En serio, no se bajo que exactamente estaba cuando se me ocurrió esto, pero pronto aprenderán que toda buena idea es mala cuando yo la pongo en ejecución.

Pero primero:

Disclaimer: My Hero Academia es propiedad de Kohei Horikoshi y Fate Stay (Junto con sus 40 secuelas/precuelas/spin-offs, películas y videojuegos, incluyendo Fate Grand Ordes, pesimo juego, malditos racistas no lo ponen en Latinoamérica) son propiedad de Type-Moon

Capítulo 1: Las invocaciones.

La guerra por el Santo Grial, la lucha entre magos y sus Servant para lograr la supremacía que les permitiera cumplir sus más anhelados deseos al costo de la vida de sus enemigos.

1 de Julio del 2025.
Prefectura de Yamanashi, Lago Motosu.
2:43 de la madrugada.

Los impactos de armas iban y venían, la batalla era encarnizada en dos flancos diferentes, donde el dúo formado por un gigantesco hombre de cabellera rubia, ojos de un curioso color negro con iris azul que brillaba con intensidad y vestía un curioso traje de brillantes colores azul y rojo, a su espalda tenía una mujer del mismo color de cabello que el suyo, y en sus manos parecía sujetar algo a pesar de no ser visible nada en ellas, vestía un peto de armadura y guantes de acero, con un vestido azul por debajo de la misma. Ambos tenían heridas por todos lados, en especial el hombre, que tenía una mortal herida en el costado izquierdo bajo del cuerpo.

—¿Cómo se encuentra, Master?—Preguntó la mujer mientras afianzaba su agarre del objeto invisible entre sus manos. Sentía el cuerpo ligeramente pesado por lo que sólo podía entenderse como que, aquel que respondía al título de Máster, estaba perdiendo Maná de forma alarmante.

—He estado mejor, Saber-Shoujo—Había sido una batalla brutal, pero aún no terminaba y la figura dorada descendiendo de los cielos le confirmaba esto. Aplausos se dejaron escuchar, aplausos largos y huecos.

—¡Bravo, Toshinori Yagi! ¡Bravo!—Escuchó esa voz retenida por el respirador, no era difícil reconocerla—¿Cuántos humanos pueden soportar un ataque directo del Rey de los Héroes? ¡Bravo!—Escuchaba las falsas alabanzas de su peor enemigo, mientras un enorme objeto flotante de color dorado descendía hasta tocar suelo, dejando ver un trono del mismo color donde un hombre de cabellera rubia e intensos ojos rojos veía hacia sus enemigos, a su lado una figura imponente cuyo rostro era cubierto por un casco con respirador se dejaba ver.

—Considero más un insulto que una proeza el haber sobrevivido a mi ataque, ese mestizo merece la muerte por no aceptar la gracia de morir en mis armas—Habló el que yacía sentado en el trono, su mano derecha cubría su boca ligeramente mientras su dorada armadura refulgía antes de levantarse de su asiento.

—Rey de los Héroes, te pido de la manera más amable que acabemos con esta guerra de una vez—Pedía el hombre a su lado mientras hacía una ligera reverencia.

—Silencio—Ordenó el que tantas veces fue proclamado como Rey de los héroes mientras daba varios pasos hasta el borde de su transporte—¡Mujer!—Llamó por lo alto mientras apuntaba a la mujer combatiente—¡Te he vencido, he conquistado este país sin esforzarme en lo mínimo y todos los que estuvieron de tu lado han sido exterminados!—Una sonrisa arrogante se formó en sus labios antes de mover su mano para que la palma quedara hacia arriba—Ríndete ante mí, únete a mi colección de tesoros y sé mi reina. Entonces, te perdonaré la vida a ti y a tu insulto Master—Los ojos de la mujer se abrieron ante la propuesta.

Observó de reojo al hombre rubio, podía sentir como cada vez más maná escapaba de él y no le quedaría suficiente para poder mantener su forma fuerte muy pronto, apretó los dientes y dio dos pasos hacia adelante sorprendiendo a su invocador.

—Saber-Shoujo . . .—Murmuró antes que la armadura de la mujer se desvaneciera dejando ver solo su vestido azul pero lejos de ir hacia el hombre de ojos rojizos solo alzó su arma invisible delante suyo.

—Lo lamento, Mas . . . No, lo lamento Toshinori—Giró su rostro para verlo con una suave sonrisa en su usualmente estoico rostro—No podremos cumplir nuestras promesas—El hombre admiró su mano derecha viendo como el único símbolo que quedaba dibujado en esta parpadeaba suavemente . . . Pero lejos de dejarse vencer, este solo forjó una enorme sonrisa en labios y caminó junto a ella, su cuerpo comenzó a perder musculatura hasta quedar en una apariencia completamente esquelética, aún así tomó las manos de la mujer afianzando el agarre del arma.

—Te lo dije el día que te invoqué, cumpliremos la promesa y vamos a vencer—A pesar de que la apariencia contraria se volvió tan demacrada, la sonrisa que profería inspiró confianza en la mujer que solo suspiro fuertemente, dejando que la cubierta mágica de su arma se desvaneciera . . . Revelando una espada dorada digna de una leyenda.

—Entonces, enfrentemos a nuestros enemigos . . . Hasta el último de nuestros alientos—Alzó la mirada nuevamente, esta respuesta provocó una clara ira en el contrario.

—Te atreves a rechazarme, prefiriendo incluso la muerte . . .—Extrañamente su rostro forjó una sonrisa pero no borró el ceño fruncido, estaba verdaderamente furioso pero a la vez extasiado por la rebeldía de la mujer—Un león que se niega a ser domado, ¡Eres maravillosa, increíble sin duda!—Alzó su mano mientras el mismo cielo quedó paralizado—Ya que has decidido revelar tu verdadera naturaleza, ¡Yo haré lo mismo!—Una espada de lo más extraña apareció sobre su mano, un diseño cilíndrico rojizo y una cubierta dorada de mango largo, de solo verla la mujer abrió los ojos.

—Esa arma no . . . No es como los demás Fantasmas Nobles—Tragó saliva, sus ojos podían verlo: Sus rangos estaban por sobre las escalas.

—¡Exacto! ¡Esta es Ea, el más grande de mis tesoros!—De un solo batir el arma destruyó decenas de hectáreas mostrando la monstruosa fuerza que poseía—Sólo los más dignos han visto esta espada, ¡Solo aquellos que merecen ver su poder han caído ante ella!—La alzó delante suyo, el filo apuntando a los cielos con el arma— Y ya está aquí . . . Listo para recibirte—Sobre ellos, en la cima del Monte Fuji se forjaba una enorme figura de color oscuro, cuyo centro emergía una viscosa baba negra.

—El Santo Grial . . . —Murmuró el Master del guerrero dorado, a pesar de la cubierta en su boca, se podía escuchar su emoción— Al fin está aquí, listo para ser tomado . . . Solo faltan ustedes ¡El sacrificio final!—Apuntó a sus dos rivales mientras que inclinaba la cabeza una vez más—Rey de los Héroes, acaba con tus enemigos y clamemos la victoria en esta guerra—Su victoria estaba cerca y el poder absoluto también.

—No me digas que hacer, Mestizo—Habló con severidad el hombre rubio de armadura dorada antes de enfocar su arma hacia sus rivales, su sonrisa volvió—Se acabó . . .—

—Me niego a caer ante ti si no es luchando, Rey de los Héroes—Energía dorada comenzó a rodearle, era el momento de liberar todo el poder de su propio Fantasma Noble—Master, dame tu poder para vencer a nuestros enemigos—Suplicó mientras el hombre su lado solo asintió.

—Por el poder de mis hechizos de comando—El tatuaje en la mano del hombre comenzó a brillar intensamente—¡Yo, Toshinori Yagi, te ordeno Saber que derrotes a tu enemigo usando tu Fantasma Noble!—La mujer abrió sus ojos mientras energía rojiza cubría a su rival y las fuerzas más grandes estaban por colisionar.

Yes, my Master!—Afianzó el agarre y alzó el arma por sobre su cabeza—¡Es el choque final Rey de los Héroes! ¡Pongo mi nombre en la línea. Arturia Pendragon; Rey de Inglaterra, que no te dejaré vencer en esta batalla!—Una carcajada de gozo escapó en el ajeno.

—¡Enfréntame con tu máximo poder, déjame aplastar tus esperanzas y recuerda que si no eres mía ahora, en la eternidad de mis recuerdos lo serás! ¡Bienaventurada eres, mujer, que vivirás por siempre en los recuerdos del Rey de los Héroes: Gilgamesh!—Por igual estaba listo para atacar, la fuerza de su arma no era algo medible en escalas humanas.

Los suspiros del planeta se juntan. El torrente de la vida brilla ahora—Abrió sus ojos afianzando su posición en el suelo—¡Toma esto!—Al mismo tiempo que ella bajaba el arma, su Master hacía lo mismo, impregnando hasta la última gota de poder mágico que tenía en sus venas en ese ataque.

Les ofrezco este ataque como celebración de la ruptura de los cielos. Hablo del Génesis, cielo y tierra partidos y la nada celebra la creación. ¡Mi espada de la Ruptura resquebrajará el mundo!—El poder reunido en su arma era inconmensurable, la alzó por todo lo alto mientras un tornado rojizo se formaba en esta—¡El vortex que absorbe las estrellas, este celestial infierno marca el final del Génesis! ¡Trayendo la muerte!—El momento del choque llegó.

Tanto Saber y Toshinori, así como Gilgamesh, bajaron sus armas a la vez exclamando los nombres de sus armas y poderosos ataques.

¡Excalibur!

¡Ea! ¡Enuma Elish!

Y el impacto . . . Rompió los cielos.

. . . .

. . . .

. . . .

Se dice que todos los hombres nacen iguales, que todos estamos creados para tener las mismas oportunidades . . . Salvo cuando naces en una familia de magos. Había toda clase en un país como Japón, familias antiguas de noble cuna como lo eran las grandes casas Todoroki, Yaoyorozu o Iida, así como nuevas que buscaban surgir de entre la multitud y ganarse un lugar en el mundo.

La guerra iba a comenzar, un nuevo Santo Grial comenzó a formarse en Japón, lo que significaba que el llamado a los Master que lucharían en ese cruel enfrentamiento fue dado en forma de una estrella rojiza brillante en el cielo. El tiempo de invocación se había abierto, una semana en que la brecha entre el mundo humano y el de los héroes se reducía y aquellos con el potencial serían capaces de llamar a los que les servirían para la fiera batalla . . . Y así es como nuestra historia comienza.

Prefectura de Shizuoka.
Viernes 23 de Julio, 2037.
11:58 PM.

Caminó alrededor del círculo por última vez, todo estaba en orden, cada elemento, cada símbolo, cada trazo era perfecto . . . Nada podía fallar: Nada debía de fallar.

Había nacido en una familia de magos olvidada, de esas cuya sangre se debilita con los siglos y tras muchos intentos de ejercer de nueva cuenta, terminaban despilfarrando lo que les quedaba por las mezclas con personas normales, ya no quedaba nada del linaje de la familia Bakugo; hasta que él nació.

Perfecto. Así lo describía su madre, un hijo nacido de amor entre dos personas que, sin saberlo, le dieron al Jackpot del destino, pues su hijo heredó no solo sus capacidades mezcladas, dándole una asombrosa magia de explosiones, sino que además, tenía una cantidad de maná que rozaba lo ridículo, volviéndolo un candidato ideal para realizar una invocación de alto nivel.

—Llegó la hora . . .—Apretó los puños viendo como el reloj marcaba las doce, oficialmente era el 24 de Julio, por lo que el inicio de la guerra era en ese mismo momento. Alzó la mano, palma abierta sobre el círculo que se iluminó ante la magia que fluía del rubio cenizo—Héroes de más allá del tiempo, escuchen mi llamado y aparezcan ante mí cuando llame su nombre ¡Que tu espada sea mi arma y que mi espíritu sea tu energía! ¡Aparece ante mí, que te invoco para vencer en esta guerra!—Agachó su cuerpo golpeando el círculo con la palma antes que un intenso brillo rojizo iluminara el sótano donde llevaba a cabo el ritual, el sonido de acero girando se dejó oír antes que una omnipotente figura apareciera delante suyo.

Un hombre alto, demasiado de hecho con cabello verdosos entreabrió sus ojos antes de apoyar la enorme lanza que llevaba en brazos contra el suelo suspirando pesadamente. Hacía mucho que no le llamaban a la batalla, era bueno estar en el mundo mortal de nueva cuenta.

—¿Quién eres tú, muchacho?—Preguntó el espíritu recién invocado mientras enfocaba su vista en el rubio cenizo que solo puso una arrogante sonrisa en labios, alzando su mano para mostrar los símbolos en el dorso que identificaban a todo Master de la guerra.

—Yo soy Katsuki Bakugo, y soy tu Master—Habló sin tapujo alguno, el contrario puso una sonrisa en labios por igual, pues veía fuego en esos ojos, un deseo de ser vanagloriado por encima de los Dioses y de llegar más allá de estos . . . Ojos como los suyos—Dime tu nombre y tu deseo, ¡Qué haremos mierda esta guerra y venceremos!—Sus palabras le sacaron una carcajada de júbilo.

—Yo soy hijo del héroe Peleo y de la Diosa Thetis. Vencedor de la batalla más grande de todos los tiempos, héroe de Grecia y aquel que venció a Héctor; yo soy Aquiles de Ftia y tu Jinete—Usualmente no cooperaba rápidamente con los que osaban (y podían) convocarlo, pero era un hecho que había algo especial con ese chico o no hubiera podido llamar a semejante espíritu para el combate. Bakugo por su parte, solo ensanchó su sonrisa de antes, había deseado invocar a un Servant de la clase Saber, la conocida por ser la más poderosa de todas, pero sin duda lo que terminó llamando era diez veces mejor, pues solo por el mito que lo rodeaba, Aquiles superaba a casi cualquier otro Servant que se le pudiera poner delante—Y mi deseo es . . . Vivir como un héroe y morir como un héroe; no tengo deseos específicos para el Santo Grial así que mientras no tengas ningún deseo que atente contra la humanidad o mis principios, lucharé de tu lado, Máster pero hay cosas que me niego a hacer—Hablaba con la cadencia de un Rey sin dudarlo.

—Habla entonces, ¿Qué es lo que te niegas a hacer?—Preguntó el joven rubio mientras arrugaba la nariz ligeramente, no quería creer que fuese a complicarla la batalla por el Grial con sus cuestiones morales.

—Siguiendo mi propio código de héroe—Alzó su mano con el puño cerrado antes de mostrar su dedo índice alzado—Primero; no lucharé con mujeres a menos que sea estrictamente necesario, no me gusta dañarlas—Aclaró sacándole un bufido al contrario, pero asintió—Segundo; jamás heriré a un niño, igual estoy en contra de herir infantes—No se sorprendió por esto así que asintió de nueva cuenta—Y estoy en contra de las batallas injustas, así que no esperes que ataque por la espalda o a inocentes. Puedes usar tus hechizos de comandos a tu libertad, pero si me opuse una vez al gran Agamenón, puedo ponerme en tu contra también—Esto fue una amenaza directa, Bakugo no disfrutó en lo mínimo verse amenazado por quien se supone estaba allí para servirlo . . . Pero terminó forjando una sonrisa.

—¿Eso es todo. . .?—Encogió los hombros antes de alzar una mano—Considéralo hecho entonces, Jinete. Partiremos mañana por la mañana a la ciudad de Musutafu: Comienza la guerra por el jodido Grial—

Mientras tanto, a veinticinco kilómetros de allí.
Mansión Todoroki.

Había llegado el momento, la razón por la que había sido "creado" estaba delante suyo en forma del círculo de invocación que le permitiría volverse un Master y tomar el camino que ninguno de sus hermanos había podido lograr, no era algo que él deseara; no quería ser la herramienta de su padre para ello, pero era un hecho que esta era su oportunidad de librarse del yugo paterno y volverse lo que él deseara ser.

—Héroes del pasado, presente y futuro. Escuchen el llamado de este que es su conducto—El círculo comenzó a iluminarse, la antigua placa de piedra que usaba como catalizador se iluminó del mismo color mientras en su mano se forjaban sus hechizos de comando—Rompan el velo de la muerte, sobrepasen el tiempo y asistan a mi llamado para luchar esta Guerra Santa. ¡Invocación!—Y el fuego rodeó la habitación, quemando múltiples muebles a su alrededor antes que un rayo de luz golpeara el techo, atravesándolo, directo hacia el círculo donde una figura comenzó a formarse: Había sido un éxito.

Entre el rayo de luz surgió una figura, en sombra lucía alta y omnipotente, pero al terminar el rayo de luz reveló una…¿Jovencita? Una muchacha que no aparentaba más de 17 años de edad, su cabello castaño, largo y ligeramente ondulado en los bordes, ojos de color castaño que parecían más aburridos que otra cosa y un cuerpo delgado, menudo y con un busto plano estando cubierta por una toga antigua.

— . . . ¿Que deseas, Mago?—Preguntó con calma, su tono era jovial dejando que su apariencia juvenil se viera reforzada. El que estaba delante suyo sólo sintió una gota de sudor recorrerle la mejilla ¿Esa había sido la invocación que trajo a la guerra?

—Mi nombre es Todoroki Shouto, y soy-

—No te pregunté quién eres, Todoroki Shouto, hijo de Todoroki Eiji—Le cortó al instante mientras suspiraba, usando ambas manos para esponjar un poco su cabello—Te pregunté: ¿Qué es lo que deseas de esta guerra. . . ?—No entendía cómo es que ella supo el nombre de su padre. Entrecerró los ojos ligeramente antes de asentir.

—No tengo un deseo para el Grial . . . Que no sea destruirlo, para siempre—Esto hizo a la mujer alzar una ceja ligeramente, antes de sonreír abiertamente.

—¿Quieres destruir el Santo Grial? ¿El objeto divino que cumple los deseos?—El menor solo asintió ligeramente—Interesante . . . ¿Por qué deseas hacerlo?—Ahora estaba captando su curiosidad.

—Ese objeto . . .Le causó a mi madre un daño irreparable. No ha servido más que para traer desgracias a todos los que lo anhelan, la codicia los corrompe y los vuelve monstruos—Bajó la mirada por unos segundos, a pesar de su falta de expresiones faciales la mujer parecía leerlo como un libro pues sentía la rabia que lo carcomía por dentro.

—Muy bien, entonces estoy de tu lado "Máster"—Le llamó casi de forma vehemente mientras sonreía para sí misma—Conmigo apoyándote, nadie podrá detenerte. Tampoco tengo ningún deseo para el Grial, la verdad no me gusta ser convocada por deseos mundanos ¿Pero tú?—Asintió con total confianza—Me has agradado, sin dudarlo estoy a tu favor—El joven cerró sus ojos pues al menos tendría a su Servant de su lado.

—¿Tu nombre es . . . ?—Una pregunta elemental pues no sabía qué, o a quién, había invocado como tal.

—Cierto, los detalles mundanos. . .—Se puso una mano al pecho de forma dramática para luego ser rodeada de un curioso arco de oro flotante que se postró sobre sus hombros, la energía que ella desprendía era sencillamente abrumadora—Yo soy, el Avatar de la gran diosa; soy Ishtar, la deidad de Mesopotamia, señora de la Guerra, la Fertilidad, el Amor, el Sexo, la belleza, el poder político y sobre todo—Le vio fijamente a los ojos—La justicia—Esperó unos segundos y el joven de la cicatriz agachó la cabeza ligeramente.

—Agradezco su ayuda, Ishtar—Sin apelativo respetuoso pero sin sonar vulgar . . . Ya le agradaba el mocoso.

—Prepara mi habitación entonces, no soy de gustos simples—Otra gota le recorrió la mejilla; quizá no sería tan bueno tener a una Diosa de su lado…

Prefectura de Saitama.
Martes 23 de Julio, 2037.
11:58 PM.

Maldijo su sangre.
Maldijo su vida.
Maldijo todo lo que se podía maldecir.

Desde que era niña supo la maldición que tenía encima; era una maga con habilidades excepcionales para los hechizos, pero con un cuerpo incapaz de almacenar grandes cantidades Maná. ¿En resumen? Era la mejor conductora de Lamborghini, pero debió conformarse con una bicicleta.

El destino era jodido, demasiado jodido, y es que su apellido se había hundido con el pasar de los años y no fue hasta que su padre, un hombre que no tenía más que un contacto básico con el mundo de la magia, convenció a su madre de educarla en ser una Maga, dejando que su talento explotara y luego le reventara en la cara.

—¿Estás listo?—Preguntó la jovencita mientras tomaba aire, el círculo estaba listo, ella conocía bien el conjuro, en el centro estaba un collar de jade antiguo, una reliquia de una civilización antigua que sin duda sería catalizador ideal para la invocación del Servant que le daría la victoria en esa guerra y le cumpliría su deseo.

—Tan listo como puede estar una batería humana—Y junto a ella estaba su mayor problema, bueno, en realidad era la solución de un problema y el nacimiento de otro.

Kyoka Jiro y Denki Kaminari.

Ella era la talentosa maga que no tenía energía para hacer una invocación propia.
El era el que nació con una copiosa cantidad de Maná, una absurda cantidad en realidad, pero contaba con un control nulo de dicho poder, volviéndose inútil para la magia que no fuese básica o que no se deseara acabar en una explosión.

Y fue a base de esa . . . ¿Amistad? ¿Enemistad? ¿Ese llevarse bien pero insultarse mutuamente? Que surgió un trato entre ambos: Él sería la fuente de energía para su Servant y ella a cambio le concedería parte del deseo que conseguirían del Grial, era a prueba de bobos.

—Nunca he realizado esto, así que preparate para todo—Suspiro con pesadez, no quería hacer la siguiente parte pero no tuvo opción pues conocía bien las reglas del intercambio de Mana, y como no pensaba beber sangre del rubio para ello, solo tenia una opción—Apresúrate y no te atrevas a tocar de más—Advirtió mientras trataba de no verlo demasiado a los ojos, ya le bastaba tener que usar ese ridículamente descubierto top frente a él, para que además, tener que soportar sus manos encima suyo.

—Hablas como si yo quisiera esto—Se quejó por igual mientras se retiraba la camiseta quedando desnudo del torso, lamentablemente para ambos, la única forma de transferir Maná de forma efectiva era por el contacto físico prolongado, entre mayor fuese la superficie de contacto mejor era la transferencia de la energía vital. Suspiró pesadamente y con lentitud la rodeó de las caderas con ambas manos, pegando su pecho desnudo a la espalda de la muchacha—Li…Listo—Murmuró no muy seguro de su propio tono, aún así podía sentir la conexión entre ambos al compartir la magia que fluía de él hacia ella.

—Entonces vamos, concéntrate en esto Kaminari—Le advirtió mientras tomaba aire buscando no pensar en lo que tenía a la espalda, sin contar que las palmas de este acabaron en su vientre solo haciéndola sonrojar más—"Respira, conoces el hechizo: Todo saldrá bien"—Y tras esto exhaló pesadamente—Asegúrate de repetirlo todo conmigo, ¿Entendido?—Solo sintió la cabeza ajena asintiendo a su costado—Bien, aquí vamos...—Y entonces comenzó, ambos alzaron la mano juntos, una junto a la otra.

—Espíritus heroicos, aquellos cuyas leyendas trascienden el tiempo y el espacio: Escuchen mi llamado ante esta guerra que se alza sobre nosotros, que su luz sea el arma que me conceda la victoria en esta batalla—Todo iba bien, todo iba de maravilla; Kyoka pudo ver los hechizos de comando apareciendo en su mano . . . ¿Y también en la de Denki?

—¡Maldición!—Y entonces todo explotó, una sobrecarga por parte del rubio terminó lanzándolos hacia atrás mientras los cielos de la ciudad entera se iluminaron por un instante, solo un instante . . . En los que pareció el más soleado de los días. De entre los escombros salieron las manos de la chica, por suerte para ella aterrizó sobre el contrario salvándose de la mayor parte del golpe—Eres un inútil . . . —Se quejó mientras alzaba la vista para ver qué había pasado, pero entonces sus ojos se ensancharon pues de entre el círculo surgía una imponente figura.

—¿Quién eres tú, que me has invocado?—Era un hombre moreno de casi metro ochenta, sus ojos eran dorados como el sol y su cabello negro como la noche, sobre sus hombros portaba un manto blanco que dejaba su pecho descubierto, siendo que solo un cinturón dorado tapaba parte de su tórax. Lo curioso eran los adornos dorados en su pantalón y ante braceras, dejando ver que era claramente egipcio, en una mano alzó su bastón y apuntó a la chica—¡Responde, invocador!—La chica dio un respingo—¡Te habla tu Faraón, yo que soy hijo de Ra y su encarnación en la tierra, traigo alegría al mundo con mi presencia pues he vuelto una vez mas a ella!—Su tono era atronador, la presencia que emitía de la misma forma delataba el poder que tenía—Yo soy el gran Ozymandias, Ramsés II, el Rey de Reyes y Dios-Rey—Era difícil definir su tono, pero era claro que la arrogancia que podía interpretarse allí no se encontraba en su forma de hablar pues, para el moreno, esto era solo una verdad absoluta más que una muestra de lo que él creía de sí mismo.

—¡Muévete que pesas!—Pero sacando a Jiro de su estupor, el joven rubio que le sirvió de colchón la quitó de encima suyo, tomó aire tras haber quedado algo asfixiado y se sorprendió de ver al Faraón delante suyo que solo le veía con total desinterés—¿Ese es tu Servant? ¡No salió nada mal!—Entonces el espíritu camino hacia ellos, su presencia dejaba ver el porte de un Rey.

—Repetiré mi pregunta y no lo haré por tercera ocasión; ¿Quién eres tú, que me has invocado?—Preguntó con severidad, apuntando con su cetro hacia ellos, por lo que Kyoka se decidió a hablar rápidamente.

—Yo soy-

—No te hablé a ti, mujer—Cortó al instante golpeándole en la cabeza con su cetro antes de apuntar al rubio a su lado—Respóndeme, aquel que me ha invocado—Denki parpadeó confundido, alzó su mano viendo los sellos en su dorso y comenzó a palidecer.

—¡¿No dijiste que tu invocarías a esta cosa y que yo sería solo tu fuente de energía?!—Se quejó al instante, ganándose un piquete doble de ojos por parte de la chica.

—¡¿Es mi culpa que tú hicieras un hechizo bien por una vez en tu maldita vida?!—Iban a continuar con su ridícula pelea, pero la pesada aura frente a ambos les hizo guardar silencio—Maldita sea . . . Kaminari, eres su Master, preséntate y no lo arruines—Masculló por lo bajo, lo que no entendía era el porqué si el rubio tarado era el Master de Ramsés ¿Por qué ella tenía hechizos de comando también?

—Eh... Ugh, maldición—Tragó saliva antes de levantarse, el hecho de seguir sin camisa no ayudaba mucho a verse formal ante una deidad encarnada—Yo soy...—Carraspeó para aclarar un poco su garganta—Soy Kaminari Denki, soy un Mago (En entrenamiento), eh—No sabía qué más decirle, no es que viniera de una familia con noble legado o algo parecido. Los dorados ojos del Faraón estudiaron al menor por varios segundos . . . Antes de darle con su bastón por la cabeza.

—Eres indigno de ser mi invocador—Aclaró antes de escuchar alguna queja por el golpe—Mi retorno al mundo profetiza una bienaventuranza para todo lo que existe, un futuro brillante para un mundo corrupto y no pienso aceptar órdenes de quien no merezca servirme—Kyoka tragó saliva rápidamente, ese espíritu era demasiado poderoso para ser controlado y tenía una voluntad extremadamente alta, a ojos humanos no sería visible, pero ella podía ver las estadísticas de este y no le gustó para nada lo que vio, pues eran tremendas.

—Kaminari . . . —Llamó al muchacho por lo bajo—Usa tus hechizos de Comando, debes ordenarle que se aleje lo más posible y entonces romperemos el contrato para que seas libre—Murmuró buscando no alertar al egipcio, este por supuesto que le escucho pero hizo caso omiso a sus palabras.

—Pero . . . ¿Y tu deseo . . .?—La muchacha parpadeó confundida, ¿Cómo podía pensar en eso cuando su vida corría riesgo?

—Este Servant va a matarte . . .—Masculló antes de tomar su mano, apretándola con reproche.

—Quizá solo necesitamos hablar con él, no parece un tipo irrazonable—Ozymandias alzó una ceja ¿Qué acaso olvidaron que seguía allí?

—No arriesgaré tu vida por mi deseo más de lo que ya lo has hecho—Ante sus palabras, el chico puso una sonrisa un tanto irónica.

—Dices eso algo tarde ¿No. . . ?—Apretó la mano de la chica antes de ver hacia su Servant que seguía a la expectativa—Escúchame . . . Sé que esto no parece la cosa ideal para ambos, pero ¿No hay forma que podamos hacer un trato para cooperar en esto?—El rostro contrario se mantuvo estoico.

—No existe nada que ustedes mortales puedan ofrecerme a mí, el Rey de Reyes. Aunque su romance me ha conmovido y ha traído a mí los recuerdos de mi amada esposa, esto solo basta para generar en mí piedad para no matarles—El comentario hizo a ambos sonrojarse completamente, notando que seguían tomados de la mano y forzando una rápida separación—Permitiré que rompas el contrato, pero tu insolencia será pagada de todas formas—Alzó su bastón, listo para desencadenar su poder y ejercer un castigo ejemplar ante los dos sacrílegos que le perturbaron sin razón.

—¡Detrás de mi, Kaminari!—La chica se interpuso al instante, solo ella tenía el conocimiento para generar una barrera que pudiera protegerlos y aún a sabiendas que esta no sería suficientemente fuerte como para detener al Servant delante suyo, ella intercedió sin pensarlo.

—¡Deténgase!—Y antes que el bastón bajara una suave voz le detuvo, Kyoka sintió el lazo mágico entre la persona en cuestión y ella; era su Servant ¡Había logrado invocar a un Servant!

Era una mujer, algo pequeña, de hecho rondaba la misma altura de Kyoka, tenía una cabellera larga y castaña con ojos café oscuro, su piel era morena por igual y el largo vestido blanco con detalles dorados y azules delataba su procedencia egipcia por igual. Si bien en un principio la maga se sintió orgullosa de sí misma por lograr una invocación exitosa, esto se derrumbó cuando notó que todas y cada una de las estadísticas de su invocación eran del nivel más bajo, prácticamente siendo menos hábil para la batalla que un mago novicio.

—Dios, estamos muertos . . . —Murmuró para sí misma mientras la pequeña mujer morena caminaba hasta quedar delante del Faraón, su rostro se mantenía sereno mientras que el del hombre era inflexible.

—Le pido que baje su arma y aplaque su ira, mi Faraón—Suplicó bajando la cabeza suavemente, esto les sorprendió ¿Le conocía? Extrañamente él así lo hizo y no solo eso sino que, para mayor sorpresa del dúo de magos, este se arrodillo frente a la recién aparecida.

—La existencia que más he amado, suprema creación incluso por encima mía, mi Diosa, mi encarnación de Hathor, Diosa del amor y los cielos . . .—Las quijadas de los dos jóvenes se fueron hasta el piso ¿Qué era todo eso?—Mi amada Nefertari . . . Siglos nos separaron y ahora los siglos nos unen de nuevo . . . —

Y entonces todo cayó en lugar: Ella había invocado, sin querer hacerlo, a la única y verdadera esposa del grandioso Faraón, aquella por la que él renunció a todas sus mujeres pues fue la única que en verdad amó . . . ¡Qué suerte!

Prefectura de Musutafu.
Domingo 25 de Julio, 2037.
8:33 PM.

¿Cuántos años habían sido desde la tragedia? ¿12? Si, eso recordaba: A su joven ser de 4 años arrastrándose entre el fango de la ciudad destruida, recordaba bien los cadáveres a su alrededor y el ahogado llanto de su madre cuando ese hombre le llevó a rastras fuera del peligro y le entregó a ella con una enorme sonrisa en su rostro ¿Cómo podría olvidarlo? Le debía la vida a esa persona . . .

—Ya es tarde . . . —Había quedado ese domingo de limpiar el Dojo de la Academia, una tarea que se suponía compartía con otra persona que no se presentó y tuvo que hacerlo por sí mismo ¿La tragedia? Le tomó el doble del tiempo esperado y ya había anochecido. Suspiró, encaminándose a la entrada principal, debía de volver a casa para tener tiempo de practicar un poco antes de dormir.

Y es que desde ese día fue que Izuku Midoriya descubrió la magia latente que yacía dentro suyo, un poder pequeño que poco a poco fue creciendo en su interior, pero que sin entrenamiento apropiado ni nadie que le enseñara cómo canalizarlos apropiadamente, solo terminaba con el lastimándose los huesos a cada momento. Suspiró sintiéndose un tonto por no demandar la presencia de su compañero, pero no tenía más opción . . .

—¿Qué fue eso?—De pronto un fuerte sonido irrumpió el silencio de la noche, sonaba como metales chocando por lo que rápidamente se movilizó en esa dirección para ver qué estaba sucediendo. Se dirigió a la parte trasera del edificio principal, era curioso lo grande que era esa academia, pero no importaba mucho cuando se consideraba que era de las mejores del país, y que él estaba allí con una beca gracias a sus excelentes notas y a que hacía trabajos de medio tiempo como lo era la limpieza de áreas y demás.

Sus ojos se ensancharon al ver luces surgiendo de entre los árboles que rodeaban uno de los edificios de entrenamiento físico abandonados, esos que se dejaron de usar años atrás por accidentes sin explicación donde se rumoreaba antiguos profesores ejercían brujería o se dedicaban a vender drogas, jamás se comprobó nada. Corrió en esa dirección, algo le estaba causando un muy mal presentimiento.

Y no estaba equivocado, pues lo que llegó a ver le causó una sorpresa tremenda: En medio de los árboles, en un claro donde la luna iluminaba completamente, podía ver a un hombre de capucha blanca sosteniendo una encarnizada batalla a espada contra un hombre de curiosa apariencia pues era de gran altura, con cabellos blancos en picos y sujetaba una enorme lanza dorada con un diseño que jamás había visto en su vida, el choque de sus armas lanzaba chispas por la ferocidad de los impactos.

—Luchas notablemente bien con una espada, para ser un hechicero—Halagó el que sujetaba la lanza mientras afianzaba su empuje contra el arma ajena, el encapuchado puso una sonrisa en sus labios.

—Agradezco tus halagos, es difícil decir encantamientos tan rápido sin morderme la lengua, quizá deberías darme unos segundos para canalizar un buen hechizo verás de lo que soy capaz—Su tono bromista hacía difícil creer la situación en la que se encontraba, el inexpresivo rostro ajeno no mostró gesto de diversión ante su chiste.

— . . . No. Agni—Y entonces lanzó una bola de fuego que se materializó desde el enorme círculo que adornaba la parte central de su lanza.

—¡Hechicero!—El joven peliverde reconoció esa voz de inmediato, giró la vista para toparse con la dueña: Una jovencita de cabello castaño, compañera suya de clase desde que comenzaron el curso y a pesar de tener un mes de clases juntos, no le había dirigido palabra alguna por vergüenza, obviamente.

—"¡¿Uraraka-san?! ¡¿Qué está haciendo aquí?! ¡¿Conoce a estos sujetos?!"—Entendió al instante que los que luchaban debían de ser magos, obviamente, pero no el que tenía que ver la joven Ochako con ellos y porqué había llamado a uno de ellos "Hechicero"

—Tenemos un espectador ¿Uh. . .?—Una voz a su espalda le heló los huesos, giró la cabeza de forma casi mecánica, apenas terminó de girarse vio a un hombre de gran altura que, curiosamente, tenía una mano pegada al rostro y que rascaba su cuello ligeramente—Encárgate de él, Alter . . . —Solo dijo esto fue que sintió como una rápida apuñalada le atravesaba el vientre, escupió sangre al instante, notando como frente a él se iba materializando lo que parecía ser una lanza, pero conforme tomó forma completa se reveló como un estandarte envuelto todavía, una tela negra en este y siendo sujetado dicho estandarte por una mujer rubia de armadura completamente negra y de ojos vacíos.

—Como usted ordene, Master—Musitó en una voz mecánica antes de sacar su arma, el chico cayó de rodillas al instante sujetándose la herida sintiendo la vida misma escapar de él ante semejante herida interna, su frente se pegó al suelo sin entender cómo llegó a esa situación.

—Acaben con el Hechicero . . . Y tráiganme a la chica viva, le arrancaremos los Hechizos de Comando del alma—Volvió a rascar su cuello con intensidad, la muchacha se sorprendió de ver al peliverde herido pues hasta ahora lo venía notando.

—¿Ese es… Midoriya-kun?—No podía entender qué hacía allí, apretó los dientes viendo donde su Servant recibió un ataque directo al rostro y sintió impotencia pues tenía a dos enemigos de tremendo nivel, un compañero herido y estaba completamente sola.

—¿Llegamos tarde?—El sujeto de la mano en la cara abrió los ojos cuando una pistola se le posó en la cara, en un parpadeo una mujer de cabellera rojiza, piel bronceada y un enorme busto se le apareció delante, dejando ver el cañón de su arma a centímetros de su rostro—No te muevas rata de mar, o tu Master perderá los sesos—Advirtió severa en referencia a la rubia que solo entrecerró los ojos pero no se movió por el bienestar de su invocador.

—¡Te tardaste, Jinete!—Se escuchó la voz del encapuchado, el humo se despejo tras el ataque directo, dejando ver un aura azul cubriéndole la cabeza y ,por ende, librándolo del daño. Su rostro ahora estaba descubierto, revelando una alborotada cabellera albina.

—¡Es culpa del inepto de mi Máster!—Se quejó mientras el susodicho apareció, llevando al herido Midoriya en un parpadeo justo junto a la joven maga que hasta hacía unos segundos se daba por acabada.

—¡Uraraka-san, he llegado!—Aún en su estado convaleciente pudo reconocer esa voz, era Iida Tenya el presidente de su clase, pero la pregunta era ¡¿Qué demonios hacía allí en medio de una pelea de magos?!

—¡Hechicero, retirada!—Gritó la chica causando que el albino alzara su mano rápidamente.

—¡Nos veremos después, Lancero!—Bajó su mano dando un rápido encantamiento en una lengua olvidada, provocando así una densa neblina que sirvió como escape para los jóvenes y sus Servant, el de la lanza intentó atacar, pero se vio enceguecido y no fue hasta que la mujer del estandarte agito su arma, que esta se disipó, revelando que estaban completamente solos.

—Bien hecho, Tomura . . . —El aludido solo pegó un gruñido mientras veía cómo de entre los árboles un joven con el rostro lleno de horrendas cicatrices cosidas a su piel caminaba en su dirección—Le di la orden a Lancero que te siguiera y no pudiste eliminar a una chiquilla con un Hechicero—Era difícil saber si se quejaba o mofaba de esto.

—No opines sobre lo que no te incumbe, Dabi . . . —Cerró sus ojos con notable molestia, entonces canalizó su energía para evocar un contacto telepático con otra de sus compañeras—"Toga, tú y Asesino localicen a esos tres y mátenlos. Enviaré a Alter y Lancero por igual"—Escuchó risillas como respuesta mientras ordenaba con un gesto de la mano que buscaran a los que habían escapado.

Mientras tanto, detrás del edificio abandonado.

—¿Estás bien, Midoriya-kun?—El aludido apenas y podía contener el sangrado que amenazaba con dejarlo destripado, pero aún con esto asintió ligeramente.

—Iida-kun . . . Uraraka-san . . .—Les llamó por lo bajo, le dolía respirar pero por suerte la cuchilla no dio en ningún punto vital o seguro no la hubiera contado—Ustedes . . . ¿Son magos?—Preguntó dejando a ambos sorprendidos.

—¿Cómo es que sabes lo que somos?—Preguntó la chica que, a pesar de todo, jamás se separó de su lado ayudándolo a mantenerse de pie.

—El también es un mago ¿Qué no es obvio?—La voz del "Hechicero" se dejó escuchar mientras este se materializaba delante de ellos—Aunque su potencial mágico es notable, sus capacidades son bajas, seguramente por la falta de entrenamiento apropiado—Sus labios se doblaron en una enorme sonrisa.

—Él…¿Él quién es…?—Preguntó sorprendido, pues jamás vio a nadie aparecer y desaparecer de esa forma.

—El es Hechicero, es mi Servant—Explicó Ochako mientras ponía una sonrisa culpable en labios—Yo lo invoqué para luchar en la guerra por el Santo Grial . . . —El chico parpadeó confundido.

—Siendo que eres un mago creo que podemos explicarte lo básico al respecto, parte de tu linaje mágico al final de cuentas se basa en ello, Midoriya-kun—Habló el presidente de su clase dando un paso adelante, dispuesto a ser él quien diera la rápida clase—Cada cierto tiempo en el mundo se forma una materialización de los deseos de los humanos, se le conoce a esto como "El Santo Grial" o el cáliz que concede los deseos de los hombres—

—. . . Santo Grial—A su mente comenzó a llegar un borroso recuerdo de su infancia.

—Cuando esto sucede, los magos del país donde este se materializa, reciben el llamado en el brillo de una estrella roja sobre la nación, esto augura que se tiene 7 días para realizar una invocación exitosa de un Servant para luchar en una batalla por el Grial—Entonces junto a él apareció la misma mujer pelirroja que antes le había salvado—Los Servant son personificaciones de héroes del pasado, personas que vivieron leyendas y ahora pueden ser llamadas para luchar en esta guerra como compañeros y aliados—Continuaba explicación antes que la susodicha pelirroja le pegara el enorme busto al cuadrado muchacho que solo se apenó al instante y comenzó a agitar las manos.

—¡Eres tan dulce al decir que somos compañeros!—Habló en su ronco tono de voz mientras este solo se quejaba de lo cerca que estaban.

—Este . . . —Ochako veía la escena con una gota de sudor en la nuca—Los Servant vienen de varias clases, por ejemplo ella es una Servant de clase Jinete, mi amigo aquí es de la clase Hechicero—El aludido alzó la mano en señal de saludo.

—Entonces . . . Ellos son ¿Héroes del pasado?—Preguntó dudoso a lo que su compañera de la escuela asintió ligeramente.

—Lamentablemente no es buena idea revelar el verdadero nombre de tu Servant, para evitar que sepan mucho sobre él . . . Espero me disculpes—Agachó la cabeza un tanto apenada, pues no deseaba dejarle con más dudas—Después que pasa el tiempo de invocación, la guerra se vuelve lo que es: Una batalla entre Servant y Masters para ver quién sobrevive al final, aquel Máster que al final tenga su Servant se le otorgará el Grial y un deseo completamente libre a su voluntad—Esto le sorprendió totalmente.

—Uraraka-san y yo nos hemos aliado en esta guerra, en vista de que hemos encontrado muchos enemigos potenciales en la ciudad. Es poco común que los magos de familias no afiliadas realicen estos tratos, pero ante la camaradería que siento hacia Uraraka-san, esta alianza se formó—Explicaba el veloz muchacho mientras mantenía a su Servant a distancia y esta solo se carcajeaba.

—Lo importante es tratar tus heridas—La chica alzó su mano mostrando un brillo verdoso en su palma, sudó notablemente—La magia de sanación no es mi fuerte, pero al menos detendrá el sangrado . . . Espero—Murmuró mientras acercaba más su mano a la herida, Izuku dio un respingo por el hecho que estaba siendo tocado por una chica siendo esta la primera vez que pasaba en su vida.

—Muchas gracias . . . —Murmuró completamente sonrojado, pues si bien no estaba tocándole como tal, si estaba a casi nada de hacerlo, sentía la herida sanar rápidamente, quizá no quedaría perfectamente cerrada pero al menos mientras no se esforzara no se abriría de nuevo.

—Que herida más fea, hermano mayor. . . —Esa voz hizo a todos dar un respingo, justo frente a Ochako e Izuku estaba una pequeña niña de cabello gris y enormes ojos grises que veía la herida del chico con total interés, el Hechicero se sorprendió por la velocidad con la que apareció y la densa neblina que de la nada comenzó a rodearles.

—¡Retrocedan, es un Servant!—Pero no tuvo tiempo de más, puesto que fue rápidamente embestido por el Lancero, aquel que de solo tenerlo delante liberó una enorme bola de fuego en su dirección, causando una explosión.

—¡Hechicero!—Ochako tomó a su compañero saltando hacia atrás al mismo tiempo que Iida.

—¡Jinete, ataca!—Ordenó el de anteojos, la mujer pelirroja desenfundó sus dos armas pero la pequeña solo puso una sonrisa lanzando una cuchilla en su dirección, obligando a esquivar esta rápidamente, en cuanto se giró en su dirección ya no estaba.

—Esa mocosa se oculta en la niebla, su sigilo es de clase A, si no es que superior—Maldijo mientras mantenía ambas armas apuntando hacia arriba, detestaba a los Asesinos.

—¿Quiénes son tus nuevos amigos, Jack? ¿No piensas invitarme a jugar?—De entre los árboles surgió una joven rubia de regordeta apariencia, sus labios en una enorme sonrisa dejaban ver afilados caninos y sus ojos dorados brillaban con emoción que se reflejaba en sus sonrojadas mejillas que apenas se podían ver por una máscara con respirador que utilizaba.

—¡Hermana!—La niña se formó de entre la neblina abrazando a la recién llegada con total cariño—¡Encontré un muchacho que sangra, míralo, míralo!—Apuntó con emoción a Izuku que solo pego un respingo ¿Por qué le veían a él? Y más aún ¿Por qué se sentía tan mareado?

—¡No respiren mozalbetes, la niebla está envenenada!—Gritó la Servant pelirroja antes de dar un salto hacia atrás, pues la mujer rubia de armadura apareció atacando de frente y comenzaron un rápido intercambio de ataques.

—Uraraka-san, debemos huir, estamos en desventaja—Rápidamente instruye el joven de anteojos mientras cubría su boca con un pañuelo, el resto le imitó pero los efectos del veneno ya estaban mermando su energía mágica poco a poco.

—Ella tiene un Servant delante nuestro Iida-kun, será difícil que podamos huir, Hechicero y Jinete están siendo distraídos—Se mordió el labio por debajo del pañuelo que usaba para cubrir su boca.

Izuku sintió un fuerte latido en su pecho, todo esto era su culpa, de no haber estado allí ellos no se hubieran distraído tratando de salvarlo y hubieran podido escapar. Bajó la mirada mientras apretaba los dientes con fuerza, no podía creer que su intento de ayudar solo acabó en la condena de dos personas inocentes, se separó de Ochako dando débiles pasos hacia adelante.

—¿Midoriya-kun?—Se sorprendió mientras este alzaba la mano en señal que no le siguiera.

—Voy a distraerlas, ustedes váyanse lo más rápido que puedan . . . —Esto era obviamente algo suicida, el mero pensar que pudiera hacerle frente a un Servant por más de unos minutos era ridículo.

—¡Va a matarte, retrocede, Midoriya-kun!—Iida intentó interponerse pero el chico de nuevo alzó su mano haciéndolo retroceder.

—No . . . Cuando yo era niño fui salvado por el más bravo acto de heroísmo que jamás he visto y me niego a dejar ir ese sentimiento ¡No lo dejaré morir!—Sin saberlo, sus palabras hicieron reaccionar un antiguo símbolo de invocación que descansaba dentro del edificio detrás suyo, era viejo y descuidado pero el llamado de su voz traspasó el velo de la realidad y llegó a una dimensión de dolor, sufrimiento y cielos rojos, donde en una pila de rocas rodeada de cadáveres, una joven doncella de armadura plateada y manchada de sangre veía los cielos con los ojos perdidos. Devuelta Izuku fue apuñalado por un cuchillo lanzado por la pequeña Servant directo a su hombro, pero no flaqueó, solo apretó los dientes con fuerza, sin darse cuenta en su mano comenzó a brillar un intenso color rojizo.

—¡Hermana, no muere!—Se quejó la pequeña mientras la rubia solo se sujetaba el rostro con emoción.

—Sangra pero no cae . . . Es tan hermoso . . . —

—Incluso si mi cuerpo muere . . .—Apretó los dientes de nuevo, el dolor de sus heridas era tremendo, pero se negaba a dejar que lo derribara—La imagen de ese héroe en mi memoria ¡Seguirá viviendo!—La asesina se relamió antes de correr en su dirección con ambas manos armadas con cuchillas—Y mientras yo siga aquí, ¡Me volveré alguien que proyecte su mismo deseo!—En el otro mundo, la doncella se levantó de entre los cuerpos, en su rostro una enorme sonrisa—¡Y salvaré, a todos delante de mí!—El símbolo se completo en su mano, tanto Tenya como Ochako se impactaron por este hecho.

—¡Muere!—La pequeña asesina se lanzó sobre él, metros le separaban de su objetivo que no podría evadirle.

—¡A tu comando!—Sin aviso, de la pared detrás suyo surgió una figura encubierta de una gran armadura de acero, el casco con dos cuernos se puso por delante dándole un fuerte cabezazo a la pequeña que salió disparada hacia atrás—¡He sido invocada!—Aterrizó delante de Izuku que se quedó en completo Shock, el aura que esa figura emitía era igual a la de los dos Servant de sus compañeros . . . ¿Acaso él . . . ?

—No puede ser . . . —Uraraka se cubrió los labios con sorpresa, la llegada de ese Servant había disipado la niebla tóxica y ahora la luna brillaba sobre ellos. Esta tomó su casco y lo retiró lentamente revelando así a una joven mujer de cabellos dorados y ojos pardos, su rostro se veía jovial pero con la severidad de la experiencia fijándose directo en su Master.

—¿Vos sois mi Master, aquel que me habéis convocado a la funesta batalla buscando que cumpla vuestro oscuro designio?—Ante la pregunta Midoriya cayó de culo al suelo sin poder creerlo.

—. . . ¿Q...Qué?—Preguntó sin evitar tartamudear. La rubia alzó una ceja borrando su seriedad anterior y cambiándola por un gesto completamente sarcástico.

—Olvídalo, puedo hablar tu idioma con normalidad—Su tono cambió por completo, haciendo que todos se fueran hacia atrás—¿Eres tú mi Master?—Preguntó ahora apuntándole con su enorme espada.

—¿S...Sí?—Afirmó lo mejor que pudo.

—¿Es ese un Servant?—Apuntó hacia atrás a la niña que se le mencionó antes como Jack, que se recuperaba a duras penas del impacto sorpresivo recibido.

—Si. . . —De nuevo era difícil saber si afirmaba o preguntaba.

—Espléndido. Voy a matarla—Soltó como si nada girándose hacia ella.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!—No era que le molestara lo defendieran, pero . . .

—Escucha; tengo muchos, muchos problemas paternales que me generan ira así que ¡Más vale que no te interpongas cuando quiero desahogar dicha ira!—Expresó con coraje total en su voz— Ya regreso—Se puso el casco de nuevo lanzándose contra la Asesina, esta lanzó cuchilladas rápidas pero rebotaron rápidamente en la armadura de la Saber, que de atraparle con un golpe seguro la partiría por la mitad.

—¡No puedo evitar molestarme de saber que estuve a nada de evitar que te invocarán!—Maldijo la asesina, lanzando varios cuchillos a su rival que solo los bloqueo con su enorme espada sin problema alguno.

—¡Tus habilidades son increíbles, Asesina! Es una lástima que tu capacidad con las navajas no es tan grande como tu cabezota—Esta se sorprendió y apretó el rostro en un puchero prácticamente infantil de coraje.

—¡Hermana, déjame liberar mi Fantasma Noble y acabar con esta bocona!—Pidió la pequeña con lágrimas infantiles en los ojos, al escuchar esto la rubia de armadura hizo su espada hacia atrás.

—¡Insecto, ordéname usar mi Fantasma Noble para exterminarla!—Ordenó al muchacho, Izuku se quedó en shock ¿Qué se suponía que debía de hacer?

—¡Master!—Sin aviso el Hechicero regresó a la escena, detrás suyo enormes explosiones de fuego indicaban que el Lancero enemigo lo perseguía.

—¡Cuando quieras, grumete!—Disparos de sus armas mantenían a la rival de la pelirroja a distancia, pero esta era rápida y no tardaría en encontrar cómo acercarse sin peligro.

—Midoriya-kun, por favor imítanos—Indicó la chica mientras alzaba su mano mostrando como los sellos en su dorso brillaban con intensidad—¡Hechicero, como tu Master te autorizo utilices tu Fantasma Noble para derrotar a tu enemigo!—El albino puso una sonrisa girándose hacia el otro joven de cabello blanco.

—Al fin . . . ¡Llama mi nombre Master!—Pedía mientras enormes círculos de magia aparecían alrededor suyo y un enorme libro se abría delante suyo destilando pura energía mágica.

—Libera tu poder . . . ¡Merlín, Mago de las Flores!—Al instante que se reveló su nombre, la caballero de cabellos dorados giro en su dirección.

—¡¿Sigues vivo, mago de pacotilla?!—Este casi liberaba todo su poder, pero el comentario le hizo descanalizar el encantamiento en segundos.

—No puede ser . . . ¡Mordred! ¡La pequeña Mordred está aquí!—La escena se rompió completamente, el Lancero delante suyo, a la expectativa de un feroz ataque, sintió una gota recorrerle la mejilla.

—¡¿Cómo que pequeña Mordred?!—Esta camino furibunda hacia el hechicero, tomándolo de la capa con una mano alzándolo sin esfuerzo—¡¿Qué mierda haces aquí?! ¡Responde o te rebano el cuello!—

—Calma, calma . . . Solo fui convocado a esta guerra, no es la gran cosa ¿O si?—Él parecía demasiado relajado ante las amenazas ajenas, incluso se dio el lujo de palmearle los hombros—Pero mira cuanto has crecido, ya eres toda una señorita, seguro que—Entonces la espada ajena acabó contra su cuello.

—Vuélveme a llamar señorita . . . Y te haré una vagina donde tienes la garganta—Advirtió con una severidad que daba miedo, este solo reía nerviosamente.

—Entendido, entendido, vetado la falta de eso allí abajo. ¿Podríamos concentrarnos en salvar a los Master por esta ocasión?—Pidió con toda cordialidad, tirándolo de lado giró hacia el suyo que parecía pronto vomitaría sus tripas.

—Maldición . . . ¡Master, nos largamos de aquí!—El peliverde puso cara de pánico nuevamente.

—¿Cómo? ¡Qué, espera!—Sin darse cuenta, ya estaba delante suyo y lo cargó cual saco de patatas poniéndolo sobre su hombro.

—Ustedes, sobrevivan o muéranse, me da igual—Dijo a los otros dos antes de dar un tremendo salto llevándose al peliverde consigo.

—¡No podemos irnos, debemos ayudar a mis amigos!—Decía el chico retorciéndose cuanto podía pero su Servant no le hizo caso en lo mínimo.

—¡Deja de retorcerte o voy a tirarte!—Estando a una distancia prudente, ya frente a la entrada de la escuela es que lo dejó caer de trasero al suelo guardando su espada y quitándose el casco de nueva cuenta—¡Escúchame, pedazo de-de-de-de muchacho!—Se contuvo al final, pues era su aliado, en parte—Esos dos de allí son magos experimentados ¿Tú? Eres un novato, no puedes ni curarte solo—Apuntó a sus varias heridas pues las de su vientre se abrieron de nuevo.

—Pero ellos...Ellos...—Seguía buscando volver, la rubia negó suavemente.

—Estarán bien, otros Master vienen en camino y dudo que se queden allí por mucho tiempo. Además, si el mago de pacotilla está allí . . . —Y solo termino de decir esto pudo sentir una presencia mágica aplastante, sin dudarlo era Merlín—Están bien . . . Te lo dije—Suspiro viéndole a los ojos, frunció el entrecejo—¿Y bien?—

—…¿Y bien…?—No sabía a qué se refería, pero si decía que estaban bien esperaba que así fuese.

—¿No vas a presentarte? ¿Qué Master de cuarta me vino a invocar?—Se quejó acariciándose el puente nasal con dos dedos enguantados.

—Yo...Yo soy Izuku Midoriya...—Hasta su nombre le sonó débil, se pasó las manos por la cara.

—Como sea, máximo esfuerzo entonces—Dijo para sí misma antes de verle a los ojos—Yo soy Sir Mordred, Caballero de la mesa redonda de Camelot e hijo del Rey Arturo Pendragon, futuro Rey de Inglaterra—Habló en un tono alto y formal, una presentación digna de-

—Pero si dices hijo… ¿Por qué eres una? -

Una espada al cuello le hizo cortar la frase antes que le cortaran la garganta.

—Di una...Sola vez que soy una chica y te haré pedazos, Máster o no. ¿Capishi? —Se sorprendió del uso de la lengua moderna que tenía, por lo que solo asintió rápidamente—Bien . . . Llévame a tu hogar, Máster. Debemos planear una estrategia, porque por lo que siento—Giró el rostro viendo la ciudad en el horizonte—Tenemos por lo menos 34 rivales que vencer...—El chico abrió los ojos con pánico ¿34? ¿Había 34 magos en toda la ciudad que querían ganar esa cosa? . . . Más aún ¡¿34 magos que querían matarlo?!

— . . . Creo que no podré sobrevivir a esto . . . —

La sangre correrá como los ríos de la antigua Babilonia (¿?)

Esta es la parte donde todos dicen: Doctor Devil ¿En que estaba pensando?