¡Hola! Aquí vengo con un fic de Didyme Vulturi (¡por fin!) después de haber estado un montón de tiempo sin interesarme por Crepúsculo otra vez (culpa de mi afición a Harry Potter y Los Juegos del Hambre). A ver si os gusta. No creo que sea un fic muy largo.
Disclaimer: Los personajes son de Sthepenie Meyer, no me pertenecen.
Capítulo 1: Traición.
Muerta para el mundo
No me puedo creer que esto me esté pasando. Aro, mi propio hermano, mi hermano biológico, me ha traicionado e intentado matarme. Yo, que tanto confiaba en él, que lo quería y respetaba por encima de todos...
Siempre supe que había algo que lo cegaba, y no era difícil ver el qué: el poder. El deseo de poseer más y más dones en su guardia compuesta por vampiros dispuestos a protegerle y a ayudarle a hacerse con el dominio del mundo vampírico. Era un loco, trataba a la gente como joyas, era un coleccionista. Debí haberlo previsto, pero el amor fraternal me cegó. ¿Cómo pude ser tan idiota? Y ahora Marcus lo está pasando mal por mi culpa y no puedo hacer nada.
Pero antes de continuar con esta historia, debo retroceder al pasado y poner en orden mis pensamientos.
Me llamo Didyme Vulturi, nací hace 518 años en Atenas, siendo la menor de dos hermanos. Mi hermano Aro y yo siempre estuvimos muy unidos, desde que éramos unos críos hasta que desapareció. Se fue una noche, madre y padre creyeron que había sido secuestrado y lo dieron por muerto. No obstante, unos años después volvió por mí. Y me transformó en lo que ahora soy: un vampiro.
Aro me contó todo lo que logró averiguar sobre esa raza y me dijo que esperaba que yo también poseyera algún don, ya que él podía ver el pasado de las personas con sólo tocarlas. Al principio ninguno de los dos supimos que yo tenía un don, pero con el paso del tiempo descubrimos que cuando la gente se encontraba a mi alrededor se volvía… más feliz, más despreocupada, lo cual a Aro le pareció un desperdicio de don, pero supo disimularlo muy bien.
Él y yo continuamos siendo nómadas durante unas décadas, hasta que nos adentramos en Italia y nos encontramos con un singular vampiro, que hacía creer a los habitantes de su cuidad de que había echado a los vampiros y todo estaba en paz. Su nombre, Marcus. Desde el primer momento en el que lo vi supe que iba a ocurrir algo entre nosotros, no pude especificar el qué en ese momento, pero algo pasaría. Era un hombre serio, elegante, de porte aristocrático y que casi nunca hablaba sin venir a cuento. Así era, hasta que me conoció a mí al menos.
Aro lo convenció para unirse a nosotros y le explicamos nuestras ansias de crear un aquelarre más amplio. Sí, yo también estaba buscando más gente, pero sólo por el simple hecho de tener compañía y conocer a más personas que estuviesen en nuestra misma situación. No mucho después, nos encontramos con una pareja de vampiros, algo huraños y desconfiados, que también habían decidido quedarse en Italia durante un tiempo: Caius y Athenodora. Al principio no parecieron integrarse mucho en nuestro grupo, a pesar de haber aceptado nuestra propuesta de unirse al clan, pero poco a poco, mientras Caius comenzaba a crear planes junto a Aro y Marcus, sobre lo que más tarde se convertiría la guardia Vulturi, y Athenodora y yo nos conocíamos mutuamente, entablamos amistad.
Marcus y yo comenzamos a tontear hará unos veinte años después de conocernos. Él, que siempre había sido tan serio y yo, que siempre le sonreía a todo el mundo, parecíamos ser dos polos opuestos. Y lo éramos, de hecho. Pero eso no significaba que no estuviésemos hechos el uno para el otro. Marcus empezó a mostrarse más simpático y a sonreír con más frecuencia, sobre todo cuando estaba cerca de mí. Yo, por otro lado, aprendí a ser menos hiperactiva y me aficioné al arte de la danza, algo que de no haber sido por Marcus, nunca me habría gustado. Me cortejó por unas décadas, bajo la imperturbable mirada de mi hermano, hasta que por fin decidió proponerme matrimonio. Y obviamente, le respondí que sí, aunque creo recordar que la respuesta exacta fue que me tiré a su cuello y me colgué de el mientras lo llenaba de besos.
Sí, aquellos eran buenos tiempos.
Poco a poco, después de que Aro convirtiera a Sulpicia, una humana con la que se había enamorado y posteriormente casado, los seis nos planteamos realmente la idea de crear una guardia y poner un poco de orden en todo este caos. Por aquel entonces, las peleas entre los vampiros eran muy comunes y nadie se molestaba por intentar ocultar su naturaleza a los humanos. Los Vulturis, que así habíamos decidido llamar al clan, nos mostramos como unos sofisticados vampiros que opinaban que la violencia era algo versátil, algo por lo que no merecía la pena pasar y convencimos a mucha gente a que se pusiera de nuestro lado y siguiera nuestros ideales pacíficos.
Así conseguimos derrocar a los Rumanos, después de varios siglos de lucha y convertirnos en la "realeza vampírica", poseedora de una guardia con más de una docena de vampiros con dones más que útiles.
Y llegamos al presente.
Marcus y yo rondábamos la idea de marcharnos del clan y construir uno por nuestra cuenta, formar una familia, lejos de los Vulturis y sus leyes sangrientas. Y de Aro, sobre todo de él. Llevaba varios meses atosigándome con que tenía que dejar de usar mi don con Marcus cerca porque influía en sus sentencias en los juicios, que lo volvía más blando. Yo insistía en que eso no era culpa mía y que debía hablarlo con Marcus, pero sólo lograba enfurecerlo.
Recuerdo que no dejé que tocara mi piel desde que Marcus y yo comenzamos a pensar en marcharnos, fui muy estricta con ese detalle, porque no quería que Aro se enterara y se enfadase con nosotros, pero debió de habérselo visto a mi marido en algún momento, o de lo contrario yo no estaría aquí. Tirada en el bosque, casi muerta. Todo lo que ha pasado ésta noche está más que fresco en mi memoria…
Aro ha venido a buscarme, quería dar un paseo conmigo. Hemos salido al jardín y caminando, caminando, acabado en el bosque de alrededor de Volterra. Hablábamos de cosas banales como las batallas en el sur de América que debíamos parar porque llamaban la atención de los humanos, las expediciones de caza de Caius en busca de hijos de la luna… hasta que habló del tema que tanto me preocupaba:
–No insistas en que quieres llevarte a Marcus de aquí y formar vuestro propio clan, hermana, porque no va a poder ser. –me ha comentado con despreocupación mientras ambos observábamos la luna.
Yo no he intentado hacerme la loca, porque con un pequeño roce de nuestras manos, él podría confirmarlo. Al contrario, lo he encarado como nunca antes lo había hecho; porque él no es quién para decirme qué puedo o no puedo hacer con mi vida y creo que ya tengo suficientes siglos encima como para decidirlo por mí misma.
–¿Y a qué se debe tu negatividad? –le he contestado, fingiendo no ser consciente de la seriedad del tema.
–A que no pienso permitirlo, Didyme.
Su voz era fría y calculada, me di cuenta de que llevaba tiempo queriendo decirme aquello.
–He tolerado que embadurnaras su mente con todas tus cursilerías sobre el amor y la paz, que lo hicieras feliz a tu lado, como si no tuviera ninguna otra preocupación en la vida que estar contigo. Pero no es así, hermana, no es así. Su deber es ayudarnos a Caius y a mí a gobernar un mundo lleno de vampiros y todo tipo de criaturas salvajes. Su don es demasiado importante como para perderlo, es una de nuestras más selectas piezas de…
–¡Sólo es un don para ti! –le he respondido llena de cólera, al ver a donde se dirigía todo esto. – No te importa Marcus, ni yo, sólo te importan nuestros dones. ¿En qué monstruo te has convertido, Aro? ¿Cuándo te ha dado por coleccionar dones para tu selecta guardia sin tener en cuenta antes los sentimientos de dichas personas? ¡Marcus quiere estar conmigo, no aquí! Él es triste, no le gusta el trabajo que hacéis, él…
–Él es capaz de hablar por sí solo. –me ha interrumpido, sus ojos destilando rencor– No necesita que tú digas todo esto por él, si quiere mostrarnos su desacuerdo, lo hará. Como te iba diciendo, él es muy importante y no puedo permitir que se vaya. Así que deshazte de la idea.
–No.
–No quiero hacerlo por las malas, Didyme.
–No. Estoy harta de tener que vivir bajo tus amenazas, Aro Vulturi. ¿Acaso no entiendes que quiero ser feliz? Con Marcus a mi lado. Él y yo podríamos…
–No me digas que no te había avisado. Lo siento, Didy, sabes que no tengo alternativa.
Y justo un segundo después, un vampiro de la nueva guardia se me ha echado encima, mientras Aro se daba la vuelta y caminaba de nuevo hacia el castillo.
Debe de ser un vampiro sumamente estúpido o nuevo en el oficio, porque se ha marchado creyéndome muerta, cuando no lo estoy. Pero mejor para mí. De todas formas, estoy exhausta, me duele todo y no estoy segura de poder caminar. La ponzoña lo cura todo, dicen. Eso espero, porque tengo unas grietas enormes abiertas por todo el cuello, signo de que se han quedado a mitad del proceso de descuartización. Efectivamente, el chaval tenía que ser idiota. Me levanto como puedo y apoyada en un árbol, intento respirar. Supongo que las grietas se irán sanando con el tiempo, no se pueden quedar así, aunque estoy segura de que las cicatrices que me ha dejado el vampiro no van a desaparecer.
Mi propio hermano… ¿cómo ha sido capaz? Está claro que lo conozco menos de lo que imaginaba, o que he estado tan sumergida en mi mundo feliz con Marcus que no me he dado cuenta del cambio que Aro ha tenido en estos últimos años.
Miro con nostalgia el pueblo de Volterra y sé que no puedo volver. Nunca podré volver. No volveré a ver a Marcus, porque no tengo las agallas de entrar ahí dentro de nuevo y enfrentarme a Aro. Lo único que puedo es valerme de la ventaja de que me cree muerta y salir corriendo.
Bueeeeno... ¿reviews?
