Chapter 1.
Lo volvió a hacer. Era un insensible, un completo idiota. ¿Cómo me pude enamorar de alguien así? Edward-adicto al trabajo-Cullen le había roto una promesa a su hija. Otra vez. Renesme no paraba de llorar en el asiento trasero del auto y yo no tenía ni idea de que decirle para que se calmara.
Edward había prometido ir a su primera práctica de gimnasia en la escuela, él sabía perfectamente que esto era importante para ella. Renesme llevaba meses esperando esta clase, y lo más importante de todo, ella llevaba meses diciéndole a su padre que no lo olvidara. Pero como siempre, el lo olvido por una junta imprevista de su trabajo. Yo sabía perfectamente que esa junta tenía nombre y apellido: Tanya Denali.
Me iba a oír, me importa un pepino si estaba en una de sus juntas semanales, Edward Cullen me iba a escuchar.
Mi nombre es Isabella Swan, tengo 26 años, una hija y llevaba ya un año de haberme divorciado de mi esposo adicto al trabajo.
De camino a una de las oficinas de Edward, le marqué a Alice, su hermana. Estaba tan furiosa, que en cuanto me contestó solté miles de improperios sin importarme que Renesme estuviera presente.
-Por favor, dime que no lo hizo de nuevo- suplicó la pequeña vocecilla de mi ex cuñada.
-Pues lamento decepcionarte, Alice- gruñí-. ¿Es que acaso no le importa, por lo menos un poco, los sentimientos de su hija? ¿Qué en su apretada agenda no hay un mínimo espacio para ella?- quería matar a Edward. Y Renesme aún no paraba de llorar.
Alice suspiró.
-Bella, realmente no sé qué decirte.- su voz sonaba cansada- Estoy todo el día trabajando en el hospital que no he tenido tiempo de hablar con él. De verdad lo lamento por Nessie, sé que esto es duro para ella.
Era cierto, mi pequeña niña la había pasado realmente mal desde el divorcio, y en los últimos meses su degenerado padre no tenía tiempo para ella, sólo para la mujerzuela de su amante.
-Lo sé, ahora mismo estoy llegando a la oficina de Edward- repliqué-. Te aseguro que le patearé las bolas en cuanto lo vea. Ya estoy harta de ver a mi hija sufrir por el imbécil de su padre- estacioné el auto, y me bajé para abrirle la puerta a mi hija haciendo malabares con mi teléfono y llaves.
Soltó una risita.- Espero que tenga una bolsa de hielo a la mano.
-Oh, creo que no será necesario, tal vez la boca de Tanya le baste- Sonreí. Escuché las carcajadas de Alice al otro lado.- Te llamaré después, Alice.
-Y me contarás cada detalle de lo que pase en esa oficina- afirmó.
Le di un rápido saludo a Billy, el portero.
-Está bien, hablamos luego.- colgué. Pase directamente al ascensor, sin soltar la mano de Renesme en ningún momento. Ella estaba gimoteando y limpiando su nariz con el dorso de su mano. Me acuclille a su lado- Nessie, cielo, no llores más, ¿sí? Hablaremos con tu padre y veremos que se puede hacer.
Sus ojitos se aguaron de nuevo.
-Mami, yo sólo quiero que tu y papi vuelvan a estar juntos- su pequeña voz se quebró-, así las cosas están como antes y mi papi me vuelve a prestar atención.
Mi corazón se hizo añicos con sus palabras. ¿Cómo le decía a mi pequeña niña que no? ¿Cómo explicarle que su padre y yo no podíamos tener nada más que un saludo cordial y ya?
-Cariño, tu papi te puede prestar atención de nuevo, no es necesario que yo tenga que volver con él- tenía un nudo en la garganta difícil de tragar. Gracias a Dios las puertas del ascensor se abrieron y callaron las palabras de Nessie. Me incorporé, tome su mano y salí para encontrarme una amplia habitación repleta de cubículos bien pulidos a mi izquierda. A mi derecha estaba un gran mostrador caoba en donde se encontraba Jessica, su secretaria personal. Estaba casi segura que se había acostado con ella más de una vez.- ¿Dónde está él?- espeté.
Me miró por encima de sus gafas de media luna que, supuestamente, estaban a la moda.
-En una junta muy importante- se inclinó en el mostrador, enseñándome sus senos sobresalientes de su escote-. Él me pidió que nadie lo interrumpiera.
Lo último que dijo lo hizo sonar como una propuesta indecente hecha sólo para ella, cuando era una simple orden. Estas secretarias de ahora… sólo pensaban en meterse en la cama de su jefe y conseguir un aumento.
Pues esta no la ganas, Jessica.
-Y… ¿Esta en la sala de conferencias, cierto?- pregunté lo más inocente posible.
-Ajá, tengo entendido que saldrá de ahí en más o menos…- miró su reloj barato de muñeca- dos horas.
Me incliné hacia Renesme.- Cariño, te quedaras con Jessica un segundo, ¿De acuerdo?- ella asintió- ya regreso.
-Pero…-ni siquiera deje que Jessica terminara su oración. Salí echa una furia hacia la sala de conferencias unas cuantas puertas mas allá de su oficina. Voy a pegarle. Voy a pegarle. Voy a pegarle.
Necesitaba controlarme o Edward iba a terminar en un hospital.
Abrí la puerta violentamente.
-Y los balances para este año serían…- sea lo que sea que estaban discutiendo, quedó en el olvido cuando me vieron. Había una larga mesa metálica y alrededor estaban todos sus abogados y agentes de mercadeo, los conocía a todos. Todas las miradas estaban puestas en mí.
Pero un par de esmeraldas llamaron mi atención. Estaba furioso, eso estaba claro. Pero lo que más me enfureció a mí, es ver a la rubia oxigenada de su novia sobre su regazo… ¡en una junta! Él jamás me tuvo a mí en junta sobre su regazo.
-Me alegra saber que tienes buena compañía en tu trabajo, Edward- lo mire mal. Se levantó apartando a Tanya bruscamente. Si no fuera porque ya estaba acostumbrada a su elegancia, me habría quedado sin aliento al verlo tan jodidamente sexy en ese traje gris.
-¿Qué estás haciendo aquí, Bella?- gruñe. ¡El muy idiota se atrevió a gruñirme! Esa fue la gota que colmó el vaso.
-Tenias que estar ayer a las 7:30 en la primera clase de gimnasia de tu hija, Edward. Ella llevaba meses diciéndote que no lo olvidaras, ¡incluso lo puso en tu agenda electrónica!- estaba histérica- ¿Qué se te presentó esta vez? ¿Una reunión importante entre las piernas de la zorra de tu novia? Sólo te pidió una cosa, Edward. Sólo una. Estar en su primera clase de gimnasia, sabes que esto es importante para ella- Él bajo la cabeza como un niño siendo regañado por su madre- Tiene cinco años y sólo has estado presente dos, Edward, no los cinco ¡Dos miserables años!
-Lo siento, Bella, de verdad intenté llegar pero…
-¡No me interesan tu excusas baratas, Cullen! Quiero hechos, y los quiero ahora- tome aire intentando clamarme un poco-. Renesme pasó toda la noche llorando porque su padre no le presta atención. Ella la está pasando realmente mal, Edward.
Todos en la sala estaban mirando la escena atónitos.
-Ella es mi vida, Bella, y tú lo sabes más que nadie. Amo a mi hija, daría mi vida por ella- replicó con adoración hacia Nessie.
-Entonces demuéstraselo, Edward. No me lo digas a mí, demuéstraselo a ella.- dije- Y por el amor a Dios intenta sacar la cabeza de las piernas de tu mujercita y deja de comportarte como un completo imbécil.
-¡No te permito que le hables así a Eddie! ¡Y tampoco que me llames mujercita, tengo nombre perra!- me gritó, acercándose a mí con un vestido que apenas le cubría lo necesario.- Él no necesita tener a una niña diciéndole que hacer.
-Tanya- la cortó Edward.
Me enfurecí.
-Escúchame bien, zorra- me acerque a ella hasta quedar a su nivel- vuelve a llamarme perra y te aseguro que no vivirás para contarlo. Y si te oigo una vez más nombrar a mi hija o siquiera insinuarla en mi presencia, me encargaré de que esas lindas siliconas que tienes por senos te sirvan de orejeras para navidad.
Por el rabillo del ojo creí ver un asomo de sonrisa en el rostro de Edward.
-En cuanto a ti, Eddie- me volví hacia él, y levanté mi rodilla con fuerza justo en su entrepierna. Soltó el aire de golpe- Eso es por hacer llorar a mi hija.
Todos en la sala estaban conteniendo la risa, incluso yo sonreía. Estaba orgullosa de misma. Salí de la sala y me encontré con Renesme jugando con Kimmy, una de las tantas muñecas que Edward le había regalado para que lo perdonara.- De acuerdo, hora de irnos cielo.
La tome de la mano.
-¿Papi me prestará atención ahora, mami?- preguntó, mientras subíamos al ascensor.
-Espero que sí- sonreí, porque si no lo hacía yo misma me encargaría de que no viera la luz del día otra vez. Mi hija no lloraría de ahora en adelante.
