Creo que nunca he sido tan productiva como en éste año xD He escrito mucho gracias a los retos, pero prometo hacer una pausa después de éste para dedicarme exclusivamente a SKOL y dejaré pendientes los que aún tengo. No me meteré en nuevos por ahora.

El reto (Reto Ultra Mega Secreto de la Sociedad del Pecado) en ésta ocasión es adaptar una historia de Disney al mundo de Avatar. Yo elegí Mulan porque es mi película favorita de ésa compañía. Ya prácticamente lo tengo terminado, sólo me falta un capitulo por escribir, así que les puedo confirmar que serán tres shots no muy largos ;)

Como es una adaptación sólo entraré en detalles básicos de Mulan, pero definitivamente no será una copia de la historia, aquí habrá "benders", "avatares" y todo eso, sólo los pondré en contextos parecidos. Por cierto, igual incluiré algunos personajes ATLA.

No hay guerra de los cien años, la nación del fuego nunca fue el enemigo pero Aang fue amigo de Toph, Zuko y Katara (Con quién se casó después. Sé que las fechas no coinciden y que hay personajes que deberían ser viejos cuando están los nuevos jóvenes pero ¡Bah! No le hagan caso xD Prácticamente es un UA) La única excepción en esto es Sokka… Después verán por qué xD

XD No puedo pensar más que en Korroh para ésta historia así que ésa será la pareja principal.


Reflejo – Versión de Analy.

Mira bien, nunca voy a ser una novia ideal.

O una buena hija.

No sabré tal papel jamás tomar.

Ahora sé que al demostrar quien realmente soy

Gran dolor podría causar.

¿Quién es quién veo allí?

Su mirar fijo en mí.

Y que en mi reflejo no reconocí.

No puedo continuar ésta gran falsedad.

¿Cuándo en mí reflejo yo me veré en verdad?

¿Cuándo en mí reflejo yo me veré en verdad?


Haru era el más reciente llegado a las torres de vigilancia de Ba Sing Se y se sentía orgulloso de su posición.

Dentro de los muros estaban ciudadanos de todas las naciones que dependían de él. Todos refugiados de la guerra contra "El loto rojo" quienes habían escapado del caos que la presencia de ésa organización había dejado en sus lugares de origen.

Estaba de acuerdo con ellos en que el mundo debía rectificar muchas cosas en sus sistemas de gobierno, pero las normas debían ser llevadas a cabo, no omitidas.

Las personas necesitaban reglas de conducta para que el mundo pudiera convivir en equidad, de la misma manera en que la disciplina hace a una persona recta aunque no le guste tener que hacer ciertas cosas.

Miraba atentamente hacia los largos campos desolados buscando cualquier cosa extraña que pudiera causarle sospecha. Nada debía ser omitido.

Ba Sing Se era el último refugio de maestros y no maestros que deseaban vivir organizados y seguros y de él dependía que nadie se escabullera.

Sabía que en el loto rojo había personas increíblemente inteligentes y que no se atreverían a derribar los muros causando un alboroto que los dejara en desventaja numérica, puesto que los grandes líderes de las cuatro naciones habían sido llevados allí y con ellos parte de sus ejércitos; con excepción de los Nómadas Aire que nunca había contado con una armada. Los demás soldados de otras Naciones se habían quedado en sus lugares tratando de proteger a la gente que se había quedado atrás.

Haru entrecerró los ojos y miró hacia las penumbras del mismo muro; algo no estaba bien, su instinto estaba gritando alarmado y el hacerle caso era una de las lecciones que más le había recalcado su Padre al entrenarlo.

— ¿Quién está allí? — Preguntó en voz alta de manera firme, no mostrando miedo.

Al recibir sólo la respuesta del silencio se apresuró a mirar hacia el otro lado de la sección del muro que le correspondía vigilar, pero antes de poder dar un paso algo sujetó su tobillo derecho haciéndolo caer y siendo arrastrado inmediatamente. Al mirar notó que era un látigo de agua que lo estaba llevando a las penumbras de las que antes había desconfiado.

¡No había tiempo que perder en cerciorarse de nada!

Enterró los codos sobre las piedras del muro logrando afianzarse, giró hacia atrás haciendo que la persona que lo había hecho caer saliera de su escondite debido a su agarre.

Haru abrió los ojos cuando la vio, no había otra mujer sin brazos que dominara el agua y que estuviera con el enemigo.

Forzó las piedras logrando elevar unas y entonces las golpeó contra su dirección, pero antes de poder hacer contacto con el cuerpo femenino sus tres famosos acompañantes salieron, rodeándolo.

— Ríndete, soldado. Deseamos evitar matarte. Nuestra intención es la libertad no la muerte de quienes sólo están frente a nosotros por intereses de otras personas. — Habló el líder: Zaheer, como Haru recordaba.

El joven buscó a su alrededor tratando de hallar alguna manera para avisar que ellos estaban tratando de entrar a la ciudad. Sabía que moriría en algunos minutos, pero sería un orgullo hacerlo por los inocentes y por los que no podían defenderse.

— Fue mi decisión estar aquí, loto rojo. Aunque coincido en muchas cosas con ustedes creo que están equivocados en algo básico.

El maestro aire levantó una ceja intrigado, ése joven les estaba mostrando más valentía que muchos hombres de más edad a los que habían enfrentado. Parecía haber tomado ya su decisión así que lo honraría dejándolo hablar.

— ¿Y en qué crees que estamos equivocados?

Haru sonrió.

— Todos necesitamos a un líder que nos guíe, el mundo necesita al suyo. Lo que ustedes están destruyendo es la armonía que dicen traer.

— ¿Hablas del Avatar? ¿Tengo que recordarte que no ha aparecido desde que Avatar Aang murió? — Intervino la alta mujer con el tercer ojo, haciendo que el joven Maestro Tierra empezara a formar un plan para dar la señal.

— No se ha descubierto aún, pero cuando lo haga entonces ustedes temblarán por sus vidas. — Contradijo ubicándose frete a ella, retándola, quería que le disparara con ése ojo suyo.

— El Avatar puede ser un gran aliado, pero en éste caso es una desventaja. — Replicó Zaheer atrayendo su atención y continuó ante los ojos verdes intrigados. — Aunque apareciera ahora debe aprender todos los elementos… y eso le tomará años. Sería fácil derrotar a un líder incompleto.

Haru frunció el ceño ante la sonrisa sínica de su oponente.

— ¿Y tú eres el que habla de eliminar a los lideres? ¿Tú, siendo uno? ¿O acaso no eres tú quién está guiando a tu gente y ordenándoles qué hacer? Eso se llama doble moral, Zaheer, y un día cuando el Avatar esté listo te hará caer junto con tu hipocresía.

P'Li apretó los puños enfurecida. Ya había tenido suficiente de ése muchacho con la lengua demasiado larga.

Enfocó su tercer ojo para dispararle.

El suelo comenzó a temblar.

— ¡No, P' Li! — Gritó Zaheer.

Disparó.

Sin embargo las piedras bajo sus pies se habían movido lo suficiente como para que la dirección a la que había apuntado cambiara, incendiando el aceite que se había provisto en una gran lámpara para dar la señal de alerta.

Poco a poco y una tras una, las lámparas alrededor de los muros comenzaron a encenderse haciendo que el loto rojo viera frustrados sus planes por escabullirse y alcanzar a los líderes de las cuatro Naciones.

La alta mujer volteó a ver furiosa al chico que la había manipulado y él le sonrió tan sínico como segundos antes había visto a Zaheer hacerlo.

¡Que tontería! ¡Ella misma había avisado a todo Ba Sing Se que estaban allí!

— Tenemos que irnos Zaheer, no tardaran en llegar sus refuerzos. — Aconsejó el otro hombre que hasta ése momento se había mantenido en silencio.

El líder del grupo asintió, tomó la mano de P'Li y la arrastró con él; no sin antes darle una mirada de reproche ante su impulsividad.

— Ya tendremos otra oportunidad para entrar. Ming Hua, encárgate del chico y hazlo rápido.

Haru miró sonreír siniestramente a la maestra agua que había sido encargada en matarlo, sabía que no podría con ella, aún maestros más poderosos no la habían podido detener… Su Padre había sido una de las personas que perdieron la vida al enfrentarla.

Sonrió mirando las estrellas por última vez, su trabajo estaba hecho: Ba Sing Se dormiría seguro por algún tiempo antes de que ellos lo intentaran de nuevo y entonces los guerreros alrededor del mundo tendrían oportunidad de capturarlos.

Le habría gustado conocer quién era el nuevo Avatar y saber por qué no había aparecido aún, pero sólo podía confiar en él… o ella.


— Respeto sus tradiciones, Señor del Fuego Zuko, pero nosotros nos mantendremos firmes; a ninguna mujer de las Tribus Agua se le permitirá pelear.

— Pero Unalaq, ¿No te das cuenta que con esto divides más al mundo? Debemos pelear como uno solo y las maestras de las demás naciones han demostrado lo capaces que son. Katara fue…

— Aún así son mujeres y las mujeres no están hechas para la guerra. Yo mismo tengo una hija que mostró habilidades de pequeña, pero la hemos encaminado a ser una sanadora.

Un resoplido se escuchó en otro lado de la mesa al mismo tiempo que un par de manos golpeaban la madera.

— ¿Estás diciendo que soy débil sólo por ser mujer? ¿O que mis hijas quienes salvaron tu trasero camino aquí lo son? — Reclamó una mujer entrada en años, sus ojos nublados parecían querer desaparecer al representante de las Tribus Agua.

— Estoy seguro que no implicó eso, Lady Beifong.

— ¡No trates de protegerlo pies-ligeros-junior! Todos aquí escuchamos lo que dijo.

Unalaq suspiró y se puso de pie, queriendo dar por terminada ésa ridícula reunión y salir del lugar.

— Usted no es la verdadera heredera del Reino Tierra, Toph Beifong; sólo fue elegida cuando el Rey cayó, su cargo es provisional. Con los únicos con los que discutiré sobre la guerra será con los verdaderos herederos de sus naciones y no con una anciana ciega a la que su gente le tiene demasiada fe.

La amiga del Avatar pasado esperó pacientemente a que el maestro agua se hubiera alejado de ellos y con su talón golpeó el piso levantando un montículo pequeño de tierra haciendo caer al líder de las Tribus Agua, besando el piso.

— Mujer, anciana y ciega, sí, tienes razón, pero por lo menos mi gente me eligió para guiarlos ahora, no me impuse a nadie ni mi pueblo prefiere quedarse a merced del loto rojo que estar cerca de mí. Pero tú, Unalaq, no puedes decir lo mismo ¿Cierto?

El de ropas color azul se puso de pie y apretó los dientes mirando en dirección de la maestra tierra.

— Diga lo que quiera, mi posición seguirá siendo la misma. Mañana mismo llegarán los anuncios a todos los hombres disponibles de las Tribus Agua para luchar pero, ¡Ninguna maestra agua se unirá!

Zuko tomó un poco de té de jazmin mirando salir al furioso maestro agua por una gran puerta y volteó a ver a su amiga… más joven que él… por unos años.

— Exageró con lo de vieja, sólo tienes ¿Qué?... ¿Sesenta y cinco años? Yo casi llegó a los setenta y me siento lleno de vida.

La de ojos nublados lanzó una carcajada escandalosa y se sentó a su lado.

— Creo tu nieto tiene razón y todo ese té que has tomado es una especie de formol.

El Señor del Fuego sonrió ante la mención de su querido descendiente.

— Lo importante es que aún somos fuertes para ayudar a las nuevas generaciones.

Toph frunció el entrecejo cruzando los brazos en su pecho y levantando la nariz pomposamente.

— No cuando hay un cretino como el que acaba de salir ¡No puedo creerlo! Acaba de escuchar que el loto rojo estuvo a punto de entrar a Ba Sing Se y aún así se niega a…

— Es extraño. — Interrumpió Tenzin a los amigos de su difunto padre, ahora todo el peso de los Nómadas Aire cayendo en su espalda, haciéndolo su representante. Cuando notó su muda pregunta continuó. — Cuando mi Madre se enfrentó al Maestro Pakku; para que la entrenara, logró que la ley que prohibía pelear a las maestras se cancelara… ¿Por qué Unalaq la retomaría unos años después que mi Padre muriera?

La habitación quedó en silencio pensando lo mismo, algo que muchos se preguntaban alrededor del mundo.

— El nuevo Avatar tuvo que nacer en la Tribu Agua… ¿Creen que "la" esté escondiendo? — Cuestionó sin rodeos Toph asegurándose con las vibraciones del suelo que nadie más estuviera cerca para escuchar ésa conversación.

El Maestro Fuego sugirió lo que sus acompañantes estaban pensando.

— Si ése es el caso entonces debemos ser cuidadosos. ¿Qué intensiones tendría Unalaq para ocultar la esperanza del mundo en plena guerra?


Korra amaba con todas sus fuerzas ser maestra agua.

El sentir como el liquido se adaptada a los movimientos que ordenaba siempre la hacían sentirse poderosa, capaz de poder moldear su propia vida y no tener que depender de lo que los demás le informaran era lo correcto o peor aún, lo permitido.

Balanceó hacia atrás su cuerpo ondulando las muñecas y maravillándose cuando el agua siguió su mandato.

¿Por qué no podía ser maestra agua libremente? Todo lo que sabía lo había aprendido por sí misma y estaba segura que de haber tenido quién le enseñara sería realmente buena.

Si tan sólo no existiera ésa ridícula ley no tendría que levantarse tan temprano para poder practicar sin que nadie la viera.

— Realmente me hubiera gustado ser maestro agua, creo que te tengo un poco de envidia.

La voz a su espalda la hizo brincar asustada, haciendo que perdiera la conexión con su elemento.

Giró rápidamente. El largo vestido azul tradicional de su tribu siguió su movimiento ondulando la pesada falda. Una delgada coleta la golpeó en la cara al ser descuida. ¡Demonios! Odiaba los peinados de chicas, eran tan imprácticos… Aunque no podía negar que le encantaba su largo cabello castaño.

Al ver a su padre caminando apoyado de un bastón no pudo evitar sentirse culpable.

Si él fuera un maestro agua; como su madre o ella, no se habría lastimado permanentemente en la última batalla a la que había sido convocado… O si tan sólo les permitieran luchar a las mujeres.

Miró al piso.

— Y a mí me gustaría que lo fueras, así no te habrías… — Se quedó callada sin saber qué decir y que no implicara que le tuviera compasión.

Tonraq le sonrió y caminó hacia ella, muy lentamente. Después, levantó la barbilla femenina con su mano.

— Para mí fue un honor proteger a mi aldea y a mi familia, no importan los resultados en mi cuerpo. El loto rojo no pudo llegar aquí y con eso basta.

La morena se arrojó hacia su padre abrazándolo fuertemente.

— Si me dejaran pelear yo sería quien te hubiera protegido y así no tendrías que usar ese estúpido bastón.

Tonraq rió suavemente y comenzó a jugar con el cabello de su hija.

— Sé que serías la mejor maestra agua, hija mía y si dejo que practiques en secreto es por tu propia seguridad. Nadie sabe lo que pueda pasar y me gustaría que pudieras defenderte en un caso de emergencia. Pero debemos seguir las leyes aunque no nos gusten.

Korra frunció el ceño y se separó ligeramente de su Padre.

— Algunas leyes son estúpidas. Prácticamente no sé nada de agua control.

Tonraq volvió a sonreírle, tratando de animarla y le revolvió el cabello.

— Bueno, mañana iniciarás tus clases con las sanadoras, es otra forma de agua-control.

— Pero yo quiero pelear.

Ante el ceño fruncido y los movimientos de boxeador Tonraq no pudo más que reír escandalosamente.

— No lo dudo mi pequeña maestra agua, pero el ser una sanadora es otra forma de honrar a la familia.

Korra resopló disgustada. Ya sabía lo suficiente de curar a la gente; al menos lo necesario para mantener a alguien con vida hasta que llegara un experto. Si alguien le preguntaba, prefería aprender a hacer látigos de agua, agujas congeladas que atravesaran los cuerpos enemigos, olas gigantes… cosas verdaderas de maestro agua.

Los tambores y flautas comenzaron a replicar por la pequeña villa informando de la presencia del ejército, ése era el llamado para que los hombres salieran de sus casas y obtuvieran información, pero la última vez que eso había pasado Tonraq terminó con la rodilla en tres pedazos.

— Espera aquí. — Ordenó su Padre con voz grave y Korra notó el rápido latir de su corazón asustado.

Sin hacer caso se unió a su Madre en la puerta abierta, ella parecía aún más aterrorizada de lo que podría pasar. Sujetó su mano derecha entre la suya, tratando de darle apoyo.

Un hombre de lentes montado sobre un avestruz-caballo y que parecía ver a todos como inferiores comenzó a hablar.

— Soy Raiko Xu enviado directamente por los cuatro líderes de las grandes naciones reunidos en Ba Sing Se. Ayer por la noche el loto rojo estuvo a punto de ingresar a la Ciudad… — Los murmullos de las asustadas mujeres comenzaron a escucharse mientras los hombres trataban de mantenerse firmes. Sin embargo con una mirada de desprecio el hombre las silenció. — He venido a informarles que al menos un hombre por cada familia debe ir a la guerra y detener a ésa organización antes de que sea tarde. Para respetar la tradición de la Tribu Agua ningún hombre será enviado a batallones donde haya mujeres. Comenzaremos a llamar a cada familia para que su representante pase por su aviso.

— No. — Susurró Korra entendiendo lo que sucedería: Sólo una persona podría ir a la guerra de su familia.

Como si todo se hubiera hecho más lento, vio como era llamado el representante de su hogar y como, su Padre, caminaba con dificultad hasta el hombre de los lentes extendiendo su mano para recibir la notificación.

Antes de si quiera pensarlo corrió hacia ellos gritando.

— ¡No! Por favor Señor, mi Padre ya peleó en la guerra. Está herido y no es un maestro, no podría defenderse. Si va, lo estaría mandando a una muerte seg…

— ¡Korra! — Gritó Tonraq haciéndola callar de inmediato. Al verlo logró notar su expresión de rabia y gran vergüenza. — Estás humillándome.

Ella agachó la cabeza dándose cuenta de lo que acababa de hacer en frente de toda la Villa. Lo acababa de exponer como a un indefenso cuando en realidad era un hombre de gran orgullo.

— Debería de aprender modales su hija, Tonraq. — Exclamó Raiko mirándola como quien ve a alguien estúpido y sin valor, lo que por un momento quiso hacerla mostrar coraje, pero su Padre volvió a detenerla cuando asintió ¿Acaso él pensaba lo mismo?

— Ve a casa ahora mismo Korra. — Sin voltear a verla se inclinó frente a Raiko. — Será un honor volver a representar a mi familia.


La lluvía caía sobre su cuerpo frío, sus hombros se sacudían a causa del llanto desesperado en el que se encontraba y su cabello le servía como una cortina ocultándola.

No que en realidad alguien la encontraría en los oscuros jardines de su hogar.

Korra no era una mujer que llorara fácilmente, casi nunca lo hacía, pero en ésa ocasión todo lo ameritaba ¿Cómo no hacerlo cuando prácticamente estaba viendo a su Padre partir a su muerte?

Apretó la tela de su pesado vestido comprimiendo los puños dándose permiso de sacar las lágrimas que seguirían de muchas más cuando el cuerpo de Tonraq les fuera devuelto.

Tragó un nudo en la garganta y colocó su congelada mano sobre la mejilla que unas horas atrás su Padre había golpeado debido a su imprudencia cuando siguieron discutiendo en su hogar, pero ¿No era justificable? El amor y el respeto que le tenía, hacían imposible que se mantuviera callada.

Ahogó un nuevo quejido cuando se preguntó cómo viviría consigo misma cuando recordara que lo último que había visto de su Padre; antes de salir corriendo, era una mirada de decepción.

Ella había intentado adaptarse al lugar del mundo en que le había tocado nacer. Había hecho grandes esfuerzos por ser uno de ellos, pero la verdad es que ni siquiera ella sabía quién era ¿Cuál era su propósito? ¿Qué le gustaba? ¿Qué deseaba hacer con su vida? Pero la realidad es que todo se frenaba porque también debía pensar en qué era lo que tenía permitido hacer.

Abrió sus grandes ojos azules y se vio reflejada en un charco que la lluvia había formado a sus pies. Mordió su labio inferior cuando siguió viendo su imagen, pero no sabiendo a qué clase de persona le correspondía lo que veía.

Frunció el ceño.

Ella no sabía muchas cosas sobre sí misma, pero de una estaba absolutamente cierta: No iba a dejar que su Padre muriera.

Con una decisión formada se levantó de su lugar y prácticamente corrió al santuario de sus ancestros haciendo una plegaria para que la ayudaran en lo que se iba a embarcar.

Después entró en su casa y hurtó la armadura de lobo guerrero de Tonraq, le quedaría muy grande pero se las arreglaría.

En su habitación se vistió y después de reunir valor cortó su cabello dejándolo sólo un poco largo de la parte de arriba y sumamente corto de los lados, atándolo en una coleta alta que representaba a los guerreros de su Nación.

Se vio nuevamente reflejada en el brillo de la espada sintiéndose extraña al ver a un hombre joven del otro lado.

Fue hasta la habitación de sus Padres, los miró con todo su amor por última vez y cambió el aviso de reclutamiento por una de sus peinetas.

Después, sonriendo llegó a los establos y tras tranquilizar a su perro-oso-polar haciéndole notar que se trataba de ella, salió a gran velocidad de su casa hacia el punto de encuentro que marcaba la notificación.

Ésa era la primera decisión importante que había tomado durante su vida. Muriera o no, sería absolutamente su responsabilidad al hacerse pasar por un hombre. Pero saber que se aseguraría de que sus Padres pasaran sus vidas juntos, la hacía feliz.


Ser el espíritu habitando la luna era… Extraño.

Técnicamente ella no había nacido en ésa posición ni con esas funciones, pero al regresarle la vida al verdadero espíritu; cientos de años atrás, había quedado eternamente ligada al satélite que daba su poder más grande a los Maestros Agua… Aunque ella no había sido la única condenada a un destino extraño a causa de ése hecho.

Yue suspiró mirando a la actual descendiente de su hermano escapar de su hogar vestida de hombre.

Volvió a suspirar sólo para liberar un poco de estrés.

Había escuchado su plegaria para ser ayudada y se había conmovido del alma noble y protectora de Korra, así que queriendo ayudarla bajó al santuario de su familia pensando en cómo hacerlo.

Ciertamente ella directamente no podría intervenir, eso era contra las reglas.

— ¿Debería despertarlos? — Se preguntó mirando los nombres de quienes descansaban en el lugar y que habían formado familias hasta llegar a Korra.

Una mueca de desagrado se hizo presente cuando pensó en lo que dirían. Suficiente tendría lo pobre joven no sabiendo quién era realmente ella como para que la acusaran de marimacho.

Cerró los ojos y sobó sus sienes, no experimentaba dolor físico pero estaba segura que de estar viva tendría un enorme dolor de cabeza en ese momento.

— ¡Korra! ¡Korra! — A través de la ventana por la que se veían los jardines observó a Tonraq cayendo al piso desesperado por alcanzar a su hija, sin embargo su cuerpo le había fallado.

Negó sintiéndose triste.

Pobre hombre.

— Debo alcanzarla. Tonraq espera aquí, iré por ella. — Dijo Senna tan desesperada que estaba dispuesta a exhibirse como maestra agua con tal de alcanzar a su hija.

La mano fuerte de su esposo en su muñeca la detuvo.

— Si te ven usando agua control de ésa forma te asesinarán.

— Pero… ¡Korra! — Cayó de rodillas llorando, no sabiendo si vería a su hija de nuevo.

Tonraq la abrazó mirando la puerta de madera por la que ella había escapado.

— Ya no podemos detenerla, si la descubrimos la matarán. Sólo podemos confiar en que estará bien.

Yue no podía experimentar dolor físico, pero sí emocional. Era extremadamente triste ver al par llorando hincados, bajo la lluvia, con sus ropas cubiertas de lodo. Pero lo que había hecho Korra era lo más increíble que hubiera visto en mucho tiempo. Ningún acto de amor de una hija hacia su padre había estremecido tanto su alma y el que la joven perteneciera a su familia la hacía sentirse orgullosa.

Levitó hasta llegar a la estatua de un pequeño dragón al que miró con amor unos segundos, la forma que había tomado el espíritu de su amado, cuando: tratando de recuperarla, había sido engañado.

Sonrió suavemente. Tal vez ésta sería la oportunidad para que él también se liberara.

— Sokka, despierta Sokka.


Cuando escribo historias de varios capítulos me gusta tomarme mi tiempo para desarrollar la trama, pero en ésta ocasión espero no se vea tan apresurado todo, estoy basándome en una película y hay ciertos eventos que debo seguir :)

Subiré el siguiente capitulo en unos días :)