Espero que no estés esperando mucho para lo de esta noche- dijo la doctora Regina Mills, sirviéndose una taza de café-. Un vaso de vino, queso, biscotes…
-Eso vale, Regina. Nadie estaba esperando que te tomaras muchas molestias- respondió Robin Wood, su compañero de consulta-. Me pareció que sería una buena idea que nos reuniéramos todos para dar la bienvenida al Dr. Swan a su nuevo trabajo. Después de trabajar en Boston, ejercer aquí será un gran cambio para él.
-No me cabe duda de que lo será- afirmó Regina, mientras se apartaba un mechón de su cabello moreno de la cara.
Los ojos, de color chocolate, se le ensombrecieron al acercarse a la ventana. La fina lluvia oscurecía la visión del cercano bosque, aunque la vista le resultaba tan familiar que no necesitaba verla para imaginarse como su verdor se extendía más allá de la ciudad.
Ella había vivido en la ciudad de Storybrook toda su vida y la adoraba con una pasión más allá de lo que ella creía posible. Regina sabía que la gente la veía como una mujer fría, tranquila y segura de sí misma y a ella no le desagradaba esa imagen. Siempre prefería guardar sus sentimientos que mostrarlos abiertamente.
-¿De verdad crees que Swan encajará entre nosotros? Él nunca ha trabajado en una consulta de pueblo pequeño así que no tiene experiencia en la clase de problemas con los que probablemente se va a encontrar. Ya sé que está muy cualificado, pero… ¿No te preocupa el hecho de que se vaya a encontrar con situaciones aquí con las que nunca se hubiera encontrado en una consulta de Boston?
-No, no me preocupa. Estoy convencido de que Emmett Swan no sólo se adaptará al trabajo sino que demostrará que es una pieza fundamental en la consulta- replicó Robin-. Espero que no estés teniendo dudas, Regi, ya que es un poco tarde para eso. Lo deberías haber pensado antes si no querías ofrecerle a Emmett ser socio en la consulta, aunque, si te digo la verdad, no entiendo por qué te preocupas tanto.
¡Claro que Regina tenía dudas! Sin embargo, no podía entender el por qué. Tenía una preparación y experiencia que no tenían nada que envidiar a las de otros candidatos. Robin se había alegrado mucho de encontrar a alguien de esa valía tan rápidamente. Los dos habían estado sufriendo mucha presión desde que el padre de Regina se retiró y en el momento en que ofrecieron a Swan ser parte de la sociedad, resultaba evidente que ningún otro podía hacerle sombra. Pero ella había estado preocupada desde el momento que firmaron los contratos.
¿Por qué? ¿Acaso ella no estaba convencida de que él se adaptara al papel de médico rural? No tenía nada que sirviera de base para aquel pensamiento y resultaba poco profesional basar un juicio en la intuición femenina.
-Estoy segura de que tienes razón –dijo ella, al ver la preocupación que había en la cara de Robin-. Creo que me estoy preocupando innecesariamente. Estoy segura de que Emmett Swan será sin duda la respuesta a todas nuestras plegarias.
-Bueno, yo no iría tan lejos, pero espero que la consulta se hará mucho más fácil.
El tono de voz de Robin, algo bromista, hizo que Regina se diera la vuelta ya que se dio cuenta de que Emmett Swan estaba en la puerta. Ella se preguntó cuánto habría oído de aquella conversación, ya que había algo en la expresión de los ojos azules de él que manifestaba un desafío a pesar de la amable sonrisa de sus labios.
-¡Emmett! Me alegro de verte –dijo Regina, dándole la mano-. ¿Cuándo has llegado? No estábamos seguros de cuándo vendrías.
-Llegué anoche, algo tarde – respondió Emmet Swan, mirando a su alrededor antes de dirigirse a Regina de nuevo-. Debo darte las gracias por reservarme una habitación en Granny's. Llegué más tarde de lo que esperaba. Así que me alegré de no tener que buscar un lugar para alojarme.
-Robin lo organizó todo, así que es a él a quien debes darle las gracias, no a mí –le espetó Regina.
Evitando mirarle a los ojos, tomó nota rápidamente de su casual atuendo jeans, camisa blanca, chaqueta de cuero roja y botas marrones, que él llevaba puesto y que realzaba aún más su musculatura. Tenía el cabello rubio claro, cuidadosamente peinado hacia atrás, dejando completamente al descubierto su atractivo rostro.
Emmett Swan era un hombre muy imponente. Era definitivamente un hombre de ciudad. Tal vez por eso no creía que él fuera feliz viviendo y trabajando en una pequeña ciudad como Storybrook.
Cuando Regina se dio cuenta de que él la estaba analizando de la misma manera que ella a él, se dio la vuelta, con el corazón latiéndole a toda velocidad sin que ella pudiera entender por qué.
Entonces, gracias Robin –dijo Emmett, volviéndose a mirar al hombre, algo más amyor que él, con una sonrisa.
-De nada. Así tendrás tiempo de empezar a buscar un sitio propio. De hecho, creo que sería una buena idea si hablaras con el Sr. Gold, co-propietario del hotel y el dueño de la tienda de antigüedades. Normalmente tiene sus contactos sobre las propiedades que van a salir al mercado. Por así decirlo, es uno de sus muchos negocios.
-Es una de las muchas ventajas de una ciudad pequeña –replicó Emmett, sonriendo-. Al contrario que las grandes ciudades, la gente sabe lo que pasa a su alrededor. Yo viví en mi último piso durante tres años y nunca me enteré de quiénes eran mis vecinos. Creo que me va a gustar conocer a todo el mundo en esta ciudad y llegar a ser parte de la comunidad.
-Tal vez –dijo Regina con frialdad, sentándose en su escritorio-. ¿Pero te gustará tanto que la gente sepa quién eres tú? Ése es un aspecto de este trabajo que muchos encuentran muy difícil. No puedes desconectar cuando vives en una pequeña ciudad como Storybrook. La gente te para en la calle, en las tiendas e incluso en el bar para pedirte consejo o comentar algo sobre su tratamiento. ¿Crees que te resultará fácil aguantar eso? ¿O lo encontrarás demasiado sofocante, como les pasa a la mayoría de los forasteros?
-Me imagino que sólo el tiempo te puede contestar eso –respondió él con voz amable, aunque le saltaban chispas de los ojos-. Yo estoy dispuesto a esperar y ver qué pasa, pero ¿y tú, Regina? Me parece que ya has decidido que no soy apto para este trabajo.
-¡Tonterías! Regi sólo está siendo… realista –intervino Robin, mirando a Regina para que ella confirmara sus palabras.
Ella se mantuvo en silencio, por lo que fue un alivio que el intercomunicador sonara y se pudo dar por terminada la reunión, aunque todos sabían que aquello sólo era el principio.
-Me parece que ha llegado mi primer paciente –dijo ella, evitando mirarle a los ojos-. ¿Te importa enseñarle a Emmett su consulta, Robin?
-Claro que no –respondió Robin, saliendo de la habitación para que él le siguiera. Pero Emmett no lo hizo.
-No sé porque tienes dudas sobre mí, Regina –dijo Emmett, poniendo un delicado énfasis al pronunciar su nombre-. Este trabajo es lo que quiero y tengo la intención de llevarlo a cabo con éxito. Créeme. Me parece que una persona es inocente hasta que se demuestra lo contrario. Tal vez deberías tener eso en cuenta.
Regina respiró profundamente cuando él hubo salido de la habitación. Entonces apretó el botón del intercomunicador para informarle a la recepcionista, Belle French que estaba lista para informarle que estaba lista para recibir a su primer paciente. En ese momento se dio cuenta que le temblaba la mano, pero no quiso pensar en lo que había sido la causa: un metro ochenta de imponencia en estilo puro llamado Emmett Swan.
