Disclaimer: Todo es obra de Sir Artur Conan Doyle y de la BBC, solo los tomo prestados para satisfacer mi necesidad de Johnlock)?

Advertencias: Esta historia contiene slash, personas en contra de este genero favor de abstenerse a leer. Puede que los personajes sean un poco OoC, pero hice mi mejor esfuerzo en ello. Espero lo disfruten. Los apellidos de Sherlock y John no son los habituales pero era esencial cambiarlos para la historia.

Si esta historia es bien recibida, prometo actualizar cada semana.

Monstruo

Capítulo 1: Inesperado (Monster-BigBang)

A veces le gustaba desconectarse del mundo por un rato, la TV estaba encendida pero no le ponía atención suficiente, sus ojos estaban vidriosos, desenfocados. En ese momento, la reportera menciono algo que le hizo poner toda su atención en el aparato.

-Una explosión repentina en los laboratorios de Baskerville ha tenido a los bomberos trabajando desde hace más de dos horas, el incendio aún se mantiene bajo control, sin embargo existe el temor de que este se extienda a la parte norte, donde aún se cree que hay restos químicos de antiguos trabajos. Baskerville está abandonado desde hace más de 4 años, por lo que las autoridades están investigando como se originó la ignición, la causa más probable es la delincuencia juvenil…- la reportera siguió hablando pero ya no la escuchaba, no se había vuelto a desconectar de hecho estaba más alerta que nunca, su respiración estaba agitada al igual que su corazón, gracias al cielo podía controlar a la perfección su expresión, no quería que nadie viera su inquietud. Tomo su celular, esperando la llamada, que llego en ese momento.

-Carter… - se oyó una voz masculina gruesa, que sonaba bastante molesta.

-Llegare ahí en dos horas, más o menos- dijo simplemente y le cortaron la llamada.

Tomo su abrigo del perchero podría precisar que llovería en no más de 30 minutos. Subió a su auto, se abrocho el cinturón de seguridad. Su teléfono volvió a sonar. Miro el número, Sra. Hudson, pulso colgar y apago el celular. Salió de la cochera y se enfilo hacia Devon, lugar donde se encontraban los laboratorios. A mitad de camino se desato la tormenta.

John Carter era un hombre de baja estatura pero musculoso, su cabello rubio y sus ojos azules así como los elegantes trajes que vestía le hacían apetecible para cualquier fémina que tuviera el gusto de admirarlo, sin embargo su rictus no era amble, ni siquiera amistoso, cualquiera que prestara un poco de atención sabría que ese hombre estaba muerto por dentro.

Cuando llegó al lugar de los hechos, la lluvia no había amainado ni un poco, aun así bajo del auto y se situó junto a su jefe, el cual llevaba una sombrilla para atajarse, pero no se la ofreció a su subordinado.

-Carter, me parece que tú conoces bien este lugar, ¿No es así?- el aludido solo dio un corto gesto afirmativo con la cabeza- Entonces, ¿Qué te parece?

Miro la escena, tardo un poco más de lo normal en declarar algo. Aun se sentía inseguro con respecto a su voz. Sin embargo cuando habló no vaciló ni por un segundo.

-No fue vandalismo, obviamente. Los vándalos usan bombas molotov, que son sencillas y baratas, no es signo de protesta tampoco. Quien fuera que hizo esto sabía bien que sector dañar para que le diera tiempo de escapar sin daño. Tiene que ser alguien cercano al lugar, no estoy seguro aun pero no creo que fuera un trabajador, no tiene sentido sabotear algo que ya no tiene relación con la empresa.

El detective inspector ladeo la cabeza, dándole la razón, aunque no lo pondría en palabras jamás.

-Ahora ve, investiga, quiero resultados en media hora- le dijo dándole una mirada de despedida.

Si algo odiaba John de su jefe era que lo trataba como un perro, como un maldito sabueso para que olfateara las escenas del crimen. No pedía amabilidad solo respeto, lo mínimo que se le concedía a una persona. Caminó rumiando maldiciones para su jefe.

Por lo que vio los bomberos habían podido contener el fuego, gracias a la lluvia, así que solo estaban apagando áreas aisladas.

Un grito de desesperación desgarró el sonido de la lluvia torrencial. Todos los policías de Scotland Yard se pusieron alerta pero solo John corrió hacia el edificio. En su mente solo había una frase. No puede ser posible. Su condición física era envidiable, cualquiera del cuerpo policial la deseaba y con mucha razón, llego a las puertas del edificio que le era tan familiar como su propia casa, bueno si se puede contar como casa al orfanato en el cual había vivido durante un año, aunque ni ese lo conocía tan bien como este.

Detrás de la puerta se oyó un sonido de ebullición por lo cual, John se arrojó al piso. Segundos después las puertas volaron debido a la explosión, los demás ni siquiera estaban lo suficientemente cerca como para que esta les afectara. De las llamas que expedía la entrada, se empezó a dibujar la silueta de un hombre.

La figura salía lentamente de entre las llamas, caminando como si estuviera de visita en algún centro turístico, sin prisa, como si el calor no le afectara en absoluto. Aunque su ropa estaba bastante quemada, el cabello parecía sacado de revista de modelos de color negro lustroso con rizos sedosos, su complexión era delgada casi delicada pero observando atentamente tenia músculos aunque no lo suficientemente trabajados.

El rubio se levantó dificultosamente, la explosión lo había atontado. Creyó reconocer al moreno, sin embargo no tenía la seguridad de nada por el momento. Esperaba recobrar un poco el sentido, pero por instinto se movió hacia atrás, solo por precaución. Cuando el sujeto estuvo a escasos metros de John, se miraron atentamente; tal vez fuera por lo embotado de su cerebro, pero su cuerpo reacciono ante la persona frente a él. Podía sentir mariposas en el estómago, la sensación le era tan extraña que con lo único que la pudo relacionar, era con el miedo; aunque no fuera así. Ese hombre le causaba el más puro terror, pero John Carter no era de los sujetos que salía corriendo ni se amedrentaba por cosas desconocidas, no, John Carter se iba a imponer sobre esa sensación desconocida en su estómago.

Sin embargo, ese acercamiento no llego a más, los de Scotland Yard llegaron en ese preciso momento, también los bomberos y un paramédico que se encontraba en el lugar. Llegaron con la intención de atender el incendio, no se esperaban otra explosión. No cuando se suponía que no habría nadie más que ellos en las instalaciones. John se apartó dándoles lugar a los policías, más que nada porque tenía que empezar a recorrer el perímetro para entregar su informe, aunque su deseo fuera otro.

Empezó a moverse. Pensaba recorrer sus pasos y dirigirse al lado contrario de los acontecimientos, cuando el sujeto empezó a caminar hacia él, con el mismo paso cadencioso con el cual había salido del fuego; se quedó alerta esperando algún tipo de confrontación. El paramédico se acercó pero el pelinegro se alejó de él, fue entonces cuando se oyó un disparo. De algún lado había salido una bala que había atravesado la pierna del desconocido que contenía el grito de dolor, cambiándolo por un rugido sordo, cada uno de los policías apuntaba a un sitio distinto, de donde creían había salido el disparo solo que ninguno estaba cerca del lugar donde el francotirador estaba escondido.

El rubio se había acercado al pelinegro para ayudarlo, lo cual iba en contra de su naturaleza. Cuando sintió la recarga, el cambio en el olor del aire a pólvora, se lanzó contra él para protegerlo de otro posible ataque. John no protegía a nadie. Y sin embargo ahí estaba arriesgando su cuello por un idiota parado en medio de un laboratorio en llamas. Todos los oficiales descargaron sus armas, disparando a las copas de los árboles, a los arbustos y a cuanto lugar se les ocurrió donde pudiera estar el atacante, el cual se encontraba medio kilómetro más allá del punto donde se encontraban.

A pesar de estar en contra, la mejor estrategia defensiva era trasladar al afectado a un lugar donde no estuviera expuesto al peligro y dado que rechazaba el contacto con el paramédico, decidió moverlo. Se levantó y le tendió la mano en signo de ayuda, la cual rechazo, contra todo pronóstico se levantó todo lo elegantemente que le era posible, se tambaleo y estuvo a punto de caer, de no haber sido porque John lo había anticipado. Así que quisiera o no, John iba a ayudarlo, tomo su brazo y lo pasó sobre sus hombros para que pudiera ayudarlo con la mayor parte de su propio peso. Técnicamente lo arrastro dentro de una de las partes de la edificación que no había sido dañada.

Por dentro las instalaciones eran deplorables, había cables por todos lados, suciedad y la mayor parte del edificio estaba derrumbado, estaban encendidas una que otra lámpara que apenas iluminaba lo suficiente para apreciar a grandes rasgos el entorno. Lo siguió arrastrando por aquel pasillo, un escalofrío le recorrió la espina dorsal, había tardado tanto tiempo en olvidar todo aquello, todo lo que le había ocurrido allí, tal vez la mejor cura seria enfrentarlo, aunque tampoco es como si tuviera otra opción.

Le soltó en una de las últimas celdas del pasillo y solo entonces se pudo mover, se alejó automáticamente de él de un brinco dispuesto a defenderse o atacarlo según fuera el caso. Pero el otro no mostro el menor interés por su persona, lo cual le dejo ligeramente desconcertado. De hecho lo único que había hecho era recargarse en la pared, parecía muerto de cansancio, aunque no estaba seguro de si estaba sudando o solo fuera la lluvia, seguramente era un poco de ambas. Poco a poco se deslizo por la pared hasta quedar sentado así que viendo que no representaba mayor peligro prosiguió a imitarlo, estaba exhausto.

Presto atención a su alrededor, y el estómago se le oprimió. Era SU celda. La podría reconocer a pesar de 13 años de no estar ahí. En la pared aún estaban los dibujos que Sherlock había hecho para entretenerlo. Las estrellas y los piratas. Las estrellas incorrectamente representadas, pero aun así dibujadas para calmar a John.

-Sherlock…- murmuro con pesar

-¿Qué?- susurro el sujeto

John volteo de golpe. No puede ser posible.

-¿Sherlock?- el aludido volteo a verlo, lo barrio con la mirada- ¿De verdad eres Sherlock Moliere?- no le falto que le respondiera, esos ojos, sus ojos eran inconfundibles- ¡Oh por Dios! ¡Sherlock!

John se arrojó a sus brazos, a lo cual el moreno lanzo un ligero quejido, le había sacado el aire con la fuerza del abrazo.

-Te he extrañado, John- dijo mientras lo abrazaba levemente. Extrañar, no era lo suficientemente grande para representar todo lo que había sentido mientras no se encontraban juntos. De hecho estaba seguro de que no habría palabra para describir todo ese sufrimiento. Extrañar era poco. Ahora entendía la sensación en su estómago. Se separaron para poder mirarse a los ojos.

-¿Tu incendiaste el edificio? Eres la reina del drama.

Sherlock puso mala cara, totalmente ofendido. Pero al rubio eso no le molesto, de hecho se puso a maquinar un plan para salir de ahí. Se levantó de golpe y se asomó por el pasillo.

-Tenemos que irnos, ahora.

-Tranquilo John…- Con mucho esfuerzo, trato de incorporarse, se apoyó en la pared. El rubio se acercó y trato de darle su apoyo, sin embargo el orgullo fue mayor pues rechazo la ayuda. Una sonrisa se dibujó en su rostro, era obvio que a pesar de todos eso años, no había cambiado nada, pero en cambio él ya no era ese chiquillo miedoso al que Sherlock tenía que proteger, ahora sería al revés daría su vida con tal de salvarlo, así fuera de sí mismo.

-No puedo creer que me reconocieras tan pronto- le dijo John mientras caminaban por los pasillos hacia la salida oculta- He cambiado bastante, yo no te puede reconocer a simple vista, cuando nos dejamos de ver éramos aun unos chiquillos… - le dirigió una mirada, lo vio bastante débil y decidió que aunque el otro no quisiera, lo cargaría fuera si era necesario, así que lo tomo del brazo e hizo que se apoyara el él.

-Eres inconfundible. Podría reconocerte en cualquier lado- dijo Sherlock quedamente- Aunque solo te seguí porque mientras estuvieras conmigo no me dispararían, la mayor parte del departamento de Scotland Yard vino para protegerte, eras claramente el líder, además de que no hay nadie más peligroso. Te entrenaron bien, John.

Bueno, esto le había emocionado bastante, ¿Desde cuándo era tan directo y romántico? Aunque, claro no es como si él se hubiera dado cuenta de quién era cuando lo miro, pero su cuerpo si lo había sabido. Solo pudo esbozar una sonrisa cuando oyó lo último, lo había dejado tocarlo por conveniencia, no le molestaba, la acción era muy Sherlock. Era comprensible.

-¿Hacia dónde vamos John?

-Por la salida de atrás, por donde escape la primera vez… Si el francotirador está esperando que aparezcas del otro lado difícilmente apuntara por aquí.

-John, ¿De verdad crees que estará descuidada esa salida? A pesar de tanto tiempo sigues sin conseguir ser deductivo… o por lo menos observar… o pensar.

-Cállate, Sherlock… Tampoco es como si me estuvieses dando muchas ideas de cómo salir de aquí, nos acribillara en cuanto nos vea, sin importar que este contigo. Tan solo soy un peón, como siempre.

-Interesante, llevas tanto tiempo acatando ordenes que para no romper tu comodidad encontraste un trabajo donde también te mangonearan y pudieras seguir con tu ritmo de vida…

Carter perdió la paciencia en ese momento, tomo a Sherlock por el cuello de su quemada camisa y lo estampo contra la pared, el quejido que soltó le hizo sentir un remordimiento bastante grande pero en ese momento su furia era mayor.

-¡Maldita sea!, todo esto lo hice por ti. Me involucre con un montón de mercenarios que se hacen pasar por el gentil cuerpo de policía aquí en Inglaterra, he hecho trabajos lo bastante sucios como para hacer vomitar al mismo Hannibal, y de los cuales no me arrepiento porque ahora te tengo aquí conmigo, si lo único que puedes haces es reclamarme, te pido que por una puta vez cierres la boca- tanta furia sorprendió a ambos, Sherlock pensaba que estar afuera no podría ser tan malo, pero John estaba atónito, recién se daba cuenta de cuanto resentimiento le tenía a su camarada por no escapar con él aquella vez. Por haberlo abandonado, haberlo dejado en un mundo donde él no vivía.

Realmente solo habían pasado 20 segundos de todo eso cuando recupero el control de sus emociones. Se lo que hago murmuró para sí mismo, aunque tal vez no lo sabía. No tenía idea de que iban a hacer una vez que estuvieran fuera de las instalaciones.

La puerta de salida estaba caída, la luz se colaba y pudo ver que la suciedad de las paredes no era mugre, sino sangre seca. Trago pesado, no quería saber que era lo sucedido en ese lugar. Había dejado de llover, se detuvo en la puerta e inhalo despacio.

-¿Qué tan buena condición tienes?- Pregunto el rubio. Muy seguramente la señora Hudson los acogería un tiempo.

-La adrenalina se encargara de eso- respondió el otro- Obviamente, mi condición es mala, he estado encerrado 10 años en una habitación de 4x4 metros.

-Bueno, bueno- Que estúpido soy, creo que a veces Sherlock tiene razón de enojarse por mi poca deductividad- Corramos en zigzag hasta llegar a los árboles…

-¿Sabes que eso no detendrá al francotirador, verdad?

-Estamos al menos 300 metros más alejados, aunque no sabemos qué tan lejos se encuentra, podría ser que salimos de su zona…

-John, deja de actuar tan positivo. Sabemos que aunque corramos en zigzag, nos ocultemos en los árboles, nos disparara con éxito. El sujeto es bueno por eso lo contrataron, tal vez solo si cargáramos una losa en la espalda podríamos salir indemnes de esta situación- el rostro de John se ilumino- No, no cargaremos una losa en la espalda. Que ni se te ocurra…

El francotirador rio, y con ganas. Sus objetivos estaban escapando una piedra cargando en la espalda, como si eso pudiera contra sus balas perforadoras. Ni siquiera le dificultaba la precisión del tiro de hecho se la facilitaba y aunque su misión no era matar, le hubiera divertido poder hacerlo. Apunto y disparo.