El corazón de un Tirano

Descargo de responsabilidad: Resident Evil y sus personajes no me pertenecen. Ni Leon, ni Wesker, muy lamentablemente. =(

1.- Dilema Ético

La habitación era blanca. Tan blanca, que la sangre que resbalaba de las ropas del hombre parado del otro lado de la habitación, resaltaba de forma alarmante.

Sangre que, para alivio y extrañeza de Claire, era solamente de él y no de alguno de sus amigos. Bueno, tal vez un poco de Chris.

La alarma del cuarto había dejado de sonar hacia varios segundos y el ambiente estaba envuelto en un grave e incómodo silencio.

La joven Redfield se apoyó en la puerta, sin dejar de apuntarle al ex-Capitán de los S.T.A.R.S, quien continuaba mirándola con su pose de altanería y sus orbes penetrantes escondidas detrás de esos lentes negros.

-¿Así es como tratas a los viejos amigos, corazón?- le dijo, empezando a caminar hacia ella, a un paso tan lento que le exasperaba de sobremanera. Se hallaba dispuesta a jalar el gatillo al menor movimiento inhumano de Wesker.

Aunque, si las palabras de aquel hijo de perra eran ciertas, ya no le era posible protegerse detrás de esas extrañas habilidades.

-¡Para! ¡No camines ni un solo paso más, Wesker!- gritó Claire, poniendo el dedo un poco más cerca del gatillo.

-¿O qué? ¿Vas a matarme, corazón?- Albert hizo aparecer en su rostro una sonrisa socarrona.-Tú no puedes hacer eso, Claire Redfield. Sabes que no-

Él sabía que no tenía el dominio de la situación… Aún era humano ya que no había surtido efecto la nueva dosis de Uroboros que había inyectado en su torrente sanguíneo. Sin embargo, debía fingir que él tenía entre sus garras. Debía fingir que Claire aún era la chica de 25 años que iba a la estación de policía en busca de su hermano; que aún estudiaba la Universidad y que le miraba con unos extraños ojos aguamarina.

Sabía que siendo humano sería un poco más complicado desarmar a la pequeña señorita Redfield, aún más estando herido, pero seguía siendo más fuerte y veloz que ella. Aún tenía las habilidades que le habían llevado a ese punto. Gran destreza y astucia, así como sus amplios conocimientos de artes marciales.

-Es una lástima ¿sabes?, nadie tenía porque salir herido; tus amigos entrometidos necesitan siempre estar en asuntos que no les concierne… Sólo unos cuantos piquetes a la señorita Valentine y habría podido obtener lo que deseo sin provocar tantas… molestias-dijo cavilando en sus pasos.

Hacía mucho tiempo que no se sentía tan fuera de sí mismo. Había olvidado lo que era sentirse débil por la pérdida de sangre, desde sus tiempos como líder de los S.T.A.R.S.

La sensación le llevó de vuelta al volcán, sin embargo, también le trajo un vago recuerdo de su primera muerte. Los escalofríos, la tibieza de su propia sangre, todo terminando en una oscuridad perpetua.

Se sacudió esos pensamientos inútiles y molestos.

Y la pelirroja se torturaba haciéndose sólo una pregunta.

¿Cómo demonios sobrevivió?

Era algo inconcebible, hilarante y… muy frustrante. Casi se sentía como un cangrejito queriendo con una pinza detener la violenta marea. Al altanero, prepotente, y si bien recordaba al mismo Albert Wesker que había sido jefe de su hermano, entre sus momentos de psicópata, un hombre tenaz.

Un tanto infantil, ella siempre buscaba recordar a las personas que le rodeaban por sus mejores características; había odiado eso de sí misma toda la vida: Conservar los mejores recuerdos, memorias que no importaban si la persona era buena o mala, tendría presente con cariño. "Eres una tonta"- se dijo, sin dejar de poner atención en aquellas gafas oscuras.

Quizá Wesker tenía razón: "Ella no podía matarlo"

-¿Qué es lo que deseas obtener? ¿Otro maldito virus que te logre dar la inmortalidad? ¿O mejorar la humanidad mediante tu "selección natural"? ¿De qué se trata esta vez?

Wesker sonrió para sus adentros. "Pobre pequeña Redfield, creí que serías un poco más lista"

Había pasado días enteros estudiando su sangre. Saboreando la posibilidad que los Uroboros pudieran volver a tener efecto en él. Pero era imposible. Ahora era inmune a ellos. Estaba condenado a la mortalidad, lo que estaba empezando a crear en él su propia versión de desesperación.

-No creo que mis asuntos sean de tu interés ¿O sí, señorita Redfield?-dijo el mayor, apoyando su mano enguantada en la pared, preparándose para arrancar la magnum de las manos de Claire, ahora que se encontraba a una distancia mucho más corta.

-Desde que me secuestraste, intentaste matar a mi hermano un par de veces, tus asuntos ya son un punto en mi agenda, Wesker- Claire tragó audiblemente, ante la falta de reacción del hombre vestido de negro.

Sin aviso alguno, el hombre se lanzó sobre ella, corriendo veloz para, segundos más tarde, dar una larga marometa que le permitió patear la pistola y alejarla de su dueña.

Sin embargo, y para sorpresa del mayor, el movimiento lo dejó cansado y el hacerse de este conocimiento le perturbó aún más.

Pero Albert Wesker jamás reconocería su propia debilidad.

Corrió lo más rápido que pudo con dirección al arma, aunque Claire había reaccionado más rápido y le llevaba ventaja.

Y al tenerla en sus manos, sin pensarlo, disparó.

Calló sobre sus propias rodillas, reprimiendo un enorme gritó de dolor.

Su muslo comenzó a sangrar sin control y el ardor le obligó a tumbarse sobre su costado.

Claire miró a la víctima de su bala y pudo notar la mirada de profundo odio que él le dedicó, pues en el ajetreo, Wesker había perdido los lentes oscuros.

Casi comenzó a temblar al ser enfocada por esas iris.

Las orbes que la atravesaban como rifles, no eran de un carmesí aterrador, sino de un azul eléctrico que le hacía profundizarse en la marea con la cual le había comparado con anterioridad.

Violentos, oscuros, intimidantes, misteriosos.

La respiración del miembro de Umbrella Corp. era superficial; con una mano sostenía su herida y con la otra trataba de levantarse del suelo y seguirle dando vuelo a su ira.

Claire estaba paralizada. No sólo por la sangre que se regaba atreves del suelo, sino por la verdad que había traído consigo aquellos ojos azules.

Wesker era de verdad humano. No mentía al decirlo. No era una trampa.

Y podía sonar estúpido decir algo así, ya que desde un principio había tenido en mente que Wesker no pudo haber nacido fenómeno.

Pero ahora lucía casi… vulnerable.

Antes de permitir seguir a Claire con sus reflexiones o decidirse a decir algo, pasó lo improbable.

Wesker cayó inconsciente, víctima de la herida de bala y los rasguños que había recibido con anterioridad, cortesía del cuchillo de su hermano.

La menor de los Redfield se permitió resbalar por la pared, suspirando de alivio. El aire en sus pulmones fue liberado poco a poco atreves de sus labios, tratando de regular sus aceleradas inhalaciones.

Se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano, doblándose sobre sus rodillas y colocando los codos encima, dejando descansar sus tensos brazos un poco.

Pudo comprobar que el hombre seguía con vida, debido al poco profundo pero veloz inflar de su pecho, por debajo de las muchas vestiduras negras.

"¿En verdad estará malherido? No quiero ponerme a festejar antes de tiempo." Pensó con una pizca de humor.

Sin previo aviso y haciéndola brincar de su asiento, producto de la tensión acumulada, una voz estruendosa resonó en todo el cuarto, a través de las bocinas colocadas en las esquinas del lugar; como si el destino no le permitiera por una vez en su vida ser mala y alegrarse de la condición del hombre.

-"Amenaza inminente. Amenaza inminente. Cuartos de aislamiento: Bloqueados. Eliminación de agente desconocido requerida. Salidas: Bolqueadas. Proceso de desinfección en curso"-

"Como si no tuviera cosas de las que preocuparme"

La voz dejó un amplio vacío en la habitación y dejó a Claire con una sensación de desolación intensa.

-"Estoy atrapada. No sé cómo se encuentran mis compañeros; si aún continúan con vida… Y hasta que no acaben con algún maldito mutante repugnante, me quedaré con un genocida que bien puede estar desangrándose hasta la muerte. ¿No es acaso un adorable dilema ético?"

Meneó la cabeza, como intentando disipar el dolor que sabía inminente por la presión en sus sienes.

¿Qué rayos debo de hacer? – reflexionaba mirando al cuerpo del archi-enemigo de su hermano.

Si ayudaba a Wesker, sería como traicionar a Chris y a todos sus compañeros, después de lo que ese degenerado les había hecho pasar. Sería permitirle conservar una vida que había acabado con muchas otras.

Niños inocentes de su locura.

Hombres y mujeres víctimas de sus delirios y su ambición obsesiva.

Si lo dejaba morir, sería terminar con una guerra que lucía infinita, y el mundo estaría libre de al menos uno de sus mayores problemas. Además, sonaba bien el no temerle a que un loco intente matarte a ti y a tu hermano por decimoquinta vez.

Pero por otro lado, no podrían acabar completamente con Umbrella. Una parte de ella le susurraba sínica, que siempre existiría alguien con ansias de poder. Asumiría el lugar de Wesker y que todo eso no acabaría sino se erradicaba desde lo más profundo.

Tenía que sacar provecho de la condición del hombre y exprimir sus conocimientos al máximo para que esa reclusión no fuera en vano.

"Bueno, sea lo que sea que haga, dedo decidirme pronto"

Se quitó la chaqueta presurosa, como si temiera cambiar de opinión en cualquier momento.

Cautelosa, se acercó al cuerpo que yacía en el suelo blanco. Pero antes de estar lo suficientemente cerca, buscó comprobar que Wesker no despertaría y le propinaría una paliza que en verdad recordaría toda su vida, si es que sobrevivía.

Fue a las estanterías de los lados, buscando algo de utilidad para tratarle y no solo la chaqueta que estaba utilizando provisionalmente para terminar con la hemorragia. Encontró con cierta satisfacción suficientes suministros médicos para curarlo, recurriendo a sus no muy refinados conocimientos de medicina.

Había algunas toallas, vendas, antisépticos y anestésicos, que harían dormir a Wesker como un niño pequeño.

Pensándolo bien, si se hallaba tan débil como su tono fantasmal indicaba, podía no despertar del cloroformo.

Claire tomó las toallas, gasas y las vedas. Escondió la pistola lo mejor que pudo, asegurándose de que el ex-capitán no abriera los ojos y metiera su nariz en "asuntos fuera de su interés".

Se armó con una pequeña navaja de bolsillo y se acercó al hombre herido.

No, definitivo. Wesker no planeaba tomarle desprevenida.

Lo primero que hizo, fue rodarlo sobre su espalda, con tan poca sutileza que quizá si hubiera estado despierto, le habría reclamado por tratarlo como un montón de carne.

Pudo sentir la levita negra de piel de cocodrilo. Unos cuantos cortes en su abdomen habían rasgado completamente la tela, y había dos desgarres graves en su hombro y costado derecho.

Tal vez Wesker, aún siendo inconsciente de su humanidad, les había restado importancia, aún cuan dolieran como el infierno.

"Después de sobrevivir a que te atraviese un Tyranth por el pecho y a un volcán; ha de ser como sentir la suave brisa de la primavera" pensó esa parte de Claire encargada del humor negro.

Entonces, giró a ver el rostro de aquel hombre que tanto mal le había causado a todos los que conocía.

Sus rasgos eran demasiado simétricos, y cualquiera que lo hubiera visto dormido, y sin conocerlo, le habría confundido con un arcángel. Tranquilo, las líneas de expresión que empezaban a formarse en su frente, parecían finos pincelazos de sombra. Su cabello era rubio, sin embargo, en las raíces podía notarse un color un tanto más oscuro, pero siempre pulcramente acomodado. Claire se preguntó si quizá alguna vez tuvo pareja, o la tenía actualmente puesto que, aunque le costara admitirlo, era muy atractivo. Quizá sí era un arcángel. Un arcángel de muerte.

"¡Claire Redfield! ¡Pero qué rayos estas pensando!"- Sacudió de su cabeza esos pensamientos que no le llevaban a nada, y después de contemplar a su paciente unos segundos, se dio cuenta de un inconveniente.

¿Desnudar a Wesker?

Tragó saliva.

"Piensa que es Chris"

"No, mejor no pienses eso"

Claire tomó un respiro muy profundo, diciéndose que debía comportarse como una enfermera profesional, ser fría y calculadora, y guardar sus pensamientos infantiles para otro día.

Comenzó a bajar el cierre de la levita, desde el cuello, dejándole ver un torso pálido y muy trabajado.

Se dio cuenta que no podía hacer mucho por él. Quizá ponerle unos torniquetes para desacelerar el sangrado, pero no más. Si no tenía atención médica real pronto, probablemente moriría.

En aquella habitación había una cama, un estante con provisiones aún lado del que contenía los medicamentos y sustancias químicas, un escritorio detrás de donde Wesker había sucumbido, así como una cortina tipo enfermería.

"¿Cómo pude no verla antes?"

Corrió a deslizarla, encontrando una puerta para su alegría, y segundos después, viendo para su decepción, que sólo se trataba de un baño.

"Al menos podré lavarle las heridas"-

Fue por un recipiente de vidrio al mueble de vidrio, aunque sólo encontró vasos de precipitado. Llenó varios y los llevó aún lado de Wesker.

Tomó una de las toallas y la colocó sobre la herida del muslo, quitando su chaqueta que había quedado llena de aquel líquido vital. La arrojó aún lado. La bala no había perforado la arteria principal; ya habría estado muerto para entonces, si ese hubiera sido el caso.

Aún así, era mucha sangre.

Claire se encontró con su voz interna que le decía: "Debiste de ser más rápida y menos indecisa, quizá ahora es demasiado tarde para él."

Aplicó presión en la herida y le dio varias vueltas con una venda. Era algo hechizo, pero, para su orgullo, la hemorragia estaba contenida completamente.

¿Era estúpida su voz interna o qué? Era Wesker, el asesino en masa, el torturador de Jill, el demonio encarnado para Chris. No había motivos para sentir culpabilidad si él moría enfrente de ella.

Aún si era en sus brazos.

Eso no logró hacerla sentir mejor.

Ni un poquito.

Inició la tarea de limpiar las heridas del torso, viendo que la del costado era un tanto profunda. Mojó una toalla y de manera mecánica limpió las laceraciones.

"Vaya, quien diría, su sangre es tan roja como la de cualquiera" Y de nuevo, tuvo que reprenderse mentalmente.

Entonces, sus pensamientos regresaron a sus amigos.

¿Estarían bien?

¿La estarían buscando?

¿Leon, Jill, Chris, sabrían acaso donde encontrarla?

¿Qué pensarían de que estaba tratando las heridas de un monstruo?

Recordó, como imágenes rápidas entre sus manos ocupadas en su ardua labor, como había llegado a esa situación.

Haciéndose, como ya le es costumbre, la niña grande. Persiguió a Wesker, mientras sus compañeros distraídos por el adefesio que apareció justo delante de ellos, apenas notaron la ausencia de ambos.

Y quedaron encerrados. Juntos. Mientras quien-sabe-rayos-que-es jodida criatura atacaba aquellas desiertas instalaciones de Umbrella.

Terminó de limpiar y prosiguió a desinfectar los cortes con un spray. Colocó una toalla en cada una de las heridas y las vendó.

No sabía porque se estaba tomando la molestia de hacer todo eso por un hombre que cada vez que la veía, deseaba golpearla y ponerle la bota justo en la cara.

Satisfecha consigo misma por su trabajo, repitió la operación en el muslo, sin atreverse a desabrocharle el pantalón.

Efectivamente, el hombre dormía, no obstante, no se sentiría nada cómoda haciéndolo.

Colocó un vendaje mucho más elaborado, apretando con toallas blancas la perforación de bala.

Después, simplemente, se dedicó a esperar, intranquila mientras admiraba ahora los alrededores de su prisión.

Recuperó la pistola de su escondite y se tumbó en la cama.

Pensó si debía dejar a Wesker ocuparla, descartando la idea enseguida.

Demasiada piedad para el bastardo.

Era un dios olvidado desde el Monte Olimpo, más grande que la vida y la torre hacia abajo sobre los peones insignificantes. Estaba distante y amenazante, cincelada en mármol por el cuidado de las manos. Una figura debe ser adorado de lejos, pero Clara se negó a inclinarse ante el altar de Wesker.