Era una bella tarde en el poblado de Santa Cecilia, la gente se encontraba en las calles haciendo algunos mandados, tales como comprar fruta, algunas verduras, lácteos y productos varios para usar a lo largo de su día a día; algunos niños jugaban a corretearse entre ellos o tenían una pequeña partida de fútbol tratando de que el balón no fuera a causar ningún destrozo (so pena de que sus madres se descalzaran y santo madrazo con la suela de sus zapatos en sus pequeños rostros) agradeciendo que esa vieja costumbre aún permaneciera a pesar de que se había empezado a introducir de a poco nueva tecnología en el pueblo.

Un ejemplo de ello estaba en la habitación de un chico mexicano de nombre Miguel Rivera. El ambiente de su cuarto contrastaba con el de la calle ya que varios ruidos de disparos y luces destellantes salían de la pantalla que encontraba al fondo del mismo; se podía ver al chico moreno con cierta concentración y no la misma que solía tener cuando tocaba complicados acordes en su guitarra, cuando sacaba la lengua, sino que, éste poseía un ceño fruncido mientras presionaba con cierta ira los botones del mando de la consola.

La pantalla ya se mostraba en un rojo alarmante que, sin duda, marcaba su final en esa partida online de COD.

¡No mames! —Exclamó con un tinte de rencor en la voz, dando un fuerte puñetazo indignado al sofá y se enderezó al escuchar que su personaje lanzaba un grito antes de morir. —¡¿Por la espalda con el cuchillo, Hiro?!

Git gud.

Contestaron las bocinas en la diadema de sus audífonos, con la voz de su buen amigo, a kilómetros de distancia, quien estaba alegremente pateándole el trasero gracias a la maravilla del wi-fi.

El enemigo en pantalla, a quien Hiro controlaba, procedió a sentarse y saltar varias veces sobre el cadáver del personaje de Miguel en un improvisado baile de la victoria, apuntando el arma en todas direcciones y dando giros sobre su propio eje.

Fue culpa del lag…

¿Y cómo es que el lag siempre te da cuando te mueres?

El internet nunca es bueno aquí. Siempre tengo Lag.

Vamos a una partida privada entonces, te apuesto lo que quieras a que no es el lag.

¿Lo que quiera?— Contestó el mexicano con cierta maldad en su tono. — Tendrás que pagarme la membresia gold por dos años.

Lo que quieras, dude. Te puedo patear el trasero con y sin membresia gold.

Ya lo veremos…

Ambos jóvenes abandonaron la partida online con los demás jugadores para abrir una privada, ahora que debían comprobar su hombría (cuestiones de orgullo adolescente).

Atraído por el sonido, Marco entró a curiosear en la habitación justo a media pantalla de selección. Al ver a su hermano menor ocupado jugando videojuegos procedió a sentarse a su lado para poder ver el resto de la partida.

Le gustaba ver el mundo arder. ¿Y qué mejor ocasión para ello que una partida de versus entre dos buenos amigos?

¿Te gusta mucho meterte en los privados con el chino? —Preguntó con un tono malicioso en la voz y jalando levemente el cachete de su hermano menor. Nunca resistía la tentación, parecía una ardilla regordeta.

Cállate Marco.

¡PFFFFFFFTGACK!

El chico mitad japonés no pudo evitar que la soda que tenía entre las manos buscara irse por sus pulmones en lugar de llegar a su estómago, logrando así distraerse a tal punto que no notó cuando la partida dió inicio.

La ventaja recayó completamente sobre Miguel, quien no necesitó demasiado tiempo para hacer obvia la conexión entre los comentarios subidos de tono del burlón de su hermano mayor y la timidez natural de Hiro ante temas tan… "francos" y "abiertos" como las bromas lascivas que Marco solía decir.

¿Al chino le dio la fiebre amarilla, o por qué la tos de perro? —Preguntó Marco, mitad en serio mitad alternando entre revisar la partida y su celular con desinterés, usando a Miguel de pared contra la cual recargarse.

¿...Puedes seguir diciendo cosas como lo otro que dijiste, Marco? —Preguntó Miguel tras asestar el primer disparo sobre el distraído Hiro, quien soltó un chillido de sorpresa y corrió a esconderse.

¡ESO ES TRAMPA, MIGUEL!

Marco miró a Miguel de reojo, y luego sonrió con maldad al escuchar al chico asiático.

Si te distraes, te la van a meter doblada y hasta el fondo, chino.

¡NO ESCUCHÉ NADA!

Varios comentarios y sonrojos después se podía apreciar en la pantalla del mexicano "Victoria" mientras que en la del chico japonés "Derrota", el mismo lanzó con enojo la diadema contra su cama.

Iba a empezar un berrinche.

De esos que ni Cass hubiera soportado.

Esto se iba a poner buenísimo.

Miguel descansó el control sobre sus piernas mientras, con los ojos cerrados, disfrutaba de la sinfonía de desplantes, gritos, ositos de goma mutilados con violencia, rabietas, quejas y promesas vacías de la futura muerte de ambos Rivera a manos de Hiro Hamada que venían como complemento a su victoria. Ah, sí. El primer lugar era dulce, y las ganas de sacar de quicio a su amigo lo eran aún más.

No le jales la cola al diablo, Miguel Rivera. No lo hagas. No.

Pensé que los asiáticos eran buenos en los videojuegos, Hiro. —Dijo con la sonrisa ensanchada.

Las risotadas de los hermanos mexicanos casi terminan por completo ahogadas bajo la nueva sarta de maldiciones en japonés, inglés y hasta el poco español que Hiro sabía y que soltó luego de escuchar aquello, groserías distorsionadas entre la rabia y los auriculares.

O al menos, hasta que un par de pisadas, más firmes y pesadas que las de ellos, subieron por la escalera hasta llegar al cuarto de Hiro. Abrieron la puerta, y revelaron que su dueño era Tadashi. Un Tadashi algo ojeroso y cansado, cuya visión logró callar a Hiro al menos de modo momentáneo.

Hiro… Por favor baja un poco la voz, estoy trabajando.

Ambos Rivera voltearon a verse dudosos al escuchar la cuarta voz que a pesar de sonar amable, se podía sentir el peso de la falta de sueño en sus palabras. Marco, curioso, acercó un poco más su oreja al headset de Miguel, apoyándose levemente en su hombro a fin de poder escuchar lo que estaba sucediendo. Su hermano se limitó a liberar la bocina para que él también pudiera escuchar.

Lo siento Tadashi… Umm… ¿Encontraste algo?

No… Aún nada, incluso Honey ya se cansó de analizar las flores de los sujetos afectados por el Hanahaki…

¿Necesitas ayuda en algo?

Por el momento estamos bien, sólo necesitamos un poco de silencio.

Entiendo… bueno, bajaremos la voz un poco más.

Las pisadas se alejaron, dejando nuevamente al Hamada menor solo en su habitación.

¿Qué fue eso? —Susurró Marco, sacudiendo ligeramente a su hermano del hombro. Sin embargo, la cara de Miguel se ensombreció un poco, y procedió a morder ligeramente su labio inferior mientras ignoraba a su hermano mayor y se enfocaba de lleno en su mejor amigo.

Hiro volvió a colocarse la diadema para seguir hablando con el moreno. Súbitamente, las ganas de quejarse, sus berrinches infantiles, hasta la misma apuesta parecían haber pasado a un segundo plano, la tensión del lado de San Fransokyo se transportaba hasta México, siendo ésta tan densa que podría rebanarse con un cuchillo.

Una cosa era bajar la voz. Otra, que Hiro guardara silencio sepulcral. Y Miguel sabía que eso no era normal.

—…¿Hiro? —Aventuró el Rivera menor, súbitamente recordando el propósito de estas partidas en primer lugar.

Sí, aquí sigo.

Lo siento Hiro, no quería molestar… — Soltó en un tono un poco afligido.

... No fue una molestia.

Y eso que el propósito era olvidarse por un momento de "aquello".

Y… ¿Me perdí de algo en particular, o…? —Preguntó Marco, acercando sus labios al micrófono que momentáneamente iba a tener que compartir con su hermano si es que quería tener la más mínima esperanza de entender algo.

El chico de ascendencia asiática empezaba a sentirse frustrado ya que a veces se le dificultaba manejar al menor de los mexicanos cuando el tema se volvía más serio de lo habitual. Años de amistad no podían prepararlo para lo emocional que podía ponerse Miguel, por lo cual recibió la duda de Marco de brazos abiertos y hasta con cierto alivio.

Es que Tadashi lleva varios meses buscando una vacuna o alguna cura para el Hanahaki junto con Honey Lemon. A veces trabaja de noche y no duerme, por lo que me pide bajar la voz.

Marco miró a Miguel con una ceja alzada y ligero azombro.

Hiro y Tadashi son personas muy inteligentes y muy altruistas. —Contestó Miguel la duda que Marco no preguntó, pero sí reflejó en sus ojos. Hiro gruñó, mas se quedó ligeramente sonrojado por el cumplido.

Oh. Vaya, qué noble de su parte. —Acompletó Marco. —¿Pero por qué tanta urgencia en la cura? Tadashi se va a enfermar con ese ritmo de trabajo. ¿Y esa enfermedad no apareció hace como dos o tres años?

...Eh… es que…

...El Hanahaki mató a mi tía el año pasado.

Marco escuchó tal vacío y tal frialdad en la voz de Hiro que se arrepintió de preguntar.

"Hanahaki"... No había nadie en el mundo que no fuera familiar con el nombre.

La extraña enfermedad apareció de manera súbita hace pocos años, como bien había indicado el mexicano mayor, posterior al viaje que ambos hermanos habían llevado a cabo a través de la tierra de los muertos, azotado de manera imprevista al mundo. Inició en Japón y rápidamente se extendió a lo largo y ancho del planeta.

Y no hubo gran respuesta.

El Hanahaki fue tomado en sus inicios como una enfermedad de ensueño, algo bello y trágico que todos anhelaban padecer como la heterocromía. Deseada para demostrar ingenuamente un "también tengo un amor unilateral", ese algo que, entre el romance y la tragedia, de alguna manera los diferenciaba del resto.

La comunidad científica se maravilló por la contradicción biológica que representó, se investigó y (ya sea por curiosidad o estupidez) se dejó evolucionar al grado donde se volvió letal. Llegó silenciosamente al inicio, cobrando en un principio nada más que las vidas de los pobres incautos que la minimizaron… y muy pronto, la gente sucumbió a los pétalos ensangrentados que salían expulsados al verse los pulmones sofocados por flores asfixiantes que enraizaban en los mismos.

Los médicos, que en un principio estaban fascinados, ahora rogaban a un dios por una cura que hasta ese momento era inexistente… puesto que el virus poseía una gran resiliencia.

El silencio provino ahora del lado de los mexicanos logrando incomodar al chico de ascendencia asiática.

¿Entonces tu hermano está trabajando en una cura para eso? —Continuó Marco, pues era quien tenía que ponerse al corriente. No conocía a Hiro muy bien más allá de cuando Miguel hablaba de él.

A pesar de que Miguel hablaba de él todo el día.

Todo. El. Día.

Sí, pero tampoco es como si estuviera teniendo mucho éxito… bueno… supongo que quedan las píldoras, ¿cierto?

La mirada de Miguel le dejó en claro a Marco que era mejor dejar el tema de lado.

Lamentamos lo de tu tía, Hiro. —Completó Miguel, intentando cerrar el tema.

—… Sí, lo sentimos. Uhm… Ojalá hubiera algún modo de ayudar… Pero a nosotros no nos afecta…

¡¿QUÉ?!Exclamaron al mismo tiempo Miguel y Hiro después de escuchar las palabras del mayor de los hermanos Rivera.

Marco tapó el oído que tenía más cercano a Miguel ya que, a pesar de que el menor poseyera una voz afinada, podía romperte el tímpano si se lo proponía.

Lo que escucharon. —Dijo, mientras exageraba el limpiarse el oído. —Ésta enfermedad, Tecagasaquí...

¡Hanahaki!— Exclamaron ambos menores.

—...Eso que dijo Miguel o cómo se llame, no nos afecta a ninguno de los dos…

Espera un segundo, ¿cómo es eso posible? si es una broma, no es gracioso.

No es una broma, chino. ¿Acaso Miguel no te…?— Pero los grandes ojos cafés de Miguel parecía que también estaban interrogándolo con la mirada, y Marco alzó una ceja. No jodas. —… Miguel, no me digas que no sabías.

Eeeeh… nop.

Pues sí, sí jodas.

¿Tenía que saber?

Miguel jamás me mencionó nada.

¡Aunque siempre hay tiempo para que me expliques, Marco! ¡Hiro dice que aprendo muy rápido!

Eeeh, no, no lo hace. Se esfuerza pero es una causa perdida, mejor explícame a mí y lo capto más rápido.

¡Oye Hiro, eso es cruel! ¡Estoy de tu lado, no me quemes tan feo!

Marco se palmeó la cara. Inconcebible. De un movimiento rápido, Miguel se deshizo de su sistema auricular y se lo colocó en la cabeza a su hermano, quien soltó un "¡Oye!" de irritación y forcejeó un poco con el menor para colocárselo bien.

¿Siguen ahí?

Marco miró a Miguel con incredulidad. Poco o mucho había que pudiera hacer, pero su hermano menor lo miró con cara de ruego, como si él tuviera las respuestas al porqué del universo entero.

Aaaaagh, no, esa mirada de cachorro nooo… eso era trampa, malditos hermanos menores chantajistas. Aaaagh esos ojos y esas manos rogonas y esos cachetes de ardilla y esa sonrisita y ese hoyuelo y…

¡Chingada madre Miguel! —Maldijo Marco, empujando a su hermano como si se tratara de un cachorro molesto. —¡Está bien, ya voy! Pero no soy ningún médico ni Lupita caída del cielo, no hago milagros con las explicaciones.

Esto va a tomar doscientos años. Refunfuñó Hiro.

Eso pareció picar al mayor de los Rivera.

¿Es eso un reto? No tan rápido, gringuito. Tengo la prueba que buscas justo aquí. Miguel, tómame una foto.

Ah, sí.— Dijo el moreno sacando su celular y enfocando el rostro de su hermano mayor.

¡No, de la cara no, tarado! ¡De aquí!

El Rivera mayor tomó la muñeca de Miguel que aún sostenía el teléfono colocando el dispositivo enfrente de su boca mientras abría la misma, descubriendo enteramente su cavidad bucal.

¡Ah! … Espera… ¡Marco! ¡¿Pero qué...?!

¡To'a a jo'o i ia!

¡No te entiendo si hablas con la boca abierta!

Creo que dijo que "tomes la foto y ya", pero no hablo mexicano.

Los ojos de Miguel se abrieron inmensamente y de su rostro desapareció todo rastro de expresividad, un escalofrío recorrió toda la extensión de su columna llegando a calarle los demás huesos.

No daba crédito a la imagen que su teléfono captaba...

¿Por qué no me dijiste nada?! ¡¿Desde cuándo estás así?! ¡¿Por qué juegas con tu vida? ¡¿Y de quién es que…?!

Quítate que la tomo yo.

¡No, ahora me dices!

Hubo un momento de forcejeo y de acelerado español que Hiro no logró captar del todo, pues estaba lleno de mexicanismos y maldiciones que en su vida había escuchado decir al menor de los Rivera. El asiático se inclinó un poco hacia adelante, intentando prestar atención a lo que estaba ocurriendo.

Un sonido de un bulto cayendo al suelo, un forcejeo. Recordó brevemente que Miguel sabía una que otra llave de lucha libre, y supuso que algo de ese estilo estaría pasando. Y luego una tos, una tos muy familiar que le sacó un escalofrío…

Hiro… —Chilló Miguel.

¿Qué pasó? cuestionó Hiro, preguntándose mentalmente si habría alguna posibilidad de llamar al número de emergencias de México desde San Fransokyo o si era un caso perdido... O si quizás era sólo una tos y debería dejar de ser tan paranoico.

...Marco está escupiendo flores...

¿Flores…?

¡Pues qué esperabas, pendejo, si me estás aplastando el estómago! —Justificó Marco entre dolores. —Quítate y tómales foto para que tu amigo vea que…

¡¿Qué clase de prioridades son esas?! ¡Marco, estás mal!

¡Carajo, Miguel, dame el celular!

¡¿Qué demonios está pasando?!

Hubo más forcejeos, esto hizo que la ansiedad de Hiro acrecentara por cada segundo que pasaba; los hermanos Rivera no soltaban pista de lo que sucedía de su lado del mundo.

¡Ya está, ya ves, no era tan difícil! ¡Mándale las putas fotos y ya!

¡Marco, esto es serio!

¡¿Te quieres callar?! ¡Te digo que tengo todo bajo control!

Hubo un pequeño inter en el cual los hermanos discutiendo entre maldiciones locales que Hiro aún no entendía del todo (algo de "chingada madre contigo" y "no mames"), sonidos de empujones, un flash y Miguel reclamando de un modo que pondría a mamá Elena orgullosa...

Momentos después, al celular de Hiro llegaban fotografías de pétalos regados por el suelo con un Miguel muy enojado y borroso de fondo (y los dedos de Marco haciendo el símbolo del pulgar arriba fuera de foco de un modo completamente anticlimático).

Y más importantes aún, llegaron tres fotografías de la garganta de Marco: una clara, otras dos borrosas por la conmoción de hace un momento.

Era difícil de distinguir, pero estaba llena de celosías. Pétalos que correspondían a los que estaban regados por el suelo. Suficientes para sofocar a una persona hasta la muerte.

…Pero Marco estaba vivo. Y sin problemas de salud o respiración aparentes.

No pasó mucho tiempo cuando a través de las bocinas del headset de Miguel se escucharon pisadas apresuradas, la puerta siendo azotada y la voz del Hamada menor haciendo justo lo contrario que su hermano mayor le había pedido.

¡MIGUEL, PÓNGANSE EN VIDEOLLAMADA! ¡OLVIDA LA ESTÚPIDA PARTIDA! ¡TADASHIIIIII!

Marco miró a su aún muy estupefacto, confundido y alarmado hermano menor con satisfacción.

Te lo dije. ¿Ves? Hasta Hiro puede ver a simple vista que…

Estoy enojado contigo. —Declaró Miguel con un puchero, dedicándose a desconectar la partida para preparar todo lo que se necesitaba para iniciar una videollamada.

Después escucharon claramente que Tadashi subía en compañía de su hermano menor, ambos hablando en apresurado inglés que les era imposible de seguir.

Lo que nos lleva a la escena actual con los hermanos Hamada arrodillados enfrente de la pantalla teniendo una videollamada con los hermanos Rivera.

Entonces… ¿Ustedes no necesitan pastillas para suprimir los efectos del hanahaki?

¿Existen pastillas para eso?— Cuestionó con cierta esperanza el Rivera menor. No era para menos, no todos los días el idiota de tu hermano te revela ser portador de una muy letal enfermedad en estado avanzado como si no fuera gran cosa.

Sí, son efectivas cuando uno se encuentra en una etapa temprana. Respondió Tadashi.

¿Entonces Marco ya no…?

Eh… no, en él ya no.

Te dije que estoy bien, Miguel.

¡Tú no me hables, estoy enojado contigo! ¿Cómo son las pastillas?

El mayor de los Hamada comenzó una breve explicación científica sobre las píldoras, buscando simplificar la función de las mismas y las condiciones que debían cumplirse para que éstas surtieran el efecto deseado sin causar algún daño sistémico.

Eventualmente la persona afectada deja de toser pétalos y puede recuperarse totalmente, claro, siempre con riesgo a una recaída... Podrán eliminar tus sentimientos, pero no te pueden proteger de caer de nuevo.

—Ya veo...

Pero, de cualquier modo, ni Miguel ni yo necesitamos pastillas ni algún medicamento para tener esto controlado…

Marco había perdido el interés entre tanta palabrería que Tadashi había comenzado a soltar, quería acabar con eso lo más pronto posible o terminaría muriendo de aburrimiento.

Sólo se ganó un zape y un "pendejo" de parte del Rivera menor.

Ahora fue el turno de los Hamada de mirarse mutuamente mientras los Rivera discutían. Si éstos chicos decían la verdad, y vaya que parecía que sí a juzgar por el avanzado estado de la enfermedad en Marco (sólo podía compararse a cómo se veía tía Cass en sus últimos días) que a pesar de todo le permitía respirar y cantar, a juzgar por lo que Hiro había escuchado venir de la ducha en ocasiones...

Entonces ellos podían ser la clave para encontrar la cura de la enfermedad.

A Tadashi le tomó sólo unos minutos meditar acerca de lo que estaba a punto de hacer y cinco segundos para recordar a tía Cass. Fría y solitaria en su féretro, apenas un año atrás.

Aún se debatía mucho al respecto de llevarle aún más flores a su tumba.

Como en cámara lenta, el Hamada mayor respiró profundamente. Y entonces hizo una reverencia pronunciada. Haciendo que su frente tocara el frío suelo de la habitación de Hiro.

Vengan a San Fransokyo, por favor… Ayúdenos con nuestra investigación… podemos mantener la enfermedad de Marco bajo control. Pero vengan, por favor.

Los tres muchachos quedaron boquiabiertos ante tal suceso;no todos los días tenían a un asiático haciendo una reverencia tan profunda ante ellos y para Hiro era un impacto muy fuerte el ver a su hermano mayor, héroe e ídolo absoluto, rogándole a su mejor amigo mexicano (la persona más sencilla y de buen corazón pudo haber conocido) que fuera a su país porque él y su hermano podían salvar al mundo de una terrible enfermedad que amenazaba la existencia humana.

Ok, lo admitían, eso era inflar mucho la situación de su parte. Pero igual se sentían bien al saber que podían ayudar y contribuir un poco en la elaboración de una cura para el hanahaki.

Y tener a Marco controlado, para que no le pasara lo mismo que a tía Cass.

Finalmente añadiendo un plus es que los ojos de los menores brillaron con emoción al saber de la posibilidad de conocerse finalmente en persona, Hiro conocería a Miguel y Miguel a Hiro, por fin podrían hablar más tiempo que las 2 hrs que dejaban al moreno estar en la consola sin recibir el dulce chanclazo de su abuelita.

(...Más todas las horas de incógnito que gastaban vía mensajes de voz y anexos cuando abuelita no estaba mirando, y que de seguro les hubieran costado la mensualidad al internet si se hubiera enterado).

Con mucho gusto iremos, será un placer ayudarlos. —Concluyó Miguel.

Miguel sonrió con dulzura. Tadashi se enderezó y al igual que Miguel sonrió agradeciendo mucho la cooperación de ambos chicos mexicanos con esta investigación.

Hiro y Marco se contagiaron un poquito de esa sonrisa mexicana.

Ahora sólo restaba organizarse, arreglar el papeleo, mover días de clase, acordar fechas y preparar todo lo previsto y por prevenir para la llegada de los mexicanos a San Fransokyo.

Hola! Somos Infinite_Silence y Axureé.

Ahora sí, después de tanto spam y escozor en las manos (?) Les trajimos el primer capítulo de este collab.~3

Y UN CHINGO, ya la queríamos publicar. 3 ¡Esperamos que estén disfrutando la historia! Muchas gracias por todo su apoyo con esta historia. Para los que nos preguntaron cómo lo escribimos: al mismo tiempo en docs. Esperamos seguirnos viendo seguido por aquí :) vamos a actualizar más o menos cada dos a tres semanas porque toma un poco de tiempo ponerse de acuerdo.

De parte de ambas, ¡Bye bye y nos vemos el próximo capítulo!