buenas noches chicas, como lo prometí, hoy traigo el primer capítulo de éste nuevo fic, honestamente no tengo una trama ya bien establecida, creo que ya iré viendo sobre la marcha.

éste es un intento por escribir algo un tanto más dramático de lo que acostumbro, espero salga bien y ojalá les guste.

P.D: el día de mañana por la noche éste fic cambiará a clasificación M debido a que planteará algunas situaciones y lenguaje no apto para menores.

advertencia. éste capítulo escenas de tipo erótico, si eres sensible a éste tema, abstente de leer.

Los personajes de Camdy, no son de mi propiedad, ésta historia está escrita únicamente con la finalidad de entretener.


VENGANZA

CAPÍTULO I

El sol estaba ocultándose en el horizonte.

Con cierta nostalgia, un joven soldado miraba a la lejanía.

Desde la cima de la colina donde se encontraba podía apreciarse gran parte de la creciente ciudad de Bath, a pesar de haber estado allí en múltiples ocasiones, nunca había reparado en la belleza del paisaje, pero hoy se sentía diferente, y es que en ese momento se encontraría con la única persona que podría cambiar su vida…

Con algo de molestia y pesar, se reprochó su impulsividad.

¿En que demonios estaba pensando cuando le pidió que se fugara con él?

Por mucho que se esforzara, nunca podría darle ni de lejos una vida como la que ella acostumbraba a llevar.

Candy no era una chica interesada, y en cientos de ocasiones le había dejado bien claro lo poco que le importaban los bienes materiales.

Aún así, él no deseaba condenarla a una vida como la que él llevaba.

Quizá lo mejor sería retractarse de su propuesta…

Pero si lo hacía, tendría que alejarse para siempre sabiendo que algún día ella se convertiría en la esposa de alguien más y eso era algo que no podría soportar…

Los sombríos pensamientos del joven se vieron bruscamente interrumpidos cuando de pronto escuchó el ruido de la hierba al moverse, puso la mano sobre su cinturón, listo para desenfundar su arma en cualquier momento, sin embargo, se relajó de inmediato cuando reconoció las delicadas pisadas sobre el césped… esas que reconocería en cualquier parte.

—Pensé que no vendrías… - dijo, mientras se volvía para mirar a la recién llegada.

—Nunca te dejaría… - dijo ella, sonrojándose intensamente y comenzando a jugar con sus dedos, como hacía cada vez que estaba muy nerviosa.

Terry la observó de pies a cabeza y no pudo evitar que su pecho se llenara de orgullo al ser consciente de lo que su cercanía provocaba en aquella hermosa mujer.

Nunca dejaría de preguntarse, qué es lo que había hecho para ser merecedor de su amor.

Se veía realmente hermosa con ese vestido blanco… Y esa rosa que adornaba su peinado le daba un toque absolutamente adorable.

Él tomó su mano enguantada y depósito un beso.

Luego la miró a los ojos.

—Estás… ¿segura? - dijo él, fijando la vista en la pequeña maleta que ella había traído consigo.

Candy se acercó y lo besó en los labios, fue apenas un roce, pero aquello significaba mucho tomando en cuenta la estricta educación que una chica de alcurnia como ella había recibido de su familia.

—¡Eres tan hermosa! - murmuró, mientras acariciaba su rostro con el dorso de su mano.

—¿Vamos? - preguntó ella, sorprendiendo a Terry.

Caminaron juntos en la penumbra, siempre cuidando no ser vistos.

Se detuvieron frente a lo que parecía ser una enorme y antigua casa.

—Espera aquí. - le dijo.

Terry miró hacia todos lados para cerciorarse de que nadie los había seguido.

Sólo entonces condujo a su acompañante al interior del edificio.

Allí los recibió un joven muy educado, que los saludó.

— ¿dónde estamos? Creí que iríamos a buscar un coche de alquiler. - dijo ella.

Terry tomó el rostro de Candy entre sus manos.

—Escucha Candy… Yo… no puedo hacer ésto… al menos no de ésta manera. - dijo.

Él rostro de Candy se llenó de dolor por las palabras que Terry acababa de decir, pero entonces vio cómo el ponía una rodilla en el piso.

—Sé que no es lo más romántico, ni mucho menos lo que tú te mereces pero…

Candice White Andrew ¿te casarías conmigo?

Candy sintió que su pecho estaba a punto de explotar de felicidad.

—Por supuesto que sí…

Terry se puso de pie y la besó.

En ese momento apareció un chiquillo que los miró con curiosidad, pero que se limitó a decir.

—El padre los recibirá en un momento. - dijo, dejándolos en una pequeña sala para luego volver con una bandeja con bocadillos y té.

—¿padre?

—Por supuesto… creo recordar que has aceptado ser mi esposa.

— Es que yo… No creí que…

—¿Acaso estás retractándote?

—Por supuesto que no, es sólo que… no era necesario… Terry… yo te amo e iré dónde tu vayas y no me importa si no estamos… Casados

-Lo sé, pero yo… Nunca podría hacerte esto, nunca me perdonaría el que no tuvieras una boda…

A Candy se le llenaron los ojos de lágrimas y sintió que amaba mucho más a Terry, si es que eso era posible.

Pero una nueva duda la asaltó.

— Terry tú… ¿Crees… que el cura nos ayudará?

Él le dio una sonrisa tranquilizadora.

—Sí hay alguien que puede ayudarnos ese es el padre Henderson… - Dijo Terry llevándose a los labios una de las manos femeninas.

Al cabo de unos minutos, un joven monaguillo apareció y los condujo hasta una habitación apartada dónde un hombre de apariencia muy sencilla y de edad algo avanzada, pero de imponente presencia los esperaba.

— Dime que no te has metido en problemas otra vez muchachito… creí que después de unirte al ejército dejarías de ser un dolor en el culo… - dijo el hombre, pero se detuvo cuando reparó en la presencia de Candy.

— ¿Qué significa ésto? - preguntó mirando fijamente a Candy.

— Pues yo… Esperaba que pudieras celebrar una ceremonia de matrimonio.

—Sabes muy bien que para eso se deben cumplir ciertos requisitos, además ¿olvidas acaso la orden del rey con respecto al matrimonio de los militares?

—Por favor padre… Usted es el único que puede ayudarnos. - rogó Candy.

El hombre los miró, cómo si de esa manera tratara de decidir si ayudarlos o no.

—¿De verdad están seguros de lo qué están haciendo?

Los jóvenes asintieron.

—Terry… - dijo con un tono que dejaba entrever todo el cariño que sentía por aquel muchacho al que conocía desde que era tan sólo un chiquillo.

Él había sido quién había ayudado a su madre a conseguir empleo en casa de los Andrew.

Después de la muerte de su padre se habían quedado casi sin nada, por lo que Eleonor se vio en la necesidad de buscar un empleo, así que de cierta manera, él había sido el responsable de que Terry y Candy se conocieran.

—Sabes muy bien lo que te espera cuando la señora Elroy se entere de lo que han hecho…

—Lo sé padre, sé muy bien a lo que me enfrento… Pero estoy dispuesto a correr el riesgo.

—Señorita Andrew… El matrimonio es algo muy serio, Terrence no puede permitirse una vida como la que usted acostumbra, y dada su profesión, pasará mucho tiempo fuera de casa… Y no se olvide de su abuela, es bien sabido que Elroy Andrew nunca se ha caracterizado por ser una mujer benevolente, mucho menos tratándose de su única nieta.

Ésta vez, el párroco, trató de apelar a la razón de aquella muchacha, conocía a las damiselas de su clase, seguramente para ella, Terry era sólo un capricho por el que no estaría dispuesta a sacrificar nada.

—Se muy bien lo que nos espera a ambos y estoy dispuesta a lo que sea. - dijo ella buscando apoyo, mismo que encontró cuando Terry sostuvo su mano.

—La cosa es padre… Mañana tengo que partir a una misión y… Si no... nos casamos ahora, tal vez ya nunca más…

Aquellas palabras parecieron surtir efecto y por fin conmover al sacerdote, que viendo que no lograría convencer a ese par de necios, los condujo por un pasillo hasta llegar al centro de un jardín donde se hallaba una pequeña capilla.

Una vez allí, el hombre les dio nuevamente la bienvenida y procedió a realizar la ceremonia de matrimonio.

En todos sus años de sacerdocio, Henderson tuvo que admitir que no recordaba haber visto a una pareja tan enamorada como esos dos jóvenes, por lo que a pesar de su resistencia inicial, se permitió orar por ellos para que su unión fuera duradera.

—No sabes cómo soñé con éste momento. - le dijo Terry a Candy al oído apenas concluyó la ceremonia y Candy sintió unas inmensas ganas de llorar, pues por fin, después de tantos años podían estar juntos de verdad.

FLASHBACK

Candy y Terry se habían conocido cuando eran tan sólo unos chiquillos.

Eleanor, la madre de Terry trabajaba como cocinera en la mansión Andrew, al principio Candy sólo observaba a Terry de lejos, atraída siempre por ese singular magnetismo que parecía ejercer sobre ella, sin embargo eran pocas las ocasiones en que podía estar cerca de él.

Un buen día, la pequeña Candy quién entonces tenía apenas cuatro años, sufrió un intento de secuestro…

Fue Terry, quien con tan sólo seis años y mucha valentía frustró los planes de aquellos hombres.

Fue entonces que Albert Andrew dio a Terry la importante tarea de vigilar a su pequeño tesoro.

Lo que Albert no esperaba era que con el paso de los años, el cariño entre Candy y Terry se transformara en amor, así que cuando Albert se enteró, inmediatamente alejó a Terry, pues a pesar de ser un hombre justo, Albert Andrew era un hombre de costumbres muy arraigadas, razón por la cual no podía permitir que Candy, su única hija, se emparejara con alguien que no pertenecía a su círculo social.

Las medidas para separar a los enamorados llegaron a tal punto que Albert había ordenado a sus hombres matar a Terry si lo encontraban cerca de la heredera.

Después de eso, Terry buscó un empleo que le permitiera al menos tener noticias de su amada, pero al fallar en su cometido, se unió a las filas militares inglesas para así seguir los pasos de su difunto padre, de hecho, había llegado aún más lejos, y ahora pertenecía a un grupo de élite, conformado para resolver situaciones complicadas.

Durante algún tiempo, Candy no supo nada de Terry e incluso comenzó a pensar que se había olvidado de ella, pero un día, poco después de la muerte de su padre, un toque en su ventana la despertó.

Era Terry, que desafiando al peligro y convertido en comandante de un pelotón de la milicia, la había ido a buscar.

Renovaron sus promesas y continuaron su romance a escondidas, y ahora, después de muchas peripecias, por fin eran marido y mujer.

FIN DEL FLASHBACK

Luego de que la ceremonia concluyera, ambos jóvenes se dispusieron a partir, no sin antes recibir una bendición más por parte del sacerdote.

Una vez en la calle, tomaron un coche de alquiler y se dirigieron a la pequeña casa que Terry poseía a las afueras de la ciudad.

Antes de entrar, Terry vaciló, pues aún con todo lo que había logrado no se sentía digno de la mujer que estaba a su lado, aún cuando ella le había dejado muy en claro que no le importaba vivir en una cueva siempre que fuera con él.

—Esto… Es un lugar muy pequeño… Pero por ahora es lo único que puedo ofrecerte. - dijo, algo avergonzado.

—Ésto es más que perfecto para mí.

Ese fue todo el incentivo que el joven necesitó para levantar en brazos a la joven y cruzar el pórtico con ella en brazos.

Una vez adentro Terry no pudo evitarlo y la besó con todo el amor y la pasión que había estado guardando, esperando que no fuera demasiado para su inocente esposa, sin embargo ella a su manera trató de corresponderle.

La llenó de besos hasta que sus labios adquirieron un tono carmesí.

Embriagado por el aroma que su piel despedía continuó besándola, ésta vez bajando por la línea de su cuello.

Candy jamás había experimentado una sensación como aquella, se sentía como azúcar expuesta al fuego.

Un suave gemido escapó de la garganta de ella.

Terry se detuvo avergonzado por haberse dejado llevar de aquella manera.

—Será mejor que deje de hacer ésto.

Pero ella tenía otros planes, pues tal y como estaban las cosas no sabía cuando volvería a verlo y francamente no quería esperar, después de todo ya eran oficialmente marido y mujer.

Reuniendo todo el coraje que poseía, Candy volvió a besar a Terry, esta vez tratando de transmitir en ese beso todo el amor que sentía por él, luego lo tomó de la mano y lo condujo escaleras arriba, pues supuso que era allí dónde se encontraba la habitación.

—Candy… No tenemos que…

—Terry…yo… quiero ser tu mujer en todos los sentidos… - susurró ella, sonrojándose al instante.

Terry la tomo en sus brazos y se dirigió hacia la que en adelante se convertiría en su habitación.

Con cada paso que Terry daba, Candy podía sentir como su corazón palpitaba cada vez más y más fuerte, miles de pensamientos acudieron a su mente en ese momento… Escenas descritas en las novelas que solía leer, las múltiples explicaciones que su abuela le había dado acerca de lo que debía y no debía hacer en el dormitorio cuando llegara el momento…

Pero nada tenía que ver con lo que estaba viviendo.

Cuando entraron, Terry le dedicó una mirada cargada de amor y ternura.

—Te prometo que haré que está noche sea inolvidable, yo cuidaré de ti. - dijo.

Candy no estaba segura de lo que Terry había querido decir, pero poco o nada le importó cuando él la besó.

Al principio los besos fueron delicados y cargados de ternura, pero poco a poco la intensidad del contacto subió hasta que fue imposible para Terry contenerse.

Lentamente comenzó a trazar un camino de besos en el cuello femenino, dejando un rastro húmedo que hizo que la piel de Candy se tornará igual a la de una gallina.

La sensación era tan placentera que ella no pudo evitar soltar un pequeño gemido.

Así siguió Terry explorando sin prisa la sensible piel y aspirando aquella fragancia que lo volvía loco.

Con mucho cuidado quitó la rosa que adornaba su cabello, permitiendo que las largas hebras cayeran como una cascada dorada, Terry no pudo evitar acariciar los suaves mechones rubios durante un buen rato.

Luego se situó tras ella y con sumo cuidado le aparto el largo cabello mientras depositaba más besos en sus omóplatos.

Poco a poco comenzó a desabrochar uno a uno los botones de su vestido, hasta que éste cayó al piso.

Ella se sintió avergonzada al ver que estaba prácticamente desnuda, pero se tranquilizó cuando él le sonrió y le tendió la mano para ayudarla a salir por completo de la prenda.

Luego la recostó sobre el colchón.

Con mucha delicadeza fue quitando una a una las prendas que cubrían el cuerpo femenino, verificando de cuando en cuando que no estaba yendo demasiado rápido, con satisfacción vio que a pesar de su timidez, Candy estaba tan ansiosa como él por continuar con el antiguo ritual en el que lo femenino y lo masculino se unen para volverse uno.

Terry se dedico entonces a adorar cada centímetro de piel generando entre ambos sensaciones nunca antes experimentadas.

Pero aún no era suficiente, necesitaba sentir el calor de su piel por lo que comenzó a desabotonarse la camisa.

Para su sorpresa, la propia Candy comenzó a ayudarle con la tarea.

Con movimientos algo torpes pero decididos, ella se encargó de deshacerse de sus ropas, para después, con timidez explorar cada uno de los músculos del marcado torso del castaño, aquellas caricias hicieron que el chico perdiera el escaso control que poseía y se lanzó a explorar con más audacia el cuerpo de su ahora esposa.

Terry exploró a su antojo cada rincón, hasta que decidió jugar un poco con el ombligo de la muchacha, que para entonces estaba hecha un mar de emociones y sentimientos.

Comenzó a bajar lentamente hasta llegar a rozar los rizos rubios que protegían la entrada de su femineidad.

Cuando Candy se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, intentó detenerlo, ya era demasiado penoso estar desnuda ante el hombre que amaba permitiéndole ver todas sus imperfecciones.

—Eres preciosa. - le dijo él, y lentamente fue retirando la mano que ella había puesto sobre su sexo para intentar cubrirse.

Sin prisa alguna, Terry exploró cada uno de sus pliegues con la lengua, haciendo que ella se retorciera por el placer que le provocaba.

Una oleada de calor invadió su vientre, al mismo tiempo que se sentía arrastrada hacia un abismo, que en vez de provocarle temor, le hacía desear más, así alargó sus brazos y hundió los dedos en los mechones castaños.

Cuando eran más jóvenes, Terry solía llevar el cabello a la altura del hombro, pero ahora, debido a su profesión lo llevaba bastante corto.

Aún así para Candy no había hombre más guapo que el que acababa de convertirse en su esposo, eso quedó aún más claro, cuando él comenzó a deshacerse del resto de su ropa, incluyendo la interior, liberando su miembro, que para entonces, estaba más que duro.

Aquel fue más que un espectáculo para Candy, que por supuesto nunca había visto el cuerpo de un hombre desnudo, pero lejos de asustarse, sintió gran curiosidad por tocarlo, por lo que tímidamente acercó su mano y lo acarició en toda su longitud.

Terry, que ya no podía aguantar más, hizo una mueca.

—¿T… te he lastimado? - preguntó con miedo.

—Estás matándome. - fue la respuesta de Terry.

Candy se asustó mucho, pero cuándo vio una sonrisa asomar a los labios de su esposo, se relajó nuevamente, entonces, en un movimiento inesperado, tomó en sus manos el duro miembro de Terry y lo acercó su boca para recorrerlo en toda su longitud, probando por primera vez su sabor.

Terry no pudo más que dejar escapar un ronco gemido, y Candy sonrió, satisfecha por lo que había logrado.

—Es mi turno… - dijo él, que rápidamente recuperó el control de la situación.

Con cuidado, separó las piernas de su amada, lo justo para hacerse sitio y la penetró de un sólo movimiento, sin dejar de mirar aquellos ojos verdes que en ese momento se habían nublado un poco a causa del dolor que le causaba al ser su primera vez.

—Lo siento, no quise… pero ella lo besó en un intento de hacerle saber que todo estaba bien.

Terry se quedó inmóvil, esperando que ella se adaptara a la dolorosa invasión, luego lentamente comenzó a moverse dentro de ella, haciendo que en un instante toda racionalidad desapareciera y que ambos se perdieran en un torbellino de placer en el que sólo existían ellos dos.

Cuando el clímax estaba cerca, ella enroscó sus piernas alrededor de las caderas masculinas tratando de profundizar lo más posible la penetración en un intento de estar aún más cerca de su amado, quería entregarle todo de ella, porque al amanecer tendrían que separarse Dios sabe hasta cuando.

Él tuvo que ahogar un grito de sorpresa y a la vez de satisfacción, incluso llegó a preguntarse si de verdad aquello estaba sucediendo realmente, o todo era simplemente un producto de su imaginación.

Llegaron juntos al clímax, y Terry supo entonces que no había otro lugar en el que deseara estar más que en los brazos de esa mujer a la que adoraba más que nada.

Al terminar su acto de amor, él la tomó entre sus brazos pegándola a su pecho y los cubrió a ambos con las sábanas, deseando que aquel momento fuera eterno.

Aún no salían los primeros rayos del sol cuando Candy abrió los ojos, aún le parecía increíble todo lo ocurrido en las últimas horas, se sentía tan dichosa... nunca hubiera imaginado que hacer el amor fuera tan maravilloso, era casi como si en aquel momento Terry y ella se hubieran convertido en un mismo ser.

Se giró sobre su costado y miró a su esposo con adoración, pero de repente toda su felicidad se esfumó, dejando en su lugar un dolor agudo que atravesaba su corazón, pues en unas pocas horas tendría que despedirse de él.

—¿En qué piensas?

Candy se sobresaltó al escuchar la voz de su amado.

—Yo… Pero no pudo terminar la frase, en su lugar comenzó a llorar.

—No quiero que te vayas… Susurró ella.

Terry la atrajo hacia su pecho, y le besó la coronilla.

—Será sólo por un corto tiempo, después no volveré a marcharme jamás. - lo juro.

Ella escondió su rostro en el cuello de su esposo y fue entonces que cayó en la cuenta de que aún estaban completamente desnudos.

La cara de Candy se tornó de un intenso color rojo, y trató de cubrirse lo mejor que pudo, pero Terry no se lo permitió.

—déjame verte… - pidió, reflejando tal intensidad en su mirada, que Candy no pudo hacer nada, cuando él retiró la sábana.

Volvieron a amarse, ésta vez con la pasión a flor de piel, lo que hizo que el encuentro fuera mucho más salvaje aunque sin dejar de lado el amor y ternura.

Cuando los rayos del sol estaban terminando de asomar, Terry había terminado de poner su bolsa de viaje, mientras Candy terminaba de lavar los platos con los que minutos antes habían desayunado.

Luego, ambos se dirigieron a la salida, pues Candy había insistido en acompañarlo hasta la estación.

Terry no tuvo corazón para negarse, pues él tampoco deseaba separarse de ella, mucho menos tan pronto, pero no tenía opción, aquel era su trabajo.

—Cuídate por favor. - le pidió ella, mientras colocaba en su cuello un crucifijo que ella siempre solía llevar y que era el único recuerdo que ella tenía de su madre.

—Candy yo… No puedo aceptarlo… - dijo Terry, sabiendo lo que aquel objeto significaba para Candy, hizo ademán de quitárselo, sin embargo ella lo detuvo.

—Quiero que tú lo tengas… Así estaré segura de que estás bien.

Terry se enterneció por las palabras de su esposa.

Entonces extrajo de su saco un anillo de oro que era recuerdo de su padre, lo puso en una cadena y se lo entregó a Candy.

— A mi regreso los intercambiaremos… Es una promesa. - dijo, con la determinación brillando en sus ojos azules, mientras le besaba ambas manos.

Candy colocó la cadena en su cuello y lo miró detenidamente, luego esbozó una pequeña sonrisa, para acto seguido arrojarse a los brazos de Terry, que la recibió con alegría.

Permanecieron de esa forma, hasta que el tren comenzó a silbar, entonces inevitablemente tuvieron que separarse.

Una lagrima traicionera se asomó a los ojos de Candy, a pesar de que se había prometido no llorar.

Terry recogió esa lágrima, besó por última vez esos labios que tanto adoraba y finalmente subió abordo.

Candy por su parte, fue testigo mudo de como el tren se llevaba a su gran amor, y con él, la mitad de su corazón.

Sólo cuando perdió el tren de vista, se permitió derramar todas esas lágrimas que había estado conteniendo, y permaneció allí hasta que que sintió que no era capaz de llorar más.