Si eres mexicano y te gusta el fútbol, pero también eres masoquista, lee esto.
Advertencia: groserías (estamos hablando de México).
Vamos, México
Copa América Centenario 2016.
Partido México 0 – Chile 7
México no quiso abandonar la cancha hasta que el silbato de Brasil dio como finalizado el partido. Después no esperó ni un segundo más y se marchó. Esquivó a sus jugadores, esquivó a su técnico, esquivó a la prensa, esquivó a Brasil, esquivó a Chile… esquivó a su afición, la misma que había llenado el estadio con ilusión y ahora le gritaba con enojo y decepción.
Le habría encantado ir a gritarle a Chile lo puta que era su madre y hasta de qué se iba a morir. Pero se mordió la lengua porque el Flaco no se lo merecía. México sí. En lugar de eso, se dio la media vuelta y caminó lo más normal que pudo porque (¡ah, su madre!) su costado derecho estaba empezando a dolerle como siempre cada vez que se enfadaba.
La gente de los pasillos lo dejó pasar en silencio. México no se dirigió a los vestuarios, sino a la salida; agachado y triste, su uniforme se camufló con los de su afición… a la que tuvo que volver a esquivar, aunque era difícil ignorarla porque podía sentir su frustración y su ira, porque él también la sentía hacia sí mismo. Comprendía que otra vez estaba solo, que otra vez él iba a tener toda la culpa por aquél resultado y que sólo él —como país— iba a recibir los insultos y las burlas de toda su familia y de sus connacionales.
El fútbol era su pasión, su alegría y su tristeza, ¡su mero mole! ¡Y ahora…!
Se reprimió otra vez mientras pedía un taxi y lo abordaba, con una mano sobre su costado derecho. México siempre se reprimía, siempre tenía que tragarse todo su orgullo y todo lo que pensaba, porque muchas veces no concordaba con lo que sus jefes o el gringo querían que hiciera y esta vez no sería la excepción. México entre "más calladito, se veía más bonito."
¿Su único desahogo y forma de amnesia para el dolor del costado? Sí, la licorería más alejada del estadio en Santa Clara, California, de preferencia una vacía que no estuviera sintonizando el maldito partido.
Llegó a la barra y pidió lo más fuerte que tuviera, lo que fuera, no importaba. Y si era un tequilita, un mezcal o algo de su tierra ¡mejor! Una copa, dos copas y tres más. ¡No, mejor ya no! ¡Las copas no eran para los cabrones! Entonces empezó a beber directamente de la botella, al fin y al cabo "para todo mal, mezcal y para todo bien, también"… aunque no había mezcal, sino tequila, entonces se inventó otro: "las penas con pan son buenas, y con tequila mejor…".
Aunque él ya estaba acostumbrado a fallar en demasiadas cosas, no se había esperado que Chile...
… Un trago más…
… Lo humillara.
Sabía cómo lo veían los otros latinos: como un presumido, cabrón, lucidito, perrito faldero del gringo; es más, sabía que exactamente en esos momentos él, México, era la burla de todo el continente, del mundo, hasta de su propia gente; podría jurar que Venezuela y Argentina habían olvidado momentáneamente su último partido (Argentina 4 – Venezuela 1) para mofarse de él, lo mismo que con sus otros hermanos.
— Como si me importara lo que diga esa puta familia de pendejos – murmuró. Aunque no supo qué le dolió más: si el costado derecho, si no poder engañarse a sí mismo o si saber que realmente lo estaban haciendo.
—Mierda, si te ibas a poner así por un simple partidito mejor no te hubiéramos invitado.
Ese acento cantadito… Por un momento México pensó que era Argentina, así que ya estaba por mandarlo al demonio, pero se detuvo antes de notar que era Uruguay. México gruñó, luego volvió con su amada botella de tequila. Uruguay se acercó, con sus ojos fijos en la espalda de México, preguntándose cómo le iba a hacer para sacarlo de ahí.
—Si te preguntas cómo te encontré, fue muy sencillo: con las cámaras de seguridad descubrimos las placas del taxi que te trajo, lo contacté y me dijo dónde estabas. – Uruguay lo dijo como si fuera una gran hazaña. México lo ignoró, no le extrañaba que lo estuvieran buscando para regañarlo, para burlarse o algunos para presumirle que estaban en semifinales de la copa y él no. – México…
— ¿Qué chingados quieres, Güera?
—Que dejes de beber y vengas conmigo —por única ocasión, Uruguay pasó por alto el apodo "Güera".
— ¿Pa´ que todos esos mamones se caguen de risa por ese pinche partido? –México seguía dándole la espalda, pero por el tono agrio de su voz, Uruguay adivinó que estaba muy mal; el norteamericano no era un maestro para esconder sus emociones, mucho menos después de haber bebido. Latinos y sus ganas por competir para ser los reyes del drama; con razón sus telenovelas solían ser muy exageradas.
Uruguay quería reírse. ¿De verdad estaba tan deprimido que le preocupaban las burlas de los otros? ¿EN SERIO, MÉXICO? ¿El señor "Soy bien macho y me vale madres lo que los demás digan"? ¿A Don "Canto a gritos en la calle y no me da pena" le inquietaba eso?
—México… —el mexicano se llevó la botella a la boca, ignorándolo. Uruguay bufó—. Tú eres el primero que se ríe de nosotros cuando algo así nos pasa y me extraña que no seas el primero que se ría de ti mismo ahora. Además, como si no supieras que nosotros no somos felices si no nos molestamos entre nosotros –dijo con sarcasmo—; es cosa de hermanos o algo así, ¿no?
México no contestó, en cambio hizo señas al dueño para que le trajera otra botella.
Uruguay se estaba arrepintiendo de haber aceptado venir por él en lugar de Brasil, ¡parecía un niño pequeño haciendo un berrinche! Además, no lo creía justo para sí porque él solo había ido a apoyar al país que le bajó un poco los humos a Venezuela (no que se llevara mal con su hermana, pero cuando se trataba de competir…). Entonces recordó que México y Brasil tenían una pequeña rivalidad por ser "el país latinoamericano más desarrollado", sumando que el ánimo de Brasil era volátil debido a su fútbol y por el descontento social en su casa, y que México estaba bebiendo… los dos podrían terminar detenidos en la comisaría y con España y Portugal pagando sus multas… otra vez (maldades infantiles de la época colonial).
Uruguay pensó en dejarlo felizmente con sus botellas, aunque su responsabilidad y el temor a que una vez ebrio México hiciera estupideces en público (como poner banderitas mexicanas en las playas de San Francisco, California, y reclamar a gritos que ese estado era suyo. Sí, ya lo había hecho) lo obligaron a insistir. Así que, con determinación, Uruguay se paró junto al otro país y apoyó ambos brazos en la barra.
—No te entiendo, hermano, –musitó. México lo miró de reojo mientras le entregaban su nueva botella de tequila reposado. Hacía muchos años que no se llamaban así. – vos tenés muchos problemas en casa, ¿y solo te preocupa un partido de fútbol, che? –Uruguay jamás había pensado decir algo así, pero lo hizo. — ¿No tenés problemas con tus maestros? ¿No tenés que combatir el rezago educacional? ¿No tenés combates internos por las guerras con los cárteles? ¿No tienes problemas de corrupción y delincuencia? ¿Qué no tu capital es la ciudad más contaminada del mundo?
México dio un trago a su botella y sonrió.
Uruguay contuvo un escalofrío. Esa sonrisa… estaba acostumbrado a verlo divirtiéndose (después de todo, México era un país que solía ser muy alegre en las reuniones familiares e incluso durante los encuentros de negocios), siendo hospitalario con sus visitas (gajes de ser el latinoamericano más turístico), bromeando, jugando, coqueteando o hasta siendo un poco altanero… Uruguay estaba habituado a esas sonrisas de México. Mas nunca lo había visto esbozando una mueca que pretendía ser una sonrisa sarcástica y desdeñosa; simplemente no lo hacían ser el México que él conocía.
Cuando México habló, su voz se hizo un poco más grave.
—Me duele aquí –señaló su costado derecho— porque todas las pendejadas de mi gobierno, todas las pendejadas de mi gente, todas mis pendejadas… me dejaban heridas; pero me valía un poco porque sabía que tarde o temprano iban a cicatrizar y desaparecer, ¿somos países, no? Pero esta herida –apretó su costado e hizo una mueca de dolor— ya no quiere desaparecer, es más, se abre cada vez más seguido y… duele su puta madre.
—Tomando no vas a solucionar nada, – gruñó Uruguay, enojado por la actitud de México y trató de quitarle la botella, pero el mexicano estiró su brazo en un juego muy infantil. – ni obsesionándote con un partido de fútbol.
México soltó una risa muy diferente a la que solía hacer porque esta no tenía ni alegría ni vitalidad, sino que era bajita y parca.
— ¡Ya lo sé! Pero esta –alzó su botella— es mi única medicina cuando me acuerdo de que estoy solo. Hoy estoy solo, hoy hasta mi propia gente va a señalarme porque soy un mediocre en todo (incluso en mi deporte favorito), luego todos me van a echar la culpa de la represión a los maestros, después todos me van a exigir que busque a todos mis desaparecidos por la narcoguerra... entonces me van a preguntar que por qué estuve en este partido y no en Oaxaca con mis maestros. Mañana todos van a quejarse de que soy un país de mierda con una economía de mierda y una educación de mierda, porque yo soy el país y solo yo tengo la culpa de todo. Luego mañana voy a tratar de ser mejor con solo unos poquitos compas y seguro mi gente…
México dio un traguito después de ese discurso, soltó el aire y luego sonrió a la nada. Uruguay se inquietó: uno, esa sonrisa se parecía más a la normal, pero dos, cuando el tipo estaba ebrio eso significaba que iba a bailar, cantar o algo más vergonzoso.
— Soy bien pendejo, ¿verdad? —susurró el mexicano, como si hubiera recordado algo gracioso.
— ¿Eh?
— Gané un chingo de medallas allá en Rumania y estoy chillando por este desmadre… —torció la boca.
—Ah… —Uruguay se desconcertó por ese cambio repentino, pero México le dio un golpe en la nuca—. ¡¿Qué?!
— ¡Felicítame, compadre! Mi bandera se ve bien chula junto a una medalla… —la cara de México y su sonrisa tonta casi hacen reír al otro país—. Como cuando nos traemos las medallas en los paralímpicos, o en clavados o en tiro con arco o en concursos de conocimi… —Uruguay le arrebató la botella—. ¡Oye, estamos chupando tranquilos!
—Felicidades, pero tu casa no necesita que estés tomado cada que tienes problemas, gil –Uruguay hizo una señal al dueño del lugar para que les trajera la cuenta—. Además, Perú, Colombia y los Centroamericanos nos están esperando, dicen que no seas boludo porque mañana van a ir a hincharle las pelotas a España con eso de que es día del Padre o algo así.
México se puso recto, tan recto como si no hubiera estado bebiendo los últimos treinta minutos ni hubiera estado quejándose de su herida. El señor le entregó a Uruguay la cuenta y éste, con todo el dolor de su corazón/cartera, la pagó, pensando cómo cobrárselo después a México.
—Ah chingá, se me olvidaba que a mí me toca llevarle una barbacoa de borrego sabrosísima –México gesticuló con emoción, como si estuviera sosteniendo algo muy pesado y muy rico— con una salsa de chile serra… —de repente hizo una mueca enojada. Uruguay quiso golpearse la cabeza, frustrado, ¿otra vez con su trauma? –Maldito Chile…
Definitivamente iba a tardar mucho tiempo en superar su humillante derrota ante Chile.
"Al menos ya dejó esa botella de Tequila", pensó Uruguay. "Solo espero que tampoco recuerde que el profesor Jirafales ya no está con nosotros para que no se vuelva a deprimir. O que visite su casa, o que se acuerde de su herida permanente, o que se encuentre con Chile, o con Argentina, o con Brasil…" suspiró. "Esto va para largo".
Entonces el teléfono de Uruguay empezó a sonar.
— ¿Hola?
—Fiesta en mi cuarto –era Chile. Siempre que tenía prisa era tan directo que parecía un maleducado. — ¿Encontraste al weón ese? Traelo contigo y dile que ni se le ocurra…
—Fiesta en el hotel de Chile —Uruguay interrumpió a su pariente y miró a México—, ¿venís o vas a seguir llorando como nenita?
México puso mala cara, bufó y se cruzó de brazos, tal niño haciendo un berrinche.
—Pos tengo que ir… a felicitarlo o algo así –gruñó.
—Dice que va —le dijo Uruguay a Chile. No quería darle el teléfono a México porque sabía que aquellos dos solo iban a empeorar las cosas. — y que no te preocupes por las cervezas, que él las lleva.
—Mmmmm…
Uruguay examinó el rostro de México. Pretendía ser duro y orgulloso, y que no estaba escuchando la conversación, pero había un pequeño brillo en sus ojos…
— Y también dice que jugaste muy bien ¿cabrón? –Uruguay no estaba seguro de usar esa palabra, pero siempre se la escuchaba a México así que tal vez estaba bien.
—Dile que él jugó pésimo y que no me arrepiento de nada –replicó Chile con diversión. Uruguay activó el altavoz y esperó. – Pero que sé que todos tenemos mala racha y… fútbol es fútbol y familia es familia, ¿no? — añadió con un gruñido.
La sonrisa de México perdió el orgullo y se volvió juguetona.
—Dile que se pasa de cabrón –habló en voz alta— y que me voy a vengar, a la otra te voy a ganar no importa si tengo que sacrificarle un pollo a Huitzilopochtli. –Uruguay levantó una ceja y volvió a esperar con paciencia. – Pero ´ta bueno, yo llevo las cervezas —añadió entre dientes.
Más tarde, aunque el mexicano parecía más tranquilo y ya no se quejaba (tanto) de dolores del costado o de derrotas humillantes, Uruguay pensó seriamente en evitar mencionar al antiguo dios guerrero azteca Huitzilopochtli y en alejar al mexicano de todos los pollos del mundo.
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No justifico a México, pero siendo muy futbolero, imagino que le dolió hasta los huesos ese… mmm, resultado. Tranquilos, creo que después de que se le quite la cruda de la fiesta de Chile, se va a recomponer y se va a esforzar para resolver sus problemas, porque así es México.
Significados: Valer (no importar), mamón (grosería: obsceno), cagarse de risa (reírse mucho), pinche (grosería: maldito), mero mole (lo que más le gusta), güero (rubio o de piel blanca), pendejo, gil y boludo (tonto), gringo (estadounidense), chingo (mucho), chingón y cabrón (groserías: muy bueno, listo), hinchar las pelotas (molestar), weón (sujeto). Intenté no poner muchos mexicanismos, chilenismos ni uruguayismos (?).
Uruguay menciona unos cuantos de los muchos problemas que hay en México, solo poquitos porque de lo contrario me iba a tomar todo el oneshot. Sobre la herida, creo que México es un país muy lastimado (por su gobierno, por su gente, por sí mismo) y esa herida suele dolerle mucho, como cuando se enoja, se frustra o pasan cosas muy graves en el país. Quiero ahondarlo en otro fic.
Eso sí, México ganó medallas en Rumania por el concurso Infomatrix en Rumania (¡Felicidades, chicos!). También somos buenos en deportes individuales como en clavados, ¿y quién dijo que no hay mexicanos buenos en matemáticas, química o biología?
Muchos latinoamericanos celebran el día el Padre el tercer domingo de Junio y como nos encanta fastidiar gente, imagino que España se la pasará bonito con sus enanos (¿escuchan mi risa de maldita?), Uruguay lo celebra otro día y España en marzo.
Bueno, ya me desahogué.
La vida sigue.
