¿Celoso?

Parte 1

Disclaimer: Yu-gi-oh! No me pertenece

Advertencias: Yaoi, y un trío... se los pongo más fácil, relaciones hombre/hombre/hombre. Así que sean conscientes... ¡¡SI NO LES GUSTA NO LEAN!! Quedan advertidos.

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Dejó de leer, suspirando en aburrimiento. No había nada mejor que hacer. No había nadie con quien hablar. Alzó la mirada por unos segundos, observando el techo.

Yugi y Atemu estaban arriba, en la habitación de su hikari.

Puso de pronto y con mala gana el libro en la mesita a su lado. Atemu y Yugi... Yugi y Atemu... perfecto, ¿no? Claro... ¿y dónde demonios quedaba él? Simple, ahí sentado como idiota.

Se cruzó de brazos, recostando su espalda contra el sofá. Miró sus alrededores con arrogancia. Estaba en la sala... solo, como siempre.

Atemu y Yugi, como odiaba poner esos dos nombres juntos.

Ambos estaban disfrutando el tiempo, mientras que él estaba ahí, completamente abandonado.

Tenía que haberse interpuesto. Ese faraón. Muy lindo, ¿no? Aparecer en ese mundo de pronto y ganar algo que él nunca pudo conseguir, el corazón de su aibou. Claro, según el soberano, solo quería 'visitarlos'. Vaya visita, quedarse prácticamente viviendo ahí.

Le recordaba una famosa frase, 'como Pedro por su casa', así había llegado ese faraón.

Por supuesto, era muy gracioso para Atemu verlo estallar de furia. Lo sabía, o sino, ¿por qué el soberano tenía la maldita costumbre de comerse a Yugi a besos frente a él? Dioses, ¡para eso existían las habitaciones! O los moteles, esos habían de sobra. Pero no, tenía que dar el espectáculo cuando él estaba presente.

Y otra cosa que le molestaba, las exclamaciones de sus amigas, Tea y Mai. Esas mujeres parecían ser las mayores fanáticas del shounen-ai, no que va, del yaoi mejor dicho. Porque a esos dos les faltaba poco para quitarse la ropa en público.

-¿Quien se cree esa excusa de faraón pervirtiendo de ese modo a mi bello e inocente hikari?- susurró con enojo Yami, apretando sus puños. Sabía bien que en realidad se estaba ofendiendo a sí mismo, ya que, de cierta forma, él y Atemu eran la misma persona, al menos en escencia, porque en acciones y pensamientos, eran de verdad distintos.

Sí, lo sabía, estaba celoso. Y no le avergonzaba admitirlo. Estaba celoso de Atemu por tener toda la atención de Yugi. Y por dejarlo a él por fuera.

Suspiró de pronto, intentando aclarar su mente. Se puso luego de pie. Lo único que podía hacer, era ir a dormir. Porque pronto, iba a retumbar la casa con los gemidos de esos dos, y de verdad no estaba de humor para escucharlos. Sino, estaba seguro que iría y mataría a Atemu a golpes. Aunque con ello existiera el riesgo de morir también, ya que sin pasado, no hay futuro.

Subió por las escaleras. Ahora que lo pensaba, mejor dormiría con los audífonos puestos, y con la música alta, ya que no quería que nada lo despertara. Por supuesto, era obvio qué significaba ese 'nada'.

El sonido de sus pies al subir las escaleras fue algo ruidoso. En realidad, era porque daba pasos de furia. Así que sería muy posible que hiciera un hoyo en las escaleras o que sus pies terminaran muy lastimados.

Por fin llegó al final. Suspiró con fastidio y caminó hacia su derecha, buscando en el pasillo su habitación, la cual para su desgracia se encontraba al final, lo que significaba que tendría que pasar frente a la habitación de Yugi... o mejor dicho, la de Yugi y Atemu.

Bueno, serían solo unos segundos. Después al fin podría llegar a la tranquilidad de su cama, y claramente, a la de su iPod también.

Dio varios pasos, notando cómo se acercaba a la habitación de su hikari. Escuchó risas de pronto, y fue entonces cuando vio que la puerta estaba abierta. Al parecer, no habían escenas explícitas dentro. Así que, con un poco más de calma, caminó hasta quedar frente a la puerta.

Miró dentro. Y así se quedó congelado.

La imagen más seductora que había visto lo recibió. Sus mejillas de inmediato empezaron a tomar calor. No, las risas no eran para nada inocentes. Y ahora, por su estupidez, se había quedado mirando fijamente a esos dos.

Ambos estaban desnudos. Yugi estaba acostado en la cama, riendo, mientras que Atemu estaba encima del hikari, con su cabeza baja, mientras que sus dientes mordían la oreja del más pequeño.

-¡Atemuuu me haces cosquillas!- exclamó Yugi entre risas.

-¿Quieres que me detenga entonces, mi niño?- preguntó el faraón.

-Jiji siii- respondió el chico. Atemu sonrió.

-Bien, pero... tendrás que darme algo a cambio- propuso. Sin agregar nada más, movió sus caderas contra las de Yugi, ganándose un hermoso gemido por parte del chico, y un nudo en la garganta por parte del que ahora estaba parado en la puerta sin ser notado.

-Bueno- aceptó Yugi. Atemu sonrió con lujuria, alejándose al fin de la oreja del menor. Lo miró por unos momentos, admirando el cuerpo del chico, y, sin saberlo, dándole una vista increíble a Yami, quien en ese momento estaba más que sonrojado, deseando poder estar ahí, pero conteniéndose con gran esfuerzo.

-¿Me quieres dentro de ti?- preguntó. Yami contuvo el aliento al escuchar eso. Era el tiempo de irse. Intentó moverse, pero sus pies parecían estar pegados al suelo. Lo sabía, estaba en problemas. O mejor dicho, cierta parte de su cuerpo estaba en problemas, y muy serios.

Por otro lado, un sonrojado Yugi asentía.

-Perfecto. Pero para que pueda hacerte mío... tienes que prepararme primero- Yugi y Yami abrieron sus ojos en impresión. Y éste último sintió ganas de gritar '¡pervertido!', pero no lo hizo, ya que, pensándolo bien, la idea de ver a su hikari dar sexo oral... no le sonaba mal.

Minuto... ¡cómo demonios se había atrevido a pensar eso! Su hikari era inocente y tierno, no un juguete sexual. Ésta vez, se esforzó por no ir y ahorcar al faraón con su propias manos.

-¿Eso es lo que querías a cambio?- Alzó la mirada al escuchar la pregunta de su hikari. Y sintió rabia al ver a Atemu asentir. -Pero... nunca lo he hecho... siempre fuiste tú quien...- Un beso calló las palabras del menor. Luego el faraón se separó, quedando a solo centímetros del rostro del chico.

-Eso mi niño, es lo que quiero a cambio- afirmó. Yugi lo miró por unos segundos, sus mejillas estaban ardiendo en fuego. Pero luego, para sopresa de todos, asintió.

-Haré lo mejor que pueda- susurró. Y ahí, ante los sorprendidos ojos de Yami, el chico llevó sus manos hacia abajo, el objetivo siendo claro desde el principio.

De nuevo, un calor insoportable inundó a Yami. Una de sus manos se posó sobre el marco de la puerta, mientras que la otra, se movió lentamente por su cuerpo, hasta llegar a sus pantalones. Era mucho para él, quería estar en la cama con esos dos.

Un gemido le detuvo el aliento. Atemu miraba al techo, mientras que Yugi lo masturbaba ligeramente.

Inconscientemente, la mano que estaba en su pantalón subió un poco, para luego bajar nuevamente, ésta vez metiéndose dentro de la tela. Intentó suprimir un gemido al tocar su ya creciente erección.

Observó luego cómo Atemu era ahora quien estaba contra las sábanas, mientras que Yugi miraba con algo de inseguridad el miembro frente a él. Y para tortutarlo aún más, miró cómo el chico acercaba su boca.

Y no pudo más. Un prolongado gemido escapó de su garganta.

Para su gran vergüenza, ambos jóvenes volvieron a ver hacia la puerta de inmediato. El hikari lo miró con absoluta sorpresa.

-Ya... Yami...- susurró. El ex faraón solo pudo sacar la mano de su pantalón. Se sentía como un verdadero tonto. ¿Ahora que pensaría su aibou? Sintiéndose más que avergonzado, bajó la mirada.

Atemu entonces se levantó de la cama, acercándose a su gemelo luego.

Cuando estuvo cerca, tomó el mentón del joven y lo alzó levemente. Yami sin embargo, evitó la mirada carmesí del faraón.

-Yo... de verdad... lo siento- susurró. Las ganas de salir de ahí lo inundaron. Dio un paso hacia atrás, pero una mano en su brazo lo detuvo. Aún así no miró a Atemu. De seguro el faraón solo quería burlarse de él.

-Espera- le dijo el soberano, atrayendo el cuerpo de Yami hacia él. El joven no opuso resistencia, merecía después de todo todas las burlas del mundo.

Sintió los brazos del faraón posarse alrededor de su cintura. Y supo que el rostro de Atemu estaba cerca de su oreja al sentir la respiración del rey sobre ésta.

Pero, hubo entonces algo que lo dejó paralizado, y al mismo tiempo, ese algo hizo que sus mejillas entraran nuevamente en calor.

Y ese algo fue la muy simple pregunta de Atemu.

-¿Quieres unirte?-

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Magi: O.O... o.O... ok, ya lo asimilé xD Ni me pregunten de donde demonios salió esta idea porque ni yo sé xD Pero, por ser mi primer fic de un trío, decidí dejarlo ahí, sin el señor lemon u.u

Claro que puedo continuarlo. Por eso puse parte 1 al principio. Así que ustedes son los que deciden, ¿quieren que lo continue o lo dejo así? Porque no le veo el caso continuarlo si a nadie le gusta o.O

Pero igual, espero que les haya gustado n.n

Me despido y hasta la próxima