Un punto de partida
Siempre había odiado ser hijo del jefe, tener tantas cosas que hacer todos los días, revisar que su pueblo estuviera conforme y mantener la imagen ejemplar para el resto; era simplemente agotador.
Nunca tuvo realmente privilegios por ser hijo del jefe, entreno con el resto de sus amigos, tenía que cumplir con una jornada al igual que cualquier hombre adulto y vivía en una casa junto al resto de su pueblo, la única diferencia era no podía negarse a hacerlo. Su padre quería que fuera y ayudara a los ancianos, tenía que ir no podía replicar al respecto o venia la charla de "Pronto serás e jefe y tienes que saber y reconocer todo lo que existe en nuestra aldea".
Por sus obligaciones no tenía tiempo libre y tiempo libre significaba en su pueblo tiempo de tener amigos. Tampoco podía enamorarse pues con su estilo de vida no existiría mujer que quisiera ser cortejada por no más de cinco minutos. Nunca obtuvo beneficios por ser el hijo del jefe, hasta que el la vio.
Su pueblo era uno muy antiguo, con muchas costumbres extrañas y creencias que solo se pueden hablar en el templo. A los pies de una montaña, rodeados por un lago y un rio no muy grande, se encontraban en un lugar estratégico para casi no ser atacados. Por esta ventaja geográfica, les permitió lograr ser uno de los pueblos más prósperos de la zona, eran reconocidos por su habilidad de pelear en pequeños botes, los más rápidos de la región. Y tenían que serlo, pues sus vecinos los Hyuga incontables veces amenazaron con tomar la ciudad que estaba rio arriba.
La guerra con los Hyuga dejaba grandes pérdidas para ambos y terminada la última de las guerras, estos ofrecieron una tregua, dando su posesión mas importante, La sacerdotisa.
La sacerdotisa para los Hyuga era una de las más grandes figuras de poder, era quien hablaba con las estrellas y traducía los mensajes que estas mandaban, avisaba la llegada de las lluvias y desastres y era la encargada de transmitir el conocimiento de vidas pasadas.
Los Hyuga querían formar una alianza mediante matrimonio, pues ya era hora que la sacerdotisa dejara su puesto para dar a luz al próximo líder como la costumbre decía. Por ello la habían entregado para así asegurar que su próximo líder fuera tanto como de los Hyuga como los Namikaze.
Minato el jefe ante tal ofrecimiento no tuvo más que entregar a su hijo, los Hyuga habían entregado a la sacerdotisa, si elegía a alguien menos digno que ella seria tomado como un insulto y la guerra volvería.
Y así fue, Naruto tomó como prometida a la sacerdotisa, en una gran ceremonia donde se juntaron los dos pueblos. En ella Naruto tenía que demostrar que era digno y peleo contra el mejor luchador de los Hyuga, Neji. El combate fue muy largo pues ninguno quería dar una pelea fácil, fueron horas hasta que el cansancio fue a favor de Naruto y consiguió derribar a Neji, ganando finalmente el combate y pudiendo recibir a su prometida. La celebración continuaba con el turno de la sacerdotisa, ella tenía que demostrar que era la adecuada para ser la esposa de tan valiente guerrero y lo hizo con un hermoso baile tradicional, el cual era tan difícil de ejecutar que solo quien fuera realmente una sacerdotisa del clan Hyuga podría efectuarlo sin ningún error.
Terminada la ceremonia de compromiso, Naruto pudo verla con más detalle, no pudo quitar la mirada de ella, era hermosa. Estaba vestida con un largo vestido blanco de alguna tela muy suave, tenía el pelo negro y muy largo casi tocando el piso; pero lo que más le llamo la atención fueron sus ojos, eran blancos y enormes.
Como ya estaban comprometidos no existía ninguna regla que les impidiera comenzar lo que sería su vida juntos, por lo que al llegar la noche Naruto y la sacerdotisa fueron llevados al hogar de este. Ella se mantuvo completamente en silencio durante todo el trayecto, una vez en la casa, simplemente se quedó en silencio, como si esperara algo. Naruto no sabía que hacer exactamente por lo que se limitó a intentar eliminar el silencio, hablando.
Te voy a mostrar la casa si te parece bien- ella simplemente sonrió y asintió- bueno acá esta la cocina, acá hay papeles, este es el baño y el cuarto- ella lo siguió por todo el lugar y al llegar al cuarto, ella comenzó a desvestirse, a lo que rápidamente Naruto intervino sujetando sus ropas.
No tienes que hacer esto ahora…- intento recordar su nombre, pero no pudo- ni siquiera sé cómo te llamas, además de ser la sacerdotisa de los Hyuga.
Hinata- respondió dulcemente- Hinata Hyuga- la expresión en Naruto cambio completamente estaba seguro que nadie en el Clan de los Hyuga tenía el derecho de llevar consigo aquel nombre salvo…
¿Eres la hija del jefe? - interrogo sorprendido, pues según tenía entendido, ser la sacerdotisa alguien sin familia, debido a que era uno de los trabajos más horribles y tortuosos, eran obligadas desde pequeñas a aprender el arte y esencia de ser la sacerdotisa, no era normal que el jefe entregara a su hija para tal papel- ¿Por qué un padre sometería a su hija a convertirse en sacerdotisa?
Mi padre solo tuvo hijas- añadió- cuando mi madre me tenía en su vientre, él fue a pedir para que yo fuera su heredero varón e hizo un pacto con la sacerdotisa, si yo era varón seria el nuevo líder y contraería matrimonio con la sacerdotisa, pero si era mujer él me entregaría de ofrenda para que me convirtiera en la próxima sacerdotisa y con ello siguiera con la línea de los Hyuga- explico con voz muy calmada y clara- mientras Naruto seguía pensando en cómo podía un padre hacer eso a su hija.
Ella aprovecho ese instante para desvestirse y quedar sin nada sobre ella, Naruto no podía creer lo que veía, era hermosa y completamente seductora. Camino hasta donde él se encontraba con muy poca fuerza lo empujo sobre la cama, él se dejó caer ante su contacto. Suavemente tomo su rostro entre sus manos y embelesado por sus hermosos ojos grises se dejó besar. Ella era adictiva necesitaba más de ella, tomándola de las caderas la dejo ahora a ella sobre la cama con mucho cuidado, puso su boca sobre su cuello llenando lentamente de besos subiendo hasta su boca donde la reclamo. Fue entonces que se dio cuenta, ella estaba temblando; siendo la sacerdotisa no era nada más que una chica de no más de 16 años. Beso su frente y le dijo suavemente.
No tengo ninguna intención de obligarte, lo haremos cuando estés lista- ella abrió los ojos y comenzó a llorar, nunca nadie la había tratado con tanta dulzura y simplemente asintió- si quieres puedo ir a dormir abajo- ella no respondió y el comenzaba a irse.
No, por favor quédate-ella tomo su mano- por favor.
Durmieron juntos, nada paso ella solo sostuvo su mano hasta dormirse completamente.
Espero que fuera de su agrado, intentare pronto subir alguna actualizacion.
Colora Off
