La gente va a comprarte sólo para charlar

[Ginkagu Fem!]

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Kagura necesitaba un vestido, un jodido vestido. ¿Para qué? Para una estúpida fiesta a la que tenía que ir porque su queridísima amiga Soyo le insistió, y no es como si pudiese negarse a ella, en realidad. Buscó en varias tiendas y uno tras otro eran vestidos ostentosos, o muy sosos para ella, incluso los había muy reveladores, ¿qué había pasado con el sentido común de las jóvenes de ahora? Estaba cansándose, Soyo y Nobume (otra de sus amigas) le habían dicho de acompañarla, pero no. Conocía bien a Soyo, le obligaría a comprar un vestido de esos que ella rechazó con reticencia hace nada.

Una tienda más, la última. Ya recorrió casi todo el mundo de la moda en su búsqueda y nada la convencía; esperaba que pudiese encontrar un dichoso vestido que la convenciera o tendría que comprar la clase de vestido que a Soyo le gustaría que lleve. No quería nada lujoso, le bastaba con un vestido chino con estampados, pero sabía que su amiga le reclamaría si llegase a asistir con un vestido así. Entonces, ¿qué? Le podría pedir a Matako (su compañera de piso) algún vestido, pero ella mostraba más de lo que le gustaría a ella misma. No quedaba más que darle todas sus esperanzas a esa tienda que parecía de segunda mano a primera vista.

Revisó aquí y allá, y muchos le habían agradado, era un gran paso.

Una chica de cabello corto, bastante más alta que ella, con cabello plateado y un cuerpo que le daba envidia (muy en el fondo) le atendió. No había visto sus ojos antes, hasta ese contacto visual que tuvieron por segundos que quizás se alargaron más de lo que ambas pudieran notar: eran de un tono rojizo igual que el vino de más alta calidad que veía en los imponentes estantes de la lujosa cocina de su amiga Soyo.

—Señorita, ¿qué busca?

La misma pregunta que otras miles de empleadas de tiendas de ropa le hicieron en el día, ¿por qué se sentía diferente?

—Uh, s-sí. Busco un vestido —la joven empleada le miró, incitándola a que diera más detalles para poder ayudarla mejor—. Un vestido para una fiesta... elegante. Q-quizás. S-sí, un vestido algo elegante... aunque no muy ostentoso —resolvió, nerviosa, evitando la mirada de la joven.

—De acuerdo, cariño —la chica guiñó un ojo a la contraria, coqueta, se le hacía adorable—, un vestido elegante pero no ostentoso, ¿no? —la otra asintió—. ¿Algún otro detalle? —inquirió, mientras buscaba entre algunos vestidos acomodados uno sobre otro en un estante, sabía como empleada, que los mejores vestidos estaban ahí, los que se mostraban eran lindos sí, pero esos lo eran mejor, era un truco del negocio para conseguir clientes más regulares, porque si una empleada te muestra un vestido mejor que los demás, ¿no creerías que tienes trato especial y que es un lugar agradable? Sonaba quizás a juego sucio, pero todos tenían sus propias mañas para ganar clientes.

—M-me gustaría —vaciló, quizás le avergonzaba un poco decir que le gustaban los vestidos chinos, todos a quienes se lo dijo asumieron que era de nacionalidad china, pero, ¿qué a alguien no le puede gustar ese tipo de vestidos sólo porque sí? Aunque sí era china después de todo—, me gustaría un vestido... chino —susurró lo último, pero la empleada lo llegó a escuchar.

—Una buena elección, señorita —le dijo, y le sonrió, Kagura no sabía qué se supone que tendría que hacer en una situación así, pasó por miles de tiendas ese día y todas las jóvenes la trataban bien, lógicamente, era un cliente, pero esta chica le estaba coqueteando, sin descaro alguno. Lo sabía porque Kamui le había enseñado sobre eso, y que si un chico le coqueteaba le partiera la cara, pero, ¿y si era una chica?

—Encontré algunos, ¿me deja verla? —preguntó, viéndola a los ojos, Kagura se sentía absorbida por los suyos, asintió sin pensar muy bien en lo que le dijo—. Es para suponer cúal le quedaría mejor —le comentó, sonriendo pícaramente, mientras la observaba detenidamente.

—Creo —empezó, la joven empleada— que le quedaría bien éste —le enseñó un vestido color rosa pastel con estampado de flores del mismo color, de mangas cortas, con vuelo y un largo que llegaba hasta poco antes de las rodillas—. Es algo que le sentaría bien, no es ostentoso —explicó—, y haría relucir su precioso color de cabello y ojos, además, resaltaría por su piel, ¿quiere probárselo?

Kagura estaba a poco de explotar, su rostro era rojo tal y como la sangre que siempre soñó saliera de Souko y sus malditas enormes tetas. ¿Qué diablos le pasaba a esa mujer que decía cosas de ella tan normalmente? Hablaba de su cuerpo y sus ojos y su cabello de forma tan natural como si hablara de lo lindo que se encontraba el día. ¿Y después de eso sólo le sonreía y le preguntaba si quería probárselo?

—S-sí, g-gracias.

...

Después de probárselo y verse al espejo notó que le quedaba bien, y le gustaba. La empleada atinó, su color de cabello resaltaba, también sus ojos y su piel.

Salió del probador y la chica le escrutó por completo, ¿en verdad era tan descarada? ¿O acaso ella era la que pensaba de más las cosas?

—Le queda muy bien—le dijo, sonriéndole de esa manera tan diferente que hacía a Kagura creer que no era sólo ser atenta con un cliente lo que la llevaba a tratarla de esa manera—. ¿Se lo lleva?

—Sí, g-gracias.

—Después de cambiarse, sígame, ¿sí?

Kagura asintió y así lo hizo. Después de cambiarse se dirigió detrás de la joven empleada, no pudo evitar echar una mirada de vez en vez a su cuerpo, era una mujer muy atractiva. Se sacudió, no podía pensar eso, no es que el planteamiento de su orientación sexual le asuste, de hecho con Soyo y Nobume han hablado más de una vez de eso, Nobume diciéndole a su mejor amiga una y otra vez sin ningún tipo de descaro que era atractiva y que le gustaba, Soyo respondiéndole de vez en cuando que ella también le gustaba y, al fin, ella admitiendo a regañadientes que Souko quizás y le atraía. Pero ahora era diferente, estaba ahí para comprar un vestido, nada más, además aseguraba que la joven trataba bien a todos los clientes y ella solita malinterpretó todo.

—¿Va a una fiesta elegante, no? —la joven inquirió, mientras rebuscaba en el mostrador una bolsa más o menos lujosa para poner el vestido.

—Sí, algo así —agradeció a los cielos por fin dejar de tartamudear.

—Bien, ya arreglamos el precio, ten —le extendió la bolsa (una muy linda, pensó Kagura) y le sonrió, por última vez, en despedida.

—Gracias —le sonrió, igualmente, no era culpa de la chica que ella malinterpretara todo.

Cuando estuvo por retirarse la chica la llamó. ¿Ahora qué? Kagura estaba nerviosa.

—¿Me das tu número? —rápidamente notó lo directa que fue—. Es decir, sabes, si tengo tu número las próximas veces quizás te haga un pequeño o gran descuento —le sonrió—. ¿Qué dices?

—Descarada —susurró, con el rostro rojo a más no poder y se dirigió donde la empleada y escribió en el papel que estaba ahí, esperándola.

—¿Kagura?

—Sí, ¿y tú?

—Ginko, pero para ti Gin-chan—le guiñó un ojo, coqueta, y Kagura se fue a toda prisa, qué mujer tan descarada.