Capitulo 1: El encuentro
Eran las 11 de la noche. El silencio invadía las calles de Nai.
Nai era una ciudad tranquila, pequeña. Sus habitantes Vivian sus monótonas vidas ajenos a todo lo demás.
Nadie salía de noche si no era estrictamente necesario. El motivo era simple. Las criaturas de la noche acechaban a sus victimas en la oscuridad.
No cazaban humanos. De hecho, la guerra era entre licántropos y vampiros. Pero no era recomendable estar en la calle de noche.
Si una de esas criaturas te veía, no dudaría en tomarte como aperitivo. Y desde luego si te veías envuelto en una pelea entre ambas razas, tenías todos los números para morir.
Una chica caminaba por las oscuras calles. Procuraba confundirse con la noche y miraba constantemente a su alrededor.
Era consciente de que alguien la seguía. Y sus nervios crecían a cada paso que daba.
Pasados unos minutos vio por fin su casa. No era su intención estar de noche en la calle. Pero se le había pasado el tiempo y la noche la había sorprendido mientras volvía a casa.
Su casa estaba al otro lado de la calle. Pero llegar hasta ella suponía dejar el manto protector de los árboles y salir a una calle desierta donde cualquier criatura de la noche podía verla.
Aunque quedarse donde estaba no era una opción.
Reunió valor y salió corriendo. Cuando apenas le faltaban dos metros para llegar a su puerta un hombre le barro el paso.
- Vaya, vaya – dijo el hombre – ¿Qué tenemos aquí? Pero si es una niña asustada.
- Yo…
- No te molestes pequeña – dijo el hombre – esta noche no hay vampiros por aquí. Así que serás mi cena. Esto no habría ocurrido si hubieses estado en tu casa.
- Eso no es justo – dijo la chica – estoy en mi casa. De hecho ¡estas justo delante de mi jodida puerta!
- ¿Y eso que? – dijo el hombre sorprendido por la respuesta – oye niña. Que esto no es un juego.
- Niña lo será tu madre – dijo la chica furiosa – joder. Quieres dejarme hablar. Te plantas en mi camino. Me dices que soy tu cena y te quedas tan ancho. ¿Es que no ves el símbolo en la puerta?
- ¿Qué? – el hombre se volvió para mirar la puerta. En ella había una triqueta negra. Ese era el símbolo de las brujas. Los humanos no lo sabían, pero las brujas marcaban sus casas como advertencia a las criaturas de la noche - ¿Eres una bruja? Eres demasiado joven como para ser un peligro.
- Oye – dijo la chica – las brujas somos neutrales. No ayudamos ni a vampiros ni a hombres lobo. Pero si no me dejas pasar le haré un favor a los vampiros y me cargare a un licántropo ¿estamos?
- Pero tu no has respetado el pacto – dijo el hombre – hace siglos que se pacto que vampiros y licántropos dejaríamos en paz las casas y que las brujas al igual que el resto de humanos no saldrían de noche. Pero tu estas en la calle de noche así que…
- Déjala – dijo una mujer que acababa de aparecer de la nada.
- Pero Eon – protesto el hombre.
- Pero nada. Una vez fue mi hija. Así que por esta noche la dejaremos. – la mujer miro a la chica – pero si esto vuelve a suceder. No pienso salvarte. Puedes considerar mi deuda pagada.
- ¿Deuda? – pregunto el hombre.
- Ya te he dicho que una vez fue mi hija. Cuando me mordieron ella me salvo la vida. No era lo que ella quería estoy segura. Porque ahora soy un licántropo. Pero aun así me salvo así que esta se la debía.
- Pero yo – dijo el hombre cogiendo el brazo de la chica – no le debo nada.
- Eon – dijo la chica - ¿quieres saldar tu deuda? Mátale.
- ¿Qué? – pregunto Eon sorprendida.
- Exijo su vida. Yo te salve la tuya. Ahora exijo la suya para dar la deuda por pagada.
- Ya he pagado mi deuda – dijo Eon.
- No lo has hecho – dijo la chica – podía matarle sin problemas y lo sabes. ¡Ahora exijo su vida! No quiero perder mi neutralidad. ¡Mátale!
- De acuerdo – dicho esto Eon se lanzo a por aquel lobo y le corto la cabeza con sus afiladas uñas. El hombre se desplomo en apenas 30 segundos – puedes considerar mi deuda saldada.
- Bien – dijo la chica. Pasó frente a Eon y abrió la puerta de su casa. Justo antes de cerrarla se volvió y hablo hacia la nada – Olvida mi nombre. Olvida que existo. Ahora la noche es tu hogar y los licántropos tu familia.
La chica cerró la puerta y se deslizo hasta el suelo.
Tardo unos minutos en volver a levantarse.
Dejo las llaves en el mueble de la entrada. Colgó su chaqueta en el perchero y dejo su bolso en el suelo.
Fue directa a la sala de estar. Se acerco a la persiana del balcón y la levanto.
Casi se desmaya cuando al otro lado del cristal vio a ese hombre. Era evidente que se trataba de un vampiro. Y estaba allí. Mirándola con esos ojos.
- Hola – dijo el vampiro.
- Hola – dijo la chica en un tono gélido.
- Necesito tu ayuda – dijo el vampiro.
- Pues te jodes – dijo la chica – no pienso ayudar a ninguno de los dos bandos. Como bruja, permaneceré neutra.
- Gatita – dijo el vampiro – me lo debes. Tu código de honor te obliga.
- ¿de veras? – Dijo la chica cansada - ¿y eso porque?
- Porque me ataco un lobo al que tú salvaste – dijo el vampiro impasible – tú la salvaste de la muerte. La ayudaste a vivir. Y por tanto eres culpable.
- Joder. ¿es que nunca voy a librarme de ella? – la chica se dirigió a su cómoda y saco de ella una daga. Era un cuchillo de caza mágico. – escúchame bien. Si haces un gesto que no me guste. Si me miras más de lo necesario. Si pienso por un solo segundo que vas a hacer algo inconveniente… te mataré.
- Lo entiendo – dijo el vampiro.
- Muy bien – dijo la chica – dime tu nombre.
- ¿mi nombre? – preguntó el vampiro.
- Vamos, no te hagas el idiota – dijo la chica – esto es una daga mágica. Si se tu nombre, puedo matarte sin tener que moverme.
- Te gustan los seguros – dijo el vampiro – muy bien. Me llamo Alex Daimond.
- Bien Alex Daimond. Pasa – el vampiro entro en la casa – siéntate.
- ¿Y tú? – Pregunto Alex - ¿tienes nombre?
- No veo para que lo necesitas – la chica miro detenidamente al vampiro. Era más alto que ella. Debía medir un metro 80 tranquilamente. Estaba muy bien musculado. Y para ser un vampiro tenía un tono de piel dorado natural muy… interesante. Sus facciones eran duras pero amables. Tenia el pelo corto y de un negro brillante muy bonito. Sus labios eran carnosos, apetecibles. Y sus ojos… esos ojos parecían poder leerte la mente. Te atraían de esa forma mágica. – pero me llamo Neko Sawara.
- Bonito nombre.
- Bien Alex. ¿Qué debo curarte? – preguntó Neko
- Esto – dijo Alex mostrando su brazo. Tenía un colmillo de lobo clavado. – si me quito el colmillo la infección se extenderá y moriré. No puedo ser transformado dos veces.
- Bien iré por algunas cosas. Espera aquí.
- Claro – Alex observó a Neko. Era alta. Debía medir un metro 75. Tenía un cuerpo casi perfecto con esa forma de guitarra tan bonita. Su pecho era voluminoso. Llevaba puestos unos pantalones de cuero muy ajustados y una camisa negra anudada por encima del ombligo. Los botones estaban abrochados de forma que no veías nada pero lo imaginabas todo. Lucia una larga melena. Alex calculo que debía llegar hasta media espalda tranquilamente. Lo llevaba atado y de ese color negro azulado tan brillante. Esa larga melena negra como el carbón y brillante como la noche parecía el pelo de un gato. Sus facciones eran suaves. Pero bien marcadas. Y sus ojos, esos ojos intrigaban mucho al vampiro. Eran de un color verde casi fluorescente. Y sus pupilas eran ovaladas como las de un gato. Neko volvió hacia el con una esfera de cristal en la mano.
- Bien – dijo Neko agarrando el colmillo – esto te dolerá – arranco el colmillo y Alex gimió de dolor. La chica contuvo la hemorragia y extrajo la sangre de lobo encerrándola en la bola de cristal. Se dirijo a la ventana y arrojo la bola.
- Joder – dijo Alex levantándose. Arrincono a Neko contra la pared y olio su perfume. No llevaba colonia alguna. Pero su olor era salvaje. Al vampiro no le costo mucho imaginarse arrancándole la ropa. No deseaba morderla. Más bien poseerla. Sintió como la chica temblaba por la proximidad. No era miedo. Más bien deseo. Alex se acerco a su oreja y le susurro – la delicadeza no es lo tuyo.
- Hmp – al contrario de lo que Alex creía, Neko le empujo. Le aparto de ella sin miramientos. Y le dirijo la mirada más fría que el vampiro había visto – ya he saldado mi deuda. Ahora vete.
- ¿Seguro? – preguntó Alex juguetón.
- Segurísimo lárgate y no vuelvas. La próxima vez te mataré.
- Joder – dijo Alex – podrías ser una vampira ¿sabes? Ya eres como el hielo.
- No es cierto – dijo Neko acercándose peligrosamente a Alex. Le acaricio el cuello con la lengua y mordió su lóbulo. Entonces le susurro – Puedo ser puro fuego. Pero tú nunca lo sabrás.
- ¿A no? – Alex se acerco para besarla pero la chica le empujo impidiendo el contacto.
- Largo – dijo Neko señalando la puerta.
- Tú te lo pierdes – dijo Alex. Acto seguido salió por la puerta.
Neko se fue a su habitación y puso el pijama. Con su camisón se veían perfectamente sus tatuajes. Llevaba uno en el hombro derecho. Una media luna con dos ojos de gato. Otro el tobillo izquierdo. Una triqueta. Y por ultimo uno en la nuca. Era una frase elfíca que significaba "el poder de la muerte".
La chica se metió en la cama. Necesitaba descansar.
