Todo lo que reconozcáis (y más) pertenece a J.K. Rowling. El resto ya es cosa de mi imaginación.

¡Bienvenida/o a la gran aventura que es este fic! Si te estás preguntando dónde te acabas de meter, déjame exponer unos cuantos avisos importantes primero. Deberían darte una idea inicial de qué te vas a encontrar:

Aviso #1: Si quieres enterarte de la premisa de la historia, te gustan los vídeos y no te importa mucho que la edición sea poco profesional, puedes encontrar el tráiler del fic simplemente buscando "Siempre Quidditch" en Youtube.

Aviso #2: Este fic se empezó a publicar antes de que saliera nada de Animales Fantásticos, la magia en Norteamérica, Ilvermorny y demás. Por lo tanto, la historia se desviará ligeramente del canon al tratar estos temas. Por lo demás, sigue todo el canon de los siete libros originales, más los libros de Animales fantásticos y Quidditch a través de los tiempos... Con pequeñas modificaciones para que las cosas tengan sentido.

Aviso #3: En el blog siemprequidditchfanfic . blogspot . / (eliminando los espacios) podréis encontrar imágenes de los OC, momentos perdidos, historias secundarias y alguna que otra cosa más. No olvidéis echarle un vistazo, y si no lleváis el fic al día, ¡cuidado con los spoilers!

Aviso #4: El protagonista principal absoluto de este fic es Vaisey, así que la historia seguirá sus aventuras alrededor del mundo... Aventuras en las que se encontrará con multitud de personajes OC que también irán tomando protagonismo. Sin embargo, algunos de los personajes secundarios más recurrentes van a ser personajes canon, así que prepárate para encontrarte con Theodore Nott, Ginny Weasley, Tracey Davis y muchos más.


El nombre de Vaisey aparece exactamente tres veces en toda la historia de Harry Potter:

"—Las condiciones parecen ideales—comentó Ginny ignorando a Ron—. ¿Y sabéis qué? A uno de los cazadores de Slytherin, Vaisey, lo golpearon con una bludger en la cabeza durante el entrenamiento de ayer y no podrá jugar. ¡Y por si fuera poco, Malfoy también está enfermo!"

"—Yo lo llamo suerte—Ron parecía un poco más animado—. Y Vaisey tampoco jugará, y es su mejor goleador; no me hacía ninguna gracia que… ¡Eh!"

"—¿Seguro que no había nada en el zumo de calabaza?—preguntó Ron, perplejo—. Hace muy buen tiempo y Vaisey no ha podido jugar… ¿De verdad no me has dado poción de la suerte?"

Harry Potter y el misterio del príncipe


SIEMPRE QUIDDITCH

1. Entrevistas


La puerta se abre sola frente a él y una voz habla desde el interior de la habitación:

—Pase y tome asiento, por favor.

Él hace lo que le dicen, y la puerta se cierra automáticamente después de cruzarla.

La silla es cómoda, y se hunde ligeramente bajo su peso. Observa brevemente la sala mientras la mujer frente a él acaba de leer el pergamino que envió dos semanas atrás, presentándose. Las paredes son de color azul pálido, y la que está a espaldas de la mujer tiene pintada una gran flecha plateada. Todo está lleno de fotografías recordando los mejores momentos de la historia de los Appleby Arrows. Se fija especialmente en una sobre la mesa que se interpone entre él y la mujer, porque es muy reciente: de ese mismo mes de mayo, cuando el equipo ganó la Liga.

—Señor Vaisey—la mujer levanta finalmente la vista del pergamino, se quita las gafas y le mira fijamente—. Por su carta, entiendo que está solicitando entrar como reserva en nuestro equipo.

Bruce Vaisey está nervioso, pero como buen Slytherin, no deja que se note.

—Así es. Sé que los Appleby Arrows están en un momento excelente, y me interesaría formar parte del equipo.

—Aquí no menciona usted que haya ganado algún campeonato escolar con su equipo.

Está contrariado. Cierto que no ha ganado ningún año la Copa de Quidditch en Hogwarts, pero no es culpa suya que el resto del equipo de Slytherin sea tan condenadamente malo.

—Tiene razón, no he ganado nada en Hogwarts. Pero estoy seguro de que si me dejaran hacer una prueba…

—Lo siento mucho, señor Vaisey—le corta la mujer antes de que pueda terminar de hablar—, pero como usted mismo ha dicho, los Arrows estamos en un momento excelente de nuestra historia reciente. Y necesitamos unos estándares mínimos para nuestros jugadores, que desgraciadamente usted no cumple. Gracias por asistir, puede retirarse.


La sala en la que entra esta vez es de un azul celeste muy similar al último, pero en lugar de esperarle una delgada mujer al otro lado de la mesa, hay un hombre calvo y regordete.

—Vaya, eres muy joven. Recién salido de Hogwarts, ¿verdad?—es lo primero que le dice el hombre, quien por lo visto ni siquiera ha leído su carta de presentación, que ahora mismo está desenrollando sobre su regazo, y empieza a leer frente a él—Bruce Vaisey, diecinueve años… apuesto a que repetiste un año por culpa de todo el lío que se montó en Hogwarts, ¿me equivoco?—el hombre ni siquiera espera a que se lo confirme y sigue leyendo, pero en voz baja, y palidece poco a poco.

—¿Hay algún problema, señor Rodgers?—inquiere Bruce, pues el representante deportivo de los Tutshill Tornados se ha callado y ha dejado de leer.

—Pues vaya, lo siento, muchacho—responde lentamente el hombre, rascándose la calva—. Pero me temo que ahora mismo, los Tornados no necesitamos más cazadores.


En esta ocasión, la sala tiene las paredes negras, pero un montón de murciélagos escarlatas revolotean en el papel pintado. La conversación es corta, antes de que el representante de los Murciélagos de Ballycastle le diga:

—Señor Vaisey, me sabe mal comunicarle que temo que su ideología no sería bien recibida, ni por parte del resto de la institución, ni por los aficionados. Pero gracias por su interés, de todos modos. Puede marcharse.

Bruce ni siquiera tiene tiempo de replicar que su ideología no está incluida en la carta de presentación, y tampoco se la ha preguntado.


Esta vez la sala es de paredes grises y blancas, pero la conversación con la mujer no es muy diferente de las anteriores.

—Hace apenas un par de años que tuvimos un marcado relevo generacional—le explica la mujer, con la mayor delicadeza con la que le han recibido por el momento—. Confiamos en nuestros jugadores, y me sabe mal decirle que no estamos contratando a nadie últimamente. Gracias por su atención por los Falmouth Falcons, señor Vaisey. Puede irse ya.


Las paredes a rayas verdes y rojas son mareantes, pero Bruce se concentra una vez más en el hombre frente a él.

—…y me sabe francamente mal tener que decírselo, pero hace unas décadas que solo aceptamos jugadores ya formados. Política de los Caerphilly Catapults, ya sabe, Vaisey—concluye el hombre, y Bruce tiene que aguantarse las ganas de hacerle notar la ironía en el hecho de que los Catapults no hayan catapultado a nadie a la fama desde hace décadas.


Esa sala es más pequeña que las anteriores, y el color púrpura oscuro de las paredes contribuye a la sensación de claustrofobia. Por algo prefiere volar.

—Lo siento, señor Vaisey, pero en estos momentos los Prides tenemos tres cazadores magníficos—por supuesto, se dice Vaisey. Precisamente por eso era que el Pride of Portree estaba ganándose el sobrenombre de "los nuevos Chudley Cannons"—y tengo la impresión de que no tenemos un lugar disponible para usted.


Ya se ha entrevistado con seis representantes de equipos, y todos ellos le han rechazado con excusas estúpidas. Ya ha perdido todo el mes de julio. Las respuestas de las Avispas de Wimbourne, los Monstrose Magpies y los Kenmare Kestrels a sus solicitudes de entrevista le han concedido tres citas más a lo largo de las próximas dos semanas, y los Chudley Cannons y el Puddlemere United aún no le han respondido. Obviamente, no ha escrito a las Holyhead Harpies. Y el representante de los Wigtown Wanderers acaba de llamarle para hacerle pasar.

Las paredes son de color rojo sangre, y el dibujo de un cuchillo plateado resplandece en el estandarte colgado tras el hombre viejo y menudo que le observa con ojos inteligentes desde la mesa. Bruce se sienta y ve su carta de presentación totalmente plana entre las manos del hombre.

—Bruce Vaisey—habla el anciano, con una voz sorprendentemente clara y grave—. Recién graduado de Hogwarts, con notas aceptables. Diecinueve años. Un excelente cazador, por lo que tengo entendido. Un Slytherin. Me temo que no vas a tener sitio en este equipo.

Esto ya es el colmo. Bruce ya está harto de que le rechacen por tonterías, y esta vez ni siquiera le ha dejado pronunciar una sola sílaba.

—¿Ah, sí? Pues no estaría de más que alguien me explicara por qué todos me dicen que no con estúpidas excusas de una maldita vez—espeta, y se levanta de golpe de la silla.

Intenta salir, pero la puerta no se abre. Se gira hacia el hombre con una mirada de rabia, pero él no se ha inmutado, y le observa pacientemente.

—Si me haces el favor de sentarte, te explicaré por qué no te vamos a contratar. Es más, si aguantas un rato sin interrumpirme, también te diré por qué no lo han hecho ninguno de los otros equipos con los que has hablado y por qué no lo harán los que te faltan por contactar.

¡Por fin, alguien dispuesto a hablar con claridad! Bruce se sienta de nuevo, y los ojos celestes del hombrecillo apenas parpadean mientras le habla.

—Eres un Slytherin. Así de simple. En estos días, y me temo que aún tendrán que pasar varios años más para que la situación cambie, ser un Slytherin te relaciona directamente con el bando mortífago, a pesar de que no hayas tenido nada que ver con ellos. Además de que directivos poco informados pueden creer que sigues siendo un firme seguidor de las ideas de Lord Voldemort, a ninguna afición le gustaría contar con un Slytherin entre sus jugadores, y los directivos son conscientes de ello.

—Pero yo en ningún momento he sido seguidor de Voldemort—replica Vaisey, decididamente enfadado—. Y sus directivos deben estar olvidando que también hay aficionados al quidditch pertenecientes a Slytherin.

El mayor le sonríe, dándole la razón.

—En cuanto al segundo punto, tienes razón, pero tú estás olvidando que son minoría: y en este mundo, las minorías no le importan a nadie. Por lo que respecta a tu primer punto, hace unos días hablé con la directora McGonagall. Una mujer brillante, y gran aficionada al quidditch. Por lo visto te recuerda sin problemas, y me comentó que estuviste presente, y de su lado, en la famosa batalla de Hogwarts. Una actitud curiosa para un Slytherin, si me lo permites, pero no menos loable.

—Tengo una duda, señor Higgins. ¿Por qué está perdiendo el tiempo conmigo, si no va a contratarme?

El señor Higgins, cuyo nombre estaba en una placa sobre la mesa, sonrió de lado de nuevo.

—Como ya te he dicho, los Slytherin están actualmente mal vistos. Los que estaban en puestos de poder han sido discretamente retirados en su mayoría. Algunos, como yo mismo, nos hemos salvado. En mi caso, porque soy tan mayor que poca gente recuerda que alguna vez pertenecí a esa Casa. En el mundo del quidditch, obviamente quedan jugadores Slytherin, aunque muchos se han retirado prematuramente y los restantes han sido minimizados en sus equipos, por lo que un debutante Slytherin no sería bien recibido. Y a pesar de que todo esté en tu contra, sé detectar un jugador que vale la pena en cuanto lo veo. De modo que, Bruce Vaisey, tengo un plan para que llegues a formar parte de la historia del quidditch. Es decisión tuya aceptarlo o rechazarlo.

¿Qué podía estar tramando aquel hombre? Bruce no tenía ni idea, pero la oferta resultaba tentadora. Era lo que siempre había deseado. Había quedado bastante claro que iba a ser imposible que le aceptaran en cualquier equipo simplemente con presentarse en las oficinas, pero el señor Higgins le estaba diciendo que él era capaz de sortear esos obstáculos que parecían insalvables.

—¿Cuál es su plan?

—Dime, Vaisey, ¿estás muy ligado a Inglaterra?

Bruce palideció de pronto, vislumbrando enseguida parte del plan del hombre.

—Ahora mismo, estoy saliendo con una chica…

—¿Y es esa chica más importante que llegar a ser una estrella de quidditch?

Cerró los ojos un momento y la brillante sonrisa de Eve inundó su mente. No había querido nunca antes a nadie como la quería a ella. Pero le estaban ofreciendo la oportunidad de cumplir su sueño. La oportunidad de conseguir su mayor ambición…

Bruce Vaisey abrió los ojos.

—Cuénteme el plan—dijo secamente.


Es el cuatro de agosto del año 2000. Han pasado tres días desde la reunión con el señor Higgins. Dos días desde la última vez que habló con Eve. Y Bruce Vaisey está sentado en la sala de espera más muggle que ha visto en su vida, si no fuera por la fotografía en la pared que muestra a dos buscadores peleando por la snitch.

La bofetada que ella le dio aún le duele. Pero no en la mejilla, donde el enrojecimiento se le pasó al cabo de unas horas, sino en el alma. Porque no fue capaz de convencerla de que a pesar de sus decisiones, la quiere. Y ella no fue capaz de entender que él necesitaba tener su oportunidad, y en Inglaterra nadie se la iba a dar. Y lo suyo se acabó. Él está destrozado, ella también. Pero ambos son demasiado orgullosos para admitirlo. Y de todos modos, si las cosas salen bien para Bruce, van a estar demasiado lejos como para que pudieran continuar como antes.

La puerta a su derecha se abre, y Bruce se pone en pie inmediatamente. Se encuentra frente a un hombre joven, que no aparenta más de treinta años, vestido con una extraña combinación mágica y muggle: una túnica corta y unos pantalones vaqueros asomando por debajo. Cuando le sonríe con ganas, no puede evitar pensar que es el director deportivo más raro que podría haber encontrado.

—Señor Vaisey, ¿cierto?—se le hace extraño oír el acento, tan diferente a los que está acostumbrado—Oh, no, no pase todavía. Quería saber si ha traído los recuerdos que me comentó el señor Higgins.

Bruce asiente, y saca el frasco del bolsillo de su túnica. El señor Higgins le pidió que añadiera sus propios recuerdos sobre sus mejores actuaciones en los partidos, pero ya había otros recuerdos antes, que no sabe a quién pertenecen.

El hombre recoge el frasco y entra de nuevo en su despacho, cojeando ligeramente, y Bruce se deja caer de nuevo en la silla. Se marea un poco, porque todavía no se le han pasado los efectos del viaje en traslador más largo que ha hecho en su vida.

Pasa un rato y la puerta se abre otra vez. El hombre aparece con una gran sonrisa, y le hace un gesto para que pase al interior.

Las paredes están decoradas con los colores del equipo; no ha tenido mucho tiempo para investigar, pero eso sí lo ha averiguado. Azul celeste en la parte superior, fucsia en la inferior, y una delgada franja azul oscuro que separa los dos colores. La silueta negra de una cabeza de minotauro está estampada sobre la mesa de madera, en los marcos de fotografías, en la placa que identifica al hombre como el director deportivo David Smith, en las copas en una de las estanterías y hasta en el pensadero situado en una esquina de la mesa.

—Señor Vaisey, he visto su estilo de juego y debo reconocer que estoy francamente impresionado—habla el señor Smith una vez que ambos están sentados—. Y también hablé con el señor Higgins, que me explicó la situación en la que usted se encuentra en su país, y que opina que pasar unas cuantas temporadas con nosotros sería beneficioso para todas las partes. Antes de nada, tengo la obligación de informarle (ya que supongo que no está muy enterado de la actualidad de nuestro equipo) de que ya contamos con tres cazadores. Pero uno de ellos, nuestro gran Jeffrey, ha cumplido este verano treinta y dos años, está pensando en retirarse pronto y no está en condiciones de disputar todos los partidos, así que pensamos que una adquisición como usted será una gran aportación. Había pensado en un contrato inicial de dos años, renegociable en cuanto queden tres meses para finalizar. ¿Qué me dice, acepta?

David Smith le extiende el contrato encima de la mesa, y Bruce lo examina con curiosidad. Bajo su nombre, sus datos y su historial deportivo, están expuestas las bases del contrato con su nuevo equipo. El sueldo que le van a pagar es bajo para un jugador de quidditch, pero él es solo un novato, y de todos modos, es más de lo que nunca consiguió ganar su padre.

Bruce respira profundamente y firma en el pergamino con la pluma que le tiende Smith. La tinta resplandece un momento antes de secarse.

El director deportivo sonríe una vez más.

—Felicidades, Bruce Vaisey. Bienvenido a los New York Minotaurs.


¡Hola a todos los que hayáis leído hasta aquí, y muchas gracias por hacerlo!

Aquí estoy con mi primer long-fic, que es un gran (enorme, de hecho) reto para mí. Desde que estuve buscando un nombre de un Slytherin del que no se supiera nada para usarlo como secundario en el primer fic que escribí y encontré el de Vaisey, me llamó la atención este personaje. Así que le di un nombre y poco a poco, fui creándole una historia que tengo intención de terminar. Este capítulo es algo así como una introducción, y los dos siguientes la continúan en parte: todo lo escrito en cursiva es anterior a lo sucedido el 4 de agosto del 2000. A partir de allí, se acabarán las historias del pasado y todo será el presente de Bruce Vaisey. Así que si piensas continuar leyendo, ¡bienvenido a la historia!

Y por cierto, se agradecen comentarios, preguntas y reviews. Contestaré todo lo que pueda (y no estropee la trama).

Ahora sí, ¡hasta la próxima!