Disclaimer: The Vampire Diaries no es mio. Pertenece a la CW y a L. J. Smith. Pero me encantaria que Damon fuera mio.

Summary: Hay cosas que sólo Damon Salvatore puede hacerte sentir, aunque no todas sean tan placenteras como esperabas y eso Katherine esta a punto de descubrirlo...

Notas: Esto era una experimento para ver que tal se me dan Damon y Katherine. Normalmente no pido reviews pero si me dais unos cinco tal vez ponga los finales alternativos que tengo escritos. Gracias por leer.


Yo estaba sentada en uno de los sillones rojos del living de la casa de los Salvatore. Damon estaba también sentado en otro sillón en frente del mío, probablemente despotricando contra mí, pero no lo escuchaba. Sólo pensaba. Mi mente estaba casi un siglo y medio atrás, cuando me sentí tan atraída por el joven Damon Salvatore y por su hermano Stefan. Cuando regresé le dije a Damon que siempre me había interesado Stefan, pero era mentira; ¡le dije eso porque yo no lo merecía! Él se merecía a alguien mejor, probablemente a Elena. Tenía que admitir que me moría por cruzar de dos zancadas la distancia que me separaba de él y arrancarle la camisa, hacerle el amor sobre el sillón y después continuar toda la noche en su agradable y cálido dormitorio. Pero no podía hacerlo.

-¿Has oído lo que te he dicho? -la voz seductora y ronca de él me sacó de mis ensoñaciones.

-La verdad, lamento comunicarte que deje de escucharte cuando me llamaste «zorra» -dije levantándome con gracia, intentando alejarme de él, de la tentación.

De repente, mi visión periférica captó un borrón y al instante una mano sobre mi cuello me aplastó contra la pared del living.

-He dicho que si nos traicionas, te arrancaré la cabeza de los hombros y se la daré a los lobos para que se la coman -le hice una mueca.

-¿Cuántas veces me has amenazado de esa manera, Damon? -remarqué su nombre, coqueta. Lo miré a los ojos, esos hipnotizantes y gloriosos ojos azules- Es hora de que vayas relajándote, no te pega lo de ser el héroe...

Él negó con la cabeza despectivamente y se alejó, pero no mucho por que en un minuto estuve frente a él, acorralándolo contra la misma pared sobre la que el me había apoyado.

-Déjame pasar, Katherine -dijo, haciendo una de sus muecas.

-¿Sabes? No tengo ganas de dejarte pasar, ya me he hartado de intentar aparentar lo que no soy. ¿No sientes esa tensión sexual que hay entre nosotros? -él ya estaba contra la pared, mirándome como si estuviera loca- Resuélvela, cariño -y lo besé, con ímpetu, con ansia, con deseo, como si fuese el ultimo día de mi existencia y este fuese el ultimo hombre de la Tierra. La verdad, para mi en ese momento era el único. Al principio, él se quedó como en estado de shock, pero después me respondió al beso. Me separé de él, mirándolo, buscando su aprobación. Sentía la boca hinchada y ardiendo a causa del beso. No me hizo ninguna señal negativa así que lo tome por un: «continúa». Desabotoné su camisa negra, debajo de la cual había una estorbante camiseta del mismo color. Se la saqué por la cabeza, y me quedé mirando su espléndido cuerpo, sus abdominales, su pecho. Me estaba volviendo loca. Él, que pareció leer mi mente (a pesar de que se suponía que no podía por que había tomado por costumbre beber un poco de verbena cada mañana), me quitó la camiseta de seda negra y mi sujetador de encaje quedó al descubierto. Encendido en deseo, me besó, besó mi cuello, mordisqueó el lóbulo de mi oreja. Yo gemí de placer. Lo agarré y lo trasladé hacia el sillón rojo en el que momentos antes había ideado esta misma fantasía sexual. Desabroché el botón de su pantalón mientras le besaba el pecho; lo oí gemir, de placer, de deseo, de ansia...