Frío. Son las siete de la mañana y lo único en lo que pienso es… Frío. Vamos, no es que me guste el calor, de hecho llegue a esta ciudad huyendo precisamente de eso… y de uno que otro recuerdo. Desde que tengo uso de razón, he odiado el sol, el calor y la sensación de sofoco cuando estas continuamente bajo los rayos de ese cabrón-provoca-sudor. Pero justo en este momento, no me quejaría si la temperatura de mi habitación subiera uno o dos grados.
Vivo en Seattle, llegue aquí hace tres meses, precisamente por su clima húmedo, lluvioso, y con muy pocas posibilidades de asarme cuando camino por la calle. Siempre me ha encantado este lugar y bueno, también es el lugar en donde se desarrolla la trama de mis libros eróticos favoritos.
Volteo hacia mi reloj en la mesita de noche, y veo que son las 7:15am. Nop, no voy a poder dormirme de nuevo, así que opto por levantarme, pero cuando voy a bajar mi pierna derecha de la cama, no me doy cuenta de que mi queridísima -nótese el sarcasmo- y muy pesada compañera de cama, esta enredada en las sabanas, por lo que caigo al piso sin el más mínimo decoro.
-LEAH!- Grito con la cara aun pegada al suelo. Me siento y lo único que veo en la cama es a una bola tremenda de pelos tratando de ocultar la cabeza debajo de la colcha.-Carajo, te he dicho que no te subas a la cama, pequeño demonio. Vamos, arriba, que solo tenemos dos días antes de que comience a trabajar.-
Soy enfermera, con una especialidad en Instrumentación quirúrgica y otra en Urgencias; conseguí trabajo en el Northwest Hospital and Medical Center y mi primer día es pasado mañana.
El día que me hablaron para entrevistarme, estaba que no me soportaba de tanta emoción. Demasiada incluso para mí.
-Flash Back-
Estaba ansiosa, pero de una manera histérica. Mi madre y mi hermano habían venido a verme y estábamos viendo la televisión. Bueno, ellos estaban viéndola, yo estaba contemplando el teléfono como si este fuera a moverse de un momento a otro.
-Rose, deja de ver ese teléfono ya. Van a hablarte hija, estoy segura. Además, apenas fuiste hace unos días a dejar tu currículo, es pronto aun.- dijo mi madre después de la quinta vez que ignoraba la película que eligieron.
-Mamá, de esta llamada depende que yo me quede aquí. De verdad quiero este trabajo. Pero está bien, está bien, veamos la televisión.- después de media hora, aun no entendía de qué iba la trama, mi atención se seguía desviando a ese pedazo de plástico obscuro, así que opte por ir por un chocolate caliente; fui a la cocina a prepararlo, cuando el teléfono sonó y mi corazón se detuvo. Corrí a contestar pero mi hermano Jasper ya tenía el aparato pegado a la oreja.
-…si, un segundo. Rose, es para ti.- Oh dios, oh dios. Respire profundo un par de veces y después conteste con manos temblorosas.
-¿Si? Soy yo. ¿Enserio? Por supuesto, mañana está perfecto. No hay problema. Ahí estaré. Muchísimas gracias.- colgué y voltee a ver a mi familia que me veía expectante- AAHHHHHHHHH! TENGO UNA ENTREVISTA MAÑANA. Mierda, mierda, mierda, estoy nerviosa, y el corazón está a punto de salirme por la boca. Necesito mi chocolate caliente….
- FIN DEL FLASH BACK—
Tres días después de la entrevista, me hablaron para decirme que estaba contratada. De eso hace 46 horas, y aun estoy que brinco en la cama de la emoción.
Realmente no tenía mucho que hacer hoy, pero estaba un poquito desesperada, incluso Leah, se sentía de esa manera, así que me puse unos pantalones deportivos, una camiseta y mis adoradas zapatillas negras; y salimos al parque que se encontraba a unas manzanas de mi apartamento, a correr un poco.
Tres horas después, volvimos a casa. Estaba sudorosa, cansada y sedienta… Leah, bueno, ella aun tenía energía para correr por las escaleras del edificio.
Luego de beber agua como desquiciada, deje a mi preciosa loba en la sala haciendo… bueno, haciendo las cosas que suelen hacer los perros en el día, y fui a tomar un baño. El agua caliente relajo mis músculos y recordé que tenia días-desde que supe que me contrataron- que no hablaba con mis amigas Alice y Bella; ellas son enfermeras en el mismo hospital en el que trabajaré, fueron las que me convencieron de dejar mi solicitud, y ahora las vería todos los días ahí. Las conocí en la universidad el primer día, yo vivía en Boston pero siempre quise estudiar en Washington, así que llegué un poco nerviosa y cuando entre al salón de clases solo estaba una chica bajita con aspecto de pixie y otra con un muy grueso libro en las manos, en cuanto me vieron me sonrieron como si ya me conocieran, y desde ese día, nos volvimos inseparables; al menos hasta que tuve que regresar a casa a apoyar a mi mamá cuando mi padre decidió que ya no éramos tan importantes en su vida. Alice es pequeña de estatura, bonitos ojos verdes iguales a los de su hermano mellizo Edward, y un corto cabello azabache que suele peinar con las puntas hacia todos lados, con su apenas 1.58 de altura, tiene las curvas necesarias y en los lugares necesarios. Bella es delgada y casi diez centímetros más alta que Alice, sus ojos achocolatados te inspiran la confianza necesaria para desahogarte cuando lo necesitas… y cuando no también, su largo cabello caoba siempre sujeto en una coleta o un chongo flojo en lo alto de su cabeza tiene matices rojizos cuando está al sol, y por cierto, está comprometida con Edward, que es cirujano del área de cardiología del hospital.
Termine de bañarme y decidí preparar el pastel que tanto les gusta a las chicas para invitarlas a comer a casa. Me cambie rápidamente con unos jeans negros, mis bailarinas rojas y una blusa blanca holgada sin mangas; recogí mi cabello rubio con unos pasadores y solo aplique un poco de rímel a mis pestañas, no necesitaba mucho maquillaje.
Subí a mi camioneta y partí rumbo al supermercado. Elegí uno nuevo que habían abierto hace poco, nunca había ido, pero mi vecina, la Sra. Cope, me dijo que hay de todo. Estacione, me acerque por un carrito de compras y entre al lugar.
Ya tenía casi todos los ingredientes que necesitaba para el pastel, solo faltaba la cocoa en polvo y la crema para el glaseado. Encontré rápidamente un buen bote de crema batida; sinceramente a mi no me gusta, pero el pastel la lleva, así que lo puse en el carrito y continué buscando la cocoa.
Diez minutos después, ya estaba desesperada porque no encontraba el estúpido bote de polvo. Recorrí de nuevo el pasillo de las harinas y todas esas mierdas para hacer postres, y así sin más, la vi; no era el pequeño botecito que esperaba que fuera, al contrario, tendría cocoa por un siglo ya que era algo así como tres kilos de polvo en un contenedor gigante… por favor, ¿quién compraría tanto?, realmente el problema no era la cantidad tremenda de contenido, el problema era que mi ingrediente estrella se encontraba fácilmente a un metro sobre mi cabeza en la tercera repisa de uno de los estantes. ¡Demonios! ¿Quién sube tan alto la mercancía? Llevaba tres meses en esta ciudad, claro que había ido al supermercado, pero jamás había visto estantes de este tamaño. Eran enormes. Cuando me acerque a bajar mi ingrediente faltante, me di cuenta de que estaba muy, muy por encima de mi cabeza, no lo alcanzaba ni parada sobre las puntas de mis pies.
-Oh por amor de Cristo, ¿Es enserio? ¡Mido 1.80 y no puedo alcanzar este estúpido bote! ¡JODER!- continué recordando a la progenitora de la inteligente persona a la que se le ocurrió hacer los estantes tan grandes, me faltaban cinco centímetros para alcanzarlo, ya casi lo tenía… podía brincar, pero no estaba segura de no tirar nada cuando alcanzara la cocoa. – Carajo, con una mierda…- estaba a punto de subirme a la primera repisa del maldito estante, cuando de repente sentí que me levantaban por las piernas. Grite al sentir que no tocaba el piso, y cuando voltee a ver quién me había confundido con una pesa, me encontré con unos preciosos ojos azules, una nariz con señales de haber sido rota anteriormente y la más bonita sonrisa infantil que he visto alguna vez, además de un par de hoyuelos que le daban a su cara una expresión traviesa y pícara.
Por un momento me quede sin palabras, sin nada que decir. ¡Demonios, pero si yo nunca me quedo sin nada que decir!
-¿Tomaste ya lo que necesitabas?- Santa mierda, si hasta su voz es preciosa, grave y con un matiz de peligro que provoca en mi una sensación de calidez. Dios, no puedo hablar, y estoy más que segura que me veo completamente estúpida balbuceando mientras aun me tiene las piernas rodeadas por sus brazos. ¡Pero si todavía me está cargando!
-Ehh… umm, sí. -¡Torpe!, me di un golpe mental, tome rápidamente lo que buscaba y voltee a verlo nuevamente.-Ya lo tengo. Gracias.
-No hay problema- El hombre aun no dejaba de sonreír, y me veía como si supiera algo que yo no. Si, y aun no me bajaba al piso.
Me estaba sintiendo un poco nerviosa, sé que soy pesada, vamos, mi estructura ósea es grande, y tengo bastantes curvas, quizás más de las que me gustaría. –Ehh, disculpa, ¿puedes bajarme por favor?, no me siento muy bien aquí arriba.- Este hombre me hacia hablar como tonta.
-Oh, sí claro. Lo siento.- me bajó resbalándome por su cuerpo, y juro por mi madre que sentí todos y cada uno de sus músculos contra la parte delantera de mi cuerpo. Sip, TODOS. Cuando toque el piso con los pies, mis ojos estaban a la altura de su pecho. Pero si es altísimo, mi cabeza le rozaba la barbilla apenas. Cuando me di cuenta de que seguía pegada a su cuerpo, me aleje de un salto de él. Lo vi de pies a cabeza, era de cabello rizado negro, hombros anchos, brazos fuertes que te invitaban a estar rodeados en ellos constantemente, torso bastante musculoso y un abdomen que se marcaba deliciosamente a través de su playera negra. Además de unas piernas largas y bien trabajadas envueltas en un par de jeans. Definitivamente pasaba un laaaargo tiempo en el gimnasio.
Levante la cabeza y vi que me veía con una sonrisita engreída y de suficiencia –Soy Emmett, mucho gusto.- me tendió la mano.
-Rosalie, pero dime Rose. –Tome su mano y una fuerte corriente atravesó mi cuerpo hasta llegar a la parte baja de mi vientre. Lo solté de inmediato, y supe que él había sentido lo mismo cuando se quedo viendo su mano vacía con una mueca de confusión. –Muchas gracias por ayudarme, realmente estaba considerando trepar por el estante. Aun no sé cómo es que pudiste levantarme por tanto tiempo.
Me vio como si hubiera dicho algo tonto y después se rio. –De verdad, no hay problema.- vio los artículos en mi carrito –Pastel ¿cierto?- pregunto con curiosidad.
-Sip, de chocolate. - Cuando mencione la palabra chocolate, juro por Dios que sus ojos destellaron como los de un niño pequeño. –Me tengo que ir. De nuevo muchas gracias. Adiós.
-Hasta luego, Rose. – Oh mierda, escucharlo decir mi nombre me provoco un estremecimiento que recorrió toda mi columna vertebral. Di media vuelta y me aleje de ahí. Di una última mirada antes de girar hacia las cajas y el hombre delicioso había desaparecido.
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-¡Por Dios, Rosalie! Tienes que contarnos todos los detalles… ¿Cómo se apellida? ¿Dónde vive? ¿Tiene auto? Pff, claro que tiene un auto…. ¿Te pidió tu número? ¿Te invito a salir?- Alice ni siquiera tomo aire para decir todo eso, no había dejado de hacerme ese tipo de preguntas desde que les conté mi encuentro fortuito con Emmett. – ¡Rose, es tan romántica la manera en la que se conocieron!
-Al, ya les conté todo lo que sucedió, así que no tengo idea de cómo se apellida, donde vive o si tiene un auto. Nop, no me pidió mi teléfono y tampoco me dio el suyo, y no, no me invito a salir.- Seguí comiendo con la intención de que Alice dejara de interrogarme, me sentía como en esas series policiacas que tanto nos gustan a mi madre y a mí. Pero pensar que mi interés en la comida podía distraer a esta pequeña cotilla, fue algo tonto.
-Rose, vamos, tiene que haber algo más…. Dime de nuevo como era. De verdad que esta vez tuviste suerte de que no fuera desgarbado y casi tan delgado como Bella.-
-¡Oye! Alice, ya deja en paz a Rose. Si dice que no hay mas, dejemos que crea que no la molestaras de nuevo con eso.- La mire mal y soltó una carcajada. Bella no solía meterse en discusiones, ni tampoco era de las que te preguntaban de todo, ella solo escuchaba y comentaba cuando era necesario, pero sinceramente había veces en las que detestaba que me "defendiera" de la curiosidad de Alice. –Además supongo que es de esas personas que conoces pero que jamás vuelves a ver.
-Ya chicas, basta. Ahora cuéntenme que ha sucedido últimamente con ustedes. No me habían llamado.- Trate exitosamente de cambiar de tema. Sabía que el preguntarles de otra cosa mientras les servía pastel las distraería completamente. – ¿Cómo van con la lista de invitados, Bella?-
-No muy bien. Edward y yo tratamos de que Alice no invite a todo el hospital, pero sabes que es casi tan terca como tú y como yo.- La aludida solo se limito a sacarnos la lengua cual niña de cinco años.
-Hey, estoy sentada en la misma mesa que ustedes, puedo escucharlas. Además, ¿qué es una boda sin invitados? Se casa mi hermano mellizo y mi mejor amiga, es una fecha importante y quiero que todos vean lo maravilloso que será. Vamos Bella, pero si hasta te servirá para dejarles en claro a la bola de enfermeras y doctorcitas que babean por mi hermanito, que ya está amarrado.- dijo haciendo un puchero patentado por ella. Cuando Bella suspiro rendida, sabía que tenía la batalla ganada. Utilizar a Edward como gancho, siempre funcionaba.
-Está bien, enana. Pero no quiero que después salgas con que es demasiado trabajo meter a tanta gente dentro de la casa de tus padres. No pienso cambiar el lugar de la ceremonia. ¿De acuerdo?-
Con una tremenda sonrisa en la boca, y un saludo estilo militar, Alice contesto – ¡Si, mi General!- Bella volteo a verme primero, antes de que las tres rompiéramos en carcajadas.
La primera semana que trabaje en el hospital paso volando. Me informaron que durante el primer mes, mis guardias serian en la mañana, y Bella, al ser la jefa de enfermeras del área de Urgencias, estaría conmigo explicándome el funcionamiento y manejo de cada cosa. Además ya tenía a mi mejor amiga cerca y así que no iba a sentirme tan sola. Me cuesta un poco de trabajo hacer amigos por mi cuenta desde aquella vez que confié con el alma en alguien que no lo merecía, por lo que la ayuda de Bells en ese aspecto me ayudo muchísimo. Me presentó a las otras tres enfermeras de urgencias; Ángela que es un amor de persona, cálida y amable; Emily, una chica muy dulce y con la paciencia de un santo; y por ultimo Jessica, una chica muy bonita, pero grosera y prepotente. Conocí también a la doctora Tanya Denali, famosa entre mis amigas y la familia por seguir a Edward como perro faldero, causándole algunos problemas con Bella, además de haber intentado meterse en los pantalones de Carlisle Cullen, el padre de Ed y Alice… y el director del hospital.
Pese a que todos mis días estuve ocupada hasta no poder más, durante las noches solo pensaba en Emmett, no podía sacármelo de la cabeza y no sé por qué. Cada vez que cerraba los ojos, veía esos ojos llenos de misterio y alegría, recordaba la sensación electrizante que me recorrió el cuerpo cuando toque su mano, la contextura fibrosa de su cuerpo y esa sonrisa que me volvía estúpida. ¡Por Cristo, pero si no voy a volver a verlo! Llegue incluso a fantasear con él y con todo lo que podría hacer con su gran cuerpo en mi cama. Estaba comenzando a odiar esto, terminaba caliente y frustrada hasta que no me hacía cargo yo misma. Digo, no es que me moleste masturbarme, lo hago con frecuencia y aunque jamás será tan satisfactorio como el sexo real, me servía para calmar mis ansias.
Desde la vez que me encontré con Emmett en el supermercado hace un mes, iba al menos dos veces a la semana a la misma hora, esperando encontrármelo de nuevo, pero nunca sucedía. Tampoco había vuelto a pensar en Royce, el hombre que tanto daño me hizo y del que me enamore siendo una adolescente. La verdad no es que no lo superara aún, solo que no había vuelto a estar con un hombre después de él. Y me sentía una mierda por eso. Sabía que tenía que salir, conocer gente, ligar un poco y quizás irme a casa con alguien para tener algo de sexo que me sacara de la sequía en la que estoy sometida involuntariamente, pero no me daban ganas de salir, no quería volver a pasar por lo mismo, por lo que trataba de alejar a todos mis posibles pretendientes. Alice y Bella habían tratado hasta el cansancio de encontrarme una pareja, me habían presentado a infinidad de personas, pero simplemente no quería estar con nadie. Ahora, de un momento a otro, llega ese espécimen de ojos azules y me hace olvidarme hasta de mi nombre. Definitivamente ha llegado el momento en el que salga con alguien, solo necesito un buen polvo para olvidarme de Emmett.
Un mes, una semana, y dos días y medio. Perdí las esperanzas de verlo de nuevo, pero está bien, prefiero que sea así. Hace quince días tuve una cita desastrosa con Tyler Crowley, cirujano adjunto de Ortopedia. Es muy guapo y simpático, tuvimos una larga charla, pero basada principalmente en su trabajo; a mí no me interesaba hablar de trabajo, estoy en el de cinco a seis días a la semana con guardias de ocho horas diarias. Y para rematar, sip, yo pague mi cena y me fui en taxi a mi casa. Al muy cabrón se le olvido decirme que tenía una reunión a las 10:30 en casa de su madre; se fue dejándome ahí en el restaurante. Juro por todos los zapatos de tacón de mi armario, que trate de no molestarme, pero todo mi autocontrol se fue a la mismísima mierda, cuando pase en el taxi por una zona cercana al restaurante y lo vi dentro de un bar, besándose como si no hubiera un mañana, con nada más y nada menos que con Jessica Stanley, la perra que me ha dejado a sus pacientes por irse a cotillear sobre la boda de Edward y Bella.
Llegue hecha una furia a mi casa, y no porque Tyler mi interesara, si no porque nada había salido como esperaba, termine gastando dinero en una cena aburrida, me tuve que regresar sola a mi casa y me perdí una maratón de ocho horas de Criminal Minds.
El lunes siguiente Jessica llego como si hubiera ganado el gordo de la lotería, hasta se las arreglo para hacerse cargo de sus pacientes sin necesidad de mandárnoslos a las otras enfermeras. Tyler por otra parte, me invito un par de veces más, pero simplemente lo ignoraba; creo que sospechaba que lo había visto con su lengua metida en la garganta de Jessica, o tal vez se dio cuenta que fue un capullo al hacerme pagar mi comida.
Después de que les conté lo que había pasado en la cena, Alice y Bella desistieron de tratar de convencerme de salir de nuevo. Simplemente se me habían quitado las ganas… otra vez.
Era viernes, y mañana no trabajaba, por lo que me levantaría tarde. Estaba tan cansada que solo quería tomar un baño y acostarme a dormir. Comencé a desvestirme mientras caminaba al baño, dejando la ropa en el camino, estaba a punto de llegar a la puerta cuando recordé que mi ropa quedaría llena de pelos de Leah, así que deje mi intento de sensualidad a un lado y regrese a recoger todas la prendas tiradas para ponerlas en el cesto de la ropa sucia.
Tome un baño relajante y una buena taza de café mientras me acostaba a ver un poco de televisión con Leah echada a mis pies. Estaba haciendo zapping, cuando una noticia del día me llamo la atención: La presentadora mencionaba que James Whiterdale, uno de los mafiosos más peligrosos de la ciudad había disparado y asesinado a un miembro de otra familia de la mafia, los McCarty. James había escapado, pero una nota que había sido enviada al Seattle Times, afirmaba que los McCarty no descansarían hasta encontrarlo. -Siempre se ha sabido que esas dos familias son poderosas en el mundo de la mafia, pero jamás se ha conocido a ningún integrante del clan McCarty. Tengan cuidado y si conocen el paradero de James Whiterdale, llame al 911.- la presentadora termino de hablar mientras pasaban la foto de James. Parecía ser una fotografía tomada in fraganti, pero que enfocaba perfectamente su cara, y la mirada que mostraba era fría y cruel. Tuve un pequeño escalofrío, y decidí dejar la televisión por la paz. Apague todo, y me quede dormida.
A la mañana siguiente, unas cosquillas húmedas en mi cara me despertaron a las nueve. Tenía semanas sin dormir más de seis horas, y haber dormido diez seguidas, casi se sentía a gloria. Me senté en la cama y moví a Leah de mis almohadas, como nota mental me dije que tendría que lavarlas. Me cambie y salí a correr un rato con la bola de pelos que tenía como mascota, pero en el momento en el que pise el lobby de mi edificio, tuve una sensación de angustia en el pecho, como un mal presentimiento. Quizás aún estaba asustada por la noticia de ayer, así que no le tome importancia y seguimos caminando hasta llegar al parque.
Después de dos horas, yo ya no podía moverme. Leah no dejaba de jalarme para correr, pero el no haber desayunado, me estaba pasando factura. Me senté en una banca, tome mi teléfono de mi sostén, ya que no llevaba bolso ni bolsillos, y llame a Alice para ir a desayunar… bueno, por la hora quedaría mejor a almorzar. Quedamos en vernos a las dos de la tarde en un restaurant italiano a pocas cuadras de su casa.
Regresamos al apartamento, y me bañe. Como era un día especialmente frio, me puse unos pitillos negros que hacían maravillas con mi trasero, unos botines de piel, un bonito jersey fino color beige y una bufanda roja. Me maquille ligeramente y deje mi cabello suelto. Tome mi chaqueta negra y salí al restaurant. De nuevo me asalto la sensación de desesperación que había tenido antes, era como si algo me dijera que no saliera de mi casa, pero no quería llegar tarde así que ignore a la molesta vocecita que me decía que me quedara y me subí a mi camioneta. Llegue media hora antes de lo acordado. Demonios. No me quedo de otra que sentarme a esperar a Alice. Iba por mi segundo vaso de limonada, cuando vi en una esquina del restaurante a un hombre rubio, alto y extrañamente disfrazado. Llevaba una gorra y unos lentes oscuros, chaqueta oscura y un par de guantes. Era extraño que dentro del local no se quitara nada de eso, podría jurar que se estaba escondiendo de alguien. Como sea, iba a girarme de nuevo a mi mesa, cuando de repente se quito los lentes y reconocí inmediatamente al tipo mafioso de las noticias, James.
Me quede congelada, sabía que era él, pero no sabía si era lo más conveniente llamar al 911 cuando el delincuente te está viendo. De repente un par de balazos perturbaron la calma del restaurante y voltee hacia el lugar donde provenían los disparos, vi a cuatro hombres vestidos completamente de negro y armados hasta la médula atravesar el local hasta llegar a James. Uno de ellos lo tomo por el cuello levantándolo del piso a donde se había caído al tratar de huir -que me corten la mano si el hombre no le estaba apretando el cuello tremendamente- mientras que otro le quitaba una Glock que traía en la parte de atrás del pantalón. Pase mi mirada escaneando todo el lugar y me di cuenta de que solo yo estaba sentada en mi silla. Todos los demás comensales se encontraban recostados en el suelo con las manos sobre la cabeza. Mire hacia la puerta y vi a un hombre de espaldas, verdaderamente alto y de cabello oscuro. Nada me preparo para el fuerte dolor que sentí cuando me tomaron del cabello con brusquedad y me levantaron de la silla.
-Mira nada más lo que tenemos aquí, preciosa. ¿No te dije que te acostaras boca abajo con la mirada al suelo? – Cada vez hacia más presión en mi cuero cabelludo, y me estaba comenzando a enojar. No podía verle la cara pero estaba segura de que no llevaba nada cubriéndole el rostro, ni él ni los demás hombres.
-¡Suéltame, imbécil! No te escuche, de acuerdo. ¡Me estas lastimando, estúpido! – Yo sabía que si me enojaba no había manera de que pudiera controlar mis insultos, y sabia también que esto no era bueno. En lugar de soltarme del cabello, me tomo por el cuello y me obligo a mirarlo a la cara. Tenía un rostro tosco y agresivo, con una que otra cicatriz en la frente, sus ojos eran de un café tan oscuro que podría fácilmente pasar por negro, su ceño estaba fruncido y más que furioso como debería de estar, se veía solo molesto y tal vez sorprendido.
-¿Quién mierda eres….- Antes de que pudiera continuar y sin realmente pensar en lo que hacía, levante con todas mis fuerzas la rodilla y di de manera perfecta en mi blanco. Me soltó de inmediato doblándose de dolor - ¡Maldita zorra! Juro que me las pagaras….-
¡Mierda, en serio le pegue! Sabía que aguantar a Jazz durante tanto tiempo intentando enseñarme defensa personal iba a servirme algún día. Unas estruendosas carcajadas me sacaron de mi letargo por haber golpeado a un secuestrador, y pude ver que los otros tres hombres se reían a mandíbula batiente del otro al que golpee. -Paul, no puedo creer que una mujer te dejara tirado en el piso…. Jajajajajajaja, anda deja en paz a la chica y vámonos ya. Ya tenemos a este animal. Vamos.- dijo un chico que no debería de tener más de 25 años, era realmente joven para ser un secuestrador, y por lo que asumí al decir que ya tenían a James, es de la familia de mafiosos. Justo cuando iba a girarme para salir corriendo, sentí una pared de masa muscular en mi espalda que me impidió moverme. – No Seth, ella va con nosotros. - Esa voz. –Jake véndale los ojos y llévatela. – ¡Whooaa! ¿Qué? No no no no no.
Uno de los dos hombres que aun no habían hablado se me acerco lentamente con una especie de pañuelo grueso en la mano. Carajo, me iban a secuestrar y yo no había podido ni siquiera dar mi opinión al respecto. Además ya les había visto la cara, no serviría que me vendaran.
-¡Tócame, cabrón y te arranco la mano y hago que te la tragues!- Sisee con furia y le di la mirada más envenenada que tenia y ¡Bingo! Bajo la vista y volteo a ver nerviosamente a la mole que estaba detrás de mí. Sacudió la cabeza, como si estuviera reaccionando y se me acerco de nuevo con la venda extendida. Me gire rápidamente y el aire se me quedo atascado en la garganta.
-Emmett.- Después todo se volvió negro.
