Hola a todos. Éste es mi fic tributo a la maravillosa historia Desiremaster (que nunca deben leer si están tomando agua o algún líquido frente a su PC) escrita por Nezal. Por supuesto, con su permiso. Por eso, si ven algunos parecidos (o la falta del mismo) en personalidades y/o eventos, no me demanden, que es intencionado. Sin embargo, Matchmaker no es ni continuación, ni final de Desiremaster.

Humor, crack. AragornxLegolas. No odio a Arwen, ni a otro personaje (ni siquiera odio a Sauron). Sólo me burlo de ellos un poco por que amo el universo creado por Tolkien con mucho afán y, de vez en cuando, es sano reírse con lo que nos gusta (y de paso, de nosotros mismos). Para burlarme de mí tengo mucho material. Por favor, no tomen nada de este fic en serio. XD

Dedicado a Nezal. Espero a todos les agrade la historia.

Y, bueno, ¡primer capítulo!


Disclaimer: Señor de los anillos derechos a J.R.R. Tolkien. Sin fines de lucro, sólo algo de diversión.



01. Humano lerdito conoce elfito bonito

Era una tranquila tarde en los jardines de Rivendel. Los pájaros cantaban alegres, el sol brillaba con mucha fuerza, las ardillas se correteaban unas a otras entre las ramas de los árboles y los gritos estentóreos de Arwen, hija de Elrond, amenazaban con destruir los oídos de todos de allí hasta las Tierras Imperecederas.

Pero los chillidos de orca enojada que emite la elfa también son parte de la normalidad, a saber. Rivendel ha sido su hogar desde siempre, después de todo (aunque hubo un tiempo oscuro en su vida en la que quisieron mandarla a vivir con la aburrida de su abuela, para que estudiara y aprendiera asuntos de elfa como cocinar, lavar, cantar, hacerse la bonita y lanzar maldiciones mortales a diestra y siniestra).

Lo último no estaba tan mal para la mencionada Arwen, hasta que se dio cuenta de que no había malls ni shopping centers por las tierras de su abuela Galadriel. Además, los baños se reducían a un hilillo de agua que pasaba por allí llamado Anduin… ¡Y ni siquiera estaba temperada! No había espejos que rodearan todo, ni espacio para sus artículos de belleza.

La regresada le tomó menos de una semana.

Los pajaritos, inteligentes ellos, salieron volando cuando Arwen apareció maldiciendo (suavemente, que para algo es una doncella muy educada) por detrás de unos arbustos.

-¡Estel! ¡Estel! ¿Dónde se habrá metido ese hombre bueno para nada? ¡Mira que romper la cadena que todavía estoy pagando en cuotas! ¡Hm! –se quejaba furibunda y no era para menos. Había descansado muy tranquila toda la noche, soñando con reinos, chucherías mil y una corona de diamantes que calzaba como guante en su cabeza. Sólo para despertarse a la hora del paseo matutino de Estel y encontrar que el muy, muy, muy… ¡el muy humano!, no se le ocurría peor insulto, ya no estaba dentro de su casita. Su plato de comida intacto y sus juguetes regados por el piso, ¿será que se le había olvidado cambiarle el agua y el otro había salido a buscarla? Tembló al recordar la última vez que se le perdió el chico, cuando se largó hasta Gondor, tardó años en volver y lo hizo con ideas tan raras en la cabeza sobre troncos, trancos, toronjas, toronjiles y quién sabe que cosas más.

Eso no importaba en el momento, sólo encontrar a Estel y rápido. La hora del almuerzo se acercaba y ella aún tenía que bañarlo. Estaba ansiosa por probar el nuevo champú antipulgas que Elladan y Elrohir le compraron para que usara en su masc… er, proyecto de novio.

A veces ni Arwen misma diferenciaba.

Caminó un poco más, maldiciendo (recordemos, suavemente) el largo de su vestido, que a cada paso se manchaba más de lodo. Pero ya haría que Estel lavase a mano…

Oyó unas risitas cercanas, le ganó la curiosidad (elda, pero fémina aún). Asomó la cabeza por detrás de un árbol, sin importarle que sus perfectos mechones negros se mezclaran con las hojas sucias y los insectos. No tenía por qué, hasta las ramitas se hacían de lado para no toparse con su aura de mujer enojada.

Allí, sobre una alfombrita de flores, parado frente a una de las bancas del jardín, luciendo más tierno que nunca (bueno, luciendo tierno nada más, generalmente sólo lucía sucio, desaliñado y perdido en el espacio) estaba el tan buscado Estel.

Y Legolas.

LEGOLAS.

LE – GO - LAS.

¡LEGOLAS!

¡El tonto, bueno para muy poco, rubio con su plata, pálido, engreído, flacucho de Legolas!

Creo que con eso todos podrían hacerse la idea de lo "bien" que le caía el Príncipe del Bosque Negro a la elfa. Ya había renegado bastante cuando lo había visto llegar con su comitiva el día anterior, seguro para asistir a la reunión sobre el destino de la Tierra Media, la amenaza de Sauron, el Calentamiento Global, qué país iba a ser sede del mundial de fútbol y a quién ahorcaban con la deuda externa, entre otras palabrerías, que el mismo Lord Elrond convocara siguiendo los consejos de Gandalf. Claro, Legolas se aparecía vestido con su mejor combinación de pantalones apretados y capa nueva, saludaba con respeto, sonreía y ya de pronto todos babeaban por conseguir un pedacito de sus mechones por-supuesto-que-tienen-que-ser-teñidos dorados.

Y no, Arwen no envidiaba a Legolas. Para nada. La elfa era, después de todo, la Undomiel de su gente. La estrella de la tarde, la llamaban (y a él, "estrella de la mañana"… ¡Calla, conciencia!) por sus bellos rasgos, elegante figura, radiante presencia y dulce voz, cuando no gritaba. En resumen, Arwen era conocida como el ser más bello que existía en todo Arda (sobretodo si a quien le preguntaban era a ella), quizás sólo superada por…

¡Luthien Tinuviel mis polainas!

Corrección, el ser más bello que había existido, existía y existirá en todo Arda.

¡A mucha honra!

Con la excepción de Legolas.

¡Te dije que te callaras, conciencia!

Contemplando su salud mental, con eso de andar discutiendo consigo misma, Arwen decidió regresar su atención al presente. Estel y Legolas estaban ahora sentados en la banca, uno frente a otro pero conservando su distancia. Un gesto de desconcierto se dibujó en el rostro de la elfa, pero sólo por poco tiempo pues no quería que se le formaran arrugas.

El Príncipe jugaba con uno de sus mechones, miraba al piso.

Estel sonreía, movía la cabeza como idiota.

El elfo rubio recogía una florcita, le quitaba los pétalos despacito, despacito.

El humano chocaba sus dedos sin atinar a mirar al otro.

Se reían como tarados.

Después de media hora de la escenita, sin muchas variaciones, algo hizo clic en el cerebro de Arwen.

Legolas estaba…

Legolas estaba…

¡Legolas estaba tratando de robarle la mascota! ¡Es decir, al novio!

¡Pinche elfo usurpador de marras! ¡Cómo se atreve! ¿No bastaba acaso con disputarle la corona del más bonito? ¿No estaba contento con el empate 609 a 609 en el concurso anual "el más hot de Arda" en el que siempre participaban (que ganara uno u otro dependía si el conteo final de los votos lo hacía el papi de Arwen o el de Legolas)? ¿No se conformaba con ser el mejor arquero, un buen diplomático, también conocido por su inteligencia y los ojos más celestes que nadie había podido imaginar?

Aparte de ser más joven, alto, noble, heredero de un reino…

¡Que te calles, conciencia! ¡Fumaré una de esas cochinadas que venden los medianos y mataré tus escasas neuronas si no lo haces!

Dime que no acabo de llamar a mis propias neuronas escasas.

Yep. Lo hiciste.

Oh, cállate.

A todo este interno y muy importante debate de Arwen con, mmm, con Arwen, la situación entre los nuevos tórtolos había progresado en algo… Al menos ya usaban palabras.

-Hola, uno de mis nombres es Estel. Pero tú puedes decirme Aragorn… -sonrisa.

-Hola, Aragorn. Soy Legolas -risita tonta.

-Hola.

-Hola.

-Ah, yo vivo aquí, ¿sabes? -mueve el pie.

-Oh, tu casa es muy bonita… Yo vengo de Mirkwood, el Bosque Negro -juega con su cabello.

-Bueno, si quieres yo podría... -deditos, deditos.

-¿Sí? -ojos expectantes.

-Si te gustaría, yo…

-¿Siiiiiiiiiiiiiiiii? -corazón a mil.

-Bueno, no sé, pero si quisieras…

Arwen estaba a punto de extender la invitación ella misma, tan traumada la tenían. ¡Actuaban como si fueran elfitos de sólo 500 años, por los Valar!

-¿Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii? -el rubor de las mejillas de Legolas rivalizaba con las de Aragorn.

-Te puedo llevar a dar una vuelta por aquí, para que conozcas… Si quieres, claro.

-Eso… Me encantaría, Aragorn.

Se miraron a los ojos, brillantes. Arwen no sabía de dónde michi salía la música de violín ni los efectos de colores que aparecieron en la escena de pronto, así que no pudo hacer nada al respecto. Pero el pajarito que se atrevió a cantar alegremente para los enamorados sí que pagó pato.

Legolas se aferró al brazo de Aragorn. El humano quitó una hoja de los cabellos del elfo. Éste se sonrojó más. Caminaron juntos. Arwen no sabía si las náuseas que sentía eran por la cólera o por el exceso de cursilería en lo que estaba presenciando. Dio un paso, dispuesta a arranchar la cabellera (¿ya dijo que NO es natural?) del rubio de un tirón y despertar al cerebro dormido de Aragorn a pura cachetada. Esta vez le iba a comprar un collar de mithril, y no de esas baratijas de segunda mano que Gandalf vendía.

El Príncipe besó la mejilla del humano. Éste se sonrojó.

Legolas sonrió.

El Príncipe besó la otra mejilla. Rió despacito.

Ni se imaginó lo que venía.

Sus ojos casi se salen de sus casillas cuando Aragorn lo agarró de los hombros para devorarle los labios. De pronto, el guapo y educado humano que había conocido en el jardín, mientras paseaba, se había transformado en una especie de huargo hambriento que lo miraba como si fuera un pedazo muy apetecible de carne. A Legolas le daba la impresión de que su virtud taaaaan bien cuidada por años estaba siendo seriamente amenazada. Su crianza y dignidad no permitirían que eso pasara, conductas para nada apropiadas, decidió, pero cuando la lengua de Aragorn pasó la frontera de sus dientes y se movió justo para el lado que… Ohhhhhh.

Virtud al demonio.

Bueno, de todas maneras, ¿a quién le importaba?

Además, aquí no estaban ni papi Thranduil ni sus hermanos mayores para controlarlo.

-Soy un elfo decente –algo de resistencia debía aparentar, ¿no? – y de buena casa.

-Sí, sí, estás muy bueno… -mordisqueó su cuello.

-¡Sí! Digo, ¡no! Digo… Es que me han dicho que me porte bien…

-Pues bien bonito lo vamos a hacer, ya verás…

-No, pero es que…

-¿Cuál es el…? –la mano de Aragorn se topó con una materia dura y fría que rodeaba la entrepierna del elfo y daba la vuelta. Abrió los ojos, enormes.

-Es que no tengo la llave… -susurró bajito el rubio.

Aragorn por primera vez en toda su vida agradeció que la perr…, ejem, su media hermanita querida lo mantuviera a punta de cadenas y candados la mayor parte de su vida. Un gancho de entre los pelos del elfo, un giro de la muñeca, un clac y ¡pum!...

Gracias por la comida, Elbereth.

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La parejita descansaba sobre el pasto, caras de completa satisfacción en ambos. Sobretodo en Legolas (siglos de tensión sexual sin resolver por culpa de una familia ultra-sobreprotectora harían eso con cualquiera).

Arwen, aún detrás del arbusto, no entendía porqué todavía no los había degollado.

O porqué se había quedado mirando TODO.

O porqué su nariz estaba sangrando.

.

.

.

Tenía que admitirlo, aunque le doliera el orgullo… Ellos lucían bien juntos, del tipo súper-ultra-mega-hiper-archi-recontra bien juntos. Y eso que acababa de ver fue…

Si seguía recordándolo, se arriesgaba a manchar de rojo su vestido.

Otra vez un clic en su cabeza, más grande y poderoso que el anterior.

¿Qué si…?

Qué si dejaba a Aragorn con Legolas…

¡Pero no!, si hacía eso… ¡Se quedaría sin corona, joyas, tesoros, dinero, fama, fortuna, miles de empleados, clubes de fans y todo lo que siempre había soñado (y por lo que había amaestrado al hombre) que obtendría si se casaba con él! No por nada iba a ser el Rey algún día, ¿verdad?

Pero… Compensando eso con la posibilidad de ganarse con cientos de encuentros como el que acababa de ocurrir en el futuro, el librarse de las pulgas entre sus ropas, el deshacerse de la tarea de lograr que el humano tomara una ducha al menos una vez por mes y los enojos que le daba tratar de convencer a Estel de que bajara la tapa cuando salía del baño…

Podría ser…

Pero yo quiero ser reina…

¿Y seguir aguantando sus olores por más años?

Ah, conciencia… Es que ya he invertido años en su crianza. Tú sabes cuánto me costó que aceptara cambiarse los calzoncillos a diario.

Tú, y es sólo una sugerencia, lo has criado, ¿no?

Sí. Desde que llegó y era sólo un bolita fabricante de popó.

Pues, podrías ser la madre del Rey y la suegra del futuro consorte…

Holaaa. Hablo del Reino Unido de los Hombres y el Bosque Negro…

Todos saben que las suegras mandan y las esposas obedecen… O los consortes.

Oh… O sea, obtengo poder y la posibilidad de fastidiar al principito.

Y la felicidad de Aragorn.

Ah, sí. Eso también.

Ajá.

¿No es un poco raro que de pronto se me ocurra llamar hijo a mi ex-proyecto de novio? Me suena hasta incestuoso…

Bueno, está en la familia. Acuérdate cuando Elladan y Elrohir estaban tomando y entonces… Y, ¿no te contó Erestor que tu papi y su hermanito una vez cuando eran adolescentes…?

Ah, ESO no quiero recordar. En fin, conciencia, no sabes cuánto me alegra ser bipolar y estar medio loca. ¡Eres genial! Cómo se nota que eres yo misma.

Ya, que me sonrojas…

Ahora cállate.

Perra.

Arwen siguió mirando, complacida. Mil y un planes desde ya formándose en su mente (Legolas presentando la comida y ella despreciándola porque le falta sal, Legolas queriendo salir de vacaciones con Aragorn y ella apareciendo de sorpresa para quedarse una temporada con su "hijo", arruinándole los planes…). La única pena que podía sentir era estar alejada de Gondor. Lord estricto-pesado-y-tradicional Elrond no la dejaría vivir allí, entre tanto varón, sino era casada. Eso, y que ya se le había metido en la cabeza la idea de ganarse un poco con la llamada pasión animal legendaria de los hombres (y los centímetros extra que tenían fama de tener, justo donde tanto importaba).

Quiso hacer un mohín, pero recordó lo de las marcas en la cara.

-Disculpe –interrumpió una voz fuerte-, creo que va a haber una reunión por aquí pero, mmm –parecía que le dolía admitirlo-, me he perdido y no sé dónde queda la sala. ¿Sería tan amable de indicarme, señorita? Soy Boromir, representante de Gondor.

La elfa lo miró de pies a cabeza. Una sonrisa hermosa, y terrorífica, se formó por medio segundo en su rostro (las marcas, las marcas…).

Había tomado una decisión.

Apoyaría a Legolas con Aragorn, aunque le costara la vida, aunque necesitara pedir ayuda.

Y NO se perdería de probar carne humana.

-¿Indicarle? ¡Pero si yo lo puedo llevar, noble señor! Soy Arwen, hija de Elrond. La más bella de Arda.

-Ah, ya.

-Pero primero, una pregunta… ¿Es usted casado?

-Er, no –más denso no podía ser. Era hombre.

Pobre Boromir, no tenía ni idea de lo que le esperaba.

La parejita seguía en la tierra de los sueños, jamás se dio por enterada.


TBC...

Espero les haya gustado. ^^

Próximo capítulo: Alianzas, la pareja arma drama a montones, Arwen desearía que existiesen las filmadoras y, oh, dicen que no se puede entrar simplemente caminando a Gondor... ¿Así será?

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Kisses,

Hina^^