A petición de Jupy, te amo bebi

LH no me pertenece.

Pareja: Martín Hernández (Argentina)/Miguel Alejandro Prado (Perú)


La Renga – La razón que te demora
Hay un destino que no tiene pruebas, por eso esta historia

Hace tanto que no sentía tanto frío, al menos no físicamente. Martín se pasó el dorso de la mano por la nariz, sintiendo que esta se le caía de lo congelada que estaba. Le dolía los labios, que estaban partidos y no podía evitar pasar siempre la lengua por ellos, empeorando sólo aquella ridícula situación. Miró a su alrededor, viendo sus cosas esparcidas por la cama y luego de soltar un suspiro, comenzó a empacar.

Era raro como cuándo más pensabas que la vida se ha solucionado por fin, aquello que te hace tan feliz te es quitado. Sus mente jugueteaba entre triste y nerviosa con los recuerdos mientras que sus dedos jalaban el cierre de su bolso deportivo, aquel que usualmente llevaba a los entrenamientos y partidos, pero que ahora lo acompañaría en un viaje mucho más largo. Su madre había tratado de sacarle aquella idea y sabía que era egoísta irse en un momento así, cuando ella más lo necesitaría, pero por una vez ha decidido serlo y hacer algo por sí. Ya basta de sacrificios que no llevarían a nada, ya Victoria había muerto y no tendría caso seguir llorando, sólo quería largarse y alejarse de todo por un buen tiempo.

Había accedido a ir al entierro de su hermana, pero ahí seguiría al paradero. Los jeans, su polo negro y su casaca no lo abrigaban mucho, y si llovía, sus zapatillas no le servirían de mucho, pero de alguna manera no le importaba pensar en aquello ahora. Estaba nublado cuando el sarcófago que contenía el cuerpo de Vicky se hundía lentamente en aquel hueco rectangular. Su madre lloraba, pero él no le prestaba atención. Su hermana nunca fue la mujer más afectuosa, pero fue la única mujer que hubo en su vida. Había quienes decían de él que era enfermizo el amor que le tenía a ella, pero Martín sabía que no era nada de eso. Que hablen los ignorantes, él sabía cómo eran las cosas, montón de pendejos sin vida.

En el paradero había regular gente, todos alomerándose cerca de la venta de pasajes. Era una empresa cualquiera, por lo que no sería un viaje cómodo, pero tampoco caro. Se había propuesto abstenerse un poco del lujo, aunque no era nada que no hubiese ya hecho antes. Se sentó aburrido en una banqueta que había a unos pasos, el pasaje guardado en el bolsillo interno de su casaca de cuero. A su lado, compartiendo el asiento, estaban una anciana y un chico más, quien de seguro era un par de años menor, aunque probablemente también tenía su edad, nunca se sabe.

El chico sacó se su bolsillo un encendedor y luego de rebuscar un poco más, también un cigarro aplastado. El olor a tabaco contaminado comenzó a llegar a Martín y este suspiró, cerrando los ojos apenas, aunque los volvió a abrir. Tampoco quería perder su pasaje. Arrugó la nariz, reconociendo una de las marcas de cigarros que más le desagradaban. Oyó una risita.

-¿Te molesta que fume? –musitó el chico de cabella azabache y ojos felizos, ligeramente jalados.

Por su acento reconoció que no era de ahí. Inmigrantes, pensó Martín, considerando si era Boliviano o algo así. Negó lentamente con la cabeza y el chico le volvió a sonreír. Dijo algo más que el rubio no tomó en cuenta y segundos después su bus salió por el portón. La gente se puso de pie, al igual que Martín y el chico de su costado, aunque la anciana se quedó sentada. La gente comenzó a empujar y Martín miró al cielo, permitiéndose dos segundos más de ausencia mental antes de buscar su camino entre la pequeña masa humana, hasta llegar al bus.