HOLA: Se podría decir que Soy NUEVA en el mundo de Fanfiction, pero me temo que ya tengo un rato vagando por entre el mundo de los Fic's y aunque esta es mi Primera Historia publicada en esta pagina, eh de añadir que ya tengo un poco de experiencia subiendo Historias del Maravilloso mundo de Harry Potter, Solo quiero añadir que espero que les guste, esta Historia es algo que ya tenía pensado escribir, pero por falta de tiempo no lo Había hecho.

Amortentia.


El Capricho de Hades

Prologo.

Una pequeña llama iluminaba enardecidamente con su pequeño tamaño desde la chimenea, aquel pequeño hogar construido por viejos troncos, crujían al paso de aquella criatura casi perfecta, mientras que sobre la improvisada cama yacía una hermosa joven, una mujer preciosa que luchaba contra aquello a lo que el hombre tanto temía, la muerte.

Respiraba agitadamente, con sobre humano esfuerzo mientras su cuerpo se cubría por el sudor, su progenitora, su vieja y pobre madre se acercó a ella, sentándose en la vieja silla de a lado, quitó sobre su frente el paño húmedo exprimiéndolo con fuerza para después sumergirlo dentro de la charola oxidada, los azules ojos de la joven dama le observaron, la pobre y cansada mujer luchando para salvarle de aquella fiebre, llevaba una semana en aquel estado enfermizo y cada día amanecía cada vez más deplorable, sus hermanos y su padre esperaban desde la entrada de la habitación, ninguno de ellos se había querido alejar lo suficiente, sonrío al pequeño Jonathan él más pequeño de los cinco hijos de aquel matrimonio ya mayor, ella era la única mujercita que sus padres habían engendrado, intentó abrir los labios para decir algo, vio a su padre enderezarse y acercarse a ella a grandes zancadas.

- Ni se te ocurra gastar la poca energía que tienes cariño…descansa, ya verás que pronto te recuperarás mi niña.- Mary Anne O'Connor sonrío tristemente a su padre, un hombre corpulento a pesar de su edad, de facciones duras y con su rostro casi cubierto por completo por la barbilla platinada, él, aquel hombre duro de roer que difícilmente podía sacarle de sus labios un te quiero, se ablandaba ante ella, levantó la mano poco a poco hacia él hombre al que la vida, solo había llegado a amar, por Dios, Mary Anne solo tenía quince primaveras cuando la enfermedad golpeó su cuerpo.

- Cariño…- llamó la madre mientras acariciaba la mejilla de su pequeña princesa, pero Mary no quiso escuchar la advertencia que se escondía de aquellas palabras, ella continuó esforzándose para levantar aquella pálida y flacucha mano, John se acercó a su hija y se arrodilló con una pierna muy cerca de ella y tomó su mano, entre las suyas mismas, aquellas manos trabajadoras, llenas de callos y viejas por el tiempo.

- Pa…Papi…- logró susurrar Mary Anne mientras continuaba sonriendo, John no entendía de donde aquella pequeña y frágil señorita lograba sacar tantas energías, Peter, Anthony, los gemelos Leonard y Leopold junto con Jonathan se acercaron rápidamente a su hermana.

- Tienes que descanzar Manny… - la entrecortada voz de Peter, su hermano mayor, no era ni la sombra de aquella grave y ronca, la más masculina que ella había escuchado, y le miró, miró a cada uno de sus hermanos, sonrío de nuevo mientras sentía en su pecho un indescriptible ahogo, la joven miró a su madre y finalmente al hombre que tanto admiraba.

- Familia…- empezó a decir para la sorpresa de los ahí presentes.- ella ya sabía lo que iba a pasar, lo vio recargado justo en la pared a lado de la vieja puerta de madera, con sus brazos cruzados y una de sus piernas dobladas, recargada a la pared que amenazaba por derrumbarse, lo observó entre el espacio que había entre su padre y su hermano Peter, sintió la boca entreabriéndose poco a poco, secándose y llenándose un frío aire que se colaba entre su seca boca, era él, lo sabía, podía ver entre la rendija de sus párpados entrecerrados el filo de sus platinados ojos, no podía mirarle del todo, pero su piel era tan blanca cómo la leche, se estremeció cuando le notó moverse, enderezando sus anchos hombros que a pesar estar cubiertos con una oscura y larga capucha, podía notar claramente su masculina figura.

- Los Amo… a todos…- susurró Mary Anne mientras sentía como poco a poco comenzaba a perder la vista, las imágenes se tornaban borrosas pero la de él estaba ahí, clara, fuerte, con sus oscuros colores cubriendo su cuerpo, y él estaba ahora a su lado, acercando su rostro al de ella y pudo verlo, sus ojos, sus preciosos y ojos grises; llenos y tan vacíos, y una última vez, la pequeña Mary Anne, aquella muchacha que no llegó a conocer el amor de otro hombre más que el de su padre y hermanos, murió con su mano derecha cubierta por las de su amado padre. Y la tristeza cubrió los corazones de la Familia O'Connor, mientras que ellos lloraban, la muerte abrazaba el alma de la pequeña Mary Anne, arrastrando su espíritu joven más allá de la oscuridad del mundo.

Primer Capricho.

La noche por fin había acabado, y como siempre, desde el inicio de los tiempos y de su nacimiento mismo, el Lord del submundo entró a lo que podría llamar, Hogar, ignoró los aclamados gritos de júbilo de sus lacayos y se dirigió directamente hacia el viejo trono de madera negra, subió los escaloncillos, con la mirada fija en el la fina silla, y tomó su lugar entre los muertos, y cerró los ojos hasta que el siguiente llamado retumbara en sus oídos.

La hermosa dama se acercó a él lentamente y se sentó sobre el brazo de la silla y observó al poderoso amo de los no vivos descanzar, era una de las pocas veces que se le podía ver tan tranquilo, sin aquella dura mirada que hacía temblar hasta el más poderoso Rey, sonrío dulcemente, él era un Rey, un emperador entre emperadores, su fuerza aún mayor que la de muchos Dioses, y aun así, a pesar de ser el Dios más temido del mundo mortal, Hades simplemente se empeñaba a seguir ocultándose bajo aquellos claros subterráneos, levantó su blanca mano y acarició la fría y blanca mejilla del poderoso ser, si tan solo ella pudiera convencerlo de salir de aquel encierro de vez en cuando, de disfrutar de…. Se mordió la lengua cuando aquel pensamiento llegó a su cabeza, lo que iba a pensar era que él debería de disfrutar de la vida, como sus hermanos, como los otros Dioses, pero ¿De qué manera el Dios de la muerte iba a gozar de su eterna e inmortal vida? Si su Hermano llegase a escuchar sus pensamientos entonces sería su burla, su vergüenza.

- Querida Hermana… ¿serías tan amable de dejar que este humilde caballero tomara su descanso como debiera ser? – la ronca y gélida voz de su bien amado hermano retumbó en sus oíos, la bella Dama se puso de pie y sonriente le encaró.

- Mis disculpas Hermano… pero sabes lo mucho que me enternece verte descanzar…- respondió la joven mientras sonreía, Hades observó a su pequeña hermana, Daphne y su encantadora forma de ser, la manera en que se preocupaba por su estado y por cualquier cosa que le sucediera, sonrío ligeramente mientras se ponía de pie.

- Fue suficiente descanso por hoy, los oídos me retumban, es como si estuviera a lado de Hefestos mientras trabaja con sus apreciadas armas…- Daphne sonrío dulcemente mientras bajaba del brazo junto al Rey de los muertos los escaloncillos de mármol negro, Daphne y Hades eran un continuo par de contradicciones, donde el hombre poseía oscuridad, la joven era dueña de una inmensa Luz, y donde él tenía un vacío eterno en sus ojos, Daphne estaba llena de dicha, alegría y felicidad, cosas que Hades no poseía aunque sus labios esbozaran la más grande sonrisa.

Y ambos dioses continuaron caminando hasta desaparecer entre las sombras del enorme salón…

Hermione vio con horror las consecuencias de los actos de Harry, Ron y de los maliciosos Slytherin, la chica soltó un chillido agudo al ver a la pobre ave caer el asuelo sin vida, sus ojos echaban chuspas mientras se abría paso entre los muchachos.

- ¡Miren lo que han hecho, idiotas! – gritó la muchacha mientras se arrodillaba a lado de la pobre criatura con genuina preocupación, la castaña levantó la mirada y la dirigió hacia los tres culpables, Harry, Ron y Draco Malfoy, el trío dio un paso hacia atrás por instinto.

- ¡Vamos Hermione, solo era un mísero pájaro! – exclamó Ronald, Hermione, sostuvo al pobre animalillo entre sus manos mientras se ponía de pie, la ira, el enojo, la indignación se hicieron presentes en su rostro.

- ¡No puedo creerlo, Ronald Weasley! ¡¿Solo un mísero pájaro?! ¡Es una criatura viviente Ron, tienes que respetar cada vida de este planeta! – gritó ella mientras pasaba su endurecida mirada por cada uno de los tres muchachos.

- ¡Vamos Granger, ni que fuera la última criatura de su especie! – las palabras del rubio fue cómo un batería nueva para un juguete, inmediatamente hubo una reacción, la castaña se giró hacia el muchacho de ojos grises.

- Malfoy… eres un inmaduro al igual que Ronald, no olvidaré nunca que han acabado con esta indefensa criatura… ¡Son todos unos irresponsables! ¿Cómo se sentirían si fueran de un tamaño diminuto y llegara yo y sin más los atacara? Y tú Harry…- respondió la joven que finalmente se había dirigido hacia el niño que sobrevivió, este simplemente se sobresaltó ante el rudo tono que usó su mejor amiga para nombrarlo.- me decepcionas, pensé que después de todo lo que habías vivido con-el-ya-sabes-quien, habías madurado…

Hermione amaba a los animales, amaba los libros y sus reglas, pero lo que Hermione Granger respetaba más que nada, era la vida de las demás criaturas que al igual que ella habitaban sobre la tierra, al ver al pobre ave caer sobre el suelo sin vida, le había roto el corazón, sobre todo por qué era un precioso ejemplar de Sturnella Superciliaris, un extraño ejemplar de pájaro oscuro de pecho rojo y franjas blancas sobre sus pétreos ojos, por qué era muy extraño que en Londres Mágico se encontrara esa clase de criaturas, lo había visto, cómo Ronald y Malfoy presumían de sus habilidades con los hechizos que recientemente habían perfeccionado; si una cosa había aprendido Hermione de aquella extraña y misteriosa amistad que había surgido entre el rubio y sus dos mejores amigos, era que no debía entrometerse, sobre todo por qué ni Malfoy ni ella habían podido superar aun el pasado turbio que compartían, así que era casi imposible tener una charla civilizada con el hurón botador.

Pero cuando vio las caras de diversión del rubio oxigenado y del cerrillo encendido de Ronald, no pudo evitar sentir aquel ataque de furia que la invadió, así como tampoco pudo evitar dejar salir cada palabra de reproche hacia ellos.

- Lo siento, Hermione…- se disculpó el sorprendido Harry Potter.

- ¿Lo sientes…? ¡Lo sientes…! –contestó Hermione alterada.- ¡Dile a esta preciosa criatura que lo sientes, Harry! – gritó la muchacha para la sorpresa de varios, Harry volteó a todos lados al saberse el centro de atención de varios alumnos, Hermione extendió sus manos hacia el castaño, con la preciosa ave entre sus manos, una criatura oscura con su rojizo pecho, los verdes ojos de Potter se abrieron de par en par al ver al animalito entre las blancas manos de su amiga.

- Granger, creo que estás exagerando…- intervino un ya malhumorado Draco.

- ¡Exagerando! ¡Oh, claro que estoy exagerando Malfoy! ¿Crees que indignarse por la muerte injustificada de un animal a manos de tres personas es exagerar? ¡Míralo Malfoy! ¡Míralo y dime que culpa tuvo este animal de cruzarse en tú camino solo para morir a causa de tus hechizos mal elaborados! – exclamó ella.

Pero en ese momento, cuando Hermione Granger deseaba más que nada poder hacer que la pobre avecilla pudiera vivir, un milagro sucedió, la mirada de todos los ahí presentes se quedaron fijos en el cielo…

Y de su mano, sus oscuras alas revolotearon con vital fuerza, mientras las miradas perplejas seguían su camino hacia el cielo, Hermione entreabrió los labios sin poder creer lo que estaban viendo sus ojos, la Sturnella se había levantado en sus manos y había salido volando hacia el celeste cielo, Draco fue el primero en dirigir sus ojos penetrantes a su persona, la castaña tragó en seco mientras todas las miradas, una a una iban cayendo sobre ella.

- Granger… ¿Cómo mierdas hiciste eso? – preguntó seriamente el rubio, Hermione respondió con un movimiento de cabeza después de eso. Volvió a levantar la mirada hacia el cielo, donde el ave bicolor desaparecía en la lejanía.

Daphne sonreía mientras veía al hermoso pajarillo posarse sobre su dedo, los enormes ojos grises de la joven rubia reflejaban la oscura figurilla que tenía posada sobre su mano, Hades le miraba mientras le daba un pequeño sorbo a la copa, el sabor suave del vino acarició sus labios y golpeó suavemente su garganta.

- Es precioso… no entiendo por qué criaturas tan bellas también tienen que morir…- comentó la joven mientras acercaba al ave que aún posaba en su dedo firme, Hade miró al animal.

- Todo lo que nace…tiene que morir alguna vez Daphne…si no eres un dio, no puedes vivir eternamente, es la Ley del equilibrio entre la vida y la muerte…- explicó Hades mientras observaba a la joven de rizos cabellos dorados.

- ¡Hermano, ha desaparecido! – gritó espantada la joven mientras levantaba la mirada hacia el joven de oscuros cabellos, Hades le miró fijamente, él también lo había presenciado.

- Ya me eh percatado de ello, Daphne…- contestó el hombre mientras cerró los ojos por un momento, Daphne sabía lo que estaba haciendo su hermano, estaba buscando al ave, la pobre criatura debía estar pérdida entre el mundo de los muertos y si uno de los esbirros llegara a encontrarlo se alimentaría de él, la joven lamentó en su mente si algo así llegara a pasarle a la preciosa ave. Al menos lo que quedaba de ella.

- Hermano… ¿Lo has encontrado? – preguntó la joven inclinándose hacia Hades, esperando su respuesta, los ojos del joven amo de la muerte abrió los ojos de un golpe, la muchacha se sobresaltó un poco.

- Lo encontré…- respondió secamente Hades mientras se ponía de pie, arrastrando la silla a su paso.

- ¿Dónde está entonces, uno de los esbirros lo ha…?

- No…- interrumpió el dueño de la mirada más fría, fue cuando Daphne se dio cuenta de lo que estaba pasando.

- Pero… ¿Cómo…quién? – preguntó la muchacha mientras se ponía de pie lentamente, sorprendida por lo que había descubierto tan solo escuchar la negativa de su hermano mayor.

- No tengo ni la más mínima idea… - y sin más, el Rey de los muertos abandonó el comedor rápidamente.

Hermione aún temblaba tan solo en pensar en lo que había pasado, la joven leona se encontraba en su último año de Hogwarts, un año después de haber terminado la Guerra se encontraba de vuelto en el castillo, la vida de los estudiantes no había vuelto a ser la misma desde que Lord Voldemort había sido vencido por su propia mano, la amistad extraña que Ron y Harry mantenían con Malfoy era una prueba irrefutable de aquellos hechos, la castaña soltó un suspiro resignado y mientras se encontraba acostada sobre su cama, con los doseles rodeándole, la joven dejó por primera vez en su vida a un lado un libro y se miró las manos, sabía lo que había pasado y aunque muchos negaban lo que era, Hermione Granger comprendía la gravedad del asunto, suspiró derrotada, por más que lo pensara, no había otra explicación para lo que había pasado esa tarde. Hermione había devuelto a la vida a aquel Sturnella pecho rojo.

Un mes más tarde.

- ¡Expulso! – gritó Malfoy ante el Mortífago, evitando así que Harry Potter muriera, el castaño volteó a mirarle y con un movimiento de cabeza le agradeció al rubio, ambos muchachos salieron corriendo por entre los sombríos y fríos corredores del castillo, aún no entendían cómo es que los lacayos de innombrable habían regresado, pero era evidente que buscaban venganza; finalmente el par de muchachos habían llegado hasta el Gran comedor, donde Bellatrix Lestrange se encontraba junto a su marido amenazando la vida de Ginevra Weasley con la varita en su cuello, Hermione también estaba ahí, pero la joven Bruja estaba escondida estratégicamente esperando el momento oportuno para atacar, los marrones ojos de la muchacha vislumbraron a Harry y a Draco entrar al salón, segundos después Neville, Theodore Nott, Blaise Zabini y Ronald habían llegado, de los profesores no se tenía ni la más mínima idea de donde se encontraban.

- Vaya, vaya, vaya… ¡Pero si es mi sobrino el traidor y el mocoso que debió haber muerto! Y sus estúpidos amigos…- la sonrisa burlesca de Bellatrix no pasó desapercibida por Hermione, el quejido de Ginny hizo eco por toda la sala al sentir mayor presión en su garganta.

- ¡Deja a mi hermana en paz maldita desquiciada! – gritó Ron deteniéndose a lado de Harry y apuntando con su varita, estaba realmente enojado, Hermione extrañamente sintió la sensación por todo su cuerpo.

- ¡SILENCIO TRAIDOR A LA SANGRE! – exclamó Rodolphus Lestrange mientras su hermano Rebastan le hacía coro con una fuerte carcajada.

- Deja a Ginny en paz ¡Es a mí a quien quieren! – Hermione sintió un nudo en el estómago, sabía que a Harry le encantaba el papel de Héroe, pero él hacerse el mártir comenzaba a hartarle un poco, la castaña comenzó a gatear por los suelos, logrando ocultarse bajo la enorme mesa del profesorado, sobre esta se encontraba Bellatrix y el asqueroso de su marido.

- ¿Qué eres tú al que queremos? – empezó a decir Bella mientras sonreía, mostrando sus malformados dientes.

- Es a mi… no a ella…déjala… ¡intercambiemos, ella por mí!

No, fue lo primero que Hermione pensó mientras escuchaba la voz de Harry al ofrecerse, sabía lo que el chico de redondeados lentes sentía por su amiga, el enorme amor que había crecido entre ellos mientras la Guerra explotaba en su mundo, de lo horrible que sería para ambos si el otro faltaba, No, no iba a permitir que Bella le hiciera algo a Harry o a Ginny… la joven levantó el blanco mantel, solo un poco, para que alguno de sus amigos le mirara, y así lo hizo, pero ni el más despistado ni el más cauto del grupo se dio cuenta de su presencia.

- "Tranquilízate Hermione, tienes que hacerlo o Ginny puede morir, en el peor de los casos Harry terminará entre sus garras y lo peor puede pasar, no puedes permitir que algo le suceda a nadie…" – se dijo así misma mientras extendía un poco las rodillas y recargaba firmemente su espalda a la base de la mesa, contó cierta cantidad de números y respiró profundamente.

- "Es Ahora o nunca"…- pensó la muchacha de rizados cabellos indomable.

Harry Potter vio a Bellatrix y su marido salir volando por los aires al igual que Ginny, y de la nada vio a Hermione tras la volteada mesa.

- ¡Ahora Harry, Ron…! – Gritó la muchacha antes de lanzar un depulso que dio de lleno a Rebastan, el Mortífago salió disparado hacia una de las paredes y quedó ahí inconsciente.

Harry y Ron salieron corriendo hacia Ginny, quien había rodado por el suelo, alejándose un poco de la enloquecida Bellatrix.

Malfoy y los demás atacaron a un recuperado Rodolphus, quien al ponerse de pie había lanzado un crucio que dio de lleno a Neville, pero el hombre mortífero había sido detenido por un expulso que Zabini le había propinado con su varita.

Harry tomó a la pelirroja entre sus manos, la cual lloraba desconsoladamente, después de eso, la profesora McGonagall y el profesor Snape habían entrado al enorme salón, ambos armados y preparados para cualquier ataque.

- ¿Qué…ha pasado…aquí? – preguntó Severus, pero el hombre fue vilmente ignorado por sus propios alumnos, Minerva vio a Bellatrix ponerse de pie, tanto alumnos como Profesores le apuntaron con sus varitas, Hermione hacía lo mismo desde el frente del salón.

La oscura mirada de la bruja le miró de reojo, Hermione descifró su mensaje de amenaza y tortura junto con la muerte lenta, pero la joven ignoró por completo todo aquello, endureció su agarre de varita al igual que su mirada, no iba a dejar que una bruja loca la intimidara, ya no.

Y todo sucedió tan de repente, sorprendiendo a todos los presentes, los ventanales explotaron sin una explicación alguna, lo más lógico fue que Bellatrix o alguno de los Mortífago que la acompañaban había utilizado magia no verbal; la castaña se arrojó al suelo para protegerse de los trozos de vidrio que se lanzaron por todos lados…

- ¡Avada Kedavra! – el salón se iluminó por el mortal rayo verde, Hermione sintió un enorme vacío dentro de su pecho al escuchar el relámpago cruzando el enorme salón y sin más, mientras cubría sus cabeza con ambas manos, levantó la mirada y vio a Harry y a Ginny en medio del camino, siendo el objetivo del maleficio asesino.

- ¡NO, HARRY! – gritó la muchacha mientras se ponía de pie.

Aquella era la oportunidad perfecta para escapar, cosa que ni Bella ni los otros dos habían desaprovechado, escapando por entre los ventanales, el trío de Mortífago leales a Voldemort se habían marchado, dejando simplemente destrucción a su paso.

Severus Snape vio con ojos de asombro lo que había pasado, Minerva ahogó un grito de horror mientras el cuerpo del joven yacía extendido sobre el suelo.

- Harry…- susurró Ginny mientras veía a su novio abrazándola, lo que había pasado no tenía nombre.

Draco Malfoy se había atravesado en el camino del Avada Kedavra que Bellatrix les había lanzado, la pelirroja podía sentir el cuerpo tembloroso de Harry, quien simplemente no podía digerir lo que había sucedido segundos antes.

Nadie dijo nada, ni siquiera se movieron hasta que vieron al profesor Snape lanzándose sobre el cuerpo sin vida de Draco Malfoy, el rubio permanecía sobre el suelo con su mirada abierta, el hombre de negros cabellos lacios y grasosos le miraba perplejo, fue en ese momento cuando el brazo comenzó a arderle de sobremanera, Minerva se acercó a su compañero y amigo al escucharle quejarse, sabía lo que estaba pasándole al hombre, el juramente inquebrantable que había hecho a Narcissa Malfoy estaba comenzando a cobrar su error, su enorme descuido de dejar desprotegido al muchacho.

Hermione vio el cuerpo tendido del rubio, y una desesperación indescriptible se adueñó de ella, la castaña salió corriendo hacia el muchacho y se dejó caer de rodillas sobre el suelo justo a su lado, las lágrimas caían por sus mejillas heladas.

- No, no, no ¡Malfoy, No! – gritó la joven mientras lloraba desconsolada, los demás solo veían asombrados, horrorizados por lo que había sucedido, la muchacha enmarcó el frío rostro de Malfoy con ambas manos y se acercó a él.- Malfoy, escúchame, tienes que vivir, despierta anda, no puedes… no puedes morir…- suplicaba la Leona una y otra vez.

- Hermione…- llamó Ronald acercándose a su amiga y posando su mano sobre el hombro de la muchacha, pero esta movió su hombro fuertemente, como si su toque le hubiera quemado, cosa que para el pelirrojo no pasó por desapercibido.

- No… Malfoy tiene muchas cosas por hacer en este mundo… anda Malfoy, despierta… vuelve… vuelve a mi Malfoy…- aquella no era una orden, no era una petición, ni mucho menos una súplica.

Minerva levantó la mirada hacia la castaña, aquel tono de voz, aquellas palabras que más bien parecían un susurro; el rostro del rubio Hurón comenzaba a tornase más pálido y grisáceo conforme pasaban los segundos, Hermione recargó su frente a la del muchacho de dieciocho años.

- Malfoy… escúchame… Regresa a mi…- pidió la joven mientras cerraba los ojos fuertemente.

Y el aleteo de un ave hizo eco dentro de su cabeza una y otra vez…

No sabía dónde estaba, simplemente veía la intensa luz entrando por los destrozados ventanales, dio un paso al frente sin darse cuenta de la escena que había a su espalda, se detuvo de golpe al ver la silueta oscura que había salido de la nada, estaba a unos metros delante de él, la criatura misteriosa estaba cubierta por una capucha larga y maltrecha, pero Draco podía ver aquellos ojos entrecerrados, grises como los de él pero… el muchacho rubio dio un paso hacia atrás, ni siquiera Voldemort poseía una mirada tan mortal como aquel ser, la criatura, con figura humanoide extendió su mano hacia él, fue en ese momento cuando Draco comprendió una cosa, aquella criatura era humana o eso era lo que pensaba y estaba invitándolo acercándose a él…

- "Malfoy… escúchame…regresa a mi…" – la voz de Granger retumbó en su cabeza, al principio era como un pequeño susurro que le molestaba, era como el zumbido de una mosca dentro de su cabeza, pero poco a poco su voz comenzaba a ser más y más clara, el joven hizo además de girarse…

- Ya es hora…de marcharnos, tú tiempo en este mundo, se ha acabado…- la voz de ultratumba le provocó un escalofrío casi interminable, el cual había comenzado en la punta de sus pies y chocado en lo más profundo de su cerebro, Draco se giró rápidamente hacia aquel quien quiera que fuera que se encontrara delante suyo.

- ¿Quién eres? – preguntó el rubio mientras caminaba hacia él.

- "¡Malfoy, despierta!" – de nuevo la voz de Granger retumbaba dentro de su cabeza y una vez más, el rubio se detuvo.

- Soy lo que más temen los vivos…- contestó lo que aparentemente podía ser un hombre, Draco frunció el ceño.

- ¿Qué jodida respuesta es esa? – respondió el joven mientras miraba fijamente al encapuchado.

- ¿Desde cuándo la muerte tiene que dar explicaciones? – Draco quedó de piedra al escuchar la respuesta, fue en ese momento cuando una vez más, el grito de Granger golpeó su cabeza.

- "¡DRACO MALFOY, TIENES QUE VOLVER AHORA MISMO!" – fue en ese momento cuando el rubio sintió como algo lo atrapaba por la cintura y los brazos, levantó la mirada y vio por última vez a la autoproclamada muerte, lo último que Draco Malfoy vio antes de regresar a su cuerpo, fue al encapuchado descubriendo su rostro, el hombre parecía verdaderamente perplejo por lo que estaba pasando, estaba claro que nunca antes alguien le había arrebatado una víctima al Guía de almas.

Nadie entendía nada, nadie se explicaba cómo había pasado, pero lo único que tenía una explicación en esos instantes, era que Draco Malfoy había regresado de la muerte gracias a Hermione.

Hermione sonreía dulcemente a un perplejo Draco, quien simplemente no entendía como había llegado a morir y resucitar a la vez.

- Bienvenido Malfoy…- susurró Hermione mientras hundía su rostro empapado de lágrimas en el cuello del rubio, quien seguía mirando con sorpresa en sus ojos.

- Granger… ¿Qué has hecho maldita sea…? – fue lo que preguntó Draco mientras correspondía el abrazo de la muchacha.

Daphne le miró entrar a sus aposentos a grandes zancadas y sintiendo la obligación de velar por su hermano, la joven fue tras él, al abrir las enormes puertas de madera negra, Daphne se encontró a su hermano andar de un lado a otro como un felino encerrado, la joven no pudo evitar sorprenderse al verlo de aquella manera, siendo Hades el Dios más tranquilo y serio de todos, jamás perdía los estribos, pero ahora, algo había pasado, algo que inquietaba al Dios de la muerte de sobre manera.

- Hermano…- llamó la muchacha mientras observaba al oscuro personaje moverse como un gato, iba y venía en movimientos elegantes pero desesperados, algo le había pasado a Hades para ponerlo en aquel estado tan desesperado.- ¡Hermano! ¡¿ que ha pasado?! – gritó la joven mientras se acercaba al Dios, este se sobresaltó cuando las manos de su hermana tomaron de su hombro e hizo que la mirara, los grises ojos de Hades reflejaron la hermosa figura de Daphne.

- Me lo arrebató, me despojó de su alma cómo si le quitara un dulce a un niño…- empezó a decir un desconcertado Hades, Daphne abrió los ojos sorprendida por sus palabras.

- Pero… ¿Pero cómo…? – preguntó la Diosa.

- No lo sé… No lo sé… pero ella… ella lo abrazó con su sedosa voz, lo envolvió con su calidez y me robó su alma… - explicó el hombre mientras se liberaba del agarre de la Diosa y se dirigía hacia el ventanal, Daphne le siguió, deteniéndose a un lado del imponente Dios de la muerte.

- ¿quieres que envié a uno de los esbirros para que investigue? – preguntó la joven mientras observaba el reflejo de su hermano en el vidrio de la ventana, este negó con un movimiento de cabeza, sus oscuros mechones largos se mecieron suavemente.

- No… esto es algo que tengo que investigar por mi cuenta, estoy casi seguro que fue ella la que te ha quitado al pajarillo que llegó ayer a tus manos…- contó Hades mientras se giraba hacia Daphne, la joven parpadeó varias veces sin comprender.

- El Sturnella…- susurró la rubia Diosa sin podérsela creer, Hades asintió con un movimiento de cabeza.

- Hermana… creo que eh encontrado a mi némesis…- informó Hades mientras se acercaba a la joven.- y creo que necesito de tu ayuda antes de que ella ponga en desequilibrio mi mundo.- continuó diciendo mientras un extraño brillo inundaban sus fríos ojos platinados, Daphne no creí a lo que sus ojos estaban viendo, pero tenía que ser verdad, nada en ese mundo podía engañarla, y finalmente, después de unos segundos de pensar en algo.

- Creo que tengo un plan.- contestó la joven mientras se daba la media vuelta y salía de los aposentos de su hermano.

Hades se dio la media vuelta y se acercó al gran espejo de cuerpo completo y observó su reflejo, más de repente, la imagen de una joven de cabellos castaños comenzó a tomar forma justo frente a él.

Era ella, la que le había robado el alma de aquel joven, la misma mujer que le había impedido cumplir con su deber, la muchacha de extraña mirada y de enredado cabello, sabía quién era ella, conocía su extraño nombre, su procedencia, sabía en qué mundo se desenvolvía, y sonrió, sonrío como nunca lo había hecho antes…

Hermione Jean Granger, el nombre de la Bruja Inglesa llegó a su mente claro y conciso, en ese momento apareció Daphne, Hades se giró hacia la muchacha rubia y sonrío aún más al comprender que sus pensamientos eran muy similares a los de su hermana.

- ¿Qué te parece Hermano, como me veo? – preguntó la muchacha mientras se daba una vuelta, presumiendo su nuevo vestuario al Dios de la muerte, quien simplemente le sonreía. CONTINUARA.