SUMMARY: "Era la mano de Miroku la que se dirigía a su pecho- pero el frío brillo en sus ojos no era Miroku en absoluto, y Sango luchó para apartarse, asqueada." Cuando un demonio posesiona a Miroku por su Kazaana, va tras Sango para tratar de romper el espíritu de su huésped."

DISCLAIMER: Los personajes de InuYasha no me pertenecen, son de Rumiko Takahashi. La historia tampoco es mía, yo sólo la traduje de su idioma original con el respectivo permiso. Créditos a su autora original, Ranowa Hikura, a quien además le agradezco por su autorización y la excelente historia que escribió.

ADVERTENCIA: Rating M por escenas con contenido de índole sexual.


Shadowed Soul

Capítulo 1


Cuando la respiración de Miroku se alteró, sumado al crujir de una rama pequeña, InuYasha cuidadosamente entreabrió un ojo y observó.

Silenciosamente, el monje se sentó en la pálida luz de la luna, de espalda a él. Había estado recostado inmóvil como una roca desde que las chicas se habían ido a dormir, incluso su respiración era inaudible- InuYasha sería capaz de decir que Miroku había estado fingiendo dormir por horas y ahora, al fin, la razón por la que lo hacía iba a ser develada. Se mantuvo inmóvil, esperando mientras Miroku, con una escalofriante elegancia que hizo que a InuYasha se le pusieran los pelos de punta, se puso de pie y comenzó a dejar el campamento. Se movía más silencioso de lo que cualquier ser humano podía, e InuYasha frunció el ceño, olfateando en silencio.

Ahí, ese olor de nuevo… Miroku, pero no del todo. Tan similar al olor del humano que la diferencia era casi imperceptible- pero, había una diferencia.

InuYasha se mantuvo inmóvil, observando mientras Miroku desaparecía entre los árboles, luego echó un vistazo con cautela al campamento. Ninguno de los otros se había despertado, y haciendo un gesto de satisfacción, se puso de pie, agarrando a Tessaiga. Lo mejor era enfrentar a Miroku lejos de los demás. Algo andaba mal y, hasta que no supiera qué era, era mejor dejar a Kagome fuera. Sango no podía pensar con claridad cuando se trataba del monje, hasta él podía notarlo, y Shippō no sería de ayuda.

Se acercó a Kirara, frotándole la parte de atrás del cuello para despertarla. Cuando los ojos de la gata-demonio se abrieron, él puso un dedo en sus labios, y le pidió con gestos que se quedara. Le tomó unos momentos a la gata comprender, pero cuando asintió con la cabeza, él se dio la vuelta y se dirigió tras Miroku, dejando a Kirara atrás para proteger el campamento mientras él salía en búsqueda del miembro extraviado de su grupo.

No fue difícil atraparlo; Miroku no estaba tratando de huir, e incluso si lo hubiera estado, no podría haber ido muy lejos. InuYasha merodeó tras el monje, decidido a averiguar qué estaba pasando antes de intervenir; su shakujō estaba en una mano, pero la espada que probablemente había causado este problema estaba en la otra. Si Miroku realmente tenía la intención de sepultarla, como había prometido, entonces ¿por qué estaba llevándosela consigo ahora, en este clandestino viaje en medio de la noche? ¿Y por qué estaba fuera de su vaina?

Sin mencionar que el cuestionable algo en el aroma de Miroku se estaba volviendo más fuerte. Un gruñido creció en su garganta.

Era hora de que averiguara qué estaba pasando.

— ¡Oye, Miroku! ¿Algo anda mal? — Llamó casualmente, interrumpiendo el amortiguado silencio al salir a la luz, sacando inocentemente a Tessaiga y trotando para acercarse. En el momento en el que él habló, el monje se tensó, echando mano no al shakujō, sino a la espada, y cuando se dio la vuelta, hubo por una fracción de segundo, oscuridad en él. Algo en sus ojos simplemente no estaba del todo bien, tal como su aroma; algo que encarnaba a toda su persona, que hacía que InuYasha quisiera gruñir de nuevo.

Y entonces, se había ido.

— ¡Oh, InuYasha! — El monje respondió afablemente, como si no estuvieran en mitad de la noche y no estuviera alejándose de ellos sin razón alguna. — ¿Qué estás haciendo aquí?

— Podría preguntarte lo mismo, bonzo.

Miroku frunció el ceño inocentemente, aparentando no tener idea de que algo andaba mal.

— ¿Mmm? ¡Oh! Simplemente no podía dormir, es todo. Decidí adelantarme y enterrar a este tipo — le dio una palmada a la espada con una extraña familiaridad y sonrió de nuevo —. Mientras más pronto nos encarguemos, antes podremos volver a nuestra misión, ¿no, InuYasha?

Volvió a fruncir el ceño. Su aroma, la mirada en sus ojos, y ahora su acento… todo era simplemente raro. Y había sido desde que tomó esa cuchilla del extraño transeúnte que, ahora que lo pensaba bien, había señalado específicamente a Miroku, pidiendo que el monje tomara la cuchilla y la sepultara en su antigua aldea. Él no dio una razón convincente de porqué tenía que ser Miroku, tampoco; una historia triste sobre un yōkai que aún acechaba la aldea que había hecho que él se fuera- simplemente parecía muy insistente en que Miroku tomara la espada.

Los ojos de InuYasha se entrecerraron y miró el arma de nuevo.

Hay algo que no está bien con esa cosa.

Miroku dio otro paso hacia atrás, aparentemente quería alejarse de él tan rápido como fuera posible.

— Uno de nosotros, al menos, debería estar durmiendo, InuYasha — dijo, soltando una risita y haciendo un gesto de vuelta hacia el campamento —. ¡No te preocupes por mí, volveré en dos días!

Y, cuando el monje dio otro paso hacia atrás, InuYasha tuvo una idea.

— ¿Eh? Pero mañana es luna llena — señaló hacia el oscuro cielo sobre su cabeza, mirando cada movimiento de Miroku tan atentamente como podía —. ¡Es la única noche en la que soy humano, Miroku! No puedes irte ahora: ¡no habría nadie para proteger a Sango y Kagome si algo pasara!

1. Era seguro que Sango no necesitaba la protección de Miroku.

2. InuYasha preferiría cortarse la garganta antes que admitir que alguna vez no estuviera en condiciones de proteger a un humano.

Y, lo más importante de todo:

La luna llena no era su noche de transformación.

Así que, si le dijera tal cosa a Miroku, lo único que obtendría sería un bombardeo a la lógica y la confusión.

E InuYasha esperó conteniendo el aliento, con mucha tensión, listo para agarrar a Tessaiga ante la más mínima señal de que algo andaba mal.

Miroku hizo una pausa por un momento, mirando fijamente el suelo, presentando cambios que lo dejaban en blanco. Simplemente se quedó allí quieto, congelado por un instante, antes de que una falsa preocupación apareciera repentinamente y el monje sacudiera su cabeza en lo que probablemente se supondría que fuese una disculpa.

— Lo olvidé, InuYasha; perdóname. Por supuesto que volveré al campamento contigo ahora. La espada puede esperar; me quedaré y protegeré a las damas. Después de que te conviertas en un demonio nuevamente, me ocuparé de la espada.

Tessaiga fue desenvainada en un destello de luz ondulante, e InuYasha estaba sobre el monje antes de que él tuviera tiempo de hacer algo más que estremecerse.

— ¡¿Quién eres?! ¡¿Qué has hecho con Miroku?! — InuYasha apretó sus piernas más ceñidas alrededor de él cuando comenzó a luchar, manteniéndolo inmovilizado contra el suelo del bosque. — ¡Responde, yōkai!

— ¡¿Y-Yōkai?! — El tal llamado Miroku tartamudeó alarmado y volvió a golpearlo, tratando de escapar. — ¡Tú eres el único que está poseído! ¡Quítateme de encima, InuYash-!

— ¡Yo no me transformo con la luna llena bonz- yōkai! ¡El verdadero Miroku sabe eso! ¡Ríndete!

El hombre aún intentó por un momento, poniendo una fachada de flagante inocencia y confusión. Sus esfuerzos seguían siendo humanos, aunque demasiado débiles para prestarles algo de atención, nunca lo suficiente como para darle una oportunidad de escapar, e InuYasha simplemente seguía sujetando a Miroku contra el suelo y peleando. Echó un vistazo a la espada aún en el puño de Miroku y volvió a Tessaiga contra ella, preparado para balancearla de su mano. Esa espada era la causante de todo esto. No era tan estúpido como para tocarla- pero seguramente podría proporcionarle la suficiente fuerza para apartarla de su mano.

— ¡Comienza a hablar, yōkai! — Advirtió, sus ojos todavía oscilando entre Miroku y la espada. — O prepárate para perder un dedo o dos.

Y con esas palabras, la inocencia que aún se aferraba por unos desesperados momentos- entonces, se desvaneció.

InuYasha podría precisar el momento exacto en el que la luz en los ojos de Miroku desapareció y una sonrisa cruel creció en sus labios. La apariencia del monje se contorsionó, cambiando del humano alarmado a un escalofriante demonio confiado tan rápido que fue infalible, e InuYasha no pudo evitar apretar su puño tan fuerte que sus garras le sacaron sangre.

Miroku – o lo que fuera que estaba controlándolo, en este punto – simplemente inclinó su cabeza hacia un lado, al parecer completamente ignorante de la desventaja que tenía ahí, y rió tranquilamente, un espeluznante y victorioso sonido que hizo que InuYasha gruñera de nuevo.

— Estás muy en lo correcto, hanyō, al asumir que esta espada es la fuente de todos sus problemas — la voz comenzó como la de Miroku pero fluctuante, serpenteante entre el tono inocente del monje y una especie más profunda, más gutural de gruñido que no era nada menos que horripilante —. Sin embargo, es demasiado tarde para que tú simplemente me hagas ir. Residía en la espada al principio, sí; lástima que no se dieron cuenta de esto entonces- habrían tenido algún indicio de oportunidad — Miroku sonrió de nuevo, una oscura, perversa versión de la habitual traviesa sonrisa del monje —. Comencé a posesionar a tu hōshi en el momento en el que el resto de ustedes se fue a dormir. Puede que no tenga completo control todavía, pero… — Se interrumpió de nuevo y rió, una risa que no era para nada como Miroku, y la sonrisa se volvió salvaje. — Remover esta espada ahora es inútil. Por supuesto, hanyō, eres libre de intentarlo. Adelante. Dame uno o dos mandobles con esa Tessaiga. Es muy fácil para mí encontrar otro cuerpo- pero no creo que sea tan simple para un humano encontrar otra mano.

InuYasha palideció, mirando hacia Tessaiga con impotencia. Sin importar si el demonio estaba diciendo la verdad o no sobre quitarle la espada del puño de Miroku, Tessaiga no podría dar un golpe delicado. Iba a por todo, cada vez. Si balanceaba esa cosa ahora, era muy probable que arrancara por completo la mano de Miroku junto con la espada.

Maldiciendo, InuYasha se retiró- pero no soltó a Tessaiga. Este demonio quería provocarlo, paso a paso, para que lo dejara irse, porque no podría correr el riesgo de herir a Miroku. Bien, el bastardo no iba a salirse con la suya.

— Eres muy petulante y listo, ¿eh? — InuYasha gruñó, estirando sus garras. — Hanyō, hanyō, hanyō todo lo que quieras; aún estás en un cuerpo humano. No puedes levantar un dedo contra mí. ¡Kirara, Sango! ¡KIRARA! ¡SANGO! ¡RÁPIDO! ¡ES MIROKU!

Ahí, pensó, satisfecho. Esas últimas palabras deberían tener a Sango, por lo menos, corriendo, y a Kirara con ella. Casi seguro a Kagome y a Shippō también, pero lo que fuera que estaba en el cuerpo de Miroku sólo tenía un cuerpo humano que usar. No estarían en ningún peligro mientras él estuviese allí.

— ¿Oh? — El demonio se rió entre dientes, enarcando una ceja, completamente ignorante de su dilema. — ¿Llamando a humanos como refuerzos? Tch. Sólo de un hanyō.

InuYasha gruñó de nuevo, sus garras adoloridas por alcanzarlo y darle un puñetazo

— Tienes suerte de que no quiero que Miroku despierte con la cara rota, yōkai — rugió, y echó un vistazo con inquietud hacia la espada de nuevo.

Podía oír pasos ahora; por el lejano golpeteo sonaba como si Kirara estuviese llevando a todos, y él sonrió. Bien. Estarían ahí rápido.

— Eh, Miroku, ¿me escuchas? — Llamó, golpeando al insolente demonio en el oído. — Sacaremos a este tipo de ti en cuestión de segundos.

El entrecejo fruncido que se levantó fue feroz e inmediato, el gruñido que creció en la garganta de Miroku, no fue nada humano, sino completamente animal; demoniaco.

— Basura optimista — masculló, los ojos destellando —. ¿Crees que has ganado? Hanyō, esta batalla apenas comienza. — Enseñó los dientes, un gruñido crecía en su garganta otra vez- entonces exhaló.

Salió miasma.

¡Mierda! InuYasha inclinó su cabeza lejos del ataque, apartándose mientras aún mantenía agarre en Miroku, pero sólo pudo mantenerlo por unos segundos antes de tener que retirarse. El olor era nauseabundo y si inhalaba un poco más, perdería el conocimiento. Mejor estar consciente y alejado que inconsciente y sobre él.

El miasma era tan potente, que podría matar a un humano en un instante. Y sin embargo, el cuerpo de Miroku no había sido afectado en absoluto.

InuYasha maldijo cuando aterrizó e incluso entonces, retrocedió aún más, los ojos fijos en la oscura extensión de veneno en medio del claro. Esta no era una posesión habitual- había algo en ella que era diferente. Y diferente muy rara vez significaba algo bueno.

Observó, nervioso y tenso, como el demonio se levantó de la nube de miasma, nada más que una sombra en la venenosa niebla. El hecho de que estuviera alojado en un cuerpo humano parecía no generarle ninguna desventaja. Simplemente, blandió esa espada maldita un par de veces, el miasma aún escondía casi toda su figura, e InuYasha se agazapó, preparándose para saltar en el momento en que el miasma se dispersara. Escuchó a Kirara aterrizando detrás suyo y corriendo ligeramente, pero todavía no apartó la mirada de Miroku. O lo que fuera que había tomado al monje como huésped.

— ¡InuYasha! InuYasha, ¡¿qué está pasando?! ¿Ese es-? ¿¡Ese es hōshi–sama?! — Gritó Sango detrás de él, y por cómo sonaba, corriendo a toda velocidad con pánico. Él extendió un brazo para detenerla, evitando que corriera hacia Miroku- aún sin soltar su agarre de Tessaiga.

— No seas tonta. Ese no es Miroku, Sango — le advirtió, mirando con rabia la nube de miasma —. Me lo dijo él mismo. Está poseído.

— ¡¿Qué?!

Kagome, que se había unido a ellos por el otro lado, bajó su arco, los ojos abiertos en alarma.

— ¡¿Miroku–sama está-?!

InuYasha asintió con severidad, aún sin mirar a ninguno de ellos.

— No te arriesgues a usar tus flechas, Kagome. No quiero ni pensar en lo que podrían hacerle. Definitivamente, expulsarían al demonio, pero-

— Podría matarlo en el proceso. Por supuesto — Kagome dio un indeciso paso hacia atrás, aún contemplando el miasma, mientras que Sango sólo se acercó.

¡Hōshi–sama! — Gritó, acercándose de nuevo, descuidando por completo su propia seguridad. — ¡Hōshi–sama! ¡¿Puede oírme?!

El miasma no se dispersó, pero, lentamente, el monje comenzó a caminar fuera de él, abriéndose camino a través de la oscura nube como si no fuera nada más que polvo. Al fin emergió, caminando hasta las afueras de su defensa, medio cubierto por la oscuridad- sus ojos, sólo en Sango.

— Tú… — Murmuró, aparentando curiosidad, y levantó su espada, apuntando la oscura hoja a ella con un hábil movimiento. — Este cuerpo se enfadó cuando hablaste. Dime, hanyō. ¿Tiene tu querido hōshi cariño por esa humana?

InuYasha escuchó a Sango jadear tras él, y lo miró fijamente alarmado. Así que Miroku definitivamente estaba aún ahí, incluso a un nivel subconsciente. Aún tenían tiempo para traerlo- pero no tenía forma de saber qué tan rápido corría el tiempo.

— ¡Eso no es asunto tuyo, yōkai! — Exclamó de vuelta, entonces se giró hacia Sango, señalándole a la anonadada exterminadora hacia adelante. — ¡Sango, usa el Hiraikotsu! Tessaiga lo mataría, pero sólo necesitamos noquearlo, y luego encontrar a alguien que pueda hacer un exorcismo.

— ¿Un exorcismo? — El demonio arrastró las palabras con incredulidad, riéndose de todos ellos. — ¿Creen que ese tipo de magia insignificante funcionará en mí? ¿O un arma humana, si vamos al caso? ¡Ja! ¡Son libres de intentarlo!

Él abrió los brazos regodeándose, con suficiencia, e InuYasha se encontró a sí mismo deteniéndose de gruñir nuevamente mientras forzaba a la exterminadora que claramente estaba reacia, hacia adelante.

— ¡Vamos, Sango, es la única forma! A menos que quieras que use mi Kaze no Kiz-

— ¡Ya lo sé, InuYasha! — Gritó ella, pero sus ojos aún estaban fijos en el monje. Cerró sus ojos por un segundo, respirando fuerte, luego levantó el Hiraikotsu y se acercó. — ¡Hōshi–sama! Si puede escucharme- ¡Lo siento! ¡Pero tengo que hacer esto! ¡Hiraikotsu!

InuYasha sonrió, mirando como el arma giraba a través del aire, directo de cabeza hacia el monje. Sango había sido golpeada por su propio ataque antes y simplemente había sido incapacitada, no asesinada; con algo de suerte, obtendrían el mismo resultado aquí. Y si él lo bloqueaba- bueno, al menos tendrían alguna idea de su fuerza.

A pesar de su comentario de son libres de intentarlo, el demonio aún se movió para tratar de bloquear al Hiraikotsu, en cuclillas en su sitio y levantando su espada justo a tiempo para encontrarse con el boomerang en el aire. Aún fue golpeado con fuerza suficiente para obligarlo a deslizarse más que varios pies, el boomerang girando en contra de él y luchando por cortar la mortal espada. InuYasha lo contempló con asombro, cuando de hecho resistió el golpe, el Hiraikotsu llevándolo a tropezones hacia atrás, en un frenético intento de mantenerse erguido, claramente tomándolo por sorpresa por la fuerza detrás del golpe; incluso cuando al fin encontró el equilibrio, todavía gruño y luchó, esforzándose para enviar al boomerang de regreso y que no lo tumbara en el proceso.

Ningún humano debería haber tenido esa fuerza.

InuYasha se quedó mirando fijamente, tenso, observando con el aliento contenido la lucha entre el demonio y el Hiraikotsu- hasta que al fin, el boomerang se impuso, y Miroku fue enviado volando hacia atrás en una incontrolable sacudida de extremidades, para estrellarse contra un árbol. Cuando se deslizó hasta el suelo nuevamente y lo golpeó con un mudo thump, cayó y quedó tendido boca abajo, inmóvil, en la tierra.

Una vez más, ese golpe y caída eran algo que debería haber noqueado y dejado inconsciente a un humano- si es que no lo mataba. Se veía doloroso incluso para él, y sabía que si Miroku recibía un golpe así, habría quedado sin sentido e incapacitado por días.

La mirada en la cara de Sango decía que ella estaba pensando exactamente lo mismo que él- y sintiéndose mucho peor, por su participación en ello.

— ¿Hōshi… Hōshi–sama? — Croó, inmóvil.

InuYasha gruñó, esperando que la polvareda cayera y el demonio se levantara. Lo que fuera que esta cosa fuera, ya había probado haber perdido al menos algunas de las limitaciones de su forma humana. Si la resistencia física era una de esas cualidades…

¡Hōshi–sama!

— Sango, espera-

Pero fue demasiado tarde. Sango estaba corriendo directo hacia Miroku.

InuYasha maldijo, preparándose para saltar tras ella. El demonio había bloqueado bastante el impulso del Hiraikotsu antes de que lo golpeara; no había sido capaz de regresar a Sango y estaba tendido ahora, abandonado, en el pasto tras él- y su espada había sido abandonada en el campamento; ella estaba completamente indefensa-

Era una trampa.

¡Sango! — Gritó, lanzándose hacia adelante tan rápido como pudo, corriendo a toda velocidad para ponerse entre ella y Miroku antes de que fuera muy tarde. — Sango, detente, él-

InuYasha lo vio entonces. Una mínima contracción en la mano que sostenía la maldita espada, la mano alrededor de la empuñadura apretando casi imperceptiblemente- el movimiento tan minúsculo para ser visto por cualquier humano. Sango incluida.

Era demasiado tarde para quitar a Sango del camino. Todo lo que podía hacer era recibir el golpe por ella.

La espada maldita se deslizó limpiamente a través de la tela de las ratas de fuego, el tejido blindado apenas dándole una pausa. Su piel, más gruesa que la de cualquier humano, no fue capaz de detenerla tampoco; InuYasha contemplando con más desconcierto que dolor cómo la cuchilla perforaba directamente a través de su hombro con un rocío de oscura sangre. Cuando la sintió salir de su espalda, no pudo evitar soltar un corto, agónico grito de dolor.

Ningún humano normal debería tener la fuerza para cortarlo. Fuera lo que fuera la cosa que estaba en Miroku, se estaba volviendo más fuerte.

Escuchó a Kagome gritar detrás de él y Sango patinó para detenerse con horror; él se mantuvo firme, agarrando las manos que sostenían la espada en él y golpeando al demonio hacia atrás contra el árbol, moviéndose con él todo el tiempo.

— ¡Sango, retrocede! — Gruñó, sus garras clavándose tan profundo en los hombros de Miroku que desgarraron la piel y llegaron al tejido. — ¡Estoy bien! ¡Vete de aquí!

Miroku levantó su cabeza inclinada para revelar una mueca torcida, los ojos encendidos con odio, características a las que no estaba acostumbrado volviéndose tan oscuras y sanguinarias que apenas podría reconocerlo.

— ¡¿Quieres morir, hanyō?! — Le gruñó Miroku- y su voz, también, estaba muy fuera de lo normal, no sonaba para nada como la de su amigo. — ¡Deja de interferir! — Empujó la espada una pulgada más; las rodillas de InuYasha se doblaron pero se mantuvo firme, cada gota de sangre que salía de la herida sólo le daban más determinación.

— Si no dejas ir a Miroku, nunca escaparás de nosotros con vida — Siseó, aún de pie incluso cuando el monje trató de conducir la espada más profundo. InuYasha gruñó con dolor, el golpe forzándolo a arrodillarse pero no a retroceder. — Nunca te dejaremos escapar con él.

El demonio soltó una corta carcajada, la hoja negra en él temblando dolorosamente con el movimiento; InuYasha tuvo que pelear para no gritar.

— Oh, pero estaba decidido que ustedes me cazarían desde el momento en el que escogí a éste como mi objetivo. Aún me cazarían incluso si lo libero ahora mismo. Escucha esto, hanyō: este monje es mío. Y si tú no retrocedes y lo permites, entonces simplemente los enviaré a una tumba temprana.

InuYasha gruñó de nuevo, hirviendo de odio. Esta criatura frente a él no era para nada como el Miroku que él conocía, y le daban náuseas saber que esta cosa se había aferrado a Miroku y, si fuera a su manera, sólo lo usaría hasta que fuera descartado como una cáscara vacía.

No delante de mi maldita vista.

Con un grito, InuYasha llevó un pie alrededor para golpearlo contra las costillas del monje, mandando a Miroku con una voltereta hacia atrás, la cabeza sobre los talones- y llevándose la espada con él. Por fin libre del agarre de la maldita espada, InuYasha giró su hombro unas pocas veces hasta que, satisfecho, se volteó para encarar al monje que ahora estaba poniéndose de pie, mirándolo con ira.

— Miroku, ¿puedes oírme? — Gritó, esforzándose por llegar al monje que sabía que aún estaba consciente en alguna parte dentro. — ¡Miroku, te sacaremos de esto! ¡MIROKU!

El demonio se lanzó a sí mismo hacia adelante en eso, la hoja en alto nuevamente, y esta vez InuYasha estaba preparado para bloquearlo con Tessaiga. Tessaiga debería haber destruido cualquier hoja normal, pero esta resistió el golpe y regresó otro del mismo modo, dejando a los dos estallar en un baile rápido como un relámpago, de bloqueos e intentos de puñaladas. Miroku era más rápido de lo que había sido en batalla antes, los ojos violeta destellando con excitación mientras esquivaba a InuYasha, moviéndose en la lucha con una fluida gracia que era completamente diferente al estilo bruto del monje al aplastar atacantes con su báculo.

InuYasha simplemente jamás admitiría cuán difícilmente presionado se encontró a seguir el ritmo y maldijo en voz baja, luchando por mantener al demonio lejos de las chicas. Ahora estaba claro que este demonio era poderoso- él mismo lo había admitido, estaba aún en el periodo de transición entre una posesión prematura y el control completo, pero ¿ya era capaz de usar a Miroku a tal grado que podía mantenerlo a raya? Si no encontraban una forma de atraparlo pronto, a InuYasha le preocupaba que no pudieran tener la fuerza suficiente para detenerlo sin matarlo.

¡Todo lo que necesito es un simple Kaze no Kizu…!

Las dos espadas se encontraron en el aire de nuevo, colisionando con un sonido metálico, e InuYasha presionó aún más, esforzándose en romper la hoja maldita. La boca de Miroku se torció en una sonrisa fiera, los ojos brillando con sed de sangre, y todo lo que estaba tan mal en el rostro de Miroku lo hizo querer hundir a Tessaiga y partir al demonio por la mitad.

— ¡Miroku, aguanta! — Gruñó a través de los dientes apretados, comenzando a agitarse por el esfuerzo. — Casi… lo… tengo…

— ¡Le hablas a nadie, hanyō! — El demonio rió a carcajadas, y el empuje hacia atrás contra Tessaiga fue tan fuerte que casi lo hace perder el equilibrio. — ¡Tu hōshi se ha ido! ¡Cualquier voluntad que permanezca contra mí se está deteriorando, y cuando se haya ido, su alma será mía para devorarla! Tu-

¡Estás equivocado! — InuYasha le gritó en respuesta, y con una explosión de fuerza se lanzó a sí mismo hacia adelante, llevando a Miroku a caer sobre sus rodillas. Tessaiga tembló contra la espada maldita, luchando por partirla en dos. — ¡Miroku jamás se rendiría tan fácil! ¡Un pendejo como tú no es peor que su Kazaana!

El demonio gruñó pero no respondió, ahora toda su atención comprometida en pelear de vuelta contra Tessaiga. Estaba mortalmente silencioso ahora, el único sonido que emitía era su respiración irregular contra el metálico chatarreo de sus espadas, InuYasha luchando con todo lo que tenía para abatir al demonio que había tomado residencia dentro de su amigo mientras el cuerpo de Miroku rugía en un sonido completamente inhumano, los ojos aún destellando con auténtica ira.

Excepto…

InuYasha entrecerró los ojos, observando fijamente a la cara del demonio- de Miroku-. Los rasgos estaban presionados y tensos pero ya no se enfocaban en él- Miroku simplemente miraba a través más que a él ahora, viendo algún punto que InuYasha no podía ver. E incluso mientras InuYasha lo observaba con creciente inquietud, el demonio comenzó a balbucear por lo bajo, los hombros estremeciéndose con el esfuerzo.

— Imposible… te atreves a… te atreves… a resistir…

Y con eso, el cuerpo de Miroku continuó peleando, pero la oscuridad acechante tras sus ojos se desvaneció, la sed de sangre que tallaba cada rasgo cruel de su rostro se desintegró para mirar a InuYasha a los ojos, y habló de nuevo.

— Inu… Yasha…

InuYasha jadeó.

— C-c-c… InuYasha…

— ¡Miroku! — Gritó, tan atónito que casi suelta a Tessaiga. Se quedó mirándolo con sorpresa mientras el humano se sacudió debajo de él, increíblemente tenso y presionado pero definitivamente Miroku.

— Inu… Yasha… — Jadeó de nuevo, la voz luchando, un graznido muerto. — C-corre…

— ¡¿Correr?! ¡¿Estás loco, bonzo?! No me voy a ir hasta-

— Mia… s… m… miasm… a…

InuYasha comprendió en el momento exacto en el que el demonio tomó el control de nuevo, robando la luz otra vez de los ojos de Miroku en un cambio que físicamente era doloroso de ver, y se hizo hacia atrás justo a tiempo para evitar la explosión de miasma que se expandió desde la boca del monje y se propagó en el lugar que él había estado ocupando una milésima de segundo antes.

Maldiciendo por lo bajo, InuYasha se escabulló hacia atrás un poco, Tessaiga aún en su mano, y echó un vistazo rápido hacia atrás para ver a Kagome y Sango aún paradas y observando con sorpresa y horror.

— ¡Kagome, lárgate! — Le advirtió, volviéndose hacia la nube de miasma. — Miroku es mucho más fuerte ahora mismo de lo que lo había visto jamás. No podemos arriesgarnos con tus flechas sagradas, así que necesitas irte de aquí. No puedo protegerte ahora.

— Pero InuYasha…

¡Vete! — Gruñó, aún concentrado en la oscura y nebulosa forma que estaba seguro que era Miroku. — ¡Tú y Shippō, corran! Sango, prepárate. Está regresando.

La taijiya comenzó, ahora asintiendo, a moverse hacia su lado y preparándose para pelear. InuYasha esperó con ella, sólo respirando un poco más tranquilo cuando escuchó a Kagome tomar a Shippō y largarse de ahí- dejándolo sólo a él, a Sango y el demonio.

Aguanta ahí, Miroku, pensó, un gruñido brotando en un completo rugido oscuro. Vamos por ti.

Al fin, el demonio caminó desde la nube de miasma. Y estaba furioso.

— ¡¿Te atreves a resistirte a mí, asqueroso humano?! — Gritó- pero no a ellos. A sí mismo. — ¡¿Crees que tu interferencia hará que los perdone?! ¡Aplastaré tu alma y cuando lo haga, estas patéticas criaturas que no soportaron matar tu cuerpo, morirán contigo!

Eso fue suficiente para incentivar a Sango hacia delante, la taijiya agarrando el Hiraikotsu otra vez y estallando en una carrera a toda velocidad, preparándose para lanzarlo.

¡Hōshi–sama!

Los ojos del demonio destellaron y levantó la cabeza, mirando hacia ellos nuevamente en una ola de odio.

— ¡Tontos imprudentes! ¡¿Quieren terminar esto, no?! Entonces, permítanme probarlo- ¡la razón por la que elegí a este monje por sobre el resto!

Sango no se detuvo, e InuYasha comenzó a correr tras ella, mirando preocupado al demonio. ¿La razón por la que había elegido posesionar a Miroku? ¿Así que había seleccionado a Miroku específicamente? Eso no podía ser por nada bueno…

Y, en efecto, cuando el demonio comenzó a atacar, fue simplemente alzando la mano maldita de Miroku. Hundió violentamente la espada en el suelo, entonces levantó el otro brazo para liberar las cuentas sagradas que sellaban la maldición de Naraku.

La Kazaana.

Fue tras Miroku por su Kazaana.

Por fin, todo tenía sentido.

Demasiado tarde, por supuesto.

Sango patinó para detenerse al ver a Miroku e InuYasha se lanzó sobre ella, rodeándola con un brazo y enterrando a Tessaiga en el suelo como ancla con el otro. Ahora estaba doblemente contento de que Kagome hubiese sido enviada lejos y empujó a Sango hacia el suelo con él, usando la vaina de Tessaiga para crear una barrera. No podrían hacer mucho contra la Kazaana de Miroku, pero con suerte eso y Tessaiga como ancla los mantendrían abajo hasta que pudieran levantarse con algún otro plan.

Todo lo que le quedaba a InuYasha por hacer era observar, aún agachado en un merodeo amenazante, como el demonio levantaba el brazo hacia el rosario de Miroku y se preparaba para arrancarlo.

Y entonces, sus dedos tocaron en realidad las cuentas.

Hubo un brillante chisporroteo de luz, el olor a carne quemada- y, milagrosamente, el demonio tiró su mano hacia atrás, dejando la Kazaana cubierta. Él aulló de dolor, ahora agarrando la mano quemada con la sellada, chillando blasfemias a Miroku mientras InuYasha observaba, respirando pesado.

Por supuesto. Cuentas sagradas.

Miroku era sencillo en un montón de cosas, pero su báculo y el rosario eran dos cosas en las que no había escatimado en gastos. Las cuentas que envolvían su muñeca probablemente fueran las más poderosas, benditas que podría tener en sus manos, y probablemente él mismo había reforzado los conjuros. Sellaban el mal, la maldición nacida de un demonio en su mano, pero los humanos como Miroku, e incluso los medio demonios como él, serían capaces de tocarlas.

Y la presencia demoniaca en su interior no pudo.

Su Kazaana estaba sellada.

Él bajó la barrera, tirando a Tessaiga hacia arriba, alzándose sobre sus pies y preparándose para golpear.

— ¡¿Y ahora qué?! ¡Todo lo que tienes es miasma y si piensas que eso nos va a detener por mucho, eres un idiota!

Sango se movió para quedar junto a él también, el Hiraikotsu levantado. Estaba preparada para atacar también, e InuYasha miraba cuidadosamente como el demonio, aún frotándose la mano quemada, alzaba su vista hirviente para mirarlos con furia a ambos. Cogió el previamente abandonado shakujō, luego apuntó a InuYasha con él, enseñando los dientes con un gruñido.

— Tú. Hanyō. ¿Por qué peleas tan duro por este mortal? Ahora o dentro de cincuenta años, morirá. Nada de lo que hagas puede evitar eso. ¿Por qué gastas tu tiempo en mortales como estos?

InuYasha gruñó pero no respondió. No tenía sentido hacerlo. Sesshōmaru le había preguntado lo mismo muchas veces, en medio de golpes intercambiados a meras pulgadas de distancia de ser fatales. Hasta que un demonio de sangre completa tropezara con alguien como Rin con Sesshōmaru, simplemente no podrían entender el empuje que tenían hacia esas suaves, frágiles criaturas que eran de sangre caliente en la guerra y la pasión y morían demasiado pronto. Para demonios como este, Miroku, como humano, no era nada más que un peón. No había palabras que lo sacaran de su amigo, sólo actuar.

Cuando no respondió, el demonio sencillamente bajó su brazo y sacudió su cabeza divertido.

— Como sea. Escogen un montón de cosas en la vida; ¿quién soy yo para cuestionarlas, cierto? — Soltó una risita suave, un sonido escalofriante que no era para nada como Miroku. Entonces, levantó la espada negra hasta su garganta. — Estoy cansado de esta pelea. Te he superado cada vez que cruzamos nuestras espadas, y hacerlo de nuevo es una pérdida de mi tiempo. Si quieres valorar su vida por sobre la tuya, hanyō, entonces bien. No me ataques, o deslizaré esta espada y drenaré su sangre antes de que puedas alcanzarme. Tú. Taijiya. — Apuntó a Sango con su mano libre, la otra aún sosteniendo la cuchilla en la garganta de Miroku. — Vendrás conmigo, o tu preciado hōshi–sama morirá aquí y ahora.

— ¡¿Qu- Qué?!

InuYasha le gruñó, dando otro paso hacia adelante.

— No te muevas, Sango. Está bromeando. Sin Miroku, no tiene escapatoria.

El demonio se rió entre dientes- moviendo lentamente la cuchilla aún más cerca de su objetivo.

— Oh, pero me estás malinterpretando, hanyō. Sin esa Kazaana que lo vi usar, este cuerpo es inútil para mí. Tan importante como cualquier otro humano. Ahora no es más que un recipiente que me llevará a mi siguiente forma. Si quieres arriesgarte, por supuesto, estoy bromeando- por favor, hazlo. Esta sólo es la forma más conveniente para alcanzar mis deseos. Puedo simplemente hacerlo con la misma facilidad con él muerto. — Esperó por un segundo, Sango aún congelada, InuYasha aún mirándolo con horror. Cuando ninguno de los dos se movió, comenzó a deslizar la hoja negra- llevando piel y sangre con ella.

¡NO! ¡DETENTE!

El demonio hizo una pausa- la sangre todavía goteando del filo de su espada.

La sangre de Miroku.

El olor sólo enfureció a InuYasha, lo bastante para querer alcanzar al demonio y despedazarlo.

Sango caminó ahora frente a él, firme en su determinación. Arrojó el Hiraikotsu con un tronado certero y dio otro paso, las manos levantadas mostrando que estaba desarmada.

— ¡No lo lastimes! Lo prometo, iré contigo.

— ¡Sango! — ¡Maldita sea, Sango, estás haciendo justo lo que quiere-!

— Mantente fuera de esto, InuYasha — le advirtió, aún encarando sólo al demonio —. A menos que puedas ver otra forma de detenerlo de cortar su garganta- este es el único modo.

El demonio rió de nuevo pero no bajó la espada, todavía esperando que ella se uniera a él.

— Buena chica — él la persuadió, su oscura sonrisa expandiéndose, e InuYasha desesperadamente llegando a perder no sólo a uno, sino a dos de sus amigos.

— ¡Detente, bastardo! ¡Yo iré contigo, déjala a ella fuera de esto!

— ¿Tú? — El demonio se rió por lo bajo otra vez, lanzándole una rápida mirada divertido. — Lo siento, hanyō, pero tú no me eres de utilidad. Mi espada te inyectó miasma en la herida… te desmayarás pronto, de todos modos. ¿Qué, esperas que quiera un rehén que me lleve a cargar por ahí un peso muerto? — Se burló. — Taijiya, ¿tienes los pies congelados? Creo que el cuello de tu monje preferiría que te movieras más rápido.

Y, horrorizado, a InuYasha no le quedó más que hacer excepto quedarse ahí y observar con impotencia como la taijiya caminó, dándole la espalda, hacia el demonio. Cuando lo alcanzó, no le sorprendió para nada que la empuñadura de la espada cayera en su cabeza en un manchón negro, dejando a la taijiya caer como una roca. Pudo oler su sangre, y el gruñido creció, contenido, en su garganta sin servir de nada excepto para frustrarlo más, y cuando el cuerpo de Miroku se echó a Sango sobre su hombro como un saco de patatas y se fundió con ella de vuelta a la oscuridad del bosque de medianoche, se encontró queriendo gritar.

Miroku… Sango…

Cuando su cabeza golpeó el suelo, aún se encontraba estirando el brazo hacia ellos, en un desesperado intento final de traerlos de vuelta antes de que el miasma lo sobrepasara, y se desmayó.


Bueno, este proyecto lo tengo desde hace bastante tiempo. Por cuestiones de trabajo y la vida, no había podido decidirme a publicar el primer capítulo. La traducción está en proceso, pero el fic en sí está terminado. El original, si gustan pasar a leerlo, lleva el mismo nombre, Shadowed Soul (el link lo pueden encontrar en mi perfil). Nuevamente, quiero dar mis agradecimientos a la autora original.

Ranowa Hikura, hi, dear, I'm so sorry for the delay, I know I said that I'll publish it in february, but I had a couples of problems, so, excuse me. Finally, here it is, I hope you like it and, again, thank you very much for let me translate this. Hugs!

También quiero agradecer a Nuez, quien me animó a continuar la traducción luego de que la perdiera por completo junto con los datos de mi anterior pc, ¡gracias, linda!

Saludos a todos los que se pasen a leer, espero sus comentarios y apreciaciones al respecto con ansias.

Besos, nos leemos pronto~!

Yumi~