Disclaimers: Los personajes en esta historia no me pertenecen, son de Once Upon a Time, y los devolveré tal cual, en toda su integridad cuando esta historia termine XD
Antes de que comiencen a leer, debo advertirles que esta historia, por lo general será BDSM, pero trataré de que las escenas sobre eso no sean tan fuertes, hay quienes disfrutan de este género en su forma pura pero creo que para este fic no será necesario. Para que se hagan una idea de que va esto, pueden ver el trailer que hice en YT "Cabalgata de medianoche – SwanQueen OUAT Fanfic" o en su defecto también pueden seguir mi cuenta que es TheLittlePhoenix que ahí está el video.
Occultus Terra, escondida por la magia, una tierra que para muchos es un verdadero mito, donde vampiros y los licántropos se pelean a muerte, donde las hadas, enanos y elfos caminan por los prados comúnmente y los caballeros defienden los reinos de dragones, trasgos y orcos.
Una tierra y seis reinos principales. El reino púrpura para los hechiceros, el reino del bosque para las brujas, el reino del mar para las sirenas, el reino de las montañas para los lobos, el reino de los pactos para los ángeles caídos y el reino de las tinieblas para los inmortales solitarios.
Capítulo 1: La Princesa Swan
Poco antes del amanecer, Maléfica organizaba y ordenaba a sus criados con los preparativos de la gran fiesta de esta noche en su castillo. Como cada equinoccio de primavera, los reinos colindantes enviaban a sus jóvenes esclavas y criadas al Reino Púrpura para poder cumplir con las exigencias de la realeza, se les enviaba a aprender las artes del sexo, obediencia y sumisión durante seis meses. ¿Cuál era la gran sorpresa dentro del grupo que era enviado? Había veces que los mismos reyes enviaban a sus princesas como castigo por algún error cometido, o como simple enseñanza para su futuro matrimonio, la única condición que ponían los reyes era que ninguna de ellas podía ser tocada por un hombre, regla que Maléfica cumplía al pie de la letra, devolviéndoles a sus hijas expertas en las artes amatorias, pero por sobre todo llenas de humildad y obediencia. Esto hacía que el morbo de la realeza creciera de sobremanera, poder tener la suerte de someter a una princesa era el sueño de cualquier otro noble.
Este acontecimiento era esperado por la mayoría de las reinas y la corte noble de los demás castillos, algunas de ellas también habían cumplido tiempo de aprendizaje en el reino de Maléfica, y sabían perfectamente que era un gran acontecimiento anual. Disfrutar de las bondades que la reina ofrecía y de las jóvenes recién llegadas eran las vacaciones soñadas de la realeza.
—¡Johana ven aquí! –la criada que no paraba de trabajar sin pensarlo por un segundo se dirigió hacia la reina- Asegúrate de que la habitación de Regina esté lista, y el baño termal preparado, no debe tardar en llegar.
—Enseguida su majestad -Le dijo Johana para luego delegar lo que estaba haciendo a otra e ir rápidamente a cumplir con la orden.
—Ya está por amanecer y no llega… ¡Phillip! Reúne al ejército por si tenemos que ir en busca de Regina.
—A su orden alteza –Phillip se cuadró y se retiró del lugar.
Como todo año, Regina era la primera en llegar, su castillo era el más alejado del reino Púrpura, y tomando en cuenta de que Regina sólo podía viajar de noche, le tomaba varios días de viaje, si quería llegar a la inauguración de la fiesta tenía que llegar de madrugada. Sin embargo, esta vez estaba demorando bastante, el cielo comenzaba a ponerse más claro y pronto los primeros rayos de luz comenzarían a salir.
Maléfica y algunos de sus soldados salieron del castillo esperando ver a Regina con su carruaje y escolta, luego de unos minutos pudo escucharse el sonido de los cascos de los caballos y unos segundos más tarde Maléfica pudo notar como venía Regina montada en Rocinante a toda prisa.
Regina bajó de su caballo, mirando hacia atrás donde venía toda su compañía asegurándose de que todo había llegado bien. Mientras sostenía de las riendas a Rocinante, se fue a saludar a su vieja amiga, entregándole el corcel a uno de los criados, indicándole que le diera comida y agua. Su escolta, liderada principalmente por Mulán y Eric comenzaron a organizar a los criados de Maléfica para bajar sus pertenencias, pero luego fueron reemplazados y dirigidos a sus respectivas habitaciones para que descansaran del viaje.
—Regina, querida –le decía mientras la saludaba con un beso en cada mejilla- me tenías preocupada, pensé que no lograrías llegar.
—Sabes que me gusta sentir como el corazón me late a mil por hora por la adrenalina antes del amanecer, pero tranquila aquí estoy –tomaba su abrigo rojo y le hacía una reverencia.
—Amiga mía, te ves divina, pero hueles a estiércol, ese gusto tuyo de cabalgar en vez de viajar en tu carruaje.
—Bueno y ¿Qué esperabas? Llevo dos semanas de viaje y solo para venir a verte. Si fuera por mí llegaba en dos días, pero por mar –hacia un gesto de disgusto- odio navegar, y por lo demás me es imposible, sabes que Zelena tiene en su terreno el puerto y sólo por molestarme no me dejaría pasar. Venir por la montaña sería una locura, odio el frío, y tampoco digamos que Ruby me deje pasar, esa loba me odia. Así que no me queda más que el camino más largo. Vengo exhausta, sólo quiero dormir.
—No sé cómo es posible que te hayas ganado tantos enemigos Regina –Le dijo mientras movía la cabeza y se lamentaba por su amiga.
Era verdad, Regina tenía una reputación de temer, pero injustamente, porque no era nada de lo que se hablaba de ella. Una serie de mitos y leyendas se contaban sobre Regina, historias que iban pasando de boca en boca a través de los años, de padres a hijos y luego a nietos, de cómo consiguió su inmortalidad y de cosas macabras que alguna vez pudo haber hecho. Se decía que cualquier esclavo que entrara en su reino moría en una serie de torturas infernales, que desde que ella era la reina de esas tierras el sol jamás volvió a salir porque tenía un pacto con el demonio, que quemaba a bebes recién nacidos en su chimenea en las noches de más frío o que se bañaba en la sangre de jóvenes vírgenes que intentaban traspasar las fronteras de Occultus Terra, en cierto modo, culpaban a ella de que nadie conociera estas tierras, porque la única entrada se encontraba en su reino. Más de cuatrocientos años con una etiqueta que no le correspondía, la de la vampiresa cruel, la asesina de los viajeros, la sin alma ni corazón.
—La culpa es de Zelena querida, algún día lo demostraré. Por mientras me mantengo al margen de ella –le dijo Regina casi llegando a la entrada de su castillo mientras recibía una mirada de confusión- No me mires así, sabes que muere de envidia porque me elegiste a mí… Maléfica por favor, ¿Nunca te has preguntado porque sigue tan joven? No creo que sea a causa de sus ungüentos faciales de belleza.
—Buen punto, pero no necesitas demostrar nada. Tienes a tu gente en tu reino, son pocos pero viven tranquilos. Tus criados te aman, tu ejército es leal y los pocos pueblerinos te respetan y hacen crecer el miedo para que no se metan contigo. ¿Qué más podrías pedir? –Guardó silencio y respiró el cuello de la morena- Bien podrías pedir un baño, apestas –Se separó de la morena que se quedaba parada en la entrada- ¿Qué ocurre Regina? Vamos, te esperan un delicioso baño termal… conmigo –le sonrió maliciosa.
—Me agrada la idea de un baño, pero por muy vampiro que seas al igual que yo, no puedo entrar si no me invitas. Y los rayos ya empiezan a salir Maléfica, no soy una caminante diurna como tú, me quemaré.
—Perdóname cariño –movía la cabeza y se despejaba mientras volvía por la morena invitándola a entrar- A veces olvido que esta ya no es tu casa.
Maléfica ya estaba dentro del agua, recibiendo perfumes y aceites de las criadas cuando Regina se le unió en el baño. Fue ayudada para que le quitaran su bata, y su pelo fue soltado dejando caer por completo su larga cabellera azabache. Metiéndose completamente desnuda mientras iba caminando hacia la rubia, le hizo un gesto con la mano a las criadas para que las dejaran solas.
Peligrosamente cerca, Maléfica la tomó abrazándola y la volteó para dejarla apoyada contra la pared de la piscina, se elevó un poco para tomar los aceites, lo que hizo que Regina perdiera su mirada en sus pechos, no perdió oportunidad para acariciarlos suavemente mientras las rubia hacia su trabajo con los perfumes y jabones detrás de ella.
—Durante mi viaje escuché un rumor bastante interesante Maléfica –la rubia volvía a bajar a su altura mientras frotaba algunos aceites en sus manos y los esparcía por los pechos de Regina- Me informaron que dos jóvenes cruzaron las fronteras de Occultus Terra en esta dirección, una de ellas princesa.
—Efectivamente querida. Fue un envío de último momento, se suponía que venía la criada de compañía de la princesa del Bosque Encantado… ¿Cuál era su nombre? –lo pensó mientras Regina se volteaba, subía un escalón de la piscina dejando sus nalgas al descubierto para ser masajeadas con aceites por parte de Maléfica- Ah, sí, ahora recuerdo, se llama Tinkerbell. Pero luego en camino se le sumó la Princesa Swan ¿La conoces?
—No realmente –le dijo mirando hacia atrás, atenta a los masajes de Maléfica en su trasero- Aunque conozco a sus padres, ya sabes, tampoco tengo muy buenas relaciones con ellos.
—Dicen que es realmente hermosa, al igual que su criada –Regina volvía a meterse en el agua por completo y pasaba sus manos por encima de los hombros de la rubia abrazándola- Es muy joven, de seguro será el centro de atención esta noche.
—Querida, debo recordarte que este año me toca a mí elegir primero. Así que si es de mi total agrado, quiero a la princesa para mí –le dijo respirando muy cerca de sus labios.
—Eso depende de cómo se comporte en la presentación. Ya sabes que debo quedarme con las más rebeldes.
—Eso déjamelo a mí. Hasta ahora ninguna puede sucumbir a mis encantos –guardó silencio y le besó levemente- me aman al instante –Regina levantó la mirada ante una nueva presencia en el baño- Aurora, pequeña pervertida, ya te extrañaba –dijo soltando a Maléfica.
—Buenos días preciosa –Maléfica emitió una risa pícara- Mi bella durmiente, este es el único día del año que te levantas tan temprano y sólo para recibir a Regina como es debido.
—Amor, ya sabes que fue ella quien doblegó mi arrogancia y soberbia –Aurora ahora volvía la mirada hacia Regina que iba hacia ella en la parte más baja de la piscina- Regina, mi querida Domina, ya te extrañaba.
—Me encantan estas bienvenidas. Creo que antes de irme a dormir disfrutaré de tus encantos Aurora –La morena la atrajo hacia ella y metía sus manos debajo del agua en busca de su sexo- ¿Qué tenemos aquí? Vamos a limpiar esta exquisitez –Regina tomaba los labios del sexo y los apretaba, sobaba y volvía a apretarlos- vamos a quitar esa flojera de la mañana.
Maléfica decidió salir de la piscina y se fue a uno de los divanes que adornaban el baño, apoyándose en él, abrió sus piernas para acariciar su clítoris suavemente mientras con la otra mano les hacía un gesto a las dos para que fueran donde ella.
Regina tomó por los cabellos a Aurora, la cual emitió un pequeño quejido lleno de placer y la condujo hacia el diván, tirando hacia abajo su cabeza ligeramente, haciéndola bajar la mirada, llegando donde la rubia esperaba llena de lujuria por la escena de ver a su princesa ser tratada de tal forma.
Regina la hizo arrodillarse ante Maléfica, volvió a tirar los cabellos de Aurora y empujo su rostro muy cerca del sexo de la rubia que estaba acariciándolo por sí misma.
—¿Le has dado lo que merece a tu reina Aurora? ¿Has sido una buena niña? –Aurora no contestó, sabía que con Regina sólo se podía hablar si es que ella lo permitía- Prueba el néctar de tu reina, saboréalo, trágalo.
Regina ahora acercaba el rostro de Aurora hacia el centro de Maléfica, notando como inmediatamente la joven comenzaba a devorarlo y saborearlo con ansias, haciendo caso por completo a las indicaciones de la morena.
—Eso preciosa, no pares –Regina elevó la mirada hacia Maléfica sonriente, para luego elevar una de sus piernas para dejar su sexo detrás de la cabeza de Aurora, presionándola con su propias caderas, dirigiendo sus lamidas con embestidas propias. La cabeza de Aurora estaba atrapada entre las humedades de sus dos Dominas, no tenía otra cosa más que lamer el sexo de Maléfica, empujada por Regina, que no le daba respiro, porque cada vez iba más rápido.
—Dígame su majestad ¿Cómo se ha comportado esta pequeña diabla durante el año? –le preguntó la morena mientras seguía presionando la cabeza de Aurora y acariciaba los pechos de Maléfica- ¿Debería de castigarla?
—No puedo quejarme, pero a veces –la rubia comenzaba a respirar con dificultad por las lamidas de Aurora- a veces se comporta de manera totalmente caprichosa.
—Entonces creo que se merece un buen castigo. Pero quiero saber qué dice ella en su defensa –Regina bajó por la espalda de Aurora aprovechando de restregar su sexo contra su espalda. Le tomó nuevamente el cabello y la tiró hacia atrás, provocando una queja de Maléfica al no sentir más sus cálidas lamidas- Puedes contestarme Aurora ¿Es verdad que te comportas como una niña mimada?
—A mi reina le encanta consentirme, así que no puedo evitarlo, me mal acostumbra –cuando Aurora terminó de decirlo, Maléfica tomó la cabeza de ella arrebatándole el poder a Regina, haciendo que continuara comiendo su centro.
—Lamentarás haber dicho eso Aurora. La que te espera más tarde –la rubia curvó un poco su espalda, disfrutando nuevamente de los labios de Aurora, que ahora succionaba con fuerza su clítoris.
—Tengo la leve impresión de que mientes sólo para que te dé un fuerte castigo Aurora. Y ya que lo buscas culpando a tu reina, no tendré piedad. Si llegas a dejar de lamerla no respondo pequeña, no importa qué pase, no pares.
Regina elevó el trasero de Aurora, dejándola totalmente expuesta. Desde esa posición podía no solo torturar sus nalgas sino que también su sexo. La morena jugó un momento con los fluidos de Aurora, esparciéndolos, acariciando su clítoris con movimientos rápidos, luego lentos, introducía y sacaba sus dedos de su vagina y volvía a esparcir sus fluidos.
Sin dar previo aviso, Regina golpeó con una fuerte palmada su sexo, provocando un pequeño gritito de Aurora, que aunque tentada por sacar la boca del centro de su reina siguió con su trabajo, aguantando las siguientes palmadas repetitivas de Regina. Los labios mayores de Aurora se encontraban hinchados y rojos, aun así Regina no escatimó en pellizcarlos provocándole gemidos y pequeñas quejas de dolor. Cuando creyó que era suficiente, acarició cada una de las nalgas, mientras con la otra mano presionaba la espalda, sólo para someterla a lo que ahora venía. Regina golpeó con fuerza cada una de sus nalgas, intercambiando cada golpe, sintiendo como Aurora quería levantar su espalda ante cada golpe sin permitírselo debido a la presión de su otra mano. Aurora lloriqueaba al mismo tiempo que no paraba de torturar el sexo de Maléfica, lo que provocaba en la reina aún más excitación, gimiendo débilmente, aún no quería acabar, no se perdería el espectáculo que Regina le propinaba a su princesa.
Aurora fue sacada de su tarea por las manos de Regina que nuevamente la tomaban por el cabello, ahora haciendo que se levantara del todo. Maléfica se acomodó mejor en el centro del diván, abriendo sus piernas, dejando ver su humedad ante los ojos de Aurora.
—Ahora tu reina quiere oírte gemir princesa, complácela, mira su sexo, esta húmeda gracias a ti. Ahora ella quiere verte –acercó su boca a su oído para susurrarle- no te reprimas –pasó su mano libre por delante tomando su clítoris con los dedos como pinzas- sé que estas lista.
Maléfica se apoyó en sus antebrazos, mirando como Regina torturaba el sexo de su princesa, con la boca entreabierta respiraba agitada al ver tal belleza. La morena comenzó con pequeños círculos, rápidos y enérgicos, provocando que las piernas de Aurora quisieran flaquear, pero Regina la tenía fuertemente tomada sin permitírselo, los primeros gemidos comenzaron a escucharse, haciendo un pequeño eco en el lugar.
—¡Ah Ah!… no te rindas, sigue cariño, sigue gimiendo, te ves hermosa mientras lo haces –le ordenó Maléfica
—Ya escuchaste a tu reina, debes ser obediente –Le mordía el lóbulo al finalizar la orden.
Regina aumentó la velocidad de sus caricias, ahora con movimientos horizontales y frenéticos. Su dedo anular iba de un lado a otro, haciendo que Aurora jadeara, para luego, poco a poco comenzara a gemir desenfrenadamente, llegando al orgasmo, tratando de desfallecer pero no siendo dejada por Regina, que ahora soltaba su cabello para tomarla bien y evitar que se le escapara.
—Oh no pequeña, no te dejaré ir ¿Quién te dio permiso para terminar? –Regina seguía atormentándola sujetándola firmemente, sintiéndola temblar contra su cuerpo, disfrutando el calor de su trasero en su sexo que previamente había sido maltratado- Sigue Aurora, sigue hasta el final.
Una pequeña lágrima cayó por la mejilla de Aurora, mientras con todas sus fuerzas trataba de esconder su sexo de las manos de Regina, lloriqueando y convulsionando por el alargado orgasmo que la morena le propinaba. Cuando creyó que no podría más, la morena la soltó lentamente, dejándola que volviera al suelo en sus rodillas, temblando y escondiendo su sexo con ambas manos, temiendo por si Regina quisiera volver a torturarla.
—Lo hiciste perfecto mi princesa –Maléfica la tomó de la barbilla haciendo que la mirara a los ojos.
—No tan rápido querida –Regina empujaba a Maléfica en el diván sentándose encima de su sexo, dándole la espalda –Aurora no ha terminado toda su tarea.
Aurora aún no terminaba de recomponerse se su orgasmo, así que Regina la dejó descansar unos segundos mientras movía sus caderas contra la humedad de Maléfica, la cual la tenía firmemente tomada, disfrutando de la combinación de sus fluidos.
Aurora se acercó gateando hacia ellas debido al llamado de Regina con su dedo índice. Ahora los sexos de la morena y la rubia se encontraban uno encima del otro, muy juntos, y con la mirada de la joven que entendió perfectamente qué era lo que tenía que hacer, sin embargo sabía que debía esperar la orden.
—Nos darás placer al mismo tiempo Aurora, acércate más –Regina acarició la cabeza de la princesa y la acercó a sus centros- Bebe nuestro néctar –Aurora pasaba su lengua a lo largo de los dos sexos, retirándose lentamente, lamiendo en la comisura de sus labios parte de los fluidos de ambas- Eso pequeña, ahora no te detengas, no hasta que te lo ordene. Tienes permiso para ser creativa.
A Aurora se le iluminó el rostro, poder hacer lo que quisiera con sus Dominas era el mayor regalo que una sumisa podría pedir, significaba que había sido obediente y complaciente. Era uno de los premios que siempre esperaba por parte de Regina.
Tomó con su boca primero el sexo de Regina, había estado esperando por este momento toda la semana, poder complacerla era algo que le hacía ilusión cada año, así que no escatimó en usar todos sus recursos en besar y saborear su humedad. Su lengua se trasformó en un torbellino, notando como inmediatamente la morena se movía arriba del cuerpo de Maléfica, la que no perdía tiempo tampoco al sobar su sexo contra el trasero de Regina. La princesa siguió lamiendo y besando el clítoris de la morena, para al final tomarlo entre sus labios y succionarlo, tirando hacia atrás, haciendo un sonido al despegar su boca de él.
Al darse cuenta de la humedad de Regina, combinada con su propia saliva que caía sobre el sexo de Maléfica, comenzó con las caricias hacia la rubia, introduciendo un par de dedos en su vagina, y posicionando el pulgar en su clítoris, para luego comenzar a penetrarla lentamente, al tiempo que volvía a torturar el centro de Regina.
Aurora mordió cada uno de los labios mayores de Regina, sintiendo como casi perdía la compostura al no sentir su boca pegada en su centro, los fluidos caían sobre el sexo de Maléfica permitiéndole mayor lubricación en sus penetradas. Cuando supo que estaba a punto de romper con la paciencia de Regina, tomó por completo su sexo, lamiendo aquel botón que ahora se encontraba rojizo por la excitación, hacía círculos con su lengua alternando con succiones fuertes, provocando ecos en una sinfonía de gemidos por parte de las dos Dominas.
Maléfica se sostuvo fuerte del cuerpo de Regina, abrazándola y tomando sus pechos, sintiendo cada embestida que su princesa le proporcionaba. Otro dedo fue introducido dentro de su vagina, provocando que esta comenzara a moverse bajo el cuerpo de la morena de forma descontrolada, pellizcaba los pezones de la morena, tirándolos mientras volvía a subir el tono de sus gemidos. Aurora no les daba respiro, ambas movían sus cuerpos una contra la otra. Regina soltó un largo gemido terminando en jadeos al tomar la cabeza de Aurora, presionándola contra ella, mientras Maléfica también alcanzaba el clímax, llegando al orgasmo junto a la morena, con su cuerpo temblando lleno de sudor. Ambas se retorcían ante las últimas caricias, sintiendo los espasmos de cada una, relajándose, yaciendo en el diván, lánguidas y llenas de satisfacción. Aurora acarició el cuerpo de Regina que inmediatamente se erizó por el toque, e hizo que se levantara, para luego ayudar a la rubia debajo de ella.
—Nunca voy a cansar de decirte lo afortunada que eres de tener a esta princesa Maléfica. Es la mejor –le dijo mientras le depositó un dulce beso en la frente.
Regina volvió a recogerse el cabello, se colocó su bata y salió del baño. De seguro ellas dos iban a querer seguir jugando en el agua, por lo demás se encontraba exhausta, pero por sobre todo relajada y saciada por la bienvenida, debía dormir para estar radiante al anochecer.
Durante el día poco a poco fueron llegando las demás reinas, acomodándose en las habitaciones del castillo, ordenando a los criados que traían con ellas y dándoles indicaciones a sus respectivas escoltas. Poco antes del atardecer, la caravana con las esclavas y criadas llegó al reino Púrpura, ante las miradas de todo el pueblo, más que por el espectáculo de la belleza de cada una, por el morbo que sentían al saber que una de ellas era una princesa de tierras lejanas.
Los últimos rayos de luz se iban extinguiendo al interior del castillo y Regina ya se preparaba para la gran fiesta. Tomó su tiempo para vestirse especialmente para esta noche, vistiendo casi completamente de cuero negro, con un abrigo de larga cola, que dejaba su precioso escote muy visible. Un par de botas altas, con tacones que hacían crecer su imponente estampa, acordonados desde el empeine hasta por sobre la rodilla. Su cabello iba recogido por completo, adornado con un pequeño sombrero decorado con una pequeña pluma tornasol. Su maquillaje era místicamente oscuro, sus ojos llevaban un marcado delineado negro, con sombras que hacían de su mirada fuera penetrante y peligrosa, sus labios eran la exquisitez de la velada, un rojo sangre que invitaban a cualquier piel ser besados por ellos, y esa cicatriz, esa extraña y contemplativa cicatriz, hacía que su entero semblante terminara por convertirla en una especie de diosa de las tinieblas. Por su puesto, Regina no se permitía salir sin su fusta, dándose un pequeño golpe con ella en su pierna, emprendió paso hacia la sala principal, donde ya había bastante movimiento.
—Pero si no es un bello angelito el que ven mis ojos –dijo Regina mientras caminaba sonriente hacia Belle, que la había visto a lo lejos esperando saludarla- Querida, tantos años, al fin el demonio que tienes de esposo te liberó de la jaula. ¿Cómo es que se llama? Rumplets… Rumpitz… -Hacia una mueca con la boca por no poder pronunciar el nombre.
—Rumpelstiltskin… y no sigas invocándolo porque se presentaría acá y me arruinaría la fiesta –Belle la tomó del brazo y caminaron juntas hacia la recepción- Sí es verdad, me está dando más libertades últimamente, quizás ya se terminó por convencer de que lo amo y que no me escaparé a la primera oportunidad –terminó por reírse al final.
—Entonces, ya que somos vecinas, podrías ir a visitarme durante el año y recordar viejos tiempos ¿No crees? – Le acarició la mano que reposaba en su brazo.
—Me encantaría, pero debo advertirte que ya no soy la misma jovencita sumisa que conociste en este castillo.
—Sabes que eso lo puedo solucionar con unas buenas nalgadas –Regina le sacó el brazo y le dio un golpe con la fusta en el trasero para que avanzara en la multitud- Sigue, luego te alcanzo, al parecer las jóvenes ya están en el centro de la sala. Nos vemos luego –La morena le guiñó un ojo para luego buscar con la vista a Maléfica.
A medida que la multitud iba notando el caminar de Regina, le iban abriendo paso sin pensárselo dos veces, llegando rápidamente al lado de Maléfica y Aurora, que miraba curiosa a cada una de las jóvenes recién posicionadas en el centro de la sala. La morena comenzó a mirar alrededor para ver qué otras reinas habían llegado. Se enfrentó primero con la mirada de Ruby, la cual le devolvió una mueca de desagrado al instante, luego miró a Zelena, quien la miró de reojo haciéndole un desprecio para luego emprender camino hacia las jóvenes para mirarlas desde cerca. Delante de ella, al otro lado de la sala, Belle, que le sonreía amistosa, a su lado Ariel, que le hizo una reverencia con respeto desde lejos. Todas las demás, eran duquesas, marquesas y condesas del reino que también habían sido invitadas, y varios de sus escoltas las acompañaban, por supuesto, también disfrutando del espectáculo, Regina miró hacia atrás para encontrarse con su guardia que ya se había posicionado detrás de ella, Eric y Mulán sólo le despegaban la vista para dejarla dormir y cumplir sus deberes de Domina.
Los murmullos eran casi molestos, todas comentaban y se preguntaban cuál de todas las jóvenes era la princesa. Largas cadenas caían desde el techo de la recepción, cada una con grilletes que sujetaban a cada una de las jóvenes, en una gran fila, una al lado de la otra, cual de todas más avergonzada al ser expuestas de tal forma. Cada una, sólo era vestida con un blanco lienzo adornado con pequeñas cadenas de oro que sólo tapaban sus caderas, dejando expuestas sus piernas, a torso descubierto, dejando ver sus firmes y tiernos pechos.
—¿Ya se sabe cuál es la princesa? –Le preguntó Regina acercando su rostro hacia el oído de Maléfica sin despegar la mirada de las jóvenes, en específico de una que le llamó bastante la atención, una que llevaba un lindo peinado en corona de trenzas, bastante maltrecho seguramente por el viaje. Los pocos mechones que se le escapaban tapaban sus mejillas, que por mucho que tratara de esconderlas se podía notar el evidente bochorno que le provocaba sentirse así de exhibida.
—Aún no. Zelena va a interrogarlas, pronto lo sabremos –le contesto seria, mirándola de soslayo.
Zelena se paseó entre todas mirándolas una a una golpeando su pala en la palma de su mano izquierda, sólo eso bastaba para tratarlas como simples ratas. Si había una encarnación de la crueldad, esa era Zelena, no tenía ninguna consideración con ninguna de las jóvenes. Cada año, ella era la encargada de degradarlas por primera vez ante la corte real, más de alguna lloró y pidió ser devuelta a su reino ante las carcajadas de toda la concurrencia. Y este año no sería distinto, se posicionó altivamente ante la primera de la fila.
—¿Esclava, criada o princesa? –le preguntó mientras la tomaba fuertemente del rostro, haciendo que la mirara a la cara.
—Esclava –antes de que pudiera siquiera terminar la palabra Zelena la abofeteó fuertemente en la cara.
—Sólo se te permite contestar si es que yo te lo permito –la revisó bruscamente, miró bien su rostro, levantó la tela que cubría su sexo, la tomó de las nalgas para luego hacer una mueca de desagrado y seguir con la siguiente –Y aquí tenemos a la primera belleza, ¿será tú la princesa? –dijo tomando a la segunda al igual que la anterior- ¿Esclava, criada o princesa? ¡Contesta!
—Criada –tampoco le permitió terminar la palabra dándole una fuerte bofetada.
—Aquí no existen más que esclavas muchacha. Vuelvo a preguntarte ¿esclava, criada o princesa? –volvía a tomarle el rostro con brusquedad.
—¡Criada! –le gritó moviendo su rostro, zafándose del agarre de Zelena.
—La primera insubordinada de la velada –Zelena la rodeó mientras sonreía traviesamente hasta quedar a su espalda, levantando la tela para dejar su trasero al aire- Dime tu nombre –la joven se quedó callada sin obedecerle- ¡dime tu nombre he dicho! –le propinó un golpe con la pala dejando al instante una marca en sus nalgas.
—Tinkerbell –le respondió la pequeña rubia, dejando caer una pequeña lágrima ante el dolor del fuerte golpe propinado.
—Bueno Tinkerbell, aquí eres lo que se te permita ser –volvía a darle con la pala fuertemente- y me agrada tu indisciplina, ya te imagino en mi alcoba pisando tu rostro contra el suelo –volvía a propinarle otro golpe haciendo que la rubia gritara.
—¡Ya déjala! –gritó la última chica que se encontraba atada al final.
Zelena inmediatamente levantó la mirada hacia la joven que osaba a contestarle de esa forma. Abrió sus ojos de par en par y sonrió excitada.
—Ya será tu turno, no dejaré pasar este agravio –le dijo desde lejos mientras sobaba el trasero de Tinkerbell y ensanchaba su sonrisa, sonrisa casi enfermiza.
Zelena continuó con el cuestionario una a una, casi sin ponerle mucha atención a las restantes, quería llegar a la joven que había sido capaz de levantarle la voz, peor aún, darle una orden. La joven era hermosa, un cuerpo firmemente esculpido, pechos redondos y firmes, piel tersa y blanca, manos y pies suaves y cuidados, definitivamente ella debía ser la princesa de la que tanto se hablaba en la corte.
—Así que te gusta dar órdenes jovencita. Apuesto a que eres la Princesa Swan –le tomó del cabello enganchando uno de sus dedos en la corona de trenzas y la hizo levantar la cabeza para dejar su rostro expuesto a la audiencia- No escondas tu rostro, quiero que mires a todos aquí, todos ellos han estado esperándote ¿Lo sabias?
La rubia trató de librarse del agarre de Zelena, pero esta no se lo permitió, realmente le estaba matando tener que ver al rostro a toda esa multitud, todos ellos de sangre real igual que ella, se sentía ofendida, degradada, menospreciada. Pero lo que realmente le molestaba era la morbosidad con que era admirada, le ponía enferma, le daba nauseas, sin embargo, entre todas ella, había una morena en especial que la miraba de forma distinta, incluso ella podría haber dicho que realmente estaba sufriendo con ella esta vergüenza, así que para no poner peor las cosas, y poder sentirse mejor, fijó su vista en ella, la cual no dudó en reconfortarla con la mirada mientras Zelena la humillaba.
—Aquí no importa de dónde seas, ni quienes sean tus padres, ni tampoco el linaje que lleves. Aquí eres y serás una esclava hasta que cumplas seis meses –la soltó del cabello y tiró uno de sus pezones haciéndola gritar- nos servirás y complacerás sin cuestionártelo, dormirás y descansarás cuando se te dé permiso, si tu Domina lo permite, tendrás que servir a más de alguna noble. Aquí no tienes ni voz ni voto princesa Swan –al terminar de dar el discurso, Zelena la volteó y levantó la tela que la cubría, dejando su torneado y tierno trasero a la vista y paciencia de todo el público. Sin siquiera dar aviso, Zelena comenzó a golpearla con la pala sin descanso, riendo enfermizamente mientras lo hacía –Esto te ayudará a saber quién eres aquí –le decía mientras disfrutaba de las quejas y lloriqueos de la rubia.
Regina miraba estupefacta, no podía creer que Zelena fuera tan cruel, si hubiese sabido que la voltearía y alejaría su hermoso rostro de su vista se habría posicionado al otro lado del grupo. Por lo demás encontraba tan brutal la paliza que le estaba dando que no pudo evitar sentir lástima y tristeza por la princesa, de alguna manera necesitaba poder confortarla mirándola a la cara. A medida que los golpes de Zelena iban en aumento de rapidez y fuerza, los sonidos se iban mezclando dando un espectáculo que al menos a ella no le gustaba, simplemente estaba sufriendo junto a la princesa Swan, los golpes, la risa de Zelena y el llanto de la joven se mezclaban en un eco enfermizo, tenía que detenerla ya.
—¡Basta Zelena! –Caminó decidida y de forma endemoniada hacia su hermana- ¡es suficiente! –gritó mientras azotaba el aire con su fusta cerca de su cuerpo.
—No tienes ningún derecho a desautorizarme frente a todos Regina –le dijo apretando los dientes de rabia por la intromisión de la morena.
—Sabes que tengo mayor rango que tú en este castillo –se le acercó al odio para susurrarle –Obedece hermana, o te dejaré en vergüenza delante de todos.
No era necesario que la humillara más, con esa interrupción ya había sido suficiente. Sin embargo se fue donde Maléfica en busca de justicia. Se le plantó enfrente con cara de haber perdido un dulce, casi haciendo pucheros.
—Quiero a la princesa para mi Maléfica –le dijo mientras acariciaba sus hombros- la quiero en mi alcoba esta noche.
—Zelena… -le sacaba la mano de su hombro un poco molesta- A Regina le toca elegir primero este año. Por lo demás, la princesa Swan no ha mostrado ser el ejemplo de sumisión que debería ser. Si Regina no logra someterla frente a todos, se queda conmigo.
—No es justo. Al menos déjame llevarme a Tinkerbell –le dijo abriendo los ojos, al parecer en esta ocasión a Zelena le tocarían sólo las migajas.
—A tu lugar Zelena, compórtate como la reina que eres –la tomó del brazo y la dejó a su lado –ahora observa y aprende de tu hermana.
Zelena no daba más de rabia, si no fuera porque era Maléfica quien le ordenaba quedarse a observar ya habría salido de ahí. Respiró hondo y se calmó, quería ser testigo si Regina fallaba, eso era lo único que la hacía poder quedarse ahí.
Regina tomó a la princesa Swan con cuidado, ya habían flaqueado sus piernas en el castigo así que tuvo que ayudarla a levantarse. Ordenó sus mechones de dorado cabello que cubrían su rostro pegándose a su cara debido al sudor, dejándole el rostro libre para poder admirarlo de cerca.
Inmediatamente la joven reconoció aquel rostro, era quien le reconfortaba mientras todas la miraban de manera inadecuada. Se relajó por un momento, hasta que Regina le habló por primera vez, quedando completamente cautivada por lo profundo de su voz.
—Eres tan hermosa princesa ¿Cómo te llamas? –esperó la respuesta pero la rubia parecía perdida en los ojos oscuros de Regina- Tranquila, ahora sí puedes hablar.
—Emma, soy la princesa Emma Swan –volvía a bajar la mirada. Al parecer el hecho de recordar que era una princesa le hacía volver a avergonzarse y sentirse totalmente degradada.
—Princesa Emma –Regina volvía a tomar su rostro y lo levantaba- No te avergüences, tu rostro es demasiado hermoso como para ser escondido. Mira a las demás, todas ellas están embelesadas con tu belleza, todas ellas quieren tenerte para sí mismas. –Regina dio lugar para que la pudieran ver, para luego acercarse para hablarle a su oído- No te librarás de esta –le susurró- compórtate, obedece, y podrás quedarte conmigo. Créeme, será lo mejor para ti.
Regina bajó lentamente son su mano por el torso de Emma, rosando con la uña de su dedo índice su abdomen, separando la tela que la cubría para introducir su mano y acariciar el centro de la rubia. La primera reacción de la princesa fue de espanto, pero recordando las palabras de la reina se tranquilizó guardando la compostura, incluso dejándose llevar por sus caricias.
—Tu humedad es muy cálida princesa, puedo notar que te agrada –ahora le acariciaba lentamente el clítoris, notando como las mejillas de la princesa se volvían rosadas al instante, volviendo a bajar su mirada son poder ocultarlo- No vuelvas a ocultar tu rostro, mírame –la princesa obedeció emitiendo un pequeño jadeo al asentir.
Regina tomó su fusta y levantó por detrás la tela y se fijó en lo rojas que estaban sus nalgas y sonrió complacida. Dejó de acariciar el sexo de la princesa para luego tocar gentilmente su trasero y notar el calor que tenía debido al castigo.
—Aguantaste muy bien el castigo, eso es suficiente para ti… por hoy –pasó una de sus manos por delante y tomó sus pechos, apretándolos y masajeándolos, pellizcando cada pezón con fuerza pero sin escucharse ninguna queja por parte de la rubia- Muy bien princesa, aprenderás que el dolor es placer, y que no hay nada de malo ni humillante en aprender la obediencia.
La morena hizo una seña a la guardia del castillo para que la soltaran de los grilletes, esta sería la prueba de fuego, sí lograba doblegarse ante ella, la princesa Swan sería suya. A penas fue liberada de sus grilletes, Emma se dejó caer sobre sus rodillas en un acto de plena sumisión, mirando desde abajo la imponente figura de Regina que se plantaba frente a ella con los pies separados, haciendo un leve sonido con uno de sus tacones para llamar su atención. La pregunta que le haría lo determinaría todo. Posó su fusta en una de las mejillas de la rubia, cambiando ahora su rostro a uno serio, lleno de altivez.
—¿Esclava, criada o princesa? –Regina hizo una breve elevación con su cabeza como dándole la orden para que contestara, mirándola desde arriba, esperando su respuesta.
—Esclava… su majestad –Emma dejó caer su cuerpo, tomando con sus manos una de las botas, yaciendo a los pies de Regina, totalmente doblegada ante ella.
Con el último gesto, Regina sonrió complacida y orgullosa de su princesa, levantó la vista en busca de la mirada y aceptación de Maléfica.
—Reclamo a la princesa Emma Swan como mi esclava desde ahora. Pido permiso a la reina de este castillo para que la lleven a mi alcoba en este instante.
—Preparen a la princesa para Regina –ordenó Maléfica- deben asearla, adornarla con las mejores telas y joyas, perfumarla, peinarla y llevarla a la habitación. Esperará totalmente encadenada, hasta que amanezca, o hasta que su Domina lo decida.
La princesa fue tomada y sacada del lugar por Eric y Mulán, mientras toda la corte real aplaudía a Regina por sus métodos de dominación, que por lo general siempre daban resultado. Todos lo sabían, Regina podía ser una criatura de temer, pero cuando se encontraba en su papel de Domina nadie podía resistirse a sus encantos. La única que no aplaudía ni tampoco estaba de acuerdo con estos métodos era Zelena, la cual no soportó el éxito de su hermana, retirándose del lugar, negándose a seguir con la velada, que por cierto, recién estaba comenzando.
Quiero sus opiniones. Ya saben cómo complacerme.
2 minutos = 1 review (y si quieren alargarse no tengo ningún problema en leer esos largos y hermosos comentarios que me dejan)
Sean obedientes y les regalo otro capítulo tan porno como este.
Recomendación. ¿Gustan de Morrilla? Pues no pueden perderse esta gran historia "Cuando nadie nos ve" de Swan-Mills06 recién publicada aquí en FF.
Un beso y un abrazo.
