Hola de nuevo, lamento tanta ausencia y que en vez de actualizar publique cosas nuevas. Intentare ponerme al corriente en estos dos meses.
El fanfic participa en el reto "Mitos y leyendas", escogí la leyenda de Apolo y Jacinto ya que es mi favorita de la mitología griega, pero aquí varíe un poco al poner a Hiccup como dios y a Jack como mortal. Por su extensión tuve que dividir el fic en dos capítulos, el segundo lo publicaré en breve.
Disclaimer: los personajes y las series utilizadas les pertenecen a sus respectivos autores.
"¿Es preciso que lo que constituye la felicidad del hombre sea también la fuente de su miseria?"—Goethe
DESEOS INCONFESABLES
Bajo una luna plateada, la temporada cálida llegaba a su fin en Burgess, un floreciente reino cercano al norte del mar atlántico. Los niños jugaban en el verde césped mientras observaban como la escolta del príncipe se internaba en el bosque, el príncipe y su hermana habían salido del palacio sin supervisión por lo que tuvieron que salir en su búsqueda.
El mencionado era un joven y carismático muchacho de pálida tez y brillantes ojos marrones. Su nombre era Jack, le gustaba divertirse en compañía de su joven hermana Emma, exploraban los bosques de su reino al igual que practicaban la caza, para llevar alimento a sus sirvientes también. Ese día habían madrugado y marchado hacía cierto punto del bosque donde Jack recordó haber visto liebres y algunas codornices, planeaban llevarse algunas al igual que la intención del príncipe era enseñarle algunas tácticas de cacería a su hermana, además de recordarle las reglas de convivencia entre los hombres y la naturaleza.
Las personas le tenían mucho respeto a lo natural, incluyendo a los animales, por eso cuando cazaban debían agradecerles a ellos su sacrificio. El cazar por mera diversión era mal visto por los humanos y por los Señores de la naturaleza, estos últimos representaban cada una de las estaciones del año o aspectos de las mismas.
Jack había preparado un arco y flechas para su hermana, ayudándole a sostener el arma y tomar el impulso necesario, fijando su objetivo en el tronco de un árbol que estaba a pocos metros de ellos.
—Muy bien, sostén firme la flecha, apunta y cuando te sientas lista dispara—le dijo a su hermana, dándole confianza.
Así siguió Emma las instrucciones de su hermano, soltando aquella flecha haciendo un tiro certero. –¿Viste eso, Jack?—exclamó más que animada.
—¡Lo vi! ¡Eres asombrosa!—felicitó a su hermana, abrazándola y dándole vueltas por el aire. Continuaron con la diversión, dejando de lado su primera idea de cazar y prefirieron recolectar algunos frutos de la temporada. Jack molestaba a su hermana haciéndole cosquillas con algunas hojas que se habían caído, y esto en lugar de enojarla la hacían reír.
El príncipe, concentrado en todo ese goce no se percató en ese momento que estaba siendo observado por una figura que desprendía un aura poderosa, de cabellera morena y piel ligeramente bronceada, sus ojos esmeraldas seguían los movimientos del mortal. Se escondía entre los arboles junto a su compañero alado, un Furia Nocturna.
La sonrisa de Jack desprendía la más pura inocencia y vitalidad humana, la risa de aquel joven al jugar con su hermana lo mantenían hipnotizado. El espectador deseaba acercarse sin asustarlos, aunque su mera presencia ya era motivo de alarmarse.
Los señores de la naturaleza tenían la costumbre de bajar de sus reinos a convivir con los humanos, y aquella era la primera vez que el Señor del Otoño estaba en las tierras de Burgess. Ya que sus bosques eran extensos tenía mucho trabajo que hacer ahí, se encargaba del cambio de estación. Pegó su palma a la corteza de un árbol cercano, haciendo que todas sus hojas perdieran su verde color y fueran cayendo de poco en poco. Hizo lo mismo con los árboles que estuvieran a su paso, mientras se acercaba despacio hacía el par de hermanos.
Jack estaba de espaldas recogiendo algunas bayas y fue Emma quien se percató primero de su peculiar espectador –Que bonito—
El escuchar esas palabras de la boca de su hermana le llamó la atención, pensando que se trataba de algún animal o ave se volteó para ver lo que había llamado la atención de Emma. No esperando encontrarse con aquel ser tan divino, le sonrió más que pasmado ante su presencia, pero no pudo articular palabra alguna, ya que la escolta los había encontrado y quienes la formaban no tardaron en bajar de sus corceles y hacer una reverencia en honor a su singular visitante.
La curiosidad de Jack no se mermó, al contrario, fue en aumento al igual que su interés. Extendió su mano hacía el visitante –Por favor, acompáñenos a casa—
ᴥ
Las tradiciones marcaban que si un señor de la naturaleza visitaba sus tierras era motivo de bendición, y Hiccup no quería irse de ahí. En el castillo de Burgess se hizo una gran fiesta en su honor, él disfrutaba de la compañía que le brindaban los habitantes del aquel reino, pero la mayor parte de su atención se desviaba hacía aquel joven, lo miraba juguetear con los niños y bromear con el resto, parecía de esas personas que con su mera presencia podían animar a todo el mundo. Hubo un par de veces en las cuales sus miradas se cruzaron, intercambiando sonrisas y en la última fue cuando el joven príncipe se acercó al invitado.
—¿Tienes algún nombre?—le preguntó sin más.
—Soy el Señor del Otoño…—respondió incrédulo el espíritu.
Jack sólo atinó a reír por la respuesta –Me refería a algún nombre humano por el cual pueda referirme a ti—
—Hiccup—pronunció avergonzado por lo primero que había dicho. Los espíritus tenían un nombre humano, pero lo mortales jamás los llamaban por él, sino por su título como muestra de respeto. El que Jack se lo preguntara era una señal de que en verdad quería tener un vínculo más cercano con él, eso le daba ciertas esperanzas.
—Un placer conocerte, Hiccup, Señor del Otoño—volvió a ofrecerle su mano esbozando una cálida sonrisa –Te conozco por las historias de mi madre, pero me emociona mucho tenerte frente a mi—
Hiccup aceptó su mano sintiendo la calidez que esta desprendía –Yo disfruto estar aquí más de lo que te imaginas, príncipe—
—Me llamo Jackson, pero puedes decirme Jack—con algo de fuerza lo jaló obligándolo a ir con él, para que conviviera con los niños. Su dragón los siguió también.
La noche fue larga, la celebración no se detuvo hasta el amanecer cuando Hiccup tuvo que retomar sus labores, prometiéndole a Jack que regresaría en la tarde de aquel día. Así el príncipe esperó por su nuevo amigo; el viento sopló con fuerza aquel día. Aquella era una señal de que Hiccup no había sido el único espíritu interesado en aquellas tierras, o más bien, no había sido el único al que le llamó la atención el príncipe de Burgess.
ᴥ
Después de esa noche, el Señor del Otoño bajaba de sus dominios hacía las tierras de Burgess, dejando su santuario desierto para pasar tiempo con su joven amigo y deleitarse con los placeres de los jóvenes. Jack a menudo lo veía volar entre las copas de los árboles con su dragón y, a veces, justo a su lado. Entre tonos sarcásticos y coqueteos era seguro decir Hiccup y Jack se llevaba muy bien. Los dos jóvenes les daban la espalda a sus obligaciones, sólo preocupándose por gozar de los placeres del campo y el bosque.
A partir de aquel día, la vida de Hiccup estuvo llena de felicidad. Desde que conoció a Jack, él mismo y todo lo que le rodeaba parecían estar envueltos en un claro resplandor. Hallaba descanso en pasatiempos sencillos: llevaba a Jack a cazar a los bosques y calveros de las laderas dentro de las montañas, incluso hubo veces en que lo llevó a volar en su dragón, impresionando cada vez más a su joven amigo.
Sin embargo, cuando volvían a poner sus pies en la tierra toda la carga recaía en sus hombros. El reino era una carga muy grande para los hombros de Jack, demasiado joven, inexperto, cuya madre parecía querer darle el cargo de gobernante de una vez por todas. Ella era una mujer de buen corazón, que amaba a su hijo y quería lo mejor para él, pero lo que Hiccup notó fue que ella nunca se dio cuenta del dolor y desdicha que sus deseos le provocaban a Jack. Él quería a su gente, le gustaba convivir con ellos y enseñarles a los niños a tocar la lira, practicar la gimnasia, cazar y otras artes; disfrutaba de las cosas sencillas y tranquilas que pudiera ofrecerle la vida, cuando estaba rodeado de sus deberes reales se sentía sofocado.
Nadie pasaba por alto que Jack estaba en la flor de su juventud y cada vez más cerca de convertirse en adulto, al igual que su belleza para ellos era comparable con la de cualquier otro espíritu divino, pero no sólo su apariencia física era lo que deslumbraba los corazones de la gente sino sus gentiles gestos y acciones, su gran y bondadoso corazón. Cualquier persona sería afortunada de estar a su lado, pero la gente comentaba que ninguno de ellos sería digno de poseer a tan valiosa persona, y a la madre de este insistía que le entregara su corazón a alguien lo más pronto posible.
Los comentarios de la gente y de su madre en lugar de halagarlo lo tenían más que abrumado, él anhelaba algo más para su vida, algo que saciara su alma y que los satisficiera por completo. Aquella vez paseaba con Hiccup en las orillas del rio, el viento soplaba, y el joven quiso desahogarse pues sabía que aquel espíritu era alguien comprensivo.
–Quiero dejar de preocuparme por los dolores pasajeros que siempre están al acecho—su rostro irradiaba tristeza –No sé si soy un hombre o sigo siendo un niño—
Hiccup estaba al tanto de que Jack era una buena persona, llena de energía y fiel a lo que sentía, por eso en ocasiones se comportaba de manera un tanto imprudente –Eres alguien a quien le gusta soñar con los ojos abiertos, un buen tipo—
—Si lo que tratas de decir es que por dentro soy un mocoso, estoy de acuerdo—pronunció esbozando una pequeña sonrisa hacía su acompañante –Yo soy consciente de que hay cosas que se me escapan de las manos, sin embargo, todo debe seguir su curso… a veces me parece que este mundo es una prisión—
Hiccup arqueó la ceja, más que extrañado por su cambio de humor ya que estaba acostumbrado a verlo animado y vivaz, ahora era como si se hubiera lanzado directo al pozo de la miseria –Quisiera que me lo explicaras—
—Todos somos presos de este mundo, llega un punto en que perdemos la fuerza que nos embriagaba en un principio y continuamos viviendo como presos, todo lo que hacemos en la vida es sólo un medio para prolongar nuestra miserable existencia—
—¿Una manera de satisfacer deseos sin objetivo alguno?— la mano de Hiccup subió por la espalda hasta el hombro del joven, sintiendo como este llegó a temblar por el roce.
—Deberías saber que el ser humano ni siquiera sospecha cual es el objeto que persigue su alma… nadie quiere comprender eso; si este mundo no fuera una prisión nos daríamos por satisfechos con habitar encerrados en nuestros propios sueños— su mirada se dirigió hacía el rostro de Hiccup, sujetando la mano que hacía unos momentos lo había hecho temblar –Por fortuna, aún somos libres de escapar de la celda que nos restringe—
—Si no te gusta la verdad que has descubierto, entonces vive como un niño sin importarte nadie más, llénate la boca con dulces y pide más—replicó Hiccup, quien a pesar de haber vivido por siglos aún estaba lejos de comprender por completo a los humanos, pero en ese momento lo que deseaba era alejar la pena de Jack –Si no quieres eso, entonces dime ¿Qué es lo que más anhela tu alma? ¿Qué quieres perseguir para salir de tu "prisión"?—
—Vivir, amar, es la libertad—los ojos de Jack se humedecieron. Preso de su propia existencia, deseaba algo más, no sólo lo que ya tenían planeado para él… marcar el curso de su propia vida, decidir qué hacer, con quien estar, entregarse a alguien para estar completo.
La distancia entre ellos parecía cada vez más corta, Hiccup no tardó en responder –Busca un sitio en el que tu corazón sea libre y vive atado a lo que ames—
La respiración de Jack se volvió más entrecortada por la cercanía. Hiccup respondió con un acto, acortando la distancia que había entre sus cuerpos juntando sus labios con los ajenos en un roce casto pero anhelado. El joven mortal había quedado estático por aquel gesto, aquella sensación que hasta ese día desconocía; sus ojos permanecieron abiertos observando el rostro de su amigo que había tomado un trozo de su inocencia.
Luego de que sus labios se separaran ambos volvieron al palacio, sin una pizca de incomodidad entre ellos. Jack sentía su cuerpo arder, como si algo se hubiera encendido dentro de él, un sentimiento desconocido y agradable que deseaba experimentar nuevamente.
"Haré que te sientas puro" sólo Jack pudo escuchar aquel susurró, deteniendo su paso buscó el origen de esas palabras sin éxito. El viento acarició su piel, haciéndolo estremecer.
ᴥ
Disfrutó de las delicias cotidianas de Burgess tal como había hecho hasta entonces. Jack se mostró interesado en él y sus toques amistosos no se detenían. Aparte de eso, eran solo dos chicos normales ... excepto cuando se besaron esa vez... y esa otra vez.
Habían montado un campamento a las orillas del rio, ya que decidieron salir de pesca y recolectar ciertos frutos. Llevaban varios cestos llenos de moras y nueces, luego de su arduo trabajo tomaron un descanso para bañarse en el rio; el viento soplaba con fuerza obligándolos a correr hacía su carpa.
—El viento jamás había sido tan violento en esta época del año—comentó Jack mientras se cambiaba de ropa ante la mirada de Hiccup.
El Señor del Otoño tenía la mirada puesta en él, en su figura. Se preguntaba si alguna vez había sido así de delgado, bueno, Jack tenía cierta musculatura y era alto, pero Hiccup por su condición de espíritu lo superaba. A comparación, Hiccup era más un adulto y Jack un jovencito apenas aspirando a la adultez.
Con el tiempo que Hiccup había pasado en Burgess pudo conocer casi por completo a su joven amigo; él trabajaba sin cesar para hacer felices a otros sin que su alegría se viera mermada, por si eso fuera poco nunca había expresado el menor descontento ni fruncido el ceño a pesar de su mal humor, era algo que él mismo se reprimía hacer y a pesar de que siempre se mostraba alegre, Jack sacaba fuerzas de su flaqueza y debilidad, una faceta que al parecer sólo le había mostrado a Hiccup.
Jack se había puesto una ligera camisa de lino, dejando descubiertas sus piernas decidió recostarse sobre las mantas de su campaña, miró al techo por un rato ocupándose de sus ideas.
—¿Has pensado en lo que hablamos el otro día?—le preguntó Hiccup.
El chico apretó los labios, pensando un poco su respuesta –Lo he pensado, y creo que ya sé de un lugar donde pueda ser libre y a la vez atarme a lo que mi corazón quiere—
—¿Y cuál es ese lugar?
Jack se levantó de su sitió aproximándose más a su compañero, su rostro estaba tan cerca que podía sentir su respiración chocar con la suya –Es cualquier sitio siempre y cuando esté contigo… Hiccup, dime si es incorrecto que me sienta de esta forma—
—Lo incorrecto sería renunciar a lo que en verdad quieres—respondió casi en un susurro, no entendía porque la atmosfera se había hecho tan pesada entre ellos.
—Entonces…quiero que me digas si para ti es correcto el estar conmigo, sé muy bien que hay una diferencia abismal entre nosotros—sus ojos comenzaron a humedecerse –Pero, odiaría perderte Hiccup—
Sus manos se deslizaron alrededor del torso del joven –No hay nada que me prohíba quererte, yo sería feliz si me concedieses apenas un poco de tu compañía— lo sintió temblar cuando juntó su cuerpo al suyo; sin miramientos comenzó a besar su piel dejando helado al pobre chico –Permíteme cumplir tus deseos inconfesables—
Hiccup deseaba entregarle su amor sin restricciones, olvidando que estaba con un simple mortal. Le importaba poco su condición como espíritu, le dejo de importar desde que llegó a aquellas tierras y lo conoció. Su mirada se tornó suplicante encontrándose con los ojos ajenos, llenos de lágrimas y fue una sola de estas la que logró caer de sus orbes hacía la piel de Hiccup.
Con una dulce sonrisa el joven lo aceptó –Me sentía totalmente perdido, pero estar contigo me ha abierto los ojos… ¿cómo podría imaginar algo tan perfecto?— sus labios volvieron a unirse.
Hiccup lo atrajo más a él, profundizando aquel beso mientras lo recostaba sobre las mantas –Yo sé que has sufrido y no quiero que te escondas de este mundo tan frío y sin amor, pero eso es algo que yo no te negaré—
Dejaba caricias en su cuerpo, besándole intensamente siendo correspondido. Jack gemía ante esas caricias, observándole con cierta inocencia mientras Hiccup bajaba hacia su barbilla y luego hacía su cuello, mordiendo su piel y succionándola, marcándolo como suyo. Podía sentir como su pulso se aceleraba. Jack se estremeció de placer, jamás había sentido nada igual, ladeó su cuello dándole más espacio; cada caricia suya lo hacía sentir como si su piel ardiera.
El mayor sonrió extasiado al verlo así –Quiero satisfacer los deseos ocultos de tu corazón—
Jack era un mar de emociones, estaba perdido; Hiccup estaba encima suyo, disponiendo de su cuerpo y él se lo permitía, porque era algo que él deseaba también. Su corazón latía como loco mientras sus sonidos que salían de su boca no cesaban, los besos y las caricias se hicieron tan intensas que ambos no pudieron contenerse más. El deseo pudo más que ellos.
Era la primera vez que Jack disfrutaba del sexo, pero descubrió que iba de la mano con el amor y el placer, y en ese momento lo experimentaba con Hiccup, quien jugaba con las zonas ocultas de su cuerpo para después tomarlo por completo.
El dolor se fundió con el placer.
La inocencia se había ido.
Dos corazones latían a un mismo ritmo, era amor.
Continuará…
