Eva Zambrano caminaba tranquilamente al trabajo. Un vaso de café en mano y ropa algo formal, que creía haber dejado olvidada en el closet junto con viejos recuerdos. El sol brillaba con todo su esplendor esa mañana, y su piel ligeramente oscura reflejaba la repetida exposición al clima de Miami.

«Hola, Eva» escuchó una voz masculina a sus espaldas, que se acercaba a ella con respiración agitada y paso cansado pero rápido.

«Hey, caballero,» saludó cambiando suavemente de acento a Chris. Notó su aspecto cansado y sudado. «¿Cómo fue tu caminata al trabajo esta mañana?».

Él exhaló, aún intentando recuperar el aire. «Me he cronometrado como 23 millas por hora viniendo por la genarld».

«¿Oh?».

«Y un idiota en su Hyundai se ha olvidado de mirar el punto ciego».

Ella lanzó una risita mientras el familiar sonido de un 'bip bip' se escuchó. Los llamaban y debían ir a trabajar, a salvar unas cuantas vidas. Rió para sí. Si años atrás alguien le hubiera dicho que estaría salvando vidas en lugar de destruirlas, ya tendría su cabeza servida en un plato.

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Primer día de trabajo. Bueno, no exactamente el primero, pero sí en ese trabajo. Tardó tiempo, sumando el hecho de que nunca trabajó después de conseguir el doctorado, pero al fin era una médica exitosa.

Nunca creyó que todo terminaría así. Henry en la universidad, aunque ella aún creía que solo fue para alejarse de ella. El joven no superaba la pérdida de su madre, y tampoco lo hacía Emma... Rodó los ojos y se corrigió mentalmente: Allison Cameron.

El cambio de nombre no fue tan difícil como lo creía. Habiendo perdido a su hijo, siendo la Salvadora de una ciudad en paz desde que su único villano activo desapareció—y si era honesta consigo misma le daba terror descubrir si seguía o no viva—, sus padres que no dejaban de empujarla a los brazos de numerosos pretendientes, como si fuera un pedazo de carne al cual vender a un hombre, y necesitaba un respiro.

Un nuevo comienzo.

No era como que abandonaba a sus padres. Los seguía viendo, o algo así. Pero prefería que no la acosen, persigan o visiten sorpresivamente. Así que cambió su nombre y no se molestó en mencionarlo.

Sobrevivió una infancia de mierda, la prisión, un embarazo, una maldición, un hijo, una reina malvada y su madre malvada, y luego a Peter Pan, la soledad que la encontraba de nuevo y un cambio de identidad... Podría sobrellevar un primer día de trabajo, ¿verdad?

Sobrevivió al idiota de House, por el amor de Dios—cuando pensaba que nada más podía sorprenderla, se encuentra con un psicópata narcisista que juega al 'ta te ti' con las vidas de las personas... Increíble—, cualquier cosa sería un alivio en comparación, CUALQUIER cosa.

Respiró profundamente y miró a su alrededor. El hospital, los médicos, la gente, el estacionamiento... Parpadeó repetidamente, un corto cabello moreno y piel latina entrando al edificio llamaron su atención. La mujer estaba acompañada de un hombre, tomando café y vestía en colores claros, tenía cierta presencia formal. Sacudió su cabeza intentando acomodar sus pensamientos. Por un momento creyó que acababa de ver a Regina.

Ridículo... Su cabeza empezaba a jugar con ella, y ni siquiera estaba tan nerviosa.

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Se cambiaba escuchaba la situación de los pacientes, había unos cuantos bastante graves. Pero ese día se encontraba extrañamente tranquila. No por los heridos, claro. Era extraño en esa época del año, o, mejor dicho, ese día.

Se cumplían seis años desde que empezó su nueva vida, y cada año, durante ese día—y a veces semana, o mes, hasta el año entero al principio—, se hundía en su depresión, aunque nunca la mostraba a sus colegas. Hasta la llamaban la mujer de hierro.

Esta vez, no dolía tanto. Como si finalmente lo estuviera superando. Qué alivio, ¿verdad? No, su instinto fue entrar en pánico. ¿Cómo no hacerlo? No podía superar a Henry, o, en el peor de los casos, dejar de sentir de una vez por todas.

Por algo se había perdido en la ira y la venganza todos esos años atrás. Miedo. Sin la ira, no tenía nada. Y es mejor eso que no sentir nada en absoluto. La gente la creía un monstruo porque se dejaba llevar por la ira y la venganza. Pero ella lo sabía mejor: sería un verdadero monstruo una vez que dejara de sentir, y toda su humanidad se apagara.

Era mejor así. Nadie era capaz de amarla, pero sí de odiarla, por lo que ella devolvía el favor. ¿Sin amor, que es lo que te queda sino odio? Si tampoco hay odio... Ahí es cuando hay que empezar a preocuparse.

«¿Rayner ha llegado?» dijo Serena, una de sus compañeras de trabajo. El hombre se limitó a seguir sirviéndose café, la respuesta era clara. «¿Qué paso con 'a tiempo es dos horas temprano'?».

«Tercer turno seguido» respondió él, y la sala de médicos se giraron a él con expresiones entre extrañadas y preocupadas.

«Espera» se advirtió. «¿nadie ha visto a Rayner?».

«Yo sí» escuchó la voz de Rayner, entrando. «Y está hecho mierda» bromeó causando una risa general. «Solo el equipo Alpha, por favor» dijo, y la mayoría de los doctores abandonaron la habitación. «Chris, Eva, cuando esto se calme necesito unos minutos con ustedes» avisó y los dos asintieron sorprendidos. «El de la herida de bala en el cuello, será dado de alta esta tarde, gracias a la elegante sutura de yugular del Dr. C» dijo mirando a Chris y todos aplaudieron. Eva le dió una palmadita en el hombro diciendo "bien hecho". «Y deberíamos felicitar a la Dra. Warren por haber conseguido sus tres primeros meses en la disciplina de un equipo de trauma», esta vez los aplausos y silbidos fueron más fuertes.

«Siento llegar tarde» apareció otra voz, una femenina, que no creía volver a escuchar.

Su mirada se clavó en la rubia entrando, que distraída y nerviosamente miraba a todos lados. Ella tragó en seco y se sintió temblar, no podía moverse. La joven se dirigió instantáneamente a Rayner.

«Bueno, todos. Esta es la Dra. Allison Cameron» anunció y Eva frunció el ceño. «Dra. Cameron, ellos son la Dra. Warren, Chris y Eva. Sus nuevos compañeros de trabajo» siguió con la presentación.

Eva sintió que la sangre finalmente abandonó su rostro cuando el par de ojos verdes se posaron en ella, y la mujer que los poseía adoptaba una expresión igual de aterrada que ella.

«¡¿Regina?!» exclamó como si estuviera viendo un fantasma.

La morena tenía ganas de golpearla por ser tan estúpida para decir su nombre, incluso cuando ella también cambió el suyo, y aún no entendía por qué, pero no era asunto suyo.

La mirada del grupo recayó curiosamente sobre Regina/Eva, quién estaba pálida e intentando recuperar el habla, y se intercambiaba entre ella y la chica nueva.

«¿Disculpe?» dijo.

«¿Regina?» repitió.

«Oh, lo siento, querida, debió confundirse» ocultó su aflicción bastante bien, aunque el trato de usted era algo nuevo y aún más sospechoso. «Como habrá oído hace unos segundos, soy la Dra. Eva Zambrano» dijo con una voz raramente distante y política, sin mostrar ninguna emoción.

Para Emma, no era ninguna sorpresa, esa era toda la Regina que había conseguido: fría y distante. Para los demás... Bueno, les dió miedo verla así, como si estuvieran presenciando a la reina. No conocían ese lado de Eva Zambrano.

Afortunadamente, la tensión se rompió con el familiar sonido de los 'bip' y los médicos corrieron a hacer su trabajo.

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Cameron logró salir del trabajo a un horario más o menos humano. Había escuchado a Eva—que actuaba más distraída de lo normal y evitaba las preguntas sobre su actitud con cierta chica nueva—, y a sus compañeros hablar sobre un bar al que irían después del trabajo.

Así hizo su tarea y consiguió la dirección. Entró e ignoró todo a su alrededor, enfocada en buscar a cierta doctora morena con un gran parecido a una reina que conocía. Estaba en un taburete de la barra, vestida—raramente— en jeans y una camiseta manga corta común, con una botella de cerveza en su mano. Otro detalle que notó: su cabello oscuro estaba ligeramente rizado. Le gustaba.

Sentó en el taburete a su lado y pidió lo mismo que bebía Regina... Eva. Aún le parecía ridículo que ambas se habían cambiado de nombre y conocido otra vez. Era como si estuvieran en otra vida y destinadas a estar juntas, como una persona u otra. Ridículo, ¿verdad? Pero no tanto como personajes de cuentos de hadas en la vida real. O que Blancanieves y el principe eran sus padres.

«Hey... Eva» la llamó con un tono irónico.

«Dra. Cameron» la picó, sabiendo como molestaba a Emma que la llamen por su apellido.

Pero la doctora simplemente soltó una risita grave y seca, y dió un sorbo a su bebida.

«Ya no me molesta que me llamen por mi apellido, ¿sabes?».

«¿Oh?» y la rubia asintió. «Me alegra que finalmente haya conseguido seguir los títulos formales como un adulto normal».

«Ambas sabemos que no soy un adulto normal» replicó y se miraron en silencio. «De todos modos,» cortó el silencio y la tensión que llevaba, mirando nuevamente la botella de cerveza, «obtuve el hábito de un antiguo trabajo en el que todo el equipo nunca se llamaba por su primer nombre, nunca».

«Ah... así que no estás aquí por mí» dijo un poco aliviada y decepcionada a la vez.

«Por favor, no te halagues» se molestó, pero se arrepintió de lo que dijo en el momento en el que vió la mirada herida de la mujer, quién intentó ocultar su dolor bastante bien, pero Emma la conocía mejor. «Aunque si lo hice al principio, hasta que me rendí. Decidí volver a la medicina cuando Henry empezó la universidad, por eso llegué aquí».

Era la primera vez que mencionaban a Henry, y Regina no pudo evitar sentir un temblor apoderándose de su cuerpo. Ya no escuchaba nada más.

«¿Henry está bien?» su boca actuaba independientemente de su voluntad.

«Oh, no» la rubia se tornó repentinamente furiosa. «No tienes derecho a venir y preguntar sobre Henry así como así. No después de que lo hayas abandonado».

«Lo sé» respondió tranquilamente. No necesitaba escuchar como Emma la culpaba y gritaba, ella misma ya hacía bastante bien el trabajo, así que no la molestaba, era verdad. «Pero eso no quiere decir que no me preocupe por él, ¿sabes? Creí que estaría mejor sin mí, sin la Reina Malvada,» amplió los ojos en exageración, «en su vida. Lo dejé, pero lo sigo amando, cada día de mi maldita vida».

Se extrañó ante el vocabulario de "Eva", pero no dejó que la afecte. «Pues no está mejor, para él no eras el villano de su historia, sino su madre» dijo más pacífica, pero sin dejar la severidad de au voz. «Te extraña».

Yo lo extraño también. Respondió en su cabeza, pero no dijo nada. Se ahogó en autocompasión y cerveza.

«¡Entonces no vas a decir nada!» la cuestionó de nuevo perdiendo su temperamento. «¡Yo creí que él te importaba! ¡Que ambos te importabamos! Después de Nunca Jamás-».

«Tenías a un pirata y al padre de tu hijo detrás de ti» la interrumpió. «¿Cómo podía competir con eso? Era mucho mejor si yo me corría del medio y te dejaba estar con Neal y ser la perfecta familia feliz que Henry merece».

«Pero Henry no quería a Neal, y yo tampoco» discutió y la morena que dió una mirada intrigada. «Es su padre, él solo quería conocerlo. Su perfecta familia eras tú, y ya no estabas. Se sintió como siempre quise que nunca se sintiera: abandonado».

De nuevo, la ex reina permaneció en silencio, claramente deprimida. Levantó una mano, sin dar una palabra, y unos segundos más tarde apareció un vaso de whiskey, servido por el barman. Emma se impresionó ante la efectividad del hombre y la técnica de la mujer, pero luego dejó salir un resoplido de resignación.

«Hoy se cumplen cinco años, ¿lo sabías?» largó de repente.

«¿Eh?» eso obtuvo la atención de la rubia.

«Cinco años. Desde de que me fui de Storybrooke. Siempre dolía cuando se acercaba la fecha, pero hoy no. Por un momento me asusté, pensando que finalmente dejé de sentir...» rió sin gracia e ignoró la mirada intrigada de "Allison". «Y resulta que justo volví a verte a ti. Ahh, la ironía» suspiró terminando su bebida.

«Debe ser el Destino» pensó Emma en voz alta.

«Suena como algo que haría el Destino. Siendo una perra como siempre...».

«Veo que tu vocabulario mejoró desde tu partida» dijo con sarcasmo.

«Aquí no soy una reina, ni tengo un hijo, déjame ser» se defendió con tono relajado, sacudiendo la cabeza casualmente, y levantó la mano para que rellenen el vaso.

«¿Entonces ya no es tu hijo?» se molestó un poco.

«Tu misma lo dijiste, lo abandoné».

«Él sigue llamándote mamá».

Ahí fue cuando al fin los ojos de Regina se llenaron de lágrimas. Los cerró con fuerza y negó con la cabeza. No le gustaba ser débil, mucho menos en público. No quería llorar, no quería que Emma la viera llorar. Lo último que deseaba era que alguien supiera que tan destrozada estaba por dentro realmente.

Pero la Salvadora lo notó. Su expresión se suavizó y colocó una mano en su espalda en forma de consuelo.

«Hey... No te contengas, está bien llorar» intentó acercarse pero la mujer se mantuvo fría y aplastando los párpados. «Sé que también lo extrañas».

«Crees que-» se cortó con un sollozo. Su voz estaba tan rota. «¿Crees que él quiera verme?»

«Creo que estaría feliz por primera vez en mucho tiempo».

Una tímida sonrisa logró salir en los labios de la morena, mientras lágrimas silenciosas por fin caían por sus mejillas. «¿Crees que pueda perdonarme?».

«Bueno... el chico tiene el Corazón del Verdadero Creyente. Creer y perdonar es lo que mejor hace».

«Él nunca perdió la fe en mí, en que podía ser buena» dijo con una pizca de nostalgia.

«Al parecer tenía razón».

«No, no la tenía» respondió con amargura, volviendo a su expresión dura. «Lo dejé. No defraudé. Al final, fui esa villana que todos creían si terminé hiriendo a mi- tu hijo» se corrigió tarde, pero no le importaba lo suficiente como para que su postura cambie.

«Henry solo te quiere de vuelta».

«Bueno...» dijo cambiando a una sonrisa poco convincente. «Brindo por nuevos encuentros» levantó su bebida.

«Maldita sea si no es así» exclamó chocando los cristales y terminando sus bebidas.

«Veo que se llevan mejor» escucharon la voz de Chris a sus espaldas, y luego vieron al hombre sentarse al lado de Eva.

«Pero si nunca nos llevamos mal» dijo la morena con su máscara.

Chris rodó los ojos a la testarurez de su amiga. «Sí, claro» dijo sarcástico. «Nunca tratas a nadie de usted, o tan... fríamente».

«¿Nunca?» preguntó la rubia, y se giró a Regina sonriendo. «Veo que soy la única con el honor».

«Oh, cállese, Srta. Swan» dijo sin pensar, y su expresión entre divertida e irritada cambió a una de pánico, justo como la de Emma.

«¿"Srta. Swan"?» preguntó él a las dos extrañas mujeres.

«Es...» empezó Allison a inventar una excusa, «un estúpido apodo que Eva me puso».

«¿Apodo? ¿Desde cuando usas apodos?» insiste Chris. «Además, se acaban de conocer...».

La mujer tragó en seco y sonrió falsamente.

«Como dijo la Dra., ella es la única que tiene el honor».

«Gracias, Su Majestad» bromeó Emma, pero la morena la fulminó con la mirada.

«Oookay» dijo incómodo y sin realmente entender qué sucedía. Entonces se concentró más profundamente en el rostro de Eva y frunció el ceño. «Ev, ¿estás bien?».

«Estoy bien, mejor que bien».

Emma retenía el "facepalm", esa fue una de las peores mentiras que había escuchado, y la morena sabía mentir horriblemente bien.

«Ok... Sé que algo está mal, pero voy a hacer como si no, cuando quieras hablar... ya sabes».

La rubia observaba la interacción entre los dos cirujanos. Se notaba que al fin la ex reina consiguió tener una vida normal, con amigos, donde no la trataban como un monstruo. Tal vez, hasta logró ser feliz, pensó, y no evitó decepcionarse un poco. Si ella era feliz, quería decir que todo ese desastre no tenía solución.

«Bueno, Zambrano,» Emma cortó la tensión en el aire, «¿qué dices de un baile?».

Regina arqueó una ceja y sonrió con curiosidad y deleite. «¿Por qué no?» preguntó retóricamente.

Chris las vió levantarse y alejarse. Mientras bailaban, Serena llegó y se sentó en el lugar en el que anteriormente estaba Eva. La rubia echó un vistazo a la pareja bailando.

«Eso es... inesperado» comentó. «Pensé que no le caía bien... Quiero decir, ¿alguna vez viste a Eva ser tan cortante?».

«Es la dama de hierro» dijo divertido.

«Pero nunca es mala con nadie» replicó.

«Por supuesto que no. Es Eva. Ella es incapaz de herir una mosca» dijo como si fuera algo obvio. «Aún así, algo le pasaba hoy».

«Sí...» respondió con tono distraído. «¿Crees que alguna vez descubramos qué?»

«Quizás» se limitó a responder, pero ambos sabían que la respuesta más probable era 'no'.

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Cuando salieron del bar, era recién medianoche, pero demasiado tarde para lo que iban a hacer. Dejaron a Chris y Serena atrás, que les mandaron una mirada inquisitiva al verlas irse juntas. Regina no evitó rodar los ojos, sabía lo que estaban pensando, tenían mentes sucias. Pero no tenía tiempo ni para pensar es ello, iba a escuchar la voz de su principito después de tanto tiempo.

Tomó su celular y marcó el número que Emma le pasó. Escuchó el tono sonar una y otra vez. Como una lenta tortura.

«¿Quién habla?» escuchó una voz masculina del otro lado.

La morena no pudo evitar el sollozo ahogado que se escapó de entre sus labios. Emma se acercó y rodeó su espalda con un brazo en apoyo. Aún estaba un poco enojada por todo lo que pasó, pero esto era importante y la valía la pena de dejar sus emociones de lado. Podría molestarse más tarde de todos modos.

«¿Hola?» repitió.

«¿Henry?» dijo finalmente, su voz desbordando emoción.

Escuchó un jadeo en la otra línea. La reconoció, después de todos esos años, seguía reconociendo su voz.

«¿Mamá?».

«De verdad eres tú» siguió, escuchó el silencio. El muchacho debía estar procesando todo. «Lo siento, Henry. Lo siento tanto. Por todo. Por hacerte creer que estabas loco, por arruinar tu familia, tu final feliz, por dejarte... Lo siento» soltó sin respirar.

Su esperada respuesta fue un fuerte sollozo, acompañado de mucho otros.

«No puedo creerlo... Realmente eres tú» escuchó la voz cargada de emoción, reflejando la suya.

«Sí, soy yo».

«No entiendo. ¿Por qué me llamaste? ¿Por qué ahora, por qué hoy?» por su tono podía notar el conflicto en el joven.

«A decir verdad, yo tampoco estoy muy segura. Es solo que... pasaron cinco años».

«Lo sé. ¿Por qué ahora, después de todo este tiempo?».

«Bueno... Esta vez tuve a alguien que me diera el coraje para hacerlo».

«¿Eh?».

«Resulta que Emma es mi nueva compañera de trabajo».

«¿Emma? ¿Ella estuvo contigo este tiempo y no dijo nada?» dijo molesto.

«¡Ey! Si hay alguien con quién deberías estar enojado es conmigo. No sabíamos que ibamos a vernos hasta hoy, y si no fuera por ello, puede que haya seguido siendo una cobarde y nunca intentar llamarte».

«¿Nunca pensabas volver?» preguntó y Regina pudo reconocer la herida que causó.

«Lo siento tanto, Henry».

«Sí, yo también».

«Te extrañé» confesó.

«Pero, al parecer, no lo suficiente» agregó con resentimiento, y "Eva" no lo culpaba.

«Te extrañé y amé lo suficiente para saber que yo no era la familia que te merecías» replicó con seguridad.

«Pero tú y Emma eran toda la que quería».

«Perdón» musitó.

«Deja de disculparte» ordenó con rudeza. «Sé que lo sientes, pero eso no cambia los hechos. ¡Me abandonaste! Se suponía que eras la única persona que era egoísta lo suficiente como para nunca dejarme. Para quererme solo para sí misma» le reprochó. «Era malo, sí. Pero así sabía que había alguien que estaría siempre conmigo».

Hubo un pequeño silencio. Regina estaba paralizada por la franqueza en sus palabras. De todo lo que pensaba que podía pasar por la cabeza de su hijo, no creyó que se sentía traicionado, o que creía que la amaba porque ella nunca lo dejaría. No sabía que él tenía esa certeza.

«¿Aún quieres que esté en tu vida?» Regina cortó el silencio.

«Siempre quise volver a verte, mamá», Henry suavizó el tono.

«Supongo que eso es un "sí". No tienes idea de cuánto desee llegar a este momento».

«¿Entonces por qué nunca lo hiciste?» finalmente soltó la pregunta que lo torturaba.

«Porque creí que me odiabas, que no tenía derecho a entrometerme en tu vida de nuevo después de lo que te hice» confesó.

«Bueno... es no es verdad».

«Lo sé ahora» respondió. «Entonces... ¿dónde y cuándo nos volvemos a ver? Quiero que me cuentes todo, pero prefiero hacerlo en persona».

«Sí, yo también. Estoy en Nueva Jersey. ¿Dónde estan ustedes?».

«Miami».

«Siempre te gustó el sol... ¿Qué tal si voy a recogerlas al aeropuerto y les muestro la ciudad? Solo tienen que, ya sabes, decirme qué vuelo y todo eso».

«Por supuesto» asintió con alegría de que todo eso esté sucediendo. «Te amo».

«Yo también, mamá».

Emma escuchó la conversación con una sonrisa. Veía como Regina sonreía tontamente, aferrada a su móvil. Tan tierna, pensó, mientras escuchaba a la mujer en cuestión decir que amaba a su hijo por primera vez en cinco años.

En el momento en el que la morena cortó la llamada, notó que la miraba demasiado, con los ojos llorosos. Llegó a pensar que algo estaba mal, cuando la mujer se abalanzó hacia ella y la abrazó, tomándola por sorpresa, ya que nunca se acostumbraron al contacto físico entre ellas, excepto tal vez en Nunca Jamás.

«Gracias» le susurró, causando una pequeña sonrisa en Emma.

Ella se limitó a dejarle un beso en la sien y frotar su espalda con cariño.

«Tenemos un viaje que hacer» dijo ella y la rubia inclinó hacia atrás, sin separarse, dando un mirada curiosa. «Vamos a Nueva Jersey, a ver a Henry».

«¿En serio? Eso es... ¡genial! Dios, todo está volviendo a la normalidad» exclamó.

«¿Desde cuándo tenemos "normalidad" nosotras dos?».

«Buen punto».

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Segundo día de trabajo y ya faltaba. Genial, ya iban a pensar que era una vaga.

Las preocupaciones de Regina, sin embargo, eran bastante diferentes. Ella conocía bien el hospital, había una red de rumorea y si ambas desaparecían justo el mismo día, inmediatamente después de que la chica nueva empezara a trabajar... No habría nada inocente en el chusmerío. Pero esa no era su mayor preocupación, sino Henry. Su principito frente a ella, siendo un hombre, después de tanto tiempo. Era imposible no aterrarse.

En el avión, sentía la mano de Emma sobre la suya, en forma de consuelo. Agradeció el gesto, pensando que eso era estar en casa. Solo faltaba un pequeño detalle: su hijo. Y estaba a punto de solucionarse.

Todo volvería a estar bien.