Disclaimer: One Piece y sus personajes son propiedad de Eichiro Oda. La historia pertenece en su totalidad a la escritora Betty Neels, esto es solo una adaptación. Contiene OC.

Capítulo 1

La carretera del páramo estaba desierta. Su superficie brillaba por la llovizna que había estado cayendo desde primera hora de la mañana. Aún era muy temprano. Todavía no eran las seis pero, dado que estaban a finales de junio, ya era completamente de día. Tampoco había rastro de nubes, así que el esplendor del escenario sólo se veía ensombrecido por el gris de su uniforme.

No había casas ni coches a la vista, sólo una solitaria figura caminando con brío por la carretera, una chica envuelta en un impermeable raído y pasado de moda con el pelo cubierto por un pañuelo empapado.

Andando delante de ella había un viejo perro cafe amarrado a una fuerte correa. Bajo el otro brazo, llevaba una bolsa de plástico de la que sobresalía la cabeza de un gato. Mojado como estaba y con la cicatriz que tenía en la oreja, el animal tenía un aspecto horrible. Sin embargo, parecía muy tranquilo por cómo mantenía la mirada fija en el rostro de la chica.

—Somos libres, queridos míos —les dijo con voz entrecortada, puesto que estaba caminando deprisa—. Si por lo menos pudiéramos llegar a Newcastle… La carretera principal sólo está a un kilómetro —añadió para convencerse más a sí misma que a los animales—. De todas formas, no descubrirán que nos hemos marchado hasta dentro de un par de horas.

El perro gimoteó levemente y ella aminoró el ritmo.

—Lo siento, Chopper.

Sin los animales podría haber ido mucho más deprisa, pero esa idea nunca había pasado por su cabeza. Ellos habían sido su único consuelo durante más de dos años, así que no iba a abandonarlos ahora. Empezó a silbar para hacer frente a la tristeza. Estaban juntos y tenían un futuro prometedor por delante. Tenía una insignificante suma de dinero en su monedero, las mojadas ropas que llevaba y un peine en el bolsillo. No había habido tiempo para llevarse nada más, pero era libre y Chopper y Momo también lo eran. Empezó a silbar un poco más alto.

Tenía intención de tomar la carretera A696 al norte de Newcastle y caminar al menos otros nueve kilómetros hasta llegar a la ciudad.

La carretera principal estaba sorprendentemente libre de tráfico, y supuso que era demasiado temprano para los autobuses. Empezó a preguntarse qué haría cuando llegara y su valor se tambaleó un poco ante el pensamiento de tener que encontrar un lugar donde pasar la noche y, lo más importante, un trabajo. Sin embargo, pensó que no le resultaría difícil. Era enfermera diplomada y seguramente encontraría un hospital en el que poder trabajar y vivir, aunque eso dejaba a Chopper y Momo…

Además le pedirían referencias. Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no se dio cuenta del coche que la pasaba, deteniéndose después ante ella. Era un gran coche, un Rolls Royce Corniche de color gris metalizado. Del asiento de conductor se bajó un hombre muy alto, con el pelo negro, ojos grises y muy apuesto. Esperó a que el trío pasara por su lado para hablarles.

—Buenos días —dijo con muy buenas formas—. ¿Puedo acercaron a algún sitio? —se ofreció gentilmente mientras esperaba una respuesta.

—Gracias, pero Chopper y Momo están mojados. Estropearían su maravilloso coche.

Como respuesta, él abrió la puerta de atrás.

—Hay una alfombrilla en la que puede sentarse el perro —dijo observando el pelaje empapado de Chopper—. Quizá el gato pueda colocarse encima de él, ¿o tal vez prefieres llevarlo sobre las rodillas?

—Si no le importa, prefiero llevarlo conmigo. Todo esto es un poco extraño para él

Él le abrió la puerta y cuando todos se hubieron acomodado ella le dijo con arrepentimiento:

—Lo siento. Estamos empapados.

—No tiene importancia. ¿Dónde te dejo? —le dijo sonriendo fugazmente—. Me llamo Trafalgar Water D Law.

—Nami Saunders —dijo ofreciéndole su mojada mano, que él estrechó con aire divertido.

Realmente Nami era una chica insulsa. No llevaba maquillaje y, como estaba demasiado delgada, sus ojos marrones se veían enormes en su cara. Además, tenía el pelo tan mojado que no podía decirse de qué color era.

— ¿A dónde te gustaría ir? —volvió a preguntarle, pero esa vez había un cierto tono de impaciencia en su voz.

—Bueno, a cualquier sitio en Newcastle, gracias. Tengo que buscar trabajo.

— ¿No es un poco temprano para eso? Has debido de marcharte de casa muy temprano. ¿Vives cerca?

—Salí de casa a las cuatro. Está a unos diez kilómetros bajando por ese camino. Su acompañante le lanzó una mirada furtiva.

—Parece como si estuvieras huyendo de una perversa madrastra — le dijo riéndose.

—Así es —contestó Nami con total naturalidad—. Bueno, no es que sea exactamente perversa, pero tenía que marcharme. Arlong iba a ahogar a Momo y a disparar a Chopper.

—Soy un hombre muy discreto, si es que quieres contármelo —se ofreció Trafalgar Water D Law.

Sus manos se tensaron sobre la piel de Momo.

—No desearía molestarle con algo que no es...

— ¿Asunto mío? Siempre he creído que es más fácil hablar con desconocidos.

—Bueno, estaría muy bien poder hablar sobre ello.

—Entonces habla, señorita Saunders.

—Todo el mundo me llama Nami. Sólo mi madrastra y Arlong me llaman por mi apellido.

Él había disminuido la velocidad a medida que se acercaban a la ciudad.

— ¿Y bien? — la instó, mostrándose un poco impaciente.

—Tengo veintitrés años —empezó a contarle Nami—. Mi madre murió cuando tenía dieciocho años y yo me quedé al cuidado de mi padre hasta que me marché a Leeds a estudiar. Fue entonces cuando contratamos a un ama de llaves. Todo era estupendo —dijo tragando saliva—. Pero mi padre volvió a casarse. Murió dos años después y mi madrastra me obligó a regresar a casa porque decía que estaba enferma y me necesitaba…

—Hoy en día ya nadie obliga a nadie a hacer nada contra su voluntad — observó su acompañante.

—Oh, sí. Sí que lo hacen. Mi madrastra y su médico escribieron al director de la escuela de enfermería. Envió a Arlong, mi hermanastro, a que me buscara. En realidad no estaba enferma. Bueno, tenía ictericia, pero no era grave. Se las apañó para no dejarme escapar. Lo intenté un par de veces, pero siempre me recordaba lo que les haría a los pobres Momo y Chopper si me iba. Y además no tenía dinero —añadió vehementemente—. Supongo que sabrá lo que es no tener dinero. Me ha llevado casi dos años el poder ahorrar algo para poder huir.

— ¿Cuánto has ahorrado?

—Treinta libras y sesenta peniques.

—Con eso no irás muy lejos — le dijo gentilmente.

—Bueno, pensé que, antes de ponerme a buscar trabajo, podría al menos pagarme los billetes de autobús y el desayuno.

— ¿Crees que tu madrastra no te buscará?

—Probablemente, pero no se levantan hasta las ocho. Soy yo quien los despierta cada mañana. Se preguntaran dónde he ido, pero cuando hayan preguntado al ama de llaves y empiecen a buscarme, ya habrá pasado al menos otra hora.

— ¿Y qué tipo de trabajo esperas conseguir?

—Bueno, un puesto de enfermera, naturalmente, aunque pienso que también podría ser ama de llaves…

— ¿Tienes referencias?

—Oh, sí doy como referencia el hospital de Leeds mi madrastra podría acudir allí para encontrarme. No tengo ninguna otra, sólo el hermano mayor de mi padre que vive en Cornwall y quien ni siquiera se acordará de mí —ella se volvió para mirarlo—. Supongo que usted no podría…

—No, no puedo — dijo decididamente.

Ella dirigió la mirada a la solitaria calle.

—No, por supuesto que no. Lo siento. Gracias por habernos traído. Puede parar en cualquier sitio para que nos bajemos.

El hombre se detuvo al borde de la acera.

—Ando un poco justo de tiempo y estoy cansado, pero no tengo intención de dejarte aquí a esta hora de la mañana. Estoy pensando en ir a desayunar y estaría encantado de que vinieras conmigo.

Él no parecía para nada entusiasmado, pero Nami tenía hambre.

— ¿Qué hay de Momo y Chopper?

—Estoy seguro de que encontraremos a alguien que les dé de comer.

—Le estoy muy agradecida —dijo Nami sin ningún reparo ante la posibilidad de disfrutar de una buena comida.

Él volvió a poner el coche en marcha y siguió el camino hasta la autopista en silencio. Después tomó la carretera hasta Tynemouth y paró en el hotel Imperial.

— ¿Aquí? — preguntó Nami con inquietud.

—Sí, aquí.

Él se bajó del coche y abrió la puerta trasera, invitando a Chopper a salir. Entregó a Nami la correa antes de que entraran en el hotel. Él parecía de nuevo impaciente y ella se apresuraba para mantenerse a su lado y evitar así que el portero le negara la entrada a un hotel tan lujoso, especialmente con los animales.

Pero no tenía de qué preocuparse. Le retiraron el impermeable y, mientras que Momo y Chopper se quedaban con Trafalgar Water D Law ella se fue al tocador para peinarse y arreglarse un poco aunque, por la expresión de su acompañante cuando se reunió con él, supo que no había tenido mucho éxito.

Fueron conducidos hasta una mesa en la cafetería. En el suelo, junto a ellos, había preparados un par de platos. Asombrada, Nami tomó asiento.

— ¿Todos los hoteles hacen esto? No sabía que se sirviera el desayuno a las siete de la mañana y mucho menos que no dijeran nada sobre los animales.

Su acompañante levantó la vista del menú.

—No creo que debas intentarlo tú sola. Simplemente me estaban esperando. ¿Qué te gustaría comer?

Nami dudó. Aquel hombre conducía un Rolls Royce y aquél era un hotel de lujo, pero el coche bien podría deberse a su trabajo y quizá simplemente le apeteciera disfrutar de una buena comida. Ella frunció el ceño. Era una hora un poco extraña para ir a ningún sitio…

—Tengo mucha hambre —dijo el señor Trafalgar Water D Law —. Tomaré… Déjame ver… huevos con beicon, salchichas. Y café. No me gusta el pan.

—Yo tomaré lo mismo — dijo Nami y, cuando se lo llevaron, se lo comió todo.

La comida hizo que su delgado rostro recobrara un poco de color. Su acompañante la observaba. Era una chica poco agraciada, pero no tanto como había supuesto. Cuando terminaron, se apresuró a darle las gracias y asegurarle que seguiría su propio camino.

—Estamos muy agradecidos —le dijo, y Chopper y Momo, sentados tranquilamente a sus pies, lo miraban en silencio—. Empezar el día así ha sido maravilloso. Tomaré mi impermeable. ¿Le importa esperar con ellos mientras voy por él? Seré muy rápida. Sé que tiene prisa, ¿verdad?

—Ahora ya no. Tómate todo el tiempo que necesites —dijo mientras hojeaba un cuaderno de notas que había sacado de su bolsillo.

Nami se miró en el espejo del tocador y suspiró. El pelo se le había secado más

o menos y le caía liso y fino sobre la espalda, como si fuera un horrible gato flacucho. Tenía mejor aspecto después de comer, pero no llevaba maquillaje y sus manos estaban secas, irritadas y tenía las uñas rotas por las tareas domésticas. No veía la belleza de sus ojos, de sus cejas ni la cremosidad de su piel. Se giró después de un par de minutos y, ya con el impermeable puesto, regresó a la cafetería. Estaba cruzando el vestíbulo cuando la puerta se abrió y entraron tres personas. Una mujer alta, rubicunda, que llevaba un traje muy ajustado y parecía furiosa y otra mujer mayor, bajita y elegantemente vestida que parecía aún más furiosa que la anterior y que iba en una silla de ruedas empujada por un hombre que parecía nervioso.

—Me duele mucho —declaró la mujer mayor—. Y tú que dices ser enfermera no haces nada al respecto. No deseo estar en tus manos durante las próximas semanas, así que te ruego que te vayas.

La mujer más alta agarró los bultos que llevaba.

—Extranjeros —declaró con maldad—. Todos son iguales. Me marcho.

Salió de allí mientras Nami la miraba atónita y la anciana reía de alegría al tiempo que le decía algo al hombre que empujaba su silla de ruedas. Fue entonces cuando la anciana se fijó en Nami.

—Ven aquí, joven —le ordenó imperiosamente—. Tengo un gran dolor y esa estúpida mujer que dice ser enfermera no ha sabido ayudarme. Tú pareces sensata. Levántame y mira bajo mi pierna, por favor.

Nami era una chica obediente. Antes de levantarla retiró la manta de viaje que cubría las rodillas de la anciana y vio, en primer lugar, por qué estaba en una silla de ruedas. Tenía una pierna escayolada y en la otra tenía la rodilla vendada.

— ¿Qué pierna es? —le preguntó Nami.

—La que tengo vendada.

En la parte trasera de la rodilla, tenía un clavo incrustado que nunca debía haber estado allí. Nami emitió sonidos calmantes y tranquilizadores

—Debe de haberle dolido —le dijo con simpatía—. ¿Puedo ayudarla en alguna otra cosa?

—No querida, gracias. Has sido muy amable. Ahora me voy directamente a mi habitación para que puedan servirme el desayuno.

El hombre regresó con un pequeño maletín bajo el brazo. La anciana le dijo adiós y Nami la escuchó decirle al portero que le hiciera saber quién… No pudo escuchar más, ya que las puertas del ascensor se cerraron.

Volvió a la cafetería y se sorprendió al ver que su anfitrión parecía no tener ninguna prisa. No obstante, se despidió de él y se marchó con decisión hacia la puerta. Seguía lloviendo y aún no tenía idea de dónde ir, pero se negaba a aceptar la somera invitación que él le había hecho para que permaneciera allí durante una hora más. Debía de estar deseando deshacerse de ellos. Empezó a bajar la calle caminando como si supiera exactamente dónde iba a pesar de que no tenía ni idea.

Trafalgar Water D Law permaneció donde estaba, viendo cómo aquella pequeña persona desaparecía a lo lejos. Si no hubiera tenido una cita podría haber ido tras ella. Era como dejar a un gatito perdido de nuevo en la calle tras haberlo puesto junto al fuego y haberle dado de comer. Frunció el ceño porque se estaba poniendo sentimental y a él no le iba eso. Además, el camarero acababa de llegar.

—La baronesa está aquí, barón —murmuró con deferencia.

— ¿Acaba de llegar? —dijo mirando al camarero—. ¿Está en su habitación? Subiré enseguida.

Prefirió subir las escaleras que tomar el ascensor. Subió los escalones de dos en dos para llamar a la puerta que le habían indicado. Era una habitación muy grande y cómodamente amueblada en la que su madre, aún en la silla de ruedas, estaba sentada al lado de la ventana.

— ¡Mamá! ¡Qué puntual! ¿Te ha resultado incómodo venir? Ella elevó el rostro para besarlo y sonreírle.

—No, querido mío. Lucy ha sido encantadora y Shachi ha cuidado muy bien de mí. Después de todo, no tuvimos que marcharnos hasta las seis.

Su hijo paseó la mirada por la habitación.

— ¿Y la enfermera?

Los ojos de su madre brillaron.

—La he despedido. Era una mujer horrible. Supe que no me gustaría en cuanto llegó. La idea de tener que pasar tres semanas en su compañía me ponía enferma. Hace tan sólo un rato, cuando llegamos, le rogué que me ayudara con el dolor que sentía y no lo hizo. Así que la eché.

Su hijo parpadeó rápidamente mientras su cabeza intentaba buscar una solución. Era una situación que tenía que resolver de inmediato, pues él debía marcharse en menos de una hora.

— ¿Dónde te dolía? —le preguntó gentilmente.

—Tenía un clavo incrustado en la rodilla. Estaba en la parte de atrás, así que no podía quitármelo por la venda. Había una chica en el vestíbulo, una criatura muy delgada con unos ojos enormes, que supo exactamente lo que hacer cuando le pedí ayuda. ¿Por qué no podemos conseguir a alguien agradable como ella en lugar de esa horrible mujer que nos enviaron de la agencia?

La apenas visible impaciencia en el rostro del barón dejó paso a una expresión mucho más relajada.

— ¿Y por qué no? Mamá, ¿esperas unos minutos mientras voy a ver si la encuentro? No tengo tiempo para explicártelo ahora, pero lo haré más tarde. ¿Debo llamar a una doncella antes de irme?

Seguía lloviendo mientras subía al coche y se incorporaba al tráfico matutino que se condensaba más a medida que pasaba el tiempo, pero no condujo deprisa. Nami y sus acompañantes serían fácilmente reconocibles incluso en una ajetreada ciudad, pero siempre cabía la posibilidad de que se hubiera metido por alguna calle paralela. Pero no lo había hecho. Se había parado a preguntarle alguna dirección a una mujer en el otro lado de la calle. El barón se detuvo a su lado y bajó la ventanilla.

—Nami— le dijo suavemente.

Ella se giró. Cuando vio de quién se trataba, sonrió.

—Oh, es usted. ¿De nuevo en marcha?

Él no tenía tiempo para darle conversación.

—Tengo un trabajo para ti. Tendrás que regresar al hotel. Te lo contaré todo allí.

Esperó a que ella le diera las gracias a la mujer y después salió del coche para ayudarlos a acomodarse en el vehículo.

—Eres demasiado confiada, Nami —le dijo severamente—. Has aceptado mi proposición sin hacerme una sola pregunta. Podría haber intentado secuestrarte.

Ella lo miró desconcertada.

—Pero, ¿por qué no debería fiarme de usted? ¿Quién en su sano juicio querría secuestrarme?

—En eso tienes razón —le dijo mirándola de reojo.

Su aspecto era desaliñado y parecía cansada. Después de todo, quizá su idea no hubiera sido tan buena. Sin embargo, ropa seca y unas cuantas buenas comidas harían el resto.

—La mujer a la que ayudaste en el hotel necesita una enfermera durante unas cuantas semanas. Le has gustado, así que le dije que iría a buscarte para que hablara contigo.

—Referencias —dijo Nami con tristeza—. No tengo ninguna. Sabe que no puedo probar que soy enfermera.

Una vez más, él se detuvo frente al hotel. Se giró hacia ella.

— ¿Qué harías si te dejaran al cuidado de alguien con protocolitis ulcerativa?

—Oh, normalmente eso se trata médicamente, ¿verdad? Sólo se opera cuando el caso es muy grave. Sólo lo he visto hacer una vez —dijo mientras seguía relatando qué haría ella—. ¿Es eso lo que se supone que tengo que atender?

—No. ¿Qué sabes de la hepatitis vírica?

Ella frunció el ceño.

—No sé mucho sobre eso, sólo que se transmite de tres formas —Nami las mencionó brevemente y él le preguntó:

— ¿Y qué medidas preventivas pueden tomarse?

Tuvo que pensarlas mucho, pero fue capaz de recordar las seis.

— ¿Me está examinando?

—No. Dijiste que no tenías referencias…

— ¡Dios, qué tonta he sido! Debe de ser médico —dijo Nami de repente.

—Sí, lo soy. Y debo marcharme dentro de una hora, así que si vamos dentro…

Nami pensó que le había hecho perder el tiempo con conversaciones banales. Todo le habría resultado terriblemente aburrido. Con un rostro como el suyo y un Rolls Royce, no tenía necesidad de perder el tiempo con alguien tan insignificante como ella. Sin embargo, salió obedientemente, agarró a los animales y entraron en el hotel.

La señora a la que había ayudado en el vestíbulo se giró para mirarla al entrar a la habitación.

—Sí, es ella —exclamó sorprendida—. ¡Qué listo has sido al encontrarla, Law! Contratémosla ahora mismo —sus ojos cayeron sobre Chopper y Momo—. ¿Y esos animales?

—He estado pensando en ellos, mamá, pero primero déjame que te presente. Ésta es la señorita Nami Saunders, una enfermera titulada que ha escapado de su casa con sus dos, digamos… acompañantes. Nami, ésta es mi madre, la baronesa Trafalgar Water D.

Eso quería decir que él… ¡era un barón! Nami tenía la boca abierta dispuesta para una avalancha de preguntas, pero él la detuvo con un gesto.

—No. Hay muy poco tiempo para preguntas. Si no te importa, déjame que te lo explique brevemente. Por favor, siéntate.

Obviamente estaba acostumbrado a hacer lo que quería. Ella se sentó con Momo asomando por debajo de su brazo y Chopper a sus pies.

—Mi madre, tal y como puedes ver, no puede andar de momento. Tiene una fractura múltiple de tibia y peroné que, desgraciadamente, tardará algún tiempo en soldarse y un cartílago roto en la otra rodilla. Ha hecho ejercicios de rehabilitación durante tres semanas con resultados muy buenos y esperamos que pueda retomar la actividad muy pronto. Cuando lo haga, necesitará una enfermera que la asista hasta que esté acostumbrada a andar con la escayola. La otra rodilla no pensamos que dé muchos problemas. Como sabrás, había contratado a una enfermera para estar con ella, pero no han llegado a un acuerdo. Ahora es imperativo que alguien esté con ella. Esta tarde a última hora embarcará en un crucero. Desgraciadamente, debo regresar a Holanda mañana por la mañana como muy tarde, lo que significa que debo marcharme en breve —añadió, como si quisiera llegar a algún tipo de conclusión—. El puesto te va de maravilla.

Nami permanecía sentada.

—Me gustaría hacer algunas preguntas. Seré breve. ¿A dónde vamos?

Él la miró sorprendido.

— ¿No lo he dicho? A Trondheim, en Noruega. Una tía mía vive allí. Mi madre quiere visitarla.

—No tengo ropa…

—Eso se arregla fácilmente yendo un par de horas de compras.

— ¿Qué pasará cuando me marche? —dijo agarrando tan fuerte a Momo que el animal protestó—. ¿Y qué pasará con Momo y Chopper? —frunció el ceño—. ¿Cómo podría…?

—Regresarás a Holanda con mi madre. Allí te será muy fácil encontrar trabajo en uno de los hospitales. Yo, por supuesto, puedo ofrecerte toda la ayuda que necesites. En cuanto a los animales, te sugiero que se vengan conmigo a Holanda. En mi casa serán bien atendidos hasta que tú regreses. Después, simplemente, tendrás que conseguir un pequeño apartamento en el que vivir.

— ¿Cuarentena?

—No hay. Sólo unas inyecciones que me ocuparé de que les pongan.

Todo sonaba demasiado fácil. Pero si uno era importante y lo suficientemente rico, las cosas eran mucho más fáciles. Sin embargo, dudó.

—No estoy segura de que vaya a gustarles.

—Te aseguro que tendrán los mejores cuidados —le dijo sonriendo amablemente.

—Sí, lo sé, pero suponiendo que…

— ¿Cuál es la alternativa, Nami? —ahora ya no sonreía y volvía a parecer impaciente.

Ella ni siquiera se había molestado en pensar en una alternativa. Ni siquiera estaba segura de poder conseguir un trabajo, eso suponiendo que Arlong y su madrastra no la encontraran antes de que consiguiera un lugar en el que vivir.

Él la miraba fijamente.

—Sabes que con tus treinta libras y sesenta peniques sólo podrás costearte una comida y alojamiento por no más de tres noches.

La baronesa miró a Nami.

—Querida mía, ¿ése es todo el dinero que tienes? ¿Cómo es eso? ¿Por qué te has marchado de tu casa? —le preguntó con preocupación.

—Con tu permiso, mamá. Tendréis tiempo de discutir toda la situación… si es que Nami se decide ahora. Debo atender otras cuestiones.

Nami sabía que lo estaba enojando, pero lo que parecía tan simple desde el punto de vista del barón era completamente distinto desde el suyo. Pero tendría que aceptar. La idea de separarse de sus mascotas era muy desagradable, pero al menos estarían atendidos. Después de unas semanas podría recogerlos y empezar una nueva vida por sí misma. Al decidirse recordó las normas de cuarentena. Ella nunca tendría el dinero suficiente para pagar las tarifas. Además, no había nada que la retuviera en Inglaterra.

—Gracias. Acepto el trabajo —dijo con voz resuelta.

—Bien, entonces no perdamos más tiempo. Mi madre te explicará los detalles más tarde. ¿Cuánto le pagabas a la enfermera que despediste, mamá?

Madre e hijo intercambiaron miradas.

—Sesenta libras a la semana con comida y alojamiento. ¿Qué me dices?

— ¡Pero eso es mucho! —protestó Nami.

—Perdóname que te recuerde que, durante los dos últimos años, has estado, digamos… aislada. Es el salario normal para una enfermera titulada atendiendo a particulares. Además de eso recibirás una asignación para gastos de viaje y uniformes —dijo sacando varios billetes del bolsillo—. Quizá puedas ir ahora a comprar lo que creas necesario. Ésta es tu asignación para el uniforme y esto, un adelanto de una paga semanal.

Nami aceptó el dinero, deseando contarlo, pero eso habría resultado mezquino.

—No tengo ropa —señaló—. Será mejor que me compre unos uniformes.

—Sí, hazlo, querida —añadió la baronesa—. Puedes ir de compras en Trondheim y adquirir toda la ropa que necesites.

Nami encontró un taxi mientras recordaba las frías disculpas del barón. Él tenía intención de marcharse en cualquier momento y ella debía tomar un taxi de regreso al hotel en cuanto hubiera terminado con las compras.

—No tardes mucho —le había rogado—. Aunque no pareces ser la clase de chica que se vuelve loca por la ropa —comentario que tenía que reconocer estaba completamente justificado, pero era poco halagador.

Se había despedido de Chopper y Momo y, aunque ella había odiado hacerlo, ellos parecían bastante contentos de quedarse sentados junto a la baronesa.

En el último momento, sacó la cabeza por la ventanilla del taxi.

—Cuidará de ellos, ¿verdad? Están tan solos…

—Te doy mi palabra, Nami, y recuerda que en unas cuantas semanas podrás ofrecerles un hogar.

Ella asintió, incapaz de hablar por el nudo que tenía en la garganta.

De repente se sintió mejor. Estaba segura de que no le gustaba demasiado al barón, pero aun así sentía que podía confiar en él. Además ella le había ahorrado un montón de tiempo en tener que buscar otra enfermera para su madre. Contó el dinero que le había dado y casi le pareció marearse, pero fue una chica práctica e hizo un listado mental de todo lo que necesitaba.

Hacer todas las compras sólo le llevó un par de horas. Compró unos uniformes de punto de color azul oscuro que podría llevar a diario, una chaqueta, un impermeable azul marino, zapatos y calcetines y un sencillo bolso de mano. También compró algunas cosas más interesantes como ropa interior, un fino camisón y artículos para el rostro y el cabello. Aun así, todavía le quedaba bastante dinero. Encontró una maleta en la que guardar sus modestas posesiones y, obedeciendo al barón, tomó un taxi para volver al hotel.

Encontró a su paciente tumbada en una chaise—longue cerca de la ventana con una bandeja de café a la altura del codo.

—Espero no haber tardado mucho —empezó a decir Nami, evitando mirar hacia la esquina en la que Chopper y Momo habían estado sentado

—No, querida. Law partió hace una hora y tus animales parecían bastante felices de marcharse con él. Debo decirte que le encantan los animales —sus ojos se posaron en la maleta que Nami llevaba—. ¿Has comprado todo lo que necesitabas? —dijo asintiendo sin esperar a que Nami respondiera—. Entonces ven y tómate un café conmigo para que podamos conocernos mejor. Law lo ha dispuesto todo para que nos lleven al barco. Creo que comeremos aquí, puesto que detesto ir en silla de ruedas. Después aún tendremos algún tiempo para descansar antes de marcharnos. Estoy segura de que debes preguntarte a dónde vamos y por qué —añadió ella—. Sírveme otra taza de café y te lo contaré, hija.

»Estaba de visita en casa de una vieja amiga en Blanchland pero, desgraciadamente, a los dos días de mi llegada me caí por las escaleras y me fracturé la pierna. Naturalmente Law vino enseguida para supervisarlo todo, pero me quedé en casa de mi amiga hasta que pude volver a viajar. Podía haberme quedado allí, pero tengo una hermana en Trondheim y le había prometido visitarla antes de que terminara el verano.

»Convencí a Law para que lo organizara todo. Me canso mucho en coche y me mareo en los aviones, así que pensamos que el mejor plan era ir en barco puesto que dispongo de tiempo y puedo viajar más cómoda. Primero navegaremos hasta Tilbury, después a Hamburgo y desde allí hasta Trondheim, donde tengo intención de quedarme tres semanas. Después de ese tiempo, con tu ayuda y la del médico, seré capaz de andar algo y podré librarme de esta silla de ruedas. No tengo ni idea de cuándo volveremos a Holanda. Law lo decidirá a su debido tiempo.

—Sí, por supuesto –- dijo Nami

Después de dos años de aislamiento y trabajo duro, los acontecimientos parecían superarla.

— ¿En qué parte de Holanda viven? —preguntó Nami.

—Nuestra casa está en Friesland, al norte de Leeuwarden. Por supuesto, no vivo con Law. Ahora que estoy sola me he mudado a una casa en Leeuwarden, no muy lejos de Huis Raukema. Tengo una hija, Lammy, que está casada y vive en Haarlem. Leeuwarden es una ciudad muy agradable. No es muy grande, pero podrás encontrar trabajo fácilmente. Además, Law puede echarte una mano allí.

— ¿Trabaja en Leeuwarden?

—Sí, aunque no vive allí —dijo posando su taza y su platillo—. Pero ya he hablado mucho, Nami. Es todo un placer charlar con una persona tan agradable como tú. Creo que nos llevaremos muy bien. Law dice que debemos organizarnos los días, así que tú dirás lo que es mejor —dijo abriendo el bolso—. Casi se me olvida: Law dejó esto para ti. Supongo que serán instrucciones.

Y muy precisas. Eran unos horribles garabatos diciéndole qué quería que le hiciera a su madre, recordándole que tendría que levantarse en mitad de la noche si la baronesa no dormía, que tenía que informar inmediatamente al médico del barco de que iba a embarcar esa misma tarde y que tenía que ser perseverante con sus ejercicios aunque su madre se opusiera a ello. En Trondheim habría otro médico al tanto de los problemas de su madre. Él las llamaría en cuanto llegaran.

No se había olvidado de nada. Nami pensó que la organización era su punto fuerte.

—Está todo muy claro —le dijo a su paciente—. ¿Quiere que lo repasemos juntas para que podamos establecer algún tipo de rutina?

Estuvieron entretenidas con eso hasta que el camarero llegó con el menú. La baronesa le había hecho un par de sugerencias que Nami, en silencio, pensó que más bien fueron órdenes, aunque ella las aceptó de buen grado. En realidad pensaba que iban a llevarse muy bien. La baronesa estaba acostumbrada a hacer su voluntad, pero resultaba agradable. Para Nami, que había estado viviendo sin ningún afecto excepto por el de sus animales, su paciente le parecía la amabilidad en persona.

Ambas decidieron qué tomarían y Nami acomodó a la baronesa en una silla con una pequeña mesa convenientemente dispuesta. Después se marchó para cambiarse de ropa.

Parecía una persona diferente después de haberse bañado, haberse recogido el pelo en un moño y puesto el uniforme. También se había comprado unas cofias y se puso una, justo antes de reunirse con la baronesa quien, al verla, la estudió detenidamente.

—Estás muy delgada, Nami, pero me gusta cómo te sienta el uniforme. ¿También te has comprado ropa?

—Bueno, no. Verá, necesito tanta…

Su acompañante asintió.

—Sí, por supuesto. En Trondheim hay un montón de tiendas en las que podrás divertirte comprando todo lo que quieras. Hay jerez en la mesa, hija. Sírvenos un vaso para que podamos brindar por nosotras.

Nami no había bebido jerez en años, por lo que se subió rápidamente a la cabeza haciéndola sentirse como si la vida fuera divertida después de todo. En un intento por no seguir estando tan delgada, comió con gran apetito. Más tarde, después del café, su paciente le dijo:

—Aún tenemos un par de horas. ¿Por qué no me cuentas algo sobre ti, Nami?.

N/A: Holaaaa! Como habrán notado esto es una adaptación y nada de lo que ocurre en la trama es mío, yo sólo edito nombres y rasgos físicos de los personajes, y alguna que otra frase. Además que esta es una novela corta sólo cuenta con 9 capítulos x), si todo sale como lo eh organizado en menos de un mes podré su subirla completa, es muy entretenida, espero les guste.

También tengo otra adaptación, esta es LuNa , así que si te gusta esa pareja, pásate a checarla ;).

Super dedicatoria llena de amor a Dorobo no sahigi! Ella es otra autora, escribe fics LuNa! Muy recomendables, pásate a checarlos 8D (Ya sabes Dorobo/Ma-chan eres mi fav ;v usted está presente en todas mis locuras aadfgh -inserta kokoros y bombas- xD).

Muchas gracias por darme un poquito de tu valioso tiempo, de verdad muchas gracias! por ahora me despido!...