Antes de leer, es un UA. Está escrito en lo que llaman "diálogo telefónico" que no tiene por qué ser telefónico (en este caso es una charla con un psicólogo). Es la continuación de mi fic "Vive tus emociones", pero creo que se puede leer solo.
En este UA Tai es un chico al que acaban de expulsar de su internado y sus padres todavía no lo saben. Yamato, Takeru y Koushiro estudiaban con él, pero por diversos motivos decidieron fugarse (familiares en el caso de los hermanos y desconocidos para Koushiro) y tratar de hacer su vida en un pueblo fantasma. Mimi es la actual pareja de Tai y Sora un viejo amor que recuerda con nostalgia y le hace dudar. A su vez, la madre de Sora es la pareja del padre de Yamato. Sin más, este capítulo explica mejor parte del resumen que acabo de hacer, espero que les interese.
Días de búsqueda
Sobre la marcha
—Si soy sincero, nunca pensé que volvería a estar aquí. No se ofenda, pero todavía no me explico que pasó por mi mente para venir hasta aquí aquel día. Fue todo muy raro. Cosa del frío.
No sé, que usted se pusiese en contacto conmigo por curiosidad nada más, sin querer sacar beneficio alguno, me hizo volver. Muchos creen que la humanidad es cada día más codiciosa pero de vez en cuando ocurren cosas que hacen tener una visión más positiva. Y me gusta quedarme con eso. Si yo no hubiese vuelto, usted se quedaría sin saber si al final conseguí encaminar todo lo que tenía.
—…
—¿En serio? Gracias, es todo un halago. Jamás un adulto me había dicho algo así. Y menos uno de esos tipos que todos respetan. A usted deben de respetarle. Es un hombre con carrera y lo más importante, es buena persona. Me cae bien, de verdad. Si no, no hubiera vuelto.
Bueno, voy a empezar mi historia. Es extraño como la última vez que estuve aquí estaba tan perdido en la vida. Apenas hacía unas horas que me planteaba dejarlo todo para siempre. Y ahora… Yo creo que ahora algo ha cambiado. Tal vez, Koushiro tenía razón cuando decía que todo estaba ahí. Puede que ahora lo entienda.
—….
Pues sí. Desde el último día que me vio han pasado muchas cosas. Días raros, también, de los que quieres contar y no sabes por dónde empezar porque no hay nada en concreto y si lo hay, por sí sólo no se entiende.
Cuando abandoné la consulta me sentía liberado. Lo solté todo. Mejor o peor pero todo. Sin que nadie se sintiera ofendido por mis palabras. Y al decir todo en alto, me hizo ver que las cosas no estaban tan mal.
Vale, estaba confuso. Y seguí así. Tenía que aclarar mis sentimientos y centrarme en algo, lo que fuese, pero no podía seguir de internado en internado siendo un vago crónico.
—…
—Sí yo ya lo sé. Me lo repiten siempre. Madurar. Crecer. Pero no es fácil. Sé que usted dijo que eso no significaba dejar de vivir las emociones. Que yo no tenía que ser más Yamato. Y eso me gustó, es un buen concepto. Pero todo tiene consecuencias y hay que pensar un poco en la gente a la que le va afectar. Si la teoría me la sé perfectamente. Pero a la hora de la verdad, soy idiota. No es tan malo, hay quien hasta me acepta como idiota que soy.
—…
—Vale. Me parece perfecto porque me estoy enrollando y esto no va a ninguna parte. Empiezo entonces desde que abandoné este lugar.
Los hechos son los siguientes: El sábado había quedado de ir con Sora a la boda de su madre. Cada vez pensaba más en ella y la idealizaba. Por otro lado, me había despedido de Koushiro y Yamato quienes se cansaron de todo y quisieron desaparecer; mi hermana, por su parte, se despidió de su primer amor. Ella estaba dispuesta a seguirle, tan dispuesta como lo estaba Mimi a venirse conmigo y abandonar su vida de caramelo. Y hay que sumarle la que me esperaba por la expulsión del internado.
Vamos, lo que viene siendo normal a mi edad.
Lo primero que hice no fue regresar a casa. Fui a la casa de Joe. Quería informarle de que me había decidido quedar. No sé el porqué de mi impulso. Pero pienso que Joe — después de todo lo que habíamos pasado— merecía saberlo.
Me lo encontré saliendo de su casa. Cuando me vio se preocupó:
—¿Qué ha pasado ahora? ¿Tuvisteis problemas?
—No, que va. Tranquilo. Solo pasa que no me fui con ellos. Prefiero quedarme contigo —bromeé. Juro que Joe se rió. Inaudito.
Estuvimos callados un momento hasta que Joe asintió y me dijo lo que pensaba.
—Me parece una buena decisión. Todo el mundo tiene problemas pero hay que ser fuerte y afrontarlos. Esconderse no arregla nada. Huir es de cobardes.
Tal vez Joe tenga razón. Yo no lo sé, no lo tengo claro. También hay que ser valiente para dejarlo todo. Que no se puede decir que huir sea la vía fácil. Supongo que nada es fácil si no eres capaz de verlo.
Yo no sabía qué más decir. Así que me despedí.
—Sé que no hemos sido los mejores amigos en el internado. Pero cuenta conmigo si… lo que sea. Menos para cosas aburridas.
—Gracias, Tai. Lo mismo te digo y espero que te vaya bien todo.
—A ver qué tal. Ya te contaré. Saludos a tu madre.
Tal vez piense que me fui a casa de Joe en primer lugar por seguir evitando mi casa… Mi destino y mi decisión. Lo reconozco, es así ¿Qué pasa? Es completamente normal.
—…
—De verdad. Que después por fin aparecí por casa. Que no me entretuve más.
Aunque primero fui al colegio de mi hermana que ya acababa las clases. Un poco de apoyo no me vendría mal.
Cuando me vio se llevó una mano a la frente y agachó la cabeza.
—Pesado eres —me dijo—. Y pensar que te echaba de menos.
—Pues nada, no vuelvo a recogerte —vacilé. Kari me cogió del brazo sonriendo.
—No seas tonto.
—No. Ahora no lo arregles. Tengo mi orgullo.
—¡Bo!
Kari ya se había aburrido y no me siguió el juego. No me dice cuando está harta de mí pero se nota. Tampoco era el mejor momento para bromear. Quería que me
ayudara con mis padres, entre los dos sería más fácil.
—¿Ya pasaste por casa?
—La verdad es que prefiero ir contigo. No me apetece tener que contarte luego — excusé. A mi hermanita no le valieron mis argumentos.
—Claro —dijo con cierto tono sarcástico.
—No me gusta como dices claro.
Ella añadió a su anterior comentario "Tú y tu orgullo". Luego sonrió de lado, llenando sus mejillas y de repente me sentí más pequeño.
—¿Qué piensas decir?
—Sobre la marcha.
Sí, se supone que iba a ensayar con ella una conversación pero después de sentir que ella me cuidaba a mí y no al revés, no pude pedírselo. Ahora que lo pienso es absurdo. Necesitar ayuda no es malo, uno no puede querer hacer todo solo. Eso es algo que he aprendido… o que me han intentado enseñar.
No hablamos durante el resto del camino.
Yo pasé por muchos estados.
Por un lado, ya no me importaba llegar a casa, acabaría pasando. Un buen discurso no me ayudaría, no querrían escucharme. Ni lo pensaba. Lo único que quería era tirarme en la cama y dormir todo lo que no dormí en la estación.
Pero también me volvió el miedo ¿Qué sería de mí en unas semanas? ¿Me meterían en el ejército y se dejarían de tonterías? ¿Quiénes serían mis nuevos compañeros y por qué iban a ser tan estúpidos?
Llegamos, entramos en el portal. Kari empezó a subir las escaleras, yo sólo di dos pasos. Ella sintió que yo estaba parado y se giró. Debió pensar que me iba a marchar otra vez. Debía estar preparando alguna frase genial para hacerme ver mi inmadurez pero se quedó parada en silencio.
Hice lo que cualquier persona normal no haría.
—…
No fue eso. Irme no era mi intención. Más bien, yo no tenía intención de nada. No sé por qué y a saber qué sería de no hacerlo, pero me acerqué al buzón —ya sabe por dónde voy—. Ahí estaba entre otras cosas un sobre con un pretencioso sello, todo con letras doradas y rojas. N.S.A. ¿Fácil, no? Lo cogí y empecé a palparlo con los dedos y mirarlo a contraluz. Qué tontería, estaba claro que era la carta de expulsión y lo que estaba haciendo tampoco me ayudaba a ver el contenido.
—Hay algo que se llama abrecartas. —Se ve que a Kari le inquietaba mi actitud. De verdad, increíble lo mucho que puede asustar ese sello.
—Chs, calla.
—Pues como no hayas desarrollado algún tipo de poder. —Sí, el poder de la inconsciencia porque lo que hice después...
Me guardé la carta. Todavía no sabía muy bien lo que hacer.
Al entrar en casa estábamos solos. Abrimos la carta y la leímos. Fue mi hermana quien lo hizo mientras yo la escuchaba. Decía algo así:
Estimados señores Yagami.
Estamos en la obligación de comunicarles que las calificaciones que su hijo, Taichi Yagami, están muy por debajo de las expectativas.
—¿De las expectativas de quién? —pregunté de golpe, no pude contenerme. Expectativas, menuda palabra.
Desde esta nuestra institución centenaria, Nuestro Señor Aguador, lamentamos comunicarle la expulsión de su hijo: Taichi Yagami.
T. Yagami no se ha adaptado a la normativa del centro, con sus continuas muestras de desprecio al estudio y apología de lo mundano; lo que perjudica a sus compañeros así como a otros miembros de nuestra institución. Por lo que visto esta actitud nos vemos obligados a tomar esta decisión.
En fin, Kari siguió leyendo la carta por encima. Parecía algo asustada.
—¿Quieres que siga? —me preguntó—. Si lo de las expectativas te ha alterado…
—No. Sigo yo —dije con un tono más calmado.
Luego venían mis notas, horribles de verdad, pero nada nuevo. Y claro, que lamentaban muchísimo no poder seguir teniéndome en plaza. Al parecer iba contra los principios del N.S.A. De esa institución centenaria.
Principios. Ya claro, me lo creo y todo. Si mi padre se presentara al día siguiente con un talón en blanco a ver dónde iban a parar esos principios. Eso mismo le dije a Kari, siento que no debí hacerlo.
—Papá no podría presentarse con un talón en blanco. —Claro que no podría—. Y aunque pudiera no creo que lo aceptaran.
—Dios, creí que ya no eras tan ingenua. El dinero mueve al mundo ¿No te has enterado?
Kari quiso contestarme con alguna frase idealista pero me dejó seguir examinando la carta. De todos modos, se la guardó para luego (la contestación).
Lamentaban también su propio fracaso, bueno, lo llamaban mi fracaso y algo de incorregible, formación, enderezar y algo del camino de la rectitud. No daba crédito. No me extraña que no me dijeran nada estando interno. También recalcaban que mis padres podían ir a hablar con la tutoría para saber mis opciones. Deprimentes, seguro. La carta acaba con la "atentamente" firma de la junta directiva que a saber quién es.
Kari tragó saliva. Fue después de escuchar aquello de las opciones. Es que sonaba aún peor que lo de enderezar. Contado como si fueran buenas salidas pero yo no podía dejar que una carta llena de hipocresía contara a mis padres que no pueden hacer nada por mí y que no valgo para nada.
—Son unos hipócritas. Unos sucios hipócritas. Eso es lo que son —grité. Estaba realmente enfadado y rompí la carta. Kari ahogó un grito y siguió hablando del tema conmigo.
—Hermano, ¿acaso es mentira que no haces nada?
—Es verdad que no hago nada ¡Ya lo sé! Pero ellos no son mejores que yo. Tampoco hacen nada. Se dedican a ir estirados por la vida y a decirles a los demás lo estirados que tienen que ir para que no huelan a fracaso.
—Vale, de acuerdo —me pasó la mano por el hombro para tranquilizarme—. Mira, no pasa nada. No era el mejor colegio para ti y ya está.
—No es eso lo que pasa. Soy yo el que no soy bueno para ningún colegio.
Le aseguro, aunque no quiera reconocerlo, que me estaba aguantando las ganas de llorar. Eran lágrimas de rabia e impotencia.
Kari se quedó callada mirándome. Supongo que ella creía que estaba equivocado, pero no le pareció buen momento para hablarlo.
—No me mires así. Es verdad —le dije. Deseaba que me entendiese.
En ese momento se oyó la puerta. Era mi madre. Kari la llamó.
—¡Mamá!, mira quien andaba por el portal.
—¡Tai! ¿Por qué te has quitado el uniforme? Te queda tan bien… Pareces muy formal. Quería hacerte una foto. Haré tu comida favorita. Tú siéntate y descansa.
Vamos, que mi madre encantada de la vida con mi regreso. Qué bien y qué bonito todo. Lástima que me lo acabe de inventar. Sólo fue una reacción que me espere al ver la cara de mi madre al verme. Pero eso no fue lo que pasó en realidad. Claro que no. Lo que pasó se parece bastante más a esto:
—Kari, no me des estos sustos. Pensé que querías quedarte algún perro abandonado pero es tu hermano. —Vamos, que a mí sólo me miró ligeramente.
Kari insistió una vez más en que deberíamos acoger a un perrito de la perrera pero yo la corté.
—Mamá, ¿no me vas a decir nada? —pregunté, ella tardó en reaccionar.
—Estás muy alto. —Lo cierto es que no crecí nada, madres— ¿Cómo es que vienes sin avisar?
Tengo la impresión de que si no hubiese dado excusa para justificar mi temprana vuelta, no hubiese importado. Mi madre estaba en la cocina ensimismada. Tengo que decir que mi familia no anda muy bien de dinero precisamente. Ahí nosotros no teníamos ni idea. Bueno, Kari ya me había contado que le habían quitado la paga de Navidad, pero nada más.
—Quería… daros una sorpresa.
—Y tanto, no te esperábamos hasta el martes —intervino Kari, ayudándome a seguir mintiendo.
—Ya, bueno. Las clases acabaron un poco antes de lo esperado y me vine. Se suponía que me tenía que quedar un poco más pero te lo creas o no prefiero tu comida al plástico precocinado.
—Te quejas de abundancia.
Igual no entiende esa frase de mi madre. La dice a veces, cuando le pedimos algo o así. Es para hacernos ver la de lujos que tenemos alrededor.
Una hora después llegó mi padre. Él más alto no estaba, pero si mucho más viejo. Aunque supongo que yo estaba demasiado preocupado con la idea de que en cualquier momento sonaría el teléfono para confirmar la llegada de la notificación de la expulsión —una posibilidad— que apenas me fije en él.
Podría hablar mucho de mi familia, de problemas pasados y trapos sucios. Que en todas las casas los hay. Pero poco importa eso. Estamos juntos. Toda va bien. Hubo buenos tiempos en la economía aunque esos días se estaban acabando. Ya le contaré más detalladamente, porque eso ha cambiado un poco mi situación. Por lo menos, nunca fuimos derrochadores ni vivimos con grandes lujos. Simplemente, la vida da muchas vueltas y a veces no se tiene suerte. Por desgracia ser buena persona no te garantiza nada. Nunca nos han explicado cosas de dinero. Y ya estamos algo mayores como para tener que enterarnos de las cosas escuchando detrás de las puertas. Voy a dejar el tema, sólo quiero decir que me afectó verles tan preocupados y que al preguntarles como respuesta te digan que no pasa nada.
—¿Pero cómo es que estás aquí ya? —me preguntó mi padre.
—Era una sorpresa. Me apetecía venir ya.
Yo estaba realmente feliz —dejando a un lado mis preocupaciones— me sentía bien. La verdad es que no me acordaba de lo bien que se está en familia cuando nadie pide explicaciones a nadie.
Después comimos todos juntos. Hacía tanto tiempo que no comíamos juntos. Todo iba bien hasta llegar el momento notas.
—¿Qué tal vendrán las notas este trimestre? —me preguntó mi padre.
—Pues que te voy a contar, como siempre. Me mantengo.
Esa contestación no gustó a mi padre. Nada de nada.
—Se mantiene en el suspenso ese es el problema —murmuró mosqueado.
Mi madre se empezaba a alterar. No les culpo. Debe de ser una gran preocupación para un padre. Pero a veces se echa de menos otras preguntas. Qué se yo, podían preguntarme si soy feliz, si me llevo bien con mis compañeros, ese tipo de cosas que nunca pregunta nadie. Sólo les interesan las notas. Unos malditos números.
¿Para qué sirven? No lo entiendo. Joe tiene grandes notas ¿Y? Si hasta su madre cree que debería relajarse más.
—Yo no valgo para estudiar. Y lo sabéis. Soy vuestro hijo, me conocéis.
—Se trata del esfuerzo. —Mi padre empezaba un discurso que ya me sé de memoria —Si no eres capaz de esforzarte por sacar un curso adelante como la mayoría de chicos ¿Por qué cosa te vas a esforzar? ¿Qué va a ser de ti? No te podemos mantener eternamente.
—Ya lo sé. De verdad, será la octava vez que me lo dices.
—Pues no veo que lo entiendas ¿Sabes qué es lo que vamos a hacer? Estas Navidades vas a trabajar. Vas a aprender lo que es la vida. Y vas a tener que hacerlo porque de nosotros no vas a ver nada de dinero. Y vas a colaborar con los gastos de la casa. Porque la comida no llueve del cielo y la televisión no funciona con magia.
—Está bien. —Yo sólo quería que me dejaran en paz. Aunque sé que tenían razón. Sólo quería irme.
—No. Escúchame, esto no es como otras veces. Ya tienes una edad en la que tienes que saber lo que quieres del futuro. Y estar en casa sin hacer nada no es una opción. Espabila.
Cogí aire y esperé. Me estaba encendiendo pero no quería decir ninguna estupidez que me hiciese parecer estúpido. Me pregunté ¿Qué diría un buen hijo? Fue increíble.
—De acuerdo. Es más, ahora mismo salgo a buscar trabajo.
Mi padre se quedó de piedra. No se esperaba esa contestación. Seguramente esperaba que yo protestase, que pusiera excusas a mis notas o algo así. Pero no. Estaba decidido a aceptar las consecuencias.
Fui hasta el cuarto a coger mi chaqueta y cogí los pedazos de la carta de expulsión. Salí convencido de que lo mejor era callarme. Jamás sabrían que me expulsaron. Era mi decisión. Aunque Kari, quien entró en el cuarto poco después que yo, no la aceptaba del todo.
—¿Sabes? Será nuestro pequeño secreto —le dije con complicidad mientras ella me miraba sin creérselo.
—Sólo una cosa, Tai ¿Y qué piensas hacer cuando comiencen las clases? ¿A dónde irás? Ah, ya. Sobre la marcha.
—¿Qué? Lo tengo todo controlado. No te apures, cuando acaben las Navidades paso tres días fuera o así, vuelvo y digo que me han expulsado. Contaré la verdad pero hoy no es el día. Es lo mejor.
—Se te acaba de ocurrir —me recriminó.
—Y es buena idea. ¿Qué prisa hay? Yo mismo puedo hacer una carta, y menos insultante que esta —sentencié.
—Sí, se han pasado un poco. Pero no es buena idea.
—¿Quieres unas Navidades felices y tranquilas? Tú confía en mí —rogué con las manos sobre sus hombros—. Sólo un poquito. Todo va a salir bien porque tiene que salir bien. Tengo suerte.
Kari no me contestó. Para variar. Debió gastar los geniales monólogos en el cementerio. Su silencio no se debía a que confiara en mí y la verdad es que prefería que me dijese que no estaba de acuerdo a que se quedara callada.
Me acerqué hasta el centro comercial. Quizás necesitaban gente para hacer de Papa Noel.
Gracias a quienes lo hayan leído.
Aquí el primer capítulo de la segunda parte de Vive tus emociones. He tardado mucho más de lo que pensaba en hacerlo. De hecho, hacía mucho tiempo que ya había descartado continuarlo. Esto y todo lo demás ¿Qué me ha llevado a continuar? Pues un día encontré los archivos, leí Vive tus emociones en particular y me entraron las ganas. No pude parar y ya está acabada la continuación. En su día no fui capaz de hacerla, aunque lo intenté e hice muchas anotaciones que recuperé. Hacía mucho tiempo que no escribía nada y si la hubiese escrito hace tres años sería algo diferente a lo que he hecho pero aun así espero que os guste. No sé si siguen aquí las personas que leyeron Vive tus emociones en su día pero les mando mis agradecimientos por animarme a continuarlo.
