La enorme y cálida chimenea ubicada en la pared central de la sala común estaba siendo cada vez más popular entre los Gryffindor que se sentaban a su alrededor a terminar sus deberes, o solo charlar un momento.
Frente al Semanario de Gryffindor, un mural con todas las informaciones de la casa, había muchos jóvenes luchando por leer la última información que se había colgado.
— Seguro que Harry nos dará más oportunidades en la prueba de mañana. — comentaba Dean Thomas, un alto y moreno chico que estaba sentado en uno de los sofás marrones frente a la chimenea.
Harry Potter era el capitán del equipo de quidditch de Gryffindor, segundo año consecutivo al mando del grupo lo habían hecho más famoso ya que gracias a él, Gryffindor seguía siendo el mejor equipo del colegio. Harry era alto, con una musculatura cada vez más en ascenso, un cabello negro azabache y ojos color verde esmeralda que encantaban en cada pestañeo que su dueño daba.
Justo arriba de esos diamantes, había una pronunciada cicatriz en forma de rayo; una simple y eterna marca.
— ¿Verdad Harry? — insistió Dean.
El chico lo miró y sonrió con ironía — Absolutamente.
Salió disparado de la sala común, el frio y el creciente nevazón lo ameritaban.
Al siguiente día serían las admisiones para el equipo de quidditch, para el puesto de guardián, mucho eran los que se habían inscrito y Harry tendría mucho trabajo que hacer por la mañana.
Aun se sentía extraño al estar caminando tranquilamente y con paz por donde se le diera la gana.
Desde que Voldemort había sido derrocado a manos de toda la orden del fénix y algunos heroicos aurores que fallecieron en el intento de exterminar a la mayor cantidad de mortifagos, Harry se sentía mucho más seguro, ya que los pocos ex seguidores de Voldemort que quedaban estaban con la mejor seguridad día y noche en Azkaban.
Su cicatriz ya no le ardía, y eso era uno de los signos que le brindaban seguridad.
Al llegar al comedor, el discurso de la profesora McGonagall ya había finalizado y los alumnos se servían comida mientras charlaban y reían.
— ¿Que dijo McGonagall?
— Solo lo común, no salir tan tarde, no alargar las prácticas de quidditch hasta después de la cena, estudiar… Ya sabes, lo normal. — Ron Weasley era un chico más alto que Harry y más fornido. Su desordenada cabellera rojiza no lograba opacar unos medianos y brillantes ojos color azul intenso. En ese momento estaba muy concentrado eligiendo más ensaladas para lograr rellenar su plato de carne asada.
Harry se le unió, y lo imito en lo de la comida.- y Hermione?
Ron bebió un sorbo de jugo y trago un gran pedazo de carne.
— Reunión de prefectas. — Siguió tragando y luego de un rato de estar con los ojos fijos en la mesa, dijo:
— Estoy muy nervioso Harry.
— Tienes que calmarte, si das la prueba mañana con todos esos nervios colapsaras y te irá terrible. Eres un excelente guardián y sabes que cada año te escogí por tus capacidades.
Una nueva gran sonrisa de tranquilidad se dibujó en el rostro de Ron y siguió comiendo.
Un momento más tarde, una chica llego a acompañar a los amigos; estatura mediana, perfecta piel y un cabello que a simple vista lucia controlado tras una peleada sesión de alisado matutino. Era Hermione Granger, la primera gran amiga de Ron y Harry. Parecía molesta, ya que se sentó sonoramente y desquitándose con un tenedor.
— Parkinson es una maldita insoportable. Propuso solo estupideces, y como el resto de las prefectas son igual de huecas que ella, todas aceptaron y nadie escucho mis propuestas. Fui la única estúpida que voto en contra y no quisieron escucharme.
Harry y Ron intercambiaron una fugaz mirada y rieron a hurtadillas, mientras Hermione atravesaba cada brúcela con una fuerza inaudita.
— ¿ Y cuáles eran esas tontas propuestas?
— Acortar el periodo de estudio, rediseñar el uniforme escolar, agregar un grupo de porristas en cada casa… solo se aprovecharon de que McGonagall no estaba presente.
Pansy Parkinson saludaba burlonamente desde la mesa Slytherin. Era una chica muy alta y delgadísima, con su cabello extremadamente liso y negro. Hermione ardía de la rabia y los chicos seguían conteniendo carcajadas que estallarían en cualquier minuto.
El resto de la cena, Harry y Ron continuaron escuchando los juicios de Hermione por un largo rato. A la hora del postre, el tema se contrasto fugazmente con quidditch y el infinito trabajo de encantamientos. Eran las nueve cuando los tres amigos salieron directamente a la sala común. Ron se quedó terminando un trabajo en pareja sobre las pociones inventadas en los años 50` junto a Lavender Brown, Hermione se sentó a leer un gigantesco libro de ruinas y Harry subió a acostarse.
Mientras se acomodaba, pensaba en los últimos detalles para mañana; en los nervios de Ron y en los comentarios que Dean Thomas tendría que tragarse.
Se imaginaba ganado la copa de quidditch gracias a las perfectas jugadas de su amigo. Estaba a punto de cerrar los ojos cuando recordó que al siguiente dia Emily llegaria, le contaría como le fue en sus exámenes médicos y con su hermosa sonrisa le alegraría el día.
Sonrió por última vez y se quedó profundamente dormido.
