; pero lo que estaba sintiendo no era un amor fraternal y le daba pavor que se convirtiera en algo más. Él tenía mucho que perder. Su única familia eran Charlie, Renée, Carlisle, y muy a su pesar, Bella.
Espero les haya gustado este primer capítulo :D
