Miles Edgeworth regresó a su casa después de una dura jornada de trabajo. Cansado, revolvió el bolsillo y vio un anillo de lo que parecía ser plata. Se miró este último con, a la vez, alivio y miedo. Sabía que lo que iba a acontecer en los siguientes momentos, por lo que lo dejó todo listo y ordenado, y sin ni siquiera molestarse en coger la lujosa americana roja que por aquel momento descansaba en la silla de su despacho, se fue al bosque más cercano.

No quiero dañar a nadie. Esto podría ser muy peligroso para mí i para cualquiera que se cruce en mi camino.

Con estas ideas en mente, y una vez llegado al bosque, volvió a rebuscar en los bolsillos de su pantalón, y volvió a coger el anillo. Se lo miró atentamente, y con un aire de indecisión, se lo puso. Instantes después el famoso fiscal desapareció, y lo reemplazó un hermoso lobo de piel gris que, asustado, cogió la muy cara ropa y se marcho, sin dejar rastro ni de él ni de Edgeworth.


Una niña de pelo moreno paseaba por los bosques de Los Ángeles con un aire de desdén. Buscando el altar de su madre, llevaba tres lobos a sus lados, que Dios sabe por qué se le juntaron en medio del camino. En su mano izquierda brillaba un anillo de marcasitas y cuarzo blanco en un perfecto dibujo de lo que parecía ser una luna llena brillando por la noche. Por eso y por su cara, al igual que su manera de andar y de su rápido paso, se podía decir que se había perdido en ese inmenso laberinto verde, y también que los lobos sabían adonde se dirigía, así que, vencida, se dejó guiar por ellos. Y la verdad, es que llegó en un santiamén; lo cual le sorprendió mucho, ya que no parecían haberla visto en ningún momento o en ninguna otra vida.

¿Qué diablos está pasando aquí? ¿Acaso soy un imán para los lobos? ¿Y cómo es que saben dónde me dirijo?

Dichas preguntas se las hizo al verse enfrente del altar con un cuarto lobo mirándolo fijamente, casi como si rezara.

¿Rezar, un lobo? ¡Eso es imposible! ¡Los lobos no son personas! Pero parece rezar… voy a acercarme a ver qué pasa.

Al acercarse, el lobo se giró para ver quién era, y se volvió a girar para seguir contemplando el altar. La niña, curiosa, le pregunto al animal:

-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?

-Soy un fiscal. Me he perdido y estaba esperando a que alguien pudiera venir y me preguntase eso. ¿Usted pertenece a esta casa?

La morena se asustó. Después de todo, hablaba con un lobo, y este le había respondido.

¿Habré cogido las setas equivocadas? ¿Una raza alucinógena? O quizás es que duermo demasiado poco… Necesito algo.

-¿Puedo entrar en su casa? Le juro que sólo será un momento.

-S-Supongo que s-sí…- El (según dice él) fiscal, entró en la casa con los otros tres lobos. El cuarto se metió en el cuarto de la niña y tres minutos después, un guapo hombre de complexión atlética y unos 24 años se presentó delante suyo. Admirada por la belleza, no pudo hacer más que quedarse delante de él, con la boca abierta, y en cuanto pudo reaccionar lo primero que hizo fue irse lo más lejos de él, o al menos lo que la casa rural permitía como. Unos momentos más tarde la chica, de unos 14 años, tuvo el valor de balbucear:

-¿Q-q-quién eres y q-q-que haces aq-q-quí?- El hombre sonrió levemente.

-Soy Miles Edgeworth, un reconocido fiscal de Los Ángeles. Y el lobo con el que hablabas antes. Y otra cosa más: dudo que te esté pasando algo debido a setas alucinógenas o a cualquier otra cosa. Ni estás soñando. Simplemente es lo que tú no quieres interpretar como real: el hecho de que puedo convertirme en lobo. ¿Y usted es…?

-V-v-veronica F-f-fernandez.


Miles Edgeworth, que ahora se encontraba delante de una asustada niña llamada Veronica Fernandez, no podía creer (o no quería creer) lo que ésta llevaba en su mano derecha como un complemento o mera decoración, o hasta talismán. ¡El mismo anillo que él había utilizado momentos antes de transformarse en lobo! No sabía que pensar. Simplemente le dijo:

-Tú también puedes transformarte en lobo. O al menos en lobezno.

-¿QUÉ? ¿¡Que puedo transformarme en qué!?- Veronica gritó tan alto que casi le revienta los tímpanos al fiscal quién, sorprendido, se echó para atrás y tapó los oídos.

-E-el anillo... le deja...transformarse...

-E-e-explíquese...Por favor.

-Venga a mi oficina. Allí le explicaré con gusto todo lo que quiera saber.

FINAL DEL PRÓLOGO


Sí, ya sé que me ha quedado un poco corto, pero, al fin y al cabo, esto es sólo el prólogo, ¿no?

Las reviews serán celebradas con toda clase de fuegos artificiales. Además de que me ayudarán a corregir errores en un futuro.

PS: Si faltan letras, no me echéis la culpa a mí. Echársela a mi teclado