Hi! Aquí Kana
La verdad soy de escribir shot, casi no le voy a más de un capítulo cuando los personajes son míos pero, siempre hay una primera vez y esto fue obra de Sebas XD es tan sensual que no pude evitar querer escribir este fanfic.
Espero sus opiniones con respecto a las ideas (y perversidades) que soy capaz de hacer.
Derechos: Los personajes son enteramente de YANA TOBOSO.
Ese mayordomo, es bueno instruyendo
Capítulo I: En el día. Ese mayordomo no es requerido.
Por enésima vez había tratado de beber el té pero las palabras que desataba aquella boca eran suficientemente raras como para quitarle hasta las ganas.
El ojiazul pasó la mirada en la mujer de rojo, por sus adentros se preguntaba ¿cómo rayos aquella era una doctora? Y aún más ¿cómo podía ser tan sinvergüenza?
A veces por los pensamientos de Ciel vagaba la idea (por decirlo así, pues de vaga era casi nada, era demasiado recurrente) bueno, el punto es que pasaba aquella idea de que quizás no eran familia.
Es decir, nunca se sabe, era tan común en esa época tener niños adoptados y demás. Tal vez ella era el caso, aunque una pequeña investigación (hecha por su mayordomo) le había confirmado que (para su infortunio) no era así, y efectivamente, parte de la sangre de aquella Madam corría por sus venas.
Dejó de beber de aquella taza, el té estaba entibiándose, comenzaba a molestarle que aquella plática no fuera a nada.
Para colmo, y acabar de llenar de males, el chino se había unido, la pregunta inquietante en la cabeza del pequeño Conde era si acaso aquel extranjero sabía de qué hablaban.
- Sin duda el Conde tiene muchas cosas que pensar, sólo recuerde que se atraen más moscas con miel que con vinagre –mencionó el moreno con suavidad su mano se sacudió con suma delicadeza en el aire imitando el vuelo de una mariposa, fumó una bocanada de humo y soltó otro tanto
- Rau, te he dicho claramente que no traigas a la mansión esa porquería –expresó por quinta vez en el día pero parecía que al otro le daba igual pues simplemente sonreía, se disculpaba y continuaba fumando
- ¿Ciel, piensas hacer algo al respecto? –tomó asiento la mujer notando que el chiquillo se había mantenido al margen de la conversación cuando fue por él que se reunieron
- Sacarlo de la mansión –dijo por fin bebiendo un poco de té (ya frío por cierto)
- No, cariño, hablo de tu duda sobre XXXX –automáticamente esa palabra fue bloqueada por los oídos del ojiazul
Soltó un suspiro, nunca le había gustado mezclarse con personas tan vulgares (dícese de su tía, Rau y el shinigami rojo).
- Madam Red, te llamé para eso precisamente –por su boca casi salía el "sino, ni pensaba llamarte" pero omitió ese punto- explícame, cómo se se… se… -su mirada azul se desvió a un lado mientras el sonrojo aumentaba en sus mejillas
- Seduce –dijo sin titubeos el moreno acariciando la pierna expuesta de su hermana
- ¡NO LO DIGAS ASÍ! –expresó con efusividad el chico parándose repentinamente, tomó nuevamente asiento y prosiguió- lo que dijo él –sacudió la mano delante del otro señalándolo
- Seducir, ¿eh? Bueno quizás ya estás en esa edad… -la pelirroja abrió su abanico pensativa ¿estaba en esa edad? Bueno tenía 12 años, casi 13… los niños crecían más rápido
- Y a todo esto, ¿a quién piensa seducir el Conde? –cuestionó aprovechando el notable silencio en la habitación
- ¿Has estado hablando sin razón alguna? –sacudió la mujer más su abanico
- …. –como esperaba, Rau no tenía ni idea de qué hablaba sólo seguía el cauce del río- Agh, no quiero volver a tocar el punto de inicio –afirmó Ciel dejando su taza a un lado
- Yo te lo diré entonces –soltó un suspiro y comenzó a relatar lo que su pequeño sobrino le había contado desde el principio…
Ya había terminado de beber su té y sonó la pequeña campana, no tardó en minutos en que llegó el moreno.
- ¿Has recibido noticias de la Reina?
- No –respondió suave recogiendo las vasija- aunque hace unos momentos llegó una invitación para un baile
- ¿Un baile? –alzó la mirada y luego volvió a bajarla- manda una carta disculpándome por la ausencia
- ¿Otra vez? –le miró fijamente- Se ha negado a ir a los bailes a sabiendas que sabe bailar, luego de mí la institutriz le enseñó debidamente así que ¿cuál es el pretexto esta vez?
- No hay ningún pretexto, simplemente no quiero ir, estoy en una etapa de rebeldía –explicó escondiéndose tras el periódico
- ¿Rebeldía, dice? –bajó el periódico poniendo al mano en el papel-¿quiere que ponga eso en la carta?
- ¿Eres idiota? Claro que no, pon algo como que tengo una reunión o algo por estilo, simplemente no quiero ir
- Quizás el joven amo, es tímido, quién lo diría –murmuró dejando que le escuche, la sonrisa del demonio era la cosa que menos le agradaba a Ciel (y eso que no le agradaban muchas cosas), sabía perfectamente que se estaba burlando de él
- ¡Cállate! No es eso, simplemente no quiero ir –giró el rostro a un lado haciendo un leve puchero
- Jo, que persona más lindamente tímida resulta –volvió a burlar, el mayordomo sabía de donde tirar para que el pequeño cediera
- Maldito, te digo que no es eso –su ojo azul se fijó en el mayor
- Entonces ¿qué es? –imperó
- … -pasó la mirada a un lado para no verle si no decía la verdad ese otro sin duda seguiría dándole comentarios burlones hasta que la soltara- no me gusta bailar
- ¿Y eso?
- Y sabes, todos te miran cuando bailas…
- Ajá…-bien, ese punto lo entendía ¿y?
- …
- Amo, por curiosidad, ¿le apena? –el peliazul se encogió de hombros dando un respingo, oh, así que era eso- Sabe, si le da vergüenza esto le será difícil casarse, más aún, conseguir pareja ni siquiera se verá posible…
- Ya tengo prometida, así que da igual lo demás, ve y disculpa mi inasistencia
- ¿Prometida, dice? ¿Qué le asegura eso? Ella podría en unos años morir o peor aún, encontrar a alguien más… si usted no llega a ser un hombre de verdad y sigue comportándose como un chiquillo ella podría irse –comentaba sin consideración, es más, sin el mínimo respeto- ¿acaso le da tanta vergüenza porque es un chiquillo?
- ¡Te ordeno que te calles! –miró enojado, sabía el otro perfectamente cuanto odiaba que le dijeran "chiquillo" o sus derivados
El mayordomo tomó la mandíbula del peliazul y se inclinó dejando sus labios casi al roce. Aquellos ojos rojos se posaron en una total atención al brillo zafiro.
- ¿Sabes lo que estás haciendo? Tratándome así siendo tu amo, Sebastian… si tan convencido estás de que soy un chiquillo no sabría sobre el sexo ni nada vinculado, los mocosos son los que no saben de esas cosas… -dijo firme, no cedería ni una milésima de distancia de esos labios, ¡era de él no retroceder!
- Me sorprende que sepa de sexo –susurró el otro dejando que cada palabra soltara parte de su aliento cálido rozando los labios ajenos- ahora bien, ¿sabe qué es esto? –y sin más acercó la boca a la oreja del menor, su lengua acarició aquella curvatura penetrándole con tranquilidad
El pequeño soltó un suave gemido, su boca se entreabrió temblorosa y un rojizo coloreó sus mejillas. La lengua del demonio se movía de una forma extraña en él provocándole una suave sacudida la cual sintió perfectamente el demonio soltándole.
Se acomodó el uniforme negro y sonriendo ampliamente continuó.
- Creo que no lo sabe ¿cierto? Es porque aún no tiene experiencia, joven amo, y la adquirirá yendo a esta clase de eventos –sacó la invitación y la dejó en el escritorio- con su permiso, debo atender otras labores –dijo llevándose la bandeja con la vasija
El niño atónito posó la mano en la oreja ¡¿Qué demonios había pasado que se puso así?!
- Ah, el mayordomo hizo de las suyas
- Para ser más preciso… -soltó un suspiro acomodándose en el sillón- me dejó con muchas dudas, no sé bien si lo hizo por eso o para burlarse, aunque viniendo de él sería hasta por ambas cosas
- Lo importante es que mi sobrino está llegando a "esa edad", yo siendo su tía y sobretodo, una doctora reconocida, debo ayudarle resolviendo sus dudas… -vaya altivez que mostraba la mujer en cada palabra, el rostro echado levemente hacia atrás y el abanico aumentado su velocidad imitando a ráfagas de viento pasar
Ciel comenzaba a cansarse, y avergonzarse ¿cuántos se tendrían que enterar de "su mal"?
- ¿Y por qué no vas a donde el mayordomo y resuelve todo esto, Conde? –buena pregunta, y tan sencilla de decir pero no de hacer, el pequeño frunció el ceño soltando un chasquido de lengua tan característico, Rau comprendió, eso no era curiosidad simplemente odiaba perder ante el juego que el otro ya había comenzado- Comprendo –rió suave- entonces vayamos a los modos de resolverlo…
- El mejor modo por el cual un hombre cae ante una mujer es cuando esta lo seduce… -explicaba la pelirroja
- El arte de seducir ha pasado desde tiempos remotos y por diferentes culturas –añadió el chino
- Y efectivamente la mejor manera de hacerlo es estando en los zapatos del otro…
Agh, habían comenzado (otra vez) con sus ideas en cadena ¿quién los entendía? Sólo hablaban y hablaban… no se detenían ¿Cuánta saliva le habían dicho que la boca producía por segundo? Debió prestar mayor atención al demonio, aunque tampoco le interesaba. Miró la taza, se había acabado su té… era verdad, Sebastian no había vuelto a ingresar a la habitación desde que acompañó a Rau ¿Qué estaría haciendo en esos momentos? Debería estar allí a su lado sirviéndole más té… Claro, él lo había sacado pero no por eso debía ser tan negligente en su trabajo ¿qué acaso eso no ensuciaba su nombre como mayordomo de la familia?
- Seducir es igual a mujer y mujer es igual a seducir…
- Por tanto si te pones en el lugar de la mujer podrás comprender los puntos fuertes para seducir…
- Así que tiene que volverse una mujer –acabó resumiendo el moreno esbozando una tranquila sonrisa
¿Eh?
La mirada de Ciel, que hasta ese momento estaba remotamente perdida junto con sus pensamientos regresó a donde el problema comenzaba a surgir… ¿qué car… había dicho?
- ¿D… De qué hablas? –titubeó el niño
- De que llamaremos a la señorita Hopkins para hacerte un nuevo vestido –la mujer se puso de pie
- ¡¿QUÉ?! ¡NO RECUERDO HABER DADO MI CONSENTIMIENTO PARA ESO!
- Es en pro al conocimiento, Ciel –explicó (se excusó) la doctora tocando la campana
- Esp… Espera, no, te digo que odio esa idea –decía desesperado, y es que no era sólo porque en esa ocasión tuvo que ponerse ese traje entallado al torso sino también por las clases de enseñanza exhaustiva que su tía y el mayordomo le habían dado, todo eso sumado al detestable tacto del Vizconde, las pesadillas le atormentaron cada noche a partir de ese día, mismo mal sueño donde era perseguido (cortejado y manoseado) por el rubio Druittl
- ¿Llamó? –preguntó el moreno entrando con un carrito abastecido de aperitivos y más té. "Claro, ahora si es eficaz" pensó el chiquillo tomando asiento.
- Sebastian, llama a Nina –explicó la tía, se sentó y dejó al otro servir- tenemos mucho trabajo
- ¿Trabajo? –vaya, de algo se había perdido y todo por culpa de la ineptitud de sus "ayudantes"
- Es algo que no te incumbe –dijo serio el ojiazul llevando la taza a sus labios, por fin podía beber un poco
El ojo-rojos entrecerró la mirada llevándola a donde el chico, algo pasaba y podía intuir suspicazmente que tenía que ver con él. Sirvió más té a los invitados y sigilosamente se acercó al peliazul, se inclinó y ocultó con la mano una risilla de sus labios-cuervo susurrando luego: Aprenda debidamente, joven amo.
Ciel se paralizó, ¿cómo demonios lo sabía? Giró el rostro encontrándose con esa maldita sonrisa socarrona. El olor de ese aliento fuego, aún podía sentir la lengua acariciándole y ya habían pasado varios días desde eso. Sebastian abrió los ojos dejándolos fijos en el chico quien estaba sorprendido, por la tez se deslizaba una gota de sudor, que divertido era ponerlo en tal estado. Sacó un pañuelo y secó la mejilla por donde se deslizaba aquella evidencia de nerviosismo y sonrió aún más.
- Entonces eso es todo, llamaré enseguida a la señorita Nina Hopkins si necesitan algo –se reincorporó cínico guardándose el pañuelo- no duden en llamar, estoy para servirles –se inclinó educadamente llevándose el carrito con los platos vacíos dejando en aquella habitación a tres invitados ingenuos de lo que el mayordomo le había dicho a su amo para dejarlo tan pálido
- Cariño, ¿estás bien? –cuestionó la mujer viéndolo tan estático
- … -Rau se quedó unos segundos mirándole y automáticamente la idea cayó "ah, era eso" pensó por sus adentros golpeando la pipa dejando caer las sobras en el cenicero- Conde, creo que mientras esperamos debemos comenzar a ensayar algo
El niño apenas podía poner atención ¿Qué le pasaba? ¿Por qué el mayordomo se estaba comportando de ese modo? Y peor aún ¿Por qué él mismo estaba respondiendo de esa otra manera?
- ¿Ciel? –le llamó su tía reposándole la mano en el hombro, finalmente giró el rostro que estaba perdido por donde el demonio se había ido- ¿Te encuentras bien?
- Ah… -fue su respuesta bebiendo un poco de té, debía despejarse un poco- volviendo al asunto –lo había pensado quizás por unos segundos pero no encontraba hasta ahora un mejor modo de resolverlo- comenzaremos con esta estrategia –debía ganarle, debía demostrarle al demonio quien era el amo allí
"Hnm…" fue el murmuro de esos labios mientras rebanaba la zanahoria, su amo estaba actuando raro ¿desde hace cuánto cada acercamiento teñía sus mejillas? Levantó la mirada pensativo dejando los utensilios, posó la mano bajo la mandíbula. Quizás se había pasado un poco con ese "método". Aunque tampoco había que ser tan exagerado, sólo había sido una lamida. Sonrió.
Le había encantado. Aquel pequeño cuerpo reaccionando tan inocentemente ante el acto impudoroso. Los labios entreabiertos ansiando algo más, temblaron tan bellamente.
Sebastian pasó el pulgar e índice sobre su propio labio inferior, algo en él se había despertado cuando le lamió. Algo que había contenido desde la primera vez que lo vio tras los barrotes de la jaula. Cerró los ojos, en la ensoñación probaba esos labios, esa saliva endulzada y los dientes tan agriamente reacios. Su amo era lo más puro que alguna vez tuvo cerca. Un alma llena de luz pero envuelta en total tiniebla, desesperación. Quería probarla. Quería probar más que esa alma, quería saborear cada esencia que Ciel Phantomhive podía darle.
Dejó su trabajo yendo a la puerta. Algo que caracterizaba a aquella mujer era su eficiencia, sino jamás hubiera dejado que se acerque a menos de un metro de su amo. Nina Hopkins era una humana apasionada en lo que hacía. Abrió la puerta principal y la nombrada apareció con enorme equipaje. Sebastian soltó un suspiro imperceptible para ella, fingió una sonrisa, aquella que siempre le ayudaba en esos casos.
- Buenos días, señorita Nina Hopkins, el joven amo la está esperando –explicó abriéndole paso y cerrando tras ella la puerta, tomó el maletero sintiendo el funesto peso ¿cómo esa humana podía cargar con eso? Claro, a él no le costaba trabajo pero… ah, en fin- Por aquí –interrumpió sus propios pensamientos acompañándola a donde su amo y los invitados estaban
- Ow, el joven Ciel quiere un nuevo traje, he estado diseñando con las telas más delicadas e importadas, todo está en mi pequeño maletín –"¿a eso le llamaba pequeño?" pensó el demonio- y bueno, en esta ocasión ¿será para alguna fiesta, reunión, evento? –cuestionaba entusiasmada mirando cada puerta tenía tantas ansias de comenzar a desnudar el cuerpo del chiquillo y hacerlo suyo (en el buen sentido de la palabra, claro).
- Me disculpará, pero quien le llamó para ser más precisos fue la Madam, creo que desea le haga un traje para un "proyecto"
- ¿Un proyecto? –la mujer le miró de reojo curiosa esperando que el mayordomo le diera más información
- Jo, siento decirle que tampoco estoy muy informado de eso –sonrió ampliamente cerrando los ojos, la diseñadora volteó nuevamente la mirada a su camino- Aquí es –dijo el moreno deteniéndose y abriendo la puerta presenciando la escena más extraña (que hasta esos momentos) había visto- Joven amo –esbozó una forzosa sonrisa teniendo una vena hinchada, bueno, para ser sinceros nunca pensó que su pequeño contratista llegaría a "ese punto"
- Sé… Sé como explicarlo –fueron las palabras que invadieron la boca del niño estando aún entre ambos chinos, una posición nada agradable para la vista de su mayordomo
1, 2, 3, suspiro interno… El demonio se acercó a su amo y tomándole de las axilas lo levantó quitándolo de encima. Su sonrisa seguía puesta.
- Vaya, vaya, no sé si debí haber llamado antes de entrar para evitarle esta situación tan "bochornosa" –dijo con énfasis a lo último, lo dejó con los pies en el piso- Como decía, la señorita Hopkins se encuentra aquí –se hizo un lado dejando ver a la (encantada y fascinada) mujer, a la cual, los ojos le brillaban con intensidad y las mejillas rojas de la excitación, habían llamado a algo problemático, muy problemático… Cosa que le alegraba, quizás estando ella habría suficiente castigo hacia su amo por estar haciendo "tales" escenas- Con su permiso, me retiro a mis deberes –dijo inclinándose con respeto y saliendo de la habitación
Ciel apuró el paso tras el mayordomo debía explicarle… ¿Debía? ¿Por qué debía?
- Espera, Sebastian –llamó estando tras él, ambos se encontraban solos en el pasillo
- ¿Se le ofrece algo más? –cuestionó el moreno aún con esa sonrisa
- … -detestaba esa sonrisa hipócrita- Lo que viste no fue lo que piensas
- ¿Importa mucho lo que piense? Sólo soy su mayordomo, my Lord –expresó fríamente sonriendo
- ¡No! Claro que no importa pero aún así… –esquivó la mirada del ojo-rojos– Como Señor de la casa debo evitar que mi servidumbre malinterprete estos actos, los rumores inician siempre desde adentro –cruzó sus brazos- así que lo que viste no es lo que piensas
Pequeño mocoso, sin duda era tan molesto, creyendo que con esas simples palabras podría convencerlo. Se inclinó hacia ese rostro y tomó el mentón con los dedos haciendo que gire el rostro hacia él. Fijó los ojos en aquel azul zafiro y susurró.
- De verdad que usted no se da cuenta, joven amo –lamió el labio inferior del niño pasando la mano por el pecho sobre esas telas negras, llevó la mano hasta donde se encontraba el comienzo de los pantalones y metió la camisa- como verá, las manos largas de Rau habían comenzado a andar sobre usted, sin duda es muy ingenuo –dijo cerrando los ojos acomodándole las ropas, ¿cómo la excéntrica mujer había dejado a su sobrino ser manoseado?- llego un poco más tarde y lo desvir… violan –corrigió- Tenga cuidado –se reincorporó- con su permiso, debo vigilar algunas cosas –expresó alejándose
Bien… algo le había dejado estático y ¡ni él sabía qué era! ¿Fue el acto de su mayordomo (la lamida), las manos acomodándole las ropas (acariciándole el cuerpo) o las palabras tan certeras? Llevó la mano al labio, la saliva, el calor… ese maldito demonio lo estaba acorralando y él no sabía como salirse de ese posible Jaque Mate.
