Buenas, buenas he aquí yo con otra historia RenRuki ;) porque el RenRuki es amor y no lo digo solo yo, el traductor de google también.

Bleach y todos sus personajes pertenecen a la mente maestra de Tite Kubo, hago esto solo por diversión y porque adoro el RenRuki ¡oh sí!

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Cuando la clase de cocina comenzó, Renji Abarai estaba más que listo. Vestía un delantal blanco con dibujos del conejo Chappy, regalo de su mejor amiga Kuchiki Rukia, por supuesto; en la mano derecha sostenía un colador mientras que con la izquierda apretaba fuertemente una cuchara de madera. Frente a él, colocados en estricto orden, un molde circular, duyas de diferentes tamaños, un par de mangas pasteleras, un rodillo y diversas tazas de medida. Sus compañeros lo miraban extrañados, él era siempre el más quejoso en cuanto a la clase de cocina se refería y ahora esperaba ansioso la llegada de la profesora y, sobre todo, de los ingredientes para preparar el pastel que sería su prueba final.

—Buenos días, formen equipos de dos por favor. Iniciaremos la clase.

Al instante los alumnos buscaron su pareja, todos a excepción de Renji quien aún mantenía esa sonrisa nerviosa e impaciente.

—¿Te acompaño? —Le preguntó Bambietta adelantándose a la petición de Rukia.

—Ajá —respondió indiferente.

Kuchiki los miró con sorpresa, Renji siempre rechazaba la ayuda de Basterbine alegando que ya había quedado antes con alguien, se disculpaba y luego Rukia se sentaba a su lado. Aún seguía pensando en ello cuando la voz de Hinamori Momo la atrajo a la realidad, le dedicó una leve sonrisa y se acercó a ella para iniciar la preparación del pastel.

Cuando el tiempo de horneado concluyó mostraron su trabajo a la profesora, entre todos los panes uno sobresalía: el de Renji y Bambietta.

—Felicidades chicos, les ha quedado perfecto. Ahora solo resta decorarlo, recuerden lo que aprendimos en la clase pasada.

—Sí —dijeron ambos al unísono.

—Kuchiki, Hinamori, el de ambas también huele delicioso. Espero que también se luzcan decorándolo.

—Muchas gracias —contestaron alegres, las jóvenes.

Rukia no podía dejar de observar a su pelirrojo amigo. Le brillaban los ojos al mezclar los huevos para el merengue y tenía ese particular gesto de concentración, era completamente raro verlo entregado a una labor en la que no sobresalía y por lo mismo, absolutamente adorable.

—¡Hey, Renji! ¿Desde cuándo te volviste pastelero? ¿No será que te quieres lucir con Bambi-chan eh? O es que acaso…

—¡Cállate Hisagi! Mejor dime ¿Cómo quedó tu pastel? Esta vez no se te olvidó sacarlo del horno ¿verdad?

—No, ya Kira se encargó.

El olor a quemado llegó hasta la nariz de Shūhei. No, Kira no se había encargado.

Al terminar la clase el pastel de Rukia y Momo tenía adornos con chochitos de colores alrededor, el fondo era azul, al centro un dibujo de Chappy en color rojo, un poco de chocolate líquido para formar los ojos y una pequeña cereza que simulaba la nariz del animalito. En contraste, el de Renji y Bambietta apenas y tenía el fondo violeta y unos cuantos dulcecitos de colores en las orillas.

La profesora otorgó las calificaciones, aprobatorias para casi todos excepto Kira y Hisagi.

Al ser esta la última clase, algunos chicos se dirigían a disfrutar del pastel. Renji, en cambio, no se movió de su asiento.

—¿Aún no te vas? —Le cuestionó Rukia.

—Me quedaré un rato, ¿me esperas?

—¿Cuánto?

—Diez minutos.

—Está bien, Momo y yo comeremos un poco del pastel que hicimos en las bancas del patio, pero si no llegas en ese tiempo me voy.

—En diez minutos estoy ahí. Gracias, Rukia.

Se encogió de hombros y abandonó el salón junto a Momo dejando a Renji y a Bambietta en el salón. Era demasiado extraño ver a su amigo con esa mujer, pero ya le preguntaría después lo que pasaba. Tomó su celular e inició el cronómetro, por supuesto que le contaría el tiempo, cada minuto que se retrasara sería un favor que el chico le debería.

A los 9 minutos y 10 segundos llegó Basterbine corriendo, con una sonrisa de satisfacción en el rostro y una caja para pasteles en las manos.

—Rukia, que bueno encontrarte todavía. ¿Sabes? Creo que tú y yo casi no hablamos y no debería ser así, no después de lo que pasó hoy.

—¿Eh? —Respondió ella con una ceja alzada.

—¡Es verdad, no lo sabes! Pero no te preocupes Renji te lo dirá en un momento. No creí que fuese tan romántico, quiso que hiciéramos el pastel juntos como una prueba del amor que nos une, después, le escribió la frase ¿quieres se mi novia? Y se me declaró. ¿No es un hermoso detalle?

—¿Cómo? —Preguntó Kuchiki aún más sorprendida.

—Así es mi querida Rukia. Abarai y yo nos hicimos novios y si no me crees aquí está la prueba.

Colocó en la mesa la caja que sostenía y la abrió. Efectivamente, el pastel violeta de Renji contenía la frase "¿quieres ser mi novia?" escrita en éste, junto con varios dulces en forma de estrella a los lados y muchos adornos más.

—¡Felicidades! —Respondió Kuchiki con una sonrisa.

—Muchas gracias cariño. Te dejo para que hables con mi novio, te quiere poner al día ya que tú eres su mejor amiga, pero no le digas que ya te conté ¿sí?

Le dio un beso en la mejilla y salió triunfante como si con cada paso se burlara de ella. Rukia la vio partir sin entender muy bien lo que había ocurrido.

—¿Estás bien? —Preguntó Momo, quien había escuchado todo sin intervenir.

—Claro, ¿por qué no lo estaría? —Le sonrió lo más convincente que pudo.

—¡Rukia! Qué bueno que no te fuiste, hay algo importante que debo decirte. —Llegó gritando Abarai.

Sintió un vacío en el estómago y todo comenzó a escucharse en eco, inclusive las palabras de despedida de Hinamori. Vio a Renji con esa sonrisa tan suya y comprendió que lo que lo dicho por Bambietta era verdad.

—¿Ya lo viste? —Cuestionó su amigo sonriendo. Ella afirmó con la cabeza. —No era esta la forma en que quería abordarlo, tenía un mejor plan pero la profesora me hizo ayudarla a guardar todo, eso me pasa por quedarme al final, lo bueno es que Bambietta se ofreció a detenerte si no hubiese tenido que ir a buscarte hasta tu casa ¿cierto?

—Supongo —respondió ella sin ánimo.

—¿Y? —Expresó nervioso.

—¿Qué? —Contestó con indiferencia.

—¿Qué opinas? ¿No vas a decirme nada?

Su cara era sublime, parecía un niño esperando la llegada de Santa Claus. Sonreía ampliamente y tenía un brillo en los ojos tan especial. Lastimosamente ese gesto se lo dedicaba alguien más.

—¡Ah, eso! Me da igual.

—¿En verdad? ¿No te importa?

—No es eso, solo… me da igual.

—Eso es lo mismo que no importarte.

—No, eso es me da igual. ¿Qué quieres que te diga Renji? ¿Felicidades? Mira, tengo que ir a casa y ya es tarde.

—Al menos deja de ser tan indiferente. —Pronunció con pesar.

—Ok, entonces ¿Bien por ti? —Exclamó mientras levantaba las pulgares.

—¿Es todo lo que vas a decir? ¿Bien por mí?

—¿Qué más quieres que te diga? Renji, me tengo que ir a casa. Nii-sama me espera, nos vemos después.

Le dio la espalda y comenzó a caminar. Quería alejarse lo más pronto posible de él.

—¡No! —Gritó el joven. —No te puedes ir solo así. No puedes decirme simplemente que te da igual y salir corriendo hacia tu casa. Al menos… al menos dime que no. Que no puedes aceptar mis sentimientos, que no quieres hacerlo. No digas solo "me da igual", dime lo que piensas… Di algo más que un "me da igual".

Sus palabras podían parecer un reproche de la misma forma que una súplica. Le exigía pero a la vez le imploraba. Gritaba y ordenaba, pero también pedía con la cabeza gacha y le rogaba por un no cuando en realidad esperaba escuchar otra respuesta.

Ella paró en seco al escuchar su grito. No dio media vuelta al oír sus reclamos. ¿Qué pretendía?, ¿por qué se encaprichaba tanto en saber lo que pensaba? ¿No podía salir corriendo hacia su casa? ¿Por qué no? Lo necesitaba. Correr, alejarse de ese lugar, huir de sus palabras. Escapar de él y de su nueva realidad.

—¿Algo más? Me da gusto por ti. No hay mucho de qué hablar al respecto, solo… me alegro por ti.

Podía sentir su garganta cada vez más cerrada, sabía que en cualquier momento las lágrimas comenzarían a brotar y debía explicarle por qué, por eso prefería darle la espalda.

—¿Es todo? Te alegras por mi ¿y ya? ¿Es que acaso no tienes sentimientos?

Su cuestionamiento la hizo voltear a verlo. ¿De qué demonios le hablaba? ¿No podía ver a través de ella? ¿No se daba cuenta de lo que estaba sintiendo? Quiso gritarle, decirle lo que realmente pensaba y reclamarle por todo, pero ¿con qué derecho lo haría? ellos solo eran amigos.

—¿Y no te basta con eso? ¿Qué más quieres? ¿Qué esperas que haga Renji? Ya te dije todo y aun así sigues insistiendo. De verdad no sé qué ganas con esto.

—Esperaba algo diferente. —Dijo casi en un susurro. —Realmente creí que sería distinto.

Ella ahogó sus palabras. Si fuera alguien más honesta le diría lo mucho que estaba sufriendo al saber que estaba enamorado de alguien más. Si fuera más mentirosa celebraría con él. Pero ella no era ni tan sincera ni tan falsa y con esa medianía solo le alcanzaba para fingir que no importaba, que nada había cambiado y que todo le daba igual.

—Me tengo que ir, Nii-sama me espera en casa.

—¡Espera! Al menos llévate el pastel. No sabe tan mal y bueno, no quiero tirarlo a la basura.

—¿Por qué no se lo diste a Bambietta? O mejor, lo guardas de recuerdo.

—De recuerdo… no es una mala idea. Sin embargo, insisto en que te lo lleves.

Tomó el pastel y se lo ofreció. Ella miró de nuevo la frase y recordó las palabras de Basterbine: "una prueba del amor que nos une"; si era así, entonces, ¿para qué se lo regalaba? ¿Por qué tenía que ser tan cruel y recalcarle sus sentimientos hacia otra mujer? Cerró su mano y bajó la cabeza, las lágrimas comenzaban a brotar sin parar.

Renji la miró sin entender el porqué de su llanto. Él debería estar así y no ella. ¿Por qué lloraba? Agachó su cabeza al imaginar lo que pasaba por la mente de Rukia y sonrió falsamente.

—Seguiremos siendo amigos. No como un "estoy enamorado y sufro porque somos amigos" es más bien un "somos amigos pese a cualquier cosa, aun después de que me haya enamorado de ti". Esto no significa nada ¿cierto? Podemos continuar como siempre, como si nada hubiera pasado, tú lo olvidas y yo también.

¿Qué era eso? Acaso… ¿lo sabía? ¡Sabía que ella estaba enamorada de él! Lo sabía y aun así no le importaba. Se llenó de rabia, de frustración, pero sobre todo de dolor.

—¡Eres un idiota! Trágate tu estúpido pastel y lárgate de mi vida, no quiero saber nada de ti. No quiero ni ser tu amiga.

Gritó tan fuerte que todos a su alrededor voltearon a verlos. Tomó el pastel y lo arrojó al piso ante la atónita mirada de Renji.

¿Qué demonios ocurría? Había pasado de mostrarse impasible a molesta en solo unos minutos. De ser una mujer fría a quien no le importaba ni un gramo sus sentimientos a una que lo miraba con rencor. Justo cuando pensó que no podía haber nada peor que su indiferencia, Rukia le mostraba que sí, que sí existía algo aún más doloroso y que ella se lo podía enseñar.

Miró todo su esfuerzo embarrado en el patio de la escuela. Había puesto tanto empeño en que quedara bien y ahora todo eso permanecía en el suelo junto con sus ilusiones y sueños. Ella lo miraba con ira, parecía dolida pero a la vez furiosa. ¿Tanto le molestaba su amor? No comprendía por qué, por qué Rukia se ofendía tanto, y sobre todo, ¿por qué menospreciaba de esa forma sus sentimientos?

—¿Soy muy poca cosa, cierto? —Dijo con la garganta entrecerrada. Soy apenas un pordiosero para ti, Kuchiki.

—Un malnacido, en realidad. —Contestó ella con frialdad. —Eso es lo que eres.

—¡¿Y qué si lo soy?! ¿No merezco amor por el simple hecho de ser un pobre diablo? ¿Es eso lo que me quieres decir?

Sus gritos llamaron aún más la atención de los presentes. Algunos murmuraban y comenzaban a hacer hipótesis de lo que ocurría, otros más sensatos pensaban en buscar la intervención de algún maestro, las actitudes de ambos chicos demostraban que en cualquier momento las cosas pasarían a otro nivel.

—¿Y qué si me enamoré? —Continuó Abarai un poco más calmado. —No pude evitarlo, yo…

Lo golpeó tan fuerte como pudo. No, eso no se lo iba a permitir. No escucharía cómo se había enamorado. No lo quería hacer.

—¡Cállate! —Gritó con potencia. —¡Cállate ya!

—¡No! Lo mínimo que puedes hacer es oírme. Oír todo lo que tengo que decirte de una maldita vez.

La tomó de las manos para evitar cualquier golpe o peor aún, que se fuera. Ella reaccionó dándole una patada en la pantorrilla.

—Ni se te ocurra imbécil. No quiero saber nada. —Vociferó.

—Pues me escucharás aunque no quieras, niña consentida.

—Abarai, Kuchiki. Vengan inmediatamente a mi oficina. —Comentó con toda tranquilidad Ukitake Jūshirō, director de la escuela.

Los chicos se soltaron al ver al profesor y caminaron sin chistar detrás de él con evidente vergüenza. En todo el trayecto no se dirigieron la palabra, ambos pensando en lo que habían hecho. Sin importar lo que Ukitake-sama les dijera su relación se había terminado, ya no había vuelta atrás. Todo estaba dicho.

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Tan, tan, tan. Si llegaron hasta aquí ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS! El siguiente capítulo estará en unos días (o ese es el plan) ;) Byecito.