Capítulo I: Ese mayordomo, informa.

Ciel Phantomhive, 13 años. Verano de 1888.

La estación había traído consigo un calor desafiante y una humedad que debía reconocerse como asfixiante. El joven estaba en medio de una reunión con un importante proveedor; charlaban de negocios y nuevas propuestas de apertura del mercado de juguetes. Ambos se conocían por antiguos tratos. Esa mañana había llegado previo anuncio de una carta, así que era una de las tantas responsabilidades que debía cumplir como líder de la familia. El té y los postres que se servían eran tan envidiables como los rumores sugerían y el decorado de la habitación donde se recibían las visitas era sobria pero sutilmente encantadora. Impresionante a la vista pero moderadamente recatada.

Aquel hombre solía halagar el liderazgo de su empresa y la buena administración en la mansión. Siempre quedaba complacido, las ideas del joven eran frescas, centradas y solían ser muy beneficiosas, monetariamente hablando, para ambas partes. Ese innato don en las negociaciones y persuasión lo habían posicionado en el lugar que merecía. Sólo los tontos se atrevían a ignorar los diamantes por ser pequeños.

― Lamento la interrupción joven amo. ― Dijo Sebastian llamándolo desde la puerta.

Ciel tuvo que disculparse con su invitado ordenando posteriormente la entrada de su inoportuno mayordomo. Éste le entregó una nota.

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[Il a reçu une lettre de la Reine]

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El escrito estaba en perfecto francés para guardar discreción con el hombre, burdamente llamado, intruso y hacía alusión a una carta de la reina. Se debía guardar la información con recelo dada su procedencia. Acababa de llegar y el mensajero recalcó con esmero la urgencia de que la misma se leyera lo antes posible. Sebastian tenía órdenes de no molestar a su amo cuando trataba asuntos de negocios, no estaba bien visto, así que de inmediato supo que no era una tarea que pudiera postergarse. Debía dar lectura.

De forma apresurada y con cierto atropello en sus acciones tuvo que despedir a su visita. El tema central de la conversación se aclaró, como primer punto, y los detalles que involucraban podían ser tratados por mensajería o en una visita previa. No era un asunto urgente y la reina siempre era prioridad. Al hombre se le ofrecieron boletos con excelentes lugares para la opera como disculpa de la ofensa y una vez los aceptó gustoso, se marchó.

Ciel se dirigió a su despacho, luego de acompañar a su visita hasta la entrada, seguido por Sebastian desde las sombras. Mientras avanzaban el mayordomo comentaba detalles sobre la hora de recepción y especulaciones del contenido por deducción del aspecto del mensajero.

― ¿Así que el perro de la reina debe entrar en acción? ― Mencionó el joven amo en voz alta con altanería.

Al arribar a su despacho las puertas se le abrieron con respeto a su nobleza. El muchachito se sentó en el ostentoso sofá y recibió el abrecartas de su mayordomo. Rompió una de las esquinas y luego deslizó la navaja reproduciendo el singular sonido del papel rompiéndose. Igual que un firme pincelazo de tinta roja. Después la leyó con atención.

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[Querido niño:

Primeramente, debo agradecerte por el agradable obsequio que enviaste a mi palacio. Las flores fueron perfectas para el baile, tienes buen gusto, y la velada con mis acompañantes fue exquisita. La próxima vez ven tú también a visitarme.

Ahora, el propósito de mi carta y querer contactarte con tanta urgencia; querido niño, estoy sumamente preocupada. Hay nuevos reportes de pequeños desaparecidos pero no tenemos idea del origen de actos tan viles. Dos de ellos, según mis fuentes, son hijos de nobles. Eso es algo que no podemos permitir. Mi gobierno debe ser fiel protector de los jovencitos, sería una lástima no regresar esos niños sanos y salvos a sus hogares. Así que, mi niño, nuevamente necesito de tu ayuda.]

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Adjunto a la carta aparecían dos fotografías, una niña y un niño. La primera, de tez blanca, cabellos castaños y ojos miel. El segundo, de tez igualmente pálida, cabellos rubios y ojos azules. Además de una nota que aclaraba detalles sobre sus fechas de desaparición, sus residencias, último lugar donde se les vio y fragmentos que podían resultar útiles sobre cartas que los padres habían enviado a la reina.

A simple vista podía apreciar que se trataban de sucesos recientes, las familias estaban bien posicionadas pero no resaltaban particularmente en el medio. Eran familias promedio dueñas de comercios comunes y corrientes; incomparables a la fortuna que poseía; pero que tenían un agradable trato con la reina y la frecuentaban en los eventos que organizaba. Ricos de nombre pero sin negocios realmente sobresalientes. Ambas familias vivían relativamente cerca pero no podía deducir nada más de esas letras.

― Parece que la carta le ha resultado interesante, joven amo. ― Confesó Sebastian con esa curiosa sonrisa que Ciel detestaba. Era burlona y guardaba pocas buenas intenciones.

― ¿Interesante? ― Replicó conteniendo su risa y malignas intenciones. ― Puede que tengas razón.

El mayordomo esperó firme como un guardián a las órdenes de su amo.

― Nuevamente han habido desapariciones.

― ¿De niños? ― Preguntó Sebastian por intuición.

― Así es. ― Suspiró con pesadez y cansancio arrogando la carta sobre el escritorio para mostrar las fotografías. ― La reina dice estar preocupada. ― Mencionó como eufemismo de «tenemos trabajo».

Por un momento recordó la cruda experiencia del circo, no quería tener una terrible experiencia como esa. Sacudió su cabeza en negativa, un par de veces, antes de continuar.

― Hay que investigar, no podemos perder ni un minuto más. Sebastian, prepara el carruaje de inmediato. Saldremos después del almuerzo.

― Sí, mi señor.

= Continuará =

Tenía un par de meses con esta idea en la cabeza pero no encontraba tiempo para realizarla, ha sido un corto inicio pero sólo porque quiero mantener la tensión.

Desde ahora advierto que soy algo irregular con mis actualizaciones pero trato de encontrar espacio en mis horarios para dedicarme a ellas. Será mi primer fic (largo) en este fandom y espero que puedan disfrutarlo tanto como yo lo hago al escribirlo.

¿Alguna idea de lo que ocurrirá en el siguiente capítulo? De ante mano, muchas gracias por leer.