"LA TIERRA DE LAS SOMBRAS"

(Escrito por Federico Hernán Bravo)

CAPITULO 1

SPIKE

Despertó aquella mañana mareado. La habitación olía con una mezcla de hedor a alcohol, sexo y sangre.

La noche había terminado estupenda para él y su princesa negra. Testimonio de ello lo recordaban los cuatro cadáveres de las jovencitas regados alrededor de la gran cama matrimonial, cual flores de un jardín siniestro. Cuatro cadáveres secos de sangre que descansaban en grotescas posturas, abandonados luego del festín sangriento.

Llevándose una mano a la cabeza, se incorporó en la cama. La habitación, un amplio salón ricamente adornado con muebles conservados del siglo IX, se encontraba en penumbras. Las cortinas estaban púdicamente echadas sobre las ventanas, salvaguardando la integridad supernatural de la pareja de los mortíferos rayos del sol que de encontrarles cara a cara, con todo su poder, secaría sus carnes y las reduciría sin remedio a cenizas.

Sonrió al ver a la figura que dormía placidamente a su lado. Como una gata saciada y acurrucada con unas sabanas, Drusilla descansaba tranquilamente. Él sabía que ella no despertaría hasta pasado el mediodía. Anoche ambos habían estado estupendos, pero como siempre, ella era la mejor.

La mejor. Spike sabía que no había otra como Drusilla. Al menos, no había recordado, hasta el momento, tanto en su vida de humano como en la de vampiro, haber conocido a otra persona como aquella muchacha pálida de cabellos negros, cuyos ojos grandes, tal cual un felino, solían mirarle inquisitivamente y a veces, locamente, en medio de sus acostumbradas orgías de sexo, sangre y flujos que se intercambiaban.

"Mi princesa negra", pensó, inclinándose para besarla en la cabeza levemente. En su lecho, Dru se apretujó mas contra las sabanas, cubriendo sus perfectas formas y susurrando algo inentendible.

Miró el reloj. Las nueve de la mañana. Malo, muy malo.

Estaría yendo tarde ya para la reunión con los demás miembros del Partido en el Instituto. Hoy era el día y él estaba retrasándose.

Con un gesto de fastidio, el vampiro rubio salió de la cama y procedió a vestirse. Se colocó lentamente el traje negro de corte obligatorio (no es que el negro no le gustara, es que le desagradaba que el uniforme, en veinte años o mas, siguiera siendo el mismo) y luego, empezó con el tedio de calzarse las botas. Cuando terminó con aquello, se alisó como pudo el cabello y se dirigió hacia el baño.

La figura que el espejo le devolvía era la de un muchacho joven, bello, de ojos celestes, vestido con un clásico uniforme reglamentario del ejercito Alemán. Solo faltaba el toque de distinción. En el baño, terminó de dárselo: el brazalete con la Svástica.

Spike odiaba todo aquello, pero no tenia mas remedio que seguir así con su vida. El mundo había cambiado tanto en estos años… un gran cambio al que había que adaptarse.

Y no era para menos, siendo él mismo el Primer Ministro de Inglaterra.

Rió por lo bajo, mientras se colocaba el gel en el cabello, dándole así un toque de platinado a su rubio. Primer Ministro. Sonaba cool. ¡Que mierda! Sonaba bastante distinguido.

Un buen cargo para un buen vampiro como él. Ni en sus mas salvajes sueños, cuando Dru lo engendró, pensó Spike que se convertiría en el Primer Ministro gobernante de Inglaterra y las demás islas Británicas. No, en aquellos días en que era William el Sangriento, difícilmente estaría en su nomina la política.

No es que la política le encantara. La odiaba. Odiaba el tono de protocolo que debía llevar adelante. Odiaba los acentos con "erres" al final. Odiaba todo eso y mas, pero…

…No le quedaba otra…

Terminó de vestirse correctamente y regresó al cuarto. Sobre un escritorio, encontró su sombrero. Una gorra de igual color negro, con visera reluciente y el simbolito de la Svástica en la frente. Más cruces cruzadas. Odiaba las cruces y la verdad es que había algo de ironía en todo esto.

Durante siglos, los vampiros le huyeron a la cruz. Ahora, portaban sobre su cabeza y un sus brazos y banderas un par de cruces rimbombantes cruzadas. Spike no sabía que carajo era eso de la Svástica. Había oído decir muchas veces que era un símbolo religioso de alguna clase pero daba la casualidad, de que la Svástica que ellos usaban estaba al revés.

Al revés. ¿Cómo una cruz al revés? Quien sabe.

Solo un mago podría saber que pasaba por la mente del Maestro cuando diseñó ese símbolo para su ejército. Solo el bloody de Dios lo sabia, si es que en verdad existía. Después de muchos años de no vida, Spike sabia que tal vez el viejo de la barba en realidad solo era un mero invento. Y es que, echando un vistazo a lo que el mundo se había convertido desde los años cuarenta en adelante, era sabido que esto era así de cierto.

Lo que Spike más odiaba del Régimen Imperante, era el discursito. El Maestro ponía muchos empeños en sus discursos televisados en cadena internacional cada noche cuando se hacia una reunión. Spike odiaba todo eso. El horrible acento cargado de "erres" del viejo vampiro calvo, el ímpetu que dejaba en sus palabras… la petulancia de sus propósitos.

"El Nuevo Mundo es nuestro, camaradas", solía decir, mirando a la pantalla y cruzando esos dedos fríos y largos, ribeteados con uñas en punta, "El futuro de esta Tierra esta en nuestras manos. ¡Por la Gloria dada a nosotros, la Raza Superior, es que debemos seguir adelante!"

Raza superior.

Ja.

Si, como no.

Típico de las creencias del Maestro. Típico de sus discursos y típico del slogan propagandista que los sicarios más cercanos al anciano vampiro habían decidido usar para alentar a las turbas, a las masas, a convertirse a la causa.

Colocándose la gorra, Spike suspiró ruidosamente y se volvió hacia su princesa negra dormida. Soñaba, sin duda alguna, sus clásicas pesadillas. Las que no los habían abandonado a pesar de haber sentado cabeza como pareja hace medio siglo. Dru y sus sueños, Dru y sus videncias. Su Dru era temida por la tropa… y aquello le encantaba.

Con un gesto de desdén y algo de molestia, observó los cuatro cadáveres secos de sangre. Algo en su interior se removió. Maldita sea. ¿Sentía lastima? Era absurdo. Los vampiros no tienen alma y no sienten nada. Al menos, no remordimiento, claro.

Pero lo cierto es que una sensación de agobio lo invadía.

¿Agobio por las muertes de 4 desconocidas traídas de los Campos de Contención?

Absurdo.

-Me estoy volviendo un bloody sentimental – se dijo, saliendo de la habitación.

En el pasillo adyacente a su cuarto, le esperaban dos soldados. Al verle pasar, le hicieron el típico saludo de respeto, haciendo entrechocar sus botas negras y llevándose la mano al pecho, para luego, llevarla hacia el frente al momento en que decían, audiblemente: "¡Hail William!"

-Me llamo Spike, par de tontos – les dijo, con cara de pocos amigos - ¡Y córtenla con eso de "Hail"! Me irrita el alemán acá. ¿Estamos en Inglaterra, verdad? ¡Entonces háganme el favor de hablar en ingles, estupidos!

Los dos soldados (dos vampiros jóvenes salidos hacia poco de la Academia, eso seguro) asintieron, con el semblante pálido curiosamente atonado de colorado. Vergüenza y temor ante su superior, eso era seguro.

Spike no se quedo a ver cuanto más podían aquellos novatos ponerse colorados y continúo con su marcha. Se sentía fatal aquella mañana y le fastidiaba en extremo la cantidad de novatos que había cada día del año. A veces pensaba, con cierta ironía soñadora, que eran buenos los viejos tiempos cuando el vampirismo era una selección y no un hecho social, como El Maestro había impuesto, con su llegada al poder a partir de 1934.

¡Mierda! Cada día eran más los que se convertían. En sus discursos televisados, el Maestro instaba a más gente joven a la conversión. Sabía que mucha de la sangre maldita de la vieja momia arrugada corría por las venas de muchos de esos novatos. Spike nunca entendería del todo al Maestro. Como ese viejo adefesio había sobrevivido para convertirse en el más antiguo de los de su especie y por ende, el más poderoso, era para él un completo misterio.

"El Sire de la gran Alemania", pensó, mientras se dirigía hacia el estacionamiento subterráneo por el ascensor privado, instalado a pedido suyo cuando asumió como Primer Ministro en Inglaterra hacia muchos años ya.

Spike sonrió. Más que el Sire de la gran Alemania, el Maestro era la Peste de la gran Alemania.

Y no era mucho mejor que sus sicarios, esos generales que había engendrado. Spike trataba a menudo con ellos y deseaba, cada vez que eso pasaba, clavarse a si mismo fervientemente una estaca y terminar con todo ese suplicio.

Llegó al estacionamiento. Mas soldados lo esperaban allí, resguardándose del sol en los oscuros rincones, armas en mano. Lo saludaron, estos si, con un respetuoso "Buenos días, señor Ministro", antes de dejarle paso libre hacia su Porche negro, aquel impresionante auto con vidrios de necro-cristal, que lo resguardaban de la luz solar mientras conducía por su amada Londres en horarios poco frecuentes para los de su raza.

Spike amaba su auto. Era la segunda cosa que ostentaba en público, a parte de Drusilla (que era la primera) con tanto cariño. Un coche negro muy hermoso, debió reconocer, mientras se sentaba y encendía los motores, subiendo las ventanillas y partiendo hacia la superficie.

El viaje era rápido. Las calles de Londres de día solían lucir desiertas. Se acumulaban algunos charcos de basura concentrada en las esquinas, dándole a entender que los recolectores de residuos se habían demorado hoy en hacer su acostumbrado trabajo. Quizás no lo fueran a hacer más y se hubieran convertido ya. Aquel pensamiento llevó un poco de horror a Spike.

Londres sucia y abatida por mugre en todos los rincones. ¡Un horror! Debía ver que los recolectores siguieran siendo unos bloody humanos si o si, si no quería ver su ciudad convertida en un infestado nido de ratas.

Mientras marchaba hacia el Instituto, la mente del vampiro rubio lo retrotrajo inmediatamente al inicio de aquella Utopía para los vampiros. Al nacimiento del reino que El Maestro solía llamar pomposamente "La Tierra de las Sombras".

No era secreto para nadie ya, ni para los vampiros ni para los mortales, la llegada al poder del Maestro en el 1934. Antes que eso, el anciano vampiro se había mantenido al margen, oculto tras bambalinas, manejando el telón de fondo de la pronta guerra mundial a ocurrir. Sus consejos y su sabiduría de siglos se expresó primero como un colaborador fiel en secreto de un patán conocido como Adolf Hitler, que llegó a ser el presidente del partido Nazi y luego, Canciller alemán. Pero cuando las cosas estuvieron ya claras, fue el mismo Maestro quien decidió dar el giro inesperado de 180 grados y cambiar la hasta el momento, historia del mundo, traicionando a su socio humano, el tal Hitler, matándole y usurpando su lugar como líder del Régimen.

Hubo una gran revuelta cuando se conoció finalmente, en público, la existencia de los vampiros entre los humanos, pero el Maestro manejó todo tal y como su nombre lo indicaba. Su poder de convencimiento era tal que la gente dejó de temer a esto y abrazó sus ideas de que "ellos eran la Raza Superior que ha de heredar el dominio de la Tierra". Su tendencia agresiva y expansionista terminó entonces por copar el corazón de Alemania y del resto de los países aliñados al nuevo Régimen.

Para el 1939, el casi cien por ciento de la población había sido vampirizado. El Maestro entonces decidió lanzarse, tal cual Alejandro Magno, a la tan mentada conquista del mundo, reuniendo a feroces ejércitos de soldados no muertos, quienes valerosamente, se enfrentaron al inminente foco de represión y de oposición que representaron los Aliados a la Humanidad Mortal (países como Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Rusia y algunos cuantos mas). El conflicto bélico no se hizo esperar y de aquellos años locos, un largo periodo de tiempo, por cierto, Spike recordaba la ingente cantidad de sangre derramada (y consumida) en las grandes batallas en los campos y en las ciudades.

Guerra y más guerra. Una guerra que duraba hasta el día de hoy. Empezó en 1939 y se había extendido encarnizadamente hasta el nuevo siglo XXI que recién comenzaba. El amanecer del nuevo milenio traía nuevas esperanzas a los planes del Maestro de instaurar un reinado que duraría "cien mil años".

La Tierra de las Sombras era ya un hecho, mas que un nombre.

¿Cómo terminó convirtiéndose William el Sangriento, el más temerario de los vampiros del Viejo Mundo, en Primer Ministro de Gran Bretaña? Esa es una historia a parte, pero que de alguna forma, deriva de esto.

Para el año en que el Maestro se convirtió en el líder vampiro del partido Nazi y comenzó con sus planes de dominio mundial, Spike, Drusilla y Darla todavía recorrían el mundo, solitarios cazadores, que habían perdido recientemente a su Sire, el gran Ángelus, por culpa de la maldición de los gitanos. Cuando el Régimen se instauró, el Maestro los mando a buscar.

Muchos insurrectos o proscritos entre los vampiros habían sido ejecutados en los años siguientes. Spike pensó que cuando el Maestro los contactó a sus dos compañeras y a él mismo, la suerte que correría seria el estaqueamento. Nada de eso paso.

"Te ofrezco un gran poder, William", había dicho el anciano, apoyando sus huesudos dedos de su mano sobre su hombro y mirándole con un aire paternal, un aire que el Sire del grupo, Ángelus, nunca había tenido para con él, "Te ofrezco, si me sigues, un gran reino".

Spike había mirado la cara horrible y surcada de arrugas del viejo nosferatu y entonces, había sentenciado:

-¿Y por que no?

Pasados muchos años de esa decisión, Spike se medio arrepentía de aquello, en parte.

Cuando el Régimen se instauró y la guerra comenzó, los ejércitos de no muertos fieles (soldados convertidos) marcharon por Europa, y tal cual un huracán o un terremoto, solo dejaban a su paso oleadas de muerte y de destrucción. El contingente llegó a Inglaterra en el 1942 y la sangre corrió por el palacio Real, incluso. Muertos los reyes, alguien debía ocupar el puesto de gobernante de aquel sitio… ahí es donde Spike se convirtió en el flamante Primer Ministro Vampiro de la Nueva Inglaterra, secundado por su princesa negra.

Él sabía que el puesto era provisional. Inglaterra era una zona estratégica especial que al Maestro le interesaba de sobremanera, ya que era el pie inicial para descargar su furia sobre América, el continente rebelde.

Bien, así había sido. Los Aliados de los Humanos Mortales habían dado sendos golpes al Régimen durante muchos años después, resistiendo valerosamente a la conversión y al advenimiento de lo que ellos consideraban "el Reino de las Tinieblas" en este mundo, pero entonces llegó el golpe de gracia que había disminuido sus refuerzos.

El 8 de mayo de 1945, y mediante el apoyo de los grandes científicos (las mejores mentes) del Régimen, tal como Albert Einstein y sus teorías sobre fisiones de átomos, el Maestro contó con la primera bomba nuclear del mundo.

En realidad, no fue una sola, sino unas cuantas. Y todas fueron descargadas a modo de ejemplo, sobre América del Sur y África.

El resultado estremecía a Spike incluso ahora, mientras manejaba su auto ya mas cerca del Instituto. Hubo millones de muertos y prácticamente, tanto el continente africano como el sur de América eran ahora un montón de escoria podrida calcinada y contaminada por la radiación, que, casualidades no casuales, no hacia daño a los vampiros pero si envenenaba y mataba a largo o corto plazo a los humanos.

Los Aliados no se rindieron.

Tenaces para ser mortales.

La guerra continúo y continuaba, pero día a día, los humanos perdían la lucha. Los que eran apresados (y en realidad, los que se negaban a convertirse) eran llevados a los Campos de Contención, como ganado. Una idea eficiente del Maestro para hacerse con provisiones de sangre siempre fresca, el alimento por excelencia de los vampiros. Spike conocía los lugares: Auzwitch, Rommer y demás. Grandes fábricas y conglomerados de ellas donde los mortales eran retenidos y en donde, como al ganado, se los conservaba para extraer su sangre y darle de comer a las nuevas generaciones que día a día, nacían a las tinieblas.

El infierno del Dante no era nada comparado a los Campos de Contención.

Spike los odiaba, como odiaba, en secreto, el tedio al que el Maestro había sometido a toda la vida de los vampiros de la Tierra.

Antes todo era caza, acechanzas y la diversión de matar y esconderse entre muchos sin ser reconocido.

Ahora, era otra cosa.

Ahora matar era usual y no solo eso, era algo común. ¿Esconderse? ¿Por qué? Casi todo mundo era vampiro.

Ya no había combates espectaculares en la noche ni cacerías. Ahora bastaba con decir "tengo hambre" para que le trajeran a un grupo de jóvenes de sangre caliente que deglutir sin siquiera levantarse de un sofá.

Fastidioso.

Aburrido.

Horrible.

Y todo por culpa del viejo condenado. "Somos la Raza Superior", decía.

Más bien, un par de glotones parásitos superiores que habían hecho del mundo, hasta la fecha, un lugar muy loco.

El Instituto era un gran edificio gótico. Antes fue un museo, pero con el advenimiento del Régimen, se lo reacondicionó como un Instituto. Spike aparcó su auto en el estacionamiento subterráneo y atravesó varios pasillos apenas iluminados y atestado de vampiros novatos, hasta llegar a destino, la oficina del Procurador Oficial, el que, supuestamente, estaba al mando por sobre él y que pasaba todos sus informes al Maestro, allá en la gran Alemania Nazi.

Se detuvo ante la puerta de roble y aspiró una bocanada de aire antes de trasponer el umbral.

-Llegas muchas horas tarde, William – dijo la vampiresa rubia, vestida con uniforme alemán, sentada tras el escritorio. A sus espaldas, se levantaba un cuadro a gran escala con una foto de El Maestro sosteniendo un águila en uno de sus brazos y sonriendo ferozmente con sus colmillos filosos – Creo que voy a tener que apuntalarlo en tu informe.

-¡Hey! ¡No seas una bloody aguafiestas, Darla! – se quejó Spike, sacándose el gorro y arrojándolo a un costado, para luego, sentarse ante el escritorio extendiendo sus pies de manera insolente sobre la madera – Deberías salir un poco al día y ver como están las calles de Londres. ¡Apesta todo, luv! Creo que los recolectores se convirtieron también.

-Muy gracioso, William.

-Spike. ¿Es que nadie puede recordar el jodido nombre? – se quejó.

Darla, sentada como estaba en su lugar y mirándole como le miraba con el rostro burlón, le hizo a Spike rememorar los viejos tiempos, cuando ella y él estaban entre los "Cuatro Temibles". Tiempos gloriosos si los había. Claro que por aquel entonces, contaban con el gran Ángelus entre ellos…

-Ya estoy acá – dijo él, suspirando - ¿Qué mierda importa? Una hora menos, una hora mas… Soy el Primer Ministro, ¿recuerdas?

-No lo he olvidado, Su Señoría – se mofó Darla, acariciando un par de legajos que tenia ante ella – Muy bien, menos mal que estas aquí… Creo que encontraras esto muy interesante.

-¿Ah si?

-Es tu área de acción y no esperaría menos de ti. El Maestro lo sabe y por eso me lo encomendó.

-Siempre fiel al gran bloody vampiro, ¿eh, preciosa? – ahora era el turno de Spike de devolver la pelota.

Darla frunció el ceño, peligrosamente. ¡Touche!

-Es mi Sire y yo soy muy fiel a mi Sire.

-Ya. No te ofendas, nena.

-¿Drusilla no te enseñó a respetar a tus mayores, Will?

Spike frunció el ceño, irónico.

-Dru es muy hábil para enseñarme muchas cosas – retrucó – Pero creo, mi jefa, que ese es asunto mío… de ella y mío. ¿No crees?

-Cuidado, Will. Los disidentes no son muy respetados hoy en día. ¿Tengo que recordarte lo que le sucedió al pobre de Ángel?

Silencio en la sala. Él no quería recordar aquello, pero la muy hija de puta sabia donde golpearlo cuando quería dañarlo. En realidad, lo que a Spike le llamaba la atención fue que cuando aquello pasó, ella no se mosqueo para nada.

Ocurrió en el 1998. Hasta esa fecha, Ángel (el vampiro en que se convirtió con su alma humana restaurada) había sido un genuino dolor de cabeza para el Régimen. Siempre liderando focos de resistencia valerosamente, había decidido declarar la guerra al Imperio de la Tierra de las Sombras. Con sus amigos, había dado batalla… hasta que cayó preso por los guardias del Partido y fue trasladado al Palacio Central, en Alemania, en donde el Maestro mismo dio buena cuenta de él.

El gran Campeón (así le decían los mortales) se había mantenido siempre fiel a sus ideales y terminó muriendo estaqueado en una ejecución pública montada en la plaza de Berlín, rodeado de una turba de enardecidos vampiros que gritaban insultos en su contra. Spike mismo había tenido que presenciar la ejecución y en los minutos finales antes del estaqueamento, los ojos del moreno se habían vuelto hacia él en una silenciosa suplica.

"Will… no dejes que me maten", fueron sus palabras.

Pero no había hecho nada. Se había quedado allí y miró todo como sucedió. Vio como entre cuatro guardias vampiros lo agarraban y procedían a hundirle la estaca en el pecho.

Se volvió cenizas casi al toque y todo acabó.

-Un maravilloso espectáculo – dijo el Maestro, aplaudiendo – Que le sirva de ejemplo para todos los insurrectos.

Spike sintió asco, pero se lo guardó bien en su interior.

-Recuerdo bien lo que le paso a Ángel – dijo, serio - ¿Podemos dejar de reñir como dos tontos? ¿Qué es eso tan importante que mencionaste?

Darla se tomó su tiempo para decírselo. Se divertía haciéndolo sufrir. Él entendía que al haber perdido al amor de su no vida, nada le importaba a la vampiresa salvo servir a su Sire y a la patética causa que ostentaba.

-Cazadora – fueron las palabras que salieron de su boca, cual dardos de veneno.

Otro silencio se produjo en la sala. Cazadora.

-Déjate de bromas, Darla – le espetó él – Los dos sabemos que no hay ninguna Cazadora. Otro de los regalos del Régimen fue ese. El Maestro, nuestro gran jefe, se encargó de buscarla y de matarla cuando se le presento la oportunidad… y cuando nos hicimos con el poder acá, en Londres, yo mismo junto con Dru acabé con el Consejo de Vigilantes. ¡No existen las Cazadoras ya!

-Deberías ver las teorías de la Profesora Walsh, Will… Como sea, los dos sabemos que cuando una Elegida muere…

-…Otra toma su lugar. Bla, bla. Corta el rollo. Me lo recitó de memoria el último de los Vigilantes que maté, ese Rupert Giles o como mierda era que se llamaba. ¿Y que con eso? ¿No me iras a decir que…?

-Si. Hemos detectado a otra a tiempo, por suerte. La siguiente en la línea de sucesión… Fue capturada hace un par de días. La tenemos en uno de nuestros Campos de Contención. Deberías verla, Will… es realmente muy hermosa. Como bien sabes, las Cazadoras son muy especiales, ya que conforman un tipo de sangre única en su especie… Dentro de unas semanas será el aniversario de la creación del Régimen y del ascenso al poder de Nuestro Señor… Spike, quiero que te encargues personalmente de la chica. Tiene que estar lista para el banquete especial, si sabes a lo que me refiero – Darla hizo énfasis en estas ultimas palabras.

Spike arrugó la frente. Si, sabía a que se refería.

Las Cazadoras eran el plato principal del banquete del Maestro. El viejo vampiro se alimentaba solo de sangre selecta y la única que le daba gran fuerza y poder provenía de las Elegidas. Esta chica correría igual suerte que sus atencesoras. Y lo más peor para ella, en mitad de los festejos del aniversario del Régimen.

-¿Por qué yo? – preguntó.

-Dos razones; una, eres el Primer Ministro y el agasajo seria realmente un momento propicio para renovar tus votos de confianza a Nuestro Señor. Dos… Tú mataste a una Cazadora ya, durante la rebelión Bóxer, en el 1900, ¿recuerdas? Sabes lo que su sangre es para nosotros y sobre todo, para el Maestro.

Spike no dijo nada. Era cierto. Su primera Cazadora muerta fue en el 1900, en mitad del fragor de una batalla. Pero no era la única. En el 1977, en Nueva York, Spike había matado a otra, probando su sangre nuevamente.

Estados Unidos seguía siendo tierra de rebelión al Régimen, pero él se encontraba allí de contrabando junto con un contingente de espías del Régimen cuando la chica en cuestión le hizo frente. La mató y se deleitó con su sangre. Si, las conocía bien.

El Maestro no lo mató a él por vaya uno a saber que motivos. Ahora, cuando surgía una nueva Elegida, si o si, el Maestro era quien degustaba la sangre.

-Muy bien, muy bien… Me haré cargo de todo.

-Me alegro. Tu avión sale ya mismo rumbo a "La Boca del Infierno"…

El nombre lo hizo estremecer levemente. Así se llamaba el Campo de Contención Central ubicado en alguna parte de Alemania. "La Boca del Infierno", a donde iban todos los peores, era un sitio de pesadilla.

-Feliz viaje – dijo Darla, regresando su vista a los papeles que tenia en su escritorio – Y no te preocupes por Drusilla… cuidare muy bien de la cachorrita.

Spike enarcó una ceja, fastidiado, pero no dijo más. Se puso de pie, recogió el sombrero del suelo y se marchó, rumbo a su destino….

CONTINUARA…