¡Hola a todos! :)
Pues sí, en plenos exámenes os traigo un nuevo fic (no os asustéis, no me he vuelto loca y he decidido dejar la universidad, es que tengo ya 6 capítulos escritos y llevo varios meses planeando cosas y... no podía aguantarme más las ganas).
Este fic está ambientado en España, concretamente en Madrid (vaya, un AU total) y los protas son los chicos de la tercera generación (concretamente: James, Albus y Lily Potter, Rose Weasley, Scorpius Malfoy y tres OCs - Theo Nott, Alice Longbottom y Lizzy Collins (que ya es una habitual en tooooodos mis fics xD)).
La historia comienza a mediados-finales de abril de 2017 y las edades de los chicos están comprendidas entre los 26 (James) y los 22 años (Lily y Alice).
Espero que os guste mucho y, si no queda clara cualquier cosa, no dudéis en preguntar. De momento, tengo pensado actualizar los miércoles :)
Muchos besos,
María :)
PD: Voy a hacer una lista de Spotify con todas las canciones que vaya mencionando en el fic, ya os la pasaré en el próximo capítulo por si os interesa.
Princesas - Pereza
–¿Por qué hay tanto ruido?
Rose salió de su cuarto con los ojos entreabiertos, el ceño fruncido y los rizos completamente despeinados y Albus no pudo evitar sonreír.
–Tenemos vecinos nuevos al parecer. Llevan un rato subiendo cosas y me he asomado antes a la mirilla y he visto a un par de chicos.
–¿Y tenían que mudarse a las…? –Abrió mucho los ojos al comprobar la hora en el reloj de la cocina americana–. ¡Es tardísimo! ¿Por qué no me has llamado antes? ¡Tengo academia en menos de una hora!
–Creía que hoy no tenías –contestó el chico, con la disculpa pintada en la mirada–. Te habría avisado, lo siento.
–Voy corriendo a ducharme, ¿puedes prepararme un café, por favor?
–Oh, claro, como trabajo en un Starbucks ya tengo que preparar yo siempre el café…
–Aprobarás esas oposiciones y podrás dejar ese curro de mierda –le aseguró la pelirroja–, pero, por favor, ahora mismo tengo muchísima prisa y voy a necesitar un café en cuanto salga del baño.
–Está bien, tranquila. –Asintió finalmente–. Corre a ducharte. ¿Te hago un bocadillo también?
–¿Te he dicho alguna vez que eres el mejor primo del mundo y que te quiero y te adoro y eres un compañero de piso diez?
–No lo suficiente.
–Pues lo eres. –Lo abrazó antes de salir corriendo y encerrarse en el baño.
–Desde luego…
Entró en la cocina y empezó a prepararle el desayuno a la chica. Sacó la tostadora y metió un trozo de pan y encendió la cafetera para preparar un par de cafés. Llevaba desde las siete levantado estudiando y necesitaba otro café. Sobre todo porque le tocaba turno de tarde en la cafetería y aquella noche tenían que ir al concierto de la banda de James. Y no empezaba hasta las doce.
Sacó el pan cuando estuvo listo e hizo un bocadillo de aceite y jamón y sirvió los dos cafés: el suyo con leche de soja y sin azúcar, el de Rose solo y con dos cucharadas de azúcar moreno. Lo puso todo sobre la barra que separaba el salón de la pequeña cocina americana y cogió su teléfono. Sonrió sin poder evitarlo. Alice le había escrito.
–¿Y esa sonrisa? –La voz de su prima hizo que se sobresaltara y a punto estuviera de tirar el teléfono–. ¿Alice viene al final esta noche?
–¿Cómo sabes…? Mira da igual. –Puso los ojos en blanco. Rose lo conocía demasiado bien–. Y sí, al final vendrá. Le han quitado el examen que tenía mañana y no tiene que ir a clase así que puede salir.
–Había pensado en invitar a Lizzy, ¿te parece bien?
–¿Tu amiga de la academia?
–Sí. –Asintió–. Es muy maja, seguro que os cae bien.
–¿Sabes que Alice y yo estamos saliendo, verdad?
–Después de los dos años que os ha costado admitir lo que sentíais el uno por el otro y de lo ñoños que os ponéis: sí, lo sé –contestó–. No quiero invitar a Lizzy para liarla contigo.
–¿Para liarla con James? –La miró con el ceño fruncido. Debía tenerle poco aprecio a su amiga si quería aquello.
–Tampoco. No quiero liarla con nadie. –Negó con la cabeza–. Me apetece invitarla. Me cae muy bien y apenas nos vemos fuera de la academia.
–Pues entonces está más que invitada. –Asintió.
–Podemos ir a recogerla, creo que vive cerca de la sala. –Tomó un sorbo de café y suspiró al mirar la hora–. Tengo que irme ya, gracias por el desayuno. Me lo termino por el camino.
Vació de un trago lo que quedaba en la taza, cogió su bolso y, con lo que le quedaba de bocadillo en la mano, salió al rellano donde se encontró de frente con un chico rubio de ojos grises y gesto impaciente.
–Buenos días –saludó con educación, tratando de ignorar el hecho de que la habían despertado de mala manera. Aunque tenía que admitir que iba a ir a clase de alemán gracias a su mudanza.
–Hola –contestó con desgana.
–Buenos días. –Otro chico que terminaba de subir las escaleras con una caja le dedicó una enorme sonrisa–. ¿Vives en el 2ºA?
–Sí –asintió.
–Entonces, permíteme que me presente: soy Theo, tu nuevo vecino.
–Rose.
–Y este es mi primo Scorpius. –Lo señaló con la cabeza–. Conociéndolo no te habrá dicho nada.
–Pensé que no hablaba mi idioma –replicó, enarcando una ceja.
–¿Porque soy rubio ya has supuesto que soy extranjero? Tú eres pelirroja y yo no he creído que seas irlandesa.
–¿Siempre eres así de agradable?
–Perdónale, Rose –intervino el otro, sonriendo de nuevo–. Le estresan las mudanzas. Seremos unos buenos vecinos, ya verás.
–Claro, seguro –contestó–. Y ahora, si me disculpáis, me voy. Llego tarde.
Se dirigió hacia las escaleras y comenzó a bajar rápidamente mientras el moreno miraba a su primo y suspiraba.
–¿Qué? –Preguntó Scorpius.
–Llevamos media hora en este edificio –contestó–. ¿No crees que es un poco pronto para hacer enemigos? Además, ¿en qué momento te ha parecido buena idea ser un borde con la vecina de enfrente?
–No he sido tan borde –gruñó–. Además, no estoy aquí para hacer amigos.
–No, estás aquí porque nuestros padres se han cabreado con nosotros y es lo único que podemos permitirnos pagar.
–No puedo creerme todavía que nos estén obligando a empezar desde abajo en la empresa. –Puso los ojos en blanco y señaló la puerta.
–Bueno, ¿piensas abrir o qué?
–Creía que tú tenías las llaves. –Theo frunció el ceño–. ¿No las has cogido al salir?
–Pensé que ibas a cogerlas tú. –El rubio bufó y soltó lo que tenía en las manos antes de sentarse en el rellano–. Llama al casero. Esto es patético.
–Empezamos bien. –Suspiró y, tras dejar la caja con cuidado junto a las demás, sacó el teléfono y marcó el número del hombre que había venido hacía algo más de media hora a darle las llaves. Solo esperaba que él tuviera una copia y no tener que llamar a un cerrajero.
Al parecer las cosas no iban a ser tan fáciles como imaginaron.
–Und das ist alles! Bis Montag!
–Bis Montag!
Rose suspiró y cerró los ojos unos instantes antes de comenzar a recoger sus cosas. Las clases de alemán la agotaban, era un idioma imposible, pero sabía que tenía mucho futuro y que lo mejor sería, al menos, controlarlo un poco. Lizzy, a su lado, metió el libro en el bolso y le dedicó una pequeña sonrisa.
–No vamos a aprender a hablar esta mierda en nuestra vida –dijo, encogiéndose de hombros–. No sé ni por qué lo sigo intentando. Llevo años estancada.
–Porque somos demasiado responsables como para dejar esto sin más –contestó, sonriendo–. Por cierto, esta noche toca el grupo de mi primo, del hermano de Albus, y voy a ir con él, su novia y mi prima a verlos. ¿Te apuntas?
–Oh, ¿qué grupo es?
–Es uno pequeño, se llaman Los estrellados y tocan…
–Sé donde tocan –la interrumpió, sonriendo. Salieron del local y se dirigieron hacia la estación de metro más cercana– y, de hecho, ya iba a ir a verlos. Uno de los chicos es mi vecino y casi siempre voy a sus conciertos.
–Albus y yo no vamos nunca así que su hermano le ha dicho que nos retirará la palabra de por vida si no lo hacemos hoy –contestó la otra, conteniendo la risa–. Espero que sean buenos.
–A mí me gustan sus versiones y… a ver, digamos que estuve un poco liada con el chico este y quedamos como amigos y, al final, siempre me lía para que vaya.
–¿Liada con él? –Rose enarcó una ceja.
–Sí, estuvimos viéndonos un tiempo, pero después me di cuenta de que buscábamos cosas distintas y ahora somos solo amigos. Es mi vecino de abajo y la verdad es que pasamos bastante tiempo juntos.
–Me alegra saber que todo terminó bien. Y tienes que decirme esta noche quién es.
–Por supuesto. –Bajaron las escaleras del metro y pasaron sus abonos para poder pasar a los andenes–. Y, si quieres, te lo presento. Para echar un par de polvos está bastante bien…
La pelirroja se puso roja y ambas empezaron a reír.
–Creo que voy a pasar, pero gracias –contestó finalmente–. ¿Quieres que te recojamos o nos vemos allí?
–Nos vemos allí, siempre me voy con él en la moto.
–Perfecto pues hasta esta noche, Lizzy.
–Hasta esta noche, Rose.
–Recuérdame por qué tengo que ir a lo de esta noche.
Lily aumentó el ritmo con el que pedaleaba y Alice sonrió antes de cambiar de posición sobre la alfombrilla de yoga.
–Porque James es tu hermano, le quieres y te está amenazando con retirarte la palabra.
–Pero seguro que es un coñazo y hoy he tenido una mañana larguísima en clase…
–Es tu hermano, tú sabrás lo que tienes que hacer. –La castaña se sentó y se encogió de hombros–. Yo voy a ir con Albus.
–Me vas a hacer quedar mal, tía.
–Venga, ven, seguro que lo pasamos bien.
–Sí, claro: Albus y tú os pondréis en modo empalagoso y Rose y yo tendremos que aguantaros y soportar cómo James desafina.
–James canta bien –contestó Alice–. Le he escuchado un par de veces y no lo hace nada mal.
–¿Por qué tienes que ser tan amable siempre? –Lily puso los ojos en blanco. Adoraba a su amiga, pero no entendía cómo podía ser tan simpática y agradable constantemente.
–No lo sé, soy así –respondió–. ¿Cambio?
–Sí, cambio. –Se bajó de la bici y suspiró–. Un poco de yoga me vendrá bien.
–Sí, tienes razón. ¿Por qué estás tan nerviosa últimamente?
–Alice, nos graduamos en dos meses. –La miró y enarcó una ceja–. Lo que no entiendo es por qué estás tú tan tranquila.
–Lo que tenga que ser, será, Lils. –Empezó a pedalear con fuerza y suspiró–. Ya encontraremos trabajo o lo que sea.
–Sí porque, como podemos ver por mis hermanos y mi prima, hay mucho trabajo en este país para dos jóvenes recién graduadas –replicó–. Me niego a servir cafés como Albus o a ir de empresa en empresa de becaria como Rose. O a intentar vender seguros a la gente por teléfono como James.
–Si fuera casa por casa sería más efectivo.
–¡Eso no era lo que quería decir, Alice! –La fulminó con la mirada y la castaña estalló en carcajadas.
–Ya lo sé, pero tienes que dejar de preocuparte tanto por el futuro –respondió–. Todo irá bien, ya verás.
–James, ¿qué haces aquí?
El chico sonrió y se señaló la garganta, haciendo que ella enarcara una ceja.
–¿Voy a tener que adivinarlo? –Él asintió y la chica suspiró–. Lo de no hablar antes de los conciertos es una tontería, ¿lo sabes?
El pelinegro puso los ojos en blanco y negó con la cabeza antes de señalarse de nuevo la garganta y hacer un gesto como si estuviera bebiendo.
–¿Necesitas tomar algo? –Asintió–. Algo caliente y… con menta, si no recuerdo mal.
James levantó los pulgares y sonrió.
–Tengo té con menta y menta poleo, pasa.
Lizzy se echó hacia un lado y James pasó al pequeño apartamento, con una sonrisa. Se sentó en el sofá y cogió el mando de la tele mientras ella preparaba la bebida. Subió un poco de voz a la sitcom que estaba viendo y se quitó los zapatos.
–Como si estuvieras en tu casa, ¿eh? –La morena puso los ojos en blanco y dejó las tazas sobre la mesa antes de dejarse caer junto a él–. No te cortes.
Él le guiñó un ojo y la abrazó, atrayéndola hacia él.
–¿Estás nervioso por lo de este noche? –Le preguntó. Él se encogió de hombros y ella sonrió–. Va a ir también una chica de mi academia a veros. Al parecer es familia de uno de tus compañeros o algo así.
–Genial, así no tendrás que estar sola –dijo en voz baja.
–Vaya, ¿ahora hablas?
–Solo porque me has dado una infusión de menta. –Le guiñó el ojo de nuevo y sonrió–. ¿Te vas con ellos allí o sigues viniendo conmigo?
–Me voy contigo. Alguien tendrá que llevarte la guitarra, ¿no?
–Sí, eres la cuidadora oficial de mi pequeña. Es un gran honor, ya sabes que no dejo que nadie la coja.
–Soy consciente. –Se incorporó un poco y lo miró con una ceja enarcada–. ¿Y vas a contarme en exclusiva qué vais a tocar esta noche?
–Sabes que eso es secreto y que no puedo revelarlo antes del concierto, lo siento. –Sonrió de medio lado.
–¿Ni siquiera porque soy yo?
–A los chicos no les haría gracia.
–Los chicos no van a enterarse –le aseguró antes de morderse el labio–. ¿Por favor?
–No intentes ser sexy para convencerme –le advirtió, enarcando una ceja y apoyando una mano en su cadera. La levantó un poco y la apoyó sobre él, atrapando su cuerpo entre las piernas– porque yo también sé jugar a ese juego.
–Soy completamente inmune a tus encantos, Jamie –contestó, apoyando ambas manos en su pecho para estabilizarse.
–Y yo a los tuyos, mi querida Elizabeth, así que no vas a enterarte de las canciones hasta que llegue el momento. –Rió y volvió a sentarla a su lado–. Aunque la primera será Princesas, como siempre.
–Adoro esa canción.
–Ya lo sé. –Se acercó a su oído y comenzó a cantar–. «Me siento como una colilla entre unos labios al fumar, me cuelgo de cualquiera al que le guste trasnochar. Que inoportuno fue decirte "me tengo que marchar", pero que bien estoy ahora. No quiero volver a hablar de princesas que buscan tipos que coleccionar a los pies de su cama. Tú eres algo que he olvidado ya».
–Así que algo que has olvidado ya, ¿eh?
–Es lo que dice la canción. –Le guiñó el ojo–. ¿Quieres salir a cenar algo antes del concierto?
–Claro, me apetece mucho.
–¿Te recojo a las nueve?
–Perfecto.
El chico se bebió de un trago su té con menta, se puso los zapatos y sonrió antes de levantarse y dirigirse hacia la puerta.
–Hasta luego, Lizz –dijo–. No hace falta que me acompañes, sé dónde está la salida.
–No te hagas el gracioso. Tu piso es casi exactamente igual que el mío. –Ella puso los ojos en blanco y negó con la cabeza–. Nos vemos esta noche y, recuerda, no te tires a nadie antes del concierto.
–Ya me he tirado a medio edificio. Mientras no salga de aquí, no habrá peligro.
–Todavía te queda el otro medio.
–Sí, pero no creo que vaya a acostarme con mi vecina de enfrente de 80 años, con la madre de los mellizos del segundo o con tu vecino de enfrente.
–¿Por qué? Es muy majo –Lizzy lanzó una carcajada–. ¿Nunca te ha dado curiosidad probar con otro tío?
–¿Y a ti con otra tía? –Enarcó una ceja–. Porque, si dices que sí, nos montamos un trío cuando quieras.
–Anda, vete. –Le tiró un cojín y él empezó a reír.
–Qué humor, Elizabeth.
–¡Adiós, James!
–Pero…
–Te he dicho que adiós.
El chico salió, todavía riendo, y ella negó con la cabeza y lanzó también una carcajada antes de morderse el labio y negar con la cabeza. Su vecino era de lo que no había.
