Disclaimer: Evidentemente todo lo que reconozcas es obra de JK Rowling.
Aviso: Este fic participa del Reto #7 "Desempolvando Retos" del foro "Hogwarts a través de los años". El reto utilizado ha sido: Reto Especial #3: "Estudiantes de Hogwarts".
Me tocó Gryffindor y utilicé a Minerva McGonagall.
Casi, pero no.
— Puede recoger sus cosas señorita, no es necesario que termine hoy.
— Disculpe profesor, pero me gustaría quedarme un poco más, los TIMOs están a la vuelta de la esquina y no me gustaría bajar la media.
El profesor Dumbledore observó a la muchacha que permanecía sentada en el pupitre de madera de la sala de estudio, una suerte de aula con varias mesas, estanterías repletas de libros y dos pizarrones. La sala estaba únicamente destinada a los alumnos de quinto y séptimo, pues la biblioteca habitualmente la ocupaban alumnos más pequeños que no tenían consideración alguna por los que debían de estudiar de verdad.
— Por supuesto, pero no olvide que durante la cena servirán unas exquisitas tartas de melaza, y no creo que quiera perdérselas —el profesor sonrió por detrás de sus gafas con forma de media luna.
— Claro profesor, gracias.
Aunque le avergonzara reconocerlo, uno de los momentos preferidos de Minerva McGonagall en su rutina diaria de Hogwarts, era el momento de quitarse el uniforme. El recogido tirante que lucía durante el día daba paso a una melena no muy frondosa, pero sí muy larga, que la hacía sentir libre. Se cambiaba la rígida falda negra por unos pantalones finos que hacían las veces de pijama y la camisa blanca desaparecía al sustituirla por su jersey favorito: siempre le habían gustado los cuadros escoceses.
Con el estómago lleno, los conocimientos del día aprendidos y un libro en sus manos, Minerva McGonagall bajó a la sala común.
El día no podría ir mejor: Gryffindor iba en cabeza en la Copa de Quidditch y segunda en la Copa de las Casas, el profesor Dumbledore la había felicitado por sus habilidades en la clase de Transformaciones y Edward Hornby se acercaba a ella en ese preciso instante, con una sonrisa resplandeciente en el rostro.
— Ayer estuviste fantástica.
Las palabras de Hornby hicieron hinchar de orgullo el pecho de Minerva. Ciertamente, en el partido del día anterior se había lucido, lo sabía. Pero nunca viene mal que te recuerden las cosas buenas que haces.
— Muchas gracias —sonrió la muchacha.
Empezó a recogerse el pelo en una trenza mientras entablaba conversación con el rubio.
— Pues sí…—dijo el chico unos minutos después— Y no sé, me preguntaba si te gustaría ir conmigo a Hogsmeade en la próxima salida.
Minerva iba a decir que sí. Claro que quería. Lo deseaba.
Pero antes de que las palabras salieran de su boca, un torbellino de pelo negro y ojos oscuros se pegó a su espalda, mientras observaba al chico moreno que iba hacia él con cara de pocos amigos.
— ¿Qué ocurre Malcolm? —preguntó Minerva, olvidando así a Edward, que la miraba confundido.
— Este enano, que se cree que puede tocar mis cosas.
— Te recuerdo que estás en segundo, no eres mucho mayor que Bob.
El mayor se cruzó de brazos, el menor le sacó la lengua y su hermana suspiró.
Mejor no, pero peor sí podía ir.
