Hola. Yo aquí, de vuelta, mostrando mi ofrenda para ese pinshi Zaizen bonito que cumple años.
Antes que nada agradezco que me lean. Quise ser alguien más responsable; pero la vida no me dejó.
Amenazo con corregirlo en el transcurso de lo que resta del año, esperando que quede bien.
Diamond no Ace le pertenece a Terajima Yuuji, sí, el tipo que lesionó al pinshi Zaizen y, ya saben el resto... ):
La gente gritó con Zaizen la última parte de su canción y siguieron sus movimientos a la vez que agitaban con entusiasmo sus glow stick. Esa noche parecían todos muy animados, sobre todo él, aún cuando ese último concierto cayó en el día de su cumpleaños.
Tokio fue el final de su pequeño tour y varios de sus amigos, sobre todo los de preparatoria, fueron a verle. Era su mejor momento artísticamente y aunque no gozaba de todas las fans como Miyuki Kazuya, iba haciéndose merecidamente un lugar en el medio.
Ahí, en ese sitio, mientras las chicas y algunos chicos seguían haciendo ruido y pedían un poco más de su voz, él se preguntó que estaría haciendo Chris en ese instante.
Se preguntó si tal vez tendría la suficiente suerte como para verle siquiera un momento. Si Chris acaso estaría entre el público que asistió. Pero supo que no porque Chris ahora tenía sus planes y Zaizen no figuraba en ellos.
Vino a su mente todo el tiempo que estuvo persiguiéndolo y tratando de que sus sentimientos lo alcanzaran y el cómo no pudo lograrlo.
Sonrió con autosuficiencia. Se recuperaría de ese corazón roto y continuaría cantando y dándolo todo de sí arriba de cualquier otro escenario porque no iba a ceder ante esa tristeza.
Satisfechos por su actuación, Zaizen y los integrantes de su banda se dirigieron a los camerinos. O al menos el resto sí porque algo obstruyó el camino de Zaizen.
—Yo, Chris —el saludo salió natural de su boca y conforme era consciente que no estaba soñando o algo por el estilo su sonrisa dejó de ser pequeñita.
—Zaizen —contestó con su voz tranquila. Manteniéndose ecuánime aún cuando sentía una ligera pizca de nerviosismo.
Los ojos de Zaizen se dirigieron a las manos de Chris para notar el ramo de flores que llevaba consigo y como forma de liberar la reciente incomodidad en su ser hizo un comentario burlón al respecto. No lo había podido evitar, no era fácil lidiar con el hecho de que la persona que llevas queriendo tantos años ahora ya está seguramente con alguien a quien caballerosamente le lleva flores.
Chris no se tomó a mal sus palabras; sino que hasta le entregó el ramo, cosa que dejó a Zaizen a cuadros.
—Feliz cumpleaños, Zaizen —dijo, con toda sinceridad y buenos deseos.
Zaizen se pellizcó el brazo y luego de quejarse por el dolor tomó el ramo de flores. En su cara se veía una extraña mueca entre felicidad y el empiezo del llanto, ciertamente no lo hacía ver atractivo.
Miró las flores, cada una de ellas, todas juntas; pero que mantenían su toque de armonía y, entonces de vuelta miró a Chris a los ojos. Nada escapó de su boca hasta que...
—Qué te hizo tardar tanto, maldito —y aunque pretendió ser ofensivo con la parte del final, su tono fue todo lo contrario. Esa máscara de yankee no funcionaba con Chris y pese a los años Zaizen no lograba entenderlo.
Chris no soltó en algún momento que correspondía finalmente su sentir; pero su mirada lo dijo todo. Esa mezcla de ternura y anhelo era evidente. Zaizen desconocía el motivo de tal acontecimiento; pero era tan jodidamente feliz; aunque de todas formas aguantó el llanto.
—Llevo pensando tanto tiempo en ti, maldito, que creí que me volvería loco por tu culpa —admitió con falso disgusto, con el ramo entre sus brazos; sintiéndose algo estúpido por ello.
Chris sólo río un poco. Tranquilo porque el tipo rubio al que su padre seguía sin querer correspondíale todavía.
