Hola a todos! Bienvenidos a mi primer fic! Ojalá les guste y gracias por pasarse.
Disclaimer: Ningún personaje me pertenece, todos fueron creados por la increíble imaginación de la fabulosa Stephenie Meyer, yo solo juego un poquito con ellos y les inventó una que otra historia.
Resumen: Isabella Swan es una joven de clase muy baja que vive en uno de los barrios más pobres y peligrosos de Forks. Edward Cullen es un muchacho adinerado, hijo de una de las más grandes potencias de Washintong, perseguido por todo el grupo de mujeres del Instituto del pueblo. Ella lo odia… El la admira en secreto… Que sucederá cuando uno de los planes que Bella intenta llevar a cabo para arruinar la fantástica vida de Edward se eche a perder a último momento, dando así inicio a una serie de hechos y conflictos que llevaran a estas dos personas completamente diferentes a unirse a tal punto de parecer una sola. Aceptará Bella sus sentimientos hacia aquel muchacho que alguna vez odió incansablemente, o le dará paso a su orgullo, olvidando la razón por la que su corazón tanto lucha constantemente?
Capítulo 1: En la cafetería.
Bella POV.
Con mucho cuidado me acerqué lentamente a la enorme fila de adolescentes hambrientos que se encontraban a un lado de la cafetería y me formé elegantemente a su lado, sosteniendo fuertemente mi bandeja de comida con ambas manos, asegurándome de que la pequeña y brillante manzana que se encontraba peligrosamente a un lado de esta, no rodaran accidentalmente directo hacia el suelo, provocando que alguno de mis otros compañeros que caminaban libremente por la zona tropezara, estrellándose fuertemente contra el viejo piso de madera y logrando terminar en la enfermería casi de inmediato a causa de mi torpeza. Ese sería un espectáculo muy divertido de ver, pero sin embargo me retuve de ocasionarlo. Podría parecerles gracioso a todos los demás que lo observaran, pero no lo seria para mí una vez que descubrieran que la causa del horrible y espantoso accidente había sido yo. Eso era algo con lo que odiaría lidiar en caso de que alguna vez sucediera.
Suspire casi frustrada y me recargue suavemente en uno de los cuantos exhibidores de comida que rodeaban la cafetería casi en su totalidad. Había sido uno de los días más agobiantes y agotadores de toda la semana, y el que la fila para pagar el almuerzo avanzara tan lentamente no mejoraba para nada la situación. Suspire una vez más intentando relajarme y avance unos cuantos centímetros más para luego recostarme a esperar mi turno otra vez.
En mi instituto, la población estudiantil era realmente abundante, superior a cualquier otro número de alumnos en todos los institutos de la zona, y eso a veces se tornaba algo realmente intimidante, o al menos lo era si tenias en cuenta que más de la mitad de las personas del bajo Forks que asistían a esa secundaria eran drogadictos compulsivos, alcohólicos obligados a asistir a clases por la ley y asesinos prófugos sin ningún respeto por la vida humana que se ocultaban detrás de la dulce y encantadora imagen que transmitían los inteligentes estudiantes de unos apenas 17 años.
Era algo terriblemente serio y preocupante… Mi corta, dura y frágil vida peligraba de la peor manera que podía existir a cada segundo que pasaba ahí, pero luego de algunos años de codearte con ese extraño y terrorífico tipo de gente, era muy sencillo acostumbrarse, y para mi propia suerte, el lograr pasar casi desapercibida de entre todo el resto de personas era una complicada tarea que se me daba muy bien.
Recibí un leve empujón que provenía de un joven fortachón que se encontraba erguido detrás de mí, con una expresión muy fría y dura en su delgado rostro. Lo observe por unos corto segundos examinándolo ligeramente y luego volví mi vista hacia la fila en la que estaba formada, esperando para pagar mi humilde almuerzo. Casi de inmediato note un pequeño espacio entre mi persona y la chica algo gótica que se encontraba frente a mí.
Terriblemente avergonzada, camine con ligereza mientras escuchaba las silenciosas maldiciones que el chico que se encontraba detrás de mi soltaba bufando terriblemente enojado.
Había estado tan sumida en mis tristes pensamientos que ni siquiera había notado que la fila había avanzado al menos un poco. De seguro el fortachón que me hizo notar mi leve retraso estaba tan fastidiado y frustrado como yo por tener que esperar tanto a que la maldita y lenta empleada, encargada de cobrar los almuerzos de todos, se dignara a abrir su torpes ojos y así lograra que la inmensa cola de personas que se había formado avanzara un poco más rápidamente, pero tanto él como yo, sabíamos muy bien que eso era algo que nunca sucedería, al menos no mientras la cajera tuviese cerca de los 150 años.
Suspire y cambie de posición, recargando todo mi peso en mi pequeña pierna derecha, mientras paseaba mi vista por el lugar.
En ese pequeño edificio de viejos y gastados ladrillos se encontraba todo tipo de gente, de las más variadas y extrañas clases sociales.
Por un lado, estaba los populares y ricachones, un muy pequeño (y casi inexistente) grupo de apenas 10 personas, formado por los hijos de los hombres de mayor prestigio y fortuna del lugar, que no habían conseguido un cupo en el carísimo instituto privado de Forks a su debido tiempo, y sin ninguna otra opción habían ingresado a mi secundaria.
Luego se encontraba otro pequeño conjunto de personas aunque algo más abundante, en el que se ubicaban lo estudiantes de clase media, descendientes directos de familias pioneras y dueñas de pequeñas empresas del lugar, que habían trabajado desde los inicios de ese pequeño pueblo. Por lo general no eran malos, para nada lo era, pero siempre existía cierta distancia ente ellos y los demás grupos sociales, quizá simplemente para proteger su vida (y su mente) de la hipocresía de los millonarios y de la violencia de los más peligrosos.
Finalmente, se encontraba el último grupo, el más odiado, marginado y temido de todo el pueblo. Los pandilleros o simplemente las personas desafortunadas que vivían en los barrios más bajos del lugar. Ese era una extraña mezcla entre ex convictos, delincuentes desenfrenados y otro cuantos a los cuales el destino simplemente había maltratado, obligándoles a vivir en la peor de las situaciones, entre los cuales (y aunque me doliera mucho decirlo) me encontraba yo.
