¡Muy buenas criaturitas del señor!~ Dios, estoy algo nerviosa con esto, después de todo, es mi primer Fanfic en el Fandom de South Park. Sé que los personajes muy seguramente estarán rayando el OoC (o quizá lo sean por completo), así que me disculpo de ante mano.
· Advertencias: Contiene Yaoi, fantasía, dragones, situaciones inexplicables, OoC y, a pesar de ser obvio ya que es South Park, palabrotas e insultos. ¡Ah! Y creo que inconscientemente – o quizá no tanto – me basé un poco en Sherek.
· Parejas:En éste capítulo, ninguna en especial. Quizá una leve insinuación de Stan/Kyle.
South Park le pertenece a Trey Parker y Matt Stone, y sinceramente es mejor así, si yo tuviese los créditos y derechos de autor de la serie, ésta hubiese muerto desde hace muchísimo tiempo.
Sin más que agregar, ¡la historia!
— Entonces, te lo encargo a ti. — decía con voz monótona un apuesto chico que llevaba una armadura de hierro, como casi todos los que en aquel lugar. A excepción, claro, del chico fuertecito que estaba inclinado frente a él.
— Como usted desee, príncipe. Pero recuerde nuestro trato, debe darme… — comenzó a manifestar mientras alzaba la vista para ver los ojos azul oscuro del joven que ocupaba el trono.
—…Una buena recompensa en tesoros a cambio, lo sé. — Rodó los ojos con antipatía. No era que ese chico hubiese sido su primera opción, pero nadie había querido aceptar aquella misión. — Debes irte lo antes posible. Los Guardias Reales te otorgarán todo lo que necesites…—
— ¿P-príncipe? — interrumpió el plebeyo, y luego de confirmar que el otro no cambiaba en lo más mínimo de gesto ni expresión mientras guardaba un silencio sepulcral, Cartman decidió seguir hablando. — ¿Puedo llevar a alguien más conmigo? ¡Eso hará la misión más fácil y rápida! —
La palabra 'rápida' resonó en la cabeza de Craig. Entre antes trajeran a la princesa allí, antes podía mandarla al carajo frente a sus padres para dejar en claro que no se casaría jamás.
— Eres libre de pedir y hacer lo que sea. — articuló sin mayor convicción mientras se movía de su trono y hacía un gesto con la mano para que todos se retiraran. — Pero partirás mañana. — sentenció sin mirar al de cabello castaño.
— ¡Claro! — respondió rápidamente mientras se paraba de allí y comenzaba a marcharse. — Estaré aquí a primera hora. — añadió con una sonrisa.
Traspasó la puerta del castillo dando grandes zancadas. Debía encontrar a su amigo cuanto antes.
— No. — exclamó, sin mirar al que le hablaba. Estaba suficientemente concentrado afilando su espada como para prestarle atención a ese intruso.
— ¡Vamos, Hippie! ¡Si conseguimos traer a esa estúpida princesa de su castillo, nos llenaremos de honor y gloria! — También de dinero, mucho dinero. Pero eso no se lo diría al chico de cabello negro.
— ¿Y qué rayos te hace pensar — desvió la mirada de su espada por un momento, mientras le dirigía una mirada de odio al gordo. —, que llamándome Hippie conseguirás que te acompañe? —
— No seas tan duro conmigo, Stannie, sabes que soy la personas más pobre de por aquí desde que se fue el mierda de Kenny. —
— ¡Deja de insultar a tus supuestos amigos, culón! —
— ¡Y tú deja de llamarme culón! ¡No estoy gordo, carajo! —
Marsh suspiró con frustración. Sabía que Eric lo terminaría convenciendo tarde o temprano, por lo que debía hacer algo antes de acceder a acompañarlo a cambio de nada.
— Iré contigo sólo si dejar de decirle a todo el mundo que soy marica y me gusta Kyle. — ordenó con voz firme. —
Theodore se mordió el labio. Para él, dejar de insultar a alguien era una de las cosas más difíciles en el mundo.
— Está bien. — dijo al fin, perdiendo aquella contienda. El de ojos azules sonrió con auto suficiencia. —Debemos ir mañana al castillo, allí nos darán todo lo que necesitamos para enfrentarnos a los que se nos venga, pero sería más conveniente que nos juntáramos antes en la plaza. — aseguró mientras le daba unas palmaditas en el hombro al chico y se marchaba de allí. — Ah, y lleva comida. — Vociferó cuando traspasaba el umbral de la puerta.
Al día siguiente, ambos chicos se despertaron junto al canto de los gallos. Stanley se despidió de su madre y su hermana, mientras Cartman sólo le dijo a su madre que volvería luego.
Ambos se dirigieron hacia la plaza central de la ciudad, y desde allí comenzaron a avanzar hacia el gran e imponente castillo.
El de ojos claros estaba algo nervioso mientras caminaba, después de todo, sabía perfectamente la razón por la que encerraban a las princesas en esos gigantescos castillos: El príncipe que la rescatara debía demostrar la fuerza y valentía necesaria para merecer a la chica. Sin embargo, lo que más le preocupaba eran los dragones, porque a pesar de no creer mucho en ellos, temía que sus predicciones y suposiciones no fueran acertadas y un dragón gigante les acechara a la espera de que intentaran llevarse a la princesa. Por su parte, Eric se sentía totalmente tranquilo; el no movería ni un dedo. Su amigo era de los que ponía su vida en riesgo por los demás, así que estaba seguro de que le protegería de todo lo que se les viniera encima. O más bien, eso quería creer.
Llegaron al castillo y, en el, los guardias exteriores abrieron las puertas luego de un corto pero totalmente eficaz cuestionario.
Ya dentro del castillo, los volvieron a detener. Esta vez, los guardias se veían mucho más intimidantes.
— Stanley Randall Marsh, dieciséis años, por cumplir diecisiete. Familia con ingresos regulares. — declaró mirando al más alto, como pidiéndole una respuesta. Éste asintió con la cabeza, un tanto nervioso. — Eric Theodore Cartman, diecisiete años. Familia con bajos ingresos. — El nombrado frunció el ceño, ¡Él no era pobre, joder! Aun así gruñó un pequeño "sí".
El príncipe estaba sentado en su trono, al igual que el día anterior. Les dirigió una rápida mirada desde allí, sin prestarle real atención a ninguno de ellos.
Stan se sentía más que intimidado, ¡todos lo juzgaban con la mirada! ¿Cómo era que su compañero se veía tan tranquilo?
Unos tipos se acercaron a ellos lentamente, poniendo frente a ambos una gran cantidad de objetos para combate.
El azabache blandió una espada de hierro finamente forjada, dándose cuenta de que era la mejor que jamás tocarían sus dedos.
— Hey, Stan, ¿ésta espada es buena? — preguntó tomando una espada al azar y posando sus ojos cafés en la que tenía ya en sus manos el otro.
— Es muy grande para ti, culón. No podrás cargarla por mucho tiempo. — observó el chico.
Eric suprimió un comentario mordaz, más que nada porque no quería quedar mal delante del gran príncipe que tenían, por lo que se limitó a tomar una más pequeña. Luego se dio cuenta de aunque la llevara, le sería tan útil como un arco y flechas a Marsh. Tomó una daga de al lado de las espadas.
Los ojos azul cielo del espadachín repasaban una y otra vez todo el castillo, como intentando memorizarlo. Era la estructura más grande que jamás había visto. Los grandes y emocionados ojos del chico se detuvieron en Craig.
— Hey, Cartman, ¿quién es ese chico? — preguntó al nombrado jalándole la manga de la túnica que llevaba encima.
— ¿No es obvio, hippie? Es el hijo del rey. —
— ¿E-el príncipe? —
"No, un pato" pensó, pero suspiró y se giró para mirarlo a la cara.
— ¿Qué es lo que te emociona tanto? — formuló al fin, sin recibir respuesta alguna.
Stanley se dio cuenta de que Tucker dirigía su mirada hacia ellos con una mueca fría e inexpresiva, cosa que hizo que se enfadara un poco, ¿Qué sucedía con ese tipo…?
Ambos chicos se pusieron finalmente en marcha. Les habían dicho que era la torre más grande a las afueras del reino, así que les esperaba una larga travesía. Eric se puso un extraño gorro de mago, y su amigo se colocó encima la armadura de hierro que les habían proporcionado.
— ¿Por qué carajo llevas ese gorro? —
— ¡No te importa, coño!—
El día se oscureció de forma rápida cuando llevaban un poco más de la mitad del camino a recorrer, por lo que decidieron quedarse a dormir en medio del bosque esa noche.
— ¿Sabes hacer fuego? — articuló vacilante Theodore. Siempre le habían hecho y dado todo lo que pedía, a pesar de ser alguien sin mucha posición social, así que no tenía idea de cómo hacer ninguna clase de tareas de ningún tipo.
— Sí. — contestó firmemente. A él, en cambio, le habían dicho desde pequeño que no le entregarían nada en las manos, y debía aprender a valerse por sí mismo.
Ambos durmieron mal esa noche.
Cuando se levantaron, Stan sacó algunas bayas y frutas del bolso que cargaba su acompañante, repartiéndolos entre ambos.
— Deberíamos seguir avanzando. — habló sin mayor ánimo: se estaba arrepintiendo de haber acompañado al culón. Éste sólo asintió mientras se volvía a colocar su extraño sombrero.
Continuaron caminado con caras largas, incluso Cartman se estaba arrepintiendo, ¡tenía hambre por Dios! Pero al pensar en el botín que podría obtener, se daba ánimos para conseguir dar otro paso.
— Joder… ¿Cuánto falta? — Murmuró con pesar, dirigiendo su mirada al de cabello oscuro.
— No mucho, creo. Se puede ver la torre desde aquí. — Apuntó con el dedo, a lo que el otro miró hacia donde sugería. Efectivamente, y como les habían dicho, era la torre más grande de todas, ¡y no estaba tan lejos de ellos en aquel momento!— ¿Qué sucede ahora, Cartman? — El gordo le había agarrado el brazo a Stan, deteniéndolo.
— ¡A-ah…! — Se había puesto pálido, gesto que logró hacer que el de ojos celeste se preocupara, y siguiendo la dirección a la que miraba Eric, se encontró con algo que realmente no quería encontrar.
Mierda. Mierda, mierda, mierda, ¡mierda!
Ahora era él quien se había puesto tan blanco como una hoja de papel.
Ambos lanzaron un grito de espanto y horror, la criatura enorme que estaba frente a ellos debía ser ficticia, eso era, habían dormido tan mal que ahora tenían alucinaciones, porque definitivamente NO había un dragón frente a ellos.
