EPÍLOGO
Derrotar a Drago Manodura fue una de las más grandes hazañas que podría haber hecho en mi vida y que Chimuelo derrotara al dragón rey salvajibestia hizo que mi amigo se convirtiera en el nuevo líder y macho alfa de todos los dragones, todos lo respetaban y yo de igual manera me convertí en el jefe de mi tribu, un gran honor y al mismo tiempo una gran responsabilidad.
Con la muerte de mi padre y los dragones ahora más unidos a nosotros como vikingos las cosas en Berk no podrían ser mejores, pero jamás imagine que eso se acabaría, de hecho nunca quise pensar en esa posibilidad. Todos en Berk y los dragones éramos amigos, una familia; pasamos de matarnos unos a otros por trescientos años, para convertirnos en los más fieles y poderosos compañeros apoyándonos los unos a los otros.
Toda persona en Berk desde que comenzamos a entrenar dragones, sólo podíamos pensar en las ventajas que eran vivir con ellos, todo era paz y armonía, pero tal y como se esperaba algunas personas nunca cambiarán y harán lo que sea para acabar con los dragones, es una verdadera lástima que esas personas lograran su objetivo. Aun me siento responsable, yo quien juré protegerlos a todos, tanto humanos como dragones, no lo logré y al final...
Chimuelo... ese dragón, siendo un poderoso y magnifico furia nocturna... fue mi mejor amigo.
CAPÍTULO 1
Desde la muerte de mi padre y de haber asumido la responsabilidad como jefe de la tribu "Gamberros peludos", he estado bastante ocupado arreglando y remodelando la aldea que fue destruida hace un año por Drago Manodura; sin embargo, después de tanto esfuerzo y algunos cambios, por fin se le ha quitado todo el hielo a Berk y se ha reconstruido gracias al trabajo de todos, vikingos y dragones. Ser jefe no era nada sencillo, por lo que mis salidas con Chimuelo se redujeron, así como las clases que impartía en la escuela de dragones, por suerte las cosas ya comenzaban a estabilizarse en la aldea, así que a veces tenía un tiempo en la tarde donde podía volver a salir con Chimuelo.
— Vamos amigo... — Monté a Chimuelo luego de terminar de comer, tan sólo quería escapar por un momento y recordar el tiempo donde no tenía ninguna responsabilidad importante en la aldea. Guíe a Chimuelo hasta un pilar de grandes rocas que sobresalían del océano y desde ese lugar podía ver a la aldea entera justo frente a mis ojos. La vista era maravillosa. — Mira eso amigo. — Bajé de Chimuelo y caminé a la orilla del pilar, seguido por Chimuelo quien se sacudió un poco sentándose al mismo tiempo que yo, a mi lado. La vista que teníamos me resulto bastante nostálgica. Al cabo de unos minutos se escuchó por mi espalda el aleteo y gruñido de otro dragón aterrizando en el mismo pilar atrás de mí, era Tormenta con Astrid montada en ella.
— Hola. — Saludó bajando de Tormenta, acercándose a mí. Chimuelo como cada vez que veía a Tormenta corría hacia ella con ánimo de juguetear un poco. Sonreí al mirar a Astrid, venía tan hermosa como siempre, correspondí a su saludo elevando mi mano derecha. Se sentó a mi lado dándome un beso en la mejilla. — ¿Largo día para el jefe? — Preguntó posando su mano en mi hombro y mirándome con ternura.
— Neh... Estuvo tranquilo. — Contesté alzando un poco mis hombros y cerrando los ojos en reflejo, las cosas en la aldea estaban tranquilas. — Sólo quería estar un rato sólo, como antes... sólo Chimuelo y yo, por los aires.
— ¡Oh!, perdón, no quería molestarte en tu descanso. — Dijo queriendo levantarse, ella era quien mejor me comprendía. Desde que comencé con mis labores de jefe, Astrid estuvo a mi lado todo el tiempo.
Antes de que se levantara por completo, la detuve tomando su muñeca. — No te vayas. — Dije por impulso, ella pareció sorprenderse. — No molestas, al contrario me haces sentir cómodo y tranquilo. — Figuró una sonrisa y volvió a sentarse junto a mí, esta vez recargando su cabeza en mi hombro.
— No me iré. — Murmuró. La abracé por la espalda pegándola más a mí. — Haz hecho un gran trabajo, tu padre estaría muy orgullo de ti.
— Sí, eso me lo ha dicho mi madre, pero yo no estoy tan seguro... — Dije mirando fijamente la estatua de mi padre, la cual estaba siendo iluminada por los rayos del sol, debido al atardecer.
— Lo eres, yo lo veo, todo en la aldea lo ven e incluso los dragones. — Replicó separándose bruscamente de mí, no le agradaba que me hiciera menos.
— Perdón. — Sonreí y regresé la mirada al frente, estaba agradecido con la vida por todo lo que había dado, aunque en el camino me hubiese quitado otras cosas igual de importantes. Ella volví a recargarse en mí.
Nos quedamos así hasta que cayó el atardecer y las estrellas cubrieron el cielo, en ese momento Astrid y yo montamos a nuestros amigos y regresamos a la aldea, era inicio de semana y por ende tocaba que todos en la aldea cenáramos juntos en el gran salón y por ser el jefe tenía la responsabilidad de abrir la cena. Al entrar al gran salón ya todo estaban esperándome, al verme gritaron en forma de saludo y con Astrid a mí lado me dirigí a la mesa central yendo a mi lugar correspondiente, con mi madre a mi lado izquierdo y Astrid al lado derecho, después de todo era mi prometida. En el resto de la mesa estaba Pata Pez, los gemelos, Patán y Bocón.
— Una semana más da inicio, así que debemos brindar por la paz de esta nueva era, por los caídos, por nuestros amigos los dragones y por qué las futuras generaciones continúen con la relación armónica de vikingos y dragones. — Dije en voz alta para que todos en el gran salón lograran escucharme y al mismo tiempo elevé mi brazo derecho sosteniendo una copa con vino. Al terminar todos gritaron en unísono, un gritó o más bien un gruñido vikingo, sin olvidar el rugido de los dragones dentro del salón.
Después de eso, sólo seguía la comida y como jefe debía levantarme y chocar copas con el resto de la rente de la tribu, aunque al finalizar de comer comenzaron a tocar música y bailar, todos lucían bastante felices, bailaban y demás, cantando y brincando.
— Desea bailar, mi lady. — Me acerqué a Astrid invitándola a bailar. En un año Bocón y mi madre me habían enseñado a bailar. Las danzas vikingas no eran demasiado abstractas después de todo.
— Claro. — Tomó mi brazo y fuimos al centro del salón donde estaban todo los demás; danzamos las tradicionales melodías vikingas las cuales eran de un ritmo rápido y un tanto agresivo, ese tipo de danza se le daba muy bien a Astrid. Bailamos al menos dos de esas melodías hasta que me dieron ganas de beber agua, fui por una copa acompañado por Astrid, yendo de la mano.
— Vaya, verlos danzar de esa manera, me hace querer ser joven nuevamente. — Comentó Bocón sirviéndonos una copa de agua.
— ¿Qué dices Bocón? Aun eres joven. — Mi madre se acercó, al decir esto Bocón rió un poco.
— Oye, Hipo... — Me llamó sirviéndole a mi madre un poco más de vino. — Ya que estás por casarte ¿no quieres que remodele tu casa? Ya sabes, por los hijos que vayan a tener. — Estaba bebiendo agua, así que al escucharlo decir eso, me acabé el agua de la copa de un solo trago y comencé a toser frenéticamente. Astrid me miró algo apenada, pero también desvió la mirada.
— ¡Bocón! — Repliqué una vez recuperé el aliento, aunque ya le había pedido matrimonio a Astrid, la boda estaba aplazada; ni siquiera habíamos hablado de ello. — Estoy muy ocupado con la aldea como para planear alguna boda y mucho menos he pensado en hijos. — Al decir esto Astrid soltó mi mano y me miró algo consternada. — ¿Astrid? — Se acomodó un poco su flequillo y desvió la mirada al suelo.
— Tengo que irme. — Dijo. Dio media vuelta y salió del gran salón. Bocón y mi madre se miraron entre sí guardando silencio, al cabo de unos segundos mi madre tomó mi hombro y me miro con un poco de lástima.
— Ay hijo...
— ¿Qué? — Cuestioné confundido, al parecer había hecho algo malo.
Al día siguiente mis actividades como jefe comenzaron desde temprano, lo primero era comprobar los almacenes de alimento y atender los problemas de la gente de manera diplomática, lo cual en ocasiones me resultaba divertido, aunque eso ocupaba toda mí mañana.
— Eso ha sido todo Chimuelo, te ganaste un descanso amigo, ve a jugar. — Sacudí mis manos y Chimuelo sin pensarlo dos veces se fue corriendo. Vi a Astrid caminar por la plaza, así que me acerqué a ella acomodando mi cabello. — Astrid, hola...
— Estoy ocupada. — Ni siquiera se molestó en mirarme y me dejó ahí, botado. Aunque en todo el día intenté acercarme a ella, simplemente me ignoraba.
Pasaron cuatro días y Astrid quien siempre me visitaba y hablaba conmigo, ahora había dejado de hacerlo y continuaba evitándome. Estar así me hacía sentir sólo, pero no lograba entender porque estaba tan enfadada conmigo. Al llegar la noche de éste cuarto día, aunque el día fue tranquilo no tenía ánimos de nada, me dolía no tener a Astrid cerca de mí.
— Pff... — Resoplé sentándome pesadamente en el tronco que estaba alrededor de la hoguera de mi casa, Chimuelo la encendió de inmediato.
— ¿Un día difícil? — Mi madre se acercó a la hoguera y estiro sus brazos, acercando sus manos al fuego para sentir el calor.
— No... Bueno, sí... — Respondí con ligera molestia y cansancio. — Es sólo que Astrid...
— ¿Pasa algo malo? — Se sentó a mi lado acariciando mi cabello.
— últimamente solo me evade y a cada intento de hablar con ella, me ignora... es... es como antes, antes de que le presentara a Chimuelo, como si ya no me quisiera. — Le confesé a mi madre, ella sólo sonrió un poco.
— Entiendo porque esta tan molesta, pero al parecer Hipo, no te has dado cuenta. — Comentó con gran compresión, ella sabía el motivo.
— ¿Qué fue lo hice?
— ¿Recuerdas cuando Bocón te preguntó sobre la remodelación de la casa? — Preguntó sacudiendo mis hombros y yo asentí a su cuestionamiento. — ¿Recuerdas tu respuesta?
Lo pensé por unos segundos y asentí nuevamente. — Entonces, ¿es por eso qué esta tan molesta?
— Astrid es una buena chica y tiene todo el carácter de un vikingo de Berk, pero también tiene un gran corazón, es inteligente, pero se nota que ella te quiere mucho, Hipo. — Se levantó sacando una canastilla llena de pescado repartiéndola entre Chimuelo y Brincanubes.
— Lo sé, yo también la quiero... debió malinterpretarme.
— Lo que dijiste pareció lo contrario y eso debió lastimarla.
Mi madre tenía razón, lo que dije hizo parecer como si no estuviera seguro de mis sentimientos hacia ella, pero era todo lo contrario jamás había estado tan seguro y aun así, pero aun así sigo siendo tan infantil en algunos aspectos. — Chimuelo, ven... — Salí apresuradamente de mi casa, seguido por mi fiel amigo. Tenía pensado ir con Astrid, pero no, no podía ir con ella con las manos vacías, así que primero fui con Bocón, seguro que él podría darme un consejo. Al llegar a su taller no me molesté en tocar, así que entré y Bocón estaba ahí afilando algunas espadas.
— Hola Hipo, ¿qué es lo que te trae por aquí.
— Bocón, lo he arruinado como siempre. — Me acerqué a él golpeando ligeramente con mi palma la mesa de trabajo.
— Eso es normal, vienes arruinando muchas cosas desde que eras un bebé. — Golpeó con un gran maso la punta de una espada que estaba fundiendo.
— Gracias por recordármelo... — Contesté liberando un gran suspiro. — Esta vez es más grave, hice que Astrid se enfadara conmigo y necesito hacer algo para que me disculpe.
— Las mujeres son complicadas y cuando se enfurecen son tan temibles como una "muerte roja", justo por eso jamás me casé y bueno, por otra cosa también.
— Lo sé. Bocón, esto es en serio, no quiero perder a Astrid. — Me acerqué a ayudarlo a colocar la espada en la estantería, detrás de él.
— No soy un experto en ese tema, pero puedes regalarme algo de joyería, como la que trae el mercader Johhan. — Sugirió cambiando su mano artificial que era una especie de gancho a una mano alargada de madera.
— Podría ser, pero no sé si eso le gusto y además falta mucho para que el mercader Johhan venga, para cuando lo haga seguro que Astrid me cambiará por otro... — Dije analizando la situación, dicha idea no era mala, pero requería de tiempo.
— ¡La piedra! — Gritó Bocón asustando a Chimuelo y mí, Bocón comenzó a buscar algo entre sus cajones.
— ¿Qué? ¿Qué sucede? — Pregunté alarmado ante la reciente acción de Bocón e incluso Chimuelo se había consternado.
— Aquí esta. — Sacó un pergamino de un cajón bien escondido entre el fogón y la estantería de armas. Se acercó a la mesa de trabajo y arrojó al suelo todo lo que estaba encima, para hacer espacio y extender el pergamino.
— ¿Qué es eso? — Miré atentamente el pergamino, lo único que había era un enorme dibujo de lo que parecía ser una especie de roja.
— Le llaman "corazón de dragón" — Colocó una daga en la parte superior para que se sostuviera. — De una vieja leyenda, tan vieja como la existencia de los vikingos. Es una roca hermosa de color azul o blanco, irrompible, brillante y muy difícil de conseguir.
— Jamás la había visto.
— Es obvio, es una piedra de los dioses, dice la leyenda que está hecha por la sangre del mismísimo Odín y en toda la historia de los vikingos, solo cinco han logrado conseguir una de esas piedras y vivir para entregárselo a su amada, aunque han sido más los vikingos necios y cabezas huecas que han muerto en el intento, por hacerse de una. — Explicó con una sonrisa y cierto sarcasmo, rascando su cabeza.
— ¿En verdad existe? — Delineé la figura de la piedra con mi debo índice. Si conseguía esa rara roca, podría regalársela a Astrid.
— Se supone, tu padre estuvo por lo menos cuatro meses buscándola para pedirle matrimonio a tu madre.
— ¿La consiguió?
— Por supuesto que no. — Contestó y negó con la cabeza. — Casi muere intentando encontrarla, tuvo que regresar e improvisar con otra cosa. — Esta era la segunda cosa de la cual me enteraba que mi padre jamás pudo lograr, la curiosidad y el deseo por conseguirla aumento.
— Yo la encontraré... — Dije elevando un brazo con orgullo, ya había tomado la decisión.
— Supuse que dirías eso, yo creo que la encontrarás, después de todo tienes a un poderoso dragón furia nocturna para apoyarte. — Señaló a Chimuelo, pero este estaba tan ocupado curioseando por el taller que sólo contestó con sonidos guturales.
— Sí, nada es imposible mientras Chimuelo y yo estemos juntos. — Acaricié la cabeza de Chimuelo rascando los costados de su cara, justo como le gustaba. — ¿Dónde la encuentro?
— No lo sé, fue hace mucho tiempo y se dice que el lugar cambia cada diez años.
— ¿Cómo voy a conseguirla?
— Sólo nos queda preguntarle a Gothi, ella lo sabe todo. — Bocón se puso serio y abrió la puerta de par en par, estaba emocionado, al igual que yo.
Gothi era la persona más respetada del pueblo, ya que era la chamán del mismo y se decía que ella era capaz de saber cuándo alguien iba a morir con solo ver una parte específica de su cuerpo aunque no estoy seguro si son las uñas o la lengua. Ella era muy sabía e incluso a mí me causaba un poco de miedo, pero también sabía que era amable y le encantaban especialmente los terribles terrores, todos esos pequeños dragones la adoraban. Seguramente ella sabía dónde podría encontrar la piedra corazón de dragón.
Espero les agrade, quise tomar la idea que se planea para la tercera entrega de "Como entrenar a tu dragón 3" donde la historia terminará, como empiezan los libros donde Hipo dice: "Había dragones cuando yo era niño..." Ya que la película se estrena hasta el 2018, me dieron ganas de crear una pequeña historia de cómo me imaginaría ese desenlace que seguramente será bastante emocional, espero no cometer Ooc, si es así agradecería que me corrigieran. :D
