No es plagio. Esta historia es de mi completa autoría y pueden hallarla también en FanficsLandia y Archive of Our Own, bajo el mismo título y con mis seudónimos correspondientes (niña Elric y Sypre_Elric, respectivamente)
Fullmetal Alchemist no me pertenece ni gano nada escribiendo sobre él.
Una misión en el día del amor
Capítulo 1
Aquella esperada mañana de febrero, en la Ciudad de Central, Alphonse Elric se hallaba en la ardua tarea de despertar a su hermano mayor. Sin embargo, y a pesar de los numerosos métodos a los que el joven recurrió, el resultado era el mismo.
Nada.
La armadura suspiró. Sólo le quedaba una última táctica por intentar, pero se trataba de una acción tan peligrosa y desesperada que temía por su seguridad física, aún sabiendo que nada de lo que le hiciera Edward lo podría dañar en aquel cuerpo inmortal. Miró nuevamente la hora y suspiró, ya era muy tarde y otra opción no le quedaba. Resignado, comenzó a acercarse al rostro del rubio mayor.
―Hermano… ―susurró cerca de su oído, cruzando los dedos porque despertara en ese instante y, con un último suspiro, gritó―. ¡ENANO!
Y como si de un autómata se tratara, Edward Elric se levantó brincando de su lecho, estrellando su cabeza contra la fría y dura armadura que era su querido hermano menor.
―Al… ―comenzó mientras acariciaba la parte afectada de su cabeza por el golpe antes de estallar―. ¿¡A QUIÉN LLAMAS TAN ENANO QUE PARA VERLE NECESITAS UNA LUPA!?
Y así es como comenzaba la mañana del catorce de febrero para los hermanos Elric.
Una hora después, Ed continuaba refunfuñando sobre el nuevo "método" que su pequeño hermano había aprendido. Pero en serio, ¿es que ya nadie lo respetaba? Estaba bien, lo aceptaba. Era bastante bajo para su edad, ¡pero él era Edward Elric, el Alquimista de Acero y héroe del pueblo! ¿Acaso eso no demostraba que la altura de una persona no hacía a su genialidad ni destreza?
Se detuvo en seco en su lugar antes de golpearse la cabeza contra la pared. ¡POR SUPUESTO QUE LA ALTURA LO SIGNIFICABA TODO!
Y así, un depresivo rubio deambulaba por el cuartel general rumbo a la oficina del coronel junto a una apenada armadura que, de poder hacerlo, habría jurado que no conocía a ese tipo. Y todo bajo las curiosas miradas de los demás militares.
―Teniente Hawkeye, ¿en dónde está Acero? ―exigió imponente la voz del coronel Roy Mustang, al borde de un colapso de histeria―. ¡Hace horas que debió llegar!
―En realidad, señor, los hermanos Elric están aquí ―señaló la mujer, haciéndose a un lao para que su superior notara al fin la presencia de ambos jóvenes.
―¿Y por qué no me avisó en un principio, teniente?
―Porque estaba alimentando a Black Hayate ―explicó sencillamente Riza mientras alzaba al aire a su confiable y leal mascota como muestra de la evidencia.
Mustang se quedó mirando como idiota a su subordinada al mismo tiempo que un aura negra de despecho se cernía sobre él. ¡Incluso el pulgoso perro era más importante para la rubia! Eso sí que era caer bajo, no lo podía creer. Pero eso no se quedaría así, no señor. El mismísimo Alquimista de Fuego y aspirante a Jefe se encargaría de su condenado "rival" de una buena vez por todas y entonces podría…
―¿Y bien, coronel de pacotilla? ¿Qué es lo que quieres? ―refunfuñó irritado Edward, cruzándose de brazos en el sofá mientras se recostaba ligeramente en Al, a su lado―. En estos momentos podría estar disfrutando un poco más de mi sábado, en vez de verte actuar como una quinceañera esquizofrénica.
―¿De veras? ¿Y qué es eso que estarías haciendo, Edward? ¿Dormir? ―se burló Roy, retomando su actitud petulante con él―. Qué buen niño eres, pero dudo que puedas crecer al menos medio centímetro de…
―¿¡A QUIÉN LLAMAS PULGA HÍPER MICROSCÓPICA QUE NUNCA CRECIÓ POR NO BEBER LA MALDITA LECHE!?
―Hermano… ―suspiró cansinamente Alphonse, levantándose de su lugar para controlar al Elric mayor antes de que la situación pasara a mayores.
Menuda forma de pasar el día de San Valentín…
