Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.

Aviso: puede que noten que Sasuke es más amable de lo normal en esta historia, pero siempre he creído que volvería a ser igual de cariñoso que cuando era pequeño *.*

000: cambio de escena

Sin más dilación, espero que disfruten de la historia :)

CAPÍTULO 1

Abrió los ojos desorientada cuando notó pulsaciones en su cuello; suspiró. ¿Llegaría el día en que no se quedara dormida en el sofá? Observó la desorganizada montaña de informes desperdigados por el suelo. Seguro que se había quedado dormida mientras los leía y los había lanzado al suelo luego.

- Mierda – murmuró.

Se levantó mientras se masajeaba el cuello y, con una mueca de molestia, se encaminó a la cocina a prepararse un café. A juzgar por la poca luz que se colaba por las ventanas, era temprano, tal vez las siete y media. Puso el agua a hervir y, bostezando, volvió sobre sus pasos a ordenar el desastre de su salón.

Adoraba el silencio por las mañanas; no era un secreto que siempre se despertaba de mal humor si empezaban a acosarla con charlatanería, por eso se mudó a un apartamento sola en cuanto pudo permitírselo. Con su sueldo fruto del trabajo en el hospital, sumado a las ganancias de las misiones que realizaba en ocasiones, podía pagarse los gastos e incluso ahorrar un poco.

Acabó de ordenar los informes sobre la pequeña mesa que había delante del sofá y se desperezó, con un suspiro de satisfacción. Abrió las ventanas para aspirar el aire fresco de la mañana; oyó el silbido que le indicaba que el agua estaba lista, y volvió a la cocina. Su apartamento no era excesivamente grande, pero bastaba para ella sola; constaba de dos habitaciones individuales, un baño, la cocina y el salón. Estos dos últimos se encontraban separados por una isleta, y en el salón tenía dos sofás y una mesa en la que podían comer seis personas.

Bebió un sorbo del café, y lo dejó a un lado para prepararse un par de tostadas. Ni siquiera se sentó para desayunar; se apoyó en la encimera y, mientras masticaba su desayuno, se dedicó a mirar por la ventana. Al ser tan temprano, no había gente por la calle; sólo divisó a un par de ninjas que seguramente se dirigirían a sus entrenamientos diarios. Eso le recordó que hoy no podría ir al entrenamiento con su equipo: tenía que empezar su turno en el hospital a las ocho y media, pues hoy le tocaba atender el consultorio. Suspiró.

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- Ohayo – junto con el saludo, sonrió suavemente a la enfermera que atendía en ese momento la recepción del hospital.

- Buenos días Sakura-san – sonrió de vuelta la enfermera – en su consultorio encontrará la lista de hoy junto con las fichas de los pacientes.

- Muchas gracias.

Tras un rápido vistazo a la lista, se encontró sonriendo ya que no tenía muchos pacientes. Con un poco de suerte terminaría antes del mediodía. Tras un breve suspiro, dejó su bolso sobre el perchero que había junto a la puerta y se puso su impoluta bata en la que se podía apreciar un bordado que dictaba "Dra. Haruno". Cuánto la llenaba de orgullo esto.

Sonrió, y procedió a llamar al primer paciente.

- Ya era hora, Dobe. Ni siquiera para venir a entrenar eres capaz de levantar el culo de la cama – y, por si no quedaba claro su enfado, bufó.

Naruto se hubiera indignado si no hubiera estado de tan buen humor esa mañana; esbozó una radiante sonrisa.

- Ya, Teme, sólo llego diez minutos tarde – se defendió – además, anoche tuve una cita con Hinata-chan y se nos hizo tarde, ya sabes.

- Ahórrate los detalles.

Abandonaron el puente y se dirigieron juntos al campo de entrenamiento. Sasuke no insistió en molestar al rubio por su impuntualidad; aún eran las ocho y tenían toda la mañana por delante.

- Hinata-chan me preparó un ramen increíble, datte-bayo –siguió hablando el rubio – tendrías que probarlo. Le pediré que vuelva a hacerlo un día de estos, no puedes negarte Teme.

Sasuke suspiró y dejó que Naruto siguiera hablando, adorando a su querida novia. Desde que había vuelto de su viaje de redención, Hinata era el principal tema de conversación de Naruto. Casi podría decir que, gracias a todo lo que hablaba Naruto, había llegado a conocer a la Hyuga como si hubieran sido amigos toda la vida.

- Dónde está Sakura-chan? – escuchó que preguntaba.

- Supongo que tendrá trabajo en el hospital – murmuró Sasuke en respuesta – de no ser así, hubiera llegado ya.

El rubio asintió, conforme. Habían llegado ya al campo de entrenamiento, así que se detuvieron y observaron a su alrededor. No había nadie por los alrededores, por lo que tenían el área para ellos solos. Ya hacía tiempo que no ocurría algo así. Se miraron de reojo, con una sonrisa perversa.

- Preparado para una paliza, Teme?

- Eso querrías, Usuratonkachi.

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Se despidió de su paciente con una amable sonrisa.

- Que tenga un buen día, Ichiko-san – le deseó.

La anciana le entregó una cansada sonrisa y salió de la consulta. Sakura procedió a rellenar la ficha con el pronóstico y los medicamentos que le había recetado. Miró de reojo el reloj de su consulta, descubriendo que eran ya las once menos diez.

- Con razón me está entrando hambre ya – murmuró para sí misma, con una carcajada.

Tenía aproximadamente media hora para poder comer antes de que llegara el próximo paciente, por lo que guardó la ficha ya rellenada y se levantó decidida a ir a una cafetería próxima al hospital. Se quitó su bata y salió del consultorio, cogiendo su bolso en el proceso.

- Frentona!

Suspiró. A la mierda su almuerzo tranquilo.

- Cerda – respondió mientras se giraba. Ino venía hacia ella con un par de fichas en la mano – qué pasa?

- Acabo de terminar con mi último paciente – sonrió, eufórica – tengo el resto del día libre. Me acompañas a almorzar?

- Tengo otra opción? – sonrió, sólo para molestarla – pensaba ir a la cafetería de la esquina.

- Vamos!

Se encaminaron fuera del hospital; al pasar por la recepción sonrieron con amabilidad a la enfermera.

- Dime Sakura, piensas hacer algo mañana?

- La verdad no, estoy ocupada con unos informes – dijo, suspirando – Tsunade-sama y yo estamos investigando los síntomas de una gripe que ha aparecido en la Aldea del Té.

- Oh, vamos! Pero no tienes que dedicarle todo tu tiempo libre – se quejó la rubia – por qué no salimos a tomar algo? Podemos quedar con todos, hace tiempo que no nos reunimos.

- No sé, Ino – entraron en la cafetería y tomaron asiento en una mesa junto a la ventana. La pelirrosa observó a su amiga, que la miraba con ojos de cachorrito – demonios, está bien. Pero te encargas tú de avisar a todos.

- Sí! – celebró Ino – por fin frentona, ya vas dejando lo amargada.

Sakura la observó con una media sonrisa.

- Vete a la porra, cerda.

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Diez minutos después, ambas se encontraban comiendo un rico combinado de frutas cuando algo llamó la atención de Sakura. Dejó el tenedor a medio camino entre su boca y el plato cuando divisó, a través de la ventana, a sus dos mejores amigos caminando de forma penosa por la calle. Naruto tenía un ojo morado y cojeaba, y Sasuke caminaba agarrándose el abdomen.

Bufó, molesta de pronto.

- Ino, tengo trabajo – murmuró, con un floreciente tic en su ceja.

La rubia, que también había visto a esos dos, se carcajeó y siguió comiendo.

- No les pegues mucho, frentona. Se trata de curarlos.

Sakura la ignoró, y tras un último trago a su té, dejó su parte de la cuenta sobre la mesa y salió de la cafetería. No le costó mucho alcanzar a la pareja de amigos, que estaban por girar hacia el hospital.

- Par de brutos – saludó tras ellos, esforzándose por no gritar – directos a mi consulta.

Ni siquiera los miró; pasó de largo al lado del rubio y se encaminó a la consulta. Por suerte estaba en la planta baja, aunque era una de las últimas puertas. Entró y dejó la puerta abierta; dejó de nueva cuenta el bolso en el perchero y se puso la bata. Fue hacia el armario que había junto a la camilla y preparó un poco de desinfectante y algodón en una bandeja; no había visto ninguna herida, pero seguro que la tenían. Oyó a sus amigos entrar.

- Cerrad la puerta – ordenó, sin girarse.

Naruto emitió un quejido al levantar el brazo para cerrar. Sasuke siguió directo hacia las dos sillas que había delante de la mesa, y se dejó caer en una de ellas. Suspiró, satisfecho.

- Veamos – murmuró resignada la pelirrosa, girándose. Les echó una breve mirada – Naruto, no te sientes. Ven a la camilla y quítate la camisa.

El rubio obedeció a duras penas. Se sentó en la camilla y esperó a que la pelirrosa lo revisara.

- Sí que estás mal – observó Sakura, pasando una mano cubierta de chakra por su torso – no has abierto la boca aún.

A su espalda, Sasuke soltó una seca carcajada. La pelirrosa concluyó su examen, enfurecida.

- Estabais entrenando o matándoos el uno al otro? – gruñó – un entrenamiento no debería dejar dos costillas rotas y otra pinchando el esófago. Normal que no puedas hablar. Vomitarías.

Naruto le dedicó una mirada culpable. La pelirrosa suspiró nuevamente, procediendo a curarlo. Tras sanar sus costillas, le desinfectó un feo corte de su brazo izquierdo y le puso un par de puntos.

- Te voy a dejar el moratón – sentenció – para que Hinata-chan pueda reñirte.

- Oh vamos, Sakura-chan – lloriqueó el rubio – teníamos el campo para nosotros solos, sabes que nunca podemos entrenar con tranquilidad por si herimos a alguien.

- Me da igual – bufó ella, mientras Naruto se levantaba de la camilla y Sasuke ocupaba su lugar – no pienso curaros todos los días, no soy vuestra médico particular para entrenamientos. O entrenáis con cuidado, o que os den. Ya buscaréis a otro para que os cure.

El moreno la miró alzando una ceja. No que era la medic-nin de su equipo? Sakura ignoró el gesto, molesta, y tras ordenarle que se quitara la camisa procedió a examinar su torso.

- Al menos tú solo tienes una fractura en una costilla – susurró, más para ella misma. El moreno miró a Naruto significativamente, como diciendo "Estoy menos herido que tú, por tanto, he ganado". La pelirrosa, consciente de este gesto, gruñó – si quieres, puedo ponerte a la par que él – acompañó la amenaza con una sonrisa amable, pero siniestra.

Naruto estalló en una sonora risotada, mientras que Sasuke desvió la mirada, algo ruborizado y molesto.

- No será necesario – murmuró. Sakura sonrió ampliamente y terminó de curarlo. Se fijó, no obstante, en un rastro de sangre seca en la frente de Sasuke. Sin pedir permiso, le quitó su hitai-ate y descubrió una herida en la frente del moreno.

Se separó de él para coger un poco de algodón y desinfectar la herida. Se volvió de nuevo hacia él y, sujetándole el pelo que resbalaba sobre su frente con una mano, procedió a limpiar la herida con la otra mano. Desechó el algodón en la bandeja y le aplicó un poco de chakra para cerrar la herida.

- Listo – susurró, mientras ella misma anudaba de nuevo el hitai-ate del moreno. Le maravillaba el hecho de que Sasuke no se hubiera quejado en ningún momento de su cercanía. Eso sólo ocasionaba que su enfado disminuyera; y ella quería seguir enfadada con ellos, porque eran un par de brutos.

- Muchas gracias, Sakura-chan!

- Gracias, Sakura.

Con un suspiro, la pelirrosa se encaminó a limpiar la bandeja. Seguro que por culpa de ellos, se había retrasado con sus pacientes.

- Ahora, fuera de aquí. Tengo trabajo que hacer.

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Hacía bastante calor cuando terminó su turno. Maldijo su suerte, pues esos dos definitivamente la habían retrasado en su trabajo. Eran cerca de las tres de la tarde y ella aún no había comido. Gruñó, a la par que su estómago.

Dejó la bata en el perchero y se encaminó fuera del hospital, deseosa de llegar a su casa y comer algo. No obstante, vaciló un instante al ver a Naruto y Sasuke esperándola. Fue a su encuentro.

- Ocurre algo? – quiso saber, preocupada.

- Tranquila, Sakura-chan. Suponíamos que aún no habías terminado y queremos invitarte a comer.

La pelirrosa alzó una ceja, escéptica.

- Y eso?

- Como disculpa – intervino Sasuke, con suavidad. Sakura lo miró, curiosa, pero la afabilidad en el rostro del moreno le infundió calidez. Sonrió, radiante.

- Entonces, podéis mataros todos los días – bromeó, avanzando con ellos por la calle.

Naruto se carcajeó, mientras que Sasuke esbozó una sonrisa torcida.

- Te lo recordaré a la próxima, Sakura-chan – dijo el rubio, con una sonrisa zorruna. De pronto, los miró con los ojos de cachorrito – qué vamos a comer?

Sasuke y Sakura se miraron de reojo, resignados. La pelirrosa suspiró mientras se apartaba el flequillo de la cara, ya que se le estaba pegando por el sudor.

- Me apetece ramen – dijo, con una sonrisa creíble – y si vamos a Ichiraku?

- Qué bien, datte-bayo! – celebró el rubio con un grito. Sakura lo golpeó en la cabeza.

- No grites, idiota!

El moreno observó la escena, callado. No pudo evitar esbozar una sonrisa arrogante; le encantaba que le ahorraran el trabajo.

Unos minutos más tarde estaban tomando asiento en los taburetes, sentándose Sakura entre los dos.

- Vaya, ya hacía tiempo que no veníais los tres juntos – comentó Teuchi mientras les servía los tazones de ramen.

- Cierto, viejo – sonrió Naruto.

- Aunque falta Kakashi-sensei – suspiró la pelirrosa – desde que es Hokage, apenas encuentra tiempo para comer con nosotros.

- Por qué no le llevan un tazón? – propuso Teuchi – seguro que os lo agradece.

Sakura y Naruto sonrieron en respuesta, aceptando la idea, mientras que Sasuke solo asintió.

- Bueno Naruto, cómo está Hinata-chan? – preguntó Sakura.

- Bien Sakura-chan – respondió el rubio, sin dejar de comer – aunque últimamente no nos vemos mucho. Su padre está entrenándola muy duro, y apenas podemos coincidir entre entrenamientos y misiones. Pero anoche me preparó un ramen muy rico, datte-bayo.

- He oído eso – se oyó decir a Teuchi. Naruto sonrió.

- Vaya – dijo Sakura – bueno, ya habrá tiempo para veros más. La verdad es que hace mucho que no la veo. Ino me propuso hace un rato de juntarnos todos mañana para tomar algo, espero que pueda venir.

- Seguro que sí, Sakura-chan. Sería estupendo.

La pelirrosa sonrió y miró de reojo a Sasuke, expectante. El moreno paró de comer y la miró, curioso. Con un suspiro, respondió:

- Estoy un poco liado con la reconstrucción de los terrenos, pero supongo que podré ir – Sakura amplió su sonrisa, encantada, y Sasuke no pudo evitar elevar un poco la comisura de sus labios.

- Cierto – recordó ella – cómo va todo?

- Bastante bien – concedió él – los constructores me dijeron que en un mes mi casa sería habitable, así que he empezado a empaquetar cosas y trasladarlas. Aunque... – se detuvo, indeciso.

- Qué ocurre, Teme?

- Se me acaba el contrato de alquiler en un par de días – murmuró, molesto – y me parece un dolor de trasero tener que pagar por seis meses más, necesitando solo uno. El casero no atiende a razones.

Naruto pidió otro tazón y miró a su amigo:

- Y qué piensas hacer? – se rascó la nuca, nervioso – te invitaría a quedarte en mi departamento, ya lo sabes, demo...

- Solo tienes una habitación, Naruto – lo atajó Sasuke – además, eso de vivir entre basura no es lo mío, de verdad – sonrió de lado.

Sakura se puso a reír ante la molestia del rubio, quien había empezado a murmurar algo sobre la insensibilidad del moreno ante un intento de ayuda. Con los ojos risueños, se volvió hacia Sasuke.

- Sasuke-kun, yo tengo una habitación de sobra – ofreció – no es una casa muy grande, pero hay bastante espacio para dos personas.

Sasuke la miró, con un brillo de agradecimiento bailando en sus ojos. Le había ahorrado el tener que pedírselo.

- Eso estaría bien – aceptó – gracias, Sakura.

- No es nada. Avísame y te ayudaré con tus cosas.

- Hai.

Siguieron comiendo en silencio, ignorando los sonidos de satisfacción del rubio al proclamar lo deliciosa que estaba la comida. Tras un par de tazones más por parte del rubio, pagaron la cuenta y se levantaron.

- Aquí tienen el ramen de Hokage-sama – les recordó Teuchi – este va por cuenta de la casa.

- Arigato – le sonrió Sakura, tomando la bolsa.

Salieron del establecimiento y pusieron rumbo a la torre Hokage. De pronto, Naruto pareció recordar algo, puesto que se puso nervioso de repente.

- Sakura-chan, Teme, tengo que irme. Le prometí a Hinata-chan que iría a verla en el entrenamiento y llego tarde – gritó mientras se alejaba.

- Dobe – murmuró el moreno – si no fuera porque lleva la cabeza pegada al cuerpo...

La pelirrosa se rio, dándole la razón.

- Es Naruto.

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Tocaron a la puerta del despacho del Hokage y la voz de Kakashi les respondió desde dentro:

- Adelante.

- Buenas tardes, Kakashi-sensei – saludó Sakura con una sonrisa al verlo tras una pequeña montaña de papeles – ocupado?

El peligris se rascó la nuca, aburrido. Recibió un saludo en forma de asentimiento de Sasuke.

- Un poco – respondió – ocurre algo?

- Ie, sensei – negó la pelirrosa – pensamos que como estás ocupado, no habrías tenido tiempo de comer, por eso te trajimos un poco de ramen de Ichiraku. Teuchi te invitó.

Kakashi no era muy fanático del ramen, pero le brillaron los ojos al oír aquello. Invitó a sus dos alumnos a sentarse mientras se disponía a comer.

- Algo nuevo, Kakashi? – preguntó Sasuke.

- Nada, simplemente misiones de vigilancia y escolta – suspiró el Hokage – aunque la verdad agradezco que no haya nada más. Solo me traería complicaciones.

- Veo que estás motivado para trabajar – comentó Sakura, mordaz. Kakashi le sonrió, irónico.

- Sí, tanto que le he dado a Shizune el día libre – se lamentó – ahora sólo hago que acumular trabajo – miró por encima los papeles de su mesa – lo que me recuerda... puede que tengáis una misión en los próximos días.

- De qué trata, sensei? – preguntó la pelirrosa.

- Gaara necesita que transportéis un pergamino desde la Arena hasta aquí. Es un asunto que concierne solamente a la Arena y a la Hoja, así que os pido confidencialidad – respondió – pero ya os avisaré. Necesito aún un par de confirmaciones, puede que tarden unos días.

Sakura suspiró; le había hecho ilusión pensar que tenían una misión, pero aún tendría que esperar. Miró el reloj: eran las cinco ya? Aún tenía que comprar enseres para su casa, y le gustaría seguir leyendo los informes que Tsunade le había enviado.

- De acuerdo – dijo, levantándose – tengo que irme. Ya nos avisarás, Kakashi-sensei.

- Kakashi – Sasuke se levantó también – a partir de dentro de dos días estaré en casa de Sakura, los avisos tendrán que llegarme allí durante el próximo mes.

El peligris les lanzó una mirada curiosa a la par que significativa, incomodándolos. Sakura se sonrojó, mientras que Sasuke emitió un bajo gruñido, molesto por el bochorno.

- Se me acaba el contrato de alquiler – especificó el moreno – y hasta dentro de un mes no puedo habitar el barrio Uchiha.

- Ah, claro – sonrió el peligris – no tenías por qué darme explicaciones.

- Ya, bien – bufó Sasuke – hasta luego.

- Adiós, sensei – sonrió Sakura.

Si Sasuke se hubiera quedado un poco más, probablemente le hubiera incrustado un Chidori a Kakashi por la carcajada que lanzó después.

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Salieron de la torre Hokage en silencio; no obstante, era un silencio cómodo. Sakura no dejaba de preguntarse qué era lo que había experimentado Sasuke en su viaje de redención. Cuando se fue, ella pudo darse cuenta de que era un poco más amable con todos, pero también notaba que le suponía cierto esfuerzo el comportarse así. Sin embargo, cuando el moreno volvió descubrió una nueva faceta de él: se mostraba más relajado, y su rostro no transmitía esa indiferencia y frialdad que solía tener. Ahora era cortés con todo el mundo e incluso conversaba más; lo más sorprendente era que no parecía molestarle demasiado el hecho de socializar.

Por otro lado, ella no había olvidado lo que sentía por él; no obstante, sí había madurado, y había decidido que hostigándolo no iba a conseguir nada. Era consciente de que él la consideraba una compañera y una amiga, y que la apreciaba. Mejor eso que nada. Así, se había prometido a sí misma estar ahí para Sasuke, apoyándolo como él quiera que lo apoye. Sabía perfectamente que al moreno iba a costarle lo suyo el dejarse llevar por algo más fuerte que una amistad; por eso, no iba a forzar nada, e iba a dejar que Sasuke se acercara a ella, al ritmo que quisiera. Si al final resultara que su compañero se enamorara de ella, todo merecería la pena.

- Va todo bien por ahí dentro? – preguntó Sasuke al verla inmersa en sus cavilaciones; le entretenía ver los distintos cambios de expresión de la kunoichi.

- Eh? Ah! – la pelirrosa se sonrojó sin remedio, y sonrió nerviosa – nada importante. Repasaba lo que tengo que comprar.

El moreno sonrió. Ya, claro.

- Necesitas ayuda con eso? – se ofreció.

Sakura se encogió de hombros, restándole importancia.

- Sólo si no tienes nada que hacer, no quiero molestarte.

Sasuke no dijo nada, sólo la siguió en silencio.

- Aunque, pensándolo bien, si vas a quedarte en mi casa debería comprar más comida – comentó la pelirrosa, distraída – más bien porque ahora mismo apenas tengo dos tomates en la nevera, y no me queda casi arroz.

El moreno esbozó una sonrisa arrogante, satisfecho. Eso de los tomates sonaba glorioso. La pelirrosa lo miró de reojo y sonrió también.

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Nunca había necesitado un carro en el supermercado. Normalmente se apañaba con una cesta, puesto que su dieta se componía principalmente de arroz y verduras; no obstante, comía bastante a seguido fuera de casa, por lo que realmente no necesitaba tener la nevera muy llena.

Sasuke era otro cantar; pasaba mucho tiempo en casa y sólo comía fuera de casa si era necesario, por lo que a partir de ahora tendría que llenar la nevera. El moreno la siguió de forma diligente por el supermercado, interviniendo solamente para coger él mismo los tomates. La pelirrosa no pudo contener una carcajada cuando lo vio aparecer con lo que podrían ser tres kilos de su fruta favorita.

- Increíble – comentó, mientras se dirigían a la caja.

Cargaron las bolsas y se dirigieron a casa de la pelirrosa. Ciertamente, no hacía mucho que ella vivía sola, por lo que sus compañeros apenas la habían visitado en su nuevo apartamento. Sakura hizo pasar al pelinegro y él descargó las bolsas sobre la isleta de la cocina, sin dejar de mirar curioso la estancia. Todo estaba en orden; lo único que estaba fuera de lugar eran unos informes, pero sería porque la pelirrosa estaría ocupada con ellos por el momento.

- Puedo enseñarte tu habitación ahora – comentó ella, guardando los enseres. Sasuke cabeceó, asintiendo – había pensado también en darte una copia de las llaves, por si necesitas empezar a traer tus cosas.

- Perfecto.

- Podría ayudarte mañana – siguió ella – hoy necesito adelantar unos informes; Tsunade-sama me matará si no le digo algo pronto.

Sasuke la miró, interesado. Informes?

- Ha aparecido una nueva gripe en la Aldea del Té – explicó ella, guardando las últimas cosas – Tsunade-sama estuvo allí hace un mes y pudo realizar un diagnóstico previo, pero quiere que yo también estudie el caso. Ya sabes, para comparar.

- Ajá.

El moreno siguió mirándola mientras acababa de guardar las compras. Su compañera definitivamente se había convertido en una mujer realizada, altamente inteligente y especializada en su trabajo. Quién lo diría? Y él que solía considerarla una molestia. Cualquiera diría que la molestia ahora era él.

Sakura procedió a buscar la copia de las llaves y se las entregó mientras lo guiaba a su nueva habitación. En realidad, el pasillo era muy pequeño: había dos puertas en el lado derecho y otra puerta en el lado izquierdo. Ella condujo al moreno hacia la puerta de la izquierda.

- Esta es tu habitación – anunció – la puerta de enfrente es el baño, y la del fondo es mi cuarto.

Sasuke observó la habitación; era acogedora. Las paredes pintadas de un amarillo suave, agradable, y tenía una cama, un escritorio, el armario y una mesita. Más que suficiente.

- Es perfecta – dijo con suavidad. Sakura sonrió, contenta – gracias.

- De nada.

El moreno decidió empezar a trasladar cosas de inmediato, mientras que Sakura se preparó un té para seguir con los informes. En cuanto Sasuke abandonó el departamento, anunciando que volvería en un rato con los primeros trastos, la pelirrosa se dejó caer en el sillón, con un suspiro. Acababa de golpearla con un mazo la realidad: conviviría con Sasuke un mes? Estaba ansiosa a la par que contenta.

- Será interesante – se prometió.

Conocería a Sasuke desde un punto de vista diferente.