Capitulo 1. "Un camino de besos"

Una gran cantidad de personas tiende a sentir un inmenso odio hacia ese pequeño objeto, cuadrado, circular, rectangular, triangular o como sea, que nos pone de los nervios con solo verlo, pero sobre todo al oírlo. Por más desagrado dependemos de él, el despertador.
Yo me considero completamente excluida de ese grupo de personas. Yo adoro a mi "despertador" de pies a cabeza, de "piedra y hielo", de una insoportable e inhumana belleza, como la de su voz, sus grandes ojos y hasta el más minúsculo de sus movimientos o expresiones.

Una suave brisa, aquella que, bien sabia yo, anunciaba la llegada de mi despertador, me indico que era hora de levantarme. Pero no pude despegarme de la calidez de mi cama, así que me cubrí con las mantas, negándome a dar inicio al día.
Cuando creí que me dormiría nuevamente, las mantas desaparecieron y frente a mi tenía el rostro más exquisito de la historia de la vida misma.
- Aquí estas- Dijo Alice, juguetona, sonriendo.
- 5 minutos más duende- Logre articular.
- No, nada de 5 minutos y nada de estúpidos duendes- Dijo el hada luego de chasquear la lengua y negando con su cabeza.
La pequeña Cullen comenzó a tirar de mi brazo, pero yo no di señales de vida y ella, al ver mi falta de cooperativismo, me levanto de la cama como si de un bebe se tratara y me dejo parada en el suelo, sosteniéndome por los costados.
- Bella, o colaboras o te suelto y créeme que esta última opción no te brindara un futuro próximo "agradable"- Dijo en tono de advertencia- A no ser que te guste comenzar el día rompiéndote la nariz contra el suelo.
Inmediatamente, mi cerebro comenzó a funcionar y la mire curiosa.
- Si, caerías hacia delante- Me aseguro- ¿Quieres probar?
Antes de tener oportunidad de responder ya estaba cayendo. Insulte mentalmente a Alice en todos los idiomas que conocía por su falta de paciencia y ética al soltarme. Pero antes de que mi rostro toque el suelo, Alice me sostuvo y volvió a levantarme.
Ella reía de mi expresión de sorpresa y susto.
- Tonta vampiresa- Le dije, fulminándola con la mirada y zafándome de sus manos para ir a vestirme.
- Sabes que no dejaría que te lastimaras, mas aun si eso incluye sangre y a su vez mas sangre y como resultado un vampiro eternamente perturbado y con culpa- Dijo teatralmente tomando mis manos, logrando arrancarme una risa. - En media hora paso por ti, estate lista- Me dijo soltándome y encaminándose a la ventana, siendo seguida por mí.
- Hasta luego- Le dije
Ella beso mi frente y desapareció con una sonrisa.
Yo suspire, algo soñadora y luego retome mi labor.

30 minutos exactos después, Alice toco el timbre.
Transcurrir el día en el colegio con la duende pegada a mí, era sumamente agradable, pero pasar todos los días en su totalidad a su lado, era más de lo que podía desear.
Nuestra relación era algo extraña, no sabría cómo definirla y no encontraría la palabra exacta para así llamarla.
Adoraba a Alice por ser mi mejor amiga, pero también la amaba por ser algo parecido al "amor de mi vida". Sonaba cursi y lo era, pero cuando la veía sentía alegría y luego felicidad extrema, cariño y luego amor desbocado, paz y luego mil mariposas invadiendo mi cuerpo, impidiéndome hablar, moverme o pensar con claridad.
El haberme enamorado de ella no me causaba inquietud alguna, sentía que era algo inevitable, algo contra lo que no podía luchar, pero que aun así me daba paz y tranquilidad, porque podría estar segura de que ella, sea o no de la misma forma, me amaba, daría su vida por mi y ambas podríamos sufrir un colapso mental si nos separábamos, aunque sea por 2 días.

- Buenos días, Bella- Dijeron Jasper y Edward al unísono cuando nos acercamos a nuestra mesa de almuerzo. Eran tan atractivos y arrebatadores que era una lástima para el mundo femenino que ambos estén juntos.
- Hola tortolos ¿Qué hay?
- Pasando el rato, comiendo unas ricas hamburguesas- Dijo Edward encogiéndose de hombros, en forma sarcástica.
- Mm, suena delicioso- Dijo Alice riendo.
- Quisiera ver a Rose "mujer de hielo", haciendo este tipo de chistes- Comento Jasper divertido.
Sonaba gracioso, pues era cierto, Rosalie renegaba de su naturaleza y su más grande deseo es ser una humana. Por lo cual, está más que claro el por qué no le agrado. Simple, tengo lo que ella mas desea y yo solo odio envejecer cada día más y más. Claro que, ella no sabe lo que es crecer.
- No, sabes muy bien que no querrá- Dijo Edward divertido y con un tono de advertencia, creo que a Alice, en respuesta de algo que no escuche.
Alice bufó.
- Eso dices tú, pero nadie se me puede negar cuando utilizo mis armas de persuasión- Contesto la pequeña vampiresa, utilizando ese tono sensual que lograba derretirme como a una mantequilla expuesta a un sol de verano.
- No olvidemos que hablamos de la señorita Terquedad- Dijo Edward y supe que se refería a mí.
- Oye- Le dije falsamente ofendida- Les aviso que sigo aquí y escucho todo.
- ¿Y eso que importa? No tienes poder de decisión, usted hará lo que yo le diga, jovencita- Dijo Alice, autoritaria, señalándome con un dedo.
- ¿Y qué te hace pensar que accederé a hacer lo que digas?- Pregunte yo acercándome a ella, enfrentándola, desafiante.
Ella me miro malvada y una sonrisa juguetona, que la hacía verse asombrosamente sexy, comenzó a extenderse por sus labios. Se acerco más a mí.
- Lo harás- Dijo segura y pícaramente.
Agradecí que haya dejado de acercarse o me hubiese puesto nerviosa y mis mejillas habrían sido atacadas por un delatador rojo.
- De acuerdo, mi reina- Dije con énfasis- ¿Cuáles son sus planes? Aunque no necesito el don de Edward para saber que iremos de…
-¡Compras!- Dijo, o más bien grito, Alice, interrumpiéndome.
Varios alumnos voltearon a mirar y luego sufrieron un leve colapso mental, que se vio en sus tímidas expresiones, cuando Alice los miro con su más tierna sonrisa. Si el día continuaba así, moriría antes de terminar las clases.

- No- Dijo Alice negando con la cabeza.
- Oh vamos, no seas cobarde, yo siempre soy tu rehén de compras y hoy también.
- No, Bella, por dios, es repugnante- Contesto arrugando la nariz. Era tan adorable.
- La sangre es repugnante, esto es delicioso- Contraataque yo luego de darle otro bocado a mi porción de torta de chocolate con dulce de leche, crema, frutillas y mas chocolate.
- Puaj.
Puse los ojos en blanco y le di el último bocado a mi porción. Luego un silencio aburrido se extendió por toda la cocina.
- Vamos a probarte toda la linda ropa que te compre- Dijo Alice entusiasmada levantándose y tirando de mi brazo. No ofrecí resistencia.
Una vez arriba, me senté en el borde de mi cama y Alice comenzó a hurgar entre las miles de bolsas, escogiendo las primeras prendas que le iba a desfilar.

No se cuanto tiempo estuve probándome ropas y Alice disfrutando como un niño en una juguetería, pero estaba sumamente cansada.
Me deje caer en la cama, boca abajo.
- Bella vas a arrugar ese bonito vestido- Me reprocho Alice.
Me lo quite, quedando solo en ropa interior y volví a mi cama. Estaba sumamente cansada y por quedarme dormida cuando algo frio rozo mi cuerpo semi desnudo. Me gire y encontré a Alice recostada a mi lado con una sonrisa alegre. Me acerque más y la abrace, ella me correspondió envolviendo mi cintura con sus helados brazos.
Se sentía tan bien que no pude evitarlo y le bese la mejilla que tenía más a mi alcance. Ella hizo lo mismo, volví a hacerlo y también ella. Me preguntaba si algún día alguna de las dos pasaría el límite de las mejillas.
No me di cuenta que estaba mirando fijamente sus labios, pude jurar que dejo de respirar, expectante. Le sonreí y con todas mis fuerzas evite hacer algo que realmente quería. La abrace aun mas, escondí mi rostro en su cuello y sin poder evitarlo, y dejándome llevar, comencé a olfatearla, marcando un camino con mi nariz, desde la mitad de su hombro hasta su oreja. Alice se estremeció la primera vez que llegue a su oreja y así, tras varios recorridos, mis labios acompañaron a mi nariz, dejando leves besos.
Alice continuaba estremeciéndose y me apretó aun más contra ella. Parecía estar incitándome a que no parara y yo no me creía capaz de frenar.
La siguiente vez que llegue a su oreja, mordí su lóbulo, arrancándole un suspiro. Mis besos se tornaron menos leves y los lleve hasta su garganta, mentón, mandíbula, hasta que termine sentada sobre ella.
Alice no mostraba resistencia, estaba disfrutando tanto o más que yo y eso hacía cada vez más imposible que me detenga.
Con todo mi coraje subí hasta su rostro, me acerque a su boca y mordí su labio inferior, tirando levemente de él, aun sin valor para besarla.
Alice pronto tomo las riendas, me puso debajo de ella y, sin darme tiempo a reaccionar, me beso de una forma tan salvaje que creí que me desmayaría.
El delicioso y dulce sabor de sus labios era algo que me esperaba, pero que aun así estaba desquiciándome.
Alice estaba hecha una fiera, como fuera de sí y yo estaba tan excitada que no podía permitirme el cuestionamiento de si su comportamiento era algo peligroso.
A medida que sus apetecibles, suaves y a la vez salvajes labios viajaban de mi boca a mi mentón, luego a mis hombros, cuello y el lóbulo de mi oreja, punto en el que yo ya estaba completamente desquiciada, las mariposas en mi estomago estaban subiendo por mi garganta, dejándome sin aire ni habla.
Enrolle mis piernas en su cintura y al instante mi felicidad se desvaneció cuando lo que abrace fue aire y vacio.
- ¿Alice?- Pregunte en un susurro, dudosa.
No la encontraba por ninguna parte. El nerviosismo y la confusión me invadieron.
Me acerque a la ventana, que estaba abierta, observe por ella con la tonta ilusión de verla allí fuera, pero nada. Alice había abandonado no solo mi cuerpo sino que también mi casa.
Retorne a mi cama siendo abrazada por la confusión, el anhelo y la tristeza, decidiendo que la esperaría, hasta que el cansancio me venció y me quede dormida.