Vacaciones de invierno, por fin, el tiempo que esperaba desde hacía un año para poder salir de este enorme campus. Pensé que tomar un verano académico en Rusia me ayudaría con mis estudios y si lo hizo, pero como todo siempre hay sacrificios y ese era no haber visto a mi padre en 1 año entero. Ambos muy ocupados en nuestras labores no pudimos hablarnos mucho durante ese periodo así que prácticamente no sé nada de lo que ha hecho en este año.

Pero por fin llegó el día, por fin veré de nuevo a las personas que más aprecio, mi mascota Ponchi un conejo muy extraño que pareciera ardilla pero desde que era muy pequeña ha sido un gran compañero para mí; mi amigo Anthony Higgs, lo conozco desde que cursábamos la secundaria en la misma academia, bastante grandulón pero de un bondadoso corazón y no puede faltar mi padre, él tuvo que soportar mi estado de ánimo caótico causado por la pérdida de mi madre a causa de un asalto, una horda de bandidos irrumpieron en nuestro hogar hace ya muchos años. Mi madre en su intento por defenderme la asesinaron a sangre fría, pero esa es otra historia.

-¡Samus! –Una voz bastante familiar pronuncia mi nombre y me saca de mis pensamientos. Esa carismática y peculiar voz me llamaba.

-Hola Peach –Saludé a la que era mi gran amiga y compañera de cuarto en el campus. -¿Qué te trae por aquí?

-Ya no nos veremos hasta inicios de primavera así que quería pasar a despedirme de ti –Me abrazó con fuerza y le respondí el gesto. –Espero que no dejes de mandar mensajes, a veces tienes arranques de soledad y eso me pone muy triste –Dijo poniendo una cara fingiendo tristeza, sus ocurrencias me hacen reír yo creo que ella es la que me alegra los días en el campus a pesar de que no vamos en las mismas clases.

-Estás loca, pero aunque me cueste aceptarlo tengo que admitir que también te extrañaré –Dándole un puñetazo en el hombro escuché que mi carro había llegado. Me despedí de Peach y corrí hacia él, estaba impaciente por el hecho de que por fin volvería a casa.

Viajar desde el campus hasta la mansión de mi padre eran unas cuantas horas de viaje pero por la hora tan temprana que salí de la universidad me tomó por sorpresa el hambre que mi estómago manifestó casi a gritos si es que este pudiera gritar.

Para mi desgracia, la ciudad por la que pasaba era una de las más grandes y poco conocidas por mí y como no quería llegar tan tarde a la mansión no tenía mucho tiempo para buscar algo como una cafetería exprés entonces me resigné a llegar al restaurant favorito de mi padre, el "Fontaine de rêves". Es lo único que conocía en Dreamland City, entonces no había más remedio que llegar a este lugar.

Bajé del auto y el valet parking tomó las llaves del coche. Decidí no esperar mucho tiempo así que le dejé un billete y le dejé el cambio, de verdad mi estómago pedía a gritos comida.

Al entrar a este lugar pude notar, entre toda la multitud, una sola presencia que me consumió mi mente desde el primer instante en que mis ojos la tocaron. Una joven de alta sociedad, estatura alta, cabello castaño y ojos color oliva, una hermosa tiara con una piedra preciosa en el centro de esta, un vestido largo que dejaba sus perfectos hombros descubiertos y su piel blanca… era hermosa e impactante, pero de aspecto delicado aunque sus ojos mostraban fortaleza.

"Wow" fue lo único que pude articular. Esta joven iba a salir pronto del restaurante, lo noté porque se paró de su asiento y se dirigió hacia la puerta de donde no pude moverme ni un centímetro desde que la vi. Sus ojos se posaron en mí cuando nuestros caminos se cruzaron, esa mirada penetró en lo más profundo de mí ser.

Dejó detrás de ella un perfume delicado a flores naturales que puedo jurar es su dulce aroma natural. Me dejé deleitar con el aroma que emanaba y dejé que me envolviera en su encanto que podía compararlo con la brisa de una cascada. Bastante dulce y fresca para lo que acostumbra gustarme pero en ella quedaba perfecto.

Me acerqué al hombre de la puerta y no dudé en preguntar por esta señorita.

-¿Conoces a esa mujer? –Pregunté sin pudor.

-¿La castaña? No, hace muy poco tiempo viene a comer a este lugar. Lo siento mucho, señorita Aran.

-Diablos. –Gesticulé, regresando mi mirada hacia la entrada–Gracias de todas formas.

-¿No pasará a tomar asiento señorita?

-En un momento, olvidé algo en el coche.

Corrí hacia donde iba aquella joven despampanante, quería alcanzarla para preguntarle al menos su nombre. De todas formas, tenía mucho que no hacía algo así. Dejarme llevar por mis impulsos era algo que no solía hacer entonces debía aprovechar.

A unos cuantos pasos más se encontraba aquella mujer, dispuesta a subir a su coche o al menos eso parecía. Pero sin pensarlo me acerqué hacia ella, titubeé y casi me arrepentía pero pude sentir su mirada posándose de nueva cuenta en mí así que no tenía escapatoria, tenía que hablarle ahora o quedar en ridículo frente a la chica más guapa que había visto en mucho, mucho tiempo.

-Hola señorita. –Me limité a decirle con mi voz a punto de tartamudear.

-Hola –Dijo un poco extrañada podría jurar que estaba sorprendida por mi presencia – ¿Sucede algo? Le noto un poco extraña.

-Yo quería ver si –Tomé saliva, mis manos comenzaron a sudar y ya no podía gesticular las palabras para que salieran de mi boca. –Quería saber si usted sería tan amable de acompañarme a comer algo… no pude evitar ver que me pareció algo familiar su rostro. –Mentí, no encontré mejor excusa que esa y a decir verdad fue muy tonta.

-Me disculpará pero voy acabando de comer. –Sentenció. Sentí mis mejillas rojas, podía sentir la sangre caliente en mis mejillas. –Pero no me molestaría acompañarla si es que usted viene sin acompañante.

Su respuesta final me hizo sobresaltar mi cuerpo de emoción y soltar una sonrisa un poco tonta, asentí con la cabeza y acto seguido la bella dama regresó las llaves de su coche al valet parking del restaurant. Arqueé mi brazo para ofrecérselo y caminar juntas al restaurante y sin poner cara extrañada accedió y sostuvo mi brazo con sus manos.

Caminamos dentro del establecimiento y el joven portero tuvo que observar dos veces para darse cuenta que había logrado alcanzar a la joven. Sonriendo de lado me miró como un cómplice lo haría a su compañero, le devolví el gesto y el amable caballero nos pasó a una mesa en uno de los rincones del restaurante, un área muy privada con poca iluminación solo una veladora en el centro de la mesa. Nos despidió y pasó a retirarse dejándonos con la camarera que nos traía los menús.

Estando a solas nos quedamos en silencio, mi corazón daba unos golpeteos tan extraños que me hacían sentir que saldría disparado de mi pecho, pero no estaba ansiosa, se podría decir que hasta reconfortada me sentía con la presencia de la mujer que tenía en frente. Pero había un detalle, la había invitado a sentarse conmigo y ni me había presentado, que descuidada.

-¡Disculpa! He olvidado presentarme mi nombre es Samus –Extendí la mano en señal de saludo –Disculpa si te asusté con mi repentino llamado, quizás me dejé ver como una psicópata.

Tomó mi mano en silencio y la dejó ahí un buen tiempo hasta que rompió el silencio.

-Mi nombre es Zelda, Zelda Fitzgerald. –Sonrió –Encantada de conocerte.

Acerqué su mano a mi rostro y besé su mano, era suave, tan suave como lo había imaginado desde que la vi.

-Y al contrario, no fue repentino. –Respondió –Creo que hasta lo esperaba un poco a decir verdad.

-¿De verdad? ¿Por qué? –Pregunté con curiosidad

-Tu forma de mirarme en la entrada del restaurant me dejó ver que tenías interés de hablarme –Sonrió divertida, como si fuera un juego esta charla pero eso me dio ánimos, quizás se interesó en mí también.

-Quizás fijé mi vista más de lo que creí pero no pude evitar notar que eres bastante hermosa. – ¿Qué acababa de decir? Era una locura todo esto. –Claro, digo esto sin esperar que te sientas incómoda.

-No pasa nada, pones una expresión bastante linda cuando te sonrojas.

-Si sigues haciendo comentarios no voy a dejar de hacerlo.

Ambas reímos. Fue muy agradable su compañía, como si nos conociéramos de antes pero era lógico que no, recordaría esa sonrisa o esos ojos color oliva que tiene.

Las horas pasaron tan amenas que casi olvidaba que tenía que dirigirme a Federation City y reunirme con mi padre. Pero no quería irme, en verdad estaba pasando un buen momento, el ambiente, la comida y la compañía eran inmejorables. Pero todo lo bueno tiene que terminar, ella tenía que irse así que pagué la cuenta y pasamos a retirarnos del restaurante.

Al estar fuera, tomé su mano y sin reparos compartí unas palabras sinceras con Zelda.

-Gracias por acompañar a esta loca desconocida en su comida, mi lady. –Hice una pequeña reverencia en modo de broma. Solo escuché las risitas de Zelda lo cual me alegraba.

-No hay de que, pasé un momento muy agradable contigo… espero que nos encontremos de nuevo, muy pronto.

-Ya verás que así será, más pronto de lo que te imaginas.

-Tengo que retirarme, pero espero que así sea. –Guiñó un ojo para mí, de nueva cuenta mi corazón se aceleró pero no importaba, me gustaba sentir esa sensación.

Llegó el coche de la señorita y abrí la puerta para ayudarle a subir, cerró su puerta, bajó el cristal y me lanzó un beso. Mis mejillas por obviedad se tornaron de nueva cuenta rojas pero no importó y le sonreí.

El coche encendió su motor y Zelda partió a su destino dejándome ahí parada viendo como el automóvil se alejaba por las calles de la ciudad.

Al ya no observar el carro decidí retomar mi camino hacia Federation City. Mi padre esperaría ansioso mi regreso y no podía hacerlo esperar más. A demás… moría por contarle lo que me acababa de pasar con esta hermosa joven…Zelda.

Unas horas más de camino y las luces de la ciudad me deslumbraban desde la carretera, estaba a pocos minutos de llegar y podía observar la majestuosidad de aquella, mi ciudad. A los lados se podían observar las ciudades de Onett y Mute City, que a pesar de ser unas de las más grandes del país, Federation City era la que más iluminada se encontraba por su riqueza en industria de armas y ciencia y en parte el ingreso del turismo hace que se le permita tener una ciudad reluciente.

Entrando a la ciudad, en la salida próxima al centro de la ciudad se encontraba el camino a la mansión. Por fin había llegado después de tantos meses de ausencia.

Dejé aparcado mi coche y de inmediato corrí en busca de mi padre y de mí adorada mascota, tenía unas ganas inmensas de verlos.

-Veo que ya llegaste, Samus. –Habló él desde su escritorio con una sonrisa en el rostro.

-Padre –Me acerqué y lo abracé. –Te extrañé mucho ¡Hay tanto que quiero contarte! Sobre todo de una hermosa chica que conocí en el "Fontaine de rêves" camino hacia acá…

-Ya me imagino que clase de chica, pero tengo una historia muy similar y permíteme empezar porque creo que esto te tomará por sorpresa.

-¿Enserio? ¿Qué pasa? –Pregunté extrañada, mi padre por lo general nunca me sorprende ya que nos tenemos mucha confianza y nos contamos todo, pero por la escasa comunicación supongo que era una buena excusa para guardar un pequeño secreto que puedo imaginarme de qué se trata.

-Hija, tomé tu consejo y por fin tomé la decisión de rehacer mi vida con alguien más.

-¿De verdad? Eso es excelente –Sonreí, estaba bastante feliz de que por fin hubiera encontrado a alguien más con quién compartir el resto de su vida. –Y bien ¿quién es la afortunada?

-Cariño, pasa por favor.

La puerta detrás de mí se abrió con suma lentitud, escuché tacones acercarse dentro del salón. Estaba dispuesta a girarme para cuando mi nariz se llenó de un perfume familiar.

Olía a flores, flores naturales. Era un aroma que reconocí de inmediato y no, no era un perfume en especial, era una esencia que con anterioridad me había atrapado por sorpresa.

-Mierda –Alcancé a decir en una voz casi inaudible. Pero no podía ser ¿o sí? No, esto era una coincidencia de mal gusto ¿cierto? Quizás si era un perfume en especial que no conocía y que estaba de moda, no podía ser…

Giré de golpe y pude ver un cabello castaño en la puerta y ojos color olivo.

No podía ser. Sus ojos se volvieron a posar en mí esta vez y casi puedo asegurar con el mismo asombro que los míos expresaban.

-Samus, te presento a Zelda Fitzgerald. –Mi padre tomó la mano de la joven entre las suyas y dejando descubierto el anillo de varios quilates en su dedo anular pude saber que era lo que venía. Mi presión cardiaca aumentó y por un momento sentí que la visión se me nublaba.

-Ella y yo… -MIERDA, no paraba de pensar, ella es muy joven como para andar con mi padre, es hermosísima pero no puedo dejar de pensar que acababa de conocerla, era mi "conquista" ¡Podría jurar que era un sentimiento mutuo! Maldita sea, me dije a mi misma, las cosas aquí serían más complicadas.

-…nos vamos a casar.

Un balde de agua helada, esa sensación tuve en ese momento, en esas palabras "nos vamos a casar" que retumbaban mi cabeza, como un eco de mi inconsciente.

La chica del restaurante, la que me hizo ponerme roja como 50 veces en un par de horas, la chica que ansiaba por volver a ver muy pronto (pero no de esta manera), esa chica que me electrificó con su mirada desde el primer momento en que mis ojos y los suyos se cruzaron y mi padre… ¿esposos? La joven más hermosa que he visto en la tierra se va a casar ¿con mi padre?

-Esto es imposible… -Dije en voz baja.

Zelda se limitó a observarme tratando de no perder la compostura, o eso parecía, me miraba fijo pero con una expresión muy diferente a la del restaurante ¿qué estaba pasando?

Todo me dio vueltas y me recargué de los descansa brazos del asiento, traté de acomodar mis ideas pero todo fue en vano… una sola idea me pasaba por la cabeza en ese momento.

Esta declaración la convertía en mi madrastra.