Ryo se despertó y vio que en su móvil tenía dos mensajes. Eran las siete de la mañana según el reloj. Abrió la aplicación:

«¡Buenos días, Ryo!»

« A despertarse, dormilón. (`v `)/ ¡Nos vemos ahora en clase!»

Tras sobarse los ojos, procedió a responder los mensajes con monosílabos, y fue a ponerse el uniforme de la escuela. A la media hora estaba de camino, terminando de comerse su desayuno. Ryo se vio interrumpido por unas manos que le taparon los ojos, y una joven preguntó juguetona:

—¿Quién soooooy?

—…Oh, ¿quién puede ser…? —Ryo trató de responderle con igual jovialidad, pero su monótona voz sonaba más a hastiado que divertido.

—Vamos, no es tan difícil.—La chica seguía con el juego, ladeando su cabeza mientras esperaba la respuesta.

—¡Un ogro!

—¡Jo, eres malo, Ryo Asuka!—respondió con un mohín mientras le daba pequeños golpecitos en la espalda. Ryo se contentó con la broma que le había hecho a su novia, y se dio la vuelta para darle un ligero beso en la frente.

—Buenos días, Miki.

Miki se sonrojó y acto seguido soltó una pequeña carcajada. Se agarraron de la mano y siguieron así hasta llegar a la puerta del instituto. Ryo y Miki llevaban tres meses saliendo juntos, siendo la comidilla de los cotilleos. Miki Makimura era la mejor atleta de la prefectura y había ganado varios campeonatos de carreras de fondo. Ryo Asuka era el alumno con la mejor media de notas y había sido propuesto para ir a la mejor universidad del país. Era normal que verles juntos suponía un sueño hecho realidad para sus allegados. Nada más llegar a la puerta no se paraba de escuchar susurros de los estudiantes que veían a la pareja del momento. Ryo se despidió de Miki no sin antes quedar para comer juntos luego.

A Ryo le tocaba Educación Física, y pretendió estar enfermo de nuevo para no asistir. Decidió quedarse sentado en uno de los jardines de la escuela con su ordenador y terminar trabajos de otras clases. Una brisa de aire fresco le movió su pelo, y respiró profundamente antes de ponerse a escribir. Un fuerte sonido de la valla situada detrás de él le sacó de sus pensamientos. Alguien se había agarrado con fuerza y había hecho un movimiento brusco contra la cerca de metal. Ese alguien le estaba llamando:

—Eh, tú, rubio.

Era un muchacho de su edad, no más alto que él. Su pelo caoba alborotado y su chaqueta de cuero eran demasiado llamativos en el paisaje grisáceo de los alrededores. Sonreía pícaramente, y sus ojos relucían con un peculiar brillo tras esas pestañas tan gruesas.

—¿Esta es la escuela X, verdad?

Ryo se había quedado sin habla, por algún motivo. Quizá tuviera que ver con ver a ese portento para nada repulsivo para la vista. El chico inclinó la cadera para acomodarse en su postura, y eso hizo que sus pantalones apretaran su ingle un poquito más. Ryo hizo amago de carraspear.

—Sí.

—Entonces aquí estudia Miki. Bien. —Sin dudarlo un segundo, el chico se encaramó en la valla y saltó sobre ella con la misma facilidad como si estuviera caminando a través. Aterrizó al lado de Ryo, que se encontraba aún sentado en el sitio, y le miró de soslayo antes de abrirse paso al edificio de la escuela. A Ryo le costó un margen de segundos para reaccionar y darse cuenta de que un extraño con pinta de James Dean gótico iba a ver a su novia. Dejó todo y fue corriendo tras él.

La clase de Ryo se dio cuenta de la presencia del infiltrado con mucha más rapidez, así que el profesor de gimnasia también fue a detenerle. Para su desgracia el profe llegó mucho antes, y antes de que pudiera hacer nada, Ryo vio cómo el chico noqueó al profesor quien presumía haber sido campeón de judo por varios años consecutivos en su juventud. El desconocido siguió su rumbo y continuó apartando a cualquiera que se pusiera en medio, hasta que por casualidad Miki salió de su clase y vio todo el espectáculo y al culpable.

—¡¿Akira Fudo?!


—¡Lo siento! ¡Lo siento! Cuando me dijeron que estudiabas ahí, decidí ir a verte de inmediato—dijo Akira, llevándose una de sus manos a la nuca.

—¿No podías haberte esperado al menos al descanso, tonto?

Akira había provocado que un día normal de instituto se convirtiese en el caos absoluto. Tanto que Miki y a Ryo tuvieron que irse para el resto del día por haberse visto envueltos. Estaban en una cafetería, y Akira se había pedido medio menú para desayunar. Miki y Ryo habían preferido una tila para sus pobres nervios.

—Lamento que os hayan expulsado, supongo que sus vuestros expedientes impolutos se han visto manchados —habló con un cierto sarcasmo. Akira terminó de echar sirope a su tortita y la tragó de un bocado.

—¡Como Ryo no pueda ir a la Universidad Y no te lo perdonaré nunca! —amenazó Miki mientras daba un manotazo sobre la mesa, enfurecida por ver que Akira había metido a su novio por ir a verla—. Podías haberme llamado si estabas en Tokio.

—He llegado esta mañana. Ya sabes, mis viejos siempre viajan mucho.

—¡No es excusa!

—Ya, ya lo veo. —Akira miró a Ryo de arriba a abajo, juzgándole duramente—. Así que estás soportando a esta, ¿eh? Enhorabuena.

—¡Akira! —Miki cayó en la provocación con demasiada facilidad. Ryo estaba callado.

—Miki nunca me había hablado de ti.—Fue lo único que podía comentar Ryo. El aura de misterio de Akira le atraía.

—Típico de Miki. Soy amigo de toda la vida. Nuestros padres se conocían y todo ese rollo.—Akira se estaba terminando las tortitas y empezaba a acercar su plato de huevos revueltos y bacon.

—Akira vive en Okinawa desde hace varios años. No sabía que iba a mudarse a Tokio de nuevo…—Miki sonaba culpable, como si le hubiera ocultado información a Ryo. Ryo sintió eso, y la acercó por la espalda para calmarla.

—No pasa nada, me gusta saber más cosas de ti. —Akira rodó sus ojos por la frase tan empalagosa que había oído, mientras bebía del batido de chocolate. Miki se veía más complacida y se acurrucó en el hombro de Ryo.

—Aunque es verdad que Akira está más cambiado, casi no le reconocía de no haber sido por su voz—comentó Miki.

—Soy como el vino: con los años voy mejorando. —Akira guiñó el ojo y se terminó de comer todos sus platos. Ryo no podía dejar de mirar a Akira. Había algo en él que le resultaba familiar, y también extraño.

Se despidieron de Akira y vieron cómo el chico se montó en una moto negra y marchaba en el horizonte. Miki y Ryo decidieron ir a sus casas a estudiar y a descansar por ese día tan movido.

—No hagas caso a lo que ha dicho Akira, ¿vale?—se despidió Miki dándole ligero beso en la mejilla antes de marcharse.

Por la noche, Ryo no podía dormir. Se había acostado en la cama, llevaba una hora así. Su mente no paraba de mandarle imágenes de Akira. De su chaqueta, de su pelo, de su sonrisa, de su voz. Era la primera vez que le pasaba eso. Ryo no había sido un chico muy social, es más: la única relación que había tenido era con Miki. Pero no recordaba que Miki le provocara tales pinchazos en el estómago, y en zonas inferiores. Cerró los ojos mientras bajaba las manos hasta su entrepierna. Las imágenes de Akira no paraban de sucederse. Se imaginaba lo que podía haber debajo de esa chaqueta, de esa camisa, de esos pantalones tan marcados. Ryo respiraba agitadamente mientras esos recuerdos se veían tan lúcidos como si ese nuevo desconocido estuviera encima de él, haciéndole de todo. Al cabo de un rato se había corrido en su mano y se quedó dormido al instante.


Ryo puso en el buscador en modo incógnito: «¿Es infidelidad masturbarse pensando en alguien que no sea tu pareja?». Casi todas las respuestas que le daba Internet decían que no lo era si se trataba de algo esporádico. Pero Ryo ya lo había hecho tres veces, y eso no le despejaba ninguna duda. Había pasado dos días desde que había conocido a Akira, y no sabía nada de su paradero. Hasta ese jueves, cuando estaba volviendo a su casa. Vio que en la puerta estaba esa moto negra con el sujeto de sus fantasías apoyado en esta. Akira Fudo se quitó las gafas de sol y se acercó a Ryo con paso imponente.

—Hola, rubio. —A Ryo se le puso la carne de gallina oír ese "rubio"—. Ven conmigo, anda.

Ryo pensaba que podía ir al fin del mundo si Akira se lo pidiera. Akira señaló la moto y se montó en ella, esperándole. Ryo se montó con más cuidado. Dio un acelerón de imprevisto e hizo con la moto el caballito, cosa que obligó a Ryo a agarrarse más fuerte a la cadera del temerario piloto. Akira esquivaba los vehículos y semáforos como si se tratara de un videojuego, y Ryo creía en algún momento que iba a desmayarse del susto. A los minutos, habían llegado a su destino. Akira le llevó hasta a un bar muy frecuentado. Nada más entrar se pidió una jarra de cerveza y le pidió otra a Ryo. Él nunca bebía alcohol, pero lo dejó pasar.

—Quiero saber más de ti. Ya que eres el novio de Miki, supongo que eso nos debe convertir en amigos. —Akira subió las piernas a la mesa, mientras bebía de un trago media jarra.

—Supongo. —Aunque por dentro estuviera temblando como un flan, Ryo mostraba una postura seria y calmada. Era una de las cosas que a Miki le gustaba tanto de él.

—¿Y? Cuenta.

—¿No deberías empezar tú, Akira Fudo? Al fin y al cabo, eres tú el interesado. —Eso último era mentira.

—…Tienes razón. Pero no tengo mucho que contar—respondió a la vez que terminaba la otra mitad de la jarra, y pedía otra—. Nací en Okinawa, me crié en el mar, y conocí a Miki por mis padres.

—¿Y no estás estudiando? Tengo entendido que tienes nuestra edad.

—Estudiar… Algo así. La verdad es que últimamente me escaqueo mucho de clase.

—Miki dice que te ha visto muy cambiado.

—Ya. Antes parecía un pelmazo—dijo, y sacó su móvil para buscar una foto. Se la enseñó a Ryo. En la foto se veía a dos niños, uno de ellos una Miki muy reconocible por sus ojos verdes, y el otro era un niño con una cara muy inocente y sonriente. Comparado con ese Akira, tan suave y tierno, el Akira que estaba viendo era salvaje y abrupto—. Venga, tu turno, rubio.

—No conozco a mis padres, y he sido criado por mi asistente Jenny. Conocí a Miki hace un año y empezamos a salir hace tres meses.

—¿Y habéis follado?—Ryo miró de reojo a Akira y bebió un sorbo para ver si el alcohol le calmaba los nervios. Akira miraba expectante a la respuesta, mientras se relamía los labios de la espuma de la cerveza.

—No.

—Vaya, qué lástima. Quería saber si Miki era de las que chillaba para chinchar —respondió y sonrió con gracia.

—¿Y tú? ¿Tienes novia? —Por fin. La pregunta del millón.

—¿Qué dices? No. ¡No! Lo que me faltaba. —Ryo bebió más y casi se terminó la jarra. Sin querer se atragantó y tosió un poco. Akira soltó una carcajada.

—¡Eres un torpe! No bebes mucho, ¿verdad?

—Esta cerveza no.—Ryo recuperó el aliento, terminó su jarra y pidió otra, desafiante. Akira soltó una fuerte carcajada y apoyó la cara en su mano.

—Pareces la cosa más inocente a punto de romperse —le dijo sorprendentemente sincero.

Ryo no estaba de acuerdo. No era para nada puro e inocente. Al contrario, durante toda su vida había sido alguien bastante malo y cruel. De pequeño había sido un bicho raro y cometía atrocidades: desde romperle los peluches a sus compañeros, a pegarles sin razón o quitarles los zapatos hasta ahogar a las cobayas de la clase. Ryo no recuerda el por qué hacía todo eso. No sentía la necesidad imperiosa de hacer ese mal, aunque tampoco podía evitar hacerlo. Además, nadie se lo impedía. No tenía padres y su tutora legal era una persona demasiado permisiva, así que en parte tuvo vía libre. No fue hasta que conoció a Miki que dejó ser menos asocial y llegó a relacionarse con otra gente. Conocer a Miki supuso para él un cambio en su vida.

—No me conoces —se limitó a decir. Akira le miró extrañado. Decidió no preguntar más y beber de un trago la jarra. A Ryo le llegó de repente un mensaje de Miki:

«¡Holi! ¿Qué estás haciendo?~»

Ryo decidió responderle con sinceridad, por lo menos en esto:

«Akira Fudo me ha llevado a un bar a preguntarme cosas sobre mi vida.»

A los segundos, el móvil de Akira sonó y decidió responder. Miki le comenzó a regañar, acusando a Akira de extorsionar a su novio. Akira trató de disculparse a su manera, pero Miki le colgó antes no sin antes amenazarle. Tras la llamada, miró a Ryo con un mohín y guardó su móvil en la chaqueta.

—Dile a tu novia que deje de ser tan histérica. ¡Solo quería conocerte!

—No creo que fuera la mejor manera, Fudo. —Ryo bebió otro sorbo de la cerveza, con gesto inquisidor. Le pareció muy divertido ver a Akira siendo regañado, además de enternecedor.

—¿Ah, sí? ¡Camarero! —Akira pidió cuatro jarras más—. Ahora vas a beber todas esas por "delatarme"—dijo triunfante. Ryo no pudo decir que no a eso.

Había pasado dos horas. Akira y Ryo salieron del bar con muchas jarras de más. Ryo soportaba bastante bien el alcohol a pesar de ser su primera borrachera, pero Akira estaba dando tumbos. Tuvo que ayudarle a caminar agarrándole por la cintura y sujetándolo por el hombro. Ryo en ese momento pensó en que su récord de masturbación iba a aumentar tras este encuentro, y no dejaba de sentirse culpable. Había anochecido y caminaban por la calle desierta iluminados por las farolas. De repente, unos pasos llamaron la atención de Ryo, y se dio la vuelta. Creía que era un borracho, pero se equivocaba.

Una figura amorfa surgió de la oscuridad, iluminada por la farola más cercana. Era un ser de casi tres metros, con ampollas sangrantes por todo el cuerpo y una sonrisa macabra por la que asomaban colmillos afilados. Las manos del demonio eran cuchillas amenazando con cortarles el cuello. Ryo soltó un grito. Logró esquivar el ataque del monstruo tirándose al suelo con Akira. El demonio sin embargo le atrapó al caerse, y le arrastró cerca de él. Ryo intentó zafarse sin éxito, a lo que el monstruo comenzó a rajarle las telas de la ropa para comérselo desnudo. Ryo se sentía impotente ante la fuerza y el poder que tenía ese ser, y solo podía darle puñetazos. Justo cuando la bestia estaba lamiéndole las piernas, se partió en dos. Un potente chorro de sangre dorada salió del cuerpo partido y manchó por completo a Ryo antes de tirarle al suelo.

Al incorporarse, vio que lo que le había salvado era otro demonio similar al primero. No tan parecido, ahora que se fijaba. Este demonio era igual de gigantesco, con dos alas semejantes a las de un murciélago, y cola. La cara del demonio estaba decorada con una forma similar a sus alas, sus ojos eran extrañamente conocidos. El demonio se acercó a Ryo y le tapó con sus manos. El cuerpo desnudo de Ryo estaba impregnado de sangre dorada, y se quedó inmóvil ante la presencia de su bestia salvadora. La criatura habló:

—Eres la primera persona que me ha visto así.

Era la voz de Akira.

—Soy Devilman.

Akira se agachó hasta la altura de Ryo, queriendo esperar una respuesta de él. Ryo alargó sus brazos y le agarró el rostro. Por el color azul pensaba que iba a ser una piel fría, pero resultó ser cálidamente humana. Susurró:

—Hermoso… Sigues siendo igual de hermoso.


¡Hola a todos! nawcutebubu al habla. ¡Por fin! Los fans de Devilman hemos pasado de ser cuatro gatos a cinco con la adaptación de Crybaby, ¡yuju! Mis feels han vuelto de los 2010s para quedarse, así que mientras estoy haciendo un cómic me ha surgido esta otra idea que he querido plasmar en forma de fic.

Bienvenidos a mi interpretación de la obra de Devilman. Considerad esto como un reboot de los miles que podrían salir tras el final del manga. Me pareció interesante ver qué pasaría si las tornas cambiaran y Akira ocupara el rol de Ryo (el excéntrico rarito) y Ryo el de Akira (alguien débil que debe ser protegido), y poco a poco he estado viendo que seguirían siendo ellos~

Sobre el hecho de Ryo y Miki saliendo juntos, lo he tomado directamente de Violence Jack. Aparte de ser uno de los giros más sorprendentes de la franquicia Devilman, llegué a pensar en que... ¡sí! ¡Es posible que Ryo y Miki pudieran ser una bonita pareja! Espero no llevarme mucho hate con esto *risas* Al final esto será muy Ryokira, os lo prometo.

¡Espero que os guste esta pequeña historia! ¡Un saludo!~