Disclaimer: Nada de esto me pertenece, sólo las situaciones absurdas. Alabanzas a JK

Este fic participa en el minireto de octubre para "La Copa de las Casas 2014-15" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.

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¿Cómo he llegado a este punto? ¿Cómo demonios me he dejado arrastrar por mis propios miedos, condenándome a permanecer aparte, solo y en las sombras? Por no hablar de que estoy borracho… Más de lo que debería, pero es la única manera para aguantar fuera, con la luz del sol incidiendo sobre mí…

Sacudo la cabeza, obligándome a pensar en cualquier cosa que no sea esa odiosa bola de gas, culpable de mi condición y de mi despreciable existencia. Y, bueno, también de mi tendencia a los licores. Sí, supongo que esto también es culpa suya.

Siento la tela, pesada y de rejilla, apretada contra mis ojos. El director me aseguró que esto me ayudaría… Pero, al final, la verdadera ayuda es permanecer ebrio.

Avanzo sin prisa, apoyándome en las paredes para que el mundo deje de dar vueltas. Tan ensimismado voy en mantenerme en pie, que no me doy cuenta de la proximidad de la chica, hasta que ambos nos chocamos sin remedio y mi precario equilibrio termina por abandonarme.

—¡Oh, lo lamento! —chilla ella, haciendo que punzadas de dolor lleguen hasta mi cabeza.

—Por favor… No hables tan alto —susurro, masajeándome las orejas.

—Perdona —responde, en un tono menos doloroso. Entonces comienza a recoger sus libros, desparramados por el suelo. Mi consciencia me obliga a ayudarla y rebusco entre el suelo, hasta dar con un pequeño bulto difuso. Un libro, pobremente encuadernado, cuya portada tiene una palabra, en relieve.

—¿Bablua? —pregunto, pasando los dedos por las letras.

—Biblia —me corrige—. ¿Nunca has visto una?

—No.

Creo que ella sonríe, aunque no estoy del todo seguro. Entonces pone sus manos sobre las mías, apretando el libro contra mí.

—Quédatelo, puede que te ayude con tu… Problema.

—¿La bebida?

—No, el temor al sol —su seguridad me deja patidifuso y, aunque quiero preguntarle, mi lengua está demasiado aturdida para hacerme caso—. A veces no es tan malo ver la luz, ¿sabes?

Siento que se levanta y su bulto borroso se aleja del pasillo, hasta dejarme solo de nuevo.

Cierro los dedos contra el libro y una extraña calma se apodera de mi cuerpo. Me incorporo, hasta quedar sentado y apoyo la nuca contra la pared de piedra.

¿Sería eso verdad? ¿Acaso este libro me enseñaría a abandonar mi miedo a la luz? ¿O me hundiría aún más en las sombras?

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He querido usar a un personaje muy poco conocido, el Fraile Gordo, y usar la fotofobia con él. Al fin y al cabo, se hizo fraile, ¿no? Tal vez eso le permitió sobrepasar sus miedos.

¡ARRIBA HUFFLEPUFF!