Dibújame
Me encantan los días como estos, ya saben… aburridos por fuera, pero interesantes por dentro. Creo que mi vida es tan monótona que da miedo por ser tan cómoda, pero qué puedo hacer, así somos algunos seres humanos, nos apegamos a lo seguro.
Me retuerzo en mi asiento para luego largarme y no regresar hasta lunes en la mañana.
Conduzco y conduzco y espero por 40 minutos, ya saben… es viernes y el maldito tráfico lo sabe. Llego a la misma hora de siempre. Dejo mi maleta en el piso, sí, mi maleta de cuero de casi 200 dólares en el piso y la llamo.
- Quítate la ropa – mis pupilas se expanden de la emoción por ver ropa en el piso – te espero en la habitación.
Me quito la ropa lo más rápido que puedo. Entro a aquella habitación obscura, llena de velas, perfumada por distintos olores como velas e incienso y desordenada por los cuadros de desnudos ubicados tanto en el piso como en las esquinas y las paredes y ni hablar de los distintos tipos de botellas en donde había alcohol que están en el piso.
Las espero y la espero, si fuera un día cualquiera estaría muerto de la desesperación y le gritaría, pero estoy en su terreno. 10 malditos minutos después aparece con una camisa blanca tan grande que puedo ver como su hombro izquierdo sale libremente y también puedo ver sus piernas y lo desordenado que lleva su cabello con esa cola.
Se sienta de la manera más descuidada del mundo en la pequeña silla que está frente al caballete y continuando con el acto de indiferencia por sí misma y por mí, saca la mano derecha de una bolsa de Cheetos y con esa misma mano toma un cigarrillo del piso y se lo mete a la boca para luego succionarlo.
- ¿Quién carajos hace eso? – Pienso al verla tan indiferente.
Ella come y fuma con tranquilidad.
- Muy bien, ahora quiero que abras las piernas – Yo como un autómata las abro – Quiero que te quedes así por un rato – Pasa el carboncillo por el lienzo mientras mi entrepierna empieza a temblar – Puedes descansar – Me relajo – Eres un buen modelo – Sonríe y eso me encanta.
Creo que pasaron horas desde que llegué, creo… y lo digo porque luego de hacerme posar varias veces me pide que me acueste en un colchón lleno de paquetes, basura y pintura. Vaya cerdita. Aunque desde el colchón puedo ver su ropa interior, bueno, solo su blanca pantaleta y sus piernas, y eso no me desagrada.
Ella sigue fumando y comiendo Cheetos mientras pasa colores por el óleo, pero no estoy desesperado, por el contrario, estoy a gusto con mi desnudes y el desorden a mi alrededor.
Se sacude las manos y con sus dedos naranjas por los Cheetos me llama para que vea el final de la obra la cual me encanta. Solo un artista nato puede pintar a un ser humano con tanta delicadeza y destreza.
- El talento existe – Bromeo. Ella sonríe.
- Debo hacer algo con tanto talento – Mi mira alegre.
- Además de talento, ¿Tienes los informes listos? – Se muerde los labios sabiendo que mataría el ambiente con boca nerd – Está en la sala de arriba esperando por tu trasero desnudo y sudoroso – Ella se levanta, me mira de frente y me dice: Tómalos, léelos y nos vemos el lunes antes de que la firma abra, quiero saber qué dirá un renombrado médico acerca de la propuesta de una abogada que pinta desnudos en un sótano apestoso y sin luz.
Oh, diablos, me tiene, yo estoy desnudo y en su sótano apestoso y asqueroso, pero creo que me acostumbré a que me viera desnudo, a soportar el calor fastidioso de las velas, su descuido al comer y fumar y al desorden que ella mantiene a bajo perfil. Me encanta esa parte de ella y creo que la seguiré disfrutando hasta que decida qué hacer más adelante con su persona, pero por el momento solo me queda disfrutar unas horas fuera de la monotonía y disfrutar de ella, de la artista que logró que me bajara los pantalones y que comiera Cheetos de una bolsa que estuvo abierta durante dos días.
FIN
