Hola, es la primera vez que escribo un omegaverse, esperó que salga bien. Este texto será Spones y la verdad no se cuantos capítulos me de para hacer… pero prometo esforzarme un montón para que salga. Gracias por entrar, y leer. Se agradecerán sus comentarios.

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Star Trek TOS no me pertecené, se hace esto por el gusto de escribir y ver nuevas aventuras (y parejas raras).

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Ola

Hacía tan solo dos siglos, los omegas eran minoría y estaban por completo suprimidos por los bestiales seres llamados alfas. Desde siempre, los omegas habían sido violados, mutilados y asesinados por los alfas, quienes solo buscaban satisfacer sus propios deseos y preñar a los omegas, aun contra su voluntad.

Ellos, más débiles físicamente, encajados en un ciclo de celos que evitaba que pudieran estar concentrados demasiado tiempo antes de que sus cuerpos se calentarán y comenzarán a escurrir fluidos espesos.

Si un omega tenía suerte, un alfa se uniría a él y le trataría bien el resto de su vida, aun si no eran los deseos del omega. Le llenaría de hijos, le protegería de otros alfas salvajes… solo si se tenía suerte. Pocos omegas tenían suerte.

La mayoría terminaba violado, atrapados en una unión poco deseable, llena de violencia y niños que no se amaban, con un ser que no se toleraba. Algunos se suicidaban, otros eran asesinados por sus alfas, otros más eran usados para complacer en lugares sucios, desagradables. Los betas, el tercer género, poco hacía por ayudar, se mantenían al margen y callados.

Hasta que los omegas se cansaron.

Antes del primer contacto alienígena, los omegas, reducidos a un puñado de 10 por cada 100 alfas, toco su fondo. Alió fuerzas con betas que no eran indiferentes a su dolor, juntos diseñaron el supresor llamado Februus.

Este supresor era tan eficientemente poderosos como peligroso. Eliminaba no sólo el celo a totalidad, sino que alteraba la química del cerebro para que el aroma de un omega desapareciera. Por completo. Los primeros en usarlo, murieron del impacto. La segunda ronda, fue un éxito.

Se mezclaron eficazmente en el mundo, nadie supo que eran omegas. A los dos años del éxito de Februus, la guerra estallo.

Los omegas y betas rebeldes estaban tan infiltrados, que la derrota alfa fue inminente. Fue una época de dolores y guerras tan horrendas, que el número de omegas y alfas se equilibró por completo. Los betas fueron mayoría, y aunque hubo quienes trataron de tomar el poder, su naturaleza no era por si misma de posesión, de poder. Eran pacíficos y prefirieron trabajar con los omegas para que su mundo estuviera en un equilibrio para todos.

Después de aquello, los omegas solo eran identificables al nacer, más eran separados de sus familias, igual que betas y alfas. Se crearon tres colonias de estudios. La colonia A, B y C.

Sólo los miembros de la colonia sabían a qué género pertenecía esa colonia.

La división se debía a la búsqueda constante de proteger la seguridad de los chicos y chicas omegas. No existían familias, no como tal, y los chicos omegas se criaban todos como hermanos. Sus vidas siempre estaban unidas, siempre eran hermanos. Un omega jamás traicionaba a otro.

Los betas se criaban en mismas condiciones, siempre eran profundamente íntimos uno de los otros.

Los alfas, por otro lado no lo eran. Su propia naturaleza era competitiva, agresivas, violenta.

Para proteger tanto a omegas como a alfas, y que nadie fuera descubierto por tomar supresores, se creó el dispositivo Luz. Este dispositivo, insertado en las nucas de los niños a penas nacían, cubierto por el cabello de la persona, funcionaba como identificación. Al pasar por las puertas metálicas de tiendas, instituciones y oficinas, el dispositivo activaba y toda información era accesible. Toda menos el género.

Este mismo dispositivo liberaba Februus en el sistema sanguíneo de los omegas, a fin de que nunca tuvieran que preocuparse de tomarlo. De esa forma los omegas se volvieron por completo invisibles a los alfas, quienes solo podían esperar la suerte de que un omega se fijara en ellos y les permitiera una unión.

Spock siempre supo todo eso. Su madre, Amanda Grayson, era una omega. Ella siempre había llevado su dispositivo Luz, desde que él tenía memoria; por ello había descubierto que el de su madre era perfectamente distinto al de otros humanos.

Al cuestionar, su madre terminó por confesar que ella era omega y su Luz era diferente pues liberaba supresores constantemente. Por eso, cuando vio al médico enviado por la Flota Estelar, supo al momento de ver las lucecillas entre su espeso cabello oscuro, que estaba en presencia de un omega.

Claro, todos ahí hablaban de él como un beta, algo común entre los miembros de la raza humana que, a diferencia suya, no eran ni capaces de detectar el aroma que ese hombre emanaba. Él era vulcano, pero también era un alfa.

Su nacimiento había sido todo un revuelo científico, el primer hijo mestizo de vulcano y humano que no solo era capaz de mantener el ciclo reproductor vulcaniano, sino que además respondía apropiadamente a las funciones biológicas de un alfa. El gobierno humano ofreció a sus padres que él fuese insertado en la colonia de educación para alfas. Su padre se rehusó rotundamente, por lo cual Spock fue educado como un vulcano.

― Es todo un gruñón, ¿no es cierto? Dicen que su ex esposa era una beta simplemente hermosa, pero que le quito hasta los zapatos en el divorcio ― Bromeó Jim, su mejor amigo y capitán. Además de un alfa saludable y muy popular entre las chicas humanas. ―, si se hubiera topado con un omega, seguro no le pasa eso, ¿no crees?

Spock realmente no estaba escuchando. El vulcano miraba atentamente al médico que conversaba con calma con una de las tenientes de la nave. Aquella chica, una beta de piel oscura, era muy social, y aun así le estaba costando robar palabras de aquel hombre.

Médico de profesión, tenía un doctorado en diseño de supresores genéticos y muchísimos avances médicos en su lista de logros personales. Se rumoreaba que trabajaba en un súper supresor que revertiría la condición omega de forma permanente. Un beta lamiendo traseros omegas, bromeaban los alfas más brutos de la nave, de la flota en realidad.

El omega en cuestión tenía cabello oscuro. Rondaba los cuarenta años, y sus ojos eran tan azules que parecían brillar de forma casi sobrenatural a través de ese ceño profundamente fruncido. Su copa siempre estaba llena de whisky, lo bebía como si fuera agua y no le afectaba. Ni siquiera parecía notar que el licor entraba a su sistema.

Llevaba ropas de gala, una larga túnica ceñida por el cuello, con una gruesa cinta alrededor de la delgada cintura. Era muy delgado en realidad, y bajo. No, en realidad no era bajo, caminaba encorvado, seguramente por la propia edad y la constante lectura que conllevaba ser un investigador médico con tan renombre. Tenía una sonrisa sincera, en cierto modo muy ladina. No supo si era su sonrisa real o era producto del alcohol. Esa era la primera vez que lo veían, era su presentación dentro de la nave. Se quedaría ahí un año o poco más.

El Enterprise tenía un numero de omegas registrado bastante nutrido, aunque no eran identidades públicas, así que sólo personas como ese vulcano podían determinar quiénes eran omegas, como el oficial Pavel Chekov, que corrió a saludar al doctor. Amigos del centro de instrucción, supuso. El capitán se sonrió alzando una copa para en dirección de una asistente de enfermería, rubia y sin duda alguna atractiva a los ojos del hombre.

― Es un hombre interesante, en realidad. No consideró que luzca… ¿Cómo lo dijo? Ah, sí, gruñón. ¿A quién asignará para guiarle las primeras semanas?

― La señorita Chapel es su ayudante, ya sabe… la jefa de enfermeras y el jefe de doctores van juntos como mantequilla y pan. Vamos, hay que presentarte con el gruñón― James Kirk golpeo suavemente el hombro del vulcano para hacerlo andar en dirección a ese doctor que se reía de algo que Chekov le había dicho… ¿Si acaso se conocían? Eran 20 años los que separaban una generación de la otra, cuando menos.

— Oh, capitán.

James sonrió radiante al ser reconocido por el joven oficial. El doctor se giró, observando con ese par de ojos azules al vulcano y al capitán. Si, hubo reconocimiento, pero no el que su amigo rubio hubiera esperado.

El reconocimiento fue hacía el mismo vulcano. El doctor se sonrió ladino, bebiendo suavemente su copa de whisky. El olor a emoción y hormonas se alboroto tan sutilmente que seguro ni el omega se había dado cuenta.

― Doctor Leonard McCoy, mi primer oficial, el señor…

― Spock, hijo del embajador Sarek y Amanda Greyson. He oído tanto de usted― Sonriente estrecho la mano del vulcano, pero entonces algo paso. Una suave ola tibia recorrió sus nervios. Le asombró y alarmó a partes iguales… ¿Qué era ese vulcano?