Dicalimer: Los Juegos del Hambre le pertenecen a Suzzane Collins.

Katniss abrio los ojos. Tenues rayos de sol penetraban a través de las cortinas, iluminando débilmente las paredes blancas. A lado suyo un florero vacío apareció, sobre una preciosa mesita de noche hecha de roble. Más arriba un cuadro lleno de figuras geométricas abarcaba un tercio de la pared.

Parpadeó.

Y en lo que duro el parpadeo cayó en cuenta de que algo era distinto, no supo qué, pero sabía que algo había cambiado.

Katniss se puso de pie y miró a su alrededor. Tuvo la vaga sensación de que era inútil, la habitación no había cambiado, tenía el mismo aspecto de siempre, el que siempre había tenido incluso desde que ella se mudase. Nunca se había molestado en redecorar.

Puso los pies en marcha y salió. Mientras caminaba por el corredor notó un agradable aroma a café. Entonces lo supo, el cambio no se había dado dentro de la casa sino en ella. No podía describirlo en palabras pero esta mañana Katniss se sentía más…bueno, más ella en vez del robot que parecía haber tomado su lugar durante los últimos… Demonios, ¿cuánto tiempo tiempo había sido?

Se esforzó en hacer memoria. Recordó cómo, tras terminar el libro con Haymitch y Peeta, una sensación de vacío la invadió. Resultaba extraño decirlo pero lo cierto era que, sin hambre y sin ningún tipo de lucha por sobrevivir, Katniss Everdeen no tenía idea de qué hacer. Había crecido con esas dos cosas y era como si de algún modo, hubiesen formado parte de ella. Ahora que ya no las tenía, ¿qué se suponía que iba a hacer?

La respuesta era nada, Katniss no había hecho nada durante…un tiempo, un largo tiempo. Esto último tal vez fuese una exageración puesto que no sabía a ciencia cierta que tan largo había sido el tiempo que había estado en modo automático. En algún momento (Katniss no sabía con seguridad cuándo) los días se habían empezado a difuminarse y ella había perdido la cuenta. Lo único que recordaba claramente eran las pesadillas que la acechaban por la noche y a Peeta quien siempre aparecía en el momento correcto.

Cuando llegó al comedor Katniss esperaba encontrarlo allí, como de costumbre. Pero hoy él no se hallaba en el comedor. Algo desconcertada siguió el aroma a café hasta la cocina.

Peeta se sorprendió al verla en el umbral de la puerta.

–Buenos días –dijo, sosteniendo una sartén en la mano –, te has despertado temprano.

Tenía razón. Las pesadillas usualmente le restaban mucho tiempo de sueño, por lo que Katniss acostumbraba a levantarse tarde pero de algún modo Peeta, cuyo sueño también se veía afectado por sus problemas, siempre se hallaba en pie antes que ella. Ni idea de cómo lo lograba.

–¿Qué hora es? –Preguntó.

–Ya casi son las diez.

Katniss lo miró, tenía el pelo rubio algo alborotado y la misma holgada camiseta roja que llevaba puesta ayer.

–¿Qué haces?

Apenas las palabras brotaron de sus labios Katniss se sintió como una tonta por preguntar, era obvio lo que hacía.

–Preparo el desayuno –respondió Peeta con naturalidad.

Katniss tomó asiento en el mesón de mármol. Usualmente comía en la gran mesa de vidrio ubicada en el comedor pero en esos momentos solo quería observar a Peeta. Vio cómo partía los huevos y los revolvía, y cómo alzaba la mano para alcazar los condimentos de las alacenas sin levantar la vista, como si instintivamente supiera dónde se hallaba cada cosa. ¿Cómo no había notado antes lo a gusto que parecía Peeta en la cocina? Parecía ser su habitat natural.

Se enderezó para ver mejor lo que cocinaba. Él se dio cuenta, alzó un poco la sartén, la miró y dijo:

–Es un omelette.

–Se ve bien –replicó Katniss.

Peeta sonrió.

–Sí, ese libro tiene recetas muy buenas.

–¿Qué libro?

Peeta parecía extrañado e hizo un gesto con el hombro señalando el lado opuesto del mesón.

–Ese, lo encontré en uno de los cajones. –Y con una pisca de preocupación añadió –: Espero que no te importe.

–No, no, está bien –dijo Katniss, alargando el brazo hacia el libro.

Libro de recetas, aprenda a cocinar los platillos más deliciosos, leyó Katniss.

No recordaba haberlo visto antes. ¿Habría venido con la casa? No, lo más probable, ahora que Katniss lo pensaba, era que le huiese pertenecido a su madre. Uno de sus atesorados recuerdos de su vida antes de conocer a su padre, sin duda. No había visto a su madre sacar algo como eso en toda su vida aunque tampoco hubiese tenido caso hacerlo ya que por como eran las cosas antes hubiese sido virtualmente imposible conseguir todos los ingredientes para preparar los platos que figuraban en el libro. Tenían nombres de lo más extraños: Filet mignon, Goulash, Risotto, Milanesa.

–Hay un par de recetas que me gustaría probar –comentó Peeta mientras le daba la vuelta a su omelette.

Katniss no pasó por alto la emoción en su voz.

–Se siente bien hacer cosas nuevas, ya sabes, además de pan.

Un leve sonrisa asomó en el rostro de Katniss. No sabía por qué, pero la complacencia en el rostro de Peeta despertó una cálida sensación en ella.

–¿Cuándo piensas hacerlas? –Preguntó.

–La verdad aún no lo sé, –se alzó de hombros –pensaba hacerlas hoy o quizás mañana.

Siguió ojeando el libro hasta que por debajo apareció un plato con la mitad del omelette. Por encima del libro Katniss se topó con los ojos de Peeta, éste le sonrió al rato que extendía la taza de café hacia ella.

Peeta siempre había hecho los mejores desayunos, y ese día no fue ninguna excepción. Además del café y el omelette también preparó unas exquisitas tostadas francesas.

Mientras se limpiaba la boca con una servilleta una parte de Katniss se preguntó si ella sería capaz de cocinar así de bien. Siempre había sido buena consiguiendo comida pero cocinarla, eso era otra cosa.

¿Podría…?

Al frente de ella Peeta tomaba los últimos sorbos de café. Katniss lo miró detenidamente.

–¿Peeta?

–¿Uh?

Katniss clavó la mirada en el mesón, después señaló el libro.

–¿Crees que…yo podría, um…aprender también…una de esas recetas?

A Katniss le costó levantar la mirada más de lo que le hubiese gustado admitir. Y cuando lo hizo volvió a encontrarse con esos ojos celestes.

Las cejas de Peeta estaban ligeramente alzadas y algo en su mirada parecía decir que se hallaba analizando la pregunta.

A Katniss le pareció que pasó una eternidad hasta que por fin habló.

–Podría enseñarte –fue su respuesta.

A continuación se puso de pie y empezó a retirar los platos y tazas sucias.

–Pero tienes que darme algo a cambio.

Katniss lo miró incrédula. ¿En serio acaba de decir eso? Nunca antes Peeta le había pedido nada. No era lógico además, el libro de recetas estaba en su casa pero antes de que ella pudiese señalar esto Peeta volvió a hablar.

–Quiero que me enseñes a cantar tan bien como tú.

Y dejó caer los utensilios que había recogido en el lavavajillas.

Al principio no supo qué responder pero en algún momento dado se escuchó a sí misma diciendo:

–De acuerdo.

Hola Imagine, espero que aquí te haya gustado tu regalo. Lamento muchísimo la tardanza :´(. Actualizaré tan pronto como pueda. (El segundo capítulo continuaremos con la receta: Pasta Alfredo).

Y por favor, si alguien aquí nota OOC por parte de alguien dejénmelo saber para ver si puedo arreglarlo, es la primera vez que hago el POV de Katniss y sinceramente no sé cómo me ha salido.

Besos.