Disclaimer: El mundo de Naruto y todo lo que le concierne no me pertenece T.T

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Comentarios: Tengo la costumbre de no terminar mis historias, pero tengo la esperanza de que con este fic sea diferente; por lo menos ya tengo escrito varios capítulos. Intentaré actualizar semanalmente, pero no prometo nada. Espero que os guste el fic.

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Notas: me inspiré en el manga Nana de Ai Yazawa para crear este fic, aunque no seguiré la serie a raja tabla.

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Resumen: Sakura y Temari son chicas que a simple vista, no tienen nada en común. Gracias a un error de la inmobiliaria, acaban viviendo juntas y poco a poco, irán compartiendo sus vidas, sus problemas, sus angustias y sus alegrías. Con la experiencia de la mayor y con la pureza de la menor, se convertirán en grandes amigas. Por otro lado están las vidas de Naruto y compañía, quienes sueñan con debutar en el mundo de la música; Sasuke, quien su mayor anhelo es superar a su hermano; y Hinata, prisionera en su propia familia. Y en medio de todo, el grupo musical líder de ventas del momento: Akatsuki. Un fic centrado en la vida real, donde los sentimientos llegan a todo tipo de extremos, donde sólo la música puede unir a seres completamente diferentes.

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SOÑAR ES COMBATIR

Todos buscamos esa persona única que nos

aporte lo que falta en nuestra vida. Y sin no logramos

encontrarla, sólo podemos rezar para que sea ella

quien nos encuentre a nosotros.

Mujeres desesperadas.

Capítulo 1:Compañeras de piso.

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Oye Sasuke… ¿recuerdas el día en que nos conocimos?… yo recuerdo hasta las nubes que habían en el cielo… Llámame tonta, o ríete si quieres, pero no creo que fuese casualidad que me ayudases aquella vez, creo… que tú y yo estábamos predestinados… y eso que no soy de las que creen en el destino y esas cosas.

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La melodía del móvil sonó. Lo buscó en su pequeña mochila y al tercer tono contestó.

- ¿sí? – preguntó, mientras se recostaba contra el asiento del coche y giraba la cabeza hacia la derecha, para mirar por la ventana.

- hace semanas que no sé nada de ti, podrías recargar el móvil de una maldita vez – se quejó una voz al otro lado del aparato. Era una voz de mujer, muy aguda, y hablaba en tono molesto.

- perdona… - dijo tras una pequeña risa, su voz era muy diferente a la anterior, la suya era menos aguda y más dulce – pero he estado ocupada con la mudanza, no he tenido tiempo ni para ir a recargar el móvil.

- excusas… ¿mudanza? Bueno, realmente no me extraña – suspiró la otra persona - ¿a dónde te mudas esta vez? – curioseó.

- … a Konoha – dijo sonriendo pícaramente, en un acto inconsciente, aunque nadie la estuviera mirando. La persona que estaba al otro lado del teléfono se quedó en mutis por la sorpresa. Tras una pausa, siguió hablando - ¿qué pasa Ino, tan extraño te parece?

- … ¡no te burles de mí!; ¡ya podrías haberme avisado guapa! – la riñó - ¿dónde andas ahora?

- en el coche, estoy llegando ya. Vamos a pasar por un túnel, se corta la llamada. Ya hablaremos – le dijo sonriente – y esta vez sí puedo decir que nos veremos pronto. – colgó sin dejar que su amiga Ino pudiese añadir nada más.

Guardó el móvil y sonrió a su madre, la cual la miraba desde el retrovisor, aun sin estar convencida del todo. Ésta, sería la última vez que se mudase. Dejando atrás una vida… para retomar otra.

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Konoha, capital del país del Fuego, la gran metrópolis, la ciudad de las oportunidades, así era mundialmente conocida. Una hermosa ciudad, que pese a sus grandes edificios, el ruido, la forma de vida rápida y rutinaria, conservaba bellas zonas verdes que daban origen a su nombre. Konoha era conocida por cuatro cosas principalmente: su Ramen, plato típico y característico de la región; las chicas bonitas, la mayoría de ellas hermosas y con carácter; los grandes artistas que esta tierra ha dado a luz y los poderosos clanes que pertenecen a la ciudad. A pesar de encontrarnos en el siglo XXI, aun había clanes de tradiciones antiguas que eran respetados y conocidos por todos. Entre ellos, destacaba los clanes: Hyuuga y Uchiha. Por debajo de éstos, resaltaban los clanes Nara, Inuzuka y Aburame entre otros.

Aparte del símbolo característico de la ciudad, Konoha era famosa también por las cabezas talladas en la gran montaña que protegía la ciudad: la montaña de los Hokages, en la cual, estaban talladas las cincos cabezas de las personas más destacadas de la ciudad. Hokage, era el título que recibía la persona representante de la ciudad. Todo un honor para quien viese su rostro tallado en esa roca, ya que significaba el reconocimiento público de su persona. El primer Hokage: plasmado por sus conocimientos médicos y por ser el primer líder de Konoha, el creador de la ciudad. El segundo Hokage: plasmado por sus avances científicos y conocimientos de la economía; él convirtió Konoha en una poderosa y firme ciudad. El tercer Hokage, sin dudas el mejor de todos: plasmado por ser la persona que convirtió a Konoha en una de las cinco ciudades más importantes del mundo, con su política diplomática y su inquebrantable corazón. El cuarto Hokage, el más joven de todos y el que menos duró: fue un gran cantante que llevó a Konoha al éxito artístico y le dio la buena fama de la que consta ahora la ciudad. La quinta Hokage: actual líder de la ciudad, y primera mujer plasmada en la roca, por sus conocimientos médicos, su buen juicio, y su fuerza de voluntad, sacó a Konoha de su estado crítico, tanto económico como social de hace unos años, tras la muerte del Tercero.

Hokage. Hokage es un sueño que muy pocos cumplen.

Pero la historia comienza con alguien que está muy lejos de ser Hokage, sinceramente, ni siquiera se lo ha propuesto, es más, no le atrae para nada la idea. Su vida ha sido y es, muy accidentada. Constantes traslados de colegios y mudanzas, nunca más de un año en el mismo sitio. Desechando la idea de hacer amigos por temor a perderlos tras una nueva mudanza. Muchos cambios bruscos, demasiadas veces había empezado de cero. Todo esto, le ha llevado a perder la ilusión en su vida, las ganas de vivir. Ni siquiera tiene un sueño o un motivo por el cual seguir. Lo único que le hace sentirse viva: la música.

No se separa de su mp3 jamás, a ninguna hora del día, para ella es como si del aire se tratase. Su nueva habitación está llena de cajas de mudanzas sin abrir todavía, realmente no le apetece. Lo único que ha colocado, es el póster de su grupo preferido en la pared: Akatsuki. Desde que los escuchó por primera vez se enamoró. Sus canciones, su música, sus letras, todo estaba en perfecta armonía. Sus miembros conectaban entre sí de una forma sorprendente y admirable. Su estilo era una mezcla entre pop, rock, y punk, haciendo una mezcla perfecta de los tres estilos; eso era la música de Akatsuki, una auténtica bomba de sentimientos transmitidos en canciones. El grupo estaba compuesto por cinco miembros: en la batería Kisame, un hombre un tanto alocado que hacía temblar el escenario con sus amenazantes notas; al teclado Sasori, un hombre tranquilo con dedos milagroso, tan pronto hacía sonar notas angelicales, como del infierno; con el bajo Hidan, siempre con notas que afilaban los sentidos y transmitían todo tipo de sentimientos; con la guitarra eléctrica Itachi, su preferido, siempre sereno, tocaba con una envidiable delicadeza las notas, siempre transmitiendo su música de forma que erizaba el vello de la nuca; y como vocalista Deidara, un hombre con una hermosa voz aguda que enamoraba tanto a chicos como a chicas. Eran el éxito del momento.

Y a Haruno Sakura les encantaba. Se pasaba el día escuchando sus canciones, se las sabía todas de memoria. Estaba en el club de fans de Akatsuki, la fan número 14 para ser precisos. Tenía fotos, álbumes, recortes de revista, pósters, el disco original, ya había encargado la versión extendida que saldría en navidad y estaba impaciente porque le llegaran las entradas del concierto que darían dentro de unos meses en Konoha. Llevaba tres meses tras esas entradas, estaba segura de que le tocaría en primera fila. Lo cierto era, que lo único que motivaba la vida de Sakura eran los libros que solía leer, y Akatsuki. Tanta era la admiración que sentía por ellos, que había considerado la opción de tatuarse en el cuerpo una nube roja, símbolo del grupo. Sakura, como fan incondicional, era una de las pocas personas que sabía lo que quería decir Akatsuki, Luna Roja, y lo que su símbolo, las nubes rojas, significaba: Amanecer. Sí Amanecer, porque lo que ellos querían transmitir en sus canciones, era que siempre habría un amanecer, incluso tras la peor de las desgracias. Quizás eso fuera por lo que Sakura se hubiera enganchado a sus canciones. Porque le daban fuerzas para seguir.

Mientras ella estaba medio embobada mirando lo bien que había quedado el póster en la cabecera de la cama, su padre seguía trasladando cajas del coche a la casa, y su madre las iba colocando. El ascensor del piso estaba estropeado al parecer, por lo que tenían que usar las escaleras, pero vivir en la última planta del edificio era un verdadero problema. La señora Haruno llamó de nuevo a su hija para que fuese a ayudar a su padre; el pobre hombre hacía poco que se había operado de una rodilla y no debería hacer esfuerzos.

- ¡Sakura, tu padre necesita ayuda! – exclamó por segunda vez su madre.

- ¡voy, voy! – dijo saliendo de su ensimismamiento.

Sakura salió de la casa corriendo y no paró hasta llegar junto a su padre. Mientras corría, su corta pero brillante cabellera, inusualmente rosada, danzaba con el aire. Los ojos de la muchacha, de un verde un poco más claro que el esmeralda, mostraban una mirada segura y vivaz. Iba vestida con unas mayas verde oscuras y una camiseta roja de mangas cortas corriente. Sakura no era una chica de escotes, ni de minifaldas o tacones, no es que no le gustase, es que nunca había tenido ocasión para ponérselo. Llegó al coche y vio que aun quedaban cuatro cajas. Suspiró. No entendía por qué su padre no había querido contratar un camión de mudanzas, a veces era demasiado tacaño, y no porque le faltase el dinero precisamente, ya que con su trabajo de comerciante ganaba un buen dinerito.

- de verdad papá, no sé por qué te complicas tanto – le volvió a reprochar, mientras cogía una caja.

- el trabajo echo por ti mismo es más gratificante que el que hacen otros por ti – siempre la misma excusa. Su padre le puso otra caja encima de la primera.

- eso, y el dinero que te ahorras – sonrió Sakura; en cada mudanza, siempre la misma conversación. – ponme otra.

- ¿seguro? – le preguntó su padre. Sakura era una muchacha muy fuerte, tenía una fuerza bastante inusual en una chica de 16 años.

- he cogido cosas más pesadas – le sonrió confiada su hija. El señor Haruno posó la tercera caja sobre la segunda, Sakura se tambaleó brevemente pero consiguió mantenerse estable.

- no creo que sea buena idea – dijo inmediatamente su padre.

- ¡lo que no es buena idea es que tú te esfuerces! – dijo poniendo especial énfasis en el tú. Retomó el camino de vuelta.

Lo cierto era que pesaba, pero podría con ello; lo malo era que no veía nada y eran seis plantas lo que tenía que subir. Llegó a la segunda sin mayores problemas, pero empezaba a cansarse. Subió a la tercera, y empezando el rellano de la cuarta planta se tambaleó, perdiendo el equilibrio. Sakura ya sentía el fuerte golpe que se daría en la cabeza, pero ese golpe nunca llegó. Abrió los ojos y sintió como su cuerpo había sido parado por algo blandito, y la última caja, la de arriba, no había llegado a caerse, estaba siendo sujetada por algo o alguien. Sakura echó su cuerpo hacia delante y se estabilizó, pero ya no tenía la tercera caja. Se giró para ver de quien se trataba cuando, al mirar a esa persona, sus ojos se abrieron como platos.

- ¿no crees que es demasiado para ti? – le preguntó el muchacho que la había ayudado.

Esa frase tardó en llegar al cerebro de Sakura, ya que toda su concentración estaba puesta en los ojos negros del muchacho que tenía enfrente. El primer pensamiento claro que se le pasó por la mente fue: Itachi, el guitarrista de Akatsuki. Tenían un gran parecido; los mismos ojos negros y afilados, fracciones muy parecidas, el cabello oscuro, la expresión seria y serena, un cuerpo fornido pero para nada exagerado… y la misma mirada fría y vacía. Tantas horas contemplando fotos de Itachi no habían sido en vano, Sakura sabía de memoria cada una de las fracciones de su guitarrista preferido. Aunque habían un par de claras diferencias: el chico que tenía en frente no tenía las pestañas tan largas como Itachi, su piel era más pálida, y su cabello, aparte de ser más corto y tener otro tipo de corte de pelo, tenía reflejos azulados, mientras que los de su amor platónico eran castaños oscuros, casi negros completamente. Aparte, el estilo de vestimenta del muchacho era diferente: él vestía con unas bermudas vaqueras y una camiseta de tirantes negra que dejaba ver sus fuertes brazos, seguramente iba al gimnasio. Sakura pensó que estaba enferma, y no de salud precisamente; pero es que comparar a un desconocido con su amado ídolo ya era pasarse. Aunque no sólo le recordaba a Itachi, sino a cierta persona que necesitaba olvidar…

Sakura reaccionó cuando el muchacho, por el silencio de ella, elevó una ceja.

- ¿eres muda o sorda? – preguntó el muchacho, aunque no fue en plan burla.

- no… ¡no!… perdona, estaba en Babia… - reaccionó al fin Sakura – gracias por haberme sujetado… - lo cierto era que le costaba hablar con el muchacho, Sakura era muy tímida con los desconocidos.

- ¿Qué tipo de degenerado te ha dejado sola con las cajas? – le preguntó el muchacho. Era más alto que ella y parecía mayor, pero seguía teniendo en su rostro algunas fracciones de cuando era niño. Era enormemente atractivo.

- ¡no, no! Degenerado no… es mi padre, que se ha operado hace poco y no debe hacer esfuerzos…

- aun así, es excesivo para ti llevar todo esto, trae – el muchacho colocó la caja que tenía en las manos en el suelo y le quitó una a ella, la cual colocó encima de la que había dejado. Luego cogió las dos. - ¿Dónde vives?

- ¿eh¡ah, sí! En el cuarto, acabo de mudarme. – dijo ella, aun sorprendida por su amabilidad.

- pues vamos – dijo él, empezando a subir escaleras.

Sakura le siguió sin añadir nada más. Estaba aun en shock, pero no sabía si era por la extraña situación o por el atractivo del chico. Nunca le había pasado nada como esto, pero sentía como si hubiera tenido un flechazo, aunque Sakura no creía en esas cosas. Siguió al muchacho en silencio, con la vista clavada en su nuca. ¡Dios, era tan guapo! Ni siquiera se dio cuenta de que habían llegado a la sexta planta y que el chico estaba esperando a que ella le indicase cual era su casa.

- ¿y bien? – Sakura volvió a reaccionar.

- que atontada estoy hoy, va a penar que soy retrasada – pensó Sakura para sí – 4º D.

- entonces somos vecinos – comentó mientras echaba a andar – vivo en el 4º B.

- que casualidad… - dijo, entrando a su casa. – déjalo ahí mismo – dijo nerviosa, luego echó un vistazo al salón y comprobó que su madre no estaba, seguramente estaría en su habitación. – muchas gracias por ayudarme – le dijo con una breve reverencia.

- no ha sido nada. Nos vemos – se despidió él, dándole la espalda, se despidió alzando una mano.

Sakura se quedó clavada en el piso mirando el lugar donde, segundos antes, había estado parado el muchacho.

- ¿ya lo has subido hija? – le preguntó su madre, saliendo por el pasillo. - ¿Sakura?

- ¡eh, sí! Ahí está. – dijo y se metió en su habitación, sin decir nada más.

- desde luego… que juventud – suspiró la señora Haruno.

Unos minutos después, su madre la esperaba en la cocina, que era como las americanas. Un zumo de zanahoria la estaba esperando. A la madre de Sakura le encantaban los remedios caseros y naturales; Sakura estaba acostumbrada a tomar todo tipo de zumos exprimidos directamente de la fruta o verdura, extrañas infusiones o cualquier cosa de esas. Por lo que casi la habían obligado a odiar la comida basura o la que llevase mucha grasa, además, ella era vegetariana. Todo esto, le había dado a Sakura un rostro libre de impurezas, y un cuerpo esbelto y de buenas curvas. Su madre la había acostumbrado desde pequeña a una dieta sana y equilibrada.

- ¿y papá? – preguntó mientras se sentaba en los taburetitos.

- ha ido con Tsunade, ya sabes, para terminar de arreglar el papeleo del instituto.

- Ajá…

- seguramente querrá verte, hace años que no te ve.

- ya iré a verla – le dijo Sakura, un poco indiferente. La verdad es que no recordaba muy bien a esa mujer. Era la hermana, del padre de su prima, pero no había tratado mucho con ella, solo en celebraciones familiares, y hacía años que ella no acudía a una.

- ¿nerviosa? – le preguntó su madre, cambiando de tema, aunque estaba más nerviosa ella que Sakura.

- un poco – admitió.

- ¡yo estoy de los nervios! – exclamó.

- ¡pero mamá, si soy yo la que se independiza! – rió Sakura.

- sí claro, pero ya sabes como soy – su madre le sonrió como una colegiala.

La señora Haruno era una mujer muy alegre, simpática y algo maniática. Mantenía un espíritu joven y algo hiperactivo, Sakura sabía que su madre era una mujer muy especial. Siempre había podido contar con ella, era su mejor amiga, confidente y consejera. Jamás habían discutido o peleado por nada grave, y tenían una confianza de madre a hija que muchas envidiarían. Físicamente, seguía siendo una mujer muy atractiva. Era pelirroja, y tenía los cabellos lacios y largos, siempre recogido en dos trenzas, que la hacía verse aun más joven. Sus ojos eran idénticos a los de su hija, incluso se le formaba la misma arruga en la nariz cuando se enfadaban. Había quienes creían, que más que madre e hija, eran hermanas, ya que la señora Haruno seguía conservando un físico envidiable para su edad, aunque no llegaba siquiera a los 40 años.

- ¡ya sé!; ¡voy a hacerte una foto!; ¡tengo que plasmar este momento! – Sakura suspiró mientras su madre corría como una loca en busca de la cámara.

La señora Haruno tenía fotos de todos los momentos importantes de la vida de su hija. Era una adicta a las cámaras; su carrera como fotógrafa iba viento en popa, pero fue entonces cuando conoció a su padre, el cual acababa de sacarse la carrera de empresario, y aunque se llevaban seis años, eso no fue un obstáculo para enamorarse de él, y dejarlo todo por seguirle hasta el fin del mundo si hacía falta, dejando atrás a su familia, sus amigos, su sueño; porque a pesar de esos sacrificios, ahora tenía una familia maravillosa y una vida de ensueño… a Sakura le encantaba la historia de amor de sus padres, la había escuchado mil veces y nunca se cansaba. En lo más profundo de su corazón, soñaba con que algo tan romántico le sucediera a ella.

Le hizo la foto, y la mujer no pudo evitar derramar un par de lágrimas.

- no llores mamá… - le dijo Sakura, mientras la abrazaba.

- lo siento… pero es que, no puedo creer que mi pequeña Sakura ya no venga con nosotros en los viajes, ya no me preguntarás la historia de cada monumento, ni vendrás corriendo asustada porque alguien te habla en un idioma extraño…

- mamá, eso no lo hago desde los cinco años – le dijo, con una gota de sudor en la frente.

- ¡mi niña! – exclamó su madre de repente estrechándola contra sí, en un arrebato de amor materno.

Una hora después, sus padres se habían ido, estaba sola en el piso. Fue entonces cuando se dio cuenta de que todo era realidad, que el pasado del que huía realmente había ocurrido y que todas las promesas y sueños rotos seguían doliéndole en lo más profundo de su alma. Al ver las cajas repartidas por toda la estancia, la abrazó un sentimiento de soledad y profunda tristeza. No aguantó la sensación y corrió hacia su móvil, necesitaba hablar con alguien, pero no tenía saldo para llamar. Cayó de rodillas al suelo y no pudo reprimir un par de lágrimas, que se acabaron convirtiendo en un llanto profundo.

- ¿Por qué?… - se susurró a sí misma - ¿Por qué no puedo superarlo…? Soy… tan débil…

Sakura se recostó contra la pared y se abrazó a sí misma con el móvil aun en la mano, esperando una llamada que la sacara de la soledad, llamada que nunca llegó. Hundió la cabeza en sus brazos y se dejó embriagar por el silencio. Quizás no hubiera sido una buena idea después de todo el asentarse, por lo menos con los viajes se distraía un poco, pero se estaba perdiendo mucho. Estaba perdiendo su adolescencia.

Un rato después, no podría decir exactamente cuanto tiempo, respondiendo a sus ruegos mentales, la puerta se abrió. Sakura levantó la mirada sobresaltada para ver a una muchacha un par de años mayor que ella. La Haruno no pudo evitar sorprenderse por su belleza. Su figura era envidiable, sus curvas perfectas, como si la hubieran tallado el mejor escultor del mundo. Su cabello color arena estaba recogido en cuatro coletas, con varios mechones sueltos, que le daba un aspecto muy tierno y rebelde a la vez. Sus ojos eran de un azul intenso y apagado que mostraban una mirada de seguridad, fuerza y confianza en sí misma inquebrantables. Vestía con una falda corta azulada y una camiseta negra de tirantes. Usaba unas botas negras de tacón gordo, al estilo country. Traía una bolsa de viaje consigo.

A Sakura le recorrió una corriente eléctrica cuando sintió que sus miradas conectaban.

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¿Recuerdas Sakura…el día en que nos conocimos? Tú estabas sentada en el suelo entre las cajas, y yo no había tenido un buen día precisamente. Pero cuando te vi tan indefensa, cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez… sentí en lo más profundo de mi corazón que debía protegerte.

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Llevaba teniendo una mala temporada pero hoy por fin terminaría todo. Hoy le darían el ansiado piso, ni siquiera lo observó mucho cuando el señor de la inmobiliaria se lo enseñó. El edificio estaba al final de un barrio tranquilo, donde la persona más joven que vivía en el bloque constaba de unos 40 años como mínimo. Simplemente perfecto.

Desde que se independizó había estado viviendo en pensiones de mala muerte o en cuchitriles apestosos, pero ahora por fin podía costearse un alquiler decente. No tardó demasiado en hacer la maleta ya que no tenía demasiadas cosas personales, tan sólo su ropa y dos o tres cosas más que le cabían perfectamente en el bolso de viaje. Dejó una nota en la puerta de su casa y se marchó con paso decidido del bloque. Se había levantado de buen humor esa mañana, lo que no sabía es que se esfumaría demasiado rápido.

Fue a trabajar. Trabajaba en una cafetería del centro, algo pequeña pero con buena clientela, y no era para menos, ya que los cafés de allí eran los mejores que Temari había probado en su vida. Llegó quince minutos tarde, pero por suerte se llevaba bien con sus compañeras, aunque su jefa, si había algo que odiaba, era la impuntualidad.

- ¡de nuevo tarde Shikaku-san! – exclamó la mujer cuando vio a Temari quitarse la chaqueta, quedándose con el uniforme rosado.

- lo siento, pero…

- ¡no, no te molestes en darme ninguna excusa! Ya no te harán falta… - respondió su jefa. Era una mujer entrada en los cuarentas, alta y extremadamente delgada. El pelo liso lo llevaba sujeto en una coleta baja, y las gafas, junto con el traje tan ceñido azul marino que llevaba, le daban un aspecto de madrastra de cuentos infantiles.

- ¿Qué? – Temari presentía lo peor – acaso está…

- ¿despidiéndote? Una chica lista. Así es, estás despedida Shikaku-san.

- ¡¿Por qué?! – exclamó ella, elevando un poco la voz, aunque no fue su intención.

- ¿Qué por qué? yo te lo diré – la mujer se colocó bien las gafas – sueles llegar tarde, sales antes de hora, los clientes se quejan de tu falta de respeto y cuando te toca caja, las cuentas no cuadran…

- ¡ah no, eso sí que no! – exclamó Temari, frunciendo pronunciadamente el ceño – ¡puede tacharme de lo que quiera, pero no de ladrona! Jamás he robado un céntimo de la caja – exclamó, atrayendo la atención, no sólo de sus compañeras, sino de los clientes también. - ¿pero sabe qué¡me alegro de que me despida, porque no aguantaba su voz de pito, ni sus patas de gallo, ni un segundo más! – La chica sentía que se había quitado un peso de su alma con esas palabras. Su ex jefa se ofendió y soltó una exclamación.

Temari volvió a colocarse su chaqueta y cogió su bolsa.

- más vale que tenga todo el dinero ingresado en el bando el lunes, o sino se acordará de mí – le advirtió antes de salir por la puerta, dando un portazo tras ella.

Estaba de mal, de muy mal humor. Esa amargada mujer siempre la sacaba de sus casillas, la había aguantado muchos meses como para que ahora, de buenas a primeras, la despidiese, pero ni siquiera le pediría más explicaciones. Sabía que no tenía excusas de peso para echarla, pero desde el primer momento la había caído mal y demasiada paciencia habían tenido ambas. De todas formas, Temari tenía dos trabajos, precisamente por eso, si le fallaba alguno de los dos, siempre le quedaría el otro de repuesto, aunque ganaba más con el de camarera que en el videoclub.

Su móvil sonó mientras caminaba por la calle, a cuatro manzanas del café, camino a casa de su novio, bueno, más que novio, era como una especie de rollo. Buscó entre su bolsa y encontró al fin el dichoso móvil.

- ¿qué? – exclamó de mala gana, a forma de saludo.

- joder, que mala hostia que tienes por la mañana hermanita… - genial, para colmo el imbécil de su hermano le daba por culo.

- ¿Qué quieres Kankuro? – suspiró buscando paciencia, mientras buscaba con la mirada un lugar donde sentarse.

- ¿Qué tal te va todo? – preguntó con voz cantarina.

- mal. – contestó rotundamente.

- ¡genial!

- ¡¿cómo que genial?! – gritó ella, asustando a un par de niños que pasaban por su lado.

- no me refiero a genial que te vaya mal, sino a genial porque… - intentó justificarse de inmediato.

- ¡al grano! – definitivamente hoy no tenía mucha paciencia.

- tengo un trabajo para ti – finalizó y esperó la respuesta de su hermana.

- te escucho – contestó ésta, mientras se sentaba en un banco de un parque cercano.

- hay un puesto libre como barman en el Konoha's Lounge – al otro lado del teléfono, su hermano sonrió orgulloso de sí mismo.

- ¡¿Qué dices?! – exclamó ella, olvidando su mal humor - ¿hablas en serio?

- por supuesto… acaba de decírmelo un amigo, puedo conseguirte el puesto si te interesa, no sé cuanto pagan pero mucho seguro.

- ¡está bien, acepto! De todas formas acabo de quedarme sin trabajo… - suspiró.

- vale, luego te envío un sms y te digo cuando y a qué hora empiezas. Nos vemos que tengo prisa, y controla ese humor.

- gracias Kankuro – sonrió su hermana, colgó. Podía ser un pesado y llevarse mal a veces, pero ambos sabían que podían contar el uno con la otra.

Temari sonrió satisfecha, finalmente no había sido tan malo perder el trabajo en la cafetería. Konoha's Lounge era la discoteca más famosa de Konoha; llevaba abierta dos generaciones y siempre había tenido mucho éxito, tanto, que incluso había que conseguir entradas para acceder a ella debido a la multitud que se reunía tanto las noches de juerga como las de fiesta. Para una chica de 19 años, era más que perfecto. Temari no era exigente a la hora de buscar trabajo, había aprendido con el tiempo a no serlo.

Se levantó del banco con su nuevo buen humor y se dirigió a la estación del metro para ir a la otra punta de la ciudad, donde estaba el apartamento de Kouji, "su novio". Una vez llegó a la estación del metro, tuvo algo de mala suerte al encontrárselo lleno, aunque logró encontrar un sitio libre en el que se sentó de inmediato. Volvió a sacar su móvil, y pensó que debería cambiarlo ya porque tenía su tiempo, pero eso era algo que no podía permitirse. Comprobó los mensajes y, apenada, descubrió que no tenía ninguno de Kouji; hacía un par de días que habían tenido una nueva discusión, pensaba que una vez que se le pasase el enfado la llamaría, o por lo menos le enviaría un sms, pero no fue así esta vez. Quizás se estuviera cansando de ella y de su carácter fuerte e inquebrantable, y es que cuando Temari decía blanco, blanco era el color de la noche y punto. Realmente estaba pillada por ese tío, lo había conocido en el Konoha's Lounge una noche hacía un par de meses, ella salía de marcha con su hermano y los amigos, él era el DJ de la discoteca. La verdad, es que no fue muy difícil conseguir su número; a la semana ya estaban de rollo. No es que Temari fuese una chica fácil, sino que ella tenía el pensamiento de que los tíos estaban para usarlos nada más, pues ella jamás se enamoraría y mucho menos formaría una familia¿para qué?; ¿para que acabara rompiéndose como la suya? No gracias.

Y hablando de su familia, se le había olvidado preguntarle a Kankuro por su hermano pequeño, del cual, hacía una eternidad, una semana, que no sabía nada. Marcó rápidamente el número de su móvil y lo llamó… pero tenía el móvil apagado; siempre igual, - pensó, suspiró, y le escribió un sms rápido y corto. Después guardó el móvil y paseó la mirada, entonces vio a una señora mayor que iba de pie.

- señora, siéntese – le ofreció amablemente.

- gracias hija, quedan pocas jovencitas tan educadas como tú – la halagó la anciana. Temari le dedicó una tierna sonrisa.

La muchacha rubia se colocó de pie y se agarró a las barras para no caerse. Entonces se dio cuenta de que la anciana, no era la única que necesitaba un asiento. Un poco más alejada de ella, una mujer embarazada cuidaba de que nadie le diese ningún golpe a su hijo. Temari frunció el ceño; que asco de gente, - pensó viendo como nadie de los que estaban sentados le cedía el sitio a la mujer embarazada. Yo nunca tendré que proteger a nadie, - pensó, después de observar un poco a la mujer, que si no se equivocaba, debía estar de cinco meses como mínimo. Inconscientemente, se llevó una mano al estómago.

Se puso a pensar en sus cosas, cuando sintió como una mano pervertida se posaba furtiva en su cachete, por debajo de su falda. Le faltó tiempo para girarse y apartar la mano de un manotazo.

- ¡¿Qué coño hace?! – exclamó al hombre, el cual debía tener unos 30 ó 40 años, no más.

- ¿Cuánto vales? – le preguntó el mismo hombre en un susurro.

Temari abrió los ojos indignada y se reprimió el deseo de propinarle un puñetazo a aquel degenerado.

- que te follen – le soltó y se abrió paso entre la gente para alejarse de aquel hombre. Se colocó al lado de la mujer embarazada que había estado observando anteriormente.

La rubia había recuperado su mal humor y no era para menos. Cualquiera fliparía con este tipo de escenas, pero Temari, que había llevado una vida movidita, no; lo cierto era que nada la sorprendía ya. Conocía perfectamente lo que era el mundo real y lo calificaba como: una verdadera mierda. Era feminista y estaba orgullosa de serlo, odiaba a los hombres más que a nada en este mundo, aunque estaban sus dos hermanos como excepciones, pero sabía que ellos dos también harían sufrir a alguna mujer en algún momento. Era consciente de ello.

No tardaron mucho más en llegar a su destino, cuando las puertas se abrieron para dejar salir a los pasajeros, todo el mundo se abalanzó como locos hacia las salidas, como si su vida dependiese de ello. Temari esperó paciente, pero sintió como alguien la empujaba desde atrás en dirección a la mujer embarazada. Estuvo a punto de estrellarse contra ella, pero en un reflejo, se agarró a la barra e impulsó su cuerpo hacia los asientos, donde cayó de mala forma.

- ¿estás bien? – le preguntó la mujer inmediatamente, acercándose a ella.

- …sí, no ha sido nada¿y usted? – preguntó ella.

- estoy bien; siento que por mi culpa hayas recibido ese golpe – el último pasajero salía en ese momento – hay gente muy bruta e impaciente.

- lo sé… - suspiró Temari levantándose. – que asco de vida – comentó mientras caminaban hacia la salida. Temari ayudó a la mujer a bajar el pequeño escalón.

- gracias – sonrió la mujer, Temari le devolvió la sonrisa – y no todo en esta vida es un asco, hay pequeñas cosas que nos iluminan nuestra existencia – comentó la mujer, mientras se frotaba afectivamente su barriga.

Temari le dedicó una mirada cálida.

- tiene suerte de tener una madre estupenda – comentó Temari, sorprendiendo a la mujer y dejándola con la palabra en la boca, ya que terminó de decir la frase y se marchó.

Mientras caminaba se frotó el brazo izquierdo dolorido, seguramente mañana tendría un bonito moratón. Maldijo a quien le hubiese empujado y siguió avanzando con su mal humor. Por suerte, la casa de Kouji no estaba muy lejos de la estación, a unas cuatro calles. Mientras caminaba decidió llamarle y avisarle de que iba a ir a verle, pero no le cogió el móvil. Espero que no siga enfadado, - pensó y siguió caminando a paso rápido. Lo último que le apetecía ese día era tener una discusión con Kouji.

Llegó a su bloque y subió las escaleras, soportando los piropos de los típicos colgaos que había en el portal siempre. Los ignoró y subió las escaleras de dos en dos hacia la segunda planta. Buscó la llave entre sus ropas en la bolsa, pero entonces escuchó unos ruiditos del interior del piso. Unas risas… femeninas. Temari se apresuró en localizar las llaves y abrió la puerta sin previo aviso. Entró en el piso y se quedó pálida al ver a su chico con otra tía, revolcándose por el sofá, desnudos completamente.

La chica soltó un grito agudo y fue rápidamente a taparse con una pequeña manta que había en el suelo. Kouji, por su parte, intentó excusase.

- ¡Temari! – exclamó al verla.

- ahora entiendo por qué no respondías al móvil… ¡estabas demasiado ocupado teniendo orgasmos con esa zorra! – gritó y acto seguido, se marchó de allí.

- ¡no espera Temari, puedo explicártelo! – exclamó él, mientras se colocaba los calzoncillos.

Pero Temari hacía caso omiso de sus palabras y ya bajaba las escaleras a toda prisa.

- ¡Temari!; ¡Temari! – la llamaba.

- ¡que te follen Kouji, nunca mejor dicho! – exclamó ella sintiendo la cólera en cada poro de su piel.

- ¡Temari…! está bien¡haz lo que te de la gana, sabes que volverás igualmente! – fue lo último que escuchó de él.

Temari siguió avanzando con la cabeza bien alta y sin dudar, si no había llorado por cosas peores, menos lloraría por la traición de un hombre. Después de todo, Kouji sólo había sido sexo, aunque en lo más profundo de su ser, desease que por fin hubiese encontrado a su hombre. Pero no, de nuevo se equivocaba. Éste era el último chico moreno y de pelo largo en el que se fijaba, ya que siempre habían tenido estas características, y por lo visto, no le había ido nada bien. Aunque lo mejor que podía hacer era pasar un rato de los tíos y darse un tiempo para sí misma. Pero Temari sabía que no podía concederse ese privilegio.

Porque, aunque no estuviese preparada para amar, deseaba con todo su corazón ser amada.

Definitivamente, era el lugar perfecto para que ella viviese, aunque a al vez, el que menos le pegaba. El edifico era antiguo y había tenido ya un par de reformas, pero sus cimientos sólidos, aun aguantaban los estragos del tiempo. Las paredes de la fachada estaban pintadas de un color crema suave y cálida. Las escaleras de mármol blanco estaban relucientes, y las esquinas del pasillo limpias. Daba gusto ver los cristales completos, sin agujeros provocados por pedradas de estúpidos. No llevaba ni dos minutos en el edificio, y Temari ya se había acostumbrado al agradable silencio y paz que transmitía. Respiró hondo empapándose de la fragancia floral que se respiraba en el aire. Parecía un sueño todo aquello.

Subió las cuatro plantas sin problemas, no recordaba ese olor ni esa paz, cuando vino dos días atrás con el hombre de la inmobiliaria no percibió nada de lo que percibía ahora. Realmente no se fijó en nada, solo se apresuró en firmar los papeles. No había moho, ni suciedad, ni ruido, ni yonkis, ni nada de lo que había en su antiguo piso, eso fue más que suficiente para convencer a Temari de que el piso debería ser suyo, además, como estaba construido hacía ya lo menos 40 años, y había tenido un par de reformas, el precio del alquiler estaba muy rebajado. Para Temari fue como una bendición del cielo.

Sacó las llaves de la bolsa y abrió la puerta… aunque la imagen que se encontró a continuación, era justamente lo último que esperaba ver.

El piso, SU piso, estaba lleno de cajas de mudanzas que no eran suyas precisamente. Lo primero que pensó al verlas es que su anterior inquilino aun no se había llevado sus cosas y eso la mosqueó. Pero cuando sintió un sollozo interrumpido y dio varios pasos hacia delante, cerrando la puerta tras sí, se percató de que había alguien más en SU piso. Ese alguien, estaba acurrucado entre las cajas de mudanzas, en una posición muy indefensa, una expresión de sorpresa en su rostro por su repentina interrupción, y de derrota, por algo que Temari desconocía. En otras circunstancias, le hubiera incluso gritado, pero lo que veía delante suya, no era más que el reflejo de sí misma, unos años atrás.

Y la mirada azulada de Temari conectó con la verdosa de Sakura, haciendo que una corriente eléctrica recorriese la espalda de ambas.

El tiempo pareció detenerse en ese momento… pero nada es eterno, y menos los silencios cuando Temari no tiene un buen día.

- ¿estás bien? – le preguntó, alejando su mal humor por unos momentos, a la vez que soltaba su bolsa en el suelo y se acercaba a la muchacha.

Sakura se secó las lágrimas de los ojos, aun no cabía en su sorpresa.

- …sí… ¡sí!… - contestó – tú… ¿eres un ángel?…

Temari no pudo sino elevar una ceja ante la pregunta, ella era todo menos eso. No entendía que hacía esa niña, sí niña, ahí. Debía de tener unos 15 ó 16 años, más o menos la edad de su hermano menor, pero se la veía tan indefensa y desamparada, que no pudo evitar sentir lástima por ella.

- bueno… más bien lo contrario – admitió Temari, con una pequeña sonrisa.

- je… perdona mi comentario – dijo Sakura, volviendo a sus cabales.

- tranquila, a todas nos dan bajones… supongo – lo cierto era que Temari no sabía muy bien qué decir o cómo actuar.

- y tú… ¿Quién eres? – preguntó Sakura, mientras se levantaba.

- Temari… ¡espera, un momento! – Temari cayó en el pequeño detalle de que esa niña estaba en SU casa - ¡¿Quién demonios eres tú?!… ¡¿y qué haces en MÍ casa?!

- ¿eh? – Sakura parpadeó confusa – debe de haber una equivocación, porque yo vivo aquí desde hoy.

- ¿Qué?… ¡no, imposible!… - Temari cayó en la cuenta de algo - ¡hey!… ¿cómo has entrado?

- porque tengo la llave – dijo Sakura sacándola de su bolsillo - ¿ves?, ya te he dicho que vivo aquí.

- ¿éste es el 4º D, cierto? – preguntó la rubia para asegurarse. Sakura asintió - ¡entonces no hay ningún fallo!… ¡ésta casa es mía!

- ¡te digo que no! – exclamó Sakura.

- bueno… está claro que así no vamos a solucionar nada… - comentó Temari sacando su móvil – voy a llamar a los de la inmobiliaria, a ver que diablos está ocurriendo. – Sakura volvió a asentir.

Temari comenzó a dar vueltas por la habitación, Sakura esperó de pie, con la vista clavada en la rubia.

- ¿todas estas cajas son tuyas? – le preguntó, alzando una ceja.

- sí, y los muebles también – Temari echó un vistazo a los muebles vacíos de la estancia – me los han comprado mis padres para el piso.

- hmp… - Temari esperó pacientemente a que le cogiesen el teléfono – si, hola, soy Shikaku Temari, hace dos días firmé los papeles del alquiler del piso… sí, la misma, se acuerda de mí¿no? – pausa. Sakura se muerde el labio inferior impaciente – Ajá. Bien, resulta que hoy, cuando he llegado a mi nueva casa, me he encontrado con otra inquilina en su interior que afirma que ésta es su casa también… ¿pueden explicarme por qué me estoy peleando con una muchacha sobre MÍ piso? – pregunta, pacientemente, Temari. De nuevo una pausa prolongada – oiga, no quiero excusas, quiero una respuesta clara… bien, vaya a consultarlo pero no tarde que la factura del teléfono luego la pago yo. Incompetentes… - murmuró Temari rodando los ojos.

Pasó un pequeño tiempo en silencio, en el que Temari analizó a Sakura de arriba abajo. Era alta, delgada y no estaba mal dotada, aunque vestía poco femenina y algo infantil para su gusto: mayas verdes y una camiseta roja de mangas cortas, muy corriente, que no le marcaba ninguna curva. Su piel estaba menos bronceada que la suya, aunque la muchacha tampoco estaba pálida. Sus cabellos eran rosados, Temari pensó que eran teñidos, y le pareció muy cursi teñirse el pelo de un color tan empalagoso como era el rosa chicle. Aunque tenía una piel perfecta y unos preciosos ojos, eso tenía que reconocerlo.

Temari seguía preguntándose que hacía una niña como ella "viviendo" sola.

- sí, sigo aquí… - Temari escuchó al hombre – Shikaku Temari… si… y ella es…

- Haruno Sakura – agregó rápidamente Sakura.

- Haruno Sakura – repitió Temari, esperó, escuchó al hombre que la atendía… y acabó estallando - ¡¿Qué?!… ¡¿cómo que nos ha alquilado el piso a las dos por error, y ahora que se supone que tenemos que hacer?! – Sakura abrió los ojos por la sorpresa - ¡no quiero sus disculpas, quiero una solución!… - la rubia suspiró intentando tranquilizarse, demasiados sobresaltos por un día. – de acuerdo… está bien, espero su llamada mañana por la mañana. – y colgó.

- ¿Qué ocurre al final? – preguntó temerosa la pelirrosa.

- pues que los incompetentes estos se han confundido y nos han alquilado el piso a ambas… dice que mañana me llamará y dirá a quien pertenece.

- ¡no puede ser! – exclamó Sakura a punto de soltar lágrimas de nuevo.

- como lo oyes… así que parece que por hoy tendremos que dormir ambas aquí.

Se miraron y acabaron con un suspiro de resignación.

- voy a darme un baño si no te importa… - le dijo Temari - ¿está la bañera preparada?

- sí, adelante – le dijo Sakura.

Temari cogió ropa limpia de su bolsa y se fue al baño, cerró la puerta, echó el pestillo, y se dispuso a disfrutar de un agradable baño que esperaba que la hiciese olvidar todas las cosas que le habían sucedido en el día. Pero antes de temerse, cuando aun estaba en ropa interior, sintió unos golpecitos en la puerta.

- esto… Temari-san… me pregunta si tenías toalla.

La aludida miró a su alrededor y se percató de que no tenía ninguna. Abrió la puerta. Cuando Sakura la vio no pudo evitar sonrosarse por la sorpresa y mirar hacia otro lado, a la vez que extendía el brazo para darle la toalla.

- ¡toma!…

- gracias Sakura… - le dijo la rubia con una tierna sonrisa, que incrementó el sonrojo de la pelirrosa.

Sakura se quedó embobada mirándola, que guapa es, - pensó, pero la voz de Temari la sacó de sus pensamientos.

- hey, te has puesto roja – rió la rubia; tiene una sonrisa muy bonita, pensó Sakura – tranquila que no pasa nada… un momento – Temari alzó una ceja - ¿no serás…?

- ¡no, no, no! – negó Sakura inmediatamente – a mí me gustan mucho los chicos, me encantan vamos… quiero decir, que no me atraen las chicas, que…

- tranquila, que te he entendido a la primera – volvió a reír Temari – voy a darme un baño – anunció y cerró la puerta de nuevo.

- vale… - susurró Sakura; ¡mierda, debe pensar que soy rarita!… primero me encuentra llorando en el suelo, y ahora esto… bien empezamos Sakura, pensó la Haruno.

Sakura, mientras Temari se bañaba, recogió un poco las cajas que había por medio, llevándoselas todas a su habitación. Lo cierto era que así se podía apreciar la amplitud del piso. Sakura fue a la cocina y vio la bolsa de comida que su madre le había dejado, había suficiente para dos días, aunque Sakura lo preparó casi todo para cenar esa noche. Cuando Temari salió del baño, vestida aunque con los cabellos empapados, se asombró al ver el pequeño banquete que la niña había preparado.

- vaya, debes tener un apetito voraz – bromeó Temari, a la vez que sentía como su estómago rugía de hambre y su saliva empezaba a trabajar más de la cuenta al ver el aspecto tan apetitoso de la comida.

- bueno yo… lo he preparado para ambas – sonrió tímidamente Sakura.

- ¿en serio? – Temari se sorprendió de que hubiese pensado en ella también.

- sí pero… no creo que sepa muy bien, además… - Sakura se sorprendió al ver como la muchacha rubia se sentaba en la mesa y empezaba a engullir.

Temari se dio cuenta de lo que estaba haciendo, tragó lo que tenía en la boca, bebió un poco de agua y la miró.

- perdóname, pero es que no he comido nada en todo el día… - suspiró – hoy he tenido un día de perros además.

- ¡no pasa nada! – exclamó Sakura, feliz de que le gustase lo que había preparado.

- pero come tú también que sino me vas a hacer sentirme mal.

- ¡sí! – y se sentó en el otro taburete.

Aun no tenían mesas ni sillas, sólo la pequeña barra de la cocina americana y dos taburetes. Durante la cena no hablaron de nada más que de cosas triviales, no había mucha confianza todavía, pero ninguna de las dos podía evitar sentir curiosidad por la otra, especialmente Temari, que no entendía que hacía una niña como ella viviendo sola, aunque no quiso preguntarle ya que no era asunto suyo. Disfrutó de la cena, hacía tiempo que no comía tan bien, a ella no se le daba bien la cocina, además de que no tenía tiempo muchas veces de hacerse de comer, por lo que solía comer comida enlatada o lista para calentar en el microondas.

- ¡ah! No puedo más… ¡hacía tiempo que no probaba algo tan delicioso! – exclamó Temari cuando finalizó.

- me alegro de que te guste – sonrió Sakura, luego se levantó e hizo ademán de recoger la mesa.

- ¡nada de eso! – la detuvo Temari – yo recojo, tú ve a ducharte que luego se hace tarde…

- pero…

- ¡ve! – le ordenó.

- ¡Temari-san! – exclamó de repente Sakura - ¿Qué te ha pasado en el brazo?

Temari se miró el brazo izquierdo, como llevaba una camiseta de tirantes se le veía la zona donde se había dado el porrazo esa tarde.

- un golpe que me di… - dio por toda explicación.

- ¡deja que te lo cure! – le pidió Sakura, a la vez que salía a por el botiquín que tenía en una de las cajas.

- ¿un botiquín? – preguntó alzando una ceja la rubia.

- siempre lo llevo conmigo – aseguró la menor – la herida está infectada… así que te la voy a desinfectar, te va a escocer – le dijo mientras le ponía el algodón en el brazo.

- ¡auch! – Temari se apartó de inmediato. - ¡eso duele!

- eso es síntoma de cura; es mejor desinfectártelo que dejártelo así, créeme, después se puede poner peor. – Temari se sorprendió; la primera impresión que le había causado no había sido muy buena que digamos, es decir, que le había parecido una niña mimada e indefensa. Pero al parecer, tenía algo de carácter, a pesar de ser tímida al principio.

- vale mamá – sacó la lengua la rubia. Sakura le sonrió. Lo cierto es que la pequeña pelirrosa le estaba cayendo bastante bien.

- listo. – Temari se miró la tirita. – mañana te lo volveré a curar. – aseguró la pelirrosa mientras iba a guardar su botiquín.

- gracias… vaya, es la segunda vez que te las doy en hora y media – sonrió Temari.

Un rato después, Sakura estaba envuelta en una toalla rosada de tamaño medio, que le dejaba sus largas y hermosas piernas al aire. Acababa de darse su primer baño en su nueva casa y, esperaba, definitiva. El cabello lo traía envuelto en otra toalla del mismo color. Encendió la luz desde el interruptor y se sentó en la cama con el cepillo en la mano. Iba a quitarse la toalla de la cabeza cuando su móvil sonó.

- ¿si? – contestó mientras se quitaba la toalla. Había puesto el manos libres en el móvil.

- so-y yo – susurró una voz, diciéndolo en tres sílabas.

Sakura dejó caer el cepillo del pelo al suelo y se quedó mirando el móvil con los ojos abiertos como platos. Le faltó tiempo para abalanzarse sobre el móvil, quitar el manos libres, y pegarse el teléfono a la oreja.

- ¡Tenshi! – exclamó Sakura alegremente.

- ¡premio! – exclamó la voz masculina al otro lado - ¿cómo está mi flor de cerezo?

- ¡ahora genial! – sonrió ella. - ¿Qué tal todo?

- por aquí todo bien, tu prima lleva ya tres ligues en esta semana… es un no parar – suspiró abatido el muchacho.

- sí, lo sé – rió ella - ¿y tú qué?; ¿has vuelto a romper algún corazón?

- no – rió él – últimamente me estoy quietecito…

- ¡¿será posible que estés asentando la cabeza?! – exclamó ella dramatizando.

- oye, que yo la cabeza la tengo muy bien asentada… - dijo haciéndose el ofendido – dime¿cómo te va? – preguntó más serio.

- bien… liada con la mudanza.

- dile a tu madre que echo de menos sus tartas…

- ¡se lo diré! – volvió a reír. - ¿Cómo va Haku?

- Pues… huyendo de la policía como siempre, ya sabes – dijo restándole importancia.

- este chico me preocupa, el día que lo pillen no lo vuelven a soltar. – dijo ella con pesar.

- me duele la boca de decírselo, pero ya sabes cual es su excusa: le debo quien soy a Zabuza… - dijo, imitando la voz de su amigo – en fin.

- con lo maduro que es para unas cosas y lo ingenuo que es para otras… - suspiró Sakura.

- ya ves, bueno y… ¿cómo llevas lo otro? – se hizo una pausa que Tenshi no interrumpió hasta que Sakura no respondiese.

- bien… - dijo al fin.

- tu anterior silencio te delata. – le dijo en un suspiro.

- … en serio… él es pasado…

- ¿le has visto? – esa pregunta molestó a la pelirrosa.

- Tenshi, no estoy en Konoha por él, ya lo sabes. – aseguró, mientras comenzaba a caminar por la habitación.

- lo sé, lo sé, pero ya que ambos estáis allí pues…

- no – dijo rotundamente – no funcionaría… de todas formas, no le digas que estoy aquí¿vale? – le pidió – al menos, no hasta que esté preparada para volverle a ver.

- como quieras… tengo noticias de él¿quieres saberlas?

- ¿son buenas?

- sí.

- entonces con saber eso me basta.

- como quieras… bueno cariño, tengo que dejarte que no tengo más dinero para echarle a la cabina¡ya te llamaré! – exclamó, e imitó el sonido de los besos.

- ¡hasta pronto y cuidaos!; ¡manda saludos a Aiko y Haku…! – pero la llamada se cortó.

Sakura tiró el móvil a la cama, se sentó en ella, y se llevó las manos a la cara. Aun le dolía, le dolía mucho, escuchar cualquier mención sobre él, 10 meses era muy poco tiempo. Sakura se echó hacia atrás en la cama y cerró los ojos, notando la humedad debajo de ella. Unos diez minutos después, se levantó y se puso el pijama. Cuando se levantó de la cama, vio su figura dibujada en la colcha, por el agua.

Se cepilló el pelo y se lo secó, luego se acostó, pero no pegó ojo en toda la noche.

Se levantó un buen rato después, cansada de dar vueltas en la cama y a sus recuerdos; fue al salón y vio a Temari sentada en uno de los taburetes con una lata de cerveza en las manos. Estaba pensativa y no se dio cuenta de su presencia.

- dicen que la leche ayuda a dormir – dijo Sakura para hacerse notar. – pero no sabía que la cerveza también.

- pues a mí no me ayuda en nada ninguna de las dos bebidas… - suspiró Temari.

- no puedo dormir¿te importa que te haga compañía? – preguntó la pelirrosa sentándose.

- adelante… - se hizo un pequeño silencio, el cual fue interrumpido por la rubia - ¿Cuántos años tienes, Sakura?

- ¿eh? – lo cierto es que la pregunta la pilló por sorpresa – cumplí 16 en marzo – contestó; estaban a principios de septiembre.

- ¿y se puede saber que hace una niña de 16 años viviendo sola?

Sakura suspiró y se miró las manos. La historia de su vida no era precisamente corta.

- es una historia muy larga…

- bueno, no tengo nada mejor que hacer – contestó la rubia, mientras sorbía de su cerveza.

- de acuerdo, pero luego no digas que no te avisé…

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Proseguirá…

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Espero vuestros comentarios con un review, en serio, es gratis y puedes escribir todo lo que quieras, vamos¿Qué te cuesta?

Nos leemos pronto.

Nyx.

28/04/07